El Príncipe llegó a un lago. Avanzo hacía la orilla donde vio la sombra del vampiro. —¡Marshall! creí que necesitabas mi ayuda —Gumball además de la sombra del vampiro, pudo ver una sombra de una casa reflejada en el agua, alzó la vista para ver el cielo pero no encontró nada que la proyecte. —Buen truco Majo, así que brujo del cielo —suspiró—. ¿Estás ahí, Marsh? —al no escuchar una respuesta, se lanzó al agua nadando hasta lo profundo. Pero lo único que logro fue salir del agua cayendo hacia abajo. Allí se encontraba la casa de Majo. Gumball se sujeto de la perilla de la puerta y logró entrar a la casa donde la puerta se cerro sola. —Esto es lo más extraño. A ver Dulce Príncipe, usa el cerebro. ¿Dónde guardaría el brujo a Hambo? Puedes hacerlo —. Entrecerró los ojos.
Miró detallada y cuidadosamente cada objeto en la casa, en busca de pistas. —De pequeño... a grande... la imagen se hace clara... Y ¡Encuéntralo! —gritó Gumball mientras apuntaba cada detalle que él había observado. —No. No. No. No... alto —apuntó su dedo a un candelabro—. ¡Sí! —. Subió a varios objetos hasta llegar al candelabro, luego subió por el mismo.
* * *
—¿Dónde estás Majo? Brujo idiota —Marshall se golpeó la cabeza ya que el techo del pasillo se volvía aún más pequeño —Ah, ¿qué? por que es todo tan extraño aquí —lamentó este al abrir una puerta pequeña donde en su interior se encontraba Hambo. —¡Hambo! —gritó emocionado. Pero su alegría no duró mucho al notar que no era Hambo ya que al caer de la puerta empezó a salir el Cuervonejo. —¡No, eso no!. Tú otra vez, ¡Acabaré contigo! ¡dame a Hambo...!
El Cuervonejo cerró la puerta en la cara de Marshall. Éste sin paciencia, abrió la puerta y lo siguió. Los dos llegaron a una sala donde estaba Gumball. Marshall lucía como un demonio ya que se había enfurecido. Empezó a pegarle al cuervonejo al mismo tiempo que maldecía en voz alta.
Gumball al ver la pelea, no se preocupo. Sabía que Marshall era lo suficientemente fuerte como para acabar con el Cuervonejo el solo. Entró en una habitación oscura con diferentes objetos. Cajas, un cuadro con lo que parecía ser un espectro verde, juguetes, revistas, etc. El Dulce Príncipe sacó una linterna de su mochila y la prendió. —Vaya, esto debe ser todo lo que se ha robado. Está loco —murmuró al sujetar un pequeño auto —¿Un auto de control? —. Su vista cambio a una caja que decía "Cosas privadas". —Ven aquí cariño —. Gumball estiró su brazo tratando de agarrar la caja que estaba sobre un estante pero al agarrarla, se cayó haciendo que varios papeles salgan de adentro. —¿Pero qué..? —se preguntó al agarrar varios papeles. —¿Facturas? —observó otro—, ¿recibos?. Bla, bla, bla, ¿por la compra de Hambo?.
—¡Esa es mi caja privada! ¡sólo Majo puede verla! —gritó el brujo desde la puerta.
—Entonces compraste a Hambo... ¿a una tonta llamada Ashley? —preguntó al mostrarle el recibo.
—Así es, era una tonta. Lo escribí para burlarme de ella. Pero aún así, la compra es legítima, ¡Hambo es mío!. Su cuerpo está hechizado con afecto sentimental, un sabor muy especial, ¡Así que fuera de mi vista, sí?.
—¿Dónde está Marshall? —preguntó.
—Está ocupado con mi Cuervonejo, Cone-cuervo, o como se llame —dijo Majo mientras se daba vuelta observando a través de las escaleras, a Marshall peleando con el extraño animal. —Sabía que ese niño no respetaría el recibo de compra, ¿y qué hay de tí, tonto?.
—Por las leyes de mi Dulce Reino, debo honrar el intercambio de bienes de forma legal, pero... ¿adivina qué?, no me iré sin Hambo.
—¡Jajajaja! ¿Y qué harás al respecto? —se burló.
—Te diré lo que haré —Gumball formó un puño con su mano mientras se acercaba al brujo.
* * *
Marshall seguía concentrado peleando con el Cuervonejo hasta que fueron interrumpidos por el príncipe. —¡Marshall! ¡Ahí te va! —le arrojó a Hambo.
—¡Hambo! Oh, soy yo amigo —murmuró al agarrarlo y abrazarlo—. ¿Cómo es que..?.
—Me hice cargo, ay ya vámonos —urgió al sujetarse de Marshall al cuál salió volando por la puerta directamente al lago.
Escaparon con tu.. Hambo —lamentó el Cuervonejo mientras miraba al Brujo que se encontraba parado en las escaleras mirando la puerta abierta.
—Daah, les dejé hacerlo.
—Tú, ¿qué?.
—Lo intercambié. ¡Por esto! —Majo sacó la camiseta de Rock del Dulce Príncipe—, sentimientos frescos. Las memorias psíquicas de Hambo no son nada ¡Comparado con esto! —dijo al quitarle una manga a la camiseta y arrojarla a un caldero haciendo que este largara gran poder.
—Escucha Majo, ya no sere mas tu protector. ¿Oíste? quiero ser un bailarín —dijo decidido el cuervonejo.
—Genial, ¡¿Por qué no bailas con esto?! —gritó el Brujo mientras tiraba grandes rayos de electricidad que hacía que el Cuervonejo se electrocutara. —¡Buenos pasos! ¡Ahora tu eres el tonto!.
El animal intentó escapar corriendo por un largo pasillo.
—¡Oye no te vayas! ¡Jajaaja! —reí Majo mientras lo perseguía. —¡Tengo grandes planes Cuervonejo, esta es mi risa de victoria! ¡Jajajaaja!