17. recuerdos de lo que nunca pudo ser.
Conocí a ese niño cuando tenía 16 años, en esa época era una prostituta infeliz y miserable en un barrio de mala muerte.
Recuerdo que era 19 de julio, por alguna razón olvidada hace tiempo fui a la iglesia de un barrio de clase media alta, esperaba no encontrar a nadie conocido allí. Nunca fui alguien realmente creyente, pero las circunstancias de aquel entonces me hicieron asistir al santuario. El lugar estaba lleno de dorados adornos, todo se veía tan enfermizamente brillante e hipócrita que no pensé no sería capaz de permanecer mucho tiempo allí.
-¿Eres nueva aquí amiga?- preguntó una inocente e infantil voz a mis espaldas, no quería responder y mucho menos girarme a ver quién preguntaba, un niño feliz era todo lo contrario a lo que yo alguna vez pude ser pero antes de poder ignorar al pequeño, se paró frente a mí y con bastante sorpresa y un sentimiento de lastima analicé el semblante que el niño mostraba. La sonrisa de dientes pequeños, derechitos y blancos se veía opacada por su labio inferior roto, los ojos verde esmeralda, brillantes y “alegres” rodeados –ambos- por un doloroso color morado con toque verdosos que sabía solo causaba un golpe con algún objeto o el puño en otros casos. Lo único que no se veía afectado por la estupidez humana era el rubio cabello, ese color dorado me dio una sensación esperanzadora y aquello sumado a la inocente sonrisa del niño me causó más emociones positivas que encomendarme a un ser supremo y “misericordioso” que no salvaba a gente miserable como yo.
-S… Sí, soy nueva-respondí entrecortadamente tratando de sonreírle al niño.
-OH! Entonces te gustaría ser mi amiga?-dijo el niño con la ilusión brillando en sus ojos- aquí nadie quiere jugar conmigo…
-Claro que seré tu amiga- sonreí y me agaché, ese niño me causaba un revuelto de cálidas emociones- pero… ¿Cómo te llamas?
-Soy Anthony Crawford y tú? Dijo el niño emocionado mientras salíamos de la iglesia.
-Soy Gabrielle- dije sonriente, el niño ensanchó su sonrisa.
Sin notarlo siquiera, pasé toda la tarde junto al pequeño Anthony, quien me habló de que su “mami” se había enojado con todo y que cuando él trató de ayudarla a calmarse, se había ganado esos “golpes de guerra”, también me contó que dentro de poco cumpliría 8 años y algunas otras cosas que me hacían sonreír con ternura y nostalgia.
-¿Y tú que me contaras?-dijo el niño sentándose frente a mí bajo el árbol en que descansábamos.
-No hay nada interesante- reí agotada y sintiéndome algo triste- no recuerdo quienes son mis padres y vivo de “dar placer”
El niño miró al suelo como analizando lo que recién le había contado y luego tomó con delicadeza mi rostro entre sus manitas, lo miré sorprendida.
-No entiendo muchísimas cosas- dijo serio, sonreí pero… veo que tú no eres feliz Elle, mi mami dice que las personas tristes no tienen éxito porque no se quieren, y que las que aun estando tristes lo obtienen es porque alguien las quiere… yo te quiero- dijo el niño sonrojándose hasta las orejas, no fui capaz de reaccionar de ningún modo a ello- … así que busca ser feliz y punto.
Dicho aquello el pequeño besó mi mejilla con sus cálidos labios y se sentó a mi lado.
-Gracias- sonreí sin mirarlo.
-¿Por qué?- preguntó confundido.
-Por mostrarme la luz que un montón de encuentros sin sentido no me dan- dije en un suspiro- cuando me tuve que volver lo que soy ahora las personas que me rodeaban dijeron “no busques sentir lo que no tendrás; solo juega, diviértete y disfruta” pero…
En aquel momento sentí un peso contra mi brazo y el pequeño Anthony dormido fue la razón, sonreí de nuevo y me prometí cumplir su palabra: buscaría ser feliz.
***
El peliteñido despertó agitado, de nuevo esa chica de cabellos negros paseaba por sus sueños, desde que perdió la memoria de todo lo ocurrido aquel año en que cayó por una escalera al final del mismo, esa chica y la egoísta frase lo perseguían a pesar de todo, acabó acatando la norma a la perfección transformándose en un mujeriego desde los 13 cuando los sueños con la chica y su frase empezaron a atormentarlo. No le importaba nada ni nadie, había dejado de perseguir la felicidad hacía ya mucho tiempo y solo disfrutaba de los “placeres” de la vida.
***
El ojimiel iba caminando entre los estantes de la poco concurrida biblioteca, ya había hablado con Amanda-la consejera del pueblo- y su recomendación fue ignorar y evitar cualquier insinuación o contacto con el mayor. Por otro lado, al final del pasillo de estantes un ojiverde peliteñido notó –inconscientemente- la presencia del cuatro ojos, una sonrisa no planeada iluminó su rostro más su corrompida mente la transformó en una del mismo calibre y lo dirigió en piloto automático hacia el menor, el ojimiel estaba completamente concentrado en el libro con demasiados contenidos explícitos que leía, por ello no sintió la presencia del mayor hasta que éste le lamió el lóbulo de la oreja izquierda y lo acorraló con sus brazos. Luka torpemente le atinó a girarse y quedar frente a frente- más bien a pecho- con el más alto, se miraron a los ojos por poco más de un minuto hasta que el peliteñido intentó besar al menor chocando contra la fría contraportada del libro que el menor leía previamente.
-¿Ahora te haces el difícil?- rió divertido tomando con una mano la barbilla del menor, el enano lo miró con frialdad.
-No es eso, tan solo abrí los ojos- le sonrió con amargura- descubrí algo bastante interesante de ti…
-¿Y qué cosa puede ser?-preguntó el mayor alzando una ceja.
-Si bien entrar a tu juego es joderse la felicidad propia- dijo con aire de interesante si bien se moría de nervios por dentro- y aunque tú dejes todo en penumbra, ninguno de los peones somos “la ramera” del grupo.
-¿Qué insinúas mocoso?- dijo enojado Anthony ¿Qué se creía ese niñato?
-Lo que escuchaste basura … y como agregado espera el jaque mate- rió el ojimiel con arrogancia- casi me hiciste olvidar algo tan importante…
Dicho aquello, el chico se alejó con el libro en manos y una sonrisa de satisfacción iluminando su rostro, atrás de él, un estupefacto ojiverde lo miraba con asombro. El enano había dado un golpe bajo y ambos lo sabían, el infeliz de Anthony no se esperaba ese balde de agua fría. Ahora una nueva partida estaba en proceso.