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Bet for love por kotuto

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Notas del fanfic:

Yuri Original

Notas del capitulo:

!Hola a todos! les dejo el primer capítulo de mi fic. Porfa comenten si les gust o si no. Les aseguro que intentaré responder cada cosa que me envíen. Bueno, sin más.... 

ahí les va ;)

                                                        

Capítulo 1

 

Como era habitual Danielle despertaba un momento antes del sonido estruendoso de la alarma a las 4:30 am, la apagaba y se daba unos minutos de relajación antes de pararse y dirigirse al baño. Su  reflejo contra el espejo le deja ver solo señales de agotamiento- la medicina veterinaria no es sencilla, por lo menos ya es viernes - pensó. La ducha eléctrica de su diminuto apartamento no calentaba como debía y todos los días detestaba ese primer contacto del agua con su cuerpo desnudo, un temblor agobiante y luego una carrera contra el tiempo, o mejor, contra la hipotermia. Atormentada salía apresuradamente de la ducha, buscando sin mirar su toalla para secarse rápidamente antes de que el frío matutino hiciera sus gracias. Enrolló la toalla sobre su cuerpo y salió a su habitación para buscar algo de ponerse, no sin antes pasar por la pequeña cocina y prender la cafetera. No había tenido tiempo de organizar su ropa la noche anterior y realmente no era de esa clase de personas que tienen todo arreglado un día antes, así que abrió los cajones y sacó lo primero que encontró.  Se vistió, sirvió un poco de café, e intento organizar lo mejor que pudo su apartamento, recogió varias copias y hojas llenas de datos sobre anatomía y fisiología animal, las empacó en su práctica mochila tejida a mano y salió.

La parada de bus quedaba aproximadamente a cinco minutos caminando desde el apartamento de Danielle; ella, siempre preocupada por su puntualidad, apresuraba el paso pasando por una pequeña zona verde antes de divisar a lo lejos la reconocida silueta de su transporte, sus pies se movían con más rapidez y después de encontrar y atravesar la calle conseguía victoriosa  subirse sin contratiempos. El trayecto duraba aproximadamente una hora y Danielle apenas se sentaba, razón por la cual madrugaba tanto, desenrollaba sus audífonos, prendía su reproductor musical y luego sabía aprovechar su tiempo, sacaba las hojas de su mochila y seguía estudiando.

Los rayos del sol que empezaban a surgir  atravesando la ventana del autobús dejaban apreciar la esbelta belleza de Danielle, era una chica hermosa, aunque no se preocupara por su apariencia. Tenía una piel perfecta, natural y pálida, cualidad que se exaltaba más con su cansancio y aunque las bolsas en los ojos eran notorias, se veía radiante. Sus ojos cafés como el chocolate, su nariz pequeña y respingada, sus labios tan rosados como finos y su cabellera rubia que por la humedad oscurecía pareciendo color castaño le daban el toque perfecto para un rostro celestial. Usaba unos jeans simples pero ajustados, con uno que otro roto diminuto en sus rodillas y una blusa de tirantes a rayas horizontales que dejaba apreciar sus bien definidos brazos y un par de pechos que aunque no eran de gran tamaño, tenían una linda proporción con su cuerpo. Medía un metro con setenta y seis centímetros, una estatura mucho más alta que el promedio, lo que despertaba por resaltar la ya conocida danza de miradas, celosas de ellas y admiradoras de ellos; como en un juego de tenis cuando los asistentes siguen con la vista la pelota maravillados a un lado o hacia el otro, así mismo le pasaba a Danielle, tristemente ella era la pelota. Lo sabía y lo detestaba pero le restaba importancia y nunca se dejó amedrentar por la furia de las mujeres o el deseo masculino.

 

Una vez llegado a su destino, Danielle se disponía a bajar del autobús no sin antes ganarse uno que otro piropo que ignoraba por completo  hasta que escucha una voz familiar.

-Hoy llegaste un poco más temprano- dijo un joven atento a extenderle su brazo como un caballero para ayudarla a bajar.

Era un hombre de aproximadamente la misma estatura de Danielle, pelo castaño, trigueño, se notaba su gusto profundo por el ejercicio pues tenía contextura muscular sin llegar a ser extravagante y de mal gusto, tenía una camisa polo sencilla color azul y unos jeans que daban la impresión de costar mucho dinero, zapatillas impecables de marca y su ya característico aroma de loción masculina.

-Gracias, Alex, no tenías que venir al paradero- respondió sonriente a su comentario dando un brinquito y tocando delicadamente el suelo luego de aceptar la ayuda del muchacho. Tomó su reproductor musical, lo apagó y guardo.

-Me dices eso todos los días y yo vuelvo a repetirte que no hay problema, sabes que odio caminar solo hasta el edificio- explicó Alex tomándola de los hombros y guiñando su ojo- así que realmente tú me haces un favor a mí- sonreía.

-Qué suerte la tuya vivir tan cerca del campus, yo tengo que madrugar mucho- refunfuñó Danielle haciendo un puchero precioso que sólo se animaba a hacer con Alex.

-No madrugarías tanto si te vinieras sobre el tiempo como la gente normal-

--¡Odio el transporte público a esta hora! lo sabes, prefiero madrugar y venirme sentada  que estar más apretada que atún en lata- Le respondió casi al instante.

Los dos rieron y empezaron su caminata hacia el salón de la primera clase. Hablaban de todo un poco, de los parciales, se hacían bromas, se invitaban a planes y eventos, no demoraba Alex en insistirle que fuera a su casa, que la invitaba a almorzar y Danielle, siempre con una sonrisa angelical respondía que sólo dijera cuando y ella accedía a su deseo. Pasaron así casi 20 minutos; en realidad Danielle quería mucho a Alex y se sentía en plena confianza con él. Habían estudiado en el mismo colegio, se conocieron desde pequeños por lo que crecieron juntos, y ahora tuvieron la linda coincidencia de querer estudiar lo mismo en la misma universidad,  los dos se prepararon para el examen de admisión, se presentaron el mismo día y pasaron, en pocas palabras -es el destino, el D-E-S-T-I-N-O - como siempre balbuceaba  Alex subido de tragos en las típicas reuniones “sociales” con Danielle. Siempre se llevaron a las mil maravillas y por si no fuera suficiente la madre de Alex adoraba a Danielle, aunque esta última seguía sin entender por qué si sólo la había visto un par de veces en tantos años.

Al llegar finalmente al edificio, Danielle con un débil dolor en su abdomen de tanto reír se quedó en silencio, quería saborear el último minuto de paz que tendría en el día y recuperaría hasta casi la noche; Alex, cómplice del deseo de la rubia se dedicó a regalarle una mirada de apoyo dibujando una tenue sonrisa ladeada, y luego cambiando su expresión a una de completo fastidio moviendo los ojos al escuchar el escándalo de todos los días en el mismo salón, tomó a Danielle de la mano y se apresuró a entrar al edificio antes de pensar alguno en huir.

 

-¡Otra vez llegan juntos tortolitos!- chillaba una joven de aspecto desagradable, nada que admirar excepto tal vez la piel tersa que poseía, cabello corto, lentes gruesos y una personalidad detestable, engreída sin tener con qué y antipática con todo el que no fuera “de su nivel”. Primera en llegar todos los días, con su grupo de estudiosos sin  vida social.

Ni Alex ni Danielle respondieron a su comentario, echaron una mirada fugaz al salón para saber quién más estaba allí y sin encontrar otro rostro conocido se dispusieron a sentarse, obviamente uno al lado del otro a esperar al profesor Ortega. Poco a poco el salón se va llenando de estudiantes. Solo otra persona se sentó junto a la rubia y Alex, su nombre era Giselle, era una morena, muy linda, cabello negro y estatura promedio. Había conocido a Danielle el primer semestre de carrera y se habían vuelto buenas amigas; como es obvio, no tardó en conocer a Alex y desde ahí andan los tres. Era un trío bastante entretenido, el único problema era cuando el profesor decía sus palabras mágicas “vamos a solucionar un taller, ¡háganse de a parejas!”. Siempre jugaban piedra, papel o tijera para ver quién se quedaba solo y tendría que hacerse con Steve, el chico más raro y antisocial que alguien haya podido conocer sobre la faz de la tierra.

Luego de unos minutos ya iban a ser las siete y a lo lejos se empezaron a escuchar el típico tacleo de tacón sobre el suelo, era obvio saber de dónde provenía ese ruido para todos y justo antes de que entrara el profesor al salón llego la última alumna faltante, caminando con gracia, casi desfilando frente a sus compañeros, su nombre era Karla, la chica más popular en la facultad, posiblemente del campus y no era difícil saber por qué.

Para empezar era abiertamente bisexual, andaba de conquista en conquista, siempre en fiestas, siempre alrededor de los más populares quienes la idolatraban como a una diosa y aunque su estatura era un poco arriba del promedio, tenía un cuerpo espectacular, voluptuoso  y sexy, lo que agradaba a todos los hombres y despertaba admiración por las chicas. Lo más impresionante de Karla, a pesar de su majestuosa belleza corporal eran sus ojos, nadie había visto algo semejante, eran claros pero al observarlos con detenimiento se notaban tinciones verdes y diversas tonalidades de cafés, por lo que optaron por señalarlos color miel.

Siempre llevaba un atuendo con el cual sobresalir, ese día tenía unos shorts usados a la par con unas medias negras gruesas de lana que desde los pies llegaban hasta el muslo dejando apreciar varios centímetros de piel hasta encontrarse con la tela. Tacones negros, un buzo suelto completaba el atuendo, prenda que dejaba ver su hombro izquierdo y un coqueto tatuaje de notas musicales entre el ápice y la base del cuello.

 

Incluso Danielle pilló un par de veces a Alex echándole el ojo de vez en cuando, a lo que su amiga respondía con unas carcajadas, no porque él no pudiera estar con ella pues Alex no era nada feo, sino porque Karla tenía un resentimiento incontenible hacia ese insignificante trio de amigos. En realidad, a la morena le gustaba mofarse y ofender a todos, le daba un aire de superioridad y los chicos y chicas la adoraban aún más por eso, pero realmente se ensañaba con esos tres, especialmente con Danielle, quien solía sacarla de quicio.

 Al pasar al lado de la rubia, Karla choca su bolso contra la joven

-Ups, disculpa idiota- dice fingiendo descaradamente preocupación.

-Déjame en paz, Karla- resopló con desdén sin ninguna expresión.

La morena sonrió con los ojos sarcásticamente, dirigiéndose a los últimos puestos del salón, sus lacayos, como Giselle solía decirles, siempre le abrían paso y la adulaban desde por cómo se vestía hasta su forma de humillar a la rubia. Por lo que ella decidió decir en voz alta para que todos puedan escucharla –Ella se humilla sola, ¡solo mírenla!, una rata de biblioteca, no necesita de mi – miró con rabia el puesto ocupado de la rubia – ¡no voy a perder mi tiempo con esa basura!- terminó.

Danielle por impulso se gira  y se encuentra con la mirada profunda de Karla, ninguna cede a la prueba, se retan y se fulminan por unos segundos hasta que el profesor interrumpe para empezar la clase.

-Odio la gente egocéntrica-refunfuña Danielle posando su mirada al frente.

-Ya déjalo así- responde Alex ubicando  su mano en el hombro de la chica.

Como siempre pasaron tres tortuosas horas parloteando sobre la fisiología del sistema nervioso, el profesor usaba un tono de voz monótono junto a diapositivas azules con letra amarilla, que lo único que causaba era un efecto somnífero instantáneo sobre casi toda la clase.

Una vez terminada todos salían del salón. Tenían un hueco entre clases de una hora por lo que la mayoría optaban por ir a la cafetería de la facultad, tomarse un capuchino y charlar.

-¿Hay algo que tú no puedas hacer?- preguntaba la chica bullosa de gafas.

-¿A qué te refieres?- Respondía con otra pregunta Karla mientras esperaba a dos de sus lacayos casi golpeándose entre sí para darle un té helado.

- Dicen por ahí que dejaste a esa muchacha con el corazón roto- respondía señalando con sus dedos esqueléticos a una linda pero tímida joven sentada sola en la cafetería; tenía los ojos hinchados y una que otra vez dirigía la mirada a la morena.

-¿Otra?- alegó otro joven mientras cerraba con fuerza su puño, evidentemente celoso.

-¿Y eso qué? Yo puedo tener a cualquiera cuando quiera- completó al instante con aire de superioridad haciendo un gestos sobrador con sus manos y regalándole una mirada tajante al chico.

El ambiente se saturo de un silencio incómodo

-¿ah sí? Eso suena interesante- se escuchó  a lo lejos.

Era Cristopher, un hombre alto y muy atractivo de tez morena, con facciones marcadas y esbeltas, capitán del equipo de futbol de la universidad. Tenía un uniforme con el número diez en su espalda que hacía una jugada maravillosa con su cuerpo, y el escudo de la institución plasmado frente al corazón; galán, ostentoso y hasta arrogante, deseado por todas menos por Karla. Si la morena era considerada la reina del campus, sin duda Cristopher era un casi rey, así que era su competencia. Un juego aburrido de popularidad, según Danielle, que por el momento Karla iba ganando.

-¿Interesante?- Pregunto la morena sin ni siquiera inmutarse y dando un sorbo grande a su bebida.

- Si, verás...- responde mirando a su alrededor para luego acercarse peligrosamente al oído de la mujer, y con tono sensual completa -… quisiera hacerte una propuesta-

- La respuesta es no, N-O, ¡NO!- gruñe al instante

-Pero ni sabes qué voy a decir- protesta tirando una carcajada.

-Viniendo de ti no debe ser nada bueno, tal ve…-

-Ok…- Interrumpe a la oji clara para comentar todo pulmón- Hoy todo el mundo está invitado a mi casa…… ¡Fiesta!, menos tú, tú, tú, tú y tú- Una euforia se escucha por toda la cafetería mientras la morena tenía una vena prominente en su frente y los puños cerrados con fuerza enterrándose las uñas en la piel, odiaba que la interrumpieran, odiaba que ESE la tratara así, ella era una diosa para todos, todos querían ser como ella, cómo se atrevía a…

-¿Karla? Preciosa, ¿vas  ir verdad?- Interrumpe sus pensamientos Cristopher – mira que te conviene-.

- Acaso……….. ¿Me llamaste preciosa?- Gruñó con los ojos abiertos como platillos y una expresión terrorífica, se levantó de la silla regando lo poco que quedaba de té helado sobre uno de sus lacayos y con su brazo derecho atrapó el cuello del uniforme del deportista, se había convertido en un monstruo.

- Ca..cálmate, yo so…solo quería sa...ber si ibas- Tartamudeaba, aunque sabía que el genio de Karla no era para tomárselo a la ligera, jamás la había visto tan molesta.

-¿Acaso quién mierda se cree que es? Tiene suerte de que le dirija la palabra engendro, y no pienso ir a su ridícula fiesta de mierda- gritaba sin control agitando a su competencia de un lado al otro.

Un silencio se apodera de lugar; podría haber pasado uno o dos minutos así hasta que se escucha “si Karla no va yo no voy”, “será una fiesta aburridísima sin ella” y todo tipo de comentarios de ese calibre. Justo en ese momento entra a la cafetería una despistada Danielle, sosteniendo su billetera en la mano con el fin de comprar una bebida. Cuando posa sus ojos cafés en la escena del lugar, se queda casi paralizada.

Karla desviando la mirada de su objetivo, observa a la rubia en la entrada del recinto sosteniéndole la mirada con sincero miedo. La morena no iba a rebajarse en presencia de aquella molestia, así que tomó una bocanada de aire y soltó al muchacho.

-nunca vuelvas a llamarme así, ni nada que se parezca porfa- indicó con una sonrisa que nadie sabía cómo podía verse tan sincera. Con la gracia de una princesa se vuelve a sentar y empieza a hablar con todos sus lacayos como si nada hubiese ocurrido.

Cristopher, anonadado por lo que había acabado de pasar, dirigió sus ojos hacia Danielle que luchaba con sus pies que no querían seguir sus órdenes. Él quedo perplejo antes la belleza de la rubia y sin pudor se abalanzó como fiera a su presa; la rubia, aún con los ojos sobre Karla no se percató de la presencia del futbolista.

-Hola-

-….-

-¡Hola!- repitió el joven más fuerte.

- Hola- respondió con indiferencia la mujer.

- No te ofendas con lo que te voy a decir pero en realidad eres muy linda-

-¿quién?-

-Tu, tú eres preciosa- acentúo sonriente-¿cómo es que no te había visto por aquí?

-Ahh no lo sé- balbuceo volviendo a la realidad lentamente- ehmm probablemente porque suelo estar en la biblioteca, espera, ¿me acabas de llamar linda?- preguntó atónita porque alguien popular jamás le había dirigido la palabra y mucho menos llamado así.

-No te molestes, sólo sentía que debía decírtelo… oye…-

-Danielle-

-…oye Danielle, voy a hacer una fiesta esta noche, ¿quieres venir?- preguntaba tomándola de la mano. La rubia, aún incrédula deja pasar el contacto por alto.

A unos cuantos metros se encontraba Karla, su silla quedaba en la perfecta posición para mirar la conversación entre Cristopher y ESA. Intentaba desviar su atención de aquel par pero justamente presencio el momento de contacto de manos; de repente la morena empieza a sentir un fuego interno que le llega a la cabeza, ruboriza sus mejillas y empieza a mover sus manos ansiosas sin entender.

-¡Cristopher!- grita Karla

El deportista voltea

-Estaré ahí a las siete- termina.

Había acabado la hora entre clases y ya era tiempo de ir al laboratorio de inmunología. Un día “normal” en el campus .

 

 

 

Notas finales:

Espero les gustara, por favor escríbanme para saber si sigo con mi historia :). Un abrazo a todos los lectores. 


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