Malentendido
Mientras corría por las calles tratando de entender a dónde quería ir, nuevamente su voz repercutía en mi cabeza. Exactamente igual que como hace once años. Sus pocas palabras lograron sacarme de cuadro y me hicieron sentir como aquel niño pequeño que huyo de su amigo. ¿Por qué me era tan difícil encararlo? Si realmente no sentía lo mismo por él ¿Por qué no simplemente lo rechazaba y ya? Pensé en lo inmaduro que debí haberme visto hace tan sólo unos minutos.
*Flashback*
- Gracias, es que… – comenzó mirándome a los ojos – vas a decir que soy un raro y todo pero… jamás dejé de pensar en ti
Por más o menos dos o tres minutos me quedé idiotizado por aquella oración. No fue hasta que sentí su mano en mi mejilla que salí del trance.
- Te extrañe mucho Trent… – dijo acercándose a mí – todo el tiempo pensaba en volver a verte…
- Yo… – sus labios rozaron contra los míos y allí reaccioné – ¡Tengo que ir a trabajar! – grité antes de tomar mi abrigo y salir de mi propio departamento como alma que se la lleva el diablo
*Fin del Flashback*
Y fue entonces cuando me estrellé en un poste y me percaté de que había estado corriendo en dirección contraria a la que tenía que.
- ¿Trent? – me llamaron del otro lado de la tienda – ¡Trent!
- ¿Ah? – cuestioné volteando a ver a Aiden, un compañero de trabajo del que me había vuelto muy amigo – ¿Qué quieres?
- Nada, Mr. Kind – respondió levantando las manos, era hermano de Kiri, supongo que de ahí sacó el apodo – es sólo que… has estado divagando todo el día…
- ¿De qué hablas? – pregunté molesto – sólo hago mi trabajo, tengo que ponerle precio a estas cosas
- Bueno ya – me quitó el etiquetador – pero dudo mucho que la sopa cueste 20 dólares – me señaló una fila de latas con una etiqueta de 20 – y tampoco creo que el tocino cueste 2 centavos
- Eso lo hiciste tú – contesté cruzando los brazos
- ¿Qué? – preguntó sorprendido - ¡No! Tú eres el que ha estado etiquetando desde que llegó
- ¿Y? – respondí levantando los hombros – ¿Quién tiene el etiquetador?
- Aiden… ¿Tú has estado poniendo mal los precios? – preguntó el Sr. Krader saliendo de la trastienda
- ¡No! – respondió soltando el objeto en sus manos – yo sólo
- Aiden… – lo miró enojado – esto ha pasado antes, no trates de…
- Fue mi culpa – interrumpí levantando la mano – sólo estaba un poco distraído, no culpe a Aiden
- Está bien – me sonrió – gracias por decirme la verdad, arregla eso por favor
- No se preocupe – respondí antes de que volviera a entrar a la trastienda - lo siento Aiden
- Casi me corren por tu culpa – se quejó haciendo puchero
- Sí, lo sé – me miró incrédulo cruzando los brazos – pero confesé ¿no?
- Lo que digas – caminó hacia la caja registradora – ya no importa
- Vamos… – lo tomé por el hombro – no tienes que ponerte así
- Es que… – dio un salto y me alteré – ¿Es que acaso ya no te importo? ¿Tanto quieres que me vaya que me incriminas?
- Yo… – aguanté la risa y traté de lucir arrepentido – lo lamento, sabes que eres importante para mí, no te enojes conmigo
- No puedo seguir así – giró el rostro a un lado, cubriéndolo con una mano, por más que parecía que estaba llorando, yo estaba seguro de que no era así – eres un insensible, nunca me tratas con cariño, sólo juegas conmigo – me dio la espalda
Tapé mi boca para que no se notara mi sonrisa, luego lo rodeé por la cintura colocando mi cabeza en su hombro derecho. El giró el rostro al lado izquierdo y vio a los espectadores que llevaban viendo todo el espectáculo. La mayoría parecía que estuviera observando la película romántica del año. Aiden se volteó y me miró a los ojos. Tomé su barbilla y nos acercamos a tal punto que escuchamos a un par de chicas gritar, ya no aguantamos más, sólo empezamos a reír como si no hubiera un mañana. Me pareció escuchar algo caerse y el sonido de la puerta cerrarse, pero lo ignoré y seguí riendo junto con Aiden que empezó a atender a los clientes que nos miraban frustrados y sonrojados. Solíamos hacer eso, fingir escenas de parejas pero era sólo un juego, nada serio. Aiden era mi amigo, nada más.
Aiden y yo salimos del trabajo a las cinco y tomamos diferentes direcciones. A una cuadra de mi apartamento me acordé de un pequeño detalle: ¿Dominic seguiría ahí? Hasta donde sabía era alguien famoso así que lo más probable es que ya se haya ido. Antes de abrir la puerta, cerré los ojos y suspiré, resignándome a que el pequeño encuentro había llegado a su fin y así era, el lugar estaba tan vacío como de costumbre. No tenía por qué sorprenderme. Era de esperarse. Hice mi rutina diaria, tomé un baño y preparé una sopa instantánea, cuando me senté a comer detecté un papel sobre la mesa. “No otra vez” susurré mirando al techo. La última vez que leí una nota suya quede destrozado. Arrugué el papel y lo metí a mi bolsillo antes de tomar mi abrigo para irme al bar.
Todo estaba tranquilo, no había nada fuera de lo común. Mi compañero y yo servíamos copas, Kiri emborrachaba a los clientes y yo tenía que sacarlos del lugar y no había señales de él. ¿Algo dentro de mí en serio esperaba verlo? Su repentina aparición me tenía loco, en lo único que lograba pensar era en él. No aguanté más. Tenía que leer esa nota. Me disculpé con mi colega diciéndole que iría al baño un momento. Encerrándome en un cubículo, saqué el papel totalmente ajado Y lo abrí, leyendo cada unan de las palabras con apuro y desesperación, algo de lo que estaba escrito allí parecía incorrecto.
“Querido Trent:
Siento haber sido una molestia para ti nuevamente. No era mi intención encontrarte pero me sentí muy feliz de hacerlo, sin embargo, al ver que ya tenías una pareja a la que realmente quieres, me di cuenta de lo incómodo que debí haberte puesto. Por favor ignora lo que dije, sólo quiero que volvamos a ser amigos, quiero sentir tu compañía tal como en el pasado. Aunque tampoco quiero hacer que hagas algo que no quieres hacer así que simplemente te dejó mi número de celular, si en algún momento se te apetece hablar conmigo… llámame…
98xxxxxxx
Dominic R.”
Miré el número atentamente y por reflejo saqué mi celular, introduciendo los dígitos uno por uno tratando de evitar equivocarme. Quería aclarar el malentendido. Increíble que haya pensado que Aiden era mi pareja.