Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

My Obsession por WinterNightmare

[Reviews - 35]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Dios mío, ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿un mes? nunca había demorado tanto y les juro que lo siento enormemente :( no he tenido tiempo ni para respirar los estudios me consumen, pero pronto tendré tiempo libre para responder a sus comentarios y continuar actualizando. Espero que no hayan pensado que las abandoné y que no finalizaría esto... nuevamente les pido perdón, y aquí les dejo un capítulo cortito pero importante :o

Y así es como hemos llegado al penúltimo capítulo de esta historia...

 

 

Se dejó car al frío piso de cerámicas. El sudor frío le resbalaba por la frente y sus brazos temblaban fuertemente. Jörg no podía estar en casa, él estaba en el trabajo y sólo llamaba para preguntar como estaban. Sí, eso era…

Pero, si no… si no todo estaría arruinado. Su vida se iría al carajo. Su madre sabía y había convertido su vida en un laberinto por el que corrió y corrió incesablemente hasta encontrar una salida. Su salida estaba ahí, a pocas horas de distancia. Su tan anhelada salida a toda la mierda que vivía, estaba  a sólo unos cuantos pesos.

Una vibración le distrajo nuevamente, y su vista se plantó sobre el celular botado a unos cuantos metros de él. Miró como la pantalla se encendía y apagaba cada cierto tiempo, y no dudó ni un segundo más en gatear hasta alcanzarlo y presionar el botón verde.

-¿Hola? – Carraspeó nervioso. Su voz había sonado más inestable de lo que planeo.

- Tom – Escuchó al otro lado de la línea, era la voz de su padre. Su corazón latía en su garganta - ¿Me oyes?

- Sí, ¿qué… sucede? – Preguntó nervioso, no estaba realmente seguro de querer oír lo que su padre tenía que decir - ¿Papá?

- Mierda, lo siento, Tom. Esta ruta de porquería tiene una señal de los mil demonios – Tom frunció el ceño, confundido – Antes de que la señal caiga nuevamente…

El mayor de los hermanos escuchaba atento a las palabras de su padre, pero la interferencia era más fuerte que todos sus sentidos aplicados para entender un solo mensaje - ¿Jörg? No te oigo – Se quejó - ¿Hola?

Su padre continuaba hablándole como si nada, pero la llamada era entrecortada, y sólo le permitía escuchar unas cuantas palabras. No importó cuantas veces intentó decirle que no le escuchaba, el hombre finalizó la llamada con un “nos vemos pronto”, y fue la última cosa clara que logró oír.

¿Pronto? ¿Qué tan pronto? Su estómago se revolvió de sólo imaginar a su padre manejando de camino a casa, quizás le había llamado para confirmar su salida del turno y que ya estaba por volver.

Se puso de pie, comenzando a caminar de lado a lado, pensando en qué hacer. Su turno no terminaba hasta dentro de varias horas más; no podía llamar a Bill y avisarle que su padre estaba por llegar a casa, puesto que éste comenzaría a preguntarle por qué no estaba en casa y cosas así. Sólo le quedaba la única opción de terminar con todo rápido y correr de vuelta a casa.

Guardó su móvil en su bolsillo y se puso a trabajar.

 

5:30 en la oscura mañana y ni un ánima citaba a pasearse por aquellas fúnebres calles. No recordaba ya cuantas calles llevaba corriendo, sólo sabía que tenía su uniforme puesto todavía, y su bolso cruzado sobre el agitado pecho.

Pudo ver la casa de su padre sumida en oscuridad y eso le calmó un poco. Apresuró la velocidad de sus grandes zancadas, sólo unos cuantos metros más y llegaría.

Había sido más trabajo de lo que esperaba, y sólo quería que su padre no estuviese en casa para verle llegar con su uniforme; mucho menos quería que Bill estuviese despierto y esperándole. Ambas ideas le parecían horribles. Se había esforzado enormemente para que su hermano no le descubriera saliendo de casa durante todos los fines de semana –y de vez en cuando en los días de semana-, durante casi dos meses ya.

Había pensado en contarle acerca de su trabajo, pero había desistido de aquella idea en tan sólo pensar en lo histérico que se pondría Bill, y con dos meses de anticipado. Pero tenía claro de que algún día le debía decir, debía contarle a Bill, reaccionase como reaccionase…

Lentamente abrió la puerta de su casa, e ingresó con cuidado, intentando calmar su agitada respiración. Todo estaba en completa oscuridad, al parecer su padre no había llegado. Suspiró aliviado mientras avanzaba sigilosamente hasta la escalera.

Al llegar arriba observó como todo estaba tal cual él lo dejó. La puerta entreabierta y todo en absoluto silencio. Empujó con cuidado y entró. Inmediatamente se quitó los pesados y ruidosos zapatos de seguridad y los escondió bajó la cama de Bill, ya que era la más cercana a la puerta y el pelinegro no dormía en la cama propia.

Sonrió enormemente al verle dormir plácidamente, y se golpeó mentalmente por haber sido un tonto impulsivo y haberse cagado de miedo por una simple llamada de Jörg. Todo estaba bien.

Tom caminó hasta la cama donde dormía su hermano y le quiso cubrir su desnuda espalda, pero al avanzar un poco hasta él, las tablas de madera crujieron ruidosamente. El gemelo mayor se congeló al ver como su hermano se removía sobre la cama.

Estaba durmiendo de espaldas a él, pero por el ruido se volteó lentamente, pestañando con dificultad al intentar adecuar sus ojos a la oscuridad del cuarto.

Bill lució asustado ante la silueta frente a la cama y sus ojos se abrieron de golpe. Tom se sentó en el borde de la cama y le sobó con cuidado uno de sus hombros, haciendo un ruidito para que éste se quedara en silencio y se calmara. Bill frunció el ceño y luego le sonrió levemente, abrazándole.

-Hola, pequeño – Susurró el mayor.

-Hola… – Bill acarició la espalda de su hermano, sintiendo la áspera tela que le vestía. Frunció el ceño, extrañado - ¿Qué es lo que llevas puesto?

La sonrisa contagiada en el rostro del mayor, se esfumó. Había olvidado por completo que aún tenía puesto su uniforme de trabajo; se había dejado llevar por las ganas de ver a Bill y saber que estaba bien. Se sentía tonto, un completo imbécil.

Tom tragó saliva con dificultad mientras intentaba pensar en qué decirle - ¿Qué? ¿Acaso te… molesta? – Probó con eso, aclarando su garganta – Digo, si quieres… puedo quitármela.

Pudo escuchar a Bill reír por lo bajo y se sintió aliviado. Se había salvado una vez más de dar explicaciones innecesarias.

-Ni lo pienses, Tom – Susurró el menor – Tardaré días en recuperar la sensibilidad de mi trasero.

El rastudo soltó una carcajada contagiosa y Bill le siguió la risa. Ambos se abrazaron con anhelo mientras el mayor de los hermanos se acomodaba sobre la cama, recostándose al lado de su igual.

-¿Bill? – Llamó, y obtuvo un gruñido de casi dormido por parte de su hermano – Te amo – Susurró - Te amo para toda la vida.

El menor se estremeció ante dichas palabras, sonriendo en medio de la oscuridad. Volteó su cuerpo dándole la espalda a Tom, pegándose contra su pecho mientras aún le mantenían abrazado. Entrelazó sus manos con las de su igual, y se quedó profundamente dormido.

 

-¡Vamos, Bill! ¡Llegaremos tarde! – Apresuraba el mayor desde el piso de abajo. El aludido no tardó en bajar las escaleras corriendo en toda su capacidad, con una mochila en su espalda y un abrigo en su mano.

- Listo – Tom sonrió. Hoy sería un día muy especial. Al fin el día que tanto había esperado, había llegado.

- Vamos – Invitó el de rastas mientras se disponía a abrir la puerta. No pudo más que solo tocar la manilla cuando está comenzó a vibrar y girarse por si sola; Jörg había llegado.

La expresión en el rostro del mayor decayó. Si éste decía que los llevaría a casa –como era de costumbre- entonces todo estaría perdido.

La puerta se abrió y el aroma a cigarrillo invadió nuevamente la casa. La silueta delgada y alta a contra luz, entró poco a poco a la casa – Vaya, ¿a qué se debe verles a estas horas de la mañana? –Bromeó el hombre, sin mostrar señal alguna de gracia en su rostro.

Tom volteó para ver a su hermano, quien se veía a segundos de darle alguna respuesta a su padre, y se apresuró en ganarle la palabra – Nos vamos a casa – Bill le miró confundido – Creímos que llegarías demasiado cansado como para conducir varias horas más – Contestó, elevando los hombros.

El hombre les miró dudoso a ambos – Bien… agradezco la consideración – Respondió con sequedad, dándole una larga inhalada a su cigarrillo.

-Bien, nos vamos – Se apresuró en decir Tom, rogando con todas sus fuerzas que su padre no se opusiera a aquello.

Jörg soltó un sonoro bostezo, volteó su cuerpo y caminó hasta el sofá. Tom comprendió, entonces, que la conversación había finalizado.

En un movimiento rápido hizo un gesto a su hermano para que saliera de la casa y éste obedeció. El de rastas le siguió los pasos fuera, y pudo sentir como olor de la mañana fresca y alentadora le llenaba los pulmones. Se sentía libre, hoy era el gran día que tanto había esperado. Tenía a Bill a su lado, sonriéndole, entusiasmado por la sorpresa que le había prometido hace algunos días.

Estaba por cerrar la puerta de la casa, cuando la imagen de Jörg tan cansado y demacrado le hizo presión en el pecho. Una parte de él, le decía que debía hacer sonreír a ese hombre antes de largarse de aquel solitario y oscuro lugar. Después de todo, su padre era un ser humano. Y cometía errores como tal. Y de no haber sido por esos errores, quizás él hoy en día, no tendría a Bill.

Giró su cuerpo y entró nuevamente a la casa con la excusa de haber olvidado algo, haciendo que Bill le esperase afuera. Cerró con cuidado la puerta tras de si y acompañado de un suspiró se sentó en el sofá que encontró más próximo a la salida.

Jörg levantó su mirada desde el sucio suelo y le vio sin importancia pero con cierta intriga en la mirada. Tom le miraba fija y calmadamente, se removía nervioso, no sabía por qué había decidido entrar nuevamente a aquel lugar – Has sido un buen hombre – Habló de pronto intentando romper el incómodo silencio – Has sido amable con nosotros y nos has recibido bien… digo, después de tanto sin verte… ha sido una linda experiencia compartir momentos nuevamente contigo.

Su padre alzó una ceja y le miró confundido, luego volvió la vista a su cigarro, succionando profundamente de el. Tom quiso patearse mentalmente, al parecer no era tan fácil hablar con Jörg. Esperó por varios minutos alguna palabra por parte de su padre, pero no sucedió.

Se puso de pie resignado y caminó hasta la puerta – Tom – Llamó el hombre, captando la atención del aludido, quien volteó a mirarle – Gracias.

El mayor se sorprendió de aquello pero aún así le sonrió ampliamente, recibiendo otra sonrisa de vuelta. Una sonrisa media chueca y casi inutilizada, con un aspecto demacrado y casi incómodo. Dientes amarillos producto del cigarrillo y unos detalles de oro en los lugares en que le sobraba algún espacio.

Tom abandonó el lugar sintiéndose aliviado y contento. Tomó sin preocupación alguna de la mano de su hermano y juntos caminaron calle abajo.

Nadie le borraba la sonrisa de la cara, no había sonreído con verdadera intención durante años. Sabía que las palabras de su hijo mayor habían sido algo extrañas, incluso se atrevía a pensar que era prácticamente una despedida. Frunció el entrecejo y le dio otra larga fumada a su séptimo cigarro de la mañana, dispuesto a no cuestionarse nada y sólo agradecer las palabras dichas por Tom. Después de todo, había vivido muchos años atormentado por el mal padre que había sido, y el bueno que nunca pudo ser.

 

Tom sonreía enormemente, al parecer a su pequeño Billy le había encantado la sorpresa. Se veía tan feliz devorando cada centímetro de su plato de pasta favorito en su restaurant favorito, no hacía falta nada más para que el corazón de Tom se sintiese completo.

No faltaba nada más, hasta que recordó que debía hablar con Bill, debía decirle aquello que con tanto esfuerzo le había ocultado. Su corazón se contrajo un momento cuando supo que ya era hora de decírselo, luego no habría otra ocasión.

-Bill – Llamó, carraspeando un poco mientras se acomodaba en su asiento.

El pequeño levantó la mirada - ¿Si? – Observó el rostro de Tom, lucía preocupado y eso le asustó – Tom… no has probado tu comida.

-Escucha, debo… decirte algo importante – Suspiró, rascándose el cuello.

- Estás asustándome.

- Lo siento – Se disculpó, sacudiendo lentamente su cabeza, intentando que las ideas volvieran a su mente – Bill, no volveré a casa.

Bill le miró con notoria confusión – Por supuesto que no volveremos a casa, Tomi, Jörg dij.-

-No volveré a casa. A nuestra casa, con Simone – Bill pareció confundirse aún más, su ceño fruncido enormemente – Bill escucha – Se acercó un poco más a él, tomándole de las manos por sobre la mesa.

Tom estaba asustado.  Bill estaba reaccionando de forma poco esperada, y eso le preocupaba enormemente. Ya no sabía si debía continuar… pero no había marcha atrás.

-Tengo un nuevo hogar. Bill, he creado y trabajado en un hogar nuevo, libre. Un hogar para los dos – Dijo al fin, armándose de valor. El rostro del pelinegro se transformó de preocupado a angustiado en tan sólo un par de segundos y eso le hizo retorcer el estómago.

El gemelo menor desvió la mirada, evitando el contacto visual con su hermano, quien le miraba enormemente preocupado. Bill soltó lentamente las manos de Tom y éste se sintió casi desesperado, su mayor miedo estaba haciéndose realidad.

Estaba perdiendo a Bill, se le estaba yendo de las manos y todo era por su culpa. Pensó que su plan sería lo mejor. Pensó que al fin podría estar tranquilo y feliz con la persona que ama, pero se había equivocado enormemente: Bill le había rechazado.

-Ven conmigo, Bill, esto es para los dos, por los dos – Invitó, sin obtener respuesta aún después de esperar varios minutos - Por favor… - Susurró, con lágrimas aflorándole en los ojos. Estiró nuevamente sus manos hasta su hermano pero éste no las tomó, sino todo lo contrario; bajó las propias hasta su regazo y suspiró mientras lentamente bajaba la mirada, lejos de Tom.

El de rastas se sintió derrotado. Sentía su cuerpo agotado, sin algún rastro de fuerza. ¿Qué había pasado? Acaso… acaso Bill… ¿él ya no le quería? No, por supuesto que le quería. Pero, ¿por qué no se iba con él? Ambos estarían bien, se tendrían el uno al otro, podrían vivir tranquilos, felices, estar juntos cuando quisieran y donde quisieran... Tom se maldecía mentalmente. Maldecía a su madre, a Jörg, a Andreas, a todo el mundo.

De pronto la tristeza se mezcló con el dolor, con la ira; y un sentimiento nuevo comenzaba a crecer en el pecho del mayor. Se puso de pie dispuesto a salir de aquel lugar en ese mismo instante. Dejó suficiente dinero sobre la mesa como para costear el menú solicitado. Y tras una última mirada, se alejó de la mesa y caminó fuera de la instancia.

-Está bien – Murmuró pera sus adentros – Tú no me necesitas… yo no te necesito – Musitó, mientras las lágrimas rebeldes resbalaban por su rostro. Apretó los dientes y los puños con fuerza, intentando ahogar aquellos crudos sollozos de dolor mientras se alejaba, caminando hacia ninguna parte. Perdiendo el rumbo de sus pasos y de sus pensamientos.

Notas finales:

Espero sus comentarios y sugerencias. Me gusataría saber que creen que viene :o


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).