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La metáfora de la Rosa por aiko shiroyama

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Notas del fanfic:

¿Qué tal?

Desde el año pasado que no venía por aquí, pero, no abandono. Debo continuar unos tantos fics pero mientras, quería hacer algo breve que lleva agendado un par de años, para sentir que puedo empezar.

Un primer, primer disparo.

Luego vendré con lo demás, si alguien lo recuerda  :)

Advierto, si usted está triste NO LEA ESTO. Creo que nole ayudará. Si lo lee, de todas formas, le dejo un abrazo por anticipado  (?).

Y bueno... ¡Ah, sí!

Los versos del comienzo y del final son adaptaciones de extractos de "Los versos del capitán" de Pablo Neruda.

Maestro del amor que sangra.

 

Notas del capitulo:

A leer :3

Yo no sufrí buscándote, sabía que vendrías.

Una nueva flor con lo que adoro de lo que no adoraba,

con tus ojos, tus manos y tu boca

pero con otro corazón que amaneció a mi lado

como si siempre hubiera estado allí

para seguir conmigo para siempre.

 

 

 

 

 

 

— I

Encuentro

 

 

 

Recuerdo ese día, pesado y de tonos grises. Hacía un frío terrible y simplemente iba por la calle.

Sin importar cuantos días pasaran, cuanto avanzaran las estaciones; los días parecían congelados en el tiempo, las noches al menos le daban –como siempre— un  leve suspiro a mí ahogada mente. El gris se había convertido de repente, en el sinónimo de la monotonía de mi diario vivir, eso, más que un tono característico del cielo caprichosamente encapotado de vez en vez, en julio.

Entonces, sin rumbo fijo vi aquella rosa. El rosal estaba dentro  de una propiedad con altas rejas puntiagudas. A pesar de la impresión del primer momento sólo avancé sin quitarle la vista de encima.

Pero su color, su forma; no podía dejar de llamarme la atención.

Porque, de alguna manera mientras todas sus restantes hermanas estaban  maltrechas por la helada de aquellos días, esa rosa, rojo granate, intenso, vivía apasionadamente su vida mostrando aquella belleza inusitada en todo esplendor, sin atisbo alguno de imperfección.

Rojo vibrante, oscuro e intenso. Apasionadamente bello.

Tontamente, me paré en medio de la calzada, afortunadamente a esas horas de la tarde —casi noche— no transitaba nadie; era un barrio más bien residencial donde había ido a parar en esa ocasión.

Sintiéndome casi hipnotizado por aquella endemoniada flor, me acerqué a la inmensa reja; estaba lejos… y era muy alto.

 

Maldición.

 

Rindiéndome, traté de seguir caminando, no obstante sólo di un par de pasos y me vi de vuelta en el mismo sitio, esta vez, saltando la reja sin tan sólo dudarlo un segundo, sin pudor alguno.

Caprichos de aquellos que no puedes dejar pasar.  Debía ser mía.

Patéticamente, o por el acto del karma —demasiado inmediato— una de las mangas de mi blazer se enganchó en una de las puntas y en el acto de jalar para librarme, se deshilachó prácticamente toda. No me importó.

Fui hacia la fuente de aquella belleza, ¿acaso me estaba volviendo loco?

Sin tener en cuenta que más de alguien pudo haberme visto y haberme tomado por ladrón (¿acaso no lo era?), sólo tomé la flor, mientras sentía un fuerte pálpito en el pecho.

Era muy extraño, pero con cuidado, volví a saltar hasta la calle y la llevé conmigo.

Algo debí prever, pero no pude adivinar.

Para colmo de males y de mi ropa algo harapienta a causa del deshilachamiento progresivo, el frío aumentó. Una tenue neblina se dejaba caer, suavemente, sobre las calles, volviendo a los transeúntes casi sombras, casi espectros.

Haciendo caso omiso a mis posibles futuros delirios mentales, seguí. No podía dejar de sentir aquella fascinación, incluso cuando la noche ya había caído sobre mí. Aún caminaba hacia ningún lugar, con mi nuevo precioso tesoro en mis manos.

Sólo cuando vi caer sobre sus pétalos carmín oscuro una tenue gota, noté que llovía. ¿De hace cuanto? Percibí que estaba completamente empapado.

 

Genial.

 

Enfrenté mi rostro al cielo, para que aquel manto de agua disperso mojara mi rostro y de pronto algo chocó contra mí.

Aunque bajé la vista rápidamente, aquel ser u espectro pasó tan rápido que sólo pude ver el color carmín de su chaqueta, increíblemente, en la misma tonalidad que los pétalos de mi rosa. Vi como simplemente aquel ser empapado, de silueta alta y delgada  se alejaba raudamente, al parecer huyendo de la tempestuosa lluvia.

Dejándolo pasar, recordé mi rosa, pero, ¿dónde estaba? Mis pálpitos subieron de velocidad de una  estúpida e inexplicable forma. Observé mis manos vacías y sorprendido descubrí que tenía pequeños hilillos de sangre mezclados con agua, en ellas.

Claro, al sacar la rosa ni siquiera me percaté. Tan empedernidamente absorto estaba en su belleza, en su no se qué especial que no sentí el dolor ni hasta ese momento, cuando vi las tres o cuatro espinas enterradas en mi mano derecha.

 

A veces no ves la realidad tal como es.

 

Busqué con mi vista la flor en el suelo, sin saber el porqué no quería perderla, como si su rojo granate tuviera algo más que la belleza como significado, de cualquier forma el esfuerzo que hice en obtenerla hacía valer la pena el conservarla.

Al menos, debería ser razón suficiente.

 

Un motivo.

 

Entonces, lo pillé.

Divisé al sujeto a la distancia, a punto de desaparecer y casi presintiendo a mi objeto preciado allí, arrastrado por un potente magnetismo me apresuré en darle alcance. Una vez cerca caminé rápidamente e impulsivamente le jalé de la bufanda que traía, con algo de timidez.

La alta silueta se giró hacia mí y sus ojos dieron de frentón en los míos y mi escena se congeló. Todo en blanco y negro excepto la rosa, su chaqueta y sus labios, todos del mismo color.

El frío extremo que sentí, acompañado de un golpe de calor al oír su voz es lo más indescifrable que me sucedió en la vida, mas al notar como sonreía algo apenado, musitando un  «lo siento»  al descubrir mi rosa en su bufanda. La contempló unos instantes y sonrío otra vez.

Juré en ese instante, que nunca más vería una sonrisa tan hermosa como esa.

—Es muy bella —, casi susurró. Extendiendo la flor hacia mí, sentí como el corazón casi se me salía por la boca al acercar mi mano para recibirla.

«Es tan bonita como tú», pensé, obviamente sin abrir la boca, mientras observaba fugazmente sus ojos miel y su boca, enrojecida tal vez por la humedad, el frío o lo que fuera.

Esos labios, como los pétalos de una flor me provocaban el querer acariciarlos.

Cuando ya casi recibía la rosa, retiré mi mano y me miró, confuso.

—Quédatela…—dije apenas, pudiendo sonreír al fin. Noté un leve sonrojo y una tímida sonrisa—.Combina con tu chaqueta—, reí suavemente bromeando. Él también rio, de la misma forma.

—Gracias… ehm…—Me miró, dándose cuenta que no sabía mi nombre.

—Ruki. –Finalicé su frase. «Ruki», repitió, mirando la flor y luego a mí con aquella hipnotizante mirada.

Se hizo un breve silencio. Silencio típico de aquellos cuya duración es subjetiva. Muchas letras estaban en mi cabeza, ideas aceleradas. Cuando iba a verbalizarlas, yo…

—Adiós…

Y fue lo último que oí.  Sin saber ni siquiera su nombre, sentí como se grababa en mí de manera profunda e imprevista.

Se llevó mi rosa y por alguna razón también sentía ya un profundo vacío dentro.

 

 

 

 

— II

Des-encuentro. Re-encuentro.

 

Estuve paseándome sin sentido varias tardes más, desde aquel día.

Algo en mi cerebro se había trastornado. Seguro.

Cada vez que veía pasar a alguien con el cabello de aquel color, con una chaqueta, un blazer , bufanda lo que sea, mi vista volvía al monocromo, mis percepciones sólo capturaban aquella tonalidad y el latido acelerado regresaba.

¿Qué debo hacer?

Es estúpido enamorarse de esa manera.

No. Es que soy un estúpido.

Un estúpido enamorado bajo un cielo gris.

No queriendo ir contra natura pero siendo totalmente iluso al pensar que volvería a verle de nuevo, regresé a aquel barrio una y otra vez. Hasta con un blazer similar, para hacerle más fácil el reconocerme si me veía, pero, en realidad no tenía ningún punto. ¿No es irracional?

¿Y quién dijo que el amor era racional?

Si el cielo sigue estando así de gris todos los días, voy a enloquecer.

 

Y creo que empecé a comprender que, era yo y ese sentimiento invasivo lo que me hacía verlo todo de esa manera.

Atrapado en ese día, indefinidamente en el tiempo. Aquel color capaz de romper la monotonía, como un rayo que cruza la negrura de un abismo inabarcable.

Sólo un rayo.

 

Sólo una rosa viva en medio de este frío inmenso.

 

Un encuentro casual es sólo un encuentro. No formular las palabras necesarias, no ser capaz de confesarle mi admiración inmediata, no poder decirle que era la viva imagen humana de la inusitada belleza de una rosa, fue de principio, mi culpa.

Es que ni siquiera le pregunté su nombre. Verdaderamente, yo…

Mi móvil comenzó a sonar. Sólo contesté y no dije nada. Siempre era así.

—Mi queridísimo enano súper comunicativo… —dijo la voz al otro lado.

Reita.

—Qué hay…—dije, sin muchas ganas.

—Oye, ¿te acuerdas de quién te comenté? — Hice una revisión mental. Ni siquiera recordaba la última vez que me reuní con mis amigos. Sólo que todos dejaron de llamarme con el pasar de las semanas, excepto Reita. Seguramente porque siempre fui quien más paciencia le ha tenido con su sentido del humor poco afortunado.

—Ah… sí, sí…

—Bueno, pues te espero en la estación frente del café de siempre, que hoy es el gran día.

¿Gran día? Pero qué demonios, pensé.

—¿Ahora?

—Tienes 30 minutos.

—¿Qué? Sabes, no estoy de humor pa…

Colgó.

Infeliz hijo de su madre.

Sin mejor perspectiva sólo me planté allí como un vegetal. Después de todo, era menos estúpido ir a un encuentro con quien sabe quién por no sé qué asunto que esperando un encuentro imposible en el mismo lugar de siempre, con la misma ropa de siempre y la misma inútil esperanza de siempre.

Apenas llegó mi rubio amigo entró en estado «On».

Hablaba hasta por los codos y yo solo suspiré, resignado. No tenía idea de qué hablaba, mi cabeza para variar ya estaba viajando a otro lugar.

Tras unos minutos de caminata interminables, más insufribles dentro de un ascensor subiendo no sé cuantos pisos, sin tener nada con qué entretener la vista, nos encontrábamos frente a una puerta con un bonito 18 dorado en la entrada.

—Aquí estamos, Ruki. —Escuché por primera vez en todo el trayecto, sólo para poder entender por qué estábamos parados allí.

—¿Y esta es?

—La puerta del departamento —Oh Reita, no me digas. Hizo un silencio y me miró. Creo que comprendió que era una broma ridícula. Suspiró. — El hogar de ese alguien muy  especial de quien les hablé.

—Ah… — Mi mente se iluminó —. ¿La chica misteriosa aquella que nunca quisiste llevar a ninguna de nuestras juntas?

Sonrió.

Por alguna razón, cuando la gente sonríe en vez de responder, un escalofrío recorre mi espalda. Si la respuesta no puede formularse con palabras, tengo que adivinar y soy pésimo en aquello.

Algo. Algo se traía  esa chica, seguro.

Mientras tocaba el timbre con una sonrisa boba y refregaba las manos, las mías empezaron a sudar. Conocer a personas, era ansioso de todas formas.

Al tiempo que la puerta era apenas entreabierta con confianza y Reita la empujaba, mi cabeza ya había formulado hipótesis. ¿Estaría embarazada la chica? ¿Sería la ex novia de alguno de los chicos? O…

Y ahí me detuve.

—¡Qué haces, enano! —Reclamó mi amigo, al chocar contra mi espalda, para luego sólo perderse en el interior del departamento.

El mundo se puso monocromo y en ese instante, tuve un mal presentimiento. Si no era una alucinación, aquella flor en ese jarrón era sencillamente demasiado familiar. Era ese color, era esa forma… era…

A medida que la certeza aumentaba, mi corazón casi se desbocaba.

Escuché unos murmullos y un «está bien, es mi mejor amigo», en voz baja y aproximándose a mí.

Venía la dueña de casa.

Intenté controlar el temblor de mis miembros, pero en cuanto aparecieron ante mí, me desmoroné.

—Ruki, este es Uruha. Es mi… novio.

 

No puede ser.

 

Cerré los ojos, los abrí de nuevo.

Pero seguía siendo la misma bella ilusión.

 

Maldita, maldita sea. No…

 

Él, más alto que mi amigo, mantuvo los ojos fijos en mí y me dirigió una sonrisa.

Otra vez, una sonrisa encantadora. Pero yo…

Yo no podía disfrutarla en esa ocasión.

—Un gusto… Ruki.

Y de repente miró al suelo frunciendo el seño, quizá notando lo mismo que yo. Crucé mis ojos con la miel de los suyos en el instante en que levantaba su índice y entreabría los labios.

—Tú…

—Es una rosa muy bella…

Ambos me miraron confundidos.

Dirigí la mirada a la dichosa flor y dentro de mí, aún sintiéndome indeciblemente estúpido, pude comprenderlo todo.

—Creo que me he enamorado —lo solté. Mis ojos pasaron a la otra rosa, de pie ante mí, sin poder evitarlo.

Escuché a Reita reír, quizás para romper lo incomodo del momento.

—Pues, me parece un amor un tanto imposible, ¿no crees?

Sonreí.

 

Sin duda.

 

Era la vida jugándome una de aquellas pasadas.

Mientras él le murmuraba algo que parecía un reproche a mi amigo, yo me apresuré en alcanzar la puerta.

Cuando pierdes antes de siquiera poder entrar al campo de batalla, mejor salir del juego antes de derrumbarte. Si vas a explotar, mejor, que sea una solitaria humillación.

Y yo ya quería desbordarme.

—¿Ya te vas? — Su voz a mis espaldas.

Un ronco aterciopelado, quizá por la preocupación.

 

Ahora tú y yo al menos compartimos algo, Uruha. Un secreto.

 

—Recordé que tenía algo pendiente, lo siento, Uru, Rei… —Me atreví a dulcificar.

Y antes que pudieran decir algo, cerré la puerta a mis espaldas.

Y sangré.

Preciso como aquel día, no lo noté, pero ya traía las espinas clavadas. La soledad, la monotonía y yo sólo buscaba algo.

La carencia es la madre de toda la necesidad. Y el amor, como aquella rosa, aquel día como todos los otros, fue capaz de romper la estabilidad del vacío.

El amor me hizo ver la sangre.

Rojo granate, rojo intenso.

Un carmesí que se desborda aquí adentro.

 

Y ahora tengo algo, pero tal como aquel día, no tengo nada.

Pero nada suma en este charco. Ahora sé que vivo.

Sé que amo.

 

 

 

 

 

 

 

Adiós, pero conmigo

Serás, irás dentro

De una gota de sangre que circule en mis venas

O fuera, beso que me abrasa el rostro.

Y en medio de la vida estaré

Siempre

Junto al amigo, frente al enemigo

Con tu nombre en la boca

Y un beso que sin tocarte

Jamás se apartó de la tuya.

 

 

 

 

Notas finales:

Bueeeno, acá al demonio la formalidad.

Saludos a la persona que lo leerá y ESTÁ OBLIGADA A DEJARME UN PUTO REVIEW Momosauria de la vida

Amiga de mi cuchara azul ;O; Te amo forevah <3

Y bueno. Si llegas a ller esto, Cris, Kiharu. Te extraño, te extraño muuucho y bueno, el próximo fic que suvba espro que sea thirteen friday. Ese lo escribí para poder transmitirte a mi manera, como me estoy sintiendo ahora y por qué estoy desapareciendo de todos lados lentamente.

Espero que logres verlo, algún día.

Y ... Mila, si ves esto. Espero que también sea de tu gusto.

En Thirteen friday, el fic de Cris, el personaje principal lo elegí para ti.

Bueno, saludos a tooooodas esas personas que me recuerdan, me recordaron, me recordarán, etc (?) o me conocerán ahora.

No escribo hace mucho asi que sus comentarios me serían de graaaan ayuda ;_; <3

Digo para saber si me lanzo o no de la ventana de una vez (?) o lo sigo intentando hahaha xD

Bueno, es todo.

¡Nos leemooos!

Chuuuu

 

Pd: si sale series abajo, no tengo idea que madres xDD


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