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La cocina verde por Naghi Tan

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Notas del capitulo:

Resumen Trigésimo quinto drabble: Cuando la conoció fue de una manera brutal

Universo: AU. Dónde Sanji es mujer y Zoro la conoce de una forma algo… sexy.

Número de palabras: 2024                                                 

Comunidades: Minutitos

Número y Nombre del reto: Tabla Angst. 020. Hundimiento

Categoría: NC-17

Advertencia: Lemon hetero.

Notas Naghi Tan: Va dedicado a la chica que me tolera en mis días malos: PandoraBoxx va para ti. 

Advertencia para Amor Yaoi: No lo iba a subir aquí, pero me dijeron que lo hiciera, así que espero que sea de su agrado, si hay disgusto favor de decirmelo y borro el drabble.

“El destino es una amante cruel”

—Vancha March— La Saga de Darren Shan

 

  

 

Cuando la conoció fue de una manera brutal, con una canción de fondo que quizás no combinaba con la situación, pero que recordaba con deleite y que le ocasionaba que los vellos de la nuca se erizaran de dicha, la letra era movida, cosa contraria con la situación que era tensa.

Cerró los ojos, disfrutando de la canción Wolf Like Me de TV On The Radio, ha como lo había dicho, no era su estilo de música, pero por ella, escucharía hasta una jodida canción de los Muppets y todavía sonaría para sus oídos a gloria.

Había ido con Nami y Robin a un bar, de esa clase que era solo para escuchar música y ligar con cualquier persona. El bar no era uno sucio y oscuro, no, era todo lo contrario, lleno de mujeres de poca ropa y de contados hombres que las miraban llenos de lujuria. A él no le interesaban aquellas chicas, si no se sentía atraído por Nami y Robin ¿Qué mujer sería capaz de hacerle caer rendido a sus pies? Sus amigas no eran para nada feas, al contrario, una era una maldita que sabía lo que sus atributos ocasionaban y los usaba a favor y la otra era una dama de gustos exquisitos que cualquier hombre desearía paladearla por completo.

Zoro había ido con ellas porque le habían asegurado que las bebidas ahí eran mucho más baratas y bien elaboradas, que la dueña del bar era una mujer dominante, de espíritu fuerte y alma indomable, había reído ante eso, nadie era más segura de sí misma que su hermana Kuina, en esos diecinueve años que tenía de vida, solo Kuina era digna de llamarse una gran y fiera mujer, de ese tipo que le encantaba dominar y salir airosa en cualquier índole.

Nunca podría saber cómo era su hermana en situaciones más íntimas, porque a pesar de que no eran hermanos de sangre, había una educación y respeto entre ellos. Zoro descubrió los placeres de la carne a la edad de quince años, con una chica gótica mayor que él, de cabellos rosas y gustos extravagantes, pero que no supo complacerlo a como él quería.

Y Nami y Robin se habían puesto de tarea encontrarle a una mujer que estuviera a la altura de la situación, que pudiera derretirle y llevarle el paso.

Los tres pidieron diferentes tipos de bebidas, Zoro se sorprendió que hubiera en exhibición alcohol oriental, a base de arroz y servido caliente, la dueña de aquel bar parecía ser una persona que sabía abordar y embelesar a sus clientes. Cuando Robin mencionó que le presentarían a la dueña del lugar, Zoro había pensado que irían a ver a una mujer de cuarenta años, que ya tenía marido y estaba curtida por la edad.

“Di, di, mi compañera de juego…

No quiero tus manos sobre mí…

Refleja mi enfermedad,

Transfiere mi tragedia”

Una canción resonó por todo el bar, incrementando el grito de euforia que había en ese lugar, Zoro chistó molesto, odiaba los lugares con sonidos irritantes y no quería escuchar los gritos agudos de las femeninas pidiendo que subieran el volumen de aquella canción.

—¿Te molesta?

Zoro dio un respingo al escuchar una voz femenina que se dirigía a él, el joven miró a su alrededor, Nami y Robin habían desaparecido y le habían dejado solo, la femenina que le había hablado era menuda, de cabello rubio, ojos color azul —el único visible, pero no sabía a ciencia cierta de que tonalidad de azul era—, piel de porcelana y de mejillas rojas —seguramente por el calor que el bar dejaba sentir por toda la cantidad de gente que se apretaba ahí—, esa mujer era como una damita francesa.

—Un poco— dijo sinceramente, tomando un largo trago de su bebida, la cual no sabía en qué momento había sido entregada.

—Lástima— la femenina dijo en tono de burla—, porque a mí me gusta bastante.

Fue cuando Zoro la miró realmente, ninguna mujer tenía los ovarios para hablarle así —solo tres y dos de ellas eran unas arpías—, siempre se le acercaban con la intención de colocarse entre sus pantalones y que pasaran una gran noche.

Esa mujer vestía de forma que le hacía asemejarse a una mesera, con medías de liguero que hacía ver sus piernas un poco más largas, una camisa azul con rayas negras y los primeros botones desabrochados, dejando ver el uso de un sostén de encaje negro, la falda era tan corta que solo cubría lo esencial, pero que no dejaba ver más que las piernas, y estaba sentada a su lado, de piernas cruzadas y porte altivo, cigarro entre los delicados dedos finos.

Se rió, esa mujer no podría seguirle el ritmo aunque quisiese, podría romperla en el primer movimiento y seguramente gritaría del dolor.

—Entonces, que malos gustos tienes en música— fue grosero a propósito, para que entendiera la indirecta y se marchase de ahí, en cambio, sucedió otra cosa.

“Brilla cuando la puesta del sol termina,

Cuando la Luna llena regresa,

Voy a reventar esa caja, voy a destripar ese pez”

Un fuerte dolor se alojó en su quijada y chocó contra uno de las paredes del bar, Zoro se incorporó y vio a esa mujer con la pierna estirada y con el ceño fruncido, ¿ella le había golpeado tan potentemente? Sintió las miradas de todos los del bar, pero él no podía apartar la mirada de ese cuerpo pequeño y de esa energía que sentía que chocaba contra su aura.

Su cuerpo se sintió caliente, lleno de adrenalina y una sonrisa surcó su rostro, eso era lo que deseaba, lo que había anhelado con tanta pasión, a una mujer que le pudiese hacer daño y que le hiciera sentir que podía ir con todo contra ella. Hizo crujir los huesos de su cuello y corrió hasta ella, tacleándola y arrastrándola consigo, pudo ver la sorpresa en el rostro de la chica, para después ver una sonrisa victoriosa por parte de ella.

Sintió que la rubia hacia su cuerpo hacia atrás y levantaba las piernas para darle un golpe duro con el talón, el dolor fue placer para él, gruñó con deleite y ahora él no se iba a contener, uso su cuerpo para dominarla y desbalancearla y que estuvieran de igual condiciones, lanzó puñetazos y patadas a la dirección de la rubia y esta se movía flexiblemente.

“Mi mente ha cambiado,

Mi cuerpo se adapta, ¡Por Dios, me gusta!”

Ambos se habían ido retirando, Zoro no se dio cuenta hasta que aquella rubia le hizo meterse a una habitación oscura, la adrenalina que recorría el cuerpo de ambos hizo lo que pasó esa noche, Zoro no podía controlar el movimiento de sus manos, ambos se habían desnudado apresuradamente y sus bocas se habían unido ya desde la entrada a esa habitación.

“Mi corazón está ardiendo,

Mi cuerpo está tenso, ¡Por Dios, me gusta!”

El olor de esa mujer era de cerveza, humo de cigarros y un perfume que no era para nada empalagoso, no se puso en ese instante a analizarlo, tenía a una mujer fuerte sobre su regazo, haciendo que sus sexos solo tuvieran una ligera fricción, la ropa interior de ambos era un impedimento que no los hacia poder consumar esa adrenalina que llevaban dentro.

“Mi mente ha cambiado,

Mi cuerpo se adapta, ¡Por Dios, me gusta!”

Las manos de Zoro recorrieron con desespero la silueta voluptuosa de la rubia, y se detuvieron en los senos bastos que tenía, los comenzó a masajear rudamente, les apretó con fuerza y escuchó de ella un gemido, seguido del movimiento de caderas para tener más contacto, habían llegado a un punto donde Zoro estaba sentado en el suelo, lamiendo los pezones con fuerza, succionándolos como si quisiera sustraer algo de esos senos.

La rubia arqueaba la espalda, ofreciendo sus senos y Zoro quería saber de qué color eran los pezones, quería ver el rostro de ella.

—Prende la luz— dijo ahogando un gemido, él no conocía el lugar, pero anhelaba eso.

“Mi corazón está ardiendo,

Mi cuerpo está tenso, ¡Por Dios, me gusta!”

Protestó ante el vacío que sintió cuando la rubia se levantó a prender la luz, pero fue recompensado enseguida con una hermosa vista, la chica tenía un porte soberbio, pero era seductor lo hinchados que estaban sus labios debido a los besos salvajes que se habían dado, ella aún tenía las medias puestas y la ropa interior, los tacones puestos y era una imagen que no quería sacarse nunca de la mente.

“Cóbrame tu tarifa del día,

Que te convertiré en alguien que cambia,

Cuando la Luna llena regresa

Te enseñaré trucos que te harán volar”

La ceja visible se arqueaba con petulancia, y esa ceja extraña en forma de caracol fue lo que le encendió aún más.

—¿Me seguirás el ritmo, cabeza de musgo?— la burla ante el tono de su cabello fue evidente, pero Zoro no pudo contener la risa, ella era lo que buscaba.

—La pregunta sería ¿Tú me podrás seguir el ritmo, cejas rizadas?— y el golpe que sintió fue doloroso y excitante, la lucha dio inicio y ellos dos no querían ceder el poder, ambos querían salir victoriosos.

“Tú mente revuelta,

Muñeca, reconozco que

Eres terrible por dentro,

Si alguna vez hubo algo de suerte

Eres tú, tú, tú…”

La molienda dio inicio, el sonido del envoltorio de un condón resonó y Zoro quería más manos, dado que no podía sostener a la rubia si le estaba palpando los senos con alegría, oh, sintió su pene adentrándose en el sexo de la chica, y no pudo contener el gemido y su sonrisa de felicidad se extendió, era rudo, era embriagador, estaba siendo sometido y eso era el cielo.

“Sé que es otra extraña manera de conocerte,

Que no sabrás hasta que me permitas mostrarte”

Los gemidos fueron siendo más sonoros y Zoro estaba siendo muy vocal al igual que la rubia, el sonido de carne contra carne, mordisqueos que se daban entre sí, peleando todavía con las uñas, dientes y demás cosas que ocasionasen heridas leves, fue él el primero en correrse, fue él el que se aferró a ella y ella no estaba satisfecha.

—Te dije que no aguantarías— se burló, moviéndose y cabalgando el orgasmo de Zoro.

Zoro se mordió los labios y frunció el ceño.

—La noche aún no termina.

Y era cierto. Aún no terminaban.

 

.

 

.

 

.

 

“¡Hey! ¡Hey! Mi compañera de juego

Déjame tirar el desperdicio para

Encenderlo bajo los árboles colgantes,

Está caliente aquí, caliente aquí…”

Eran las cuatro de la mañana cuando salió de aquel cuarto oscuro, moretones y rasguños con rastro de sangre eran visibles en su torso, no tenía la necesidad de ponerse la camisa de nuevo, no había nadie que le viese en ese estado, o eso creyó.

—Se ve que te divertiste mucho— la voz de Nami le sobresaltó—, entonces debo suponer que conociste a la dueña del bar.

—¿La dueña del bar?— preguntó con una ceja arqueada, estuvo con una chica rubia de la cual no sabía el nombre, pero que debía de saberlo porque no la dejaría escapar.

—Soy yo, idiota— la rubia salió tras él, abrochándose la camisa y mirándolo divertida.

—Zoro— dijo Robin, con una sonrisa enigmática—, ella es Sanjiko, la mujer que tanto te hemos estado hablando.

“Tengo una maldición que no

Puedo quitar,

Brilla cuando la puesta de sol termina,

La cura llega con un beso,

Y la mordida unida a ese regalo que se da”.

Todo eso había pasado no hace menos de dos años, y Zoro estaba agradecido de la forma en que se conocieron, una en la que seguramente estaban destinados a encontrarse.

Suspiró y miró hacia la puerta del departamento de su ahora pareja, el paso lo iba a dar, aunque no de la manera romántica que ella quizás quisiera, pero unos golpes y besos con sangre después estarán en común acuerdo, ellos debían de estar juntos, con fracturas de huesos y sangre, con eso ellos estaban bien.  

  


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