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The silence of the Lambs [HunHan] por Theo

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Notas del fanfic:

¡Bien! Quizás algunos se preguntarán que mierda con el titulo, la película, el libro, y la frase de SeHun. Y para aliviaros a todas, ¡NO! ¡SEHUN NO ES UN PUTO CANIBAL! Más bien, fue secuestrado por uno. . . pero no revelaré más >///<. (SeHunnie es lindo, déjenmelo ;;)

 

 

Y bien, como no sé cuanta aceptación tenga la historia, solo la dejaré en One Shot, y si recibe buenos reviews la continuaré. Si no, tomenlo como una pesadilla del HunHan nada más(?).

 

 

Parejas (Por el momento): 

HunHan.  (Principal)

KaiSoo. 

XiuChen. 

 

 

 

 

 

A veces LuHan tenía aquellos sueños. . .  ¿O tal vez eran pesadillas?

 

 

Según las definiciones, las pesadillas como tal eran aquellos ensueños que conseguían una fuerte respuesta emocional mayormente conducida al miedo o al terror. . .  Pero a LuHan no le causaba ninguna de aquellas dos emociones al despertar, quizás en el sueño mismo, pero nada más.

 

 

 

 

Cada uno o dos meses, vislumbraba dormido una apolillada y vieja escena donde él caminaba de la mano con aquel hombre parecido a su padre por un largo y extenso corredor sucio. Lucía como un doctor, así que probablemente sería en su empleo como en la realidad; y ambos vagaban en un rumbo seguro pero lento, sin embargo, por lo que el chino sabía su trabajo solo se trataba de Director en el Hospital psiquiátrico de Seoul, así que no comprendía del todo porque caminaban por este como los demás titulados. . .  Pero esa vez lo estaban haciendo, en el espejismo del castaño.

 

 

Entonces, y si aquel era un Hospital psiquiátrico...  ¿Por qué las habitaciones de los pacientes parecían celdas de prisioneros?

 

 

Como solo se trataba de un pequeño en su sueño, era inevitable que un frio calador recorriese su espina cada vez que escuchaba un desgarrador grito provenir de aquellas celdas, o una risa macabra junto a unos susurros inentendibles que solo podrían ser demoniacos torturaba a sus pequeños oídos...

Y aun con todo eso, LuHan solo seguía obediente a su imponente padre por el centro del pasillo donde dos cintas amarillas pegadas en el piso resguardaban un metro de distancia de las celdas para evitar cualquier "inconveniente" que pudiese ocurrir.

 

Perdido en aquellos detalles, sin darse cuenta chocó contra las piernas de su padre de golpe y casi hubiese caído en seco si no fuese por que la mirada de castigo que le dirigió el adulto logró mantenerle estático hasta que nuevamente pasó su rostro del pobre niño que llevaba en la mano, y solo la volvía a dirigir al interior de la celda que tenía frente a él.

 

 

...Era la última y se situaba al costado derecho junto a la pared. Completamente distinta a las demás...

 

 

Antes había podido distinguir cierta libertad de los hombres y mujeres reclusos en sus pequeñas habitaciones. Impecables de cualquier mugre u objeto de sobra que no debiese de estar ahí, y ordenadas con todo lo necesario para cada paciente.

Algunos tenían juguetes que reconocía similares a los suyos cuando no tendría mas de dos años de edad, y a otros se les concedían peluches, o incluso papeles y uno que otro lápiz con punta de filtro. En casos especiales, también vislumbró que solo tenían su cama y un par de sabanas sin ninguna almohada. . .

 

 

Entonces, ¿Porque esta celda era distinta?

 

 

Podía reconocer muchas pilas de libros, de distinto contenidos y que el pequeño chino sabía que algunos eran tan complejos como los que leía su padre por el título de estos, amontonados en el suelo.

No tenía ventanillas para mirar al exterior como las otras que estaban resguardadas por una reja, pero sin cristal, y no contaba con una cama.

Ni con sábanas.

¿Porque?

 

 

Porque el paciente estaba atado ya a una de otro tipo y esta estaba instalada a la pared.

 

 

Llevaba cadenas, muchas y muchas cadenas a lo largo de sus extremidades. Y grilletes en los tobillos, muñecas e incluso cuello donde solo finalizaban en la unión a la cama de delgado colchón, y metal negro viejo. Contaba de unos pantalones blancos ajustados, sin zapatos o calcetines dando a la vista a sus pies blancos y limpios que parecían jamás haber tocado la superficie del suelo o alguna otra, y de apariencia lechosa.

 

 

Y arriba estaba con una camisa de fuerza que le obligaba a mantener sus brazos en cruz por sobre su abdomen y su rostro... no lo podía ver, pues estaba con la vista al suelo como si fuese lo más interesante en el mundo. Sin embargo si podía notar la máscara que cubría gran parte de su rostro, y era similar a un bozal para perros por las dos únicas aperturas que dejaban abiertas para las fosas nasales. Sus cabellos eran rubios casi platinados, y estaban enmarañados y desordenados como los que LuHan solía llevar por las mañanas.

 

 

Era el único paciente que vio estar inmovilizado de esa manera, y a la vez el único que vio que parecía tener su misma edad. Porque eso era. Solo un niño.

 

 

Y aún no podía reparar en sus ojos. Quizás no se habría dado cuenta de la presencia de las personas que le observaban fuera de su "cuarto"´. Eso pensó hasta que notó como jugaba con su  cálido aliento en el frio ambiente y su padre habló en su dirección, señalando claramente lo contrario. Una burla.

 

-SeHun. Como te dije el pasado martes, traería a alguien para jugar contigo a partir de ahora....  Este es mi hijo LuHan, y leerá para ti.

 

¿Porque su padre le decía aquello a ese niño? A LuHan le intimidaba como estaba atado el otro, y sus vestimentas. Le intimidaba su bozal, y sus cabellos descuidados, pero sobre todo, le helaba la sangre como su padre miraba a aquel niño.

 

 

Deseo.

 

 

 

Al final, el hombre siguió manteniendo un fuerte apretón a la mano del pequeño castaño, y con su zurda libre buscó entre los bolsillos de su bata unas llaves que de seguro le habían sido dadas antes de entrar, y abrió la celda para dejar que el Infante entrase. Y cuando su pie traspasó el marco, obligado y con un temblar ligero, la vista del niño amarrado a la pared se levantó de golpe y lo miró sin expresión.

 

Sus ojos eran oscuros, vacíos, y LuHan había visto solo aquella mirada en una oportunidad...

 

 

Flash Back.

Una vez, cuando había cumplido los cuatro años y su madre Yoona aún vivía, LuHan fue con ella y con su padre a un circo para celebrar aquel día con un LuHan muy feliz.

Y como era de esperarse estaba muy ansioso por ver a los payasos y a los elefantes bebés montarse de las grandes pelotas, caminar en dos patas o quizás ver al tigre del cartel saltar el aro de fuego como estaba dibujado en la entrada del sitio llano y donde las personas se amontonaban en una fila para comprar entradas.

Su familia era rica, muy bien acomodada de hecho, y como tal jamás irían a un evento tan "pobre" como lo recalcó su padre, pero como era el deseo de LuHan ir a ver, y fue insistido por su esposa al igual, no le quedó más que acceder.

Con lo único que no contaban fue que LuHan se perdió entre la muchedumbre antes de que la función diese inicio, y vagaba con la curiosidad guiándole a través del elenco circense.

Veía a los payasos pintarse, a las mujeres peludas depilarse, y a trapecistas modelar los trajes y maquillaje que usarían esa tarde para el gran show.

 

Sin embargo, LuHan quería ver a los animales, y con solo agudizar su olfato logró encontrar las jaulas de los mismos.

 

 

 

Eso no era divertido...  no era divertido ver como los elefantes jadeaban de dolor por los recientes azotes, ni como los caballos apenas podían mantenerse en pie por algunas heridas que ahora algunos payasos sanaban con alcohol y algodón y eran claramente hechas por su cuidador. Pero lo que lo devastó realmente...  fue ver a un echado tigre en las últimas jaulas gruñendo de dolor, y apariencia altiva similar a la de un Rey viéndole fijamente.

Hipnotizado por su mirada muerta y penetrante el niño comenzó a acercarse más de la cuenta a él, y estuvo a punto de extender su pequeña mano con la curiosidad en la punta de sus dedos por tocar aquel hostil pelaje cuando los payasos cayeron en cuenta de su presencia, y lo jalaron para atrás en los gritos horrorizados de su madre, y unas garras bañadas en sangre que habían alcanzado a mostrarse para él. Llevándose un poco de la piel del niño por la sección de las caderas y que ahora no era más que una cicatriz de tres garras que alguna vez alcanzaron su pequeño cuerpo.

Su padre, enfurecido, demandó con los mejores abogados de todo Beijing al circo de carente dinero, y acabó por cerrar Gracias a eso, y sacrificar al tigre que le hizo eso al niño de la familia Xi.

Pero LuHan nunca pudo olvidar la mirada que le dio ese felino, y que en sus sueños era igual que la del niño atado y de largas pestañas frente a él.

 

Fin del Flash Back.

 

-LuHan...  Mi nombre es LuHan.

El pequeño castaño ni siquiera supo porque se estaba presentando, pero casi lo vio en su mirada aquellas inconfundibles palabras que lo llevaron a hacerlo.

 

 

"¿Quién eres?”

 

 

-Y-yo...  Te leeré ahora... ¿Sí?  No soy tan bueno como lo era mamá, o leo tan fluido como lo hacía ella pero...  ¡Mejorare!  ¡Lo prometo!

 

 

En ningún momento, el otro pestañeo. Y solo se mantuvo inmóvil con su mirada fría en LuHan hasta que este se sentó en el suelo y tomó un libro cualquiera para abrir la primera tapa.

Era un cuento. Y el joven Xi se alegró por ello ya que por lo menos no tendría Hanguls complicados que aún no aprendía por su corta estancia en Corea, para empezar a leer para él. En voz alta.

¿Cuándo se habría marchado su padre?  ¿Cuándo aquellos horrendos gritos y graznidos de las otras celdas se habrían distanciado? No lo sabía, ni tampoco le interesó de cierta forma. Solo pasaba una página tras otra mientras que de vez en cuando alzaba el libro para mostrarle al otro niño en una prudente distancia (Ya que LuHan temía acercarse más allá de eso) las ilustraciones de Caperucita roja.

 

-    La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada. Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes! Son para verte mejor. . .  dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.  Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes! Son para oírte mejor. . . Siguió diciendo el lobo. Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes! Y el lobo dijo- . . .

Estaba seguro que solo fue un susurro, un silbido, o algo parecido a una silenciosa respiración, pero lo que penetró como una punzante brisa en sus oídos, fue suficiente para hacerle alzar su mirada con rapidez, y fijarse en el niño que seguía mirándole, pero que ahora y de seguro como efecto por la diferencia de alturas al estar este sujeto en la pared y el otro sentado, se volvió una visión aterradora y palpable de oscuridad.

 

 

 

"... Son para comerte mejor... "


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