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La cocina verde por Naghi Tan

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Notas del capitulo:

Resumen Cuadragésimo primer drabble: Golpeó con rudeza de nuevo, lo que habían encontrado sobre el actor era desconcertante y con esa información sabía ahora el por qué Sanji se había mostrado sobreprotector.

Universo: AU. Donde Zoro es un luchador famoso y Sanji un actor de renombre.

Número de palabras: 1946                   

Comunidades: 69 Smut                             

Número y Nombre del reto: 015. Cuello

Categoría: R

Notas de autor: Continuación de No creo en las ilusiones. A petición de las chicas de Amor Yaoi y un tanto de Fanfiction

“Tengo mis sábados por la noche,

Y ya se ha dicho suficiente.

Y si alguna vez tengo que hacerlo,

Pues, sabes que no me importará”

Do ya thing— Gorillaz

                                                                                

Debía de entrenar, Lucci por fin había aceptado la enfrenta y con eso Zoro estaría cerca de cumplir su sueño, necesitaba ganar, eso era de ley, porque el dinero que ganase se iría hacia el dojo de Koshiro, que peligraba por estar atrasado con el pago de la hipoteca, si Koshiro le hubiese dicho desde antes sobre su situación el que el dojo fuese embargado no sería ningún problema ni peligro alguno.

Pero su padre adoptivo era orgulloso y un tanto reacio a compartir sus problemas y ahora estaban en la peor de las situaciones, con un pie casi en la calle y con el sentimiento de pérdida en sus pechos.

Gruñó al golpear con suma potencia la pera*, la molestia que sentía hacia la pareja de Lucci no se iba y era frustrante, desconcertante e irritante. Nadie había calado tan hondo en su mente, pero Sanji lo había hecho. El imbécil rubio había dejado su marca.

Había hecho, desde luego, sus investigaciones, navegó por internet para encontrar la ficha del actor y efectivamente, lo encontró, pero estaba casi en blanco, solo con información de sus trabajos en cine, la estatura, peso, sus años de carrera y su edad. Nada fuera de lo común, pero había algo que hacía que Zoro se mostrara incrédulo ante la falta de información personal y claro que no se iba a quedar con la duda.

Usopp era un amigo que había estudiado ingeniería en informática, pero que usaba de vez en vez sus conocimientos para filtrar algo que le interesase, por miedo de ser encontrado se había vuelto un hacker experto en evadir la seguridad y eso a Zoro le venía bien en ese momento.

Golpeó con rudeza de nuevo, lo que habían encontrado sobre el actor era desconcertante y con esa información sabía ahora el por qué Sanji se había mostrado sobreprotector. Se mordió el labio inferior y sacudió la cabeza, no podía creerlo, todo lo que su ficha decía tenía que ser mentira, porque nadie sobrevivía a todo eso.

Por eso la molestia no se iba, porque el rubio era un ser demasiado sufrible, una persona que sacrificaba todo —sus sueños incluidos— por los demás.

Y a él le molestaban ese tipo de personas.

 

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Lucci frunció el ceño ante el arranque de ira que su pareja estaba teniendo, había pasado un tiempo considerable desde que el último apareció, la sala del departamento de ambos estaba hecho un desastre, los sillones de madera de roble se encontraban destrozados y aun así Sanji seguía furico, sin poder controlarse.

Suspiró y siguió su camino, a diferencia de Sanji, Lucci era más agresivo, más destructor y ver todo eso no era nada bueno, estaba irritándose, porque alguien había podido poner en ese estado a su amante, nadie —salvo él— había hecho eso: Entrar en la mente del actor y descontrolarlo totalmente.

Lucci disfrutaba de eso, sacarlo de sus casillas tenerlo en sus manos y atarlo sicológicamente, destrozarlo, humillarle y tenerlo en su total dominio, él era un tigre acechando a su presa, una que era fuerte mentalmente y de la cual era entretenido verle romperse una y otra vez. Lamió su labio inferior, ¿Cuánto tiempo había pasado desde que ambos tuvieron un encuentro tan fuerte? Negó, no era el momento, si los dos se descontrolaban las cosas terminarían sangrientamente.

El problema de ellos dos era mental, una relación de dominación  y sumisión, el siquiatra de la pareja se los había explicado con paciencia, los dos al conocerse desde jóvenes y pasar situaciones traumantes habían creado un fuerte vínculo de dependencia emocional, que se exteriorizaba agresivamente, el volverse amantes a pesar de la diferencia enorme de edad era algo que ya estaba destinado a suceder, no era sorpresa alguna. Pero el doctor les había advertido que si la agresividad no se controlaba alguno de los dos podría terminar gravemente herido.

¿Qué sabía el doctor?

El sonido de cosas rompiéndose aún era claro y fuerte a pesar de que Lucci prácticamente se había encerrado en la recamara principal, estaba reconociendo que su mente iba a cambiar, no era que tratase de controlarse, cuando ocurría que necesitaba liberarse lo hacía, no veía problema alguno con hacerlo, pero ese día se sintió excesivamente frustrado, sus pensamientos habían estado en un constante remolino, donde le decían que Sanji había logrado encontrar alguien de su edad que lograba sacar su lado sumiso/agresivo.

Y un sonido estruendoso de vidrio chocando contra la pared le dijo que eso tenía que acabar, que solo él tenía que ponerlo de esa manera.

Salió de la habitación con aparente calma, cuando en el interior un animal rugía por salir y poseer aquella suculenta presa. No era su culpa, desde luego que no, si el rubio pedía a gritos que se le dominase ¿Quién era él para negarse?

La escena que tenía en frente era la gota que derramó el vaso, Sanji respiraba agitadamente, su pecho subía y bajaba con rapidez, su ojo derecho mostraba la pupila dilatada y la ropa que llevaba puesta era un desastre. Lucci sonrió depredadoramente, tenía que poseerlo, marcarlo, dominarlo, no debía dejar que nadie más viese al rubio en ese estado.

Caminó con parsimonia, conocedor de que tenía todo el tiempo del mundo. Vio como el rubio se tensaba al sentir su cercanía y le volteaba a ver con enfado.

—Aléjate Lucci— gruñó. El nombrado negó con la cabeza y siguió su camino, tanto tiempo había dejado pasar aquello, más de seis meses con la terapia en conjunto para poder reprimir sus impulsos y Sanji había sido el primero en romper aquello.

Para Sanji todo fue tan repentino, en un segundo estaba de pie y en el otro estaba en el suelo junto a las astillas de madera y pedazos de vidrio, sintió el aroma a sangre y eso le hizo removerse, joder, era demasiado tarde, Lucci lo tenía preso, su cuello estaba siendo abusado por las mordidas de su pareja y el dolor estaba haciendo que viese nublado.

Trató de incorporarse, pero Lucci no se movió ni un poco, sus piernas estaban apresadas y la sensación de ahogo comenzaba a notarse, Sanji negó, no, el tiempo en que ambos tenía sexo salvaje no debía de suceder, habían llegado en una etapa de su relación en la que el dolor no era suficiente, necesitaban de más, de estar cerca de la muerte, de sentir la adrenalina del miedo a estar tan solo a pasos de la muerte.

Pero su cerebro gritaba por más, que luchase y comenzara a mostrarse rebelde, a provocar a Lucci y poder sentir la adrenalina de la cual era adicto.

—¡Suéltame, idiota!— y su boca comenzó a hacer lo suyo, provocar, escupir insultos y sonreír burlonamente —¿Tan viejo te has puesto?

Siempre, en esas situaciones, la conciencia de Sanji se dividía, una era la racional y la otra la irracional, la primera siempre perdía, Sanji gritó de dolor al sentir las uñas de Lucci clavándose en su cadera, se removió tratando de luchar y hacer ganar por vez primera a la parte racional, pero su cuerpo no respondía, al contrario, se sumergía al placer que las heridas le proporcionaban.

—Tan patético—se burló.

—Cállate— gruñó Lucci— No me provoques más— Sanji pudo ver el pequeño atisbo de humanidad que los ojos de su amante le mostraba—, no me provoques.

Oh, pero su cerebro hizo lo contrario, se removía, luchaba por liberarse y era de esperar que Lucci arremetiera a golpes, el sabor de la sangre invadió la boca de Sanji, sintió como sus huesos crujían y su cerebro gritaba por más.

—¡Más!— lo disfrutaba, todo lo que Lucci estaba haciendo lo disfrutaba, sintió como desgarraba su ropa y seguía con su comportamiento agresivo, los gemidos que soltaba eran de dolor y placer, sintió que la hombría de Lucci se adentraba sin preparación alguna y el dolor fue tan genial.

Entrecerró los ojos y sintió que las manos de Lucci apretaban su cuello, lo estaba asfixiando, Lucci sabía que si Sanji no llegaba al borde de la muerte no podría disfrutar plenamente.

—Vete al infierno, Sanji—gruñó el mayor, apretándole el cuello sin remordimiento.

El actor no pudo responder, el orgasmo estaba cerca y la falta de aire le estaba desmayando, si tuviera la oportunidad de gritar, lo haría, gritaría por más, que eso era lo que quería. Las embestidas eran rudas, sin ritmo alguno y lo último que pudo ver fue la sonrisa de Lucci.

 

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Lo que había descubierto Zoro sobre el pasado del actor era demasiado triste, no era simplemente que el rubio hubiera perdido a sus padres a temprana edad, eso era poco, Sanji había vivido en las calles hasta la edad de nueve años, donde un hombre de nombre Zeff lo había tomado bajo su protección, Usopp le mostró las fotos de un Sanji extremadamente delgado, casi hasta los huesos y le había explicado que por esa razón el actor no podía desarrollar más masa muscular.

—Para darte un ejemplo— su amigo le miró seriamente—, una persona con anorexia sufre de falta de calcio, caída de cabello, piel reseca, inclusive se le llegan a caer los dientes, por falta de alimentación adecuada el cuerpo llega a comerse a los músculos con tal de que el cerebro y el corazón sobrevivan, no importan los músculos, el cuerpo va buscando la manera de sobrevivir. Los niños africanos pueden ser otro ejemplo y creo que es el más cercano a este hombre, se ve que quedó con un trauma severo.

—¿Por qué lo dices?— preguntó en su momento, curioso por toda la información que Usopp le estaba dando.

—El tipo de ropa que lleva— señaló el narigón—, es de manga larga, es como un signo de cuidado a su piel, que seguramente quedó sensible ante su desnutrición severa. Es de conocimiento común que los que salen de la anorexia no pueden engordar— prosiguió—, los huesos quedan débiles y los músculos ya han sido devorados. Me sorprende que Sanji esté como si nada.

Siguieron revisando el historial del actor, y descubrieron que efectivamente, el actor tenía secuelas de su infancia, el cerebro había quedado con un ligero daño, la agresividad y falta de control de los impulsos eran las más remarcadas. Zoro arqueó la ceja ante eso, las palabras del rubio comenzaban a tener sentido. Pero, si había sido rescatado por Zeff —un chef según leía—, ¿Por qué Lucci estaba en su vida?

La respuesta fue dada casi de inmediato, Lucci era un joven de 19 años, que había estado con Sanji en las calles, Zoro frunció el ceño, si el hombre era mayor que Sanji entonces debió de haberle cuidado, pero en la información no decía que había ocurrido con ellos, solo decía que eran amigos de la infancia y no más.

—Es sospechoso— la voz de Usopp lo había sacado de sus pensamientos, rectificándole lo que estaba en su mente—, si ese tipo estaba con él ¿Por qué Sanji se encontraba con desnutrición severa? No le haya sentido a todo.

“¡Tú no sabes lo que hemos pasado!”

Zoro resopló, tenían que investigar más a fondo, pero era seguro que algo había ocurrido, porque Lucci y Sanji seguían juntos y no había manera de verles separados, como si se necesitasen entre sí. Esa clase de dependencia era absurda, dudaba que ese par tuviera algo como eso y descartó de inmediato la teoría.

Mientras, seguiría entrenando, porque Lucci no era un rival nada fácil.  

 


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