45. Escape y sueños.
Patrick temblaba por los nervios, ya era el momento de levantar su mano y no tenía idea de cómo debía actuar, dio unas cuantas respiraciones profundas y aun tembloroso ejecutó la acción. La maestra de hora le observó dudosa, el chico se veía bastante más raro de lo común y ese temblor que lo poseía aumentaba las preocupaciones de la docente.
-¿Ocurre algo Rockbell? -preguntó deteniendo su explicación. Patrick bajó su mano y se estremeció antes de aclarar su garganta.
-No me siento muy bien en este momento-murmuró -¿puedo salir a tomar aire?
La mujer asintió y el chico se levantó de su asiento solo llevando su móvil con él.
Una vez fuera del edificio, escribió un mensaje a Theo y enseguida corrió directo a su habitación.
Con la emoción escapándose por sus poros se deshizo de su uniforme con agilidad y se embutió una camiseta azul clara y un pantalón cómodo sumado a los converse negros que esperaban bajo su cama. Theo llegó mientras se colgaba la maleta, el mayor llevaba una gorra en sus manos que puso en la cabeza del más bajo con el fin de ocultar su llamativa cabellera, una sonrisa de emoción adornaba sus labios sin que él fuera consciente de ello, Patrick la igualó en cuanto cerraron la habitación.
-Tu primo esta abajo-murmuró Theo mientras abría con total tranquilidad la puerta de una habitación paralela a la de Pat para tiempo seguido adentrarse en ella y al ojigris en el camino.
-No deberíamos entrar aquí Theo-dijo Patrick alarmado cuando Theo cerró la puerta tras ellos, el mayor suspiró y se quedó mirando hacia el pasillo por el ojo de pez que había en la puerta.
Un alarmado Noah abrió de golpe la puerta de Pat y el menor se guardó para sí lo que aún quería decirle a Theo.
-Mierda-escuchó Pat la maldición enfurecida- y ahogada por la puerta- de Noah. Pasaron unos minutos y Theodore abrió la puerta afianzando su agarre en el brazo de Patrick y echando a correr a las escaleras de emergencia luego de cerrar la puerta de la habitación en que se ocultaban.
-¿Por donde saldremos si Noah ya sabe que no estoy? -preguntó alarmado Patrick en lo que llegaban al primer piso.
-Los dormitorios de las chicas-sonrió Theo mientras corrían al alejado edificio. A decir verdad, otro de los motivos para amar hallarse en aquella edificación era el hecho de que en el jardín trasero del edificio, cosa que solo este lugar tenía, había un pequeño y nada concurrido cobertizo que ocultaba a su vez una casi desconocida puerta de salida, el padre de Theodore fue quien le contó al chico del oculto lugar y éste había hecho de las suyas con el poder que le confería el saber de aquel terreno.
Patrick no comentó nada en todo el camino, una vez fuera de la escuela Theo señaló en una dirección y ambos empezaron a caminar hacia allí. Media hora después se encontraban esperando un tren que los llevase a la estación central de Zúrich y paulatinamente decidir a donde irían.
Luego de revisar la cartelera de trenes que saldrían, se encaminaron a Italia, a pesar de la probable lluvia que les recibiría, Patrick sabía que no lo buscarían allí. A él nunca le gustó Italia.
Tras un viaje de por lo menos cuatro o cinco horas tuvieron que correr a la primera tienda de ropa que encontraron, ninguno de los dos portaba chaquetas, guantes o gorro que les protegiera del horrible frío que les calaba los huesos. En la escuela siempre era monitoreado el clima de los edificios y no era tan necesario llevar abrigos.
Una vez ambos estuvieron envueltos en calientes prendas invernales, decidieron ir a buscar algún hotel en el cual quedarse aquella noche y la del día siguiente.
***
-¿Qué quieres hacer ahora?-Preguntó Theo mientras ambos comían pizza en su acogedora habitación, habían encontrado una pequeña y pintoresca posada en el pequeño pueblo al que decidieron ir. El cuarto no era realmente grande, apenas cabían las dos camas sencillas junto a un pequeño armario al lado izquierdo junto a la puerta y un televisor pequeño frente a los dos lechos, a unos pasos de este, casi pegada a la ventana, se hallaba la puerta a del baño, en donde había una pequeña ducha, el inodoro y el lavamanos; ambos se hallaban sentados en una de las camas con la caja de pizza poniendo distancia entre ambos.
-Dormir-contestó Pat con una tierna sonrisa adornando sus labios, después de su ajetreado escape se sentía extremadamente cansado como para pensar en algo más relevante que unas cuantas horas de sueño. El mayor suspiró agotado, él sentía que podía caer dormido en cualquier momento, poco o nada le importaba lo que él y Pat fueran a hacer al día siguiente.
-Ninguna objeción -bostezó cuando ambos acabaron de comer.
Con lentitud se acercó a su mochila y extrajo una camiseta de algodón y un pantalón de pijama que se pondría para dormir, por su lado Patrick tan sólo se desprendió de toda su ropa exceptuando la interior y el delgado esqueleto que llevaba puesto. Un temblor recorrió el cuerpo del bajito cuando notó la poco disimulada mirada de Theo recorriendo su cuerpo.
-¿ya no usas pijama? -preguntó el mayor tenso intentando aligerar el aire a su alrededor.
-no en esta época... no me agrada -respondió Pat adentrándose en su cama en lo que Theo apagaba las luces y se ubicaba en la propia.
Al poco rato, ambos dormían plácidamente.
Despertó en un cómodo colchón hallado en el centro de una blanquecina habitación, el niño podía decir que él era lo único colorido en el lugar, su cuerpo entero se sentía como gelatina y por ello se cayó al menos cinco veces antes de poder caminar derecho, con un suspiro se limpió el polvo del pantalón blanco que no recordaba haberse puesto, sus ojos se abrieron como platos y cubrió su boca para no omitir ningún ruido. Respirando profundo se sentó en el colchón y empezó a hacer memoria, debía haber algún indicio de lo que ocurría. Lo había.
Su mente plasmó perfectamente el rostro y el repugnante olor a flores de una mujer, luego todo era oscuridad.
Lo habían drogado y secuestrado, un jadeo de terror escapó de sus labios mientras desordenaba su cabello con desespero, la cara de sus hermanas y hermanos pasó por su mente antes que la de sus padres y en un intento fallido de llorar, soltó un grito que desgarró su garganta. Su mente poco a poco organizaba la situación en una desesperanzadora lista.
1. Había sido secuestrado.
2. No sabía dónde estaba.
3. No volvería a ver a sus hermanos por un tiempo.
4. Era improbable que sus padres hubieran notado su ausencia o si esto ya había pasado... debía encontrar la forma de huir, ellos no lo ayudarían, su mente y emociones se lo gritaban dolidos.
Nuevamente escaneo la habitación, no había armario, no había mesas, no había sillas, una ventana con los vidrios opacos reflejaba una aparente luz del día a su izquierda, a la derecha había una puerta cerrada, el niño suspiró y se acercó a ésta con valentía, presentía que nada bueno saldría de esto pero si quería irse, no tendría otra opción.
El pasillo era igual de blanco y desolado que la habitación, el pequeño Patrick se sentía desorientado. Un leve olor a flores le llamó la atención, y como un sabueso en cacería, siguió el aroma hasta encontrarse con una puerta entre abierta. Se adentró en la habitación sin meditarlo demasiado y lo que sus ojos vieron le hizo palidecer. Aquella mujer comía tranquilamente mientras frente a ella, un hombre lanzaba un conejo vivo a una trituradora de carnes. Las lágrimas del menor se hicieron presentes mientras oía el traqueo de los huesos y el chillido del diminuto animal, la carne molida que salió poco después cayó al suelo mientras Pat era ahora forzado por otro hombre que no había visto a dirigirse a una silla junto a la mujer que comía carnes en salsas mientras sonreía alegre. El niño fue asegurado al asiento mientras la mujer se limpiaba los labios con una servilleta.
-Hola Patrick-sonrió la fémina, el niño se estremeció ante las palabras y la mujer rio divertida-Bienvenido a La Mansión.
El niño sollozaba en silencio mientras a cada rato oía los chillidos y crujidos que causaban los conejos mientras eran triturados.
-Deténgalos-rogó el niño cuando pudo encontrar su voz. Temblaba de pies a cabeza y las lágrimas le irritaban la piel.
La mujer volvió a reír y la agonía de los animales cesó. El menor oyó los tacones golpear el suelo de ida y vuelta de la mujer y de pronto sus ojos se abrieron como platos ante el terror. Si sus manos no estuvieran inmovilizadas se habría movido más, el cálido liquido rojo junto a los grumos rosa aun con pelos blancos y huesos adheridos caían de un balde sobre él. Los gritos de miedo junto al tono verdoso del que se tornaba su rostro avisaron a la mujer que el niño podría vomitar. Tan solo agua con hedor salió de la boca del menor, se removía a pesar de todo haciéndose daño con los amarres que lo mantenían plantado en la silla.
-¡¿POR QUÉ HACE ESTO?! YO NO HE HECHO NADA-lloraba Patrick, los traqueos y chillidos se reanudaron junto a unos rítmicos machetazos que hacían chillar a lo que parecía un gato-¡SOY UN BUEN NIÑO! NO HAGA ESTO S…SOY UN BUEN NIÑO…
La garganta de Patrick dolía por sus gritos hasta que la mujer empezó a acariciar su rostro. Sus ojos se hallaban abiertos de par en par, frente a él un hombre masacraba animales blancos con un machete, el otro hombre seguía con su trabajo de moler conejos y el niño sentía que no podría seguir con ésta situación. La mujer por su lado, acariciaba de una manera que el niño repudió su rostro, su cuello y sus hombros metiendo las manos por el cuello de su camisa. El pequeño se sentía sucio y aterrado, él a pesar de su corta edad, sabía medianamente qué hacía esa mujer y el llanto se intensificó en él si aquello era posible. Ese primer día, el que aparentemente era su cumpleaños cayó desfallecido a causa de tan alta presión.
Al despertar en lo que creía era el medio de la noche, seguía en esa habitación, amarrado a esa silla y rodeado de seres molidos o descuartizados. Su garganta ardía al igual que sus ojos, la luz estaba prendida y él veía con terror las blancas paredes manchadas de rojo, su blanca ropa manchada de rojo, sus muñecas y tobillos sangrantes, la carne secándose en su cuerpo y los elementos con que se atacó a los animales, brillando frente a él.
Cuando el día llegó, la situación no difirió mucho. Le obligaron a beber un líquido de extraño olor y coloración y veía distorsionada su realidad, la gente era deforme y la sangre era aún más aterradora para él, las paredes que lo rodeaban seguían viéndose tan blancas que quiso gemir de dolor. Le daba miedo ese color, una tonalidad tan fácil de manchar, tan sencilla de ensuciar.
Cuando la droga lo tenía aparentemente en un nivel altísimo de escape de la realidad, sintió como los amarres en su cuerpo se aflojaron, veía borroso pero había un hombre que lo sostenía por los hombros, de pronto su cabeza golpeó el suelo y tras un duradero mareo y casi inconciencia la droga pareció perder sus efectos en él. Una agrupación de hombres lo rodeaban, había morbo marcado en sus rostro y el niño descubrió que no llevaba ni su camisa ni su pantalón.
Los hombres se empezaron a acercar a él y cuando ya se había resignado a lo que ocurriría, un disparo zumbó en sus oídos, uno de los hombres cayó muerto sobre él. Patrick sintió perfectamente como el líquido rojo calentaba su estómago.
Fue tras aquello que un chip desconocido para él se activó en su mente y mientras todos los hombres observaban aterrados a la ebria mujer, el niño tanteó con fe la ropa del hombre.
Una pistola automática dio en sus manos y luego de relajar el temblor en sus manos, disparó.
Un hombre cayó al suelo y entre la conmoción que reinó en la estancia, el pequeño consiguió otra arma.
Su mirada carecía de sentimientos y a pesar de lo mucho que su cuerpo temblaba, en niño disparó de nuevo a la cabeza de otras dos personas. La estrepitosa risa de la mujer lo hizo saber que esto era parte del plan, no le importó. Tambaleándose y a punta de tiros casi perfectos empezó a correr por el lugar abriendo cada puerta. La última puerta que vio, estaba sin seguro y el frio que entraba por la pequeña rendija bajo él se hallaba lo hizo esperanzarse.
Una risa que ya conocía resonó en su oído. La mujer le sonreía cual desquiciada a pocos metros de él.
-Dale saludos a tu padre… fue un placer tenerte aquí Rockbell-escupió la mujer antes de devolverse por el pasillo.
Cuando no hubo ningún ruido asechándolo, el niño abrió la puerta, se hallaba frente a los resultados de una masacre. Una cantidad que no sabía contar de hombres muertos, se hallaban esparcidos por el suelo. Algunos degollado, otros descuartizados, otros parecían quesos a causa de los muchos agujeros de bala que los llenaban. También había animales de cabellera o piel blanca nieve en la misma situación.
El niño echó a correr despavorido, tuvieron que ser más de cuatro horas en movimiento para hallar un lugar con gente a quien pedir ayuda.
***
Patrick empezó a gritar a la mitad de sus recuerdos, Theo se despertó con el primer alarido y con angustia tuvo que aguantar media hora hasta que los orbes del menor se abrieran como platos y el llanto desconsolado lo hicieren aferrarse a él. Intentó despertar al ojigris durante esa tortuosa espera en que lo mantuvo el sueño de Pat pero nada, absolutamente nada resultó.
Al amanecer ambos cayeron dormidos, abrazados el uno al otro, con lágrimas secas en los ojos de ambos y por suerte sin soñar absolutamente nada, solo adentrándose en una relajante negrura.