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La cocina verde por Naghi Tan

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Notas del capitulo:

Resumen Vigésimo Quinto Drabble: Se podría considerar un hombre promiscuo, pero alado de alguno de sus amigos, apenas era un novato en esas cuestiones.

Universo: AU. Donde Sanji es un hombre de la vida galante (prostituto) y Zoro es uno de sus clientes.

Número de palabras: 1010

Comunidades: Reto diario

Número y Nombre del reto: Tabla de Primavera. 007. Arcoíris

Categoría: R

Notas Naghi Tan: Tiene mucho que quería hacer este drabble, más la cabeza no quería dejarlo salir, hoy si quiso. La imagen en la que me basé la pueden encontrar en: naghi-tan punto livejournal punto com/48216.html

Parte 1

 

 

“Ella es una reina asesina,

Pólvora, gelatina,

Dinamita con una viga de láser,

Garantizada para volar tu mente

Cuando quieras.

 

Recomendada al precio,

Un apetito insaciable

¿Quieres intentar?

—Killer Queen—Queen

 

 

 

 

 

 

 

Zoro miró la hora nuevamente, le quedaba medía hora para que esa clase acabara, era Viernes y esos días eran especiales, miró con aburrimiento a su maestro de Ciencias Sociales, Ben Beckman, quién explicaba el comportamiento de los seres humanos, una clase aburrida pero necesaria si quería obtener sus puntos curriculares y graduarse a como Dios manda. Recostó su barbilla en su escritorio mientras mordía el lápiz, debía estar tomando notas, sabía que eso vendría en los exámenes finales, pero con la ansiedad que tenía por salir del aula no se creía capaz de poder escribir con letra prolija.

Hacía más de seis meses que Zoro había tomado una rutina para con los fines de semana, una donde las cervezas y el sexo estaban a la orden del día, al fin y al cabo apenas era un joven de veinte años en plena flor de su juventud. Salía con un grupo de amigos de la infancia, quienes se reunían esos días para ponerse al día sobre sus vidas, pero sobre todo para disfrutar de los bares y burdeles de mala muerte.

Se podría considerar un hombre promiscuo, pero alado de alguno de sus amigos, apenas era un novato en esas cuestiones, Zoro podría decir con orgullo que muchas de las mujeres de los bares, desde prostitutas hasta simple estudiantes Universitarias llenas de alcohol en sus venas, habían pasado por su cama.

Pero había solo una persona en especial, una mujer rubia de ojos azules, de una curiosa ceja rizada, que vestía como una dama de los años sesenta, vestidos negros que delineaban su silueta, de esos que solo cruzaban las piernas y uno simplemente podría ver la blanca piel de las piernas de aquella hermosa mujer, vestidos blancos de lunares negros, ella siempre llevaba guantes, y un cigarro delgado que ponía entre esos labios carnosos. Nunca pudo acercársele, ni él ni sus amigos, la habían visto salir con hombres que parecían poderosos, hombres como Crocodile o Doflamingo iban a verla.

Ella era una hermosa mujer, era una letal, no podía decir que era una prostituta, porque ese nombre era obsceno, ella era una dama de vida glamorosa. El sueño de todo hombre, mujer de piel blanquecina, que con tan solo besarla ya sería una condena, de mirada desafiante y de porte altivo.

—Señor Roronoa.

Zoro parpadeó saliendo de sus pensamientos, notando que toda la clase le miraba con curiosidad.

—Veo que has estado soñando despierto—el profesor de cabellos canosos, exhaló el humo del cigarro, el profesor Beckman no respetaba las normas de no fumar en clase— y como mi clase es aburrida, ¿Por qué no la imparte usted?

—Mierda—musitó con espanto, no había estudiado el tema de ese día, sabía que estaban en el tema del Neopositivismo o Círculo de Viena, pero no se acordaba de lo que la corriente representaba o cuál era su definición, estaba jodido.

 

.

 

.

 

.

 

Eran las once menos diez de la noche, y Sanji estaba saliendo del Baratie, lugar donde trabajaba para ayudar a su padre adoptivo, si Zeff lo viera en esas fachas, seguramente le daría otro paro cardiaco, lo bueno era que su padre estaba descansando en la comodidad de su departamento. Su padre se había enfermado hace menos de un año y Sanji había tenido que vender la casa de su viejo y llevárselo a su departamento, mientras, él lideraba el restaurant y pagaba las facturas del hospital.

Pero el Baratie no generaba los suficientes ingresos como para pagar tamaña deuda, así que con todo el dolor de su hombría, había decidido vender su cuerpo por las noches, pero para eso tenía que tener otra identidad, una en la que nadie lo identificase rápidamente. Con sus compañeros de Universidad no había problemas, había dejado el estudio y no necesitaba un título para ser un buen chef, el problema era que no quería ser reconocido por sus clientes cuando llevar una vida normal por las mañanas.

Para eso pidió la ayuda de uno de sus camareros, un hombre travesti de nombre Bentham pero que prefería ser llamado Bon Clay o Mr. 2, el Baratie cerraba siempre a las diez de la noche y tenía menos de cuarenta minutos para disfrazarse.

Esa noche iba arreglado con un vestido hasta las rodillas, blanco de lunares negros, de corte cuadrado, zapatillas negras de cinco centímetros de tacón y guantes blancos, sus extensiones habían sido sujetos con un moño alto, sus ojos iban cubiertos por unas enormes gafas negras. Para disfrazarse como una mujer, tuvo que depilarse las piernas y rasurarse, sus labios habían sido pintados con un color rojo intenso y el resto del maquillaje era ligero, para que no se viera tan ridículo. Siempre llevaba un bolso diferente, donde sus cigarros y celular siempre le acompañaban.

Esa noche iría como siempre al bar de La Reina, uno donde hombres jóvenes pasaban la noche entre humo de cigarros y botellas de alcohol, donde podía escoger qué hombre podía irse con él, no todos sabían que era hombre, siempre se confundían, cosa que resultaba un poco incómodo de explicar durante los preliminares.

Sanji tenía reglas, muchas, una de ellas era que a él nadie lo elegía, él era el que debía de elegir, tanto así, que ya tenía a sus propia lista de clientes, siempre mostraba un aura intimidante para que los hombres indeseados no se acercasen. ¿Por qué se acostaba con hombres y no con mujeres? Era por una simple y sencilla razón, él nunca engañaría a una, ni la lastimaría de tal forma, sin en cambio, con las personas de su mismo sexo parecía que no habría problemas, no necesitaban palabras de afecto, no había que consentirlos, no, todo era al grano.

Caminó con suma elegancia, encontrándose con aquel Bar y con la horda de testosteronas que siempre emanaba, aquello era una selva y él sabía cómo domarlo.   

 

  

   


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