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My Obsession por WinterNightmare

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Él no respondió. Pasaban los segundos y el sentimiento de “¿Qué he hecho?” comenzaba a aflorar en el pecho del gemelo mayor. La mirada incansable de Bill sobre los húmedos ojos de Tom comenzaba a notarse distraída e insegura…

Mareado, enfermo. Se sentía un monstruo. Su estomago comenzaba a revolverse. Había obligado a Bill todo este tiempo; le había obligado a seguir sus jugueteos, le había tocado y quizás él no lo quería… no lo quería.

El pelinegro posó una de sus manos en el agitado pecho de su igual mientras con la otra se aferraba con delicadeza al cuello de éste, dando algo de impulso a su tembloroso cuerpo, para poder acercársele y besarlo nuevamente.

El de rastas no sabía que hacer, en un momento se sentía como un violador, y en el otro… estaba siendo besado por su propia “víctima”.

La mano que Bill mantenía sobre el pecho de su hermano, fue descendiendo poco a poco, pasando por su sudado estómago hasta llegar a su destino. Con cuidado y sin separar ni un milímetro sus labios de los de Tom, cogió de la aún milagrosamente despierta erección de su igual, masajeándola una cuantas veces para luego llevarla directamente a su trasero.

Los ojos del mayor se abrieron de sobremanera, separando bruscamente sus labios de los de Bill. Tuvo el impulso de empujarle lejos, él no seguiría obligándole a nada.

Los ojos avellana de Bill se abrieron también, encontrándose con la confundida mirada de Tom; estaba seguro de que estaba asustado y le rogaba con la mirada, que no lo hiciera.

El pelinegro simplemente siguió sus impulsos, y lo que su corazón le decía; luego de esto, ya no habría marcha atrás

Rápidamente posicionó una de sus manos sobre el hombro derecho de Tom y elevando un poco sus caderas las bajó temblorosamente, dejándose caer sobre la endurecida entrepierna, siendo crudamente penetrado por el miembro de Tom.

En el momento no había pensado en cuanto le dolería aquella acción copada de valentía, hasta que sintió atorado en su garganta aquel estruendoso grito que moría por salir al exterior. Tom estaba atónito, había tensado cada músculo de su cuerpo al sentirse completamente dentro de él… no le estaba obligando, ¿o si?

El dolor en su trasero era horroroso, pero, no iba a arruinar aquel momento. Su apresurada y no bien planificada acción antes de sentir aquel punzante dolor en su estrechez, le había jugado una mala pasada.

Sus mejillas estaban ruborizadas y humedecidas por sus rebeldes lágrimas que no dejaban de salir. En estos momentos sólo deseaba detener todo e ir a sentarse sobre un cubo de hielo gigante, por lo menos así se le dormiría el trasero y no sentiría tanto dolor.

“- Nunca le daría mi cuerpo a una persona de la cual no estuviese enamorado de verdad… la persona que obtenga todo de mí, será… mi vida.”

Aquellas palabras dichas a Tom hacía un tiempo atrás, comenzaron a retumbar con fuerza en su interior, cegándole de todo dolor que pudiese sentir, o de cualquier cosa que estuviese sucediendo a su alrededor.

Esto no podía estar pasándole… simplemente, no podía.

Su relación con Tom había ido demasiado lejos. Ya no eran los simples roces, juegos o un simple encuentro sexual entre hermanos, incluso eso, ya no sonaba para nada normal. La situación se había salido de control, desde el momento en que sus labios se rozaron por primera vez.

Tom no podía sentir absolutamente nada por él, y él no podía sentir nada por Tom. Había cometido un error del que se arrepentiría algún día. Había sido tonto e impulsivo y se había dejado llevar por un simple juego con Tom… un juego de Tom.

- Bill… - Llamó el mayor en una fallido intento de advertirle sobre su pronto orgasmo - B- Bill.

El menor estaba distraído. La voz de su hermano se escuchaba a miles de años luz. Tom se corrió en el interior de Bill y éste cayó rendido de agotamiento en sus brazos.

Pasaron unos segundos en silencio, tan sólo escuchando el agitado susurro de sus respiraciones. Tom podía sentir como el cuerpo de su hermano se estremecía con fuerza.

- Te amo – Susurró de pronto contra su oído, mientras salía de su interior con sumo cuidado - Prométeme que nunca me dejarás.

-Y-yo – Bill tenía un nudo en la garganta, su corazón colgaba de un hilo; un delicado y fino hilo. Tan delicado como la línea que había cruzado para estar con Tom - Lo prometo.

 

Los rayos de luz entraban débilmente por la ventana impidiéndole abrir sus ojos por completo, volteó su cabeza en dirección a su gemelo, quien seguía dormido sin aparentemente percatarse siquiera de la hora y de que ya había amanecido. Volteó nuevamente su mirada hacia el reloj de la mesita de noche que estaba a un costado de la cama y observó:

8:35 p.m.

Su corazón se detuvo abruptamente. Simone debió haber llegado anoche, en la madrugada, luego de que el y Tom; durante…

- Dios - Su cuerpo reaccionó aún más rápido que sus atolondradas palabras, poniéndose de pie en un salto y corriendo en dirección al baño.

Su corazón latía a mil por hora; su madre los había descubierto. Le habría visto durmiendo completamente desnudo en la cama de Tom quien se encontraba al igual que él: en ausencia de cualquier tipo de pijama o prenda de vestir.

Salió de la bañera completamente empapado, sin siquiera abrir sus ojos para evitar que el agua que corría desde su pelo hasta su cara y entrara en ellos. Avanzó unos cuantos pasos hasta llegar a la pared y estirando sus manos, comenzó a deslizarlas en busca de alguna toalla o algo con que secarse, en momentos así, no importaba lo que fuera.

Al encontrar una, rápida y casi desesperadamente comenzó a secar su cara, brazos, luego el pecho y espalda y finalmente sus piernas y pies.

Salió del baño trastabillando, su cuerpo era estremecido por fuertes temblores generados en su interior, podía sentir la sangre fluir cada vez más rápido a través de su cuerpo, causándole aquellos insoportables zumbidos en su cabeza, donde ya retumbaban los fuertes latidos de su corazón.

Estaba cegado por el miedo; una parte de su persona quería bajar y llegar al lado de su madre lo más rápido posible para poder explicarle y excusarse de alguna forma por lo que había visto. En cambio, la otra mitad de su ser le rogaba a gritos que regresara su delgado cuerpo a la cama, junto a Tom nuevamente, puesto que si Simone ya les hubiese atrapado en aquellas comprometedoras circunstancias de nada le serviría explicarle algo al respecto.

Aún sin dejar de temblar, llevó su delgada figura hasta un costado de su cama, (donde la pequeña Catherine se encontraba durmiendo casi tan profunda y tranquilamente como Tom), y recogió de entre toda la ropa esparcida por el suelo, la polera que su hermano llevaba puesta el día anterior, junto con eso, estiró su brazo hasta una pequeña cómoda situada junto a la puerta de la habitación y sacó el primer bóxer que encontró dentro de uno de los cajones de ésta.

Agradeció la gran suerte de que aquellos boxers fueran los suyos al darse cuenta de esto recién  al momento en que se lo colocaba. Una vez “vestido” abandonó la habitación lo mas rápido que pudo y corrió escaleras abajo.

Se detuvo de golpe en la puerta del cuarto de su madre.

Con los ojos cristalizados asomó lentamente su cabeza por la puerta entreabierta de la habitación y miró en su interior con detalle; Simone no estaba ahí.

Avanzó unos cuantos pasos hasta el baño situado a un costado fuera de la habitación y golpeteó débilmente la puerta antes de abrirla unos escasos centímetros y observar; tampoco estaba ahí.

Caminó hasta la cocina casi desesperadamente y nada. Su miedo no disminuía, aumentaba a cada segundo que pasaba, imaginándose lo peor.

¿Qué enfermiza reacción pudo haber tenido su madre ante horroroso hallazgo?

Un extraño impulso le hizo correr hasta uno de los ventanales de la sala de estar y mirar a través de ellos, pero antes de que pudiese ver algo, la puerta de entrada se abrió haciéndole pegar un pequeño salto hacia atrás para luego quedar inconscientemente congelado al ver a su madre entrando a la casa.

- Bill - Llamó con voz firme y segura. Su cuerpo se debilitó - ¿Qué haces despierto a estas horas? - “Después de la fiesta de anoche” le esperó continuar.

Ella estallaría en llanto y gritos, logrado despertar a Tom quien posiblemente bajaría las escaleras con tal rapidez que ni su mente lograba dimensionarla. Luego vendrían las extrañas, confusas y poco entendibles explicaciones de su gemelo quien sin entender nada, sabría el motivo del escándalo con sólo ver a su madre llorando de tal manera, y verle a él en un completo y total colapso de nervios.

Pero nada…

- Lamento llegar a estas horas, tesoro – Prosiguió - La cantidad de agua y nieve caída anoche, imposibilito cualquier tipo de transporte de personas por las carreteras o calles de la cuidad - Espera, ¿había nevado y ocurrido una grandiosa tormenta anegando caminos y carreteras, y él sin percatarse de nada?

Ella avanzó a paso rápido, llegando hasta la cocina donde dejó su bolso sobre la mesa de ésta. El pelinegro seguía ahí, tal y cuál como su madre le había encontrado, de pie completamente inmóvil a mitad de la sala, su cuerpo aún siendo estremecido por pequeños choques eléctricos en su interior que le impedían poder articular una sola palabra o movimiento.

Masculló algo completamente lejos de parecer alguna palabra logrando nuevamente la atención de Simone, quien volteó hacia él - ¿Me puedes decir qué haces ahí parado aún? - Chistó, y Bill lució un rostro mil veces más confuso y fatídico que antes.

Su cabeza no lograba procesar toda esa cantidad de información y analizarla con cuidado, le era simplemente increíble el hecho de que su madre por esas “casualidades de la vida” no pudiese haber llegado 5 minutos antes…

- Bill – Suspiró - Ve y termina de vestirte, los invitados no tardan en llegar - Finalizó con una sonrisa. Sonrisa que Bill, hace unos cuantos minutos atrás no hubiese sido capaz ni de imaginar.

Devolvió la sonrisa a su madre casi por instinto y se volteó en dirección a las escaleras.

- No puedo creerlo - Se dijo a sí mismo mientras subía a tropezones los dos primeros peldaños de la escalera. Maldijo a su jodida cabeza por hacerle pasar semejante susto a su sensible y asustadizo corazón.

Unos pasos que sonaban en los escalones de más arriba le detuvieron, haciéndole levantar la mirada lentamente.

Tom. Su corazón se sintió aliviado, feliz de poder verle despierto nuevamente, como si su vida hubiese estado al borde de un abismo la noche anterior, y hoy despertara viendo su hermosa sonrisa una vez más.

Una gran y linda sonrisa se había dibujado en el sonrosado rostro de éste, al ver a Bill, su Bill, a escasos centímetros de él, ruborizado hasta las orejas, pero aún así, sonriéndole también.

- Hey – Saludó - ¿Cómo amaneciste? - Le habló al oído, sintiendo su dulce aliento explotar dentro de éste.

Bill sintió su rostro arder en vergüenza - Tomi - Frunció levemente el ceño en signo de preocupación y Tom rio por la bajo viendo como su emblanquecida piel volvía a tornarse de un suave color rosa. Bill se había vuelto extremadamente cuidadoso en presencia de su madre, casi era experto en ocultar lo que su hermano provocaba en él.

- Feliz cumpleaños, Bill – Se dejó caer sobre él, abrazándole con fuerza.

El pelinegro soltó un suspiro enternecido - Feliz cumpleaños, Tomi - Le devolvió el abrazo, depositando un pequeño y corto beso en la comisura de los labios de su igual.

- Ven aquí – Demandó el mayor, sonriendo, tomándolo firmemente de sus brazos, apegándolo más a él; tanto como para poder sentir nuevamente el sabor de esos dulces labios.

El rubor en el rostro de Bill se redujo a tan sólo unas sonrosadas mejillas, si en algún momento su confundida y retorcida mente le había cuestionado el hecho de que para Tom lo sucedido anoche había sido tan sólo un pasatiempo o aventura más, ahora le quedaba más que claro que eso, no era así.

- Tom - Se separó rápidamente luego de que su cerebro volviera a funcionar con normalidad, empujándole.

- ¿Dónde está? - Preguntó comprendiendo la reacción de su hermano.

Bill volteó su cabeza unos centímetros en dirección a la cocina, volviendo nuevamente la mirada hacia Tom, quien le sonrió con notable expresión de ternura en los ojos.

- No nos vio -  Respondió frente a la preocupada mirada de Bill.

La idea de hacer cosas a escondidas del mundo, de ir contra la corriente, era demasiado tentadora para ambos. Pero hay ocasiones y ocasiones. Ésta, por ejemplo, al menos no le parecía una buena instancia, ni mucho menos un buen lugar en la casa para besar a su hermano.

- Creo que… hm - Tartamudeó el pelinegro, sin saber como juntar cada palabra de forma adecuada.

- Sí - Le interrumpió, moviendo su cuerpo hacia un costado de la escalera, dejando el camino libre.

Tom hizo un ademán; estiró sus brazos y bajó la cabeza, indicándole que podía continuar. El menor sonrió y se echó a correr escaleras arriba, avanzando sólo unos cuantos escalones, hasta que una mano apretó levemente su trasero, haciéndole sonrojar por completo en medio de un salto nervioso.

 

- ¡Tío Bernard! - Saludó el menor, entusiasmado hasta la punta de los pies al momento de abrir la puerta.

- ¡Bill, muchacho! ¡Pero que alto estás! - Le sonrió un señor gordo y de bigote mientras entraba a la casa cargado a tope con bolsos y maletas de todos los tamaños.

- Tom, cielo - Habló con tono suave - Ve y ayuda a Bernard con las maletas, por favor - Pidió Simone con una sonrisa a su hijo mayor, quien casi al instante se puso de pie caminando hasta la puerta con rapidez.

- ¡Oh, Tom! ¡Feliz cumpleaños, mis sobrinos preferidos! - Felicitó aquel hombre entre risas por sus últimas palabras pronunciadas, abrazándolos a ambos con diferente brazo - ¡Que grande están! Dios, me estoy volviendo un viejo - Les apretó un tanto más contra su pecho, logrando un suave roce de nariz entre los hermanos, quienes sonrieron al mismo tiempo, con evidente sonrojo.

Y en un abrir y cerrar de ojos, la sala se había colmado de invitados; niños, adultos, ancianos, había de todo…

Les era imposible poder calcular un número exacto de personas, pero eran cerca de 50 invitados esparcidos por toda la casa. Los niños más pequeños, estaban junto al televisor observando sus tan amadas caricaturas. Mientras los más grandes, cercanos o quizás pasándole la edad a los gemelos, estaban sentados en los sillones y pequeños muebles, conversando de quien sabe que cosa.

Los adultos conversaban de sus temas propios y se reían a carcajadas desde la mesa, mientras los más ancianos estaban sentados, reposando frente a la flameante estufa.

- Ni siquiera sabía la cantidad de sillas o sofás que teníamos en casa, Bill - Habló Tom mirando hacia la sala con el cejo levemente fruncido.

- Ni idea - Respondió el menor con sinceridad.

- Nuestra casa está repleta – Bufó, algo molesto - Si al menos fuese gente que nosotros hubiésemos invitado…

- Tom - Le interrumpió Bill, golpeándole el hombro – Es nuestra familia. Quizás no es el cumpleaños que querías, pero mamá dijo que cumplir diecisiete era un acontecimiento importante… por eso estas personas, que por cierto, nunca he visto en mi vida, viajaron desde todas partes de Alemania y el mundo sólo por nosotros y… - Le reclamó cruzándose de brazos, siendo interrumpido por la mano de Tom, que cubría su boca.

- Bill… - Habló con lentitud y descendiendo notablemente el volumen de su voz - Éste es el cumpleaños que quiero – Quitó su mano de la boca del pelinegro - ¿Sabes por qué? - Preguntó cuidadosamente.

El menor negó con su cabeza, clavando su castaña e inocente mirada en los bellos ojos avellana de Tom, que le observaban con detalle en medio de la oscura cocina.

- Porque estoy contigo – Habló entonces - Te tengo conmigo, a mi lado… ¿qué más puedo pedir? - Las mejillas de Bill ardieron de vergüenza, ternura y miedo mientras veía a Tom acercársele más y más.

- Te amo - Dijo sin más rodeos, depositando un tierno beso en su emblanquecida frente.

- T-Tom -Tartamudeó el menor, aún prácticamente inconsciente por lo que nuevamente había oído. Podía llevar la cuenta de las veces en que el chico mayor le había pronunciado aquella frase.

- No tienes que decirme nada - Le sonrió, acariciando rítmicamente uno de sus brazos - No importa, tengo suficiente amor para ambos – Rió sintiéndose estúpido, ésta vez si se había pasado de cursi.

- Tom, tú no sabes… yo no sé… - Habló notablemente erróneo, sacudiendo un poco su cabeza en signo de confusión, queriendo aclarar sus ideas.

- ¿Qué? - Preguntó alzando una ceja, sin poder estar más confundido. ¿Más sorpresas indeseadas? - No te entiendo, Bill - Sonrió intentando verse calmado.

- Tú… - Hizo una mueca, frunciendo levemente el ceño - Yo no sé qué haría sin ti - Articuló finalmente todas las palabras de forma coherente, lanzándose a los brazos de su igual, quien sonreía y le abrazaba firmemente.

Bill era una bomba de adorables sorpresas; y lo más importante, Bill era suyo.

Notas finales:

Ya saben, me gusta conocer sus impresiones. :)


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