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La cocina verde por Naghi Tan

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Notas del capitulo:

Resumen Trigésimo primer drabble: Necesitaba a alguien a su lado, que le pudiese ayudar con los huesos rotos que tendría la mañana siguiente.

Universo: AU. Donde Sanji es un hombre lobo y Zoro…  

Número de palabras: 953

Comunidades: Minutitos

Número y Nombre del reto: Tabla Angst. 009. Dolor

Categoría: PG-13

Notas Naghi Tan: Drabble dedicado a un Anónimo de Amor Yaoi quien dijo: Oye ¿podrías escriv¡bir una historia donde Sanji sea un hombre lobo que no puede acercarse a los humanos?. Sería muy romantico. Claro, aquí está. Después seguiré con los drabbles que tienen continuidad. 

“Oh señor, mándame señales

Perdóname por lo que

Me he transformado.

El sol ha llegado a salvarme

Coloca un poquito de amor en

Mi alma sola”.

—Amarillo— Gorillaz

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El sonido de pasos irregulares se dejaba escuchar proveniente de las oscuras calles, siendo casi las tres de la madrugada, una persona caminaba tambaleándose notablemente, un grito de lamento se dejó salir de su garganta, pero la gente de la Ciudad no podía escucharle.

Blackleg Sanji lo había perdido todo, su empleo, su familia y su vida normal. Las lamentaciones era lo único que podía hacer, los aullidos de dolor era lo que podía crear con gran énfasis, porque sus manos eran garras, sus huesos traqueteaban y chocaban entre sí por el cambio que tenía que hacer cada Luna llena.

¿Por qué las cosas malas le sucedían a él? ¿Por qué no pudo dejar a esa mujer que años atrás le había pedido ayuda? ¿¡Por qué cojones le pasaba eso!?

Las lágrimas de desespero y dolor se deslizaban por sus mejillas, carne que ardía con el toque de aquella agua salina, porque se había desgarrado la piel con sus propias manos, el dolor era inmenso, agobiante...

Un aullido salió de su boca, sus ropas se desgarraron finalmente ante el cambio, los tendones, músculos, grasa y huesos resonaron y crujieron por última vez en ese día, el pelo comenzaba a cubrir toda su blanca piel, los colmillos nacieron grandes y filosos, su ojo visible —de un azul intenso— comenzaba a adoptar el iris de los caninos, su mandíbula destrozó parte de su carne al ajustarse y crecer para adoptar la forma de un hocico, toda la transformación le hacía daño, le causaba agonía.

Y a partir de ahí su respiración se aceleraba, estaba desesperado, trataba de no rendirse ante su inmenso peso, pero su cuerpo ya no podía, necesitaba caminar como los animales, arrastrarse y seguir su camino, en búsqueda de una persona que le aceptase tal y como era.

Tenía hambre, un hambre que no podía zacear aun cuando devoraba con esmero cualquier tipo de carne de animales del bosque, su hambre nunca se iba, el sabor de la sangre no era suficiente, nada era suficiente, solo una vez estuvo lleno, solo una vez pudo calmar su hambre.

Pero por esa vez ya no quería y no podía deshacerse de aquel ente que le acompañaba desde ese nefasto día, ente que le recordaba que le amaba aunque fuese una bestia, ente que le hacía odiarse todos los días.

“No te culpes” le habló, mientras Sanji devoraba un alce y su hocico se teñía de un carmín inmenso. “Yo fui el débil”

Y Sanji negaba como siempre, porque no podía hablar en esa forma, años pasaron para poder dominarse, no controlaba por completo su cuerpo, pero podía refrenarse ante la inmensa necesidad de ir a un pueblo y devorar con deleite aquella jugosa carne que el ser humano tenía.

Necesitaba a alguien a su lado, que le pudiese ayudar con los huesos rotos que tendría la mañana siguiente, su temperatura corporal siempre sería alta, más de lo necesaria, pero por costumbre robaría ropa que le quedase.

“Encontrarás a alguien que te pueda ayudar, lo prometo”

Sanji miró al ente y siempre era lo mismo, la inmensa sonrisa de niño pequeño que combinaban con sus pecas, el cabello negro, levemente alborotado y el torso desnudo, solo con pantalones vaqueros y botas que mal combinaban con las escasas prendas que llevaba en vida. Ace, su nombre era Ace y le extrañaba con locura.

 

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.

 

El día tan esperado llegó, un hombre de cabellos teñidos de verde neón, de piel bronceada y rasgos asiáticos le apuntaba con una escopeta.

El hombre lobo había matado al ganado que ese tipo estaba cuidando, pero Sanji nunca creyó que podría ser atrapado por ese sujeto, tenía la boquilla de la escopeta en su sien y por fin sintió paz y gratitud, ese hombre pondría fin a su dolor.

—Nunca había visto a un lobo de pelaje dorado— la voz ronca del hombre resonó en la oscuridad—, podrías ser…

No lo vio venir, Sanji estaba perplejo ante la carcajada que el hombre dio, mostrando sus blancos dientes.

—Luffy te ha estado buscando— le dijo—, soy Roronoa Zoro.

“Te lo dije”

El hombre lobo jadeó y vio a su difunta pareja sonreírle con más alegría.

“Él es el indicado, Sanji”

Y aulló con lamento al verle desaparecer, porque no lo volvería a escuchar.

 

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—¿Has terminado?— Zoro se asomó desde la puerta de la camioneta en la que viajaba, y frunció el ceño al ver a Sanji comer en su forma humana un pedazo de carne cruda, algunas costumbres no se iban, supuso.

Cuando encontró al rubio había sentido un inmenso alivió, Luffy dejaría de buscarlo desesperadamente y por fin podría dejar de viajar.

Zoro sabía que Sanji había vagado por el mundo por más de cinco años, siendo hombre sin hogar y sin esperanza, cuando vio a Sanji en su forma de hombre lobo se sorprendió y admiró, nuca había visto a ninguno de ese tipo, que se estuviese tratando de controlar y lograba entender todo lo que decía.

Los primeros meses ayudando a Sanji a dominarse fueron dolorosos, el rubio sufría de más al transformarse y a Zoro le dolía tan solo verlo.

Pero había algo en ese hombre que le hacía tratar de ayudarle, como si fuera necesario estar junto a él.

Quizás y solo era su determinación y las ganas de vivir que en sus ojos reflejaba, pero, mientras encontraba la respuesta, estaría alado de ese hombre. Porque sus corazonadas siempre acertaban y su corazón le dijo que estuviera por siempre alado de Sanji.     


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