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My Obsession por WinterNightmare

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Notas del capitulo:

¡Mil perdones! se me hizo imposible actualizar antes, he estado bastante enferma y mi notebook ha presentado muchos problemas de funcionamiento.

Pero, bueno... aquí está. ¡Espero que les guste! :D

 

(Por Bill)

 

- Mierda, mierda, ¡mierda! - Repetía una y otra vez con ambas manos sobre la cabeza.

- Tom, cálmate - Intentaba tranquilizarle en vano, él no dejaba de girar en torno a su eje y caminar dentro del baño en cualquier dirección, mientras mis ojos se fijaban en un sola persona.

La mirada atenta de aquella pequeña niñita me tenía intranquilo, apenas encendimos la luz, sus grandes y asustados ojazos azules estaban fijos sobre nosotros.

- ¿Cómo te llamas, nena? - Intenté distraerle de la incómoda situación en la que estábamos.

- ¿Qué carajo importa su maldito nombre ahora, Bill? mejor piensa en que hacer para que la mocosa no hable - Habló casi en un grito.

- Tom y la puta madre – Insulté, cabreado hasta las orejas - ¿Puedes dejar de gritar?

Me miró amenazante y se tranquilizó un poco. Cogió de su ropa y la reubicó nuevamente en su cuerpo. Seguía caminando por el lugar hasta que habló nuevamente:

- Escúchame niñita, voy a abrir la puerta y tú vas a salir… no le hablarás con nadie, ni siquiera con mamá, ¿si? - Parecía un buen plan - ¿Amas a tu muñeca? - Le preguntó entonces, apuntando hacía el juguete de cabellos largos y rubios que la niñita mantenía apretujada entre sus pequeños brazos.

Voltee nuevamente la mirada hacia la pequeña niña de ojos azules, observándole asentir con timidez.

- No le diremos nada a nadie, no ha pasado nada aquí, ¿verdad? – La niña asintió nuevamente, esta vez se veía asustada y dudosa - Si dices algo, tu muñeca quedará sin cabeza - Agregó Tom, mandando a la mierda aquel grandioso plan que sospeché no podía ser tan bueno como parecía.

La pequeña niña entrecerró sus ojos y comenzó a llorar con un grito que probablemente fue escuchado desde la sala.

- ¡Mierda, Tom! - Me agaché hasta llegar a la altura de la niña, y la abracé contra mi pecho desnudo, intentando calmarla mientras Tom jalaba de sus rastas en signo de frustración.

Fue entonces cuando otro ruido nos distrajo. Unos pasos de tacones firmes se acercaban a la puerta del baño.

- Giovanna, ¿estás bien? Te escuché gritar desde la sala y… - La mujer maciza y de cabellos crespos se detuvo abruptamente al momento de levantar la mirada y vernos dentro del baño junto a la pequeña niña – Cariño… ¿pasó algo? – Preguntó a la niña, pero sin dejar de mirarnos.

Tom y yo nos miramos, aturdidos. No podríamos salir bien parados de todo esto – Bill se sintió mareado – Habló entonces – Tuve que acompañarlo hasta aquí.

La mujer mantenía su entrecejo firme en su fruncida expresión. Ella se limitó a una mueca con sus labios, sin quitarle la vista curiosa a Tom, quien comenzaba a ponerse nervioso.

Todo estaba bien, hasta que decidió mirarme. La mujer se adentró en el baño un tanto más, alcanzando el brazo de su pequeña hija, tironeándola hasta sacarla del baño, sin soltarla siquiera un poco.

- Que curiosos mareos los de hoy en día… - Murmuró justo antes de cerrar la puerta, dándonos una severa mirada a ambos – Es necesario quitarse la ropa para sentirse bien – Salió del lugar con un sonoro portazo.

 

(Relato normal)

 

Todo seguía su curso. Todo estaba saliendo bien, tal como lo había planeado desde hace semanas. En el trabajo no lograba concentrarse lo suficiente, sólo podía pensar en la pronta celebración que se les venía encima. Después de todo, sus niños cumplirían diecisiete sólo una vez.

Todos parecían felices, todo parecían estar disfrutando… pero, su prima –que había viajado desde el otro lado de Alemania para venir a verles-, no dejaba de mirarle.

Simone notó la mirada preocupada en su rostro, tenía la mirada fija en ella y a la vez perdida. Mordisqueaba incansablemente sus uñas, y cuando Simone dejaba de mirarle, volvía a sentir el peso de su atención latente sobre sus hombros.

- Simone – Habló de pronto y la aludida desvió su mirada hasta ella – Acompáñame hasta la cocina.

La rubia le observó preocupada mientras le seguía los pasos hasta el lugar acordado,  ¿Había pasado algo? ¿Sus hijos habrían actuado mal con ella?

La mujer de cabellos crespos vaciló varios segundos antes de poder articular de forma coherente cualquier tipo de palabra. Se removió nerviosa en su lugar, cambiando de posición de apoyo cada 5 segundos, pasando de la pierna izquierda a la derecha, y así sucesivamente.

- Me estás poniendo nerviosa – Murmuró - ¿Sucede algo?

- No… bueno, si realmente… es, sobre Bill y Tom.

A la rubia se le revolvió el estómago inmediatamente, con tan sólo escuchar ambos nombres en una misma oración. Ya no le agradaba, no le sonaba a algo bueno con escuchar a alguien hablar de Bill y Tom como un par, un dúo. Fuesen hermanos, gemelos o lo que sea, nada sonaba bien si se hablaba de ellos juntos, si se aludía a ellos como “uno solo”.

Ella guardó silencio, esperó a que la mujer continuara, y así pasó: - Te pido disculpas si me equivoco, Simone, pero mis ojos no me han mentido con lo que han visto – La rubia parpadeó duraderamente - Fui por Giovanna al baño, ya sabes… ella dijo algunas cosas, algo que escuchó, vio, no lo sé, Simone…

- No hay de malo con los chicos – Habló, casi en un susurro – Ellos sólo están cansados. Gio quizás también lo está, y puedo haber escuchado o visto algo mal, no lo sé, es una niña, yo…

- No comiences a excusarte, Simone, por favor – Suplicó – Algo no está bien en ellos, te he visto observándoles toda la cena, he visto que les persigues con la mirada y que te inquietas cuando ambos desaparecen de tu vista… ¿algo está pasando, Simone?

La rubia no respondió. Era cierto, todo era cierto; ella les había venido observando desde hace algún tiempo, pensó que nadie lo notaría. Se sentía culpable, una mala y descuidada madre. Sus hijos ahora no pasaban tanto tiempo con ella, simplemente le saludaban cuando ella llegaba temprano del trabajo y luego ellos se escabullían entre sonrisas hasta su habitación.

Algo le decía que estaba mal. Algo se lo había recordado todos los días hasta el punto de querer separarlos de habitación. Hasta el punto de hacerle pensar en renunciar a su trabajo o reducir su horario de éste, aunque eso influyera en un grave desequilibrio monetario que no podía permitirse realmente.

Había ciertos recuerdos que creyó olvidados, habías recuerdos que volvías a su mente y le atormentaban. Desde el día en que vio a sus hijos jugueteando en la sala, cuando de pronto notó que el juego se puso más brusco y agresivo, cuando pudo ver sus mejillas pigmentadas de un suave rubor y sus labios hinchados. Cuando puso verles sujetarse de forma tan brusca y poco…

- Los muchachos necesitan pasar más tiempo con Jörg – Simone azotó su puño contra la mesa – Por favor, mujer, no seas necia, no estás pudiendo con ellos tú sola, se te está saliendo de las manos – Simone negó con la cabeza, manteniendo un mueca de amargura en su rostro – Yo los vi… yo noté la actitud que mantenía Tom sobre él, yo vi en las condiciones que ambos se encontraban en el baño. Gio, por suerte, no entiende de todo esto… pero, Dios, Simone, no puedes permitirle esto. ¿Qué si los hubiese visto papá? ¿o Bernard? Sabes que él adora a los chicos, como todos nosotros… se están haciendo daño, Simone, no puedes seguir negándote a ti misma lo que ya es evidente.

La rubia retrocedió unos cuantos pasos hasta hacer que su espalda chocara contra el umbral y parte de la pared. ¿Por qué estás cosas le pasaban a ella? ¿Todo era cierto?

Todo era cierto… no eran simples sospechas. Todo era cierto.

 

 

La celebración estaba finalmente terminada. La sala de estar era un verdadero desastre, podía apreciarse con lujo y detalle luego de que ésta estuviese completamente vacía.

- ¿Y mamá? – Preguntó el mayor, mientras se dejaba caer en el sofá.

- Seguramente en su cuarto. Todos estaban muy cansados.

Bill retiraba algunos platos y restos de comida desde la mesa principal. Estaba echa un desastre. Quería ayudar, en cierto modo quería alivianar el trabajo que tendría su madre temprano por la mañana al levantarse y recordar aquel desorden.

Pero, también, estaba intranquilo por Tom, con Tom. La mujer que se adentró de pronto al baño, quien les había mirado de forma tan extraña y con… repudio. Eso le había estrujado el alma. Nunca le había sucedido antes, había estado con Tom en lugares públicos y jamás alguien les había mirado de tal forma, con tal descaro, con… asco.

- ¿Estás bien? – Inquirió Tom, al ver como su hermano se encontraba paralizado de sus labores, afirmado sobre la sucia mesa, perdido en sus pensamientos.

No era bueno, sabía que no era bueno que Bill se sintiese perdido. No era buen indicio que él se comportase de esa forma. Le conocía demasiado como para dejar pasar la situación.

- Bill – El menor sacudió levemente su cabeza para luego fijar su vista en Tom, quien con un movimiento le llamaba a sentarse a su lado.

- Estoy preocupado, Tom – Murmuró mientras se acomodaba en el sofá, a una distancia que jamás solía mantener con el gemelo mayor. El rastudo alzó las cejas, notando el gesto de su hermano.

- ¿Preocupado? ¿Por qué?

- La mujer en el baño, Tom… ella nos miró de una forma tan… no lo sé, me hizo ver que estoy enfermo – Habló mientras afirmaba sus codos en ambas piernas, apoyando luego su frente sobre sus manos. Se sentía cansado, como nunca antes.

De pronto una mano se aferró sin cuidado alguno a su muñeca, haciéndole gruñir ante el agarre. Levantó su rostro con una mueca de dolor y pudo notar la expresión en el de su igual.

Tom jaló del brazo de Bill, con brusquedad, hasta tenerle casi encima de su propio cuerpo. Bill se quejó en variadas ocasiones mientras el rastudo le arrastraba hacia él.

Cuando llegó a estar a una distancia suficiente, fue cuando el mayor le tomó del otro brazo para nivelar la distancia entre ambos extremos, le sujetó por debajo de sus brazos, y ejerciendo una pequeña fuerza contra sus axilas le levantó hasta sentarle sobre sus piernas.

El pelinegro bajó la mirada mientras se acomodaba con una pierna a cada lado de Tom, quien no dejaba de mirarle con seriedad. Su mirada era una de las más serias que éste le había mostrado en todo su vida.

- Nadie va a separarte de mi, Bill – Hablo de pronto, y Bill se estremeció pensando en lo fuerte que pudo haberse escuchado la voz de su hermano – Tú no estás enfermo. Ninguno de los dos lo está. Ellos son los enfermos.

- Tomi…

- Nada – Murmuró con severidad – Me importa una reverenda mierda si alguien me escucha decirte esto. De hecho, mejor, ¡que nos escuchen todos!

Bill intentó soltarse del agarre de Tom, pero éste no le dejó - ¿Estás loco? No grites – Su mirada pasó de ser triste a preocupada en un solo segundo – Tom, ¿qué te sucede? – Reclamó, frustrado.

- Que nos vea quien nos vea. Que baje quien quiera bajar y nos pille así, aquí, justo ahora y en éste momento – El de rastas soltó el agarre en los brazos de Bill para aferrarse con ambas manos a su cuello y rostro, acercándose aún más a él, atrapando sus labios en un beso.

Tom se sentía aterrado. El tan sólo escuchar a Bill denominarse como un “enfermo”, le hizo ver como todos los pilares de su mundo temblaban con brusquedad, amenazando con dejarle caer.

Él no iba a permitir que la historia volviese a repetirse, no, por supuesto que no. Bill ya había abandonado su mundo antes, lo había echo hace años atrás, y vivió en un verdadero infierno con él durante los años que siguieron, llenos de peleas, discusiones, malos tratos y entendidos.

Bill no iba a dejarle ahora. Sabía que Bill no quería, que él no lo querrá jamás, pero, su mente era demasiado débil y sus ideales lo suficientemente moldeables como para que alguien le hiciera desistir de todo esto. Desistir de la vida que llevaba con Tom.

- No van separarnos, Tomi… - Murmuró Bill, enterrando su cabeza en la hendidura del cuello de su igual, mientras dejaba a sus manos jugar libremente con la ropa de Tom, posándolas sobre su estómago.

- No lo permitiré – Susurró Tom contra su nuca, depositando un pequeño beso en ella mientras cerraba sus ojos, disfrutando del aroma de su cabello.

- ¿Lo prometes? – Preguntó el pelinegro, después de un rato de silencio, sin moverse ni levantar su rostro cubierto por una fina cortina de cabello.

- Lo prometo – Contestó Tom, mirando directamente hacia la puerta del dormitorio de su madre, viendo como la tenue luz de una lámpara permanecía en la instancia, asomada por debajo de la puerta.

 

 

Sintió como sus piernas flaqueaban. Su pecho se agitaba de forma irregular, su corazón latía en su boca y garganta. No sabía como actuar, no sabía que hacer después de lo que había visto y escuchado.

Su hijo mayor parecía tan dominante, ambos parecían tan seguros de lo que estaban haciendo. Si ella alguna vez relacionó toda esta enfermiza relación de ambos como una simple confusión, ahora sabía que era más que eso, mucho más. Ambos sabían que estaban jugando con fuego.

Por su cuerpo resbalaba un sudor frío, un sudor escalofriante. Tomó de su cabeza con ambas manos, mientras se alejaba de la puerta. Caminó a pasos temblorosos hasta llegar a su cama, se sentó en ella con dificultad y sintió sus ojos aguarse.

¿Qué había hecho mal? Ella nunca descuidó a sus hijos, ella nunca les había hecho sentir que no podían confiar en ella, acercarse a ella. Siempre estuvo ahí, fue una madre presente como cualquiera.

Pero, de ser así como lo creía… ¿cómo no pudo darse cuenta antes?

De solo recordar aquellas noches en que no había vuelto a casa. De tan sólo pensar en qué podrían haber hecho sus hijos en su ausencia. Ambos juntos, en un solo cuarto, en la oscuridad de la noche.

Su estómago se revolvió con violencia y entonces supo que ya no podría aguantarse el llanto. Cubrió su boca con ambas manos para no dejarse oír por alguien más y agradeció el hecho de que su habitación fuese lo suficientemente grande como para mantener alejada su cama de los ruidos exteriores… de, la sala.

No había llorado así en años, no desde que…

De pronto el llanto cesó, y se redujo a unas cuantas gotas resbalándose de vez en cuando por sus mejillas completamente inundadas. Estiró su mano y jaló del cajón de su mesita de noche hasta sacarlo del lugar. Lo tomó con ambas manos, entonces, y lo dejó sobre su cama.

Revolvió la innumerable cantidad de hojas que ahí tenía, hasta encontrar la que estaba buscando. No recordaba la última vez que había tenido entre sus manos ese papel antiguo y arrugado, desgastado por el paso del tiempo. Su cuerpo se estremeció mientras sus temblorosos dedos sujetaban del papel.

Tomó de su móvil y digitó los números que se veían con dificultad. El tono de llamada comenzó a sonar en la línea.

- ¿Hola? – Su corazón se detuvo por un instante. Su boca temblaba y sus ojos se habían aguado nuevamente.

No sabía si continuar, pero… era su única salida - ¿Jörg? – Llamó.

 

Notas finales:

Realmente me interesa saber sus impresiones sobre este capítulo. Espero algún comentario para saber sobre esto. :)


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