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My Obsession por WinterNightmare

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Notas del capitulo:

Y bueno, ha llegado el momento; el capítulo que -estoy segura- much@s han esperado...

La hora de la verdad.

 

 

- Sé que estas aquí, Tom… -Dijo, entrando sigilosamente a la oscura habitación.

 Avanzaba con cuidado y a paso lento manteniendo una de sus manos aún en la manilla de la puerta, por si Tom se encontrase allí dentro, no le fuese tan fácil escapar. Bill se adentró aún más en la habitación, estirando y moviendo sus manos y brazos rápidamente a ver si encontraba a su gemelo.

- Que broma mas simpática la que me has hecho, ¿no Tom? – Estaba intentando ver algo en la oscuridad del cuarto - Pues te informo que me las pagarás - Al momento en que terminó esa frase, sintió unas fuertes manos tomando de sus brazos con fuerza y empujándolo a la cama, mientras el autor de esta nueva broma echaba a correr nuevamente, esta vez, escaleras abajo.

- ¡Tom! ¡Idiota! - Grito un ahora si, muy enfadado Bill, levantándose rápidamente y corriendo tras su hermano, quien ya había colmado su paciencia. El menor de los gemelos no era muy mal genio, o quizás si, pero esta vez, ya eran dos bromas seguidas, y ni una sola posible venganza de su parte.

- Bien – Bufó - Ya me hartaste - Confirmó Bill, llegando totalmente exhausto abajo - Esto ya no es gracioso. No me divierte, Thomas -Dijo cruzándose de brazos, mirando a todos lados con una mirada desafiante y molesta.

El de rastas se asomó lentamente por detrás de un gran sofá en frente de Bill, quien inmediatamente posó su mirada molesta sobre él - Oye, Billy… no estás enojado en serio, ¿verdad? - Preguntó.

- Ni te me acerques - Dijo mientras se sentaba en la elegante, cómoda y suave alfombra de la sala.

”Thomas”… el mayor analizó cada letra de lo que había escuchado, cuando su hermano le llamaba así… ya no era un juego. ¿Qué se supone que haría ahora?

Tom se sentó igual que Bill y en frente de él, viéndole jugar con los pelitos de la alfombra color beige. El de ratas le miraba atentamente, pero este no lo hizo ni por sólo un segundo.

Ya habían pasado varios minutos y de Bill, nada. Tom comenzaba a sentirse mal, pero recordó la única manera con la que había conseguido una sonrisa de su hermano.

Gateando, comenzó a acercarse lentamente al menor, mientras éste le miraba confundido. Sus rostros quedaron frente a frente y sus narices se rozaron consiguiendo un suave pero hermoso rubor en las mejillas de ambos.

- T- Tomi -El mayor calló sus labios con un tierno y duradero beso, aún afirmado sobre sus rodillas y manos. Bill enrolló lentamente sus brazos alrededor del cuello de Tom, haciéndole sonreír contra sus labios; dándole a entender que había conseguido arreglar las cosas de la forma más linda y que más le gustaba hacerlo.

El pelinegro retrocedió aún besándole, atrayendo a Tom con el. Recostado sobre la cálida alfombra, manteniendo a su hermano sobre su pecho que subía y bajaba con rapidez por la agitación y lo acalorado del momento. El mayor comenzaba a ponerse duro, y las mejillas de Bill ya ardían de pura y autentica excitación. El menor era muy fácil de excitar, pero eso era justamente una de las cosas que a Tom le encantaban de él, que tras unos pocos pero intensos movimientos contra él, podía dejarlo en llamas.

- ¿Me perdonas? - Preguntó Tom contra los labios de su igual, meciéndose lentamente sobre su esbelto cuerpo, proporcionándole perceptibles embestidas.

- Aún no, Tom -Contestó Bill en un hilito de voz mientras desabotonaba sus ajustados pantalones sin dejar de mirar a Tom, quien alejado unos cuantos centímetros de él, le devolvió la mirada completamente sonrojado, comprendiendo lo que éste pretendía.

- Ya sé a donde quieres llegar... - Inquirió Tom alzando una ceja y sonriéndole ampliamente, mientras se disponía a bajar de los boxers de éste y liberar su excitada humanidad.

Ya no había vergüenza, en el diccionario de los gemelos, ya no existía la palabra “pudor”.

“Mierda, mierda” murmuró para sus adentros mientras introducía a su boca el gran miembro erecto de su hermano. Tampoco había pensado antes, que Bill lo llegaría a calentar de esa forma, que llegaría a hacer cosas inimaginables para él y por él, como el sexo oral a un hombre. ¡Ni con una mujer se le habría ocurrido imaginarlo!

El mayor de los hermanos era muy reservado y estructurado, aunque su facha y mala fama dijeran lo contrario. Sabía como comportarse y ser un caballero. Era receloso y bastante pudoroso en el tema “chicas”, claro, ya que nunca había relacionado la actividad sexual a un hombre.

Pero, era su querido hermano gemelo y por él, haría cualquier cosa. Incluso lo que ahora estaba haciendo, o lo que estaba dispuesto a hacer…

Los sentimientos del uno por el otro se habían vuelto indestructibles en medio del silencio que sus mentes les obligaban a mantener. Ninguno de ellos pensaba en lo que sucedía, nunca lo hacían. Ninguno de ellos se detenía a pensar en que había besado a su propio hermano, ya no…

Nada les importaba que Simone pudiese entrar por aquella puerta a sólo metros de ellos, en cualquier momento. Estaban en su burbuja, en su mundo, sólo de ellos… nada ni nadie podía perturbar ese lugar tan enfermamente paradisiaco para ambos, un lugar perfecto que compartían, donde podían vivir libremente, sin importar lo que la gente opine de lo que ambos sentían o hacían, incluso, sin importar su propia progenitora (su única y actual familia directa).

Si bien ahora la excitación de ambos estaba primera, no siempre era así. Bill siempre buscaba de cualquier forma un abrazo o muestra de cariño de Tom para no sentirse agobiado por sus sentimientos “supuestamente” no correspondidos hacia éste. Últimamente había considerado la opción de que quizás su igual sentía exactamente lo mismo que él, pero, claro, la idea quedaba sólo en idioteces lanzadas al aire, a la nada. Por miedo al rechazo, a la burla, a la realidad, a descubrir que esa hermosa fantasía no era cierta, se había reservado a no decir nada que pudiese delatarlo.

Pero el sentimiento vivía y crecía muy rápido dentro de ellos. Había salido a luz en este último tiempo, pero quizás siempre estuvo ahí… muy en el fondo, pero lo estuvo.

Tom lamía el miembro de su gemelo en su totalidad, introduciéndolo y sacándolo de su boca, a veces rápidamente y otras no tanto. Amaba escuchar esos suaves gimoteos de Bill, y acariciar sus muslos mientras “lo ayudaba”.

El pelinegro dio un giró rápidamente levantándose un poco y empujando a Tom para que este quedase recostado en el lugar mientras se sentaba sobre su regazo, apoyando su tan divino trasero sobre el miembro palpitante de su gemelo, aún guardado dentro de su holgado pantalón. Bill comenzó a moverse sobre Tom, arqueando su espalda ante el roce de sus nalgas contra la aún oculta y desconocida longitud de Tom.

El de rastas nunca pensó que aquel inocente, tierno, angelical y temeroso chico de cabellos oscuros y desordenados, podría llegar a ser tan jodidamente ardiente.

Bill miró a Tom por algunos segundos antes de removerse de sobre él y sentarse sobre sus muslos. Llevó sus manos hasta el pantalón de su igual quien le miraba completamente expectante y dudoso, ¿qué estaba por hacer?

El menor vaciló unos segundos, dudando, pero se decidió a hacerlo; lentamente bajó de los boxers de su gemelo, sintiéndole tensar el cuerpo y apretar sus ojos mientras soltaba un ahogado sollozo.

Tomó del miembro del chico de rastas, cuidadosamente, mientras su mirada recorría cada centímetro... Tom era realmente grande, o eso pensó.

Comenzó a mover su mano de arriba a abajo en la excitación de su hermano, sin quitarle la vista de encima; amaba ver su pecho subir y bajar rápidamente, le gustaba verle esforzarse en como trataba de que esos agudos gemidos no se escaparan de su garganta; y su rostro... su rostro reflejando todo el placer y alivio que esos suaves movimientos en su palpitante erección le hacían sentir.

Bill esbozó una pequeña sonrisa victoriosa y relajada al ver a su hermano en ese estado, aumentando la rapidez de los movimientos. Su hermano había jugado con él, ahora era el mismísimo pelinegro quien ponía las reglas del juego, quien daba las órdenes, quien mandaba y dominaba.

De pronto detuvo los movimientos, haciendo que Tom reabriera sus ojos pesarosamente, creyendo que todo había llegado a su fin. El de rastas tranquilizó su respiración e intentó incorporarse cuando nuevamente su cuerpo tembló, dejándole caer completamente rendido al suelo al sentir los húmedos labios de Bill rozar su miembro.

- Bill… maldición – Se afirmó sobre sus codos, intentando controlar los temblores de su cuerpo; sintiendo un suave y agradable cosquilleo subir desde sus muslos hasta sus sudados hombros.

Luego de unas cuantas lamidas, Bill introdujo toda la extensión humana en su boca, succionando tranquilamente, sintiéndose endurecer aún más. Hacer eso no le ayudaría a "calmarse" pero quizás a Tom sí, pensó.

- B-Billy – Llamó. Tom estaba a punto de derramarse dentro de la boca de Bill e hizo todo lo posible para que eso no pasara. Al momento de pronunciar su nombre, tomó cuidadosamente del mentón de su hermano y levantó su rostro, sacando su miembro de la boca del menor. Bill entendió lo que su hermano hacía y estirándose un poco sobre su cuerpo, se abrazo a su cuello.

Ambos estaban sudados, muy sudados y semidesnudos en la sala principal. Sabían que necesitaban una ducha urgente. El mayor miró hacia el reloj que colgaba de una de las paredes.

- 10:27 -Dijo mientras tomaba de mano de Bill, entrelazando sus temblorosos dedos mientras se ponían de pie.

- Simone llegará a eso de las 12:45 - Agregó el pelinegro. Frunciendo el entrecejo.

Últimamente su madre estaba llegando demasiado tarde a casa, más de lo común… pero, eso no era ningún problema para ellos, lo contrario, ¡se sentían agradecidos!

- ¿Crees... crees que alcanzaremos a tomar una ducha... hm... ya sabes... juntos? - Preguntó algo sonrojado y sonriente, mientras Bill asentía y tomaba de sus mejillas atrayendo su rostro al suyo, uniendo sus labios nuevamente en un pequeño beso.

Caminaron juntos hasta el baño, desnudándose en el camino sin cuidado alguno. Tom recogió sus rastas y se metió a la bañera donde ya se encontraba Bill. Jugaron con las burbujas y espuma como unos pequeños niños hasta que un ruido les sobresaltó.

Tom se incorporó un tanto y rebuscó en el suelo, entre la ropa de ambos que estaba esparcida en el lugar.

- Hola, Georg -Contestó rápidamente al alcanzar su celular. Volteó a mirar a Bill, quien suspiraba aliviado; de haber sido Simone…

- Hola, Tom – Saludó efusivo y a la vez muy alegre y entusiasmado - Ya sabes de la fiesta de hoy, ¿verdad?

- ¿Fiesta? ¿Cuál fiesta? - Preguntó confundido.

- Mi fiesta – Bufó sin aparente molestia - No es por nada en especial, es sólo por diversión, ya sabes.... – La voz de Georg se tornó confusa y Tom estaba por preguntar cuando su amigo retomó el hilo de la conversación – Me extraña que Andreas no te avisara antes – Aclaró, y un silencio se formo en la línea - Pero bueno, si quieres puedes venir, los chicos llegarán a eso de las 11:30 y también vendrá Geri y unas cuantas chicas fáciles de los cursos menores –Comentó con picardía, obteniendo un gruñido como respuesta.

- Está bien, Georg - Respondió mirando a su gemelo - Veré si Bill me acompaña, no quiero dejarlo solo - El pelinegro negó rápidamente con la cabeza, no quería encontrarse con Andreas, sólo escuchar el nombre de aquel chico, le había erizado los vellos. El mayor le miró confundido.

- Bien, te esperamos.

- Ok, adiós – Finalizó, aún con la mirada fija en Bill.

Tom lanzó su móvil lejos de donde pudiese dañarse al caerle agua, incorporándose y saliendo de la bañera. Caminó unos cuantos pasos sin decir nada y tomó una toalla blanca y grande, amarrándola a su cintura. El menor de los gemelos no le siguió, se quedó dentro avisando que estaría listo en unos minutos más. El de rastas recogió su ropa y salió del baño.

Otra vez estaba teniendo actitudes algo extrañas, según Tom. La situación le carcomía por dentro, no le gustaban los secretos, mucho menos si era Bill quien le ocultaba algo. La sola idea de que algo estuviese pasando a sus espaldas le revolvía el estómago.

No quería interrogarle, pero, ¿desde cuando se supone que no quería ir a fiestas? Que no quería pasar más tiempo junto a él... definitivamente algo pasaba, pero por ahora –y una vez más- lo dejaría sólo así, sin decir nada. Ya llegaría el momento de hablar.

Intentó dejar de pensar en eso, pero la curiosidad lo mataba…

Miró rápidamente hacia la puerta del baño, aún cerrada y cogió el móvil de Bill que estaba sobre la alfombra donde minutos antes ambos habían estado. Revisó cuidadosamente cada carpeta del móvil, sin encontrar nada que le llamara la atención.

Se maldecía por dentro, ¿cómo podía estar desconfiando así? ¿Por qué?

Los músculos de Tom se tensaron y su cuerpo cedió. Se mantuvo gran rato sujeto a la pared, temblando, mientras con su mano libre apretaba el aparato que le había cagado la noche, la semana… pensó que se desmayaría por lo que sus ojos habían leído.

¿Cómo pudiste, Bill?...

Mensaje de:

Andreas.

”Hola precioso, ¿cómo está mi muñeca más linda?, espero que estés de lo mejor, lindura. Quisiera verte, ojalá puedas ir a la fiesta de Georg…  tú solo, ya sabes… cuídate mucho bebé, nos vemos más tarde y tendrás recompensa.”

Muchas cosas se aclararon al instante y otras se enredaron aún más en la cabeza de Tom. Andreas sabía de la fiesta, obviamente, pero era un excusa más para ver a Bill, ya que quería que asistiera solo, por eso no le avisó de nada.

Pero…

- Tom - El pelinegro se asomó por la puerta del baño, miró lo que Tom (a espaldas de él) sostenía entre sus manos y caminó rápidamente hacia él mirando atentamente el celular y reconociéndolo como suyo - ¿Qué crees que estás haciendo?

- ¿Qué tiene de malo? ¿Me ocultas algo? - El rostro de Bill palideció - ¿Hay algo que yo no deba saber? – Preguntó intentando sonar calmado, pero, no podía.

 - No – Contestó inmediatamente, con frialdad.

- ¡Y todavía mientes! - Exclamó, furioso – Mientes en frente de mis narices, maldita sea.

- Yo… no estoy mintiendo, Tom, yo – Balbuceó en vano, bajando la mirada al sentirse derrotado – No sé de qué hablas…

- Mírame – Inquirió el de rastas, avanzando rápidamente hacia su hermano, tomándolo por el mentón fuertemente y sin cuidado – Mírame, Bill, y dime que no tienes nada con Andreas, dime que nunca te ha tocado. Dime que nunca lo has besado. Dime que nunca has… -Estaba al borde de las lagrimas pero se las ingenió para que éstas no cayeran. Bill no le vería llorar, él no se merecía nada que Tom pudiese darle - Ni siquiera puedes mirarme…

Tom le soltó, alejándose lentamente de Bill antes de tener algún inesperado escape de furia en su contra.

- ¡Porque mierda me tienes que importar tanto! -Gritó furioso, llevando ambas manos a su cabeza - ¡Si puedes hacer lo que te plazca la puta gana! No som…

- Tom – Llamó con la voz en un hilo – Tom, por favor... - Bill avanzó hasta él, tomándolo con cuidado de sus brazos, pero éste le alejó con violencia.

- No, Bill, maldita sea – Se detuvo un momento, escuchando unos sollozos que le parecían de falsa modestia, lo que le hizo hervir la sangre - ¡¿No lo entiendes verdad?! No… no tienes ni puta idea.

- Yo no tengo nada con él, Tom… Dios, yo…

- ¿Nunca lo has besado? - Intervino. Bill bajó la mirada lentamente - ¿Nunca te ha tocado? - Él simplemente no contestó y Tom asintió, desviando su mirada - Nunca pensé así de ti… pensé que te conocía, eso creí.

- Ahora contéstame…  - Continuó luego de un largo y doloroso silencio - ¿Estás con él mientras juegas con tu propio hermano? - Eso le dolió a ambos, caló en lo más profundo de sus corazones.

Bill se dejó caer de rodillas al suelo y cubrió su cara con ambas manos. Estaba perdido, Tom no le escucharía…

El mayor ya no podía soportarlo más, no podía mirarlo, nada. Una lágrima rebelde cayó por su mejilla derecha, siendo rápidamente secada por el puño de Tom quien al mismo tiempo corría escaleras arriba.

Varios minutos pasaron hasta que el de rastas apareció en la sala nuevamente. El menor no levantó la mirada ni por un segundo.

Tom abrió lentamente la puerta, mirándolo por última vez, antes de salir de la casa y cerrar fuertemente con un sonoro portazo que sobresaltó al demacrado pelinegro.

- Esto… no es un juego… - Susurró por lo bajo, mientras soltaba todo el llanto que había guardado frente a Tom.

 

Caminaba lentamente con la vista fija en sus pies. Estaba a solo minutos de ver a Andreas, su mejor amigo… se sentía horrible, aterrado, acabado al saber que había defraudado de tal forma a su prácticamente “hermano”.

Su gemelo, era el novio de su mejor amigo… y él… no era su culpa, lo sabía, pero era alta traición de todos modos.

- Cómo pude creer en ti - Habló para si mismo mientras varias lagrimas resbalaban por sus mejillas escarchadas - Tantas veces que me dijiste que nada malo pasaba…

Se detuvo frente a la casa de Georg, quien teniendo todas las puertas y ventanas cerradas, dejaba escapar la ruidosa música a las tranquilas calles del lugar. Secó todas sus lágrimas con las mangas de su ancho polerón antes de tocar el timbre que estaba a un costado de la puerta. Iba a olvidarse de todo… iba a olvidarse de Bill.

- ¡Tom! -Exclamó Andreas al apenas abrir la puerta y abrazarlo - ¿Cómo estás? - Preguntó sonriente.

- Bien… ¿tú? – Se sentía más enfermo que nunca, incluso más que cuando besó a Bill por primera vez.

- Bien, ¿vienes… solo? – Cuestionó mientras el de rastas se retorcía en remordimiento.

- Si, Bill se quedó en casa -La expresión de Andreas cambió lentamente, Tom no supo como interpretarla.

- Ya veo… adelante – Invitó el rubio, limitándose a sonreír.

Tom avanzó entre la multitud. No eran demasiadas personas pero sólo quería llegar a un sofá y estar ahí, solo. Su idea de buscar algún remedio para contra Bill se había esfumado al beber el primer vaso… no sería capaz.

Su estómago se retorció fuertemente ante una gran pregunta que lo abatió de pronto: ¿Y si Bill no eras más que una “victima” de reiterados abusos de parte de Andreas?

No, no podía ser cierto, quería creer que no era cierto, pero el miedo lo invadía… Tantas eran las veces que había visto a Andreas en una situación extraña y a su pequeño gemelo, tan solo tensarse y alejarse lo más posible de él…

 

(Casa Kaulitz)

- Así que te gusta revolcarte con tu hermano, ¡¿verdad?! - Gritó Andreas completamente fuera de si, mientras golpeaba y amarraba las manos de Bill contra su espalda - ¡Contéstame, mierda!

- ¡Tom! -Gritaba el pelinegro en un desesperado intento de liberarse de las manos del rubio. Estaba perdido, estaba sin Tom.

- ¡Tom, Tom! – Imitó Andreas, mofándose - Tu querido hermano no vendrá. Está demasiado ocupado follándose a algunas perras en casa de Georg - Dijo sonriendo con malicia, mientras obligaba al pelinegro a arrodillarse en la cama - Ahora pagarás por cada segundo que fui ignorado, precioso.

Bill ya no tenía fuerzas para gritar, para pedir ayuda, para llamar a Tom… rendido, mientras sentía las manos de Andreas sobre su trasero, bajando de sus boxers.

- No llores… - Susurró, intentando sonar empático ante la situación - Estoy seguro de que te lo haré mejor que él - Rio, mientras desabotonaba sus pantalones.

 

(Casa de Georg)

Caminaba rápidamente entre los invitados intentado ver a Andreas por algún lado, pero ni rastro de él. Su corazón se paralizó y se sintió desvanecer. Corrió fuera de la casa lo más rápido que pudo al encontrarse casi al borde de la ebriedad, desesperado, rogando que no fuese demasiado tarde.

Su casa estaba a unas cuantas cuadras, sólo unos escasos metros…

La puerta de su casa estaba entre abierta, eso lo espantó aún más. Entró y miró inmediatamente hacia donde había visto a Bill por última vez, pero ya no estaba ahí.

Tom no sentía sus piernas. Su cuerpo se encontraba completamente adormecido. Su cerebro y su boca eran ahora sus peores enemigos.

De pronto escuchó gemidos y sollozos pidiendo que le dejaran en paz. Se derrumbó; era la voz de Bill.

Su cuerpo comenzó a temblar y sus ojos soltaban lágrimas inconscientemente.

- Bill… ¡Bill! - Llamó mientras corría trastabillándose escaleras arriba, abriendo la puerta de su cuarto con un sólo golpe.

La imagen lo golpeó fuertemente.

Por unos segundos cualquier tipo de ruido fue completamente inaudible a sus oídos. Sus ojos se tapaban de lágrimas auténticas de ira, y Bill… estaba seguro de que aquella imagen se grabaría en su mente por el resto de su jodida vida… Tom ya no sentía nada de su propio cuerpo, había desaparecido, se había desvanecido al momento de entrar en la habitación.

Sus puños estaban apretados con tal fuerza que sus músculos dolieron.

Andreas, al ver al gemelo mayor en la escena se apartó rápida y tontamente del menor, cayendo inútilmente fuera de la cama, sin dejar de mirar a su amigo.

- Hijo de puta… - Se abalanzó sobre su ya ex mejor amigo, golpeándolo con todas sus fuerzas.

Quería matarlo, quería verlo desangrarse en el suelo de su frio cuarto… iba a matarlo.

Bill gritaba y se removía en la cama para intentar desatar sus manos, si él no los separaba esto terminaría mal. Su hermano estaba sordo a sus gritos desesperados de que detuviera la pelea.

Golpeaba sin parar a Andreas, hasta que por una milésima de segundo fijó su vista en el rostro ensangrentado, dando un último golpe y dejando el cuerpo caer.

Corrió a desatarlo y sacarlo del lugar. Bill iba a quedarse fuera de la escena, él no vería como su gemelo destruía a Andreas.

 

Nadie toca lo que a Tom le pertenece.

 

 

 

Notas finales:

Y como siempre; comentarios, sugerencias, críticas, opiniones, serán siempre bienvenid@s :D


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