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Jugando a quererte por Zhena HiK

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Notas del capitulo:

Como lo prometido es deuda, regresé exactamente una semana después para publicar el segundo capítulo. Si todo sale bien, a más tardar el próximo miércoles actualizaré. 


~Agradezco cada uno de los comentarios, me hizo feliz leer cada review. Gracias por tomarse el tiempo de dejarlo (ya casi nadie se toma esa 'molestia')


Por cierto, advierto que los personajes me están quedando bastante fuera de carácter. Lo siento para quienes aman el IC. Desde ahora advierto ya que en el primer capítulo se me pasó.


<3 Nos vemos la siguiente semana.

—5—

Kise y Kagami pasaron todo el día sábado tratando de acomodar las cosas del pelirrojo, que en realidad no eran muchas como para alguien que se está mudando, por supuesto que la mayoría de ropa que tenía el más alto, era para entrenar, algunos uniformes de su viejo equipo que ahora no le servirían y unas cuantas prendas de ropa formal para cuando tenía algún compromiso como la firma de su contrato —aunque en esos casos era Alex quien le exigía ir presentable—.

Ahora que era domingo por la tarde se dedicaban a descansar. El departamento de Kise no era pequeño, era casi como aquel que el padre de Kagami alquiló cuando éste regresó a estudiar a Japón. Cuando entrabas lo primero que tenía era una sala amplia con unos ventanales enormes que permitían ver toda la ciudad a través de ellos, aunque estaban polarizados por lo que por fuera parecían espejos que impedían ver hacia dentro.

La cocina estaba dividida sólo por una barra en la que el rubio solía desayunar muy pocas veces debido a sus nada buenas habilidades para la cocina y su falta de tiempo. Del otro lado había un pasillo donde se veían tres puertas, dos eran las habitaciones y la otra era un baño que había en común, a pesar de que la principal —donde Kise dormía— tuviera su baño propio.

—Quiero que te sientas como en tu casa, Kagamicchi, desde hoy éste es tu departamento también —dijo sonriendo. Kise permanecía recostado en el sillón de una pieza, con sus largas piernas colgando por encima de un descansabrazos y la cabeza recostada en el otro.

Kagami le miraba estirado cuan largo era en el sillón de tres piezas que estaba justo frente al individual donde estaba el rubio, sólo una mesita de centro les separaba.

—Gracias, Kise.

—Incluso podríamos tener algunas claves…

—¿Claves? —Preguntó el pelirrojo, sintiéndose curioso por la sonrisa pícara que atravesaba el rostro del rubio—, ¿de qué estás hablando, Kise?

—Para cuando alguno de nosotros tenga compañía… ya sabes. Compañía —repitió en tono claramente en doble sentido.

Las mejillas de Kagami se tornaron rojas al instante. Kise no pudo evitar reírse a carcajadas por la reacción del otro, seguía siendo el mismo después de tanto tiempo.

—Nunca te pregunté, ¿tienes pareja? —cuestionó Kise, iniciando la plática y siguiéndola por un rumbo que a Kagami no le gustaba nada.

—No, no tengo…

—Pero supongo que muchas chicas y hasta chicos se te acercan, ¿no? —Kise sabía por experiencia propia que ser un tipo conocido por los medios, aunque fuera lo mínimo conocido, las chicas andarían a tu alrededor cual abejas tras la miel.

—¿Por qué estamos hablando de eso?

Kise volvió a reírse, siempre había encontrado divertido tocar temas sensibles con el pelirrojo, incluso las veces que llegaron a salir cuando comenzaron a ser tan amigos aún antes de terminar la preparatoria. Para el rubio era gracioso el hecho de que Kagami se veía rojo de lo avergonzado como si fuera con sus padres con quien estuviera hablando de sexualidad por primera vez. Era adorable verlo en esa situación, sobre todo por su apariencia tosca y esa actitud de niño asustado que eran tan contradictorias. Para el rubio era imposible no compararlo con Aomine, siempre creyó que esos dos eran muy parecidos en algunos aspectos.

—¿Listo para tu primer día con tus compañeros mañana?

—No estoy en primaria, Kise —regañó el pelirrojo sintiéndose a la defensiva por el tema que acababan de dejar.

—¿Estás listo para ver a tu eterno rival Aomine?

Kagami no contestó, se mantuvo en silencio y lo único que pudo hacer fue cambiar el tema.

—¿Cuándo vuelves a trabajar?

—Tengo estos días libres hasta el martes. Mañana paso por ti y vemos a dónde vamos a comer.

—Mejor te llamaré cuando salga, no sé cómo vayan a tratarme en el entrenamiento —De sobra Kagami sabía que había ocasiones en que después de una buena sesión de entrenamiento lo único que deseaba era darse un buen baño, comer hasta reventar y dormir por un día completo.

 

—6—

El día se había llegado, Kagami asistió al gimnasio particular donde solía entrenar su nuevo equipo. Tomó como siempre lo hacía el tren que le dejaría en la estación más cercana al lugar, caminó entre las miles de personas que transitaban las calles de Tokio a esa hora pico de la mañana, cuando todos asistían a sus trabajos a prisa, algunos a sus respectivas escuelas a tomar clases o simplemente porque la mañana les había tomado por sorpresa después de una buena noche.

Llevaba sobre su hombro una abultada maleta que contenía ropa limpia para entrenar, sus tenis, toallas para secarse el sudor además de un kit para bañarse después de hacer ejercicio, no estaba seguro de su nueva situación así que lo mejor era ir preparado de más.

Cuando llegó, un guardia le permitió el acceso ya que era restringido al público, pero a él ya lo esperaban así que sabían que llegaría. El gimnasio era enorme, en un costado estaba la cancha, algunas bancas para descansar y del otro lado, separado apenas por una pared transparente había máquinas para ejercitarse, así como pesas y todo tipo de herramientas para dejarte más que agotado.

Caminó distraído acercándose a una de las bancas junto a la cancha cuando uno de los que supuso serían sus nuevos compañeros se acercó a darle la bienvenida.

—Kagami, bienvenido —dijo estirando su mano para estrechar la del recién llegado como dictaba la costumbre americana— Soy Otsubo Taisuke, el capitán del equipo.

—No sabía que tú estabas jugando aquí —dijo Kagami reconociendo al jugador por ser el antiguo capitán del equipo de Shutoku donde estudió Midorima en preparatoria.

—Te sorprenderá encontrar varios conocidos en la liga —dijo el castaño—, ya los conocerás en su momento, ahora vamos a los casilleros hay uno esperando por ti para que dejes tus cosas.

Para el pelirrojo fue inevitable girar su vista hacia las demás personas que ya hacían flexiones, otros simulaban correr en el mismo lugar para calentar sus piernas y unos más ya estaban lanzando hacia el aro. Entre todos ellos no encontró a la persona que él estaba buscando, tenía mucha curiosidad por ver a ese tipo ya que los últimos años sólo lo vio a través de la televisión cuando miraba las repeticiones de sus partidos.

—El número 5 será tu casillero, puedes cambiarle la clave aquí —explicó el capitán.

—¿Y quién es el entrenador? —preguntó curioso Kagami.

—Está hablando con Aomine sobre uno de los pasados juegos. ¿A él también lo conoces, cierto? —cuestionó Otsubo aunque de antemano sabía la respuesta. Kagami mantuvo su vista fija en el espacio que le habían cedido para acomodar sus cosas en la fila de lockers.

—Sí, sólo lo conozco como a ti, en la cancha —especificó para que no se malinterpretara la relación de ellos, ya que no habían sido amigos o algo así.

—Le avisaré al entrenador que llegaste, estaba esperándote para iniciar —tras decir eso, el castaño se alejó con dirección a la oficina que tenía el entrenador, que sólo la utilizaba cuando llamaba la atención de alguien o quería hablar seriamente con éste, Aomine era cliente frecuente de esa oficina, siempre terminaban llamándole la atención por algo.

Kagami no estaba seguro qué le tenía tan nervioso. Pero debido a la situación, daba por hecho que se debía al cambio tan drástico que estaba viviendo los últimos días —cosa que nunca le había afectado como para ponerle nervioso, así que su subconsciente sabía que eso era sólo una excusa muy tonta para no aceptar la verdadera razón—.

—Kagami, es un gusto recibirte en nuestro equipo —saludó jovial el entrenador. Un hombre que no llegaba a los cuarentas, delgado y de cabello negro, parecía muy cuidadoso con su apariencia.

—Gracias.

—Me encantaría que te acoplaras lo más rápido que puedas a nuestras jugadas y estilo de juego, sé que cambia según tus compañeros así que por lo pronto entrenarás diario con nosotros y cuando sienta que estás listo jugarás de titular. No nos podemos permitir tener a un jugador de tu altura en la banca, y no me refiero a tu estatura —dijo riéndose—. Prepárate, en cinco minutos te quiero en la cancha.

Tras decir eso se salió. Kagami sonrió complacido, estaba seguro que pronto podría acomodarse a la manera de los demás y que ellos también se ajustaran a su estilo de juego, sabía que era importante el juego en equipo y por ello haría lo que pudiera para estar pronto en un juego oficial.

Como ya era costumbre, comenzó a cambiarse ahí mismo junto a su casillero, se sentó en la banca larga que dividía todo el lugar a la mitad y de su maleta sacó un atuendo parecido a los que usaban en los juegos oficiales pero sin logotipo y sólo con un gran número ‘cero’ en la espalda.

—¿Necesitas ayuda? —La ronca voz que escuchó a su espalda era inconfundible, Kagami no fue consciente de la sonrisa diminuta que se dibujó en sus labios y que pronto se desvaneció antes de girar a ver a su nuevo compañero de equipo.

—¿Desde cuándo eres tan considerado? —respondió sarcástico y con genuina curiosidad terminando de acomodar su ropa.

—Eres el nuevo —hizo énfasis en la última palabra y caminó hasta pararse frente al pelirrojo, sólo separados por el ancho de la banca—, sólo trataba de ser amable. Ya que si te gusta que sea rudo…

Taiga miró al chico frente a él, nada había cambiado en su físico. Su cabello era corto, su piel igual de bronceada y la misma complexión atlética que dejaba ver lo mucho que trabajaba ese cuerpo, quizás la única diferencia eran esos centímetros que se notaba que había crecido desde la última vez que le vio años atrás, parecía que seguía siendo un par de centímetros menor que el moreno. Éste último llevaba un atuendo oscuro como el que solía utilizar en sus épocas de preparatoria y un par de bandas en las muñecas.

Lo había mirado muchas veces en los juegos importantes que televisaban cuando estaba en América, aún así, verlo en persona era distinto.

—¡Ustedes dos, a la cancha! —la voz del entrenador se escuchó a través de la puerta, el hombre apenas se asomó y sin detenerse continuó caminando en dirección al lugar donde les indicó. Era momento de entrenar.

Kagami ajustó su ropa y caminó tras Aomine hacia la cancha en donde ya iban a comenzar. Sin pensarlo se formó junto al moreno y miró de frente al entrenador.

—Como ya todos saben, tenemos un nuevo jugador en nuestras filas, tengan cuidado porque alguien comenzará a quedarse en la banca —dijo el hombre, comenzando a reírse por su mal chiste. Los demás permanecieron callados porque sabían que a pesar de que el entrenador lo dijera como broma, era verdad— Ahora, comiencen con veinte minutos de calentamiento, ya saben las rutinas. Aomine, muéstrale a Kagami las rutinas, por favor.

Aomine sonrió de lado y giró a ver los ojos rojos de Kagami que le observaban. Los demás jugadores rompieron formación y entonces algunos comenzaron a calentar formando parejas para ayudarse en ciertos ejercicios que lo ameritaban.

—Tienes que iniciar con tres series de quince flexiones cada una…

—Es ridículo, sé cómo calentar —se quejó el pelirrojo, no es como si él no hubiera hecho lo mismo en su anterior equipo, después de todo aunque cambiaran un poco las rutinas de calentamiento, al final lograban lo mismo. Prevenir lesiones en los jugadores.

—¿Y qué esperas? —Cuestionó—, ¡comienza!

Aomine comenzó a brincar simulando que tenía una cuerda en sus manos, manejando su respiración como lo hacían los buenos deportistas para que tu cuerpo no se quedara sin oxígeno en ningún momento.

—No lo estás haciendo bien, Bakagami —tras decir eso, detuvo sus saltos y se acercó al chico que se estiraba tocando sus pies con la punta de sus dedos y sin flexionar las rodillas para estirar la parte trasera de sus piernas. Aomine se paró tras Kagami, con una mano le tomó la cadera y con la otra le enderezó la espalda.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó separándose de inmediato al sentir en su trasero la cadera de Aomine y sus manos tocándole.

—Tenías encorvada la espalda, así no es, debes tenerla recta —regañó. Volvió a pararse tras Kagami, ambos de pie y con las manos en la cintura del pelirrojo le pedía que se agachara como hasta hace un momento.

—¡Claro que no! Eres un pervertido… aléjate —regañó Kagami dando un codazo en las costillas del otro, que sólo pudo reírse ante el mal disimulado sonrojo en las mejillas de Kagami.

La verdad es que aunque fuera una posición algo comprometedora —mucho, en realidad—, nadie decía nada al respecto, no era para ellos extraño ver ciertos acercamientos cuando se trataba de entrenar. Estaba claro que para ayudarle a alguien como intentó hacerlo Aomine, no tenías que pegar tu cadera al trasero de la otra persona, pero eso era algo que el moreno hizo a propósito para incomodar al pelirrojo. Y lo logró.

Pasados los veinte minutos de calentamiento, se formaron dos equipos, Kagami estaba entre los que traían una playera roja sobre su ropa y Aomine llevaba un azul eléctrico como playera de entrenamiento para diferenciar ambos equipos.

Era de esperarse que el entrenador optara por separarlos cuando se trataba de entrenar, lo que no imaginó fue que ese par terminaría tan concentrados en jugar entre ellos que de un momento a otro el juego de entrenamiento dejó de ser en equipo y se había convertido en un uno a uno entre Kagami y Aomine.

Los chicos se disputaban el balón, robándolo una y otra vez de las manos del contrario, corriendo de lado a lado de la cancha muy de cerca entre ellos y evitando que alguno de los dos anotara. Para los demás fue inesperada y de alguna manera sorpresiva aquella actitud competitiva, tanto, que no hicieron nada por robarles el balón o sacarles de su burbuja en la que sólo existían ellos dos.

Contrario a lo pensado, el entrenador se permitió observar de cerca el juego de Kagami y por supuesto el de Aomine ahora que el pelirrojo le hacía frente, nunca había visto un juego así del moreno y eso le emocionó, no pudo evitar que una sonrisa triunfal se dibujara en su rostro. Tampoco deseaba que el juego en equipo se convirtiera en un juego entre ellos pero verlos actuar por lo menos una vez era gratificante.

Lo importante sería conseguir que esos dos pudieran combinar toda esa energía y poder de juego dentro de un partido oficial, sería difícil dadas las actuales circunstancias pero estaba seguro que con un poco de trabajo y tiempo juntos, comenzarían a ser la pareja perfecta para jugar contra cualquier rival.

 

—7—

El entrenador tuvo que despertar a Kagami y Aomine del letargo en el que habían entrado al jugar entre ellos dos, para así integrar a los demás compañeros que jugarían en ese partido de prueba.

Ahí, Kagami notó otra cara conocida, era el ex compañero de Aomine, un rubio alto con el que siempre solía pelear en su época en Touou y al que ahora no le dirigía mucho la palabra, escuchó que le llamaron Wakamatsu.

Después de esa sesión intensa de entrenamiento, todos utilizaban las regaderas antes de irse. Lo mejor es que éstas eran privadas así que no había necesidad de esperar a que los demás terminaran para evitar momentos incómodos. Aún así, gracias a lo cansado que se sentía, Kagami se sentó en el suelo recargando su espalda contra su casillero, su rostro hacia arriba cubierto por una pequeña toalla que había mojado previamente, sus piernas estiradas en su totalidad para no entumirse.

Escuchaba mucho ruido a su alrededor pero ignoró cualquier sonido, tenía mucho tiempo que no se cansaba así en una simple práctica, lo cual causó una sonrisa en sus labios. No sabía por qué dudó por un momento sobre su decisión, todos le decían que los mejores jugadores de baloncesto estaban en América, en Estados Unidos para ser específicos, pero él nunca pensó así. Kagami estaba seguro que su mejor rival estaba en Japón, aunque nunca imaginó que la oportunidad de regresar a ese país se la daría el mismo equipo en el que estaba esa persona a quien admiraba y contra quien quería volver a jugar.

Ésta vez se suponía que debían ser compañeros y unir sus talentos para que el equipo avanzara en los torneos, de cualquier manera agradecía aunque fuese poder jugar en esos momentos con Aomine, aun cuando el entrenador tuviera que llamarles la atención y sacarlos de ese mundo en el que entraban cuando pisaban la misma cancha y disputaban el mismo balón.

En realidad fueron pocas veces las que tuvo la oportunidad de jugar contra Aomine, después de ese juego en el que fue capaz de entrar por primera vez en aquella zona en la que tu concentración hacia el juego y tu oponente parecía ser inalcanzable a los ojos de cualquier deportista, jugó un par de veces más contra el moreno pero nunca era suficiente, la adrenalina que alcanzaba su cuerpo cuando estaba con él era algo insuperable.

Antes de irse a América e iniciar su carrera como jugador profesional, ellos habían tenido un juego en una cancha junto a un parque cerca de la que fue escuela de Aomine en preparatoria. No iban a admitir lo bien que se sintieron en compañía del otro, nadie debía saber además de ellos que pasaron horas jugando sin rendirse, porque ambos estaban lo suficiente cansados como para dormir un día completo, pero no lo aceptarían hasta que el otro finalmente dejara de jugar dándose por vencido.

Ese día ambos cayeron víctimas del cansancio, a regañadientes declararon el juego como un empate, ninguno quedó muy conforme pero los calambres en sus piernas les indicaron que de seguir así, tendrían serios problemas.

—¿Piensas quedarte a dormir aquí? —Preguntó Aomine moviendo con uno de sus pies una de las piernas de Kagami para llamar su atención.

—No estoy durmiendo —corrigió el pelirrojo sin retirar el trapo de su rostro para encarar al otro.

—Todos ya se fueron, ¿o estabas esperándome? —La voz del moreno sonó divertida, molestar a Kagami parecía ser muy sencillo, pues la reacción del pelirrojo fue inmediata al retirar la toalla que cubría su rostro y mirar molesto al otro.

—¡Claro que no, Ahomine! —Se defendió. Trató de levantarse apoyando una mano en el suelo cuando frente a sus ojos apareció la mano de Aomine que se estiraba para ayudarle, sin pensarlo mucho la tomó y sintió el fuerte jalón con el que tiró de él, poniéndole de pie de un movimiento, mismo que le hizo perder el equilibrio y tropezarse hasta chocar con el cuerpo del moreno. Éste le recibió colocando ambas manos en su cintura en un acto reflejo para detenerle—, ¿qu-qué haces?

Ante su sorpresa Kagami dio un paso hacia atrás y chocó con los casilleros, cerrando sus ojos al contacto del frío metal que traspasó la delgada playera deportiva que llevaba puesta.

—Vo-voy a bañarme —dijo apresurado dándole la espalda al moreno y abriendo la puertecilla de su casillero para sacar una toalla y la ropa limpia que había llevado consigo para después de entrenar.

—Apresúrate porque en una hora cierran el gimnasio —advirtió Aomine—. ¿Por qué no te vas así y en tu casa te bañas?

—No puedo ir así en el tren, me bajarán —dijo divertido sólo de pensar en salir a la calle con el tremendo olor a sudor que debía tener en ese momento.

—Eres un jugador profesional que viene de América y… ¿no has podido comprarte un automóvil? —Kagami miró al moreno a los ojos, en ese momento notó que éste tenía el cabello mojado y llevaba puesta ropa informal y cómoda, supuso que él sí contaba con vehículo propio y no andaría por ahí con ese atuendo siendo conocido por la prensa japonesa. O tal vez lo estuviera confundiendo con el vanidoso de Kise que no podía salir con un atuendo tan casual a la calle, donde seguro sería víctima de diversos paparazzi y algunas fanáticas pidiéndole tomarse una foto con él.

—Tengo un fin de semana en Japón, apenas y tuve tiempo para encontrar dónde quedarme que no fuera un hotel —explicó—, además no me gusta manejar, lo hago por necesidad pero si hay manera de evitarlo, prefiero evitar el tráfico.

—Para esos casos te recomiendo una motocicleta, son prácticas y con ellas puedes evitar el tráfico —Daiki sonrió emocionado al pensar en su propia moto y miró al pelirrojo parado con toalla y ropa en mano—. Ve a bañarte, aquí te espero para llevarte a tu casa.

—No es necesario, aún es temprano, puedo irme en tren —dijo rechazando la oferta que parecía más una orden que otra cosa.

—Dije que te llevaría, no seas necio —renegó arrugando la frente.

—¡Mira quien está hablando de necios, dije que puedo irme solo! —volvió a expresar con mayor ímpetu impreso en sus palabras.

—No me hagas desvestirte y bañarte yo mismo —amenazó Aomine dando un paso hacia el pelirrojo, misma distancia que el chico caminó hacia atrás, evitando el contacto inminente.

—Tsk —dando por terminada la batalla, Kagami se alejó con rumbo a las regaderas, llevaba su kit para asearse en una pequeña canasta, su toalla colgada en un hombro y ropa limpia para cambiarse. En su camino hacia el baño no paraba de murmurar blasfemias hacia el moreno obstinado que ahora tenía por compañero, pensaba en lo sorprendido que estaba de la actitud que tenía Aomine hacia él, tan… ¿amigable?

:—Continúa—:

—¤Žhena HîK¤—

“Voy a ganar tu amor, y cuando me ames, te arrepentirás del tiempo que perdiste al no hacerlo”
—Víctor de la Hoz

Notas finales:

Muchas gracias por leer y también por comentar. :D La verdad es que he estado muy muy inspirada con ésta historia así que si sigo así trataré de ir más rápido -aunque quienes me tienen agregada a facebook habrán leído que traigo un problemita médico que está causándome mucho dolor en los ojos, y es por ello que mi tiempo frente a la computadora se ha visto reducido al mínimo, hoy sólo la prendí para subir el capítulo como lo había prometido.

Aún así, llevo algo adelantado y mientras el medicamento hace efecto, creo que no faltarán actualizaciones semanales como mencioné. 

Espero sus comentarios ;)

 


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