Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La cocina verde por Naghi Tan

[Reviews - 42]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Resumen Trigésimo drabble: Diez minutos después de la explicación teórica de Mihawk, Zoro se hallaba de bruces con una estúpida formula que ni sabía de donde coño había salido.

Universo: AU. Donde Zoro es un alumno de Economía y Sanji de Gastronomía.

Número de palabras: 1869

Comunidades: Minutitos

Número y Nombre del reto: Tabla Angst. 017. ¿Amor?

Categoría: NC-17

Notas Naghi Tan: Va para hanahiyori13 que me dice “Me gustaría leer alguna confesión de amor dramática ambientado en la Universidad o algo parecido o sino un encuentro casual HOT xd”. Antes que nada, debo aclarar que los demás drabbles con continuidad no están abandonados, no, simplemente estoy tratando de sacar las peticiones que ya me hacen un hoyo en la nuca porque no los he hecho. Así que hanahiyori13 de amor yaoi, tarde, pero seguro. Después sigo con el anónimo, que igual me pidió algo. 

 

“Pero debo decirte que,

Te amo demasiado últimamente”

—To binge— Gorillaz

 

 

 

 

 

 

 

 

Zoro miró el reloj que llevaba puesto en su muñeca, ya casi era el momento de salir de clases y por ende a decirle a su estúpido rival lo que sentía por él. Lo único que sentía en ese momento era ansiedad, no podía prestarle atención a la clase del profesor Mihawk por estar pensando en cómo actuar frente al rubio pervertido.

—Señor Roronoa— la voz de su profesor de Matemáticas Financieras le hizo dar un respingo, uno que pudo ocultar por muy poco—, espero que la próxima clase no se muestre así de distraído— el mayor le miró con desdén, sus ojos, que se parecían a los de los halcones, le estaban regañando—, no puede darse el lujo de reprobar nuevamente mi materia.

Y era verdad, Zoro tragó saliva ante lo dicho por su profesor, con Mihawk había reprobado dos veces y si reprobaba por tercera vez el sistema de la Universidad le daría de baja, estudiaba economía por asuntos de promesa, una dónde tenía que recuperar la empresa de su padre adoptivo y alzarla nuevamente, pero no podría hacerlo si a la edad de veinte años aun no pasaba esa absurda materia.

Tenía pensado asociarse con Sanji, el idiota rubio pervertido, invertir en el restaurante que el rubio tanto quería y ganar lo suficiente como para invertir en acciones y recuperar la empresa de Koshiro. No tenía un plan de emergencia, no, confiaba demasiado en Sanji y en su cocina, no lo diría aunque le ahorcasen, pero desde que había probado la comida del idiota no podía esperar a que este le cocinase algo.

Asintió levemente, haciéndose prometer en silencio que pondría más atención, pero es que aprender sobre “Interés simple”, “Interés compuesto”, “Valor futuro”, “Valor presente”, “Renta temporal” y “Renta infinita” no era lo suyo, por más que tratase de aprender el concepto de cada uno de ellos, era como si las palabras se deslizasen enfrente de sus ojos y no quisieran quedarse en su cerebro, malditas.

—Al contrario que el Interés Simple— Mihawk procedió su clase—, el Interés Compuesto se produce cuando el interés se suma al capital…

“Mierda, no entiendo ni un carajo”

Diez minutos después de la explicación teórica de Mihawk, Zoro se hallaba de bruces con una estúpida formula que ni sabía de donde coño había salido.

“¿Qué cojones? ¿De dónde mierda salió esto?

Frente a él, en la pizarra estaba escrito: Interés= Cantidad x (1 + Tipo de interés)plazo -1

Y no quería leer la horda de conceptos y ejemplificaciones que Dracule escribía con suma rapidez. Cerró los ojos y procedió a martirizarse, ¿Por qué estaba ahí? Debió hacerle caso a Sanji cuando este a los diecisiete años se había reído de sus intenciones por ser Economista y le había sugerido mejor ser un maestro de Deportes. Así como vino la queja y el lamento, desapareció, el rubio había estado con él desde que ambos habían sido presentados por Luffy, a los sagrados quince años, cuando ambos apenas conocían el mundo.

Y nunca más se había burlado de su sueño, Sanji también era un soñador, pero prefería ayudar a cumplir los sueños de sus amigos que el suyo propio. Su gusto por el cocinero nació el mismo año en que se conocieron, pero no podía ni quería decírselo al maldito, estúpido e insensible cocinero, que vivía enamorado de cuanta mujer se colocase enfrente de él.

¿Por qué se decidió ese día? Buena pregunta, ¿Por qué esperar otro día? Si ese podría resultar igual de bueno que cualquier otro, igual de bueno o nefasto, dependiendo de la repuesta, dependiendo de la reacción de su mejor rival.

Los nervios se hicieron evidentes en su persona, pero trató de controlarlo, ya no era un chiquillo con el corazón roto por ver al rubio con diferente chica, lo podría manejar. Estaba arriesgando una relación de amistad/odio —peleas mediante— por hacer lo que planeaba desde que era un adolescente hormonal.

La campana sonó y su corazón dio un salto aparatoso, todo era salir e ir al departamento del cocinero, todo era rogar que Sanji no tuviera a una mujer en esos momentos.

 

.

 

.

 

.

 

Sanji llegó cansado de sus clases, estaba en el último cuatrimestre de la carrera de Gastronomía, cosa inútil y estúpida, porque él ya sabía todo lo necesario, pero las personas y la sociedad exigían un maldito título, diploma y cosas absurdas para comprobar su valía, cuando en los tiempos de su viejo todo se ganaba con esfuerzo y sobre todo, amor a su trabajo.

—Merde— resopló frustrado, harto de ver compañeros suyos que simplemente estaban en sus clases porque habían pensado que ser chef era cosa sencilla, miró su cama y se tiró sobre ella, si, sin a verse cambiado de ropa, importándole un carajo que se arrugara su traje. Necesitaba con urgencia un cigarro, pero estaba verdaderamente cansado. En su mente estaba que no podía dormirse, Zoro aún no llegaba de sus clases pero faltaba poco para que lo hiciera. Suspiró. El idiota aún no se daba cuenta de nada. No. Nada.

Sanji llevaba tiempo dándole indirectas al cabeza de musgo, que quería ser más que solo amigos/rivales —peleas mediante, porque eso le calentaba un montón—, pero el idiota no se daba por enterado. ¿Cuándo había comenzado a sentir algo por el inútil? Era una pregunta estúpida, mierdoza y ridícula, tanto que no merecía respuesta alguna.

Había dejado de salir con mujeres solo para que Zoro se diera cuenta de su patético amor, porque eso era amor, tener la necesidad de anteponer todo solo por la felicidad de una persona lo era ¿No? El concepto de amor siempre cambiaba, pero Sanji era un idiota romanticón que vivía obsesionado por los estúpidos finales felices.

¿Qué querían de él? De pequeño leí muchos cuentos de hadas, y creía que las mujeres querían a su verdadero príncipe azul. Cosa que nunca debió de pensar hacer, porque las mujeres huían de eso y le tachaban de machista, parecía ser que ellas no entendían lo que buscaban, pero no debía de enojarse con ellas, era tan tierno verlas confundidas. Pero al parecer, sí que quería su puto cuento de hadas con final feliz, aunque fuera con Zoro.

Se levantó, suspirando nuevamente, se dirigió a su buró y sustrajo una cajetilla de cigarros, debía de iniciar con la cena, el musgo debía de llegar en media hora o menos.

 

.

 

.

 

.

 

Zoro estaba frente a la puerta del departamento en que habitaba con Sanji —originalmente de Sanji, pero Zoro había invadido ese lugar poco a poco—, tragó saliva y comprobó que en el picaporte no hubiera un maldito calcetín atado o corbata, dependía del estado de humor del cocinero.

Cogió la llave y la metió al picaporte, cuando la voz de Sanji le hizo sonreír, el idiota estaba cantando en francés y a Zoro le gustaba escucharle cantar en ese idioma, pero negó, debía hacerlo, no podía aplazar nada.

—Cocinero— frunció el ceño y Sanji detuvo su canto, mirándolo con curiosidad. Los malditos ojos azules le miraban. Ojos azules. Con un azul más profundo que el mar—, tengo que hablar contigo.

—¿Qué ocurre? Marimo putain.

En cambio, odiaba cuando Sanji le insultaba en francés.

A pesar del leve tic en su ojo izquierdo, estaba dispuesto a confesarse. Pero era jodidamente difícil, tenía que hacerlo de un modo en que Sanji no pudiera herirle, pero, de cualquier manera este le lastimaría si respondía negativamente.

Se rascó con desespero la cabeza, Sanji era un tipo temperamental, mal hablado e imbécil adulador de mujeres, pero, si conocía sus defectos y aun así le quería con todo y ellos, debería decírselo ¿No? Eso era amor. Tolerar las cosas malas de la persona que más quería.

Era ahora o nunca, en ese preciso momento debía de hacerlo, a su manera, como solo él sabía. Dio unos pasos hacia la dirección de Sanji y se plantó frente a él, el rubio le miró con más sorpresa.

No fueron necesario palabras, no, el beso que le estaba dando en ese momento no necesitaba ser explicado. Y la repuesta del cocinero tampoco debía ser pensada, porque correspondió gustoso al beso, con demasiado goce, demasiado, tanto que no sabía en qué momento habían entrado a su cuarto y se habían desecho de sus ropas.

Todo era tan repentino que lo único que Zoro pudo hacer fue pensar “De a ver sabido que me correspondería de esta manera, lo hubiera hecho desde antes”. Ya no era tiempo de llorar sobre la leche derramada, era momento de vivir el presente, ¡Pero qué presente!

Si antes pensaba que Sanji era caliente como el infierno, ahora lo rectificaba. El desespero que mostraba con los besos y caricias toscas y torpes era tan y ligeramente ¿tierno? No sabía que decir, que hacer, si no dejarse llevar por el infierno de piernas kilométricas del rubio.

—Haz algo, marimo— la voz desesperada de Sanji hizo eco en la habitación y Zoro sonrió.

—No sabía que te ponía en tono un pene— se burló, para después ponerse serio, no quería saber si Sanji se había acostado con demás hombres, no soportaría la respuesta.

Sanji no respondió, estaba concentrado en que Zoro se apurase en la faena, y al ver que este no se movía decidió colocarse en el regazo del estudiante de economía. Zoro se resistió un poco, pero decidió dejarse llevar, luego preguntaría, ese momento era para disfrutar.

 

.

 

.

 

.

 

Sanji arqueó la espalda al sentir dentro de él el miembro de Zoro, para después comenzar a mover sus caderas, al principio lentamente y a los pocos minutos comenzar a moverse rápidamente. Eso era lo que había deseado desde hace mucho tiempo, que Zoro se diese cuenta de sus sentimientos cursis.

—Marimo— gimió y sintió que Zoro comenzaba a moverse junto con él, arremetiendo con más dureza, la vista se le nubló de puro placer, pero no quería perderse nada, quería ver a Zoro, verle con la boca entreabierta, con el ceño fruncido y los ojos cerrados por la concentración y para guardar en su mente esa imagen. Eso era lo que necesitaba.

Sintió el dulce placer que provocaba el ser golpeado directamente en la próstata, ya no podía con eso, las emociones de dicha y el sentimiento de haber encontrado por fin a su alma gemela eran tan fuertes, que deseaba desbordarse de una buena vez.

Y lo hizo. Con un gemido bastante sonoro junto con el nombre del marimo.

Todo había sido rápido, cuando Zoro le besó entendió que debía de aprovechar de una vez, antes de que el estudiante se rascase la cabeza y le dijera que era todo un malentendido y que eso no debía de haber pasado. Pero pasó más y no se arrepentía, recostado en el pecho de Zoro con la respiración agitada y una sonrisa casi felina se decidió a dar el último paso.

—Zoro— dijo y este solo gruñó en repuesta—, últimamente, te he amado demasiado.

Y vio la sonrisa de Zoro surcar su rostro.

—Lo mismo digo, cocinero.

Sanji negó con la cabeza, al final del día había conseguido aunque fuese algo bueno.

     

  


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).