“Cuando aquella persona especial se
Enamore de mí, será el momento
En que tendremos que decirnos adiós”.
Sanji sonrió al ver a Zoro desesperado porque las clases terminaran, sabía dónde quería ir y tenía casi grabada las palabras que el chico le diría cuando al fin sonara el timbre.
—Llevas el dinero ¿Verdad?
Y Sanji asintió, no podía molestarse con un bastardo enamorado, porque eso era lo que su amigo era, por eso actuaba de esa manera, desesperado, casi frenético.
Los Lunes y Viernes ambos iban hacia un restaurante en específico, solo por una persona, porque la comida no era buena, pero por eso ambos no tenían dinero para la semana, porque el restaurante era jodidamente caro.
Sanji iría con Zoro solo para acompañarle y ver siempre lo mismo, la extraña timidez que su amigo adoptaba, el leve sonrojo que sus orejas adquirían por solo ver a esa persona. Tanto Sanji como Zoro tenían apenas quince dichosos años, pero el rubio comprendía por qué Zoro actuaba de esa forma.
—Estás en el amor— canturreó ese día, sin burlarse, porque del amor no había que burlarse.
—Cállate, idiota— Zoro frunció el ceño y siguió su camino, o el camino que supuso era el correcto, hasta que Sanji le llamó y le señaló que ese no era.
El nombre de la persona a la que Zoro vería era Saga, según decía el gafete que el hombre llevaba en el pecho. Era cinco años mayor que ellos y trabajaba de mesero en aquel restaurante.
Zoro le había dicho aquella mañana que ese día sería el definitivo y que le diría lo que sentía a ese hombre. Sanji no era homofóbico ni nada de eso, pero tenía la vaga sensación de que algo saldría mal, que Zoro pasaría por algo y le había dicho que le acompañaría, que nada tenía que ver lo de la homofobia, pero era esencial que se supiera.
Llegaron al restaurante, que hasta con eso, era un lugar demasiado oscuro, sin gracia. El Baratie, que era el restaurante de su viejo, tenía más estilo que esa porquería que se hacía llamar restaurante.
Como siempre, el mesero les recibiría con una sonrisa forzada y por eso Sanji veía que la declaración no saldría bien, Saga se veía que era un hombre recto, sin inclinaciones homosexuales, y Zoro era ciego a eso. Pero como buen amigo/rival te-tolero-porque-nadie-más-lo-haría, debía estar a su lado, eso y que sabía que Zoro necesitaría alguien con quien desquitarse.
Pidieron lo de siempre, que era lo más barato del menú, Sanji comió porque no le gustaba que la comida se desperdiciase, pero aquello no tenía buen sabor, vaya, que la ensalada de atún debía de tener atún y no soja, y no debía de tener el tomate un poco verde.
Comió lento, dando lugar a que Zoro se comiera todo rápido y le dijese que iba por todo. Sanji asintió y cuando vio que se alejaba comenzó a comer rápidamente, daba cinco minutos, no más, era cruel pensar que no habría respuesta afirmativa, pero era realista y si sucedía lo contrario, se alegraría por Zoro, porque entonces no tendría un corazón roto.
Pasaron los cinco minutos y ha como predijo, Zoro se veía decaído, y no fue necesario preguntar lo que había ocurrido. Asintió levemente y se levantó de la silla, dejando el dinero exacto de lo que habían comido.
Cuando salieron del lugar, Sanji sacó un cigarro y lo encendió, para después darle una larga calada, el amor era así.
—¿Vienes a mi casa?— preguntó mientras el humo se deslizaba por sus labios.
—Claro— Zoro dijo con monotonía.
—Creí que estarías más triste, musgo— comenzaron a caminar y el rubio golpeó levemente el brazo derecho del chico.
—De cierta forma, ya sabía la respuesta.
El rubio asintió y miró la calle, era bueno saber que su amigo no estaba tan mal.
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Zoro no se había confesado ante Saga, de hecho no estaba enamorado de ese hombre, no sentía nada por él. Había comenzado a ir a ese restaurante solo para tomarlo como excusa para pasar el rato con el rubio.
Tenía en mente que con Sanji no pasaría nada, que solo eran amigos y que de ahí no habría más sentimientos hacia él. Pero debía de aprovechar todos los momentos que se le presentasen. El supuesto enamoramiento hacia el camarero era una tapadera para justificar sus leves sonrojos, sus repentinos momentos de silencio, su timidez que no podía controlar porque aún era muy joven, y sabía que podía dominar una vez comenzara a crecer.
“En los lugares más oscuros
Hablan de la misma mierda”
Sonrió cuando escuchó cantar al rubio, solo lo hacía cuando se sentía a gusto, no podía pensar en algo que no le gustase de él, su voz que estaba comenzando a cambiar por la edad, sus ratos de malhumor, lo explosivo que era. Todo le gustaba, pero eran amigos, quizás no los mejores, pero lo eran y Zoro no quería perder eso.
“Necesito un compañero,
Bueno, ¿Vas a salir esta noche?
Porque los amores entre adolescentes eran difíciles y Zoro lo sabía, quizás más adelante se lo dijera al bastardo, pero por el momento dejaría que pasara el tiempo, porque solo él merecía su carillo.
Zoro comenzó a entonar el coro con él, empujándolo con el hombre y riéndose en el proceso.
Es que solo él era un idiota que no se daba cuenta de nada.
Notas finales: Las leves oraciones en cursiva son de la canción “Why´d you only call me when you are high?” de Arctic Monkeys.