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My Obsession por WinterNightmare

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Notas del capitulo:

¡He vuelvo! Tarde, pero llegué. Siento la demora, pero es que no me conformaba con cómo iba quedando el final ;-; y tuve que modificarlo una y otra vez hasta creer que quedó bien XD pero bueno, eso lo deciden ustedes. Espero que les guste…
PD: Lean las notas finales cuando terminen el capítulo <3

 

 

La habitación se sentía fría, sola, y vacía. Sentado en el borde de la cama, recordaba todo lo que había recorrido hasta llegar ahí; todos los días y todas las noches, que parecían nunca terminar. Recordó aquella vez en que consiguió trabajo, cuán difícil había sido acostumbrarse a ello.

Recordó, como todas las semanas viajaba cuatro horas hasta el que sería su nuevo hogar, para ir acomodando todas sus pertenencias y las de Bill, las cuales sacaba a escondidas. Cuánto había luchado por todo aquello… cuánto había soportado por tener a Bill a su lado.

Bill… todo lo había hecho por él. Y el esfuerzo de tantos meses, no valió la pena. ¿Qué haría ahora sin él? ¿Qué sería de su vida sin su hermano? Él volvería a casa con su madre, y Tom jamás volvería a verle, y entonces todo estaría perdido… roto.

Pensó en Bill, y en las cosas que se había traído de él para darle una sorpresa cuando llegasen juntos a su nuevo hogar; toda la ropa favorita del moreno, estaba ahí. Todas sus cosas importantes y preciadas, se encontraban en el pequeño apartamento que con el sudor de su frente, Tom pudo conseguir para ambos.

Éste sería el comienzo de una vida juntos; juntos lograrían tener más cosas e irse a un lugar lindo algún día, tener una casa bonita y amplia… pero juntos ya no estaban.

Tom sonrió, sintiendo sus ojos secos. Ya no podía llorar más, no le quedaban lágrimas para botar por Bill.

¿Qué había hecho mal? No… él no había cometido ningún error. Jamás le engaño, nunca hizo nada para alejarlo de su vida. Y él, quien le había prometido jamás volver a abandonarle, lo había hecho una vez más.

Ésta vez sería la última lágrima derramada, Bill había ido demasiado lejos. Si había sufrido durante gran parte de su vida por haberle perdido como un hermano…. ahora su infierno era el doble al saber que se había enamorado perdidamente de él. Al saber que estaba ciego y enloquecido por su propio gemelo. Estaba obsesionado con él, con su amor, con no perderle.

Y es que Tom creía que le tendría para siempre. Un “para siempre” era lo que Bill le había prometido, y ya no estaba más…

Ahora su nuevo hogar, era su nuevo infierno. Estar ahí, solo, rodeado de las cosas de Bill, del aroma de su ropa… rodeado de su Bill, pero sin tenerle realmente.

Se puso de pie  y caminó lentamente hasta la ventana de la habitación, abrió las cortinas y pegó su frente sobre el frío cristal, no quería sufrir por Bill otra vez. No de ésta forma. Ya no había vuelta a atrás, su hermano se había ido, y él se había quedado solo. Todos sus sueños ahogados en un vaso de agua.

Posó su vista al final de la enorme avenida, donde un majestuoso puente colgante le extendía una mano amiga, invitándole. Sus ojos se aguaron nuevamente, pero no se permitió llorar. ¿Qué más daba? Su vida había terminado de todos modos. No sacaría a Bill de su mente, jamás podría hacerlo. El fantasma de su hermano, a quien amo con toda sus ganas de vivir, le perseguiría por siempre.

Sentiría su aroma, su presencia, sus labios sobre los suyos. Le vería en sus sueños, le imaginaría viniendo a casa cada vez que cerrase los ojos.

Tom sabía que podría haber un nuevo inicio en su vida. Que podría encontrar aquel botón de “reinicio” y seguir, una nueva partida en aquel juego llamado “vida”… pero no lo quería.

Caminó hasta uno de los muebles cercanos a la ventana, abrió y vació cada uno de los cajones que éste tenía, mientras unas cuantas lágrimas caían sin poder contenerles.  Revolvió todas las cosas hasta encontrar lo que estaba buscando. Entonces lo vio… aquel dibujo que durante toda su vida había conservado y adorado como a un tesoro.

Le desdobló con lentitud y cuidado, y leyó aquella frase que Bill jamás debió haberle pronunciado. Leyó lo que ahora creía, le había arruinado la vida. ¿En qué momento se había enamorado de él? En qué momento… todo se había salido de control.

“Te amo, Tomi”

Tom apretó sus ojos, intentando calmar el dolor que esas palabras, resonando en su mente, le provocaban. Abrió sus ojos una vez más y con lentitud, fijando su vista cansada y apagada sobre los enormes pilares del puente colgante al final de la avenida. El mayor volteó la vista hasta un reloj en la pared de la habitación, eran casi las 20:00 hrs… ya nadie transitaba demasiado por el puente en aquellas horas.

Dobló nuevamente aquel dibujo, y lo guardó en uno de sus bolsillos. Y entonces, caminó fuera de la habitación…

 

Avanzaba a paso lento por la carretera, su negro cabello alborotado por el viento, cubriendo su humedecido rostro. No sabía hacia donde caminaba, no sabía siquiera como volver a casa. Estaba perdido. Estaba solo. Tom no abandonaba su mente, su rostro palidecido y decepcionando. Sus ojos clavados en los de él… el recuerdo le atormentaba.

Al darse cuenta de lo que había hecho, de que por cobarde le había perdido, había corrido fuera del restaurante y por las calles aledañas, gritando el nombre de su hermano con todas sus fuerzas… pero no le había encontrado. Tom le había abandonado, y no volvería por él. Eso le había destrozado por completo.

Se sentía un estúpido. Le había hecho mucho daño y eso jamás se lo perdonaría. Pero estaba asustado… ¿qué harían él y Tom fuera de casa, solos contra el mundo? Tenía miedo, su cuerpo se había congelado de sólo imaginar que harían sus padres si les encontraban algún día, si ellos… les separarían. Jamás volverían a verse. No podía contra ese temor, el de nunca volver a ver a Tom.

Pero, cuando se dio cuenta de que si Tom se iba, jamás volvería a verle… ya era demasiado tarde, Tom se había ido. Y por más que corrió buscándole por todas partes, no le había encontrado. Sólo se había topado con miradas curiosas que le veían llorar y preguntar por él.

Y ahora estaba solo. Nuevamente solo. Volvería a casa algún día, cuando su mente lograse orientarse y encontrar el camino de regreso a casa. Volvería  aquella fría habitación. La habitación que le había visto amar a su hermano con todas sus fuerzas.

Sus ojos se aguaron nuevamente, y se detuvo intentando aguantar los doloridos sollozos atorados en su garganta. El llanto le imposibilitaba poder ver bien. Sólo veía algunos coches avanzando a su lado, en dirección al puente colgante de unas cuadras más allá. Seguiría los autos, seguiría la carretera hasta donde le llevara la vida.

Su cuerpo se paralizó, sus ojos abiertos de sobremanera. Unos cuantos metros más allá, una figura a contra sol, deambulaba peligrosamente cerca del borde del puente, casi jugando con el, con el delicado equilibrio que con esfuerzo se obtenía. Luchando contra el viento y sus ganas por empujarle al vacío.

De pronto la figura se detuvo, y Bill pudo observar con mayor claridad. Su corazón se detuvo por un momento, y sólo pudo pensar en Tom, ¿sería posible? – Dios mío… - Murmuró, echándose a correr lo más rápido que sus piernas daban, hasta llegar al puente.

Lentamente caminó hasta acercarse más y más a él. Cuando el sol dejó de ser impedimento para sus ojos y pudo ver bien… era él, era Tom quien estaba desafiando a la muerte. Era su hermano, su amado gemelo mayor, quien estaba por cometer una locura.

Quería detenerle, quería abalanzarse sobre él y con cuidado alejarle del peligro al que se estaba exponiendo. Pero tenía miedo…

¿Por qué, Tom? ¿Por qué estás haciendo todo esto?... no lo hagas Tom, por favor… no me abandones.

El de rastas, se encontraba de pie sobre una pequeña línea doble de cemento, con una altura de no más de 5 centímetros sobre el nivel del suelo. Estaba  a un peldaño de su muerte.

El moreno aguantó las ganas de llorar, no quería emitir ningún ruido que pudiese asustar a Tom. No quería… temía pensar que tan sólo el verle, provocaría que Tom se lanzase al vacío. Todo esto era por su culpa, y sintió que no era Tom quien debía estar de pie ahí…

Tom pudo observar por el rabillo del ojo, como otra silueta se acomodaba cerca de él, a hacerle compañía. Pero al notar que la figura se acercaba demasiado al borde de aquel enorme puente, se preocupó, y se vio obligado a voltear su rostro y ser abofeteado por la cruda realidad. No era una persona cualquiera quien le acompañaba, no era más ni menos que Bill…

Tom le miró asustado, viendo como entre lágrimas rebeldes, el pelinegro avanzaba hasta quedar sobre aquel peldaño a la muerte, al fin de sus días.

-¿Qué estás haciendo? – Preguntó, sin realmente esperar una respuesta – Bill, aléjate del borde. Sal del puente.

Pero el menor no obedeció. Volteó a mirar a Tom, a encontrarse con esa angustiada y húmeda mirada. Su mentón temblaba irregularmente, no quería llorar ahora, debía soportar.

-Por favor, Bill… - Tom quería golpearse mentalmente por todo esto, el viento soplaba con fuerza, le azotaba, le empujaba al vacío. Ahora era su vida quien le acompañaba en la travesía, quien estaba parado a su lado, amenazando con cometer la misma locura con la que él había alucinado momentos antes.

Antes de verle… antes de que pudiese sentir a Bill nuevamente a su lado. Lejos de él, su vida no tenía sentido, estaba perdido y acabado. Pero Bill había vuelto, estaba ahí. Sentía que tenía motivos por los cuales seguir. Si aún así debiese soportar por el resto de su vida el vivir un infierno en casa de Simone, así lo haría. Lo haría por Bill… por poder seguir viendo su sonrisa al despertar por las mañanas a su lado.

-Por favor... – Rogó una vez más, el viento soplaba cada vez más fuerte y sol comenzaba a esconderse – Bill, bájate del puente, por favor… Bill, retrocede.

- ¿Por qué estás aquí, Tom? – Habló de pronto, y el mayor fijó su vista en el débil cuerpo que apenas resistía el impulso del viento - ¿Querías saltar? – Notó como comenzaba a llorar nuevamente, y desvió su vista hasta el vacío, hacía el agua turbulenta que corría metros más abajo de la altura de aquel puente – H-hazlo… - Tom volvió a mirarle, aterrado – Porque yo iré tras de ti.

Entonces comprendió, todo calzó dentro de su mente. Bill estaba dispuesto a morir si él lo hacía. Bill le amaba con todas sus fuerzas, tal como él lo hacía…

Los húmedos ojos de Tom se cerraron por unos cuantos segundos, intentando tranquilizarse un poco. Cuando volvió a abrirlos, volteó a mirar a Bill, quien mantenía la vista perdida en algún lugar del río o el bello paisaje que le rodeaba.

El mayor, lentamente y con sumo cuidado, bajó de aquel peldaño y retrocedió unos cuantos pasos lejos del borde de aquel abismo. Pero Bill… no se movió ni un centímetro.

-Está bien, Bill… estoy aquí, abajo… - Habló, intentado traer a su hermano de vuelta a la realidad, pero él seguía perdido en sus pensamientos. Y el viento agitaba su cabello y ropa, con fuerza, amenazante – Bill, aléjate de ahí…

Tom no sabía que hacer, él parecía no escucharle. ¿Y… si Bill saltaba?

Se acercó lentamente hasta él. No quería sobresaltarlo, su hermano estaba perdido dentro de su mente otra vez, y si él no hacía algo, aquella podría ser la última. Tom temía por su vida, por la vida de Bill…

Le parecía terriblemente irónico el hecho de pensar, que hace tan sólo un par de horas, imaginaba la maravillosa vida que tendría junto a Bill, y hora ahí estaban, ambos peligrosamente cerca del borde de un abismo.

-Bill… vuelve.

-Tú saltas… yo salto – Murmuró, elevando lentamente sus brazos.

El corazón de Tom se detuvo abruptamente, y en un movimiento rápido, tomó de la mano de Bill, sosteniéndola con fuerza – Tú saltas, yo salto – Repitió, y el cuerpo del menor se tensó notoriamente.

Bill volteó su rostro asustado en dirección a Tom, quien le miraba suplicante y con lágrimas recorriéndole las mejillas. Apretó su mano alrededor del agarre de Tom, y se dejó guiar con cuidado, retrocediendo hasta un lugar seguro y fuera de peligro de caer al abismo.

No sabía por cuánto tiempo estuvo perdido dentro de su mente. Y es que en su interior, se sentía tan solo y perdido, que había imaginado que Tom se lanzó antes que él, quedándose con los pies clavados al borde del puente, completamente fuera de si.

El pelinegro no pudo contener el llanto y se lanzó a los brazos de Tom, aferrándose a él con fuerza – No me dejes Tom, por favor – Murmuró - Llévame contigo, llévame contigo, llévame contigo… Dios, por favor – Repetía una y otra vez, mientras Tom le abrazaba y acariciaba el cabello con ahínco.

-Casi te pierdo, pequeño… casi te vas de mi vida – Le dijo, tragando con dificultad. Sus lágrimas eran más de felicidad que de pena, tenía a Bill en sus brazos una vez más.

Y lo que era mejor, él le pedía que le llevase consigo.

Y por supuesto que lo haría. Jamás volverían a separarse. Tom no le dejaría ir jamás, no podía hacerlo. Había preferido estar muerto antes que sin Bill. Parado en el borde de aquel abismo, había comprendido que quizás la culpa fue de ambos. Él fue demasiado impulsivo al no darle tiempo siquiera de analizarlo y decidir algo acerca de aquello. Simplemente le había dejado ahí, solo.

Pero eso ya no importaba más. Le tenía ahí, junto a él, entre sus brazos, sollozando y pidiéndole que no le dejara, que le llevase junto a él.

Tom apretó a Bill contra su pecho, queriéndole acobijar dentro de el. Sentía su pecho húmedo debido a las lágrimas de su hermano, pero él le dejaría llorar, le sostendría y le dejaría llorar todo lo que fuese necesario para que el pequeño Bill se calmase.

-Todo está bien, Bill… no volveré a dejarte ir – El moreno esbozó una pequeña sonrisa ante esas palabras, y enterró su rostro contra la curvatura del cuello de Tom, quien le besó y acarició la nuca con delicadeza.

Tom desabotonó su chaqueta, y abrazó a Bill rodeándole con ella. Juntos caminaron carretera abajo, todo lo malo había pasado.

La tristeza en la vida de los hermanos, había culminado en el momento de verse juntos dispuesto a saltar al vacío el uno por el otro. El amor había ganado esta vez. Por sobre todas las cosas, el amor había triunfado.

Y ellos estaban juntos, huyendo de todo el mundo al fin. Se las arreglarían para salir adelante y sobrellevar una vida como la que siempre quisieron vivir. Ya no tendría a nadie sobre ellos, no sentirían culpa sobre sus hombros por compartir la misma almohada. Eran libres al fin. Todo el mundo podía irse al carajo en ese mismo instante. Ya no importa, eran los gemelos, contra todos los demás.

Eran ellos, huyendo de aquella jaula donde por tanto tiempo tuvieron que permanecer encerrados. La vida les había cortado las alas, pero Tom había fabricado unas maravillosas alas blancas como la nieve. Y ellos las utilizarían bien, volarían al fin lejos de todo el dolor. Habían abierto la puerta de escapatoria que se les había negado, y por primera vez, ellos habían ganado.

“Te amo, Billy”

 

 

Notas finales:

Y bueno, aquí termina “My Obsession”. Muchas gracias a todas las personitas que leyeron ésta humilde historia, por sobre todo a quienes comentaban fielmente cada capítulo, haciéndome saber sus opiniones; me han hecho sentir muy orgullosa de lo que he creado y de lo que seguiré creando. Ahora tengo la confianza para seguir escribiendo, y atreviéndome a publicar mis historias… en fin, sólo quería agradecerles a todas y cada una de ustedes por  acompañarme con “My Obsession” hasta el final. Yo por mi lado, seguiré escribiendo y publicando más y más fanfics a medida que se me vaya dando el tiempo, así que, ¡están todas invitadas a continuar acompañándome con otras historias también! Realmente, me encantaría saber que mis futuras creaciones (y algunas actuales, como “Convicto”), también son de sus agrados. Muchas gracias por todo, ¡nos vemos! <3


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