– ARRIBA CABRONES
Y un misterioso balde de agua con hielo cayó encima de nosotros. Ioe agitaba los brazos frenéticamente ahogándose en el aire y yo caí de bruces contra el suelo.
En la frente de la abuela se podía leer la palabra "verdugo", literal.
El abuelo que era otro demente estaba apoyado en el marco de la puerta mirándonos con desaprobación. El gran danés volvió a saltarnos encima.
-Es hora de ordeñar a las vacas, arriba -El abuelo nos empujaba con la poca fuerza que le quedaba a la salida.
-No tienes vacas, viejo... -Ioe se olvidó de la peluca antes de salir.
-¿Qué eres tú, una cabra?
-¡Somos tus nietos! -Protesté.
-¿Vos no eras una niña? -La abuela nos siguió. Ojalá lleve las llaves encima.
-¡No!
-Mira, vieja. Allá está la oveja -Habló el anciano a la abuela cruzando la calle.
La oveja era el pick-up del abuelo. Nos llevó a la fuerza a una granja solo para comprar leche y huevos frescos, había un maldito supermercado a dos cuadras de la casa, dos cuadras...
Valió la pena el desayuno, solo por el hecho de que los omelettes de la anciana son deliciosos.
Vomité unas cuatro veces cuando a la abuela se le ocurrió contar las partes más asquerosas de trabajar en un matadero de animales, creo que me haré vegetariano.
En la tarde el abuelo se llevo a Ioe a la peluquería, amenazándole con dejarlo pelón diciendo "ningún nieto mío parecerá algodón de azúcar... si no es gay" e Ioe, bueno, ya se le iba a ocurrir algo.
La abuela me volvió a llevar a uno de sus clubes especiales, pero esta vez me alejó cuando vio a un señor que le hacía ojitos. Me mando a casa diciendo que llegaría pronto y no le dijera al abuelo.
Toda la calle olía a alcohol, justo en un tramo del camino donde pasaba un callejón dos tipos fornidos me vieron y me acorralaron contra la pared.
Les seguí un poco la corriente en lo que veía formas de escape. Pasivamente los seguí hasta la calle donde había un auto, les di unos golpes que no creo que fueran para nada fuertes en cuanto trataban de abrir la puerta. Estaban lo suficiente para aturdirlos y salir corriendo lo más rápido que daban mis pies.
Trepe un muro al final de un callejón, sin razón aparente, cayendo encima de bolsas con basura. La puerta se abrió de un lado del callejón con un chico en uniforme de mesero, tenía rasgos asiáticos. Tiro lo que sea que llevaba en las manos y entró a toda prisa a lo que suponía que era la cocina de un restaurante. Después de 5 minutos me di cuenta que el sujeto del restaurante con otros hombres de la misma apariencia me perseguían. Comencé a correr de nuevo, qué mierda.
Cuando salí de callejón estaba en un barrio chino. Me moví entre toda la gente esperando que me llevará a la salida. De repente y cosa muy extraña, me perdí.
Por suerte no me seguía nadie ya, aunque las calles estaban muy desiertas. Mi celular murió y cuando busqué entre mis bolsillos solo llevaba 10 centavos. Al final busqué el banco de parque más cómodo que encontré -si no era el pasto- para dormir.
-
La luz me daba de lleno en los ojos y las malditas aves que pasaban volando no me dejaban dormir. Algo me golpeaba con un poco de fuerza en las costillas, levanté la mano para apartarlo pero sentí una presión en la muñeca. Abrí los ojos de golpe y un policía apareció en mi campo de visión.
– ¿Está perdida, señorita?
– Señorita tu abuela, imbécil –El mejor humor que sacaba por los poros era este.
– ¿Disculpe? Eso es agresión a la autoridad.
– Me importa un soberano pepino ahora mismo, vuelva cuando me importe.
– Acompáñeme, por favor.
– No estoy perdido –Sonreí- como ve, puedo cuidarme.
Me incorporé como pude, refunfuñando algunas groserías varias por el dolor de cuello y espalda que me dejo la estúpida banca. Aparté al policía, volviendo a caminar, hacía un frío de mierda, cinco pasos después me di cuenta que ni sabía dónde estaba, como no lo había hecho con la conversación que tuve.
Me di la vuelta y el estúpido que estaba ahí desapareció como si se lo hubiese tragado la tierra, es en serio, cielo, es en serio...
Hice memoria de lo que pude haber visto ayer que me sirviera como guía, todo negro, puto cerebro.
Camine por donde creí haber pasado. Llevaba cerca de treinta minutos cuando me di cuenta que no llegaba a ninguna parte, ayer corriendo fueron cerca de 5 minutos, tal vez si volvía a correr todo funcionara. Sería divertido encontrarme con alguien conocido, tal vez con Ioe, tal vez el abuelo consiguió raparlo y ahora puedo ver el futuro en su cabeza. Tal vez encontraba a la abuela, tal vez seguía con ese hombre de ayer y los encontraba en un callejón porque no pudieron pagar un motel en una situación bastante incómoda, tal vez debería dejar de imaginar cosas tan estúpidas que me hacen ver como pervertido.
Me detuve a orinar a la mitad de los árboles que habían en el parque, porque ahora me doy cuenta que hay más parque de los que debería, cuando a lo lejos pude ver una mata de cabello celeste gay saliendo de una tienda. Si ese era él… sí, podría ser que viviera por aquí, de todos modos es sábado y bueno, se ve guapo hasta en chándal, se vería más guapo si solo hubiese salido en bóxers pero alguien más me lo podría quitar así que no, siempre guardando el pudor, mi hermoso no-novio, ay.
– ANDRÉS –Grité saliendo, subiendo y agitando las manos para que me viera. Se giró empezando a buscar quien gritaba su hermoso/chistoso nombre. En cuanto me vio, me sonrió, avanzo unos pasos cuando su cara se hizo piedra. Los dos nos dimos cuenta de algo. Tenía los pantalones y calzoncillos por las rodillas.