Capítulo VI
Quédate conmigo
Llegaba a casa con un par de vendas repartidas en los lugares más dañados. Principalmente en la nariz. No se le habían quebrado, sin embargo el golpe le había cortado un poco el labio y hecho una herida en la fosa nasal. Sonrió a Kain, restándole importancia al hecho. Al entrar vieron a varias mucamas corriendo de un lado al otro entre risas. Todas lo saludaron amigablemente.
— Gracias... — Tomó prestada la atención de Kain, quién miraba desconfiado a tanta gente. Llamó a Alex con la mano para pedirle explicaciones. El rubio subió las escaleras rumbo a su habitación cuando de pronto una mujer regordeta salió de la cocina.
— ¡Jayden! — Gritó con su gruesa voz.
— ¡Tía Olga! — Bajó a abrazar a la enorme mujer. — ¿A qué hora llegaste hoy?
— ¡Ah!, a eso de las dos de la tarde, estos mocosos insolentes no me querían dejar pasar, ni a mí ni a mis hombres. Tuvimos que enseñarles las identificaciones. ¡Años trabajando en esta casa!, ¿para qué?, para que vengan unos mocosos a adueñarse de la seguridad... niñatos... — Miró a Kain con recelo. — Tú has de ser el jefe, me imagino... Capitán y General Olga Esthern, Chef internacional; traigo diez mujeres de mi escuadrón, quince empleadas domésticas y cuatro jardineros, para que vaya sabiendo. Me encargo de la casa de dos a cinco, luego quedan cinco empleadas hasta las once, para servir al joven Jayden... — Examinó a su sobrino.— Me gustaría que desalojara el jardín para que podamos hacer el aseo diario...
— Nos han emboscado unos tipos... no es nada... — Se encogió de hombros.
— Envidiosos... mejor solo que mal acompañando, ya te lo he dicho mi pequeño niño, ellos jamás serán más de lo que son... — Lo besó en la frente.
— Es un placer, señora. Soy Kain. — Suspiró agotado. Lidiar con Jayden y sus mañas definitivamente no era una tarea fácil, pero llegar a casa y encontrarse con un cuerpo de seguridad femenina del ejército, era aun peor. — Si me disculpan iré a ducharme. Jayden, Joel se quedará cuidando de ti, si necesitas algo no dudes en pedírselo. Te recomiendo que también descanses y comas algo, te hará falta. — Con un cordial saludo, se retiró a la habitación de huéspedes que el señor Shaffer le había cedido. Se encontraba junto a la de Jayden.
Luego de quitarse la ropa se metió en la ducha, dejando que el agua tibia relajara los músculos de su espalda. Varios moretones se revelaban sobre su bronceada piel, evidenciando la brutal pelea a la que se había sometido. Su rostro al descubierto enseñaba la cicatriz de aproximadamente tres centímetros, ubicada bajo el ojo derecho. Un rostro bello, de facciones masculinas y bien marcadas que se veía obligado a ocultar para proteger su propia vida y la de quién lo rodeaba. Cerró el grifo y salió del baño envuelto en la toalla. Luego de vestirse y colocarse nuevamente la máscara, salió de la habitación para encontrarse nuevamente con Jayden. Le daba mala espina dejar al chico solo por mucho tiempo.
— ¡... no me digas! — Jayden estaba parado de espaldas a la puerta, mirando por la ventana hacia el fondo de la casa con Joel. — Que perra, haberte dejado de esa manera por tu trabajo. — Le palmeaba la espalda. — No pienses más en ella Joel... no te merece. — Kain entraba a la habitación alzando una ceja. — Pronto encontrarás a una muchacha que te ame de verdad, que esté dispuesta a quedarse.
— Supongo que tienes razón, igual fue muy doloroso... ¿ellas vienen todos los días? — Preguntó sin percatarse de la presencia de su jefe.
— No, en realidad sólo venían dos, el viejo me mandó un mail, lo acabo de leer desde el cel. Dijo que la tía Olga traería a su escuadra de diez para que ustedes se tomaran unas horas de descanso, mientras ella cocina. — Observaban a las muchachas conversar en el patio, se habían sentado en círculo debajo de un árbol. — Ellas son muy buenas en lo que hacen... aunque incluso así Kain no se toma un respiro...
— Que bonita la chica de cabello negro... — Comentó Joel.
— Joel. — Su voz sonó como un gruñido. — Gracias por cubrirme. Puedes volver a tu puesto.
— Si, enseguida. — Afortunadamente, la máscara no permitió ver su rostro pálido por la sorpresa.
— Chico, ¿descansaste?
Kain estaba siendo demasiado estricto. Lo notaba enojado con todo y ni siquiera aceptaba una broma o que los demás se relajaran. Tal vez necesitaba descansar, decidió controlar los chistes para no resultar excesivamente molesto.
— Hum... sí. — Se sentó en la cama. — Me refresqué, ¿te han hecho mucho daño?
— Nada grave. — Recostó su espalda en el marco de la puerta, cruzándose de brazos. — ¿Recibes ataques de ese tipo muy seguido? hay que estar atentos, nunca se sabe cuándo puede volver a suceder.
— Es la primera vez. — Bajó la cabeza.— He recibido amenazas, pero nunca me habían atacado así, creí que era sólo palabrería barata... — Se recostó.— Nadie que tenga éxito tiene más amigos que enemigos... si me desfiguran la cara a golpes, ya no podría trabajar.— Sobó la venda que tenía en la nariz.— Mi rostro y mi cuerpo son mis herramientas de trabajo.— Lo observó con tristeza.— Pero tú estás conmigo... ya no quiero sentir miedo... no quiero tomar y salir borracho de un baile pensando en que no sé qué va a suceder.— Cerró los ojos.— Todo estará bien...
— Haré lo posible porque así sea... Pero no pienso cargar contigo borracho, ¿oíste? — Dijo en tono de broma, intentando romper la tensión que se había generado. — Es por eso que debes dejarme hacer mi trabajo sin entrometerte. Admito que lo que hiciste hoy fue muy valiente, pero, como tú dices, hay muchos tipos ahí afuera que estarán continuamente tratando de arruinarte la vida. Mi misión es evitar que eso suceda, y la tuya es ayudarme, ¿comprendes? Lo de hoy no tiene que pasar de nuevo, no dejaré que nadie más te ponga una mano encima.