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ChanYeol mentiría si dijera que no frecuentaba ese lugar por una razón en particular.
La primera vez que entró en esa pequeña cafetería fue porque no le quedó más remedio. Era invierno, Diciembre tres para ser exactos, y hacía demasiado frío, tanto, que el llevar dos abrigos encima no le fue suficiente y tuvo que refugiarse en ese lugar que resultó ser tan cálido como aparentaba.
Recuerda vagamente haber buscado una mesa vacía en el abarrotado lugar y después de un rato sin tener éxito, se colocó sobre una de las tantas sillas de caoba en la barra. A Chanyeol nunca le han gustado los lugares concurridos, y esa era la principal razón por la que nunca habría entrado a un lugar como ese en primer lugar.
Sin embargo, esa tarde, mientras ojeaba la novela que se encontraba leyendo, esperando impacientemente ser atendido para poder finalmente embriagarse con el sabor de un chocolate caliente en invierno, supo que se encontraría a sí mismo volviendo cada día a esa antigua cafetería.
—¿Puedo tomar su orden?
Sus ojos se encontraron. Grandes con pequeños y delineados.
Chanyeol todavía recuerda haber pensado que esa era la persona más hermosa que había visto en toda su vida.
Era pequeño, o al menos lo era en comparación de su cuerpo. El flequillo negro le caía en la frente y había un asomo de sonrisa entre sus labios. Un delantal color rosa cubría su camisa de cuello color café y se deslizaba hasta por encima de un pantalón desgastado de mezclilla.
El gigante tragó fuerte y se las arregló para que su voz pudiera salir — C-Chocolate caliente.
Una sonrisa traviesa se pronunció en los labios del mesero, que garabateó en la pequeña libreta que llevaba consigo y le dedicó una última mirada a Chanyeol, que aún no podía apartar su vista de un ser tal hermoso como aquel.
—Enseguida le traigo su orden. — Fue lo último que escuchó de esa voz tan angelical, antes de verlo desaparecer entre el bullicio.
Y Chanyeol se sintió estúpido y patético. Y sin embargo, volvió cada día de ese mes a pedir Chocolate caliente, con la esperanza de ser atendido por el mismo mesero.
Tuvieron que pasar seis meses para que ambos tuviesen una interacción más grande que las mismas palabras de siempre.
Era Julio y Chanyeol usaba una camisa de tela delgada y agradecía a los cielos el haber podido ocupar una mesa bajo un ventilador, hacía tanto calor que las personas estaban ahí pedían raspados y cosas dulces para refrescarse.
Sin embargo, cuando aquel mesero tan hermoso por el que frecuentaba el lugar apareció frente a él dedicándole una sonrisa, había un dejo de seguridad en sus palabras.
—¿Chocolate caliente? — Inquirió con una ceja arriba.
Chanyeol miró el suelo apenado, intentando ocultar el visible sonrojo en sus mejillas — Por favor.
El de estatura corta dejó escapar una risita indiscreta y el más alto lo miró con sorpresa. — Hace mucho calor hoy, eres la única persona que lo pediría. — Comentó distraídamente y se marchó, dejando a un pobre pelirrojo con el corazón latiendo tan fuerte que creyó que se le saldría del pecho.
Porque había dicho otra cosa. Le había hablado un poco más…
Fue una tarde de otoño cuando Chanyeol supo su nombre por primera vez.
El lugar estaba más lleno que de costumbre, aunque a eso, el gigante ya se había acostumbrado. Uno de los baristas le había gritado para que llevara una orden. Lo recuerda perfectamente.
—¡BaekHyun! ¡Pastel de chocolate para la mesa tres!
Y el más hermoso del lugar, dirigió sus pies hasta el plato y lo llevó a su destino.
Esa tarde, Chanyeol no pudo dejar de pensar que era un nombre precioso para una criatura preciosa y garabateó por todo su cuadernillo de Literatura de la Universidad ese nombre, repitiéndose continuamente que no lo olvidaría jamás.
Después de unas semanas de su primer visita. BaekHyun siempre hacía tiempo para atender a Chanyeol, sin importar cuantas mesas ya estuviesen a su disposición, siempre procuraba ser él quien se encargara de tomar la orden de ese peculiar gigante de cabello rojo.
Y en el transcurso de los días, Chanyeol se volvió una persona paciente, dispuesto a esperar incluso una hora por una taza de chocolate caliente, por supuesto, si esta era servida por la persona que esperaba.
Pasó más de un año de su primer encuentro cuando sucedió…
Chanyeol había dejado de asistir a la cafetería poco más de una semana debido a las festividades y al terrible virus de la gripe que se había instalado en su cuerpo, dejándolo tumbado en la cama por más de tres días.
Cuando la campanilla de la puerta sonó ese dos de Enero, BaekHyun levantó la vista desde la caja registradora y Chanyeol pudo distinguir una sonrisa poco discreta deslizándose en sus labios.
El gigante caminó hasta su mesa de siempre, sorprendido de la ausencia de personas en un lugar tan concurrido como ese solía ser. Estaba sacando su viejo libro de la mochila cuando notó unos zapatos cerca de él.
Mocasines. Los que siempre usaba su mesero favorito para el trabajo.
—Buenos días.
Chanyeol levantó la mirada, y se encontró con la tierna sonrisa del otro, dejándolo un poco aturdido.
Se aclaró la garganta antes de responder — B-Buen día,
El trabajador dejó una taza de chocolate caliente sobre la mesa y después subió su zurda hasta la parte superior de su cuello, masajeándola con nerviosismo.
—Creí que ya no vendrías…
Chanyeol entre abrió los labios, sorprendido por sus palaras. Y cuando tuvo tiempo de reaccionar, el más bajo añadió
—Tuve miedo de que no volvieras… Pero aquí estás.
El pelirrojo tuvo que pestañear repetidamente y contener el impulso de pellizcarse para saber si estaba soñando o no. Muchas veces Park Chanyeol intentó imaginar el momento en que él y el mesero iniciaran una conversación. Nunca tuvo éxito. En realidad, decir que estaba sin palabras, era poca cosa.
No era un sueño.
En realidad estaba sucediendo.
Negó con la cabeza con rapidez, logrando que el otro ladeara la cabeza sin comprender. — E-Estuve un poco enfermo — susurró y alcanzó con la mano el asa de porcelana de su taza de chocolate, llevándosela a la boca para darle un sorbo y después volver a dejarla sobre la mesa.
El chico de cabello negro se cubrió la boca con una mano y río alegremente.
Chanyeol lo miró sin entender.
—¿Te han dicho alguna vez que eres muy distraído?
Chanyeol asintió, todavía sin entender.
Su corazón se detuvo cuando el más bajo se inclinó sobre la mesa y alzó una mano hacía su rostro. Y se disparó, palpitando como un loco cuando sintió la textura de la piel cálida del mesero chocando contra la suya.
—Soy Byun BaekHyun, por cierto. — Sonrió.
Chanyeol pudo haber muerto en ese mismo instante. BaekHyun se llevó el dedo con el que le había quitado la espuma de los labios a la boca.
—P-Park Chanyeol.
El más bajo le dedicó una última sonrisa y se dio la vuelta, caminando sobre sus mocasines de vuelta a la barra. El gigante tragó saliva y sujetó sus manos a la mesa de caoba en donde siempre se sentaba, asustado por lo que estaba a punto de hacer…
—BaekHyun… — Lo llamó.
El aludido se giró, con una sonrisa ansiosa pronunciada entre sus labios.
—Salgo a las diez. Puedes recogerme a esa hora.
Chanyeol asintió con una sonrisa boba y lo miró continuar su camino hasta la barra.
Definitivamente no estaba arrepentido de haber entrado aquella tarde de invierno a ese lugar tan concurrido. Nunca podría estarlo.
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