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Pecado por keny_shawol

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Notas del capitulo:

Nació ayer a media noche y no sé por qué, pero tenía muchas ganas de escribirlo. Nos estamos leyendo.

Es como cualquier otra noche. Como cualquier otro día en que Minho está en su departamento. Es casual, por la noche, y con un trasfondo de más. Es lo que Kibum espera con ansias cada vez que Minho se marcha por la puerta principal.


 


Minho está ahí, con su siempre taza de café negro en sus manos, un traje gris abrazando de la manera perfecta su cuerpo y esa sonrisa cansada, y arrogante que Kibum descubrió sólo le pertenecía a él.


 


Era tan poco, era sólo unos besos contados y unas caricias suaves, pero Kibum lo acepta, lo absorbe como la cosa más maravillosa del mundo. Es así para él. Es suficiente porque de alguna manera retorcida y extraña, ama a Choi Minho.


 


Tal vez son sus labios y su boca experta. O sus ojos sin expresión y grandes, brillantes por las noches. Tal vez es su perfecto rostro, su mandíbula dura, su mirada seria. Tal vez es todo en Choi Minho.


 


Todo comienza después de la taza de café de Minho. Es estrellado contra la pared y la boca de Minho choca contra sus labios. Le besa rápido y duro y es como si Minho quisiera marcarlo ahí, justo en los labios. Le sabe bien, a café, a los fríos labios de Minho y de alguna manera, le sabe dulce.


 


Dulce como el pecado que está cometiendo. Como el chocolate de contrabando en una dieta. El dulce extraño de hacer trampa en un examen. El dulce de saber un secreto y contarlo a la persona que no debía ser.


 


Kibum le siente respirar contra su oído, siente las manos en su cuerpo y la urgencia de Minho de querer desaparecer la ropa tan rápido como sus manos le permitan.


 


Es excitante saber que no está bien, que no es correcto. Pero Kibum tiene la ferviente idea de que uno no se enamora de la persona correcta, sino de la que el corazón elija.


 


Y él está malditamente enamorado de Choi Minho. De su trato frío, de sus besos rudos y de sus manos traviesas. Le quiere de una forma no sana. No sana para su corazón, su vida y él mismo.


 


Haría cualquier cosa por él. Lo haría sin dudarlo, pero, ¿Qué haría Minho por él? Nada y lo peor de todo es que lo acepta sin dudar. Porque le quiere, tanto que duele, tanto que quiere dejar de verlo y la vez tenerlo con él toda su vida.


 


Lo ama tanto para desechar posibles noviazgos. Le ama demasiado sin pensar en él y sólo en Minho.


 


Es rápido, piensa, la forma en que Minho desnuda su cuerpo. Ama sentir el frío en su cuerpo, los dedos rápidos recorriendo cada rincón.


 


La boca de Minho se estrella contra la suya otra vez, y una vez más y  otra más, y con cada beso quiere gritarle lo mucho que lo ama, lo mucho que lo necesita en su vida y que él también corresponda esos sentimientos.


 


Pero no lo hace, porque no es correcto. Porque esta relación no es más que manos rápidas y besos sucios. Decide no perder más tiempo y entonces sus manos están sobre Minho, tocando, quitando, recorriendo cada parte de ese perfecto ser.


 


Ama el cuerpo desnudo de Minho. Ama ver lo que sus manos expertas y lo que su boca suave puede lograr en él. Minho está excitado lo siente contra su pierna cuando sus cuerpos chocan. Sus cuerpos chocan, sus pasos se pierden, el sofá jamás se ha sentido mejor debajo de él.


 


Los ojos de Minho están sobre él, devorándolo, acariciándolo suavemente sin tocarlo. Kibum sonríe aunque a Minho no le guste en ese momento. Sonríe porque la esperanza crece en su corazón, crece y le hace creer algunas cosas que tal vez nunca sean posibles.


 


El ritmo de su corazón aumenta con cada mirada de esos grandes ojos. Atrae la boca de Minho de nuevo a sus labios y le besa como a Minho le gusta, rudo, sucio, salvaje. El sudor está ahí, en la frente ancha, y Kibum sólo quiere dejar caer su lengua ahí.


 


Los latidos aumentan y muerde la mandíbula de Minho, juguetonamente más duro después. Y esos ojos favoritos brillan y sonríen. Minho no lo sabe, pero Kibum puede ver las sonrisas que bailan en los labios de Minho furtivamente.


 


Lo ama más después de eso y estrella su boca otra vez contra la esponjosa de Minho. No importa más cuando esos labios están sobre él, Kibum piensa. Y lo quiere de esa manera para siempre.


 


Los dedos de Minho juegan con su paciencia y su boca hace maravillas en su cuello. Kibum ama esa boca sobre su cuello, ama que baje despacio dejando rastros calientes a su paso, ama como lo besa una vez más en los labios y como después bajan hasta sus pezones.


 


Y es maravilloso y exquisito. La boca es mágica y mala. Lo tortura mordiendo suavemente y Kibum se lo recompensa con los sonidos que escapan de su boca.


 


Jadea, gime el nombre de Minho una y otra vez y sus dedos encuentran el camino hacia ese cabello castaño. Es sedoso y sus dedos se enredan delicada y naturalmente ahí. No le importa tirar de su cabello, no le importa si Minho aún tiene su magnífica boca sobre él.


 


—Minho. —Jadea su nombre y después lo escucha reír, siente la sonrisa contra su piel y entonces lo nombra de nuevo—Minho.


 


Minho.


 


Minho.


 


Minho.


 


Puede hacerlo miles de veces, le encanta saborear el nombre de Minho en su boca. Los ojos de Minho brillan en reconocimiento y él sólo quiere que su boca regrese a esos lugares sensibles.


 


Los besos bajan, su lengua serpentea de un lado a otro y los jadeos son más y más fuertes. Juega ahí y allá, juega con su paciencia y con esos dedos. Minho deja besos y marcas en cada parte de su cuerpo. No sabe por qué, pero Minho ama hacerlo. Ama ver después cada marca sobre su piel, pero sobre todo ama esa mirada que le da después. No sabe por qué brillan esos ojos, pero pareciera como si Minho se perdiera y las pocas sonrisas que le regala aparecen en ese momento.


 


Le duele pensar que Minho sólo está con él por el sexo, le duele de una manera en que ama  que Minho esté con él de esa manera.


 


—Cama. —Minho ordena. —Ahora.


 


Lo toma por la cintura y sus bocas se encuentran. Sus pasos son tontos y rápidos y sus piernas se enredan de vez en cuando. Las cosas se caen a su paso y Kibum ama esa desesperación  en los pasos de Minho.


 


Es gracioso como siente que la única emoción que siente por parte de Minho es cuando están desnudos y corriendo a la habitación. Es irónico la manera en que odia que sea sólo sexo, pero que disfrute demasiado sus cuerpos desnudos.


 


Minho no pierde tiempo y de nuevo ataca su cuerpo, su cuello y sus labios. Sus cuerpos chocan, el sonido resonando en la habitación una y otra vez. Cuerpos sudados, sucios y pecadores.


 


Lo desea sin importar qué, Minho también, lo sabe.


 


Es torturado de nuevo, piensa que a Minho le gusta torturarlo, con su lengua, sus dedos y sus cuerpos encontrándose una y otra vez, creando la fricción perfecta.


 


Es tan rápido y es tan frío. Los dedos de Minho están ahí, en su entrada, tentándolo sin hacer nada, jugando graciosamente, se mueve contra ellos, y se pregunta en qué momento Minho tomó el lubricante.


 


Se empuja contra ellos otra vez, apurando a Minho, rogando por esos dedos. Y Minho lo hace, sin detenerse un solo momento. Sus miradas se encuentran y Kibum lo atrapa. Los ojos grandes brillan y le dicen sin palabras lo mucho que le desea. Lo desea también, cada maldita noche y día.


 


En su cama, en su vida, como una pareja que se ama y se quiere, pero no lo son y la realidad lo atrapa. No lo son y nunca lo serán.


 


Los dedos se mueven dentro de él y Minho parece disfrutarlo. El sudor resbala por su pecho, es fuerte, es magnífico.  Es tan malditamente sexy, que quiere retenerlo en su casa por siempre y para siempre.


 


Sus pezones son atacados cuando los dedos de Minho lo abandonan. Está ahí frente a él en toda su gloria, desnudo y enfundándose un condón. Kibum quiere morderle, besarle, y probarle. Quiere sentir su sabor explotar en su boca, sus dientes mordiendo cada parte y su lengua saboreando cada trozo de piel en ese magnífico hombre.


 


Tiembla cuando las manos de Minho recorren el interior de sus piernas, tan delicadamente como una pluma suave. Tiembla de nuevo, cuando los nudillos de Minho tocan su excitación y un poco más y entonces una sonrisa arrogante pinta los labios de Minho.


 


—¿Te gusta que te toque, Kibum?


 


—Sí. —Asiente, reconociendo cada parte sensible en él. No sabe si en verdad es sensible en esas partes o si es por Minho que se estremece. —Más.


 


Minho no lo hace, no lo escucha y sólo se hunde en él. Kibum grita como cada vez que pasa, grita de placer. Sus caderas son tomadas, y Minho entra una y otra vez en él, tomándolo fuertemente, dejando marcas de sus dedos de nuevo en su piel.


 


El contraste de sus pieles es maravilloso. La forma en que los músculos de Minho se contraen lo excita. La manera en que la boca de Minho se frunce en placer es lo mejor. Y la vista de Minho sobre él, embistiéndolo, es la mejor imagen.


 


Lo odia de la misma manera en que lo ama. Lo odia porque deja que lo tome de esa forma tan rápida y sucia, pero ama ese maldito momento que Minho le dedica.


 


Es una mezcla de todo el rostro de Minho y desea tener una cámara y guardar esa imagen para siempre. Los labios de Minho están sobre su cuello, sobre sus labios y Kibum jura que puede sentir esa mirada acariciar cada parte de su cuerpo.


 


No puede contener sus manos, viajan por el pecho de Minho, pellizcando sus pezones, rasguñando a su paso. Viajan hacia su vientre y lo siente estremecerse, lo hace de nuevo y Minho gime. El sonido más espectacular en el mundo son los gemidos de Minho.


 


—Kibum.


 


Es exquisita la forma en que su nombre abandona los labios esponjosos y es aún más exquisita la forma en que los grandes ojos de su amante se dilatan.


 


Minho se mueve y Kibum quiere que no deje de hacerlo. El placer lo abarca cuando Minho da en el punto correcto. Los dedos de sus pies se contraen, su erección crece, su amor también lo hace, mezclándose con el placer y el dolor.


 


—Me voy a correr. —Anuncia.


 


Sus labios se encuentran y Kibum sabe que será de los últimos besos y muerde sus labios, haciendo que Minho grite.


 


—Hermoso. —Minho dice, en una manera perdida entre el orgasmo y la realidad. —Malditamente hermoso.


 


No sabe si Minho está consciente de lo que escapa de sus labios, pero no le importa, absorbe esas palabras como el mejor de los vinos y muerde su hombro cuando su orgasmo llega y lo atrapa en ese mundo maravilloso.


 


Siente a Minho tensarse y gruñir, grita cuando su orgasmo lo alcanza y lo embiste un par de veces más, prolongando el placer. La perfección es Minho cuando grita de placer, es el mar de emociones en su rostro lo que hace a su corazón latir frenéticamente y querer gritarle lo mucho que lo está amando.


 


 


Es hermoso, Kibum decide. Cuando Minho duerme después del sexo, es hermoso. Su corazón duele al pensar que él no es la persona que lo mira cada noche, que lo observa dormir pacíficamente y lo que ve despertarse cada mañana.


 


Duele aún más cuando sabe que nunca será así y comienza a sentir las lágrimas golpear sus ojos. Pero no llora, porque no debe desperdiciar ese momento. Es de las pocas veces en que no ve a un Minho frío y de mirada penetrante, es de las pocas veces que puede verlo descansar y pensar cómo fue cuando era un niño.


 


Sus dedos recorren su abdomen y caminan de un lado a otro en su pecho, lo hace delicadamente para no despertarlo. Viajan después a su rostro, a esa boca que grita cuando el orgasmo lo alcanza, a sus ojos que brillan de maneras que no sabe interpretar, a los pómulos que sonríen pocas veces.


 


Su corazón late, un maratón se lleva en su interior. Quiere sumergirse en los brazos de Minho y decirle que se quede a su lado. Quiere que los ‘te amo’ escapen de los perfectos labios de Minho.


 


Lo quiere todo con él.


 


No duerme esa noche, como siempre que Minho se queda en su departamento. Lo observa y lo graba en su memoria para nunca borrarlo.


 


Besa los labios de Minho cuando los primeros rayos de sol se cuelan por su ventana y entonces finge dormir.


 


Lo siente moverse en la cama minutos después, y escucha el murmullo de la ropa contra su cuerpo, escucha también la televisión a lo lejos, Minho mira las noticas cada mañana, lo hace sin falta.


 


Y entonces llega lo que siempre espera. Siente a Minho detenerse frente a él y se obliga duramente a tener los ojos cerrados y entonces siente un dedo recorrer su nariz, tan suave que casi no puede sentirlo y algunas veces cree imaginarlo.


 


Es rápido y suave y los pasos de Minho alejándose se escuchan en el silencio de su departamento.


 


Las noticas suenan a lo lejos, y las lágrimas ya pican en sus ojos.


 


La noticia del día es la llegada del primogénito de Choi Minho con su esposa, Tiffany. Duele como alguien golpeando su corazón.


 


Pero le duele más darse cuenta que espera con ansias la siguiente vista de Minho.


 


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