Habian pasado al menos cinco horas desde que Hyoga subiera a la embarcación, y estaba por volverse loco, los lamentos, gritos desgarradores, llanto e improperios que se escuchaban tanto a lo lejos como no tan lejos le empezaban a crispar los nervios.
Sin embargo despues de mucho, Caronte al fin le anuncio.
-Hemos llegado jovencito, sera major que bajes rapido, no quiero tener problemas con nadie y si me ven ayudandote seguro eso sera lo que acarrees.- Al parecer habían llegado a lo que se le llamaba El Limbo, Hyoga observo a su alrededor, pero para nada se lo había imaginado asi, por lo tanto tampoco estaba seguro de que no le estuviera mintiendo.
-Espera como sé que en realidad me trajiste a mi destino?.-
-Eso es cosa tuya, tendras que creerme o arriesgarte a otras cosas, porque yo me largo,- dijo y antes de que el joven pudiese objetar algo, él ya había subido a su embarcación y comenzado a remar, no le quedo de otra que investigar por su propia cuenta en donde se encontraba.
Camino por un empedrado sendero que bien pudo parecer que no le llevaba a nada, porque a todo lugar que mirase solo era Tierra árida, inhabitable. Sin embargo solo tuvo que caminar un poco mas para darse cuenta de que más allá de lo que sus ojos abrían querido ver había algo más que solo arena y rocas, muy en el horizonte se veía una inmensa y larga muralla negra, que por fuera era vigilada por dos seres, que a los lejos parecían dos imponentes hombres, pero que acercándose un poco más, uno podía darse cuenta que era el cuerpo de un hombre fornido con la cabeza de un jabalí, ambos sostenían cada uno un trinche, y daban la entrada a una larga fila de personas, todos con la cabeza gacha, apesumbrados y débiles. Entonces penso, acaso su amado se encontraba ahí? , se preguntaba con angustia, debía encontrarlo, no podía permitir que entrara, pero tampoco podía llamar la atención de lo contrario se darían cuenta de su presencia y estaba por demás especificar que se encontraba en calidad de intruso en aquel lugar.
Analizo las circunstancias, no habia de otra, debía entrar, inmiscuirse y buscarle.
Sin más se encamino hacia aquel torrente de almas.
-Hyoga!, A donde crees que vas?.-
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Shun era perfecto en toda la extensión de la palabra, su cuerpo astral parecía que estuviese esculpido en alabastro, las cicatrices, vestigios de violentas y cruentas batallas se habían quedado en su cuerpo físico, sufriendo del desgaste y el dolor en el mundo de los humanos; pero en el inframundo todo era diferente, ahí no volveria a tener que enfrentar dolor alguno, no sufriría por quienes dejaría, para ser específicos, ni siquiera les recordaria, tampoco volveria a ser la defensa de ninguna caprichosa encarnación de Diosa. No, ya no, ahora le pertenecia al señor del Inframundo, ahora había pasado a ser de su propiedad como siempre debía haber sido, con él el sufrimiento quedaría atrás.
Le tomo por los hombros, y comenzó a recorrer con sus manos aquel perfecto cuerpo, comenzó a descubrirlo, porque despues de todo el tiempo transcurrido desde la vez que le había poseído su cuerpo había cambiado, ahora era el cuerpo de un hombre, le toco con delicadeza, como se toca a una valiosa obra de arte con apenas las yemas de los dedos se deslizo sobre sus pectorales, sus tetillas, sus perfectos y firmes muslos, su redondo y bien formado trasero. Escuchaba como continuaba llorando en silencio, pero no le importo, sabia que en cuanto comenzara a sentir todo el placer que le tenia guardado cambiaria, sus lagrimas se convertirían en gemidos de excitación, se llenaría de todo aquel placer que jamas en vida había podido disfrutar, que le habia sido arrebatado cruelmente.
-Tranquilo mi preciada joya, que yo comenzare y te guiare, a partir de aquí comenzaras a disfrutar de todo lo que te fue negado en vida.- le dijo en tono tranquilizador, Shun le miro extrañado, quería creerle, en verdad quería creer que aquel amedrentante hombre podía ser gentil con él, y bueno de cualquier manera no había otra cosa que pudiese hacer, despues de todo aquel imponente Dios le había dado una enorme muestra de su generosidad, de su misericordia al no llevarle con las otras almas, al no exponerle al castigo eterno, sin embargo no pudo evitar llorar, muy en el fondo no era miedo lo que tenia, sentia una enorme presión en el pecho, su corazón le decia que estaba por traicionar a alguien muy querido, aquello le dolia, le dolia demasiado.
Hades continuo recorriendo el cuerpo del menor con delicadeza, quería satisfacer primero a su tacto con el contacto de aquel perfecto cuerpo, saciar su olfato con su aroma, gozar de aquella pura e intacta alma, sin embargo se detuvo inesperadamente.
-Shun!!.- sin previo aviso toda la habitación comenzo a darle vueltas, sus piernas flaquearon y Hades tuvo que sostenerle, llevandolo hasta la cama.-Shun!! Responde!!, Te exijo que respondas!!.- pero aquello era imposible, no podia hablar, el cuerpo no le respondia, la vista se le nublaba, y algo muy extraño sucedia, su realidad se divida en dos, por un lado sabia que estaba con su amo y señor en una oscura habitación, pero por otro podia ver son suma claridad otra habitación muy diferente a la cual se encontraba, era blanca, plenamente iluminada por los rayos del sol, un joven de cabellos y ojos azules que en aquel momento denotaban angustia y dolor, le sostenia por los hombros lo sacudia con desesperación, mientras repetia aquel nombre, y su voz, aquella voz, por alguna razón era una voz conocida, y la extrañaba sin saberlo.
-Shun por favor regresa.-