Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hasta que cierre los ojos por Cintia Elric

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 

  Este fanfic a continuación fue escrito hace ya largo tiempo y ganó el primer lugar en el concurso literario de "Vivid Carrots".

Para escribirlo Vittoria D'Lenfent y yo asumimos los roles de Sakura y Hyde respectivamente y escribimos el fic desde sus puntos de vista.

Espero lo disfruten.

Cintia Elric

Dedicatoria: Al amor que ya no está, pero me hizo lo que soy y quedará para siempre en mi memoria.

Fecha de publicación: 28 de diciembre de 2008 - Corrección: Ogawa Saya

 

HASTA QUE CIERRE LOS OJOS

Alguien dijo alguna vez, entre las tantas personas que dicen cosas y las tantas cosas que se dicen, que los besos revelan mucho acerca del carácter de cada uno. O, quizás, tal dicho lo hubiese leído en una tonta revista de modas, tiempo atrás. El punto es que si había algo que no se me daba bien, entre otros asuntos, eso eran los besos. No porque me considerara un mal besador, ni mucho menos porque alguien se hubiese quejado por mi desempeño en la materia, sino más bien porque mis besos solían ser, en su gran mayoría, inoportunos. Inoportunos, esa era la palabra indicada para describirlos. En más de una ocasión, mientras ensayaba distraídamente o mientras regresaba bastante borracho de algún bar o fiesta, me ponía a recordar no sin vergüenza mi primera clase grupal de batería con un profesor que había encontrado en la guía telefónica, al cual, en lugar de haberlo saludado como lo hubiese hecho cualquier japonés, es decir, con una pequeña reverencia, le había plantado un espontáneo beso en la mejilla delante de todos los demás alumnos. Ocasionalmente me acordaba también de la atractiva muchacha de Shibuya con la que acostumbraba verme dos o tres veces en la semana. Los besos, en un comienzo, habían estado cargados de pasión. Con el correr del tiempo, simplemente olvidé que sus labios maquillados de rojo o salmón estaban allí para ser besados.

Por todo esto, resulta poco sorprendente que hubiese terminado besando al chico de cabello hasta la cintura y largo camisón blanco. Tal vez era culpa de aquel pequeño rostro que me había estado observando durante largo rato en una esquina oscura, enmarcado en extensos mechones castaños. O también de los curiosos reflejos multicolores que iluminaban las hebras onduladas a causa del cielo bañado en fuegos artificiales. ¿Había sido el chico el responsable de semejante movimiento que había terminado por unir su cabeza con estos labios intempestivos? Sea como fuere, el aroma a shampoo se me había colado por la nariz e impregnado en mi piel. Hyde no pareció percatarse de nada. Con un poco de suerte, puede que lo hubiese tomado como un pequeño tropiezo.

-------------------------------------------------------------------

Aroma a tierra mojada. A la tormenta que pasó y a las hierbas que castigadas liberan su aroma exquisito recibiendo al sol. Ese olor de principios de verano me recuerda a mi infancia…

Yo fui un niño extraño. Me sentía incomodo en compañía de la gente y a menudo me encerraba a jugar solo.

Desde el amplio ventanal de mi habitación que daba al jardín, se filtraba aquel aroma de estación. Nunca pude explicarme por qué me llenaba de esperanza y de promesas de felicidad. Soñaba despierto, y soñaba que alguien vendría a mí alguna vez y simplemente me entendería. Que se sentaría a mi lado y me acompañaría siempre sin necesidad de preguntar...

Con el cambio de las estaciones y el correr de los años, olvidaba este sentimiento.

—Es sólo inspiración —me decía.

Pero, con cada verano, renacía en mí ese anhelo. No era ya tan importante. Me concentré en el arte y en la música que me hacían sentir completo, y a menudo pensaba que quizás nunca necesitaría la compañía de alguien. Sólo con amigos, amantes y la fantasía del amor estaría bien…

Tal vez me había acercado demasiado. Era un error común y a veces olvidaba que mi apariencia podía resultar confusa para algunos hombres.

El pálido baterista vestido de negro me había llamado la atención, principalmente porque parecía que tocaba de pie, por la manera en que mantenía derecha su espalda frente a la batería. Analizando este hecho, me había distraído y tuve que pedirle a Tetsuya que me repitiera la pregunta cuando me interrogó acerca de las habilidades del futuro nuevo integrante.

—Tiene buena coordinación… —atiné a contestar mientras encendía un cigarrillo.

—¿Sólo eso? —me preguntó riendo, justo en el momento en que se acercaba.

Era alto.

Saludó a Tetsu con un beso en la mejilla, y me dirigió una inclinación de cabeza. Me divirtió por un momento la idea de que hubiese creído que yo era novia de Tetsuya.

Hablaron por un momento de la composición que había interpretado Sakura, que era de su autoría.

Me sentía triste, casi desesperado, aunque no lo demostrara abiertamente. Y mi mutismo malhumorado me hacía parecer arrogante. Tetsu intentaba integrarme todo el tiempo a la conversación, y yo la evadía con monosílabos.

Fue un alivio que la gente en el salón comenzase a empujarnos hacia afuera para admirar los fuegos de artificio que ya iluminaban el cielo.

Tras una explosión fuerte seguida de una lluvia de luces escarlata terminé al lado del chico "que tocaba la batería de pie". Olía a cigarrillo y quizás al aroma lejano del cuero de la ropa que usaba. Su imagen se me antojó fría y a la vez cruel; la piel tan blanca y el resto tan oscuro. Sólo los relámpagos de los fuegos llenaban su cuerpo de colores vívidos. Quedé mirándole.

Sí, tal vez me acerqué demasiado llevado por un temor inconscientemente infantil a los estruendos de esa noche.

Y aquel gesto inesperado, el primer gesto de ternura para conmigo, fue malinterpretado.

Me alejé pronto de él y del desconcertado Tetsu y me perdí entre la muchedumbre, tocando el mechón de cabello que Sakura había besado…

 

-------------------------------------------------------------------

Lo vi correr hacia el conmovido gentío con una prisa alarmante. Ahora, los fuegos artificiales encontraban su fin en ininterrumpidos estallidos, uno tras otro, anunciando su pronta culminación.

—Déjalo —oí que alguien comentaba al notar mi cara de confusión. Era la voz de Tetsu, la persona que me había invitado a pasar aquella Nochebuena en Osaka con ellos—. Hyde suele tener esa clase de comportamientos repentinos. Es cuestión de acostumbrarse.

Me resultaron un poco crueles sus palabras, pero intenté despreocuparme aunque mi mirada aún continuaba paseándose de un lado a otro, buscando algo que ya parecía haber sido tragado por el monstruo de la multitud.

—Entonces, ¿qué dices? —preguntó Tetsu, adelantándose un paso para colocarse junto a mí. Me costó comprender, tanto por los insistentes estruendos como por mi falta de atención, a qué se refería—. ¿Serás nuestro baterista?

—No lo sé —respondí vagamente con distracción.

—A Hyde también le ha gustado tu forma de tocar. Pienso que si somos todos buenos, y tú en verdad lo eres, podríamos llegar a resultados interesantes, ¿no lo crees?

Lo único que creía en ese momento era que deseaba relegar esa conversación para más tarde. Quizás para otro día. Yo también tenía una buena cantidad de sueños que involucraban un par de palillos, bombos, redoblantes y platillos. L'arc en Ciel no sonaba nada mal como para apostar en ella mis ilusiones. Pero aquella noche de encuentro sabía a destino, a destino de algo más. Era una sensación extraña, encontrándome rodeado de tantos desconocidos y lejos de casa. Tal vez hubiese sido más sensato pasar la Navidad compartiendo besos con alguna bella muchachita.

Pero yo estaba allí, después de todo. Y Hyde no parecía tener intenciones de regresar enseguida.

—Déjame pensarlo unos días.

 

-------------------------------------------------------------------

La alarma del teléfono sonó estruendosa, terminando con el silencio arrullador de una madrugada tranquila, y arrancándome de mi sueño ligero. Cómo odiaba que llamaran de mañana.

Pensé en dejar que el interlocutor se cansase y colgara. Pero a la quinta o sexta llamada, corrí tambaleante hacia el aparato y reprimí un bostezo antes de atender.

A esa hora de la mañana sólo podía ser…

—Tetsu… Hola…

—¿Eh? ¿Te desperté?

Un mohín de disgusto fue mi respuesta, pero mi carencia de palabras le contestó.

—Bueno… Perdón, perdón. Es que tengo buenas noticias. ¡Tenemos nuevo baterista!

Una vaga imagen de la noche de Navidad cruzó por mi mente y me despabiló de repente. Tetsuya siguió hablando a pesar de mi callar:

—Es Sakura.

Mi pecho se comprimió ante la declaración, y casi podía sentir el latido de mi corazón vibrando en mis oídos. ¿Por qué me ponía tan nervioso?

—¿Lo recuerdas? El chico de Tokio que tocó en la fiesta de Navidad. Por cierto, tendrá que mudarse aquí para poder venir a los ensayos. Puede quedarse conmigo un tiempo pero… quizás sería mejor que luego se mude contigo.

—¿Qué? ¿Qué quieres decir? Sabes que no puedo…

—¡Vamos, Hyde! ¿No es que querías deshacerte del pesado Kiyoharu? Es una buena oportunidad, y además Sakura necesita dónde quedarse…

Tetsu seguía con su encantador discurso de vendedor, intentando convencerme como siempre. Mientras que a mí me parecía imposible compartir casa con aquel muchacho.

Kiyoharu estaba en el ambiente musical desde hacía bastante tiempo llevando a la fama a varias bandas indies, y nos había ayudado mucho a promocionarnos. Porque le estaba agradecido por ello y porque teníamos ideas y proyectos en común había aceptado mudarme con él. Pero con el correr del tiempo, su presciencia empezó a resultarme molesta. Quizás fueron las costumbres desagradables que tenía o que comenzó a volverse insinuante conmigo. Tal vez fui sólo yo, inventándome razones porque me incomodaba vivir con alguien. Lo que más deseaba en ese momento era estar solo, pero a la vez sufría la soledad.

—Está bien, está bien… Pero déjame hablar con Kiyoharu antes…

Por lo menos eso callaría a Tetsu por un rato, y me dejaría a solas en mi confusión. No estaría bien negar mi casa a un miembro de la banda sólo por un tiempo…

-------------------------------------------------------------------

Separé los párpados con pereza, moviendo apenas los ojos y ninguna otra parte del cuerpo. Hyde debía haber pasado un buen rato deslizándose entre mis pertenencias (un mar de cajas mal dispersas por todo el comedor) antes de que notase su sigilosa presencia. Otra vez había estado a punto de quedarme dormido.

—¿Soñando despierto de nuevo?

Su voz suave llegó desde un lugar inalcanzable para mi vista.

—Sólo descansaba los ojos.

Mi mente tendía a perderse más en sucesos del pasado que en proyectos para el futuro. Extrañaba a mi madre, y el departamento aún se me hacía algo raro. De todas formas, vivir solo hubiese sido la peor de las elecciones. Hyde no parecía ser un mal compañero.

—Entonces, ¿piensas venir? Ya se ha hecho un poco tarde.

Su menuda figura apareció entre las cajas apiladas, luciendo uno de aquellos vestidos que sólo a él podían sentarle bien. Antes de responderle, estiré la mano para tomar el cigarrillo a medio consumir que había abandonado sobre el cenicero y me puse de pie.

—Claro que iré. Tetsu me extrañará si no voy... —reí mientras buscaba el encendedor en los bolsillos de mi pantalón de cuero—. O aprovechará para hablar mal de mí a mis espaldas. Pero antes debo darme un baño. Puedes ir yendo, si quieres.

No dijo nada. Simplemente se sentó en el mismo sillón donde yo había estado reposando la última media hora y comenzó a tararear alguna canción. Enseguida, el sonido del agua llenando la tina cubrió parcialmente el sonido de su voz.

—¿Y en dónde crees que terminemos esta vez? Espero que no sea en ese bar donde la cerveza sabía a orín y las meseras olían a cerveza.

Era obvio que con Tetsu y los demás nunca se sabía si terminaríamos en un sitio decente o en el peor de los antros (o en ambos lugares), por lo que no me molesté en escuchar su contestación, si es que la hubo. Yo ya me encontraba en la cocina, sacando una botella de sake del refrigerador.

—Nos vemos en media hora —dije, agitando la botella y cerrando la puerta del baño detrás de mí.

Me desvestí con rapidez y me introduje en la tina desbordante. Siempre tuve la sensación de que era el agua caliente una especie de criatura bondadosa que absorbía lentamente todo mi cuerpo para relajarlo. Mientras esto ocurría, la diferencia de temperatura del baño y de mi bebida de compañía me produjo escalofríos.

Luego de dar un primer y largo trago de sake, lo dejé a un lado y hundí mi cabeza en el agua, escuchando todos los sonidos potenciados del departamento y sus alrededores. Las gotitas que una tras otra caían del grifo mal cerrado producían una percusión interesante. Quién sabe si en ese momento no se me ocurrió que debería tener en cuenta a las gotitas.

-------------------------------------------------------------------

Miré mi reloj pulsera. Ya hacía cuarenta y cinco minutos que estaba en el baño… Y en ese tiempo bastaba que se retrasara tres minutos de la hora para que comenzara a preocuparme.

Y no sabía por qué. Los dos bebíamos como peces y hasta ahora la única preocupación era la resaca del día siguiente. Por alguna razón sentía que debía estar alerta cuando Sakura agarraba la botella.

Rodeé la habitación evitando cajas, intentando todo lo posible acercarme al baño. Tomé unos collares y me miré al espejo.

La puerta del baño se abrió. Apresuré el paso hasta la sala y antes de entrar bajé la velocidad…

—¿Estás triste? —Pronto me arrepentí de haberle hecho esa pregunta. Fui estúpido y atrevido, no lo conocía tan bien como para preguntar tal cosa, y aunque así fuese, no preguntaba cosas íntimas siendo yo mismo tan reservado.

No me respondió, se le veía algo desorientado por el alcohol y sonrió tristemente antes de mirar a la ventana. La luz eléctrica de color azul había teñido todo su cuerpo. La piel refulgía fresca y brillante, llena de la cruel melancolía de la luna que había iluminado la noche.

La luz estaba apagada. A veces quedaba así desde el atardecer, y ninguno la prendía. Luego de andar a tiendas por la casa en penumbras, nos preguntábamos tontamente: "¿Por qué está tan oscuro?" Y, riéndonos de nosotros mismos, buscábamos el interruptor.

Quizás era que no teníamos consciencia de cuándo la oscuridad nos invadía. Al igual que la tristeza y el vacío, se esparcía a nuestro alrededor y entraba en nosotros sin que nos percatásemos, hasta que ya estábamos completamente colmados de ella.

Meditando todo eso, me había quedado en silencio, y él también. Buscando una respuesta a la pregunta tan imprudente.

—Lo siento… Todavía te estás adaptando aquí, molesto demasiado.

Bajé la vista ante mi disculpa torpe. La negra habitación, la luminiscencia melancólica, su afligido mirar me habían deprimido, ya no tenía deseos de salir.

Me sobresalté cuando sentí su mano al costado de mi mejilla y resbalando ligeramente por mi cabello. En otra oportunidad habría apartado su mano violentamente. Quizás hasta lo habría insultado y luego escapado (confuso, enojado, asustado…) por las calles solitarias…

—¿Qué estabas cantando?

La pregunta me descolocó un poco, todavía aturdido por su roce. Me soltó la mejilla y prendió la luz, para mi alivio. Las paredes cobraron sus colores naturales, amarillento por las lámparas dicroicas.

—Nada en especial… Una melodía que se me ocurrió. Puede ser para un poema que escribí hace tiempo. Había compuesto un acompañamiento para guitarra, pero eso es todo…

Se sentó en el sillón.

—Creo que Tetsu se enojará conmigo…

Sacó los cigarrillos del bolsillo de la campera y encendió uno rápidamente.

Comprendí que se quedaría para ayudarme con la letra. Me animé repentinamente y corrí a la cocina a buscar cerveza fría y snacks.

Me senté a su lado en el sillón. Sonreímos al unísono cuando abrimos las latas espumantes.

Esa extraña química había nacido. La atmósfera cálida y agradable que surgiría siempre entre nosotros a partir de entonces, como un bálsamo reconfortante incluso si nuestro corazón sangraba.

-------------------------------------------------------------------

Ambas latas produjeron un sonido ahogado al chocar en un gesto amistoso. Luego, la escena pareció congelarse en un silencio que aspiraba a ser eterno. Los finos labios de Hyde estaban suavemente curvados hacia arriba, sus párpados relajados al igual que toda su figura. Algo había cambiado. Porque no era que él me hubiese caído mal ni nada por el estilo, pero, de alguna manera, siempre se las ingeniaba para demostrar que en algún momento se sentía incómodo con mi presencia. Cómo es que había terminado viviendo en su apartamento, era algo que no comprendía del todo. Llegué a pensar que había sido Tetsu el encargado de insistir en la necesidad de conseguirme una vivienda en Osaka, y que Hyde había aceptado a regañadientes. Sin embargo... sea cual fuere la verdad, algo había cambiado.

—¿Por qué hace un momento me preguntaste si estaba triste? —Su mirada se apartó inmediatamente y su sonrisa se borró al instante. Las escenas eternas no eran lo mío, y, probablemente, mucho menos lo fueran con una buena cantidad de sake en la sangre—. No te preocupes, no lo estoy. ¡El más triste acá será Tetsu! Bah, todavía tiene tiempo de arreglar con Ken y algunas de sus chicas. Le avisaré que nos quedamos.

Tomé el teléfono móvil y comencé a marcar el número de mi amigo. Proferí una pequeña carcajada en cuanto me di cuenta de lo borrosas que se me hacían las letras del pequeño aparato. Nuevos tarareos llegaron a mis oídos al tiempo que Hyde aprovechaba para ir en búsqueda de más bebida. Luego, el sonido tenue de su voz se mezcló con el del tono de ocupado.

—Tsk... Está usando el móvil. Lo llamaré en un rato.

Una familiar botella de sake apareció frente a mis ojos. Otra vez esa sonrisa curiosa... Resultaba difícil no aprovechar la considerable resistencia al alcohol forjada en épocas de adolescencia. Los milímetros cúbicos se iban agotando a medida que nuevas notas y versos nacían de nuestras bocas, intercalados con comentarios y conversaciones para nada trascendentales. De pronto, cuando la luna en cuarto creciente ya no podía verse en la ventana, todo tuvo la suficiente forma como para que Hyde se pusiera de pie y comenzara a unirlo en algo similar a una canción.

—¿De qué te ríes? —preguntó de modo brusco antes de trastabillar un poco.

—Trataba... trataba de imaginarme a mí moviéndome de esa manera. Es una suerte para todos que yo tenga que estar sentado, créeme.

Colocó una mano en su cintura y arqueó una ceja, dándole otro sorbo a la botella a punto de acabarse.

—No te creo.

—¿Qué quieres decir?

—Que no te creo hasta que no te vea haciéndolo.

Su respuesta me pareció de lo más graciosa. Sin que pudiera siquiera objetar, me tomó del brazo y me obligó a ponerme de pie. Mientras intentaba no caer al suelo de boca por el impulso, pensé que ése era un Hyde que yo aún no conocía. Inexplicablemente, tal pensamiento me reconfortó.

—Pero no te prometo inventar alguna excusa tonta cuando me preguntes por qué me río —dijo, sonriendo burlón—. ¿De acuerdo?

—Espera... ¡Espera! —exclamé en cuanto sentí sus manos frías alrededor de mi cintura—. Déjame volver a llamar a Tetsu antes de que olvide cómo diablos se usa un teléfono.

Se resistió un poco a que lo apartara de mí. Observé de reojo las dos latas de cerveza vacías sobre la mesa y la bendita botella sostenida por los labios de mi compañero, procurando dar con los botones del móvil. A punto de oprimir el último de ellos, la voz de ese otro Hyde que acababa de conocer logró interrumpirme.

-------------------------------------------------------------------

—Tengo frío…

Me escuchaba y observaba en silencio a mí mismo. Aquella parte atrevida… y hasta salvaje que hacía uso de mi cuerpo. Era un error común en mí, de abrirme tan poco al principio y luego entregarme adormecido, enteramente.

Podía divisar el sofá por sus colores fuertes, mi daltonismo parcial sumado a los vapores del alcohol trasformaba la habitación en una acuarela borrosa.

Sólo sé que atrapé aquella mano cálida y ligeramente húmeda. Escuché el ruido sordo del móvil chocando sobre el piso, seco y estruendoso como tambor de batería.

Su rostro velado en el espacio turbio; lo busqué juntándolo con el mío y acaricié su superficie con mis labios tórridos.

Sentí un leve tambaleo, como si hubiese caído, pero no fue la frialdad inhóspita del suelo la que me recibió. Me encontré en la tibieza de su pecho; había caído sobre él.

Mi rostro sobre la curva de su cuello blanco…

Lo colmé de besos y decidí ignorar los gritos de la vergüenza, llevado plácidamente por una ola de voluptuosidad.

-------------------------------------------------------------------

Estaba tenso y, aunque distraído en la suavidad de su piel, esperaba el golpe, el empujón que me llevaría fuera de ese mundo dulce e ilusorio.

Rió (su carcajada me dio escalofríos; fue estridente y grosera). Intenté levantarme de encima suyo furioso y desilusionado, pero no podía dominar bien mi cuerpo y casi caí sobre él nuevamente.

En mi ebrio vaivén, me sujetó fuerte del brazo para que no me alejara. Di vuelta a mi rostro para ocultar las humillantes lágrimas.

Me abrazó y me encaramé en su pecho, sintiendo la voz vibrar desde su interior:

—Es curioso… —dijo, riendo—… nunca imaginé que serías así. Sólo me parecías una muchacha histérica, una diva con caprichos…

Me reí. Tenía razón; eso parecía…

—Es cierto… ¿Quieres bailar conmigo?

Si mal no recuerdo, eso dije. Estaba demasiado borracho para pensar con coherencia. Mis manos buscaron sujetarlo de la cintura como cuando estábamos de pie. Toqué su abdomen por debajo de la playera. Se sobresaltó, sentándose de nuevo en el sillón, y me sentó también a mí, que ya no tenía control sobre mi cuerpo.

Mis brazos se asieron pesados de su cuello. Le susurré llenando sus mejillas del aliento cargado:

—Baila conmigo…

Otra vez esa invitación en tono inocente, que de ingenua no tenía nada…

Sus labios dejaron escapar la última objeción, casi unidos a los míos, temblorosos…

—¿No te arrepentirás después?

"¿No nos arrepentiremos?"

La pregunta dio vueltas confusa en mi cabeza, una y otra vez. Incluso hasta hoy, a veces quisiera hacérsela: ¿Te arrepientes, mi amor?

Le contesté esfumando la distancia entre nosotros, atrapando su boca con ferocidad. Y cuando sus manos se deslizaron por debajo de mi ropa y tocaron mi piel desnuda, me estremecí, separándome de él. Lo llamé por primera vez por su nombre, observando su rostro tan asombrado como el mío, tan extasiado y tan confuso…

—¡Sakura!

Hundí mis dedos en su cabellera de seda, y buscando de nuevo su boca me entregué a sus caricias divinas… para siempre.

-------------------------------------------------------------------

Tenía la sensación de que mis brazos estaban sosteniendo algo extremadamente frágil. Contrario a lo que en realidad debía estar sucediéndome, me parecía que mis sentidos estaban completamente despiertos, lúcidos. Sin embargo, como una perfecta paradoja, el humo de cigarrillo que había quedado atrapado en el pequeño ambiente contribuía a que todo tuviese la apariencia de una ilusión, agradable pero confusa a la vez. ¿Por qué tenía la certeza, a pesar de las dudas, a pesar del miedo...a pesar de los miles de peros que cruzaban mi mente, de que aquello estaba bien? No. Era lo único que estaba bien. Eso era exactamente lo que pensé en ese entonces.

—¡Sakura!

Su voz, cargada de deseo, de súplicas, de fervor, pronunciando mi nombre, hizo que cada milímetro de mi cuerpo se estremeciera, fascinándome mucho más que cualquier otro contacto. Todo en él era preciso de ser amado, todo en él era divino; pero su voz, su voz...

—Hyde...

Fui arrancado del sueño por el frío crudo de la noche. Las sábanas se encontraban heladas y parecían negarse a contagiarse de la tibieza humana. Entonces noté que él ya no yacía a mi lado.

Incorporé el torso y giré con brusquedad, presa de un temor exagerado. Allí estaba, cubierto con su camisón blanco(el mismo con el que lo había conocido), dejando que las penumbras mimasen su cabello (el mismo que yo había besado). A poca distancia suya, sobre la mesita de noche, la luz de mi móvil parpadeaba. Probablemente, Tetsu hubiese llamado un millón de veces.

—¿Qué hemos hecho?

Sus palabras, débiles, fueron tragadas por el monstruoso silencio que había caído sobre la ciudad. O quizás sobre el mundo entero.

"¿No te arrepentirás después?"

Lo abracé por detrás, llevado por un impulso nacido de lo más recóndito de mi personalidad. Él no se resistió en lo más mínimo, sino que dejó que su espalda se amoldara a mi pecho y luego atrapó una de mis manos en las suyas.

—Sakura... —repitió, mostrándome la sonrisa más bella que yo le hubiese visto, pero, al mismo tiempo, cargada de cierta melancolía insoportable.

El único pensamiento que tuve en ese instante, acompañado por la paz que me transmitían sus ojos, amables, fijos en los míos, fue que podía considerar a aquél como mi primer beso no inoportuno.

-------------------------------------------------------------------

Estaba sentado junto a la ventana. Su piel que, la mayoría del tiempo refulgía pálida por debajo del salvaje cabello negro, estaba teñida del color abrasador del atardecer.

Lo vi languidecer, tirando la cabeza hacia un costado... venciéndola sobre la mano. Mirando con desafío e indolencia el poderoso brillo.

Te lastimarás lo ojos...

Sentí una urgencia terrible, una ansiedad que ni yo mismo me podía explicar, de alejar su atención de la ventana. Como si tuviese miedo que la luz le quemara la piel...

A la vez, la imagen se me antojaba bella, hipnotizante... Su perfil recostado en la mesa, la ventana abierta, las flores en agua, también atacadas por la tonalidad del ocaso.

Mis manos se cerraron en sendos puños para contener el impulso de sacarlo de allí. Me las miré, teñidas de rojo. Entonces se me ocurrió cómo distraerlo de aquel espectáculo que me perturbaba...

Cuando volví a la habitación, traía los lápices de mis épocas de colegio y mi carpeta de bocetos. Siempre escribía mis canciones allí... Muchas comenzaban siendo sólo garabatos en el margen.

Me miró con una media sonrisa en los labios, curioso, cuando me senté en el sillón frente a él abriendo la carpeta.

—¿Qué estás haciendo?

No respondí enseguida... Había posado sus ojos en mí, los cuales brillaban interrogantes.

Bajé la mirada, simulando concentrarme en lo que iba a hacer.

—Quédate como estás... pero mira hacía aquí...

—¡Cierto! —Dijo él, incorporándose—. Tetsu me dijo que habías estudiado arte, ¿no es verdad?

—Sí ...

Había roto la pose por completo.

—Sakura, vuelve a ponerte como estabas.

Dudó un momento, y luego volvió a apoyar la cabeza en la mano, abriendo grandes los ojos, como preguntándome con la mirada si así estaba bien.

—Así... Sólo me llevará un momento...

Cuando tracé la primera línea sobre la hoja temí no poder cumplir el plazo de "un momento". Mis días en la escuela de arte ya eran lejanos... y los retratos no se me daban muy bien. Sin embargo, me encontraba feliz dibujándolo, y mi mano volaba sobre el papel de manera suelta y despreocupada.

El silencioso cuarto se llenó de los sonidos de los trazos... Sabía que con cierta timidez ajena a su carácter, él se vería obligado a romper esa quietud que secretamente lo incomodaba.

—¿Estudiaste mucho tiempo?

No me gustaba hablar mucho de mí; a pesar de lo que habíamos compartido la noche anterior, aún era reticente a entregarme por completo. Respondí con naturalidad sin quitar los ojos de mi trabajo:

—Unos tres años...

—¡Ah, mucho tiempo! Pareces muy seguro de lo que haces...

Rió al completar su frase.

Conforme la forma en el papel se parecía cada vez más a Sakura, más él hundía la cabeza en el brazo. Su cuerpo se relajó, entregándose, y sus ojos entrecerrados brillaron. Parecía a punto de quedarse dormido cuando preguntó:

—¿Puedo verlo?

Me llevé el lápiz a los labios, sopesando si se lo mostraría o no. Pero antes de que pensara respuesta alguna, se levantó de la silla, colocándose detrás mío para espiar el dibujo.

—¡Wow! ¡Eres un artista!

Me reí ante su adulación. El dibujo estaba en su bosquejo inicial, sin muchas sombras y sentí vergüenza de que lo viera.

—Aún le falta trabajo. Pero gracias por ser mi modelo.

—¿Por qué no seguiste estudiando? Tienes talento...

Abracé mi carpeta entre mis manos. Un lápiz rojo cayó de su interior y rodó por el suelo...

—Mis manos están llenas con la música ahora... Me es imposible hallar tiempo para nada más.

Me incliné para recoger el lápiz...

—Además sólo podía distinguir los colores fuertes, los demás se desvanecían ante mis ojos...

No me levanté enseguida. Una rara nostalgia me había invadido y me sentía abatido. Entonces levanté la cabeza. Lo vi de pie, sonriendo, su piel había vuelto a ser blanca porque las luces de la tarde se habían apagado.

—Esta noche sí salgamos a beber...

Entonces me puse de pie y asentí. Sonreí, yendo hacia el cuarto. Miré mi boceto.

Fue ese instante en el que supe que amaría Sakura, y no después. Antes de tantas canciones, lágrimas y recuerdos de noches iluminadas, antes de los conciertos, el sudor y la vida agitada. Cuando aún era un boceto de mí mismo, un pimpollo en la trabajosa tarea de florecer.

Pero este cielo tan claro y prometedor se cubriría casi imperceptiblemente de oscuras nubes de tormenta.

-------------------------------------------------------------------

No recordaba con exactitud si era de mañana o de tarde. Daba igual. De todas formas, no había comido nada y esa maldita molestia persistiría a la hora que fuese.

Apenas entré al departamento, algún impulso me llevó a dejarme caer sobre el sillón, haciendo que éste se deslizara un par de centímetros hacia atrás y produjera un chirrido espantoso.

Pude ver la sombra de Hyde en cuanto se metió en la cocina. Regresó a los pocos minutos, trayendo una jarra de agua y dos vasos.

—Te felicito —masculló sin dirigirme la mirada, llenando uno de los vasos y alcanzándomelo.

—Gracias.

Rechacé la bebida, cerrando los ojos y llevándome una mano a la frente. Ese desgraciado departamento estaba tan oscuro y cerrado que me daba náuseas. Sentía que me asfixiaba. Los movimientos veloces y frenéticos de mi compañero, quien se paseaba por el comedor llevando y trayendo quién sabe qué, contribuían a las amenazas de explotar de mi cabeza.

—¿Te pasa algo?

—¿Que si me pasa algo? —repitió, lanzando su abrigo sobre una de las sillas—. Pues no lo sé. Imagino que estarás demasiado borracho o drogado como para darte cuenta de qué me pasa, ¿no?

Parpadeé un par de veces, intentando verle. Pero sus cabellos, opuestos a la odiosa oscuridad del departamento, despedían una luz intensa que me hería los ojos.

—Yo no estoy borracho ni drogado...

—¡Ja! No me digas.

Emitiendo una especie de chasquido y haciendo un rápido movimiento con el brazo, se dirigió hacia la habitación. Yo sólo deseaba que se marchase o al menos que se quedara muy quieto y guardara silencio. Necesitaba descansar, aunque tenía la sensación de que no lograría dormirme ni aguardando mil horas.

—¡¿Quieres dejar de hacer eso? —exclamé cuando los primeros ruidos de objetos estrellándose llegaron a mis oídos. En ese momento, creo que no hubiese podido soportar ni el sonido de un alfiler cayendo. Pasó un largo rato hasta que los ruidos cesaron y Hyde volvió a aparecer junto con su cabellera radiante. En verdad extrañaba que ésta fuera larga hasta su cintura. Había tantas cosas dignas de ser extrañadas...

—Dejaré de hacerlo cuando tú dejes de ser tan irresponsable y egoísta. ¡Por Dios, Sakura! ¿Cómo se te ocurre presentarte a una entrevista en ese estado? ¿Qué clase de imagen quieres que tenga la gente de nosotros?

—Que la gente no me fastidie. Es mi vida.

Así es, era mi vida, o algo semejante a una vida. ¿Quién podía entender lo presionado que me sentía? La gente no tenía idea. Nadie tenía idea. Quería que me dejasen en paz de una vez por todas. ¿Por qué todo resultaba tan difícil?

—Es mi vida...

Habíamos cumplido nuestros sueños. Luego, los habíamos sobrepasado, dejándolos atrás como una meta ya superada, como si lo que siempre hubiésemos deseado ser se tratase de un paso más en algo que nadie sabía con certeza qué era. Ahora íbamos tras un nuevo objetivo, quizás uno al que sólo hubiésemos dado forma en la más descabellada de nuestras fantasías. No sé exactamente cuál. Simplemente aquello nunca se detenía. Era como la vida misma. Entonces, llegaba la hora de mirar hacia atrás y darnos cuenta de que los sueños no eran tan dulces como tiempo atrás habían prometido ser.

Sonaba lógico. Los sueños sólo son eso; sueños. Por lo que al despertar a la realidad se tiñen de ese encanto mundano y amargo que tienen las cosas reales. Y yo podría seguir respirando con tranquilidad aún sabiéndolo. Pero no soportar aquella especie de hipocresía, aquel espectáculo hueco e inútil.

¿Por qué no están ellos cansados?

—¡Sólo deja de emborracharte o drogarte antes de mostrarte frente a miles de personas!

Sus reproches se me hacían insoportables. Era como si mis oídos funcionasen cual altavoces que enviaran todos los ruidos amplificados a mi cerebro, en donde permanecían haciendo ecos ininterrumpidos.

—Mira quién habla... —proferí en tono burlón. Finalmente, el tipo de palabras que dan pie a los derrumbes, a los odios, a los rencores mal guardados—. No puedes decirme nada, haciendo lo que haces...

—¡Cállate! —vociferó, poniéndose a la defensiva tras mi recriminación—. ¡Ese es un asunto muy diferente!

—¿Lo es?

Reí. Pero mi risa permaneció flotando en el aire.

En cuanto recobré la consciencia, los dos nos encontrábamos en el suelo, respirando agitadamente. Tanto mi ropa como la suya estaban manchadas de sangre. Tal vez yo había roto su nariz, o él la mía. Sus ojos se veían acuosos.

-------------------------------------------------------------------

Me quité la sangre de la cara, agitado y triste. Trastabillando, busqué en mi chaqueta los cigarrillos.

Fumaba nerviosamente sin mirarlo. Mis ojos seguían el humo en contemplación indolente. Él había vuelto a sentarse en el sillón y oía el ruido de su respiración pesada. Quizás estaba tan sorprendido como yo de cuán bajo habíamos caído.

—Si no paras con esto morirás...

Mi tono se había vuelto distante. Le hablaba como a un desconocido o una persona no grata.

—¿De verdad? Quizás sea mejor así...

Me quedé estático ante su respuesta, tan diferente a su forma de hablar habitual.

Lo desconocí y me espanté tanto ante la posibilidad de perderlo para siempre que, petrificado, no noté que había salido por la puerta.

—¡Sakura!

Corrí escaleras abajo lo más rápido que pude, chocando tan violentamente sobre los escalones que me magullé las rodillas varias veces. Pero seguí avanzando frenéticamente. Me topaba sólo con escalones, pasillos vacíos. Por fin llegué a la calle desierta y oscura, que me recibió con un viento helado.

"No está... no está... Sakura..."

Agitado, miré hacia ambas esquinas. Me quebré. Estuve a punto de rendirme... Luego, en un vago momento de lucidez, recordé la dirección del bar al que asistía a veces, todavía en nuestro período indie, y tomé la calle de la izquierda. Tres cuadras después... ahí estaba. De pie, como perdido al pie de una luz de neón. Su piel refulgía tan blanca de entre las ropas negras que pude reconocerlo aún a través de la pobre iluminación.

Las fuerzas me abandonaron de repente y caí de rodillas. El dolor del cuerpo que en la inquietud no había tenido oportunidad de hacerse presente apareció con toda su intensidad junto al dolor del alma...

Sentí pronto mi rostro cubierto por el torrente cálido de las lágrimas. Agitado en el suelo, sólo veía el pavimento y cabello desparramado... Pronto, su imagen se me hizo borrosa...

—Por favor... Acompáñame esta noche, por favor...

No podía soportar verme solo... No podía imaginarme temblando... con una jaula vacía entre mis manos.

Oí sus pasos lentos y secos sobre la acera, acercándose... Tuve miedo, pero dejé de llorar.

Ahora mi cara se había enfriado con el viento de la noche y se erguía pausadamente de entre mi cabello enmarañado para observarle.

Era lo último que me quedaba hacer por él, mi último rastro de dignidad era todo suyo. Porque el orgullo se extingue ante la presencia del amor.

De entre la mezcla de alcohol y heroína, pude captar su verdadera mirada. Sus ojos con el brillo de siempre. Su antiguo yo sumido en el mar de la desesperación. ¡Ah! Fue como un grito de auxilio desde las profundidades.

Se acercó. No me movía todavía, encantado en su mirada. Tomó mis manos temblorosas y frías y me puso de pie.

En una especie de ensoñación, volví con él a la casa. Sin recordar cómo, me hallaba frente a él sobre la cama mirándolo fijamente. Los temblores se habían ido y mi respiración se tranquilizaba tras entrecortados suspiros...

—¿Qué piensas?

Me fue difícil entender la pregunta. Siempre me resultaba difícil comprenderle, pero en ese momento el cansancio, el dolor, me aletargaban.

No lo miré, buscando algo inexistente con mis ojos. Los sentí húmedos.

Me tomó el rostro tratando de hacer que lo mirara.

—¿Qué piensas de nosotros?

Ah, Sakura...

Oculté el rostro mojado contra la almohada...

—¿Qué piensas de nosotros?

¿Por qué me preguntaba eso? ¿Por qué me torturaba así? No podía saber lo que pensaba... solamente podía sentir en aquel momento...

—¿Por qué me persigues si te hago infeliz? Debiste haber dejado que me muriera en aquella calle...

Entonces lo miré, sorprendido.

—No me haces infeliz...

Comenzaba a caminar alrededor como un animal enjaulado... Lo embargaban esas destructivas ansias de libertad.

Las palabras escaparon de mis labios… Pero la confesión era tan íntima, surgida desde lo más profundo que no pude decirla más que en inglés:

—I'm so happy… I'm so happy when you are with me. I'm so happy with love.

Su andar voraz se calmó de repente. Y desde el centro de la habitación abrió sus ojos de par en par como ventanas iluminadas por el sol de verano después de la tempestad.

Se acercó y me abrazó largamente.

—No me importa lo que hagas… Sólo… ¡no puedo verte así!

Lloré y me sentí débil y cobarde, hasta avergonzado. Mis lágrimas empaparon su hombro, pero en ningún momento se apartó.

—Yo… siento hacerte sufrir tanto.

Su respuesta no me causó consuelo, pero sí una ligera calma. Me quedé dormido sin notarlo y soñé con una melodía.

A la mañana siguiente, mientras desayunábamos cigarrillos y café, le tendí un papel arrugado, garabateado en lápiz. Él sonrió ligeramente mientras lo leía…

—¿Puedes ayudarme a completarla?

—No soy bueno escribiendo —dijo, soltando el humo del tabaco—. Pero puedo ayudarte a ponerle música.

—Puedes hacer con ella lo que quieras… —le dije, sonriendo—. La escribí para ti.

-------------------------------------------------------------------

Observé con ojos entornados la hoja de papel que sostenía en mis manos. Los versos allí escritos, como todas sus expresiones, me supieron bellos y agridulces. Se me ocurrió que una melodía triste no quedaría tan bien como una más intensa o enérgica. Siempre había tenido el deseo de componer una canción en donde la batería tuviese un lugar especial entre los demás instrumentos. Pensé entonces en cómo había y seguía insistiendo yo en desperdiciar mi tiempo.

—¿Y bien? ¿Qué te parece? —preguntó, llevándose la taza de café a los labios.

—Gracias —le respondí, recordando lo que había dicho acerca de haberla escrito para mí.

El incidente del día anterior parecía haberse relegado al pasado. De todas formas, sentía la obligación de aminorar los sufrimientos que padecía por culpa mía. Supongo que parte de mí era conciente del peso que poseía lo que dije a continuación, mientras los rayos del sol de aquella mañana moribunda iluminaban mi compromiso:

—Te prometo que no volveré a hacerlo.

Y los dos sonreímos con sutileza.

-------------------------------------------------------------------

Cuando vi las esposas cerrarse en torno a sus muñecas, pensé que mis letras no eran más que profecías funestas de un porvenir rojo oscuro. ¡Sentí como si toda la sangre de mi cuerpo me hubiese abandonado! Dejándome vacío por completo, frío y sin vida. Las últimas fuerzas las saqué de mi corazón apagado para correr tras los hombres de uniforme que como a un paria lo empujaban fuera del salón de ensayo. Mirando su rostro lívido y confuso, sentí que podía morir de dolor…

Tetsuya me sujetaba del brazo, pero yo seguía avanzando frenético. Lo apartaban de mí, ¡y no podía hacer nada!

—¡Sakura! ¡¿Qué sucede, qué significa esto?!

Pero antes de que el oficial de rostro inexpresivo me dijera la cruda respuesta, fue una mirada severa de Tetsu quien contestó:

—Es un allanamiento…

No tuvo que decir nada más. Mi mundo terminaba de venirse abajo.

Con la vista borrosa, divisé cómo lo forzaban a entrar a la camioneta. Golpeé casi sin darme cuenta a los guardias que me sujetaban de los brazos, como un pájaro que intenta con desesperación volver a la libertad, sin importar si se desgarran sus alas en el intento. El dolor, los gritos de mis compañeros de escenario, Sakura alejándose en la camioneta azul obscuro… todo se desvaneció en un instante.

Tuve un sueño recurrente… Yo sostengo una jaula vacía entre mis manos y veo al ave que la ocupaba y tanto había amado volar hacía el ocaso.

Mis lágrimas eran un río interminable de tristeza cada vez que me veía en ese sueño. Lloraba como jamás lo había hecho en la realidad. Pero esta vez era distinto; le sonreía a lo lejos a mi compañero que me dejaba, y le deseaba felicidad…

Cuando el rojo encendido del sueño se desvaneció a un blanco apagado, supe que había abierto los ojos. Miraba el albo techo del hospital con total indiferencia.

—¡Dios mío! ¿Estás despierto o no? Pareces congelado…

Era Ken quien se hallaba a mi lado y se había asustado de verme abrir los ojos completamente fijos en la nada por casi quince minutos.

—¿Hyde? ¿Me puedes escuchar?

—Sí.

Mi afirmación fue apenas audible. Mi garganta se sentía seca y ardía y mi cuerpo se hallaba muy debilitado. Quise darle la mano a Ken y apenas pude levantar levemente mi brazo de la cama.

—Hyde…

Suavizó el tono y se acercó más.

—¿Cómo te sientes?

—Horriblemente agotado… ¿Por qué estoy aquí?

Su rostro adoptó un gesto preocupado.

—¿No te acuerdas? Fue un pandemónium. Los guardias quisieron evitar que salieras de la sala de ensayo… Pateaste a uno de ellos en el estómago y le pegaste un puñetazo en la cara a otro. Nunca te había visto así… Luego, de repente, cuando llegabas a la puerta de salida te desmayaste. Nos diste un susto de muerte a Tetsu y a mí. Estabas muy frío y pálido como un papel.

—¿Y Sakura?

Ken carraspeó, incómodo.

—Está en la cárcel… No pudimos verlo todavía, tenemos un embrollo terrible con la disquera. Además… —Hizo una pausa frotándose la frente, como tratando de hallar la manera de encarar el tema—. Además… Tuvimos que traerte al hospital.

Mi atención volvió al pálido cielo raso de la habitación.

—Las píldoras que tomabas para adelgazar... El médico nos dijo que estabas muy por debajo de tu peso…Y que habías sobrepasado mucho la dosis recetada…

Suspiró. Quizás esperaba que acotara algo. ¿Qué decir? Me sentía completamente vacío de pensamiento.

—Fue difícil disuadirlos de que no te llevaran preso a ti también. No lo hicieron porque esa clase de droga aquí no es ilegal.

"Ojalá hubiese sido así, ojalá me hubiesen llevado a mi también", pensé en ese momento y, dándole la espalda, cerré los ojos.

-------------------------------------------------------------------

Apretaba los puños con fuerza. Tanta fuerza, que me pareció que faltaba poco para atravesarme las manos con las uñas de los dedos. Pero estaba seguro de que semejante dolor no se hubiese comparado con los tormentos que sufría. Un infierno. El sitio donde me hallaba era un infierno de voces, chillidos superpuestos unos sobre otros que me taladraban la cabeza.

En cuanto levanté la mirada, le vi sentado frente a mí, al otro lado del cristal. Sus ojos, brillantes, tristes, me observaban con una expresión que redujo mi corazón a un millón de pedazos filosos y puntiagudos agujereándome el pecho. Entonces lo supe. El infierno a mi alrededor tampoco significaba nada. Aquello terminaba de quitarme hasta las últimas fuerzas, así que apenas pude volver a clavar la vista en el suelo.

—Le pedí a Tetsu que no te dejara venir a visitarme. Creí que comprenderías.

Mis palabras, casi susurros, se perdieron entre las demás voces incesantes. Él debió haber sido capaz de leer mis labios, pues noté cómo su figura se sacudía, como si hubiese sido capaz de oírme.

Y las fuerzas y la voluntad continuaban escurriéndoseme. De todas las cosas insoportables, la peor era que me viera en ese patético estado, decadente, ridículo. Me negaba a tomar el tubo por el cual podríamos escucharnos, aunque él hacía rato tenía el suyo pegado a la oreja.

Sí, lo había arruinado todo. Era mi culpa, y éste, mi castigo. Sin embargo, ¿tan grave era mi falta que me condenaba a que nos encontrásemos ahora?

Hubiese preferido que me condenasen durante toda la eternidad a la celda más oscura y húmeda.

Pero aquí estaba, suplicándome con la mirada que tomase el puto tubo, para hacerme ver que acababa de perder lo más preciado para mí, lo más adictivo y necesario, por un descuido tan grande.

Finalmente, mis deseos de permanecer inmóvil y dejarme morir allí mismo cedieron frente a ese rostro angelical marcado por un dolor enorme. Necesitaba escucharlo, al menos una vez.

—Hide... —logré articular su nombre en el micrófono del aparato. Un instante después, rompió en llanto. Me hubiese arrastrado a mí también, si no fuera porque mis lágrimas estaban completamente secas.

—¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! —gimió con un hilo de voz.

En ese momento, sentí la urgencia de destruir el vidrio que nos separaba. Tuve que reprimirme e imaginar que nuestras manos realmente se tocaban y no estaban separadas por aquella pared transparente.

Tragué saliva, intentando convencerme a mí mismo de que no me arrepentiría de lo que estaba a punto de decir:

—No quiero que me vuelvas a ver así. Sólo hazme ese favor.

Sus lágrimas se hicieron más abundantes y su cuerpo tembló por enésima vez. Aún así, contrario a todas mis expectativas, en sus labios se formó una débil sonrisa. ¿Cuánto más era capaz de herirlo?

—Te amo, Sakura.

 

-------------------------------------------------------------------

 

…I lose control… I lose control…

Los sueños eran como mariposas nocturnas que se alejaban de mí y bailaban en el fuego de su propia fatalidad… ¿Cómo vivirán cuando sus alas se hubiesen hecho cenizas? No quedará ningún lugar adonde puedan volar…

¿No es entonces la mejor idea entregarse a las llamas tibias de la conformidad? ¿El dolor se olvidaría con facilidad bajo los curiosos efectos que sería el dejarse llevar?

Entonces la marea de imágenes donde yo era feliz se sucedía en mi mente y mágicamente todo era maravilloso, podía entregarme a cualquiera y hacer cualquier cosa que me pidieran. Si nada me atormentaba ni siquiera un poco, ¿qué sentido tendría ya perseguir algún sueño?

Luego, de un modo sutilmente gradual, el escenario cambiaba: en una marea de colores violentos las imágenes se volvían infernales, tan extrañas y tan carentes de sentido que no podían ser llamadas "felices". Era entonces cuando yo tomaba su mano y era tan sencillo volver a la realidad, igual de amarga y desesperanzadora… aunque menos terrible, fantástica y más nuestra.

Pero él ya no estaba cuando cambiaba la escena. Por más que estiraba mis brazos en ese mundo fantasmagórico, éstos sólo abrazaban la nada. Mi cuerpo se retorcía en la semiinconsciencia hasta que volvía a mi habitación, y ni aun entre sus paredes claras por la luz alborada podía tranquilizarme.

Había alguien… Siempre había alguien. Mis ojos frenéticos recorrían los rincones en su busca…

Good Morning, mister fear…

Temblaba. Su presencia me seguía continuamente. Su acechar se hacía leve con el correr del día cuando me mantenía ocupado. Por la noche otra vez me adormecía. Todo era dulce…

Era tan fácil sumergirme en las envolventes llamas de ese mundo artificial, pero luego de la noche febril, volvía. Su terrorífica compañía, personificación de mi remordimiento y mi miedo.

Mis alas estaban quemadas… Y aun así fue más sencillo para mí seguir adelante. Con el tiempo pude escapar de la pesadilla.

Simplemente fui acostumbrándome al vacío. Descubrí que después de todo, la vida era maravillosa. Era un escenario en sí misma, donde seguiría sorprendiéndome constantemente de la extrema maldad y la extrema bondad de la gente.

Entonces recordé a Sakura, pero esta vez de una manera vívida y real. Lo vi bañado en las luces de los fuegos de artificio de navidad, vi su sonrisa de satisfacción descubriendo un ritmo nuevo para una canción mientras sus dedos repiqueteaban en la mesa de sala, escuche su teoría de las profecías de Nostradamus sentado bajo el árbol que llevaba su nombre y bajo la nieve mientras atrasaba su paso, para caminar a mi lado.

No regresé… tal cual me pediste.

Todas esas noches después del incidente… incluso cuando estábamos en Europa, no pude conciliar el sueño. Me preparaba para dormir, me recostaba en la cama y mis ojos bailaban por la habitación en penumbras. Contemplé todos los amaneceres, y más de uno me vio llorar.

La luz anaranjada se extendía por las paredes y me inundaba, me levantaba sudando, nervioso y agotado. Y tomaba un papel y escribía febril…

Te escribí tantas, tantas cartas... Muchas nunca las envié, pero te llegaron de alguna manera en forma de canciones que recorrieron el mundo…

Escribirlas me salvó de la desesperación. Recordando y garabateando sobre el papel nuestros momentos. Y eso sí que nunca lo dejaría escapar; todo lo que había vivido contigo.

Me enfureció tanto cómo te trataron… Para ellos no eras más que un delincuente, un drogadicto que había traicionado a sus compañeros de escenario.

Qué poco sabían de ti… Te condenaban al rechazo y la exclusión… Y qué poco de mí, condenado a interpretar un papel eterno sólo para hacer lo que me permitía ser yo mismo. La obra que se representa sin descanso, mientras veo cómo desapareces tras bambalinas.

Dejaste de responderme las cartas y hallé un medio de cantarlas para ti…

Cuando recibí esa carta tuya, después de tanto tiempo… sentí que la sangre volvía a circular en mi cuerpo. Podía sentir de verdad y mi estremecimiento no era un mero deseo. Tantas cosas desagradables habían pasado en medio…

Mi fugaz matrimonio que sólo sirvió para darme cuenta de qué vulnerable me sentía ante la gente… Yo que pensaba que en el escenario era quien tenía el control y cantar con desenfreno me daba esa falsa sensación de libertad…

Esto es, sí, lo único de lo que me arrepiento es de haber tenido tanto miedo. No haber caído contigo y haberte dejado a la sombra del mundo.

"Escuché tus canciones…"

 

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

 

El pasillo por el que transito es largo y está iluminado por tenues luces doradas. Mi mirada se encuentra fija en su final, en aquella puerta cerrada, la cual, con cada metro que recorro, se agranda. Apresuro el paso, para luego volverlo a retrasar. Llegaré demasiado temprano. De todas formas, el ritmo que gobierna mi andar no se decide. Oscila entre la insoportable ansiedad y el miedo abismal. Me detengo. Han pasado años, muchos años, pero tiemblo como si se hubiese tratado de una eternidad; como si tuviese la certeza de que jamás llegará ese momento tan ansiado y temido.

De pronto, el recuerdo de su voz me embriaga, obligándome a cubrir el último trecho. No, no es el recuerdo, realmente se trata de una canción siendo interpretada por él. En cuanto alcanzo la puerta, logro verlo a través de la pequeña ventana y de mis lentes oscuros. Nuevamente, son los cristales los que nos separan. Me resulta raro encontrarlo cantando sin la compañía de ninguno de los chicos.

Se ve tan distinto, y tan idéntico al mismo tiempo. Ambos pensamientos me perturban. ¿Habría preferido que se hubiese mantenido intacto durante todos estos años, hasta el último de sus cabellos, hasta la última prenda de su guardarropas? ¿O acaso que lo hallase transformado en otro? No sé cuál de las dos alternativas me mataría más rápidamente de nostalgia.

Cuando la última nota se esfuma en el aire, su cabeza gira con la gracia acostumbrada y sus ojos se posan en los míos. La primera reacción espontánea es una amplia sonrisa. Yo le respondo con el mismo gesto, antes de quitarme los lentes. Luego, se acerca, la puerta se abre, me abraza, un beso suyo se deposita en mi mejilla izquierda. Caprichosos actos que pretenden fingir que todo puede volver a ser como antes. Hasta que sus primeras palabras deshacen semejante encantamiento:

—¿Cómo estás?

No sé si alguna vez me habrá costado tanto responder a una pregunta tan simple y corriente. Prefiero no romper el abrazo y sentir que su presencia es real. Que no vendrá nadie a arrancarnos del otro como la última vez...

Comprendo que he pagado mis errores con sangre del alma. Y veo sus ojos grandes y respiro el aroma de sus cabellos cortos (las largas hebras de seda han quedado en el olvido), y me doy cuenta de que lo necesitaba más de lo que imaginé durante días solitarios y noches insufribles.

—¿Y tú? —termino por caer en la misma cuestión que involucra individuos que no se ven asiduamente, que no se conocen hasta el último giro retorcido de sus personalidades—. ¿Cómo has estado?

Es casi tan doloroso como portador de la más tierna felicidad. Por enésima vez, me doy cuenta que lo que tengo delante de mis ojos ha sido lo más importante, lo que valía la pena proteger.

Sus dientes se muestran blancos en una nueva sonrisa melancólica.

—Aún no he cerrado los ojos.

~Fin~

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).