Durante el fin de semana trague todo lo que había en el refrigerador, pensé, leí… vi yaoi, pero nada, realmente nada me hace olvidar la sonrisa y mirada seca que me dedicó Ann.
Lunes: me estuvo evitando.
Martes: seguía evitándome.
Miércoles: me miraba por largos lapsos de tiempo pensando hasta que se daba cuenta y evitaba contacto visual.
Jueves: ¡Ah!
Viernes:
Iba entrando leyendo el tomo de manga que pasé comprando a un hombre de mediana edad que se podría decir traficaba pornografía. Di una mordida a la manzana justo cuando entraban a la parte importante. Si todo el mundo viese esto sería genial. De pronto, ni la manzana ni el empastado estaban en mis manos.
-¡IOE! -El desgraciado que quería ver.
-¿Ah? -Leyó unas páginas con una sonrisa que le partía la cara.
-¡Maldito! ¿¡Cómo se te ocurre decirle lo de la apuesta?!
-¿A quién? -Siguió en lo suyo, ahora mordía la manzana también.
-Tú sabes, a Ann –relamí mis labios, odio cuando se hace el estúpido, lo peor es que le sigo el juego.
-¿Qué? -escuché detrás de mí. Mierda.
-Ann... Me dí la vuelta quitándole las cosas a mi primo, ocultándolo lo mejor que pude entre mis pequeñas manos y el suéter. Hoy se veía diferente, se volvió a teñir el cabello de forma que ya no se le veían las raíces. Su expresión suave era encantadora.
-Cassy... -miro a su alrededor. Estudiantes venían en manada pues ya había sonado el timbre de entrada- Hablemos después de clase.
-Sí –respondí. Casi me doy una cachetada, parezco tan fácil. Sonrió formando una media luna y me revolvió el cabello perdiéndose en el remolino de estudiantes- Ah -suspiré- soy tan fácil.
Sentí mi cara caliente. Ioe se rió en mi espalda, ¿No tiene cosas que hacer? Después de hacerme el tonto en la clase, con la mirada de casi todos los chicos encima y comer como una golosa con Ioe en la terraza del colegio donde nadie podía ir ya que el único que tenía la llave era él, ¡ah, los beneficios de ser presidente estudiantil! me encaminé al callejón de la vez pasada, fue casi lo más obvio, no pasaba nadie y no vi a Ann después de salir. Cuando le vi, fue como si mi amor por él brillara con la intensidad de mil soles... Se veía bien, aún si traía el feo uniforme rojo y blanco. Me saludo con la mano, en ella se notaba su nerviosismo.
-Entonces -Dijimos al mismo tiempo luego de un silencio incómodo.
-Lo siento -Comenzó él- estaba un poco ebrio, un poco...más o menos, en fin, fui un tonto y perdóname.
Me duele el estomago. ¡Cuando estoy nervioso me duele el estomago! También sudo frío, soy un asco total. Suspiré. Ni siquiera sabía que decir por qué no me figuré que se iba a disculpar, no parecía una disculpa sincera ni a kilómetros.
-¿Quieres ir a cenar? -Pregunté al cabo de minutos en batalla mental. Me miró confundido, luego asintió rápidamente. Entramos a un restaurante de comida rápida considerablemente vacío, sentándonos al fondo. Tenía un silencio incómodo, hambre y un Ann mirándome fijamente. Soy un asco para socializar.
Dos aceitunas más y mi acompañante se iba a freír espárragos. Come como cerdo, ah.
-¿Te vas a comer eso? -Dijo con a boca llena apuntando con el meñique a mi hamburguesa.
-Adelante...
-Por cierto -Podía ver la carne entre sus dientes. Masticó un poco más antes de negar con la cabeza. Hablábamos únicamente de... bueno, uhm... nada. No tenía ni idea de cómo empezar una conversación y a este punto quería llorar en una esquina preguntándome cómo es que conseguía amigos que no quisieran matarme. Lo escuchaba masticar, era un milagro que no mantenía abierta la boca, no intentaba hablar, no hacía más que comer, de seguro vino solo por la comida, eso o mi presencia lo ponía tan nervioso que le iluminaba los pensamientos...
No puedo decir que sea la peor cita del mundo por qué no tengo nada para comparar. Soy un fracasado que nunca salía de su casa porque prefería estar a solas en su cuarto con un bol de palomitas al lado.
-Nos vemos luego. -Caminó seis pasos luego de salir de ahí, a puesto que no quería pedir toda esa comida para una persona y solo me uso. Bajé la mirada cuando él volteó. Corrió de vuelta y me dio un abrazo. Él es tan alto y yo tan bajo que estoy casi en su estomago. Olía a arándano y sudor, hasta su esencia es dulce. Temblé en sus brazos cuando me di cuenta de esos pensamientos, ¿A que olía yo? ¿Basura? No estoy seguro si me bañé hoy, ayer o la semana pasada...
Lo empujé pensando en eso.
El peor error.
Vi mientras se iba.
Estúpido cerebro.