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My Obsession por WinterNightmare

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Notas del capitulo:

¡Les traigo una nueva actualización! y estoy taaan emocionada por compartila con ustedes y saber qué tal les pareció (?)
Bueno, no les molesto más y les dejó leer XD
El capítulo posee saltos de una escena a otra, de un lugar a otro. Así que, atent@s para lograr entender.

 

 

Había sido un gran susto. ¿Qué hubiese pasado si él en vez de llamar sólo hubiese entrado a la pieza y ya? Se le revolvía el estómago de sólo pensarlo. Y es que ya tenía suficiente en qué pensar y por qué responder. Solía tomarse su tiempo a solas para no preocupar a su hermano, pero el tema de su madre le tenía cada vez más intranquilo.

Ella casi no le dirigía la palabra a ninguno de los dos. Y no era cosa extraña, ella  nunca estaba en casa más que para dormir y Bill lo entendía, eso le aliviaba. Ya no se preguntaba por qué su madre les enviaba, o al menos no evidenciaba problema con la ausencia de Simone en la casa.

Al contrario de Tom, que cada vez notaba más el drástico cambio en su madre. Desde aquella discusión, ella no le miraba más que cuando la situación lo meritaba. Aunque en pocas ocasiones compartían.

Ella no era la única que guardaba secretos, por su puesto que no; Tom había sido fiel testigo de las desmedidas borracheras de su madre cuando el volvía a casa de sorpresa y sin que ella no notase, por encontrarse inconscientemente ebria botada sobre el sofá. Había llegado a la triste conclusión de que el alcohol era como el remedio a los dolores de su madre.

Y él no le culpaba, después de todo, cada quien carga con lo que debe. Ella era la culpable, no él, no Bill, ella lo era por no querer aceptarles tal cual como eran. No entendía por qué Simone se hacía tanto problema con todo aquellos. Quizás sí, quizás si lo entendía, pero jamás lo aceptaría. No pensaba en eso, no quería hacerlo. Ella era su amdre, y su madre debe amar a sus hijos por lo que son, no por lo que ella quiere que sean.

Y esto es lo que son: dos hermanos que se aman. Dos hermanos que comparten una misma cama, besos, abrazos y caricias. Dos hermanos que se protegen y se aman con la vida. Son… sólo dos personas. La mente de Tom no hacía diferencias. Él amaba a Bill y en aquello era lo único en qué pensaba. Pues sonreía al hacerlo. Él amaba a Bill, a un hombre, a su hermano. ¿Y eso qué?

Él jamás hubiese deseado que su madre se enterara. Tom sabía, ambos sabían desde un principio que aquello jamás sería aceptado. Aún así, decidieron aceptarlo, no podían negar lo que sentían el uno por el otro. Y el hermano mayor prefería mil veces a Bill que  ala manga de desconsiderados que jamás les dieron la atención suficiente como para sentirse queridos y refugiados más que como se sintieron solamente el uno con el otro.

Su cabeza dolía. Palpitaba insistentemente y de forma desmedida y exagerada. Frotó su sien con reiterados movimientos circulares mientras cerraba los ojos para lograr tranquilizarse. Sólo quería tener su mente en blanco ahora y no pensar más en aquello. No pensar más en su madre y en sus tontos remedios para el dolor. En su padre y las visitas obligadas que le mantenían a distancia de Bill –más de la que debían tener en casa, o de la que al menos Tom procuraba tener para no provocar revelaciones en su madre-. En su familia y lo que dirían cuando todo se hiciera un secreto imposible de contener. En Bill y sus reclamos por la poca atención que el mayor le brindaba.

Tom no podía hacer más, no podía acercarse a él en casa porque sentía miedo. Vivía con la constante sensación en el estómago de que su madre increparía a Bill por todo en cualquier momento, y ese sería el fin…

Se puso de pie y apagó el televisor, era hora del noticiero nocturno y lo que él menos quería era llenarse la cabeza con más sucesos preocupantes, ya tenía suficiente. Estaba por dejarse caer nuevamente en el sofá cuando se pronto algo cayó en profundo en su mente, congelando su cuerpo sin mayor desesperación. Miró la hora en el reloj mural tras su espalda y notó que había pasado al menos una hora desde que su padre su había marchado.

Una hora, y Bill no se había aparecido a su lado. Claro, cabía la posibilidad de que él estuviese dormido, pero, algo dentro de su pecho le inquietaba. Bill no estaba dormido y de alguna forma lo sabía, pero, ¿una hora? Bill jamás soportaba más de veinte minutos sin él, y Tom mucho menos podía con ello.

Dio media vuelta y subió las escaleras, pensando en si Bill se encontraba enojado, apenado, molesto, o algo por estilo… Era inusual que él estuviese tanto tiempo lejos de su lado.

Se mordió el labio antes de empujar la puerta y entrar a la oscura habitación. Este cuarto era mucho más oscuro y pequeño que el de su casa. Tenía un característico olor a polvo y abandono… pero, ésta vez no estaba. Esta vez, poseía un agradable olor a incienso de canela y eso le encantaba. Disfrutaba del aroma, pero, se preocupaba por no escuchar ni sentir a Bill dentro de la habitación.

-¿Bill? – Llamó. Tenía que estar ahí. Sólo había un baño en la casa y estaba en el primer piso, su hermano no estaba ahí.

Avanzó temeroso unos cuantos pasos hasta sentir el borde de la cama chocar contra sus piernas. Se quejó ante el golpe y sobó sus rodillas – Escucha… - Se aclaró la garganta – Lo siento si he sido descuidado. Sabes que te quiero Bill, lo sabes… - Esperó un momento alguna respuesta, pero nada – Soy un tonto, muchas veces lo soy y no me doy cuenta de cómo actúo…. – Suspiró cabizbajo – He sido un bruto contigo… - Murmuró apenado, cuando de pronto algo se lanzo sobre él y le tiró a la cama.

Casi suelta un grito de la sorpresa, pero se tranquilizó al sentir el aroma a almizcle de Bill. Apoyó sus codos sobre la cama, sintiendo el peso de su hermano aún sobre su cuerpo – Qué bruto ni que nada, cabrón – Habló el pelinegro con una voz que sonó más grave y sugestiva de lo normal – No has sido jamás un bruto conmigo, pero, te ha llegado la hora, Kaulitz –Tom le escuchaba atento, sin comprender a qué se debía aquello – Serás todo lo bruto y más, de lo que nunca has sido en toda tu vida – les escuchó reír bajito.

Tom estiró su mano, palpando la mesita de noche mientras sentía a Bill sentarse sobre su regazo. Encontró el interruptor de la débil luz de la lámpara y la encendió. Todo su cuerpo se paralizó y su mente se fue a blanco.

Bill… no, ése no podía ser Bill. ¿Dónde estaba su tierno, dulce e inocente hermano? El chico que tenía en frente era todo lo contrario. Observó boquiabierto y con sus ojos casi abandonando sus orbes.

Era la lencería más bonita en el cuerpo más precioso que había visto en toda su vida. Un portaligas negro que calzaba perfecto con el color nívea de su piel. Una corta y diminuta falda decorada con blondas y cintas de tonalidades blancas y rosa suave.  Subió la mirada a través de su cuerpo, volviendo la vista de vez en cuando a sus caderas, mordiendo sus labios  al notar la sobresaliente estrella en su bajo vientre. Su cabello –generalmente de un largo hasta los hombros- se encontraba despreocupadamente recogido en un estilo Maxi Bun, rodeado de una pequeña tiara a lo más estilo de sirvienta –recién entonces no notaba-.

-¿Qué pasa, Tomi? ¿No te gusta? – Cuestionó el menor, moviendo sus caderas rítmicamente sobre el regazo de su hermano.

El calor le consumía el rostro, le sofocaba. Se sentía tonto al no saber como reaccionar, pero, es que para ser sincero, jamás se esperó algo como aquello. Bill relajó sus piernas a los costados de Tom, quien no pudo evitar fijar su vista en el ya despierto miembro de éste, que elevaba aquella bonita mini falda.

El sonrojo se apoderó de las mejillas del menor – Lo siento – Dijo – Estuve mucho tiempo esperándote – Aclaró elevando sus hombros y Tom sintió ganas de devorarlo a besos.

Se inclinó hacia delante, sentándose en la cama sin quitar a Bill de sobre su regazo. Tomó el rostro del menor entre sus manos y atrapó sus labios en un lento y húmedo beso. Elevó sus caderas un poco, lo suficiente como para hacer que el cuerpo del pelinegro temblara bajo su agarre. Bill tensó su cuerpo y comenzó a moverse rítmicamente sobre él, presionando sin mucha delicadeza contra el miembro de Tom, sintiendo sus palpitaciones bajo sus holgados pantalones.

El ambiente se volvía cada vez más y más caliente. Tom no podía dejar de mirarle, pegando su frente a la de su hermano mientras le sentía frotarse cada vez con más necesidad. Observaba sus labios húmedos e hinchados, mientras le gemía contra los suyos. Su respiración caliente chocando contra su cuello y barbilla.

Estaba listo. Ya no le haría esperar más. Se arrodilló sobre la cama, tomando a Bill de la cintura mientras le acomodaba de rodillas sobre la cama, haciéndole apoyar sus antebrazos y pecho sobre la pared. Tom se posicionó detrás de él, desabotonando sus pantalones contra el trasero de su querido hermano.

 

Se sentía intranquila, incómoda con toda la situación. Llevaba cerca de tres tasas de café y su cuerpo seguía temblando inestablemente, sin dejarle conciliar el sueño. El sólo imaginar que sus hijos se encontraban solos en casa de su ex esposo, le revolvía el estómago.

Apoyó su cabeza contra la mesa de la cocina, y se mantuvo ahí por unos cuantos segundos. Sentía el horrible palpitar de la frustración y la culpa sobre cabeza. Se incorporó y caminó hasta el refrigerador, abrió uno de los compartimientos donde ocultaba sus licores ya que sabía que sus hijos nunca revisaban más de lo que veían a simple vista al abrir la puerta.

Cerró la puerta con pesadez y descuido mientras volteaba para volver a su asiento, cuando un ruido le distrajo. Era el sonido de algo cayendo al suelo, algo no muy pesado por lo que le quitó importancia. Se sentó nuevamente, destapando la botella sin mayores ganas de querer beber de ella.

Estaba por tomar el primer sorbo cuando fijó su vista en el suelo y sin querer leyó: “Taxi las 24 horas del día”.

Algo en su mente se activó. Bebió todo lo que su cuerpo le permitió en un par de segundos y abandonó la cocina, no sin antes recoger el papel que le había salvado la noche.

 

Apoyó su frente contra la pared y su cabello –ahora suelto- formó una cortina alrededor de su rostro. No podía aguantar los gemidos antes las rudas y rápidas embestidas de Tom. Sentía que su cuerpo se partiría en dos, pero la excitación que le invadía le cegaba de todo el dolor, dejándole disfrutar libremente de la furia con que Tom se apoderaba de cada centímetro de su cuerpo.

Tom presionó su pecho contra la espalda de Bill, atrapándole entre su cuerpo y la fría muralla. Con una de sus manos le apretaba las nalgas hasta dejar marcas sobre ellas. Mordió su cuello levemente, succionando la piel entre sus dientes y Bill gritó de auténtico placer, derramándose fuertemente contra la pared donde Tom le aprisionaba.

Bill relajó su cuerpo el sentir que Tom se detenía poco a poco. Pudo sentir como una mano se colaba por debajo de su falda y le apretaba el pene descaradamente.

-T-Tom – Gimió, mitad protesta, mitad súplica para que no soltara el agarre.

Tom gruñó levemente contra su oído mientras masajeaba su miembro, quitando los restos del orgasmo y llevándolos directamente hasta su boca. Quería sentir el sabor de la esencia de Bill, quería hacerle derramar con violencia una y otra vez.

Presionó fuertemente contra su trasero, comenzando a penetrarlo con brutalidad nuevamente. Los ojos de Bill se abrieron de sobremanera, no esperaba que Tom quisiera seguir, pensó que ya tenía el trasero repleto de su Tomi, pero se equivocó.

La excitación le cegaba, el sudado cuerpo que se resbalaba de entre sus manos le estaba volviendo loco. Los gemidos del pelinegro no tardaron en dejarse escuchar, Tom comenzaba a endurecerle nuevamente y eso jamás lo había experimentado.

 

-Sí, necesito un auto ahora mismo – Habló con el teléfono pegado a su oído mientras tomaba algunas cosas que estuviesen a su alcance y les fueran útiles y las guardaba dentro de un pequeño bolso.

- Su dirección, por favor, enviaremos un auto en su búsqueda, le transferiré en seguida –Se escuchó al otro lado de la línea.

Simone suspiró y esperó a que la operadora detrás del teléfono, le transfiriera a algún taxi disponible. Cruzó los dedos y cerró los ojos, apoyando su espalda contra la fría pared de su cuarto.

 

-Dios mío, Tom… ¡Tom! – Gemía el menor de los hermanos cuando las bestiales embestidas le hacían estremecerse y chocar con fuerza contra la pared.

Su miembro temblaba y se remecía violentamente, sentía que sus piernas flaqueaban y que iba a caer en cualquier momento. Nunca se había sentido tan cerca de un orgasmo completamente increíble. Las sensaciones de la humedad de Tom y sus palpitaciones dentro de él, le volvían loco.

-Bill… oh… - Gruñó mientras mordía levemente el lóbulo de la oreja de su hermano.

Bill curvó su espalda y presionó contra la ingle de Tom al momento en que esté le embestía profundamente. Su mente se fue a blanco mientras una corriente de electricidad le recorría todo el cuerpo. Su hermano había tocado aquel punto dentro de su ser que le había hecho perder la cordura.

El de rastas apretó los ojos y soltó un grito al momento en que se derramaba violentamente dentro de Bill en una última embestida. Apegó su pecho nuevamente a la espalda del pelinegro y le aprisionó sobre la pared, entrelazando sus manos con la de Bill, las cuales temblaban contra la fría muralla.

 

Esperó de pie junto a la ventana, mirando con ansiedad hacia la calle, atenta a cualquier auto que pasara fuera de su casa. Maldecía por dentro que el jodido taxi se demorara tanto.

Eran cerca de las 3 de la mañana, y el auto prometido aún no llegaba.

Suspiró frustrada mientras se alejaba de la ventana y caminaba hasta el sofá. Dejó caer sin cuidado alguno aquel bolso donde había cargado las pertenencias que necesitaba para pasar la noche con sus hijos hasta su ex esposo llegara nuevamente a la casa.

Se dejó caer al sofá y cerró sus ojos mientras el sueño y la ebriedad le sumían en la inconsciencia.

El taxi que ella había esperado por más de dos horas, jamás llegó.

 

Tom sonrió y le besó la frente mientras le veía con ternura como dormía profundamente a su lado. Había sido la noche más erótica de toda su vida. Se había comportado como un animal y eso en cierto modo le preocupaba, sentía miedo de haber herido a Bill o haberle hecho sentir incómodo y no disfrutar del sexo.

Suspiró profundamente mientras cerraba sus ojos. Volteó su rostro hacia la mesita de noche y tomó su celular entre sus manos. El modo vibrador no le había permitido darse cuenta de las 35 llamadas pérdidas del móvil de su madre y también del teléfono de su casa.

Suspiró nuevamente, sintiéndose cansado y tenso otra vez. Debía ponerse de pie y hacer lo que tenía que hacer. No quería seguir soportando el hecho de vivir con cuidado de que alguien pudiese separarle de Bill. No quería seguir soportando a su madre y el rol de detective que ésta había adoptado.

Lentamente y con cuidado, se sentó sobre la cama. Tomó el bolso que había escondido de Bill horas antes y sacó las prendas que acostumbraba vestir los días como aquellos. Se vistió rápidamente y sin hacer ruido, se puso unos gruesos zapatos de seguridad y abandonó la habitación, regalándole una última mirada al cuerpo dormido sobre la cama. Sonrió y cerró silenciosamente la puerta.

Iba tarde, lo sabía. Quizás le regañarían, aunque lo dudaba, ya que era la primera vez que tenía una falta.

Corrió varias cuadras abajo hasta llegar a su destino. Sacó una llave grande y plateada, y abrió la puerta, sintiendo un sonoro chirrido al empujar de ésta una vez estando en el interior.

Caminó por los sombríos pasillos con una fuerte luminaria blanca encendida por cada uno de ellos y llegó hasta donde debía llegar.

-Llegas tarde – Le habló una mujer alta y rubia a su espalda. Tom volteó a verle y notó que tenía más ojeras y marcas de cansancio que el fin de semana anterior.

- Lo siento – Se disculpó Tom, haciendo una mueca con sus labios.

La mujer asintió y le sonrió amablemente – Sólo quedan unas cuantas cajas, luego de que las descargues y ubiques donde corresponda, podrás irte a casa – El mayor escuchó atentamente las instrucciones.

Se dio media vuelta sobre su eje y caminó a través del pasillo, disponiéndose a su labor.

-Ah, Tom – Llamó la rubia, captando nuevamente la atención del mayor, quien  se detuvo y volteó a mirarle – No te preocupes por la paga, te la daré como si hubieses estado aquí toda la noche.

Tom sonrío y asintió, agradeciendo el gesto de la mujer.

Era un quehacer agotador. Mucho más después de la fiestecita con Bill. Sonrió y apoyó su espalda contra una de las tantas repisas, agradeciendo estar solo en el lugar para poder quedarse con cara de idiota pensando en lo afortunado que era al tener a un muchacho como su hermano a su lado.

Suspiró y se frotó los ojos con el revés de su mano. Todo esto, era por Bill. Todo el esfuerzo valdría la pena con tal de tenerle a su lado.

Se inclinó hacia abajo, y sacando una navaja de sus bolsillos se dispuso a abrir una de las tantas cajas que tenía frente a él. Sacó una a una las cosas que dentro se encontraban, cuando una vibración inesperada le sobresaltó.

-Mierda – Dijo al momento de soltar la navaja y tomar entre sus manos su teléfono móvil.

Palideció al leer el nombre iluminado en la pantalla: “Jörg”. Su mano tembló y su corazón se agitó enormemente. Se sentía terriblemente asustado.

¿Acaso su padre había llegado a casa y encontrado a Bill con tan erótica vestimenta dormido sobre la cama?

Recordó la ropa esparcida por el suelo. El olor a sudor en la habitación y las manchas de semen sobre la pared y las sábanas. Pero por sobre todo, recordó a Bill y su corazón palpitaba en su garganta.

De pronto, su teléfono dejó de vibrar.

Notas finales:

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