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Más allá del jardín de rosas / ¿Qué pasó con Vicent? por Sweet Honne

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Me levanté con un dolor de cabeza horrible que me estaba matando. Tenía todo el cabello revuelto, y al ser tan largo me resultaría algo difícil desenredarlo. Lo primero que hice fue alzar mi mano hasta la mesita de noche que se encontraba a mi derecha, en busca de las pastillas que me había recetado el psicólogo y médico: Un bote de acetaminofen y otro distinto que se encontraba en la cocina que se llamaba setralina. El acetaminofen me quitaba los horribles dolores de cabeza que tenía cada vez que me daba resaca. Por las noches me sentía deprimido y sólo al no tener a Bennet. Fue una experiencia espantosa el perderla, pero peor fue que no supiese ni quién era. Mediante el alcohol y las otras pastillas que eran antidepresivas, podía sobrellevar más o menos mi vida. Mi asquerosa vida.


Siempre lo mismo: me levantaba, me vestía e iba al hospital. Dejé el oficio de profesor y volví a ser médico. No deseaba tener malos recuerdos cada vez que iba allí. Recordar a Miller, y asemejarlo con Bennet. Mi preciosa Bennet.


Me vestí con lo primero que vi, me peiné y ni desayuné al salir de casa. Lo único que me llevé a la boca fueron un puñado de pastillas. Caminé hasta llegar al coche y al montarme, justo cuando iba a arrancar, vi a un chico de unos diecinueve años montado en patín yendo por la acera. Llevaba una reluciente sonrisa en la cara y una mochila verde agua en la espalda. Manejaba con mucha soltura aquel patín rojo como el fuego. Su cabello era algo largo, pero trasquilado y se notaba que era de un morado oscuro teñido, ya que las raíces eran negras. Sus ojos castaños destacaban en su cara pálida como la nieve. Me quedé mirándolo, pero al percatarme de que ya me estaba retrasando arranqué y me dirigí al hospital.


Estuve toda la mañana atendiendo a pacientes y a heridos, organizando papeleo y todo lo que haría cualquier médico. No había parado en todo el día, pero ni si quiera comí. Solo tomaba las pastillas. Fui a la cafetería para tomarme un vaso de agua que me ayudase a tragarme la setralina. Cuando traté de llevármela a la boca, una mano detuvo.


-Deberías de dejar esas pastillas. No te hacen ningún bien.-Miré a quien me detuvo: Dakota, un hombre alto, moreno de ojos verdes y pelo rubio rizado.- Cada vez tienes peor cara, ¿te has mirado al espejo?

-No.-Zarandeé mi brazo para que me soltase, cosa que hizo. Tragué las pastillas con el agua.- Ni me hace falta. Las pastillas me ayudan… a olvidar.

-Claro, como el alcohol… -Dijo algo irónico.- Eres médico, deberías saber mejor que nadie que eso no te ayuda en nada. Solo te deja medio drogado y te quita el hambre, es más: hace que no quieras comer.

-Estoy bien. No me hace falta que me digas lo que debo hacer o lo que no… Yo como, no me hace demasiada falta de todos modos.

<<Claro, como Miller decía antes.>>

-Haz lo que quieras, pero que sepas que si te ocurre algo luego no vengas llorando.

-Yo no hago eso.-Me quejé. Bien. Vale, desde hace unos días que no comía correctamente, ni si quiera una simple coca cola, simplemente no se me apetecía. 


Mi turno iba a acabar por hoy, por lo que recogí mis cosas de la taquilla del hospital y me cambié la ropa por una normal, dejando en la taquilla la bata blanca. Una mujer entró en los vestuarios de hombres alarmada.


-Por si no te has dado cuenta, este es el vestuario de los hombres.- Le dije bordemente.

-¡Hay chico que ha sufrido un accidente de tráfico! ¡Usted es el único médico disponible! ¡Está desangrándose!- Tiró de mí llevándome hasta el chico.


Corrimos hasta una sala dónde estaba el accidentado tumbado en una camilla. Al ver la espantosa escena me revolvió el estómago. Tenía el pie completamente doblado, con un hueso que había rasgado la piel desde dentro ya que estaba roto, provocando el desangro. De inmediato me puse manos a la obra.


Toda mi tarde libre se fue por el garete tratando de curar al chico, que resultó ser el de esta mañana que iba en patín. Ahora estaba dormido a causa de los calmantes que le hice tomar y también estaba sedado. Había colocado los huesos en su sitio y había cerrado la herida. Si tenía suerte, en uno año o dos podría volver a montar en patín teniendo únicamente una cicatriz en el tobillo.


Me lavaba las manos porque me las había llenado de sangre. No me habían dado ni guantes cuando llegué. Tenía hasta la ropa manchada. Antes de irme del hospital y llegar a mi casa a descansar, visité a mi paciente-tobillo-destrozado. Estaba en su camilla dormido y tranquilo, ¿y sus padres qué? ¿no venían?


El día siguiente fue lo mismo: despertar, hincharme a pastillas e ir al hospital. Fui a ver al chico atropellado. Estaba despierto.


-Buenos días.- Le dije. Me miró mientras en la boca tenía una barrita de chocolate.

-Buenosh diash.-Me contestó con la boca llena. Al tragarse la comida, me miró sonriente.-Gracias por tratarme ayer. -Su cara llena de inocencia me sonrió dulcemente. Desvié la vista con desagrado.

 

-¿Y tus padres?-Pregunté mientras me sentaba en una silla, completamente tranquilo. Tarde o temprano vendrían y deberían firmar unos papeles.

 

-Eh... bueno...-Su sonrisa se desvaneció, no sé si por mi reacción a ella o por la pregunta, la cual podría haberle incomodado.-No están aquí. Se fueron... a otro país, de negocios. Vivo sólo.

 

-Vaya por Dios, que mal.-Solté cínicamente preocupado. No, no sentía la menor preocupación por aquél niño que se encontraba actualmente con la ausencia de sus padres, más bien me preocupaba el hecho de que nadie rellenase los informes necesarios.-¿Qué edad tienes?-Pregunté por la pequeña posibilidad de que fuese mayor de edad, ya que aparentaba tener 19 años aproximadamente.

 

-Tengo 17 años.-Maravilloso, no era mayor de edad. -¿Ocurre algo?

 

 

<<Sí, que si nadie se encarga de tus informes te ponen una triste escayola y te echan a la calle.>>

 

Pensé. No debería de importarme demasiado lo que le pasase a ese chico, francamente, pero al mirarle a los ojos de nuevo, los cuales lucían preocupados por no saber lo que pasaba, me sentí algo mal. Yo, sentirme mal, las pastillas me hacen cosas raras. Debería de cambiarlas.

 

 

-No, nada.-Me levanté del asiento sin mirarle más. Al pasar por su lado para irme por la puerta, me agarró por la manga de la bata.

 

-Por favor.-Me pidió con mirada suplicante.- Déjeme llamar a mis padres, no tengo móvil ni ningún teléfono al alcance.

 

 

No sé que bicho me picó, pero por un momento me mostré amable con alguien tras muchos años, y lee cedí el mío propio.

 

 

-Tengo que irme.-Le dije mientras le lanzaba el móvil a sus manos.-Volveré en unos quince minutos para que me lo devuelvas, ¿de acuerdo?-Él chico asintió algo ruborizado.

 

-Gracias, ¡muchas gracias!-Salí de ahí cerrando la puerta. Noté una presión en el hombro cálida, una mano. Era Dakota. Se veía con una sonrisa divertida y callado.

 

-¿Qué?-Pregunté borde, como solía ser siempre.

 

-Lo he visto todo. Nunca has dejado que nadie tocase nada tuyo, y menos tu móvil. Aún recuerdo aquella vez que Annie lo confundió con el suyo y casi la desmiembras viva solo por el hecho de tenerlo en la mano. Estás muy ra...

 

-Creo que llevas razón.-Le quité la mano de mi hombro.-Las pastillas me hacen mucho mal. Será por eso.

 

-¿Entonces vas a dejarlas?

 

-No.-Respondí cortante.-Si acaso las cambiaré por otras.-Me alejé de él sin escuchar lo que me decía. Vi a la anteriormente mencionada, Annie, tras una esquina, mirándome tristemente. Llevaba el uniforme de enfermera algo corto, se habría subido la falda. Le dediqué una mirada de reojo y luego la desvié para otro lado. Ella se acercó a mí caminando tan rápido como podía, llevaba unos tacones, no muy altos, pero se notaba que le costaba caminar. La ignoré.

 

-¡V-Vicent!¡Espera por favor!-Me rogó sin poder caminar más. Me detuve y ella logró alcanzarme. Tampoco andé demasiado rápido. Se veía más maquillada que de costumbre. Tenía el pelo largo y ondulado de color rubio claro, como el de Bennet. Puse una mueca desagradable al recordarla. Miré a Annie a los ojos, que eran de color chocolate. Se puso el pelo tras la oreja, mirándome con timidez.-¿D-dónde vas?

 

-A encargarme del papeleo.-Respondí la mar de simple. Ella estaba nerviosa, como buscando tema de conversación.

 

-¿Y ese niño? ¿P...por qué le diste tu teléfono? ¿Era un familiar tuyo?-Me miraba a los ojos y rápidamente miraba al suelo varias veces. Era obvio que yo le gustaba a pesar de lo mal que la llegaba a tratar a veces, pero no decía nada al respecto. Quizás si ella no me recordase a Bennet por su cabello podría gustarme y todo, pero no era así.

 

-No le conozco de nada.-Pareció dolerle que le dijese eso.

 

-A...ah...

 

-Tengo que irme. Tengo algo de prisa.-Y no, no la tenía, pero no quería quedarme ahí parado.

 

-Eh... sí, claro. Lo siento por...

 

-Da igual.-La interrumpí y fui a por el papeleo pendiente.

 

Cada día que pasaba, me sentía más débil. Cada vez que veía un plato de comida me repugnaba y lo dejaba de lado. Dakota me seguía advirtiendo que debía de dejar las pastillas y comer normal, llevar una dieta saludable y hacer ejercicio. Gilipolleces varias, vamos. Habían pasado como seis meses desde que no visité al chic, ni para recuperar el móvil, un informe tras otro me hizo olvidar el tema. De todos modos no me hacía mucha falta, no tenía amigos y solo lo utilizaba para contactarme con Bennet. No sé como se las habrá apañado con el tema del papeleo.

 

-Vicent.-Me llamaron. Era el médico encargado de la planta en la que me encontraba.-Como no hay trabajo actualmente para ti, debes hacerte responsable de alguien que se encuentra en fase de recupe recuperación. Hace unos seis meses que tuvo un accidente, y a pesar de que sus huesos están perfectamente soldados, no puede caminar correctamente.-Eso me hizo pensar en el chico, posiblemente sea él, o no. Hay muchos pacientes con ese tipo de problema.-Debes ir... ya mismo.

 

-Claro.-Me dirigí hacia donde estaba mi paciente. Al entrar por la puerta, lo vi, era el chico. Estaba sólo y tenía mi móvil en la mesa.-Hola.

 

-Hola, ¡he estado esperando desde hace meses a que volviese a por su teléfono móvil! ¿Por qué no ha vuelto hasta hoy? Han sido los “quince minutos” más largos de mi vida. -Se quejó. Tenía el pelo algo más largo y sus raíces eran marrones. Estaba algo más rellenito, como mucho cinco quilos más.

 

-He estado muy ocupado.-Me excusé seriamente mientras tomaba el aparato.

 

-Señor.-Me llamó.-Todavía no sé su nombre.

 

-Vicent.-Le aclaré.

 

-¿Le puedo tutear?-Preguntó infantilmente.

 

-No, no puedes. No soy tu amigo, así que no.

 

-Qué borde...-Habló para sí mismo.-Yo me llamo Matt.

 

 

Pasaron varias semanas desde que tuve que encargarme del chico. Intenté que diese aunque fuese un paso. Gracias a que solo tenía lesionado solo un tobillo al menos era capaz de mantenerse de pie. Pasamos a ir a la sala de recuperación, él por supuesto en silla de ruedas, donde él debía de agarrarse a unos barrotes mientras hacía el intento de caminar. Al principio fue duro y era necesario que le agarrase de la cintura para que no cayese, pero a día de hoy conseguimos que diese cuatro pasos seguidos. Pero a decir verdad, nuestra relación no mejoró en absoluto. Aunque Dakota dijese lo contrario y Annie se mostrase celosa con Matt. No la entendía muchas veces.

 

Caminaba hacia atrás, mientras miraba a Matt agarrado a los barrotes, intentando dar más de tres pasos seguidos hacia mí. Sudaba mucho y se veía que le costaba.

 

-Vas bien.-Le animé.-Ya verás como hoy conseguimos que...-Matt levantó la vista, mirándome a los ojos. Las fuerzas le fallaron y cayó encima de mí. No me lo esperé por lo que acabamos en el suelo. Me llevé yo todo el impacto. Me abrazaba mientras respiraba tratando de recuperarse. Su cabeza estaba apoyada en mi pecho y sus brazos me rodeaban la cintura. No le aparté, dejé que estuviese en esa postura hasta que recuperase fuerzas. Yo nunca dejo que me toquen, jamás. Lo acabé odiando desde... aquello. -Lo has hecho bastante bien Matt.-Le puse una mano en la cabeza a modo de premio, no sé por qué.

 

-¿S...sí?-Sus ojos me contemplaban ilusionados.-¿Lo hice bien?

 

-Bastante bien por hoy. Puedes descansar.-Le aparté con suavidad y me levanté del suelo. Cogí la silla de ruedas y la acerqué a él. Lo cogí en brazos y le senté.

 

-P...podía hacerlo sólo.-Se ruborizó mientras se echaba el flequillo hacia atrás.

 

-Me alegro. Pero mientras estés bajo mi cuidado te ayudaré.-Salimos de la habitación, y pude ver que tras la puerta estaba Annie, mirándome con ganas de llorar. Se estaba tapando la boca con una mano. Tenía la falda todavía más corta y el pelo recogido, a la vez que llevaba escote. Demasiado para estar en un hospital.-¿Qué?

 

-...N..nad...-Bajó la mirada y se fue corriendo, o como podía por culpa de los tacones. Matt la miraba de irse, viéndose angustiado.

 

-Vicent, ¿es tu novia?

 

-Yo no tengo novia.-Lo llevé hasta su habitación y lo tumbé en su cama. Incluso lo arropé. Creo que estoy volviéndome algo sobre protector con él. Llevarle la comida expresamente, pasarme casi las 24h en el hospital para ver su estado, dejarle mi móvil para que se distraiga con los juegos, y lo más raro en mí, dejar que me toque. Annie era la que más era consciente de eso. Ella más de una vez lo ha intentado, y ha recibido una reacción desagradable por mi parte.

 

-V...Vicent.-Le agarró de la mano justo cuando iba a soltar su manta e irme.

 

-¿Qué quieres ahora?-Pregunté con pesadez. No se le quitaba el “Vicent” de la boca. Todo el día “Vicent, Vicent, Vicent....”. Por un momento vi cómo trató de tomarme de la cara y atraerme hacia la suya.

 

 

La puerta se abrió, y una mano me agarró de la bata por detrás y tiró fuertemente.

 

 

-¡T.. tenemos una emergencia!-Era Annie, me agarró de la mano y sin dejarme decir nada me condujo hasta una sala, donde no había nadie. Zarandeé brusco la mano para que me soltase.

 

-¿Qué haces? ¿Qué emergencia? Aquí no hay nadie Annie, ¿se puede saber que te pasa? ¡Estás muy rara! -Estaba molesto, muy molesto. No termino de asimilar lo que quería hacer Matt, el cual se habrá quedado totalmente confuso. Se llevó una mano a la cara, tapándosela.-Annie.-La llamé con voz ruda. La escuché de llorar.

 

-No lo entiendo, ¿por qué te gusta ese niño? ¡es un crío! ¡además de ser un hombre! ¡no puedo creerme que eres gay!-Lloró más fuerte.

 

-¿Qué dices?-La cara se me descuadraba por momentos.- ¿Todo esto es por Matt?-Me miraba sin decir nada. Su maquillaje se había corrido por toda su cara, dejándola espantosa. Sí, era por Matt.-Annie. Deberías haberte dado cuenta ya de que no me gustas. Matt es mi paciente, ¿qué quieres que haga? ¿que lo empuje a un lado con esa lesión? No puedo hacerlo. Me despedirían. Deja de ser tonta y búscate a otro que te quiera. Yo no soy para ti.-Me fui sin decir nada, dejándole las cosas claras.

 

Caminé hasta llegar a la habitación de Matt. Estaba enfadado con Annie por lo sucedido. Me sacudí la cabea y entré.

 

-Ma...-Me quedé paralizado al verlo de pie, con mi móvil en la mano. Parecia que iba a volvr a la cama, pero se quedó tan quieto como yo. Tras un silencio incómodo, decidí hablar.-¿Y esto? ¿Puedes andar?-Tragó saliva en seco mientras me miraba tenso.-Respóndeme. -Caminó hasta sentarse en la cama mirando al suelo casi con temor.

 

-S...sí.-Agarraba las sábanas nervioso.-Puedo and...

 

-¡Me mentiste!-Me acerqué a él aún más enfadado. Le quité mi móvil de las manos.-¡No solo a mí! ¡A todos!-Abrí la puerta.

 

-¡V...Vicent! ¿¡Dónde vas!?

 

-A dónde sea, pero que esté lejos de ti.-Se quedó allí, con los ojos llorosos sin decirme nada más.

 

 

Había vuelto a mi casa. No tenía nada qué hacer. Informé que estaba perfectamente recuperado, y que ya le había cedido el alta. Estaba muy enfadado. Me había mentido. Me había esforzado muchísimo en cuidarle y en hacer que se recuperase pronto, pero todo era mentira, mi esfuerzo se había ido al garete.

 

¡Y pensar que dejé que usase mi móvil para que se distrajese! ¡Y también que me abrazase!

 

 

Con el trascurso del tiempo, enfermé. Las pastillas cada vez hacían que me sintiese peor, por lo que tuve que darme de baja en el hospital. Estuve una semana sin ir, quedándome en casa. Lo más posible es que acabase muriéndome por sobredosis. Era lo único que comía.

 

Estaba en mi cama tirado, sin hacer prácticamente nada. Simplemente viendo el tiempo pasar hasta que muriese. Después de todo, mi vida no tenía mucho sentido sin la sonrisa de Bennet.

 

Me percaté de que cuando estuve con el chico, la había olvidado. Me había centrado tanto en él que dejé de sufrir por su recuerdo que ahora volvía. Casi me dormí cuando escuché el timbre de mi casa. Cansado, me levanté y fui a abrir quién llamaba.

 

-¿Quién es?-Me apoyé en la mesita de la entrada para no caerme de cansancio. Estaba algo mareado y el cuerpo me pesaba muchísimo.

 

-Soy Dakota. Ábreme.-Todavía con la cadena puesta abrí la puerta, asomándome un poco para ver si era realmente él. Sí. Era él y nadie más. Quité la cadena y le miré serio.

 

-¿Qué quieres?-Al abrir la puerta de par en par, vi que en realidad no estaba sólo. Matt estaba detrás suya.-¿Qué hace él aquí?-Pregunté acusante.

 

-Quiere hablar contigo, pero sabía que no le abrirías si quiera la puerta si venía sólo.-Empujó a Matt hacia el interior de la casa. Llevaba una muleta únicamente.- Debes hablar con él.

 

-No hay nada de lo que hablar.

 

-Me lo ha contado todo. Debes hablar con él.

 

 

Tras un rato de disputa, me resigné. Dakota se fue y tuve que dejar que Matt me contase lo que tuviese que contar. En cuanto soltase todo lo echaría de casa si hacía falta a patadas, y podría morir sólo en paz.

 

Nos sentamos en el sofá del salón. Él estaba callado y yo también. Me crucé de brazos echándome hacia atrás, impaciente porque dijese algo de una vez.

 

 

-¿No vas a decir nada? ¿Para esto has venido?-Me miró tristemente y jugando con el borde de su camiseta nervioso. Había dejado su muleta apoyada en la pared.

 

-Vicent. Me gustas.-No me esperé eso. Por un momento me recordó a Eunices, que me lo dijo con la misma inocencia.-Me gustas mucho. Por eso fingí que no podía andar.-Miró al suelo. Se mordió el labio inferior.-Quería estar más tiempo contigo. Me has tratado muy bien.-Podría darle un rechazo cortante como el de Annie o uno hiriente como el de Eunices. Sí, podía. Pero no era capaz. Algo no me dejaba decir: “No eres de mi tipo, fuera de mi casa.” -¿Vicent?-Me volvió a mirar a los ojos, preocupado por no tener respuesta por mi parte.

 

-No sé que decir.-Solté. En cierto modo me agradaba el chico, y mucho. Jamás me ha parecido desagradable el contacto físico con él. Me había gustado mucho cuidarle y demás, pero nunca he pensado en él de esa manera.

 

Se quedó tan callado como yo.

 

-¿Me odias?-Esa pregunta me confundió.

 

-¿Qué? ¡No, no! ¡Yo nunca te odiaría! ¿Cómo puedes pensar eso?

 

-¿Entonces... me podrías dar una oportunidad?-Se acercó a mí. Se levantó y se sentó justo a mi lado, tomándome de la cara.-¿Por favor?-Primero acarició mi mejilla, y después me besó con suavidad. Fue duradero y suave, demasiado suave. Cuando se separó me miró ruborizado.

 

-No ha estado mal. Creo... que podría acostumbrarme.-Sus ojos se iluminaron.

 

-¿S...sí? ¿Entonces somos...?

 

-Sí.-Puse una mano tras su nuca, siendo yo el que besó esta vez.

 

 

Por la noche, él ya se había ido a su casa en taxi bastante contento. Entré en la cocina. En la mesa estaba el bote de pastillas.

 

Lo tiré a la basura y me preparé una hamburguesa muerto de hambre. Necesitaba comer algo sino quería morir y no poder estar con Matt.

 

 

Notas finales:

Lo siento, de verdad. Estuve realmente liada con los exámenes finales, y después estaba bastante cansada por loque no pude seguir nada hasta hoy. Espero que disfruten del capítulo <3


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