9. de como el cuento es una pesadilla entre líneas
-No! Entra de nuevo y ponte este- dijo la chica entregándole otra muda de ropa a un apesadumbrado Patrick, ya habían pasado media hora en aquella boutique y la chica decía no a cada muda de ropa que ella misma había elegido, el ojigris estaba en su límite- ¿por qué nada te queda?
-Fácil- dijo entonces con un tono gélido en la voz y soltando la ropa que la chica le había elegido- ¿qué tan formal es la fiesta en una escala de 1 a 10?
-Mmmm… ¿seis?- dudó la rubia, en seguida Patrick tomó un pantalón negro de bota tubo, un esqueleto blanco que a su parecer no era tan ceñido al cuerpo y un chaleco negro de una tela bastante parecida a la del pantalón, Amanda lo miró expectante todo el rato y en cuanto el chico salió del cambiador se quedó sin habla por unos instantes, los dos colores hacían resaltar el cabello del muchacho, además toda la población femenina de la tienda ya lo rodeaba para cuando la chica reaccionó.
-T…Tú eres el chico de las revistas de moda estadounidense ¿verdad?- dijo una chica de unos 20 años que parecía una muñeca a los ojos de Pat, éste suspiró y se mentalizó a actuar como su trabajo de medio tiempo ameritaba.
-No creí ser reconocido- sonrió con “diversión”- ¿soy tan obvio?
Amanda miró boquiabierta al chico, un aura de pertenecer a la realeza lo rodeaba, y las feromonas eran palpables en el aire, pasaron alrededor de 20 minutos hasta que cada chica recibió una fotografía y un autógrafo del chico, en ese tiempo Amanda tomó más de diez fotos del más bajo y se las envió a sus amigas.
Por otro lado, el chico sentía repulsión por esas “pestes” que lo rodeaban, casi lloró de júbilo internamente por el milagro de que la última chica se alejara y él pudiera ponerse el uniforme de la escuela otra vez, al salir del cambiador se encontró con la escalofriante sonrisa de Amanda.
-¿Qué ocurre?-dijo con su “personalidad diaria”, la chica frunció el ceño y suspiró.
-Con eso todas las chicas de la escuela…
-Escandalosas…- la cortó Pat sacando una barra de chocolate enorme de su bolsillo luego de entregarle la ropa que se llevaría a la empleada de la tienda, entregó la tarjeta de crédito y luego de unos momentos ya iban los dos estudiantes saliendo de la boutique para dirigirse a la de junto y comprar una pashmina a juego con la ropa.
-Rojo- sentenció la rubia en cuanto divisaron los innumerables colores a elegir, a esto Patrick obedeció sin rechistar, después de toda la chica se decidió en tan solo diez minutos y eso era perfecto para el ojigris. Quería ir a comer.
En la tienda de zapatos ambos vieron al tiempo unas botas color caqui que compraron en seguida.
***
-Bueno, estaré a gusto con tu traje- dijo Amanda sonriéndole a un distraído Patrick.
-Bien- dijo él para tiempo seguido meterse a la boca la gran cucharada de helado que previamente había sacado de su gran pote de al menos 3 o 4 litros de helado de chocolate, una mirada de desprecio colectiva lo apuñaló por la espalda, después de todo ¿Qué clase de pedido era ese en un restaurante tan lujoso?
-Engordaras- murmuró la rubia, después de todo estaban en un restaurante famoso por las deliciosas carnes y ensaladas que allí se vendían; cosa que por tanto todos pedían. Bueno TODOS menos Patrick, él había pedido ese pote de helado y papas en cuatro preparaciones distintas.
-Entonces…- dijo la chica acomodándose en su silla, Patrick la miró confundido- ¿Quién te gusta?
El chico permaneció en silencio por unos minutos debatiéndose entre hablar o no.
- ¿En serio deseas saberlo?- dijo suspirando agotado, la chica asintió enérgicamente-… Moore…- musitó entonces, un casi imperceptible sonrojo iluminó sus mejillas, más la chica no lo notó.
- ¿Hablas de Theodore Moore?- preguntó la chica bastante sorprendida, Pat asintió incómodo (aunque la chica ni lo notó, de nuevo)- sabes que te odia ¿verdad?
El chico suspiró con un semblante escalofriante, no necesitaba que se lo recordaran, los ojos de Theodore lo decían todo, además de que cuando le veía se ponía pálido, lo que le daba a entender que muchas emociones malas y que nadie le podía desear a otro eran lo que sentía Theo por él. Planeó meter la cara en el helado y atragantarse allí mismo con él, pero recordó que había demasiadas personas presentes. Se conformó con comer con rapidez – si bien ante los ojos del resto se veía como un perfecto comensal disfrutando de su postre con la sutileza de alguien de la realeza-.
-Igual no importa- agregó de pronto la chica, Pat la miró extrañado- con tu rostro tu altura (más bien la complexión de tu cuerpo) cualquier chico caerá.
-¿Qué insinúas?- dijo el chico con odio.
-Nada- rió nerviosa la rubia, luego se llevó una gran cucharada de arroz a la boca.
***
Eran las 07:00pm cuando los chicos llegaron al internado, una vez allí cada uno se fue por su lado, Amanda se reunió con sus amigas y Patrick se dirigió a los dormitorios para guardarla ropa y tiempo seguido se encaminó a la cafetería, ajeno a las miradas que todos sus compañeros le daban primero a sus teléfonos celulares y luego a él. En cuanto entró a la cafetería se encontró con las miradas de absolutamente todos en ella y maldijo internamente a Amanda, caminó con el ceño un poco fruncido, aunque para todos en la cafetería solo había desinterés en aquel rostro. En su camino se encontró con los ojos verdes de Theo quien en su rostro tenía una mezcla de confusión y asombro, le sostuvo la mirada por unos segundos pero el ojiverde incómodo dirigió su mirar a una hoja que había sobre la mesa, Pat siguió el rumbo de los ojos del otro y se encontró con la fotografía de él sonriendo en la tienda de ropa, miró la fotografía “despectivamente” por otros segundos y se dirigió a la mesa en que Edward, Gwen y ¿Anthony? Lo esperaban en silencio.
-¿Y?- dijo Ed en cuanto Patrick se sentó frente a él.
-Amanda- respondió Pat abriendo el pudín de chocolate que su amigo le había reservado.
-¿Y lo otro?- dijo el chico mostrándole la fotografía que vio antes pero en una página de internet y con un pie de página que decía en letra grande:
“Aaron Forest ¿residente en Zúrich?”
-Carajo- dijo el ojigris aterrado, unos segundos después su teléfono empezó a sonar y supo que si salía cuerdo de aquella conversación, sería un milagro que agradecería a todo dios que se hubiese creado desde la edad de piedra.