Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

BONUS TRACK por AnneJieJie

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Relato corto dedicado a Malice. Por esperar tanto tiempo por ellos.... Gracias,

Notas del capitulo:

Un hombre casado es....

LOVE SESSION: TRACK 1

Un fic de Anne Scarlett

 

 

“Un hombre enamorado está incompleto hasta que está casado; entonces está acabado.”

Debió pensar en esa frase de la actriz Zsa Zsa Gabor antes de dar el “sí” y terminar metido de cabeza en eso del matrimonio. Debió tomar como ejemplo a sus padres, siempre peleando y amenazando con el divorcio, en lugar de firmar ese pedazo de papel donde aceptaba la unión marital. Debió haber investigado un poco más, hablar con otros hombres casados y preguntar en los foros de casados por una década, antes de permitir que su sentido común se dejara comprar con un anillo de oro blanco con incrustaciones de diamante y el grabado: “Eres parte de mi vida”. Debió hacer tantas cosas antes de aceptarlo, pero, lo hecho, hecho estaba y no tenía caso llorar sobre mojado.

Pensó que eso de casarse podía agregarse a la lista de locuras de juventud: una línea entre saltar en paracaídas y participar en una orgía. Al menos creyó que tenía claro que lo de haberse casado nada tenía que ver con el amor romántico, porque no creía en el amor a primera vista y las almas gemelas destinadas a estar juntas por siempre, no, él es un hombre moderno, y los hombres modernos no creen en los cuentos de hadas.

Afortunadamente su pareja creía lo mismo que él: “No tiene que ser para siempre, si nos aburrimos, pues podemos divorciarnos, ¿no?”

Si fuera mujer, tal vez se hubiera horrorizado ante la expectativa de un divorcio a cinco minutos de recibir la propuesta de matrimonio, pero se dejó convencer fácilmente por las promesas de su amante y el brillo del anillo.

Quizá fue por culpa del ardiente verano, la bebida de la noche anterior, la falta de un buen ligue después de aquella noche de sexo salvaje en la casa de sus padres, o porque no resistió la idea de que su amante pudiera encontrarle remplazo tan rápido. Cualquier excusa sirve para justificar el que se haya dejado arrastrar al altar.

“Podemos divorciarnos”. Era una buena posibilidad, además, no era el primero, el único o el último hombre sobre la faz de la tierra que se divorciaba. Con ese pensamiento despertó después de la noche de bodas. Sonrió atontado mientras veía a su “maridito” durmiendo a su lado; seguro de que podría disfrutar de las mieles del matrimonio y cuando las cosas se pusieran feas podría divorciarse y dejarlo. Después de todo, su naturaleza siempre fue evasiva.

Suspiró, abrazó a su maridito y cerró sus ojos. Pensó en las estadísticas: En promedio un matrimonio feliz dura entre tres y cinco años, a los cuales sigue el periodo de crisis donde se presenta la mayor tasa de divorcios. Visto desde esa perspectiva, en tres años estaría divorciado y disfrutaría de una segunda soltería.

___**___

Podía encontrarse a un kilómetro de distancia y seguir escuchando sus ronquidos taladrando en su cabeza.

Abrió los ojos, estiró los brazos y bostezó. Movió la mano de su desconsiderado marido para quitárselo de encima. Él seguía roncando como una morsa, posiblemente podía caerle el techo encima y seguir durmiendo como marmota. Se levantó muy despacio y buscó la bata para cubrir su desnudez.

Primero el café, negro y sin azúcar, como debía ser. Después vendría el desayuno y la lectura del diario. Luego tomaría un descanso para ver la tele, algo de ejercicio, la limpieza de la casa y por último una ducha refrescante antes de salir a comer pastelillos con sus mejores amigos, no volvería a casa hasta pasadas las cuatro de la tarde, entonces se sentaría comodonamente para leer un libro o una buena crónica periodística, y cuando se sintiera inspirado tal vez, y solo tal vez, escribiría algo.

Escuchó el sonido de la lluvia y maldijo entre dientes. No habría salida a comer pastelillos. Los planes cambiarían y tendría que quedarse en casa, pues odia salir a la calle cuando llueve. En ese caso podría dedicar algo de tiempo a reparar la cerradura del gabinete que se descompuso o a pintar el marco de madera de la ventanita que da al jardín. Labores sencillas que venía aplazando desde hace varios meses y que no podía encomendarle a su desconsiderado maridito.

Bebió calmadamente el café y después de echar una ojeada al titular del diario, abrió el refrigerador y buscó el tazón cuyo aroma se llevó a la nariz con un gesto de satisfacción. Se saboreó de manera infantil al tiempo que revolvía el contenido.

Sirvió todo el contenido en un plato y se sentó como rey en la sala, llenándose la boca con una enorme cucharada de aquel alimento mientras la televisión transmitía el programa: “La mañana de Jessie”, un programa de variedades dirigido a las amas de casa.

— ¡Kimchi! ¿A esta hora?

— El desayuno que todo buen coreano debe consumir para tener una larga vida. ¿No quieres un poco?

—Ni loco comería esa cosa a esta hora de la mañana.

El hombre que interrumpió su placentero desayuno con el comentario indiferente, no era otro que su  desconsiderado maridito, quien vestía solo una bata de baño y le miraba con gesto pícaro mientras se secaba el cabello alborotado con una toalla más pequeña despidiendo un aroma a manzanilla por todas partes. Peinó los cabellos rubios con los dedos para hacer gala de su sex-appeal que traía enloquecidos a hombres y mujeres por igual.

—¿Qué hay para desayunar?

—Kimchi.

—¿Sólo kimchi?

—Sólo kimchi… Si quieres otra cosa prepárala por tu cuenta.

Su respuesta provocó que el hombre frunciera las cejas y después levantara los hombros como si no le importara. Caminó a la cocina arrastrando los pies y lo siguiente que escuchó fue el golpe de las cacerolas cayendo y de los platos rotos.

Debió prever que sería un desastre, después de todo su desconsiderado maridito no tenía habilidades para los asuntos culinarios. Como era de suponer el atractivo rubio prepararía huevos batidos, jugo de naranja, café, tostadas y fruta, donde lo único comestible sería la fruta, y cuyo resultado sería todo el juego de cocina sucio.

—Nos vemos esta noche.

Se despidió dándole un beso en la mejilla antes de marcharse, dejándolo solo en casa ante la titánica tarea de volver a poner orden en la cocina.

Tae Eunchan, escritor de profesión, se casó nueve años atrás con un Yamada Jacob, un DJ genio de la música electro famoso por ser, entre otras cosas: arreglista, compositor, multi-instrumentalista y productor. El músico se había ganado el respeto de la crítica y era considerado por muchos un ejemplo de simpatía, buen gusto y creatividad. Además de elogiarlo por tratarse de la personificación del espíritu independiente y por su esmerada participación en varias obras benéficas. Pero eso era sólo porque no lo conocían tan bien como Eunchan. Él sabía que su maridito no era nada de eso, por el contrario, era vanidoso y fanfarrón, cuando le convenía se hacía el desentendido, con frecuencia solía olvidarse de las tareas de la casa, además de arrogante, con frecuencia se comportaba como un niño de seis años atrapado en el cuerpo de un adulto que solo piensa en virtud del “quiero”. En otras palabras, un desconsiderado.

Y sin embargo, pese a todos esos defectos que a veces lo asfixiaban, Tae Eunchan le seguía la corriente y continuaba a su lado. Simplemente, porque sí.

Quizá soy lo que se puede considerar un masoquista encubierto”

Solía decir para sí cada vez que limpiaba el desorden y se consagraba a sus labores de “ama de casa”, lo repetía como una especie de mantra cada vez que comparada su vida de soltería con la vida de casado. La verdad no encontraba mucha diferencia entre las dos formas de vida, salvo porque alguien dormía a su lado todas las noches roncando como morsa y porque además de su trabajo, ahora debía mantener la casona en la que vivían como lo haría cualquier señora casada.

Al menos puedo presumir…”

Se consolaba mirando el anillo en su dedo, le encantaba el brillo de los diamantes incrustados. Adoraba exhibirlo a sus amigos, familiares, conocidos, gente de la editorial y todo aquel que preguntaba por la naturaleza de su relación con el DJ. A Tae Eunchan le encantaba levantar su mano y sonreír diciéndoles: “Este anillo lo dice todo”. Pero eso solo fue durante los primeros tres años de su matrimonio, cuando viajaban por medio mundo e iban y venían de un lado para otro porque Jacob tenía muchos contratos y compromisos. Fue una época en la que no pasaba más de una semana en un mismo lugar, e incluso enfermó a casusa del estrés que le causaban los constantes viajes, el cambio de horarios, las diferentes comidas, la falta de sueño y la presión para entregar sus escritos a tiempo.

Pero eso estaba en el pasado, un día, su marido anunció a toda la prensa especializada que había decidido dejar la escena musical en vivo a los nuevos talentos y que se radicaría en Tokio para dedicarse a la composición y producción pues consideraba que el escenario de Europa ya estaba demasiado saturado y que el mundo moderno tenía los ojos puestos en el lejano oriente.

Se sintió como Yoko Ono cuando los fanáticos europeos lo acusaron de alejar al DJ para quedárselo él solo. Lo que ellos nunca supieron fue lo mal que lo pasó Tae Eunchan tratando de acostumbrarse a la presencia de su marido las veinticuatro horas del día en casa. El escritor tuvo que parar con su trabajo durante seis meses, pues Jacob no le dejaba concentrarse.

La vida bohemia con la que soñó fue remplazada por la vida hogareña en la que nunca pensó. Una vez terminadas las labores en casa se encerró en el estudio y comenzó a trabajar en su nuevo proyecto. Debía concentrarse si quería que todo estuviera listo para la fecha señalada, así que sin más comenzó a digitar sumergiendo su mente en el torrente de ideas que llegaban, hilando cada párrafo con metáforas y otras expresiones tan propias de su trabajo.

El sonido del timbre rompió su concentración. Tae Eunchan hizo cuanto pudo para ignorarlo, pero al parecer quien llamaba a su puerta insistentemente no se daba por vencido, así que el joven escritor se dirigió de mal humor a la puerta, simplemente para encontrarse con Suzette, su editora, quien llegaba sin anunciarse acompañada por un hombre que el escritor no había visto antes, pero que podía bautizar con la palabra “apuesto”.

—Haruki Takuya, el nuevo director de edición literaria para Asia y el Pacífico.

Suzette habló con el típico discurso de presentación, a Eunchan no le extrañaba la presencia de un nuevo director para Asia, la editorial francesa con la que firmó contrato hace varios años se expandió rápidamente y aprovechó el auge para apoyar los talentos literarios en países orientales, todo gracias a la nueva moda que sacudía el mercado literario con cientos de títulos de best-seller basura compitiendo con la literatura conmovedora de las nuevas promesas literarias. Como fuera, Eunchan no estaba prestando mucha atención a las palabras de la mujer pelirroja, porque estaba muy ocupado escaneando al hombre en cuestión.

—Eunchan…. Eunchan… ¡¡Deja de babear, me pones en vergüenza!!

—¿Yo?

Usó su gesto de ternura y sonrió haciéndose el desentendido. Ante la mirada furiosa de Suzette y la expresión de sorpresa de Takuya, Eunchan bajó la mirada asumiendo una pose digna de diva trágica:

—No estaba babeando, estaba pensando en lo atrasado que me encuentro, creo que no podré cumplir con el plazo para la entrega del escrito…

Sabía que Suzette estallaría del enojo, pero algo debía hacer para ocultar su distracción. Sin embargo fue esa misma distracción quien habló.

—El señor Tae es uno de los escritores más consentidos de la editorial, así que pondré todo de mi parte para que su creatividad aflore y siga cautivando al público con cada una de sus historias llenas de sinceridad.

Lo dijo con total convicción, lleno de vitalidad y emoción. Acto seguido pidió revisar el escrito.

—Me haré cargo de esto en persona.

—Takuya-san, puede confiar en que me encargaré, es mi trabajo, además ya estoy acostumbrada a lidiar con la pereza de Eunchan, y usted, siendo el editor en jefe debe tener mucho trabajo pendiente, le llamará cuando tengamos el escrito final.

Eunchan debía aplaudir la tenacidad de Suzette intentando deshacerse del nuevo editor, así que se divirtió un rato escuchando los razonamientos de la pelirroja con los cuales trataba de tomar la situación bajo control. Obviamente lo que ella quería era pasar más tiempo en la casa del escritor con el pretexto de acercarse a Jacob y la presencia de Takuya no le permitiría revolotear por ahí.

A Eunchan no le molestaba que esa pequeña pelirroja con cuerpo de mocosa de doce años flirteara con su marido, si Jacob respondía a sus preguntas o participaba en la conversación era solamente por educación y para distraerla a fin de ganar más tiempo para que el escritor pudiera terminar con su trabajo. La verdad, Eunchan no tenía que preocuparse por esa mujer, sencillamente porque conocía los gustos de Jacob en cuando a cuestiones femeninas se refiere, al DJ le gustaban las mujeres con curvas, bastante “pechonalidad” y nada de sesos. Pero si Suzette fuera tan hermosa y agraciada como su amiga Namie, ciertamente Eunchan no habría permitido que se acercara ni a diez centímetros de su marido.

Cerró los ojos y olfateó, Takuya olía muy bien, era un aroma cítrico bastante fresco y varonil. Lo detectó en cuanto el hombre se acercó para leer lo que él había escrito.

—Lo lleva a buen ritmo, Tae-San. No sé por qué se preocupa por el plazo…

—¿No se lo ha dicho Suzette?... Soy de los que tiende a cambiar más de la mitad del escrito cuando está a punto de terminar el último capítulo. Y a medida que se acerca la fecha límite me siento agobiado e indeciso.

—Pero no debe preocuparse por eso. Tiene buenos fundamentos y sin duda alguna será una gran novela. Preocúpese solo por escribir, que la editorial se ocupará de las correcciones cuando llegue el momento.

Le sonrió, era una sonrisa bonita, de esas que hacen que un rostro se ilumine. Sólo que el rostro de Takuya no fue el único que se iluminó, también la carita de Eunchan cuando respondió con un gesto tranquilo asintiendo.

Suzette parpadeó un par de veces antes de llevarse al escritor a rastras hacia la parte trasera de la casa para hablarle en murmullos asegurándose que Takuya-san no pudiese escuchar ni una sola palabra de lo que tenía que decirle:

—Ni siquiera lo pienses.

—¿Pensar en qué?

—En lo que quiera que estés pensando.

Qué clase de respuesta era esa”. Eunchan negó con un movimiento de cabeza mirando con desconcierto a la mujer que se precipitó hacia él para decirle: —Eres un sinvergüenza al que le gusta seducir editores masculinos con el fin de ganar más tiempo, y hacer lo que le da la gana. Por eso Jean Marie me dejó a cargo de tu horrorosa persona. Además deberías sentir un poco de pena por tu marido.

La verdad no entendía a qué venía la reprimenda de la mujer. El único editor con el que tuvo un romance fue con el mismo Jean Marie, muchos años atrás, antes de casarse, y no fue para hacer lo que le diera la gana, sino porque le gustaba ese hombrecito de carácter débil. Le gustaba ver la manera en que podía salirse con la suya para llevarlo al éxtasis cuando estaban juntos. En cuanto a Takuya, sí, era guapo, olía bien, se expresaba bien, vestía muy bien, pero no estaba convencido de que fuera su tipo. Arrugó el entrecejo y se marchó dejando a Suzette hablando sola.

—¡Grosero!

No le preocupaba lo que ella pensara o dijera. No era como si tuviera que pedir permiso a su maridito para salir con otro hombre. Cuando se casó establecieron reglas y acordaron que este matrimonio sería una relación abierta en la que cada uno podría salir con otras personas y eventualmente tener sexo extramarital, siempre y cuando aquello no involucrara ningún tipo de sentimiento. Eunchan no tenía que pedir permiso a nadie para tirarse a Takuya-san si quisiera.

Pero, “¿realmente quiero?”, se preguntó mirando de reojo al hombre que leía con detenimiento.

—Tienes a tu marido…

Susurró Suzette a su oído y él volvió para mirarla con enojo.

—No lo menciones más.

—Solo trato de hacer que entre en razón. Jay es un buen hombre, no merece que le pongas los cuernos de un alce.

—¿Y tú qué sabes? –La miró con enojo y bufó para luego acercarse al hombre y preguntar si todo estaba bien.

Sintió curiosidad por Takuya-san y le invitó a tomar el té en el jardín, donde podrían disfrutar de la frescura de la tarde después de la lluvia.

—Había escuchado que la casa del Tae-san reunía lo mejor de la arquitectura tradicional japonesa con la simpleza y elegancia de la arquitectura tradicional coreana, este jardín es sencillamente cautivador. –Alabó Takuya-san mirando las plantas, el jardín tipo zen, el árbol de cerezo y el tradicional estanque.

—La casa la mandó a construir DJ Jay, es el Taj Mahal de su relación. La unión de sus dos culturas y de sus enamorados corazones. –Puntualizó Suzette de manera puntillosa, como si quisiera decir: “Recuerde que este hombre tiene dueño”.

—Y lo ha logrado. He escuchado que esta casa se ha convertido en un referente arquitectónico de nuestra ciudad, pero DJ Jay no permite que sea fotografiada ni visitada por los estudiantes de arquitectura porque no quiere que irrumpan en su mundo.

Su mundo”, Haruki Takuya citó las palabras textuales que el mismo Jay dijo para una prestigiosa periodista que se atrevió a entrevistarlo en la casa. Ese día mostró sus dotes de admirador de la arquitectura tradicional de Asia en general y mencionó que la casa fue construida para su goce personal, por eso la consideraba invaluable.

La casa solo fue fotografiada una sola vez para una prestigiosa revista de arquitectura y decoración, el mismo Jay se encargó de elegir las fotografías que serían publicadas y por ellas cobró varios millones diciendo que: “Si pagué tanto para que fuera construida tengo derecho a cobrar a cada curioso que quiera echarle una ojeada.”

Eunchan que no estaba acostumbrado a ese tipo de vanidades se sintió escandalizado y optó por esconderse el día en que se tomaron las fotos, él quería una vida tranquila, pero las declaraciones de Jay hicieron que los paparazi volcaran su atención hacia la casa, acosándolo cada vez que se asomaba a recoger el diario o cuando iba de compras. Todos querían echar un vistazo más allá del muro que rodeaba la casa, así que estaban al acecho intentando convencer al escritor para que los dejara ver un poco.

Aquella situación desembocó en una pelea marital, que forzó a Jacob a ponerle un alto a los paparazi para que dejaran de molestarlo a él y a su pareja: “No hay nada que ver en la casa. –Puntualizó. –Si no permito que ingresen desconocidos a curiosear es porque es mi espacio personal, no un museo. No quiero que irrumpan en mi mundo.”

Eunchan sonrió al escuchar las palabras de Haruki Takuya más con amargura que con complacencia, de cierta manera estaba harto de lo mismo. Cansado de tener siempre que escuchar los mismos comentarios acerca de la casa y de poner en su boca las mismas justificaciones estúpidas de su marido. “Solo quería tomar el té en el jardín sin pensar en las tonterías de Jacob, ¿es mucho pedir un poco de paz?”

Cuando Haruki Takuya y Suzette se marcharon, Eunchan no pudo continuar escribiendo. Algo destrozó su concentración en cuestión de milésimas de segundo. Su sentido del olfato se inundó con el aroma de la colonia de ese hombre y sintió que todo en el estudio olía a él. Abrió la ventana, usó el ambientador, encendió incienso, pero ni así el olor se fue. O tal vez ya estaba extinto, pero el cerebro de Eunchan se resistía a olvidar esa primera impresión.

—Serán muchos arreglos, la progresión apesta y esos compases desordenados. Hasta el coro da vergüenza…

Jacob regresó a casa al mismo tiempo que el atardecer se colaba por la ventana, le dio un beso en la mejilla a Eunchan y siguió su camino hacia el estudio personal que había montado en casa, hasta el momento en que cerró la puerta se escuchó su voz de terciopelo hablando de arreglos y composición.

—Yo también tuve un mal día, gracias por preguntar. –Dijo en voz alta con enojo nada disimulado en su voz, pero todo lo que tuvo por respuesta fue el sonido de la puerta del estudio al cerrarse.

Aquella noche cenó solo. Jacob no respondió ni siquiera cuando le llamó a su móvil para preguntarle si se dignaría a cenar con él. Finalmente Eunchan se cansó de esperar por su marido y después de comer algo ligero, entró a su estudio personal, cerró la ventana y miró el cristal que lo separaba del estudio de música de Jacob.

Su marido estaba allí, con los auriculares puestos y las partituras frente a él, sus largos dedos moviendo todos los botones del calibrador de sonidos, por la expresión en su rostro, Eunchan, supo que estaba de mal humor.

Solamente esa pared de cristal los separaba, sin embargo Eunchan sintió que Jacob estaba muy lejos, fuera de su alcance, como si el hombre que estuviera en el estudio no fuera otro que un espejismo que no podía reconocer. Y eso, solo empeoraba su mal humor.

Como no tenía ganas de seguir escribiendo, fue a la cama, pero no logró dormir.

Normalmente Jacob era quien más se quejaba porque Eunchan pasaba horas escribiendo en la noche y se negaba a meterse en la cama antes de la media noche. Para salirse con la suya, el músico, se las arreglaba para colarse en el estudio del escritor, se aferraba a él y después de decirle unas cuantas palabras melosas al oído se recostaba en su regazo esperando que se compadeciera y le acompañara a la cama. Cuando los papeles se invertían, Eunchan no tenía el chance de hacer lo mismo. El estudio de Jacob era hermético, a prueba de ruido y cuando el DJ se encerraba ahí, no había manera en que pudiese entrar.

Juró que la próxima vez que tuviese un arranque creativo y las palabras se le desbordaran se encerraría en su estudio y no permitiría que el DJ entrara a molestarlo, una dosis de su propia medicina le haría comprender lo mal que lo estaba pasando por su culpa.

El caso es que siempre juraba lo mismo, pero al final terminaba olvidándolo, a Eunchan no le gustaba encerrarse en su estudio, siempre dejaba la puerta abierta porque le daba miedo no poder escuchar lo que ocurría en el resto de la casona, por eso Jacob siempre tenía ventaja sobre él.

Cerró los ojos y fingió estar dormido cuando el DJ entró en la habitación. Sintió las manos frías de su marido acariciándole las mejillas y el roce de los labios húmedos en la frente. La cama se sacudió con suavidad cuando él se metió bajo las mantas a su lado y sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo desnudo, por fin, Eunchan pudo dormirse.

Al día siguiente, cuando Eunchan despertó, su desconsiderado maridito ya se había marchado. Así que no tuvo tiempo de discutir con él.

—¿Y si estás tan molesto por qué no le dices lo que piensas?

—Porque el muy idiota no responde las llamadas que le he hecho.

Se cruzó de brazos sin disimular su enojo, Jin Soo-No, su mejor amigo había escuchado todas las quejas con la misma paciencia de un santo.

—¿Y si vas a visitarlo a la disquera?

—No, eso solo empeorará la situación. Lo conozco demasiado bien. Si voy a verlo me hará esperar una eternidad en medio de esos músicos alocados solo para jactarse ante ellos diciendo que me trae loco.

—¿Y qué tiene de malo?

—¿Te gustaría que “Cabeza de Hule” le diga a todos los altos ejecutivos que te tiene loco? ¿Dónde va a quedar el respeto que te tienen?

—Buen punto. Sin embargo, sería romántico escucharle decir algo como eso. Pero Ya sabes cómo es Yukihiro, prefiere morderse la lengua a decirme cosas empalagosas.

—Y yo quisiera que Jacob a veces se mordiera la lengua y no me dijera ese tipo de cosas empalagosas que me avergüenzan, pero ese no es el punto. ¿Alguna vez Yukihiro te ha ignorado y te ha tratado como si no existieras?

—No. Yukihiro no haría una cosa como esa.

—Ves, ahí lo tienes. Nadie en su sano juicio haría una cosa como esa. Me siento terriblemente ofendido.

—Yo creo que solo estás exagerando un poco. Quizá Jacob tiene mucha presión con su trabajo y no quiere molestarte.

—Nada de presión. Posiblemente Jacob ha comenzado a ignorarme porque ya se aburrió de mí y quiere buscarse a alguien nuevo con quien compartir su tiempo libre…

—No digas esas cosas. Jacob te adora...

—Me adora tanto que no me ha tocado en una semana. ¡¡Ya no le gusto!!

No estaba haciendo pataleta simplemente porque sí, desde su punto de vista la falta de sexo representaba un enorme problema porque toda la relación de pareja había nacido, crecido y fortalecido a través del sexo.

—No sé por qué te quejas tanto, siempre andas diciendo que a tu marido no se le para cuando está bajo mucho estrés. Dale un poco de tiempo y verás que ha de ser alguna tontería sin importancia.

—¿Tontería sin importancia?... ¿Qué clase de amigo tengo?, me dices estas cosas porque ni siquiera tienes idea de lo que significa una “crisis marital”. No  haces otra cosa que alardear de lo bien amaestrado que tienes a Yukihiro, y de lo perfecta que es tu vida de pareja.

—Nunca he alardeado de mi perfecta vida de pareja. Tengo problemas como todo el mundo, no sabes lo que me hierve la sangre cada vez que Yukihiro se encuentra con Ryota para discutir de negocios, pero no por ello me pongo a lloriquear.

—¿Estás llamándome llorica?

—Creo que estás exagerando demasiado.

—La semana pasada eras tú el que venía a mi casa a quejarse porque Yukihiro coqueteaba en exceso con la zorra, a cambio te di mis sabios consejos y te ayudé a evitar una catástrofe. Pero cuando yo necesito que me ayudes, solo te sientas a decir que “estoy exagerando demasiado”.

—El matrimonio no te ha ayudado a madurar. Sigues siendo un egocentrista.

—¡No soy un egocentrista!

—Si tantos dolores de cabeza te causa seguir viviendo con Jacob, deberías divorciarte. O por lo menos ir  a casa de tus padres a tomar aire. Tal vez eso te tranquilice y te ayude a ver las cosas de manera diferente.

—Huir no soluciona las cosas.

—¡Qué raro que digas eso, cuando siempre estás diciendo: Cuanto más lejos del problema, menos salpicaduras que limpiar!

—No es una situación que se preste para huir. Si voy a casa mamá va a recibirme a golpes de espumadera y me obligará a regresar con el rabo entre las piernas, y eso no será bonito.

—Sigo pensando que todo se resume en alguna tontería. Ve a hablar con él. Mañana volverás radiante de felicidad para contarme que todo ha sido un tonto mal entendido.

Eunchan suspiró, aunque su orgullo y vanidad le impedían ir corriendo como perro faldero tras su marido haría el esfuerzo. Makoto, el mayordomo de la casa de Jin, le entregó una cajita llena de mochis, así tendría el pretexto perfecto para ir a la disquera a buscar a su marido.

Cuando llegó a la disquera encontró a Johnson conversando con una banda de visual kei, hombres que vestían como niñas de colegio, pero que hablaban con sus voces de macho. Él sonrió y preguntó al mejor amigo de su marido si el Dj andaba por ahí.

—Ni idea. –Respondió levantando sus grandes hombros al tiempo que su cabellera negra rizada resplandecía con los reflejos del sol. –Le diré que viniste a buscarlo, en cuanto llegue.

Por la manera en que Johnson habló, Eunchan supuso que su marido tardaría en regresar y que sería una pérdida de tiempo esperar allí. Decidió regalarle los mochis a Johnson, aunque no sabía si el apuesto hombre de piel negra los comería.

Aprovechando el clima soleado y el ambiente tranquilo, Eunchan decidió caminar un rato, pensó un poco en lo que Soo-No dijo acerca del estrés y pensar las cosas con calma. Se sentó un rato en el parque y observó a una pareja que compartía un helado y se reían, posiblemente una primera cita. Sonrió y sacando su móvil grabó sus impresiones, buen material para lo que estaba escribiendo y que no había avanzado ni un par de palabras.

Se le antojó beber una taza de café, hace mucho tiempo de la última vez que disfrutó de su propia soledad. Quizá primero pasaría por la librería y compraría esa nueva novela de la que hablaban las críticas. Nada mejor para acompañar una taza de capuchino que un buen libro.

Con esa idea en la cabeza fue a la librería, tardó mucho entre los títulos para elegir uno que le convenciera, y después, satisfecho consigo mismo fue a un café que le recomendó uno de los dependientes.

Se sentó en una de las mesas del fondo, lejos de las miradas curiosas de otros clientes que pudieran interrumpir la lectura de su libro y el disfrute del aroma del café. Pidió lo que tenía en mente, un capuchino y esperó pacientemente su orden mientras observaba la decoración sencilla, pero moderna, del lugar. Las sillas de color verde manzana combinaban con los adornos de la mantelería y del aparador donde se exhibían algunos postrecillos. La música de ambiente variaba entre el bossa nova y algo de balada pop. No estaba mal para pasar el rato. Abrió la cubierta del libro y aspiró el aroma del papel nuevo, le encantaba ese aroma más que cualquier otra cosa en el mundo. Acomodó las gafas frente a sus ojos y comenzó con la lectura. Entonces escuchó aquel sonido inconfundible.

Era una carcajada.

Una risa contagiosa y casi musical.

Bajó un poco el libro y buscó con la mirada a la persona que reía de esa manera para confirmar sus sospechas, no tardó en encontrarlo. Era él. Yamada Jacob.

Y no estaba solo.

Notas finales:

Gracias totales.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).