Cap # 1 La vergonzosa caída
Un día cuando iba corriendo por el instituto (gracias a mi reloj atrasado)me tropecé y quedé, en las baldosas del piso. Para, mi suerte el pasillo estaba solo, ya que todos estaban en sus clases, aunque se suponía que yo también debía estar en clases.Maldije en voz alta con todas las palabras que vinieron a mi mente y cuando me di cuenta de una libreta tirada cerca de mis pies, hice lo mismo, al dueño de esa cosa que me iso caer.
Es que… en serio ¿A quién se le ocurría dejar una maldita libreta en medio de un pasillo, donde alguien torpe podía tropezar? (esperen, yo acabo de hacerlo -.-). Después de darle vueltas al asunto durante unos momentos maldije un par de veces más al darme cuenta de que al parecer la caída había hecho que algunas de mis neuronas se hayan muerto en el proceso; estaba claro que nadie había dejado la libreta a propósito en el suelo. Paré con lentitud y puse una mano en la cabeza, donde había recibido el golpe, dolía y ya no me importaba llegar tarde a historia, ahora tenía una excusa para no estar allí.
Me dispuse a caminar de vuelta a la salida del pasillo, para ir a la enfermería pero, la imagen de la libreta esmeralda con un hermoso chello en la portada y notas musicales puestas artísticamente a su alrededor...en ese momento quede asombrado, me agache y la recogí. En mi mente pensé en el(o la) idiota que lo había dejado caer, nunca la iba a recuperar. Sería una perfecta venganza por el golpe en la cabeza… (¿Infantil? Tal vez pero eso no me importa) Es necesario que haga un resumen de mi vida, no será muy largo, pero es para que comprendan la historia.
Yo, Ryuichiro Isaka, tengo dieciséis años y asisto al tercer año de instituto, Vivo con mis padres y Vivo en Tokio desde que nací aunque eso no es muy relevante que digamos…
Después, de una visita a Mei-san (la enfermera) me encamine hacia mi próxima clase, donde, luego de una larga explicación al profesor sobre mi ausencia logre entrar, me puse a pensar en lo que sucedió hace unas horas. Miré a mi lado para encontrarme con tres caras, todas dirigidas a mí, me sonrojé y bajé la vista. —Entonces, ¿Te apuntas? —observé a Aikawa y por mi expresión se dio cuenta de que no tenía idea de lo que estaba hablando —me refiero a que todos vamos al cine el sábado. Le sonreí un poco, a mi lado, Takafumi se movía inquieto esperando mi respuesta.
—Por supuesto — dije un poco más claro de todo— ¡siiiii! — chilló Aikawa. (Mi mejor amiga) — voy a invitar a Haru ¿Crees que quiera venir?- me pregunto
—Creo- respondí
-¿Quieres ir al mall luego de la película? — Eri me miró y aguardó a mi respuesta con la emoción contenida. ¿Es que acaso necesitaba la respuesta? Siempre terminaba arrastrándome con ella de todas formas a esas tiendas. Rodé los ojos y ella aplaudió para luego conversar con Hiyori acerca de chicos.
Aquella no era una conversación para mí, no es que no me interesara hablar de chicos, es solo que las chicas son muy escandalosas (gran escusa, la verdad del asunto es que nadie ha valido la pena para mí) continué abstrayéndome en mis propios pensamientos, como era costumbre. Me tomó un momento retomar el hilo de mis pensamientos, de aquellos que estaban en mi mente antes de que me interrumpiera Eri con su amigable amenaza. Miré a la nada mientras sentía... (En realidad no sentía nada literalmente); la libreta esa que tenía guardada en el bolso. Esa, que había encontrado esa mañana antes de ir a la enfermería y saltarme, con mucho agrado, las primeras clases.
Era bastante bello… tal vez podía dejarme la tapa y botar el resto… ¿O sería algo malo? en fin, después del término de la hora de comida me fui a práctica de química, que me tocaba con Akihiko. Ahí fue cuando él vio la libreta que guardaba entre mis cosas. No me importó realmente hasta que la abrió. Yo solo me quedé callado mirando las hojas mientras el profesor saludaba como de costumbre. Volví a cerrar la libreta y pasé una mano por la tapa, con mucho cuidado. La abrí nuevamente y observé la pulcra caligrafía que llenaba un poco más la mitad del total de las páginas. Debía ser de alguna clase de cerebrito, Usaba un bolígrafo negro, lo que solo hacía que las letras me intimidaran aún más. Tomé la decisión, internamente, de nunca más usar un lápiz azul, aunque no podía hacer nada respecto a la forma desigual de mis letras…
— ¡Ryuichiro, despierta! — Di un respingo cuando Akihiko me movió el hombro ligeramente — vamos, sigue viendo las demás hojas — llevó sus manos a la libreta y yo la alejé, el rodó los ojos — no lo romperé ni nada… y dime ¿De dónde la sacaste?
—La encontré en un pasillo del edificio siete… — le respondí con la verdad sabiendo que no sacaba nada con mentirle. Eso sí, oculté la parte de mi caída.
— ¿Tiene algún nombre? — Inquirió con curiosidad — debe ser de un nerd… ¡Mira cuanto orden! — Yo le ignoré observando la tapa —pensé que no habían cuadernos más ordenados que los tuyos, a pesar de tu caligrafía — dijo siguió sin inmutarse ante mi rostro cuando hizo alusión a mi no tan agradable letra — ¡Mira a ver si tiene un nombre! Descubramos si es una chica o un chico, aunque apostaría a que es un chico.
Normalmente pensaría que es de una chica, ya que los chicos nunca tienen tan bonita letra. ¡Pero qué digo! Si esta caligrafía parece sacada del siglo pasado… -es algo gótica ¿No crees?- me comento(muy occidental, aunque sea rumaji japones) miré a Akihiko sin creer que pudiera decir tantas palabras en tan pocos segundos y algo mareado al oír 'chico' y 'chica' tantas veces…—Está bien — le murmuré. Observamos con atención la parte interior de la tapa gruesa. Ahí donde se suponía que debía estar el nombre, no había nada escrito. Aunque, de verdad, ya nadie escribía en esos espacios designados con las palabras —Nombre, instituto, curso, asignatura, etc.
Pero…
Sí, había un pero.
Hay, donde decía calificaciones —al lado había una serie de pequeños espacios— había un par de palabras escritas, con una caligrafía completamente distinta a la del cuaderno. Decía: 'Este cuaderno es del idiota de mi hermano. Ll ámenlo si quieren tener una aventura con el: 489853572’. La letra era desordenada y anti estética. Quedaba bastante claro que el dueño no había escrito aquello.
Nos llevó solo unos segundos leer eso y Akhiko ya estaba poniendo cara de “estoy tramando algo”, Rodé los ojos y cerré de golpe el cuaderno, listo para refutar cualquier cosa, casi podía ver los destellos con forma de estrella que salían de sus ojos, El profesor comenzó a hablar en ese instante y no tuvo tiempo de decir nada.Me miraba, cada cierto tiempo, pero el profesor habló casi toda la clase impidiendo que me dijera algo.
Cuando el timbre sonó ya tenía todo en mi bolso para evitar el próximo inconveniente, Salí airoso de mi escape mientras Akhiko solo gritaba tras de mí, no me siguió, pero eso solo aumentó mis sospechas. El podía correr más rápido que yo, Después de la huida, me entró algo de culpa, al no despedirme, conduje a casa desechando esos pensamientos al recordar que el nunca sintió culpa por ningún resultado de sus planes, en los que yo siempre estaba involucrado. Me puse a hacer mis deberes y a admirar el resto de las páginas de la libreta del misterioso nerd. Con cada una quedaba más asombrado, las escalas, notas musicales, los pentagramas, gráficos de las ondas de sonido que estaban dibujados eran tan perfectos que daba la impresión de haber sido dibujados con una regla, aunque era imposible, ya que las reglas son rectas…
Al llegar hasta la última página escrita suspiré de envidia. Me quedé mirando las escalas, pensando superficialidades. Imaginando cómo era el chico, Después de haber estado al menos veinte minutos en eso, llegué a una sola conclusión; era un cerebrito (en la música) y los cerebritos siempre eran, feos… así que con ese pensamiento el sentimiento de envidia que había sentido, se convirtió en uno de compasión.
Al menos es inteligente y su letra es perfecta… pensé dándole algo de crédito al nerd.
Mientras intentaba concentrarme en los deberes que no había hecho aún por quedarme pesando idioteces, ese idiota de Usami llamó un montón de veces a mi celular (y los mensajes fueron más). Tuve que apagarlo luego de escuchar su voz cuando contesté la última llamada. Guardé la libreta con cuidado bajo el colchón, poco dispuesto a devolvérsela a su dueño, la tapa era muy bonita pero sabía que ese no era el motivo. Lo que había escrito ahí no me servía, porque yo no soy músico ni nada por el estilo. Me pregunté si tal vez, coincidíamos en alguna clase, tratando de imaginar quién sería.
¿Cuál de todos los que conocía de simple vista era el dueño?...