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La cocina verde por Naghi Tan

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Notas del capitulo:

Resumen Trigésimo octavo drabble: Cerró sus ojos y recordó la promesa que le había hecho a su amiga de la infancia, que salvaría un gran número de vidas para compensar el no poder salvarla a ella.

Universo: AU. Donde Zoro es un bombero de diecinueve años de edad.

Número de palabras: 993

Comunidades: Minutitos                         

Número y Nombre del reto: 018. Recuerdos

Categoría: PG-13

Notas Naghi Tan: A petición de Julie Tatsumi, que en Facebook me pasó una imagen muy bonita, pidiéndome que le hiciera un drabble basándome en ella. Julie, tarde pero seguro, tu drabble y en verdad espero que te guste. Y para los demás, todavía pueden darme indicaciones, que no muerdo.

“El amor es para siempre,

El amor es libre,

Andemos juntos por siempre

Tú y yo.”

Feel Good Inc. — Gorillaz

 

Zoro miraba con terror como aquel edificio estaba en llamas, nadie lo había preparado para tal barbarie, se había preparado para todo, menos para lo que en ese momento parecía ser el infierno mismo, había estado en incendios más grandes, más atroces, pero no había mucha gente a la cual salvar, pero eso, eso era horrible.

Cerró sus ojos y recordó la promesa que le había hecho a su amiga de la infancia, que salvaría un gran número de vidas para compensar el no poder salvarla a ella, pero los gritos de agonía le hacían titubear, no era justo.

—¡Que se joda el jefe!— un muchacho dos años menor que él gritó, era Luffy, uno de sus pocos amigos y se mostraba furico. El jefe de bomberos había ordenado no hacer absolutamente nada, el incendio se hallaba fuera de control y no había lugar donde entrar.

El lugar era un orfanato de tres niveles, el más enorme del estado, y el incendio había comenzado en la primera planta, haciendo que no hubiera lugar seguro a donde ir. Zoro vio como niños en el tercer nivel gritaban y pedían por ellos, unos desesperados se lanzaban para poder escapar.

Una escena en particular fue cruel, todos habían sido testigos de cómo una joven de cabellos negros, con cara seria y con un niño rubio en brazos, se paraba en la barandilla del balcón y comenzaba a escalar para subir a la azotea, era inútil, pensó Zoro, el fuego les alcanzaría de todos modos, pero vieron que hizo algo que les hizo reprocharse demasiado.

La joven se deshizo del abrigo que llevaba y se lo puso al niño, Zoro solo podía divisar la cabellera rubia y la cara redonda, clásica de los niños de menos de diez años, grasa de bebé que aún no se iba del todo. No se sabía por qué la chica hacia aquello, hasta que Luffy lo hizo notar.

—¡Malditos, suéltenme! ¿¡No ven que ella se va a tirar junto con el niño!?

Sonidos de gritos ahogados y un nudo en el estómago de Zoro, la chica ahora solo llevaba puesta una camisa, y el niño parecía un peluche envuelto en tanta tela, y Luffy tenía razón, era para amortiguar la caída del pequeño. Más gritos de horror y Zoro empujó a sus compañeros, arrastrando a Luffy consigo, no podía ver aquello y quedarse con los brazos cruzados, una niña iba a hacer algo suicida y ellos solo verían la escena y como el edificio se consumía totalmente.

Había entrado como bombero por una promesa, desde joven se había visto entrenando para no ser una carga en el cuerpo de bomberos, y ese día debía de aunque sea salvar a un poco de niños, que si bien no tenían a nadie, no merecían morir de esa forma.

Su resolución se vio opacada cuando entró al orfanato, el primer piso estaba en llamas y no había manera de entrar, habían cuerpos de niños chamuscados, la garganta se le cerró al ver a un grupo de niños irreconocibles abrazándose, escuchó un ruido seco y la chica del techo yacía a más de cinco metros frente de él, vio al niño rubio, que se veía aturdido y su rostro amenazaba con echar en llanto.

—¡Robin!— el niño llamaba —¡Señorita!

La voz del niño era ronca, quizás por tanto respirar humo, quizás por el llanto.

Vio como Luffy corría hacia ellos y escuchó la madera del edificio crujir, maldijo por lo bajo, no podrían ir a los pisos superiores, corrió hacia la dirección que Luffy había tomado, el menor cargó el cadáver de la chica y él abrazó con fuerza al pequeño.

Una explosión de vidrios les hizo apurar el paso, cubrió al pequeño con su gabardina y maldijo a cualquier ser divino que existiera por aquello, porque no creía en Dios, mucho menos en esos momentos.

.

 

.

 

.

 

Zoro recordó aquello en medio del beso que el rubio le estaba dando, en medio del vaivén de caderas en la que se vieron sumergidos después de llegar de un día particularmente duro. Sanji, que era el nombre de aquel chiquillo que había salvado diez años atrás, estaba sentado en su regazo, comiéndole los labios con desespero.

Un hombre de nombre Zeff había adoptado al chico y Zoro había perdido la pista del crio hasta habérselo encontrado parado frente la puerta de su departamento hace no menos de una semana, el chico había cambiado demasiado, ya no tenía el cuerpo pequeño y las mejillas tan redondas, ahora era un joven saludable, con el ojo azul océano en el cual podría verse sumergido, más fue la ironía de la vida que le hizo sonreírle, el muchacho tenía en sus labios un cigarro y este estaba vestido como un chef.

—Veo que no le tienes miedo al fuego— dijo en modo de saludo, con el corazón latiendo de emoción, su trabajo no le daba tiempo de tener una relación y culpaba eso como el detonante del palpitar incesante de su corazón.

—Quise pasar a saludar al maldito que salvó mi vida cuando era un crio— fue la respuesta del rubio.

Ahora, entre embestidas duras y besos suaves, no podía decirle que el día que lo salvó había titubeado, pero agradecía mentalmente a Luffy por su determinación, porque sin eso, él no estuviera saboreando a Sanji, que no era natural estar en una relación con alguien menor que él, pero solo eran diez años y él no era su hijo.  

Quizás era el destino que los había vuelto a cruzar en sus caminos, o quizás era la soledad que había sentido por todos esos años, si en demás universos estaba con él como en ese instante, le deseaba la mayor de las felicidades a sus alters, pero si no, lamentaba la soledad que sentirían.

Esa podría ser su suerte. 


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