Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

BONUS TRACK por AnneJieJie

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Tae Eunchan, escritor de dramas absurdos de la vida cotidiana, paseó como gato encerrado dentro de la habitación. En diez años de matrimonio nunca pasó la noche fuera de casa sin avisarle a Jacob donde encontrarlo. Pero, en diez años de matrimonio nunca vio a su marido coqueteando con otro hombre. Así que sus emociones eran un vaivén entre la ira y la culpa.
—¡Mierda, no puedo estar en paz de ninguna manera! ¡Al toro hay que cogerlo por los cuernos!
Decidido abandonó la habitación y buscó a su marido en el estudio. Esta vez la puerta estaba cerrada. El escritor frunció el entrecejo y llamó varias veces, pero no hubo respuesta. Tendría que telefonearle así que fue a directo al estudio tan solo para ver del otro lado de la pared de cristal que separaba su espacio del espacio de Jacob. El músico no estaba en casa.
Sería más sencillo si simplemente no fueran esposos.
—Por eso no me caso. –Fueron las palabras de su mejor amigo colocando la cerveza sobre la mesita de la sala. –Ya sé que el matrimonio afianza los lazos de la pareja y todas esas cosas, pero también le da una formalidad a la relación casi religiosa, y entonces como que se convierte en algo muy aburrido, además los casados tienen menos sexo.
—La cantidad de sexo nada tiene que ver con el matrimonio. Casado o no, sigues jodiendo igual, lo que sucede es que el deseo disminuye porque tienes a tu marido al lado y no es como cuando son novios que cada quien tiene su casa y siempre hay más trabas para jugar al mete y saque.
—Por eso Yukihiro y yo dormimos en habitaciones separadas.
—Ustedes duermen en habitaciones separadas porque Yukihiro se niega a que Kaede los vea durmiendo juntos. Teme a “darle mal ejemplo su casta sobrinita”. –Movió los dedos para enfatizar las comillas.
—¿Y qué importa si la excusa es Kaede?... Mientras Yukihiro sienta que no tiene acceso a mi cuerpecito las 24 horas del día, mayor será su deseo y mayor la frecuencia del sexo. Yuki me come cuatro veces por semana que es más del número de veces que te echas un polvo con tu marido.
—¡Aigoo! ¡Definitivamente hoy estás siendo insensible! –Lo miró con enojo, pero Jin Soo-No sonrió jugando con la lata de cerveza en su mano.
—¿Y has pensado qué hacer respecto al intruso?
—No. Es una decisión difícil.
—Yo en tu lugar estaría afilando el cuchillo para castrarlo. Nadie toca a mi Yukihiro y vive para contarlo.
—Yamada Ryota se lo comió varias veces y hasta donde sé, está enterito…
—¡Aigooooooo! ¿Tenías que recordarme ese horrible episodio de mi vida? ¡De verdad, eres tan insensible!
—Un poco de tu propia medicina. Para que dejes de alardear del número de revolcadas semanales.
—Pero nombrar a ese hombre ha sido un golpe bajo, y cruel… ¡Eres malo!
—Ya, ya… No comiences a llorar que me rompes el corazón.
—¿Vas a luchar por Jacob?
—No sé… Ni siquiera sé si hay necesidad de luchar. Pensar en esto me produce dolor de cabeza. Para empezar, ¿Cómo luchas para retener a alguien que quiere estar con otra persona?... Además, convinimos que nuestro matrimonio sería una relación abierta, y en las relaciones abiertas cada quien puede echarse una cana al aire sin remordimientos.
—Pero eso es una falta de respeto. O es lo que pienso. Que si tienes pareja y buscas sexo fuera de la relación, entonces no respetas a tu pareja ni te respetas a ti mismo. ¿Por qué aceptaste esos términos de relación abierta?
—Jacob dijo que de esa manera podíamos pertenecernos uno al otro de manera libre, obedeciendo únicamente nuestros sentimientos. Desde esa perspectiva, la fidelidad en nuestra relación siempre fue algo relativo. Antes de casarnos ni siquiera sabíamos lo que queríamos, tuvimos mucho sexo desenfrenado sin poner una etiqueta a nuestra relación. Nunca atravesamos la etapa de noviazgo o si lo hicimos ni siquiera nos dimos cuenta. En últimas, mi relación con Jacob siempre fue una cosa absurda que carece de todo sentido común.
—¿Y al carecer de sentido común, vas a dejar esto así?
—No sé. Normalmente me sentaría a escribir mi novela y dejaría todo a la deriva para que se resuelva por sí mismo. No me gusta enfrentar este tipo de problemas. Pero esta vez… No sé, por más que lo pienso, ni siquiera sé si debo estar o no enojado, o si debo entristecerme… Tal vez en realidad no amo a Jacob.
Soo-No suspiró. No dijo nada. Simplemente tomó la mano de su mejor amigo entre las suyas y después abrazó a Eunchan. Un par de palmaditas cariñosas en la espalda y servirle de consuelo durante la crisis. Tae comprendió que Soo-No no podía ayudarle, su manera de pensar siempre fue reservada y conservadora, su relación con Yukihiro tuvo altas y bajas, pero llevaban tres años gozando de un nivel de estabilidad que rivalizaba con el matrimonio bien llevado de Namie. Por eso Soo-No solo podía escucharlo y de cierta manera ofrecerle un hombro sobre el cual llorar, nada de consejos o ayudas prácticas.
—¿Qué les pasa a esos dos? –Escuchó la voz de Cabeza de Hule cuchicheando con el mayordomo de Jin.
—El señor Tae está deprimido porque su marido no se ha acostado con él en tres semanas. –Resumió Makoto, el serio mayordomo.
—¡No estoy deprimido por eso! ¡Y no son tres semanas sin sexo, solo llevamos dos! ¡Chismosos!

Que su vida sexual estuviera en boca de sus amigos comenzaba a convertirse en un problema serio, quizá debiera dejar de visitar la casa de Soo-No y reunirse en casa de Namie, al menos la rubia tenía la astucia suficiente para ayudarle a salir del embrollo en que se metió, pero la mujer no daba señales de vida desde hace tres días. No era extraño, estaba casada con un médico y a veces la crianza de su pequeña hija y sus asuntos familiares la apartaban del resto de sus amigos. También mencionó que saldría con su marido a Nagoya para visitar a sus suegros, por eso usó la excusa de estar en casa de Namie para encubrir lo sucedido la noche anterior.
Cruzó la calle y entró silenciosamente en la casa. Soo-No vivía a dos calles de la casa de Eunchan y eso facilitaba las visitas. En todo caso en ese momento seguía sin tener cabeza para concentrarse en la escritura, mucho menos para pensar en su relación. Decidió que aprovecharía la tarde pintando el marco de la ventana que daba al jardín interior de la casa.
Cuando llegó a la sala escuchó el sonido de risas y su corazón latió fervientemente.
“¡Jacob!”
Corrió descalzo hacia el estudio y lo encontró hablando con Johnson.
—No, conociéndolo no va a permitir que ese pelmazo haga el vídeo.
—Pero no es su decisión. La disquera financiará el proyecto y él tendrá que hacer lo que le digan.
—Prefiere mandar a la mierda todo.
—¡Rayos! ¡Eres el productor! Tu deber es mostrarle el camino. Menos rebeldía le ayudará a vender su álbum como pan caliente.
—Soy el productor, pero el manager también apoya esta locura. Ahora está encaprichado con Mishima-san, quiere que el director del que todos hablan dirija el vídeo. Ámsterdam ha dicho que no se puede en este momento ofrecerle la dirección a Msihima-san y Hiro se ha enojado.
—Mishima-san es el novio de Keisuke-kun. ¡Joder, lo tienes fácil!... Solo debes pedirle a tu sobrino que interceda para que lo haga. Algo sencillísimo ya que tienes la conexión apropiada.
—Ámsterdam es hermanastro de Mishima-san y sin embargo el director ha dicho que no. Además Hiro debe aprender que no puede tener todo lo que quiere, eso le ayudará a madurar artísticamente.
—Eres demasiado considerado con ese mocoso. ¿Acaso te gusta?...
Eunchan se pegó a la pared esperando escuchar la respuesta de Jacob. El corazón palpitando con rapidez, las piernas temblándole.
—Es un chico adorable, además estoy enamorado de su voz.
—Lo imaginé.
No quiso continuar escuchando más. Marchó directamente a la sala de la casa y se sentó en el sofá.
“Su voz… Está enamorado… de su voz.”
Sintió que la sangre le hervía, vio el cuadro de los dos colocado sobre la chimenea. Una fotografía ampliada y enmarcada del día de su boda.
Tomó el florero decorativo de la mesita de centro y con furia lo estrelló contra el cuadro.
El cuadro se vino abajo hecho pedazos, junto con el florero. Eunchan respiraba agitadamente viendo los pedazos de los vidrios esparcidos junto a la chimenea.
—¿Qué fue eso? ¡Conejito! ¡¿Estás bien?!
Jacob se acercó para tomarlo entre sus brazos, pero Eunchan no permitió que se acercara un paso. Lo miró con enojo, apretó los dientes y se volvió con indiferencia mirando el cuadro hecho pedazos.
—¡Estoy harto. Me largo!
—¡Eunchan! ¡Espera!
Dejó la casa. Le hubiera dicho unas cuantas cosas, pero por algún motivo no dijo una palabra. Todo lo que quería hacer era correr muy lejos de allí, dirigirse a un lugar donde no pudiera ser encontrado. Se detuvo confundido y volvió la mirada atrás.
Jacob no le había seguido.
“Si este fuera un dorama y Jacob me amara habría venido tras mis pasos, llegaría a este lugar, tomaría mi brazo y me obligaría a ver su rostro. Después me besaría… Pero este no es un dorama, y Jacob no está. No me ha seguido…”
Río histéricamente hasta cansarse. No tenía caso huir, porque sencillamente no tenía de quién esconderse. Entendió que ya no podía seguir siendo el mismo evasivo que sale a esconderse de los problemas, después de tomar aire regresó a casa. Sacaría a Johnson y tendría una larga plática con Jacob para decirle que entendía lo del enamoramiento y le dejaba el camino libre a Toru o como se llamara el hombre aquel.
—Buscaré una vendita. –Johnson se apartó de Jacob y miró por doquier como si buscara algo.
—En el gabinete del baño. –Señaló Jacob señalando el pasillo.
—Ok. –El negrito se detuvo mirando boquiabierto a Eunchan y después corrió en la dirección que Jacob le señaló.
Eunchan se acercó y encontró a su desconsiderado maridito recogiendo los trozos de cristal.
—Menudo desastre… No te preocupes, pronto estará limpio.
—Olvida los pedazos de vidrio. Limpiaré después. Ven, necesitamos hablar.
—¿Uh? ¿Por qué tengo el presentimiento de que vas a decir algo que no me va a gustar?
Jacob sacudió la cabeza y volvió a lo de los trozos en la bolsa de la basura. Eunchan comprendió que su marido se ocultaría tras su máscara infantil y eso dificultaría las cosas. Pensó lo que diría. Debía ser cuidadoso, pero directo.
—No hay curitas, ni vendas. Es la primera vez que veo un botiquín que no tiene curitas… ¿Dónde están las curitas cuando se le necesitan?
Johnson interrumpió con su vozarrón alegre, pero rápidamente guardó silencio y al encontrarse con la atmósfera tensa entre la pareja, salió corriendo hacia la puerta diciendo que iría comprar las venditas.
—¿Tenemos un botiquín sin venditas?
—¿De quién es la culpa?... Olvidas quien fue el que empleó las venditas y los vendajes para tapar el agujero en el tubo del lavabo mientras venía el plomero.
—Eso fue la semana pasada.
—Y dijiste: “Voy al super a comprar más”, pero nunca las trajiste, y cuando pregunté… ¿Recuerdas la respuesta?
—¿Lo olvidé?...
Eunchan suspiró. En ese momento Jacob estaba haciendo uno de sus pucheros rompecorazones, lo miraba con ternura y le hablaba con calma. Entonces Eunchan olvidó lo que tenía que decirle y cuando vio la herida en la mano de su maridito, suspiró.
—No duele. Es una cortadita superficial.
El escritor suspiró, fue al coche y sacó el botiquín. Después regresó a la sala, tomó a su marido de la mano y lo sentó en una de las sillas. Se arrodilló a sus pies y comenzó a curarle la herida.
—Podría infectarse porque eres un descuidado.
—Johnson iba a hacer esto, pero me alegra que lo haga tú. Eres más cuidadoso para estas cosas. –Le dio un beso en la mejilla. –Gra-cias… Silabeó imitando la voz de un niño.
Eunchan respiró profundamente.
—Sé que estás bajo mucha presión, pero andar arrojando floreros por la casa no va a hacer que esa novela esté lista para la fecha de cierre. Antes de que tu editora quiera asesinarte golpeándote con la laptop, sugiero que muevas el trasero y te pongas a escribir.
—No era eso lo que iba a decir…
—Tampoco el pasar la noche fuera de casa va a ayudarte a eludir tus responsabilidades.
—No estás escuchando lo que quiero decirte.
—No me importa lo que me vas a decir. –Le dijo con seriedad tomando su carita entre sus manos para ganar ventaja y besarle en la frente. –No ahora. No quiero escuchar lo que tengas que decirme en estas circunstancias. Tómate un tiempo si quieres… Pero no hagas estupideces.
La voz de Jacob en esta ocasión fue seria. Nada de infantilismos, ni poses aniñadas. Le habló con tono de enojo o posiblemente de apatía. Y aunque Eunchan abrió la boca para protestar la respuesta de Jacob fue: Ahora no.
Eunchan se encerró en su estudio. Jacob tenía razón en lo de la entrega de la novela y la histeria de Suzette, en tres días había perdido mucho tiempo y el plazo de entrega estaba cerca. Además, Haruki Takuya podía ser un hombre amable, pero los hombres suelen ser rudos cuando de trabajo se trata.
Pensó en Takuya, en el aroma que siempre lo acompañaba y en su risa espontánea.
Miró la pantalla de su laptop, el cursor titilando, intentó escribir una palabra, pero no pudo. Las ideas no fluían en absoluto.
Jacob seguía enojado porque no vino a casa durante la noche de tormenta, tenía derecho a molestarse por eso cuando confesó estar enamorado de otro hombre. Le pareció una manera de actuar egoísta.
“Debería salir con otro, tal vez así me dolería menos”.
Pensó en la cara de enojo de su madre si le escuchara hablar de esa manera. Posiblemente lo corriera a golpes de la casa usando la espumadera. Su padre lo miraría con frialdad y diría que no se podía esperar nada serio de un gay. Su hermano volvería a señalarlo con el dedo índice para mirarlo con burla. Su cuñada se escandalizaría y escondería a las gemelas en el cuarto de lavado para que no se enteren de las “perversiones” de su tío.
Volvió a mirar el cursor titilante en la pantalla. Era más divertido cuando escribía sin ningún tipo de presión. Su mente que siempre tenía las ideas claras estaba más confundida. Se abrazó a sí mismo y miró la pared de cristal que lo separaba de Jacob.
Fingió que trabajaba, tan solo para espiarlo mientras él estaba en el estudio de música con Johnson.
Se echó a reír cuando vio a Jacob persiguiendo por el estudio a Johnson quien sujetaba un cd en su mano y se negaba a entregárselo al rubio. Johnson alargó su brazo tan alto como era para poner su mano fuera del alcance de Jacob, y el DJ tuvo que saltar varias veces tratando de quitarle el cd.
Los dientes blancos y relucientes de Johnson mostraban una cómica sonrisa bien marcada en su rostro negro. Era obvio que se burlaba de Jacob porque le acariciaba la cabeza como si fuera un cachorro, pero en cuanto el DJ se volvía para tratar de arrebatarle el cd, el morocho levantaba su brazo poniéndolo fuera de su alcance. La diferencia de estatura era notable. Eunchan calculó que Johnson debía medir cerca de metro noventa y tantos, mientras que Jacob solo llegó al metro setenta y cuatro de estatura. Sin embargo, en términos numéricos, Jacob seguía siendo tres centímetros más alto que Eunchan, aunque no fuera una diferencia notable.
Cuando Johnson se cansó de jugar con el cd. Se dedicó a revisar los gráficos en la pantalla del ordenador del estudio. Jacob le explicó hace tiempo al escritor el significado de esas barras y patrones, pero la música no era precisamente el fuerte de Eunchan.
“Quizá somos demasiado diferentes, por eso ya no estamos en la misma sintonía, el otro es músico, supongo que debe saber más de eso, tal vez por eso se llevan bien, ¿Se complementarán así de bien cuando están en la cama?”.
Apretó los puños y sacudió la cabeza.
“De ninguna manera, nadie puede superarme cuando de sexo se trata, excepto por el mismo Jacob, pero es porque él es tan pervertido como yo”.
Respiró profundamente y comenzó a escribir. Huyó al mundo donde su mayor problema era cómo matar a tal personaje, y no cómo enfrentar la infidelidad de su marido.
Escuchó el sonido de su teléfono y respondió por inercia.
—Sensei…
Reconoció el acento de Takuya y no pudo evitar sonreír. Ese hombre estaba lleno de chispa y lo contagió tan solo con preguntarle si se encontraba mejor.
—Si el escrito va por buen camino entonces podré revisarlo personalmente mañana. ¿Le parece bien?
—No hay problema, Takuya-san. Realmente es poco lo que falta, así que mañana podemos revisar el borrador antes de la entrega definitiva con las correcciones aplicadas.
—¡Excelente! Pasaré en la tarde a su casa.
—Preferiría que nos encontráramos en otro lugar. –Le dijo pensando en lo incómodo que sería presentar al editor con su marido y que saliera a colación lo ocurrido durante la noche de tormenta: “Takuya-san: Y le quité los pantalones a su marido y lo acosté en mi cama. Entonces Jacob diría algo como: Así que usted es esa Namie, no sabía que le iba al travestismo, en cuanto a mi marido, yo le he estado quitando los pantalones por años y nunca me ha puesto nombre de mujer…”
—En ese caso… ¿Le parece bien si viene al lugar donde me hospedo?... Los muchachos estarán en la universidad y podemos aprovechar la tranquilidad del patio de la casa, nadie estará interrumpiendo.
—Ah… ¡Perfecto!... A las tres de la tarde estará bien.
Con la perspectiva de terminar pronto este trabajo para tener mayor tiempo libre que podría dedicar a la organización de su vida personal, Tae Eunchan se dedicó a escribir. Y cuando respiró para colocar el punto final el reloj marcaba las cuatro de la mañana.
Se sorprendió. Lo habitual sería que su marido lo sacara a media noche del estudio y lo llevara a rastras al dormitorio. Pero Jacob no dijo ni una sola palabra. Y él, afanado por terminar pronto su escrito ni siquiera notó el momento en que el DJ y su amigo dejaron el estudio contiguo.
Se reclinó en el asiento y pensó si valdría o no la pena ir al mismo dormitorio.
Prometieron dormir juntos, en la misma cama, desnudos. Sin importar la estación del año, o si estaban o no enojados, durante todo el tiempo de casados, siempre habían dormido así. Pero ahora, con eso de que Jacob estaba enamorado de otro las ganas de correr a la habitación murieron en el corazón de Eunchan. Se recostó sobre el escritorio y cerró los ojos.
Una lágrima rodó por su mejilla. Ni él mismo pudo comprender el motivo por el cual lloró, se supone que no amó a Jacob y que se casó solamente por curiosidad. Si todo se acababa no supone que debía estar tranquilo por haberla pasado bien.
“Si me divorcio seré libre. Será como antes. Saldré de fiesta cuando me plazca y dormiré con quien me dé la gana. El mundo no se acaba por una separación. Si sobreviví al abandono de Maximilian puedo sobrevivir a un divorcio. En un par de meses cuando todo haya pasado miraré hacia atrás y me reiré por las lágrimas que derramé por esta relación”.
Se secó las lágrimas con la palma de sus dedos, como si fuera un chiquillo de cinco años, volvió a recostarse en el sillón. Suspiró. Escuchó el sonido de la lluvia repiqueteando en el tejado, en el jardín, contra los vidrios.
“Llueve. Era temporada de lluvia cuando nos encontramos aquella tarde en Seúl, pero era verano cuando nos conocimos”.
Eso sí podía recordarlo. La primera vez que lo vio no tenía idea de que fuera un tipo de mundo, porque la primera impresión que tuvo de él fue la de un patoso compositor que vestía de traje y se peinaba como niño bueno. Además Maximilian lo presentó como Yamada Jacob y no como DJ Jay.
También recordó lo que Jacob le dijo al respecto: “Quería que pensaras en mí como un buen tipo y no como en degenerado, causar una buena impresión para tus excéntricos ojos. Solo tenía la intención de conocerte y trabajar juntos, fantasear con tu trasero y robarte alguna sonrisa. No pensé que terminaríamos metidos en un cuarto de hotel una semana entera haciendo el amor como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de la esquina. De haber sabido que preferías mi faceta descarada no habría tardado tres horas peinándome el cabello como un nerd”.
La relación entre los dos fue un huracán de pasiones. Imposible de controlar. Ni siquiera saber que Eunchan fue el amante de Maximilian provocó que Jacob lo rechazara. Una bofetada bien ganada y cinco días bien guardados en la habitación del hotel fue el resultado de su primera confrontación. Huyó con la esperanza de esconderse del amor. Jacob en cambio fue sincero: “Estoy enamorado de ti, por lo menos deberíamos intentarlo seriamente”. Le gritó medio desnudo en el pasillo del hotel el día que Eunchan decidió terminar con el idilio y regresar a su realidad: “No quiero nada serio. –Le dijo entrando al elevador. –Solo pretende que lo que sucedió fue un bonito cuento de cinco días que ya terminaron”.
¿De qué sirvió rechazarlo en aquella ocasión? ¿De qué sirvió ignorar sus llamadas? ¿Fingir que no lo conocía cuando se encontraban en un mismo lugar? ¿En qué ayudó dejar Paris para esconderse tras la espalda de Soo-No en Tokio?... Al final terminaron encontrándose. Volviéndose a ver las caras, y dejándose llevar por el huracán de la pasión. Al final huir de su destino solo le llevó a estrellarse con él. Y en ese impacto entre el destino y su terquedad: Se casó.
No es que su matrimonio haya sido del todo malo. Pasaron muchos momentos maravillosos, pese a sus diferentes maneras de pensar y contra todo pronóstico dictado por su padre de que no durarían más de dos años juntos: “Para un coreano de sangre pura es difícil congeniar con un hombre de otra cultura, y tu marido por falta de una, tiene dos culturas. Encima de casarte con un japonés, tenías que hacerlo con un mestizo. Allá tú. Tendrás que mirar cómo te las arreglas para que ese dizque matrimonio gay dure más de dos años. Cuando te des cuenta que es un violento, egoísta, hipócrita, bueno para nada, entonces vas a lamentarte por no vivir con un hombre de tu misma nacionalidad. De tu mismo sentir, pensar y actuar.”
Pero su padre se equivocó. Jacob siempre respetó las tradiciones coreanas de Eunchan, excepto por lo de comer kimchi a cualquier hora del día. Eunchan se adaptó a las tradiciones japonesas y abrazó al país del sol naciente como segundo hogar. Jacob nunca fue machista dominante, ni violento, nunca golpeó a Eunchan, nunca lo insultó. Los años que Eunchan vivió en Europa le sirvieron como plataforma para acostumbrarse a las malas manías de su liberal marido. Al final su familia terminó aceptando a Jacob como un miembro más y nunca más se volvió a hablar del problema cultural, además su matrimonio duró más de dos años. Pronto cumplirían diez.
“¿Te pusiste un piercing en la lengua?”
“Si, ¿quieres probarlo?... Aprendí un par de movimientos con la lengua que te llevarán al cielo si me dejas darte una mamada”.
“Cochino. ¿Sólo piensas en sexo?”
“¿Y en qué otra cosa voy a pensar? Soy hombre y tengo el cerebro lleno de testosterona, y ahora que te veo, después de tantos meses de ausencia, la testosterona quiere salir”.
“Pues ve a sacarla con otro”.
“Me pones cachondo con tu indiferencia. No finjas, sé que quieres probar los encantos de mi piercing, –movió la lengua remedando la de una serpiente, le sonrió tentadoramente y lo tomó de la mano, –dime que sí y la pasaremos muy bien”.
“¿Y qué hay del muchacho con el que vives? ¿No sientes ni un poco de vergüenza?”.
“Tonto… Te ves tan lindo cuando te pones celoso. –Se acercó para acariciar el lóbulo de su oreja con la lengua. –Ese chico que mencionas no pondrá problema porque es mi sobrino y por lo que sé, el incesto no me va…”
“No estoy celoso. –Se dejó acorralar contra la pared y cerró los ojos sintiendo en su boca la intrusión de la lengua de Jacob. El juego de su lengua con el piercing del DJ lo excitó, bueno, se excitaba fácilmente con sus besos. Se aferró a ese cuerpo delicioso y cambiaron de lugar esta vez la espalda de Jacob se encontró contra la pared. Una de sus piernas rodeó la cadera del escritor rozando sus pelvis mutuamente. –Un momento. No puedo”.
“¿Qué no puedes?”
“No puedo, no puedo hacerlo en este lugar”.
“Vamos a mi dormitorio”.
Jacob volvió a besarlo y abrió la puerta de ese apartamento a tientas, no había dejado de devorar sus labios y hurgar en la cavidad mentolada de esa boca ni un instante. Cerró la puerta empujando con el pie y continuó arrastrando al hombre. Las ganas no los dejaron llegar al dormitorio. Tropezaron en la sala cayendo en el sofá. Jacob se quitó la camiseta. Eunchan se aflojó el cinturón para quitarse los vaqueros…
—Conejito. El desayuno se enfría.
—No, la puntita no, por favor, ahí no.
Abrió lentamente los ojos, y sintió que su cuello estaba encalambrado. Jacob le miraba reclinado contra el marco de la puerta.
—¿De qué te ríes, tarado?
—Tienes la cara de alguien que tuvo una mala noche.
—¿Por qué me dejaste durmiendo aquí?
—Te veías lindo y no quise interrumpir la cursilería con la que soñabas.
—Soñaba cosas muy cursis, y tú estabas ahí, protagonizando todas esas pendejadas y diciéndome cosas sucias al oído.
—¡Ah! ¡Eso explica lo de la “puntita”! –Le enseñó la lengua moviéndola con lascivia. –¿Te refieres a esta puntita?
—No tiene caso, no recuerdo lo que estaba soñando. –Negaría hasta la muerte que todavía recordaba tantos detalles de aquel encuentro. Trató de moverse pero un leve dolor en el cuello puso una mueca de dolor en su cara.
—Por eso no me gusta que te quedes dormido en el escritorio. Los músculos se encogen y puedes terminar paralizado. Una vez a Johnson le sucedió algo similar y tuvo la cara tiesa durante veinte días. Imagina la tortura que fue para un hombre jetón como él no poder mover la boca…
Siguió hablando de camino al pasillo, pero Eunchan no le puso mucha atención al parloteo, refunfuñando masajeó el cuello con sus propias manos y se puso en pie dejando caer la manta que cubrió su cuerpo, entonces sonrió.
—Tonto Jacob.
Caminó arrastrando los pies y olfateó, el desayuno olía bien y la cocina no estaba convertida en un desastre. Con incredulidad miró a su marido. A veces el DJ es capaz de sorprenderlo.
—No me mires así. Come tu desayuno antes de que se enfríe. Anda come, con confianza. –Señaló la bandeja con el pancake recién hecho, bañado en miel acompañado con fresas y duraznos frescos.
—¡Está delicioso! –Sonrió. Por primera vez, en diez años de matrimonio Eunchan podía comer un pancake preparado por Jacob que sabía bien y al parecer no le sentaría mal a su estómago.
—Claro que está delicioso. Martin es un excelente cocinero. –Sonrió como si el crédito fuera suyo.
—¿Martin? Pensé que tú… ¡Ah, olvídalo! ¿A qué hora fuiste a la mansión de tu padre por los pancakes?
—A ninguna hora. Hoy, como todos los jueves, Martin ha venido a ocuparse de la casa.
Eunchan frunció el entrecejo y bufó. Olvidó por completo la llegada de Martin. Acordó que Jacob se encargaría de ayudar con la limpieza los días jueves, viernes y sábado en compensación por el arduo trabajo que le correspondía al escritor los otros días de la semana. Una casa tan grande para dos personas demandaba un montón de cuidados. Eunchan esperaba que Jacob se apersonara de la limpieza cuando le correspondía, pero esperar eso del DJ fue demasiado. Jacob aceptó hacerse cargo a su modo. Llamó a casa de su padre y con un pretexto tonto convenció al patriarca de la familia para que le encargara la tarea al viejo mayordomo y dos mucamas. De esa manera la casa se mantenía limpia sin ningún esfuerzo físico por parte de Jacob.
—Niño mimado. Siempre vives alardeando porque eres el único de los Yamada que vive de manera independiente, pero en realidad sigues pegado al kimono de tu padre.
—No te quejes, conejito, también sacas ventaja de la visita de Martin y las chicas.
—No me refiero a eso. Jacob, de verdad, ¿Cuándo vas a madurar?
—¿Madurar? ¡Cielos, conejito, ni que fuera tomate! ¡Madurar es para viejos! Imagina a un hombre de mi edad con un carácter agrio y amargado como el de Ryota.
—Tienes cuarenta y un años, pero sigues comportándote como un mocoso de diez.
—¿Vamos a hablar de madurez?, perfecto, –sonrió socarronamente, –El maduro señor escritor que pasa la noche fuera de casa está a punto de arrojarme una de sus perlas de sabiduría de treintañero consumado.
—No soy un treintañero consumado. Y por lo menos yo no actúo con un mocoso de seis años.
—Me lo dice un hombre que mira telenovelas, llorando a moco tendido y que cuando quiere salirse con la suya hace pataleta.
—Yo no hago pataleta.
—Ahora mismo estás haciendo una pataleta. En fin, no importa que hagas pataleta. Sé que en el fondo me envidias.
—¿Envidiarte? ¿Qué voy a envidiarte?
—Envidias que puedo comportarme como un crío de seis años y todo se me permite porque simplemente soy genial, en cambio tú, siempre estás obligado a mantener esa imagen de anciano estreñido porque estaría mal que un escritor de tu tipo sea cool como yo.
—Eres la personificación de la vanidad.
—Gracias, señor personificación de la envidia.
Eunchan bufó, no dijo una palabra más. Aprendió que era mejor no despertar la lengua afilada de su maridito si no quería echar a perder su día. No era cuestión de insultos, simplemente era cosa de jugar a tu casa es más grande que la mía y en ese tipo de cuestiones siempre salía perdiendo.
—¿Sabes cuándo vendrá Mishima-kun?
Al escuchar la pregunta miró a su marido con extrañeza. Mishima siempre se mostró distante de Jacob, pese a ser el amante del sobrino favorito del DJ era poca la interacción entre los dos, Jacob no mostró ningún interés particular en el muchacho y este siempre lo trató con fría cortesía.
—No hemos conversado. Kenta-kun se halla muy ocupado con el lanzamiento de su película, además estoy muy ocupado con lo de mi novela, así que acordamos aplazar lo del guion en que nos encontramos trabajando. ¿Por qué la pregunta?
—Curiosidad. No tenía idea de la popularidad que Mishima-kun ha cobrado en los últimos días. Muchos artistas solo hablan de él, y han expresado sus deseos de trabajar en alguno de sus proyectos.
Eunchan recordó la conversación que escuchó el día anterior y apretó los dientes. Jacob nunca había mostrado interés en Kentaro, pero tal vez, debido a la petición de ese hombrecillo, su maridito, ahora estaba más que curioso por el cineasta.
—Bueno, entonces soy afortunado porque trabajaremos juntos si logramos adaptar el guion. Lo malo es que tendré que pasar mucho tiempo con él y tu sobrino va a poner cara de volcán. –Lo miró de reojo para observar la expresión de Jacob, pero el rubio ni pestañeó.
—Hablando de mi sobrino, hace tiempo no voy a visitarlo…
—Se vieron hace tres días.
—Eso es mucho tiempo. Debo vigilar más a ese muchacho, le prometí a Kazumi cuidar de los gemelos, ya sabes, ellos siempre están metidos en problemas.
—¿Metidos en problemas? Son hombres adultos no niños.
Jacob miró a Eunchan con desinterés y jugó con la servilleta.
—Siempre serán mis bebés. Tú no entiendes esto…
—Tengo sobrinas gemelas.
—Viven en Corea y no te ven desde navidad. Mi caso fue diferente, críe a esos lindos chicos, me esmeré por llevarlos por una senda de rectitud.
—¡No hables basura! La única senda que aprendieron de ti fue la de la promiscuidad, en cuanto a la crianza, Martin hizo la mayor parte junto con la escuela privada que su padre pagó. Además no te dolió abandonarlos para ir al conservatorio de Viena. Lo único que has criado en tu vida fue un gato que la serpiente de Daisuke se comió.
—Amaba a ese gato…
—Lo único que quieres es ir a buscar a Keisuke con el propósito de saber más acerca de Kanta-kun.
—¿Cómo lo sabes?
—Te conozco demasiado bien… Pero, déjame decirte una cosa. Kenta-kun no tiene interés alguno en ti. Ahora solo tiene ojos para su película, y de acuerdo a nuestra última conversación se tomará un tiempo antes de dirigir cualquier proyecto, porque su memoria sigue fallando.
—Parece que hablas mucho con Mishima-san. Siempre han sido tan cercanos. ¿De verdad estabas en casa de Namie la noche de la tormenta?
—Claro que sí. ¿Por qué lo dudas?... ¿No estarás pensando que yo…? –No le gustó aquella pregunta, pero no fue capaz de terminar la pregunta, en cambio lo miró desafiante. Después de todo no podía decirle la verdad.
—Si lo dices de esa manera... –También dejó la frase en el aire.
Jacob se acercó al rato, depositó un beso en la frente del escritor y se marchó diciendo que Johnson lo esperaba en el estudio.
—¡Compórtate! –Dijo besándole en la mejilla. –Ya sabes… Nada de arrojar floreros en la sala.
—¡Idiota! –“Tanta prisa sólo para ver a Johnson, supongo que el Johnson al que te refieres es ese, Hanzo”.
Se sorprendió por lo que estaba pensando. También por su propia cobardía. Debió preguntar lo que tenía que preguntar. Pero por primera vez le costó abrir los labios para decir lo que pensó sin tapujos. Sencillamente se atragantó con la duda. Tal vez no quiso enfrentar la respuesta de Jacob. O fue como el mismo músico le dijo el día anterior: “No quiero escuchar lo que tengas que decir”.
Seguía sintiéndose cansado. Dormir en el estudio recostado en el escritorio fue una mala idea. No terminó el desayuno, sus ojos pesaban cuando abandonó el comedor y se fue arrastrando los pies hasta la sala.
—¿Qué hago con el cuadro? –Preguntó Martin con curiosidad al encontrar el marco de la fotografía hecho pedazos.
—Lo que hacen los mayordomos con los cuadros dañados no es asunto mío. –Respondió bostezando.
—No tiene que ser tan grosero, señor. No tengo la culpa de sus problemas maritales.
—¿Quién dijo que tengo problemas maritales? –Se puso a la defensiva con facilidad. El mayordomo y las mucamas no tenían por qué enterarse de la ausencia de sexo, la falta de interés y la infidelidad de su marido.
—La respuesta me la dio el cuadro, señor. Dice a gritos: “¡vivimos como perros y gatos!”.
—Y si no cierra la boca va a decir algo más que eso. No sé porque saca esas conclusiones, Martin, el matrimonio está perfectamente bien…
—Eso es lo que usted dice, pero conozco muy bien al señor Jacob y déjeme decirle que nunca lo vi tan molesto como en la mañana cuando le pregunté si organizaba la habitación.
—Siempre se levanta de mal humor.
—Dijo que no había necesidad ya que hace rato no practican el deporte de dos.
—Estaría bromeando.
—Dijo que es muy difícil hacerlo con alguien que no viene a dormir a casa cuando es noche de tormenta.
—Sigue obsesionado con eso. Sólo fue una vez, pero no ha parado con ese tema.
—¿Seguro? –Levantó su ceja como si escrutara en lo profundo de su corazón buscando la verdad.
—¿Por qué carajos nadie me cree cuando digo que no pasó nada esa noche? ¡Nada de nada!
—No sé lo que sucedió. Pero debo decirle que el señor Yamada Jacob está muy enojado con usted.
—¿Conmigo? ¡Nah! Yo debería enojarme con él. Está saliendo con otro.
—¿Con otro? –El mayordomo pareció sorprenderse, se cruzó de brazos y miró a Eunchan con seriedad. –¿Y cómo es él?
—Es un rockero de veintitantos que carece de buen gusto y estilo.
—¿De verdad? ¿Y cómo se ha enterado?
—Los vi el otro día en un café. ¿Puedes creer que hasta se llaman por sus nombres de pila?
—¡Qué descaro! Aunque el señor Jacob nunca ha mencionado al rockero en cuestión. No ha de ser nada serio.
—Jacob dijo que está enamorado.
—¡Inconcebible!
—Es por eso que la habitación nuestra no tiene nada que organizar, hace varios días nada de nada.
—¿Nada de nada? ¿Ni siquiera el polvo expreso del amanecer?
—No Martin, ni siquiera el polvo expreso del amanecer. Jacob ya no siente deseo sexual por mí. Supongo que ahora está muy ocupado empolvando la cama de ese tipo llamado Haya. Soy tan infeliz.
—No fue lo que él dijo esta mañana.
—Ah… ¿No?
—No. El señor Jacob dijo que usted andaba tramando alguna fechoría.
—¿Yo? ¿Fechoría?
—Sí. No es quiero ser entrometido, ni que después me llamen chismoso, pero el señor Jacob me ha contado que no cree que la noche de tormenta estuvo en casa de Namie, y está 100% seguro de que usted… bueno, de que usted… –Bajó la voz para que no fuera escuchado por las otras mucamas. –Cree que usted estuvo con otro hombre.
—Sí, pero no es lo que parece. Estaba con el editor.
—Pero, ¿Cómo pudo ir con el editor? ¿Acaso no sabe que a Jacob-san le hierve la sangre cada vez que escucha hablar del editor?
—¿En serio? Nunca se ha quejado porque vea al editor. Sabe que parte de mi trabajo es tratar con él.
—El señor Jacob se la pasa diciendo que no es más que un franchute entrometido que se la pasa molestando, también dice que después de tanto tiempo debería admitir que perdió la batalla del amor y dejar de cortejarlo a usted.
—Pero si Jean Marie vive en París, y desde que me casé no me ha cortejado… ¿Entonces Jacob está celoso?
—Jacob-san es celoso hasta del agua con la que usted se baña. Otra cosa, es que usted no se da cuenta. Como sea, me cuesta creer que tiene una relación extramarital, y si así fuera, la culpa no sería de otro, sino de usted. Por quedarse fuera de su casa con otro hombre y no comportarse decentemente como todo hombre casado.
—Ya le dije que no es lo que parece. Para tu información no estaba con el franchute, sino con el otro editor, primero estaba la tormenta, empapado como pato tuve que refugiarme en su casa y me quedé dormido sin darme cuenta, cuando desperté ya era de día y… y… no sé porque le estoy diciendo esto al mayordomo de los Yamada.
—Lo dice porque necesitaba expresarlo de alguna manera y como soy un tipo confiable, le guardaré el secreto del romance en la noche de tormenta.
—No hubo ningún romance.
—Es un clásico. Los dos empapados, temblando de frio, a solas en una habitación, ¿y me dice que no pasó nada? Vamos, es un cliché muy famoso en las novelas de romance, en las películas para frígidas soñadoras y hasta en el porno.
—No hice nada de lo que pueda avergonzarse.
—Claro que no. Todos sabemos que usted es un sinvergüenza.
—No soy un sinvergüenza. Al menos, no desde que me casé. Mi mamá me enseñó que para hacer feliz a mi hombre debo ser ejemplo de decencia en la calle y un putazo en la cama.
—Su madre es una mujer muy sabia. Lástima que el hijo hace todo lo contrario.
—¡¡Martin!!
Enojado se encerró en la habitación, todavía estaba cansado y no tenía ganas de seguir discutiendo con Martin. El mayordomo, sin duda, adoraba a Jacob, posiblemente le fuera con el chisme solo por fidelidad con su amo, pero, si lo pensaba detenidamente, Martin, tal vez se cuidara de decirle todo a Jacob para no causarle ningún estrés a su querido “señorito”.
“¡Qué importa si va y se lo cuenta! Lo que hice no fue peor de lo que él me está haciendo con ese Honda… Así que al diablo si se entera, si todo se va a la mierda, pues que se vaya a la mierda. No voy a llorar por eso, para comenzar, ni siquiera quería casarme”.
Decía eso para simular que era fuerte, pero en realidad lo primero que hizo fue tenderse en la cama y llorar hasta dormirse.
Se levantó pasadas las dos de la tarde, para entonces descubrió que su mente estaba realmente despejada, como si todo lo sucedido en la mañana hubiese sido una espantosa pesadilla. Entonces se quedó mirando el reloj algo atontado. Luego recordó que tenía que ir a la casa de Takuya.
—¿No va a almorzar?
—Tengo una cita importante. –Se cercioró de imprimir hasta la última página y de acomodar muy bien el escrito en su maletín. –Volveré pronto, Martin.
—Pero, el almuerzo espera, además Jacob-san ha dicho que…
No tuvo tiempo para escuchar las palabras del mayordomo, solo miró el reloj y masculló una sarta de vulgaridades al comprender que no llegaría a tiempo para reunirse con el jefe de editores. Tendría que llevar el coche para desplazarse con mayor velocidad, pero no quería ser pretencioso, no con Takuya por quien comenzaba a sentir simpatía.
—Siento llegar tarde. –Dijo de manera respetuosa, aunque lo que verdaderamente sentía era tener que disculparse.
—No debe preocuparse por eso, sensei. Le parece bien si vamos al jardín. Hace una tarde maravillosa y allí nadie interrumpirá la lectura de revisión.
Cuando Haruki Takuya se colocó los lentes y comenzó a leer, Eunchan se quedó mirándolo un buen rato. Un hombre con pestañas largas y espesas, mirada profunda, rostro ovalado. La expresión de serenidad le daba un aire complaciente a todo el rostro completando el retrato de un hombre atractivo. Además esos dedos largos. Eunchan tuvo que mirar hacia otra parte del jardín para no seguir con lo de las manos, tendía a perder la cabeza por los hombres que tuvieran manos bonitas con largos dedos.
Nunca se quejó por el físico de Jacob, no era precisamente un hombre alto, pero que tuviera casi la misma estatura le facilitaba algunos de sus jugueteos y hacía que pudiera dominarlo con mayor facilidad. Adoraba los ojos verde esmeralda de su marido, y ese aire medio europeo que le daba la dorada cabellera heredada de su madre. A primera vista no parecía oriental propiamente dicho, excepto por la forma achinada de los ojos y ciertos rasgos fuertes en su mandíbula. Por lo demás tenía la piel muy blanca, pero a Eunchan le gustaba así, con los años vividos en Francia adquirió un gusto excéntrico por los hombres caucásicos.
A Eunchan no le importaba tanto el color de la piel siempre y cuando tuviera un abdomen marcadito, y las manos, las manos debían tener dedos largos y bien formados, uñas bien cuidadas. Que se notara el esmero por su cuidado, además debían ser varoniles y fuertes. Moría cada vez que unas manos de “macho” lo agarraban de la cadera y lo mecían, o cuando esas manos grandes le masajeaban el trasero o lo nalgueaban.
Las manos de Jacob no eran precisamente las de un machote. Eran manos de pianista, manos bastante delicadas, pero de largos dedos y muy hábiles cuando lo tocaban. Suspiró al recordar la última vez que las manos suaves y bien formadas de Jacob lo tocaron, apretó las piernas tan solo al recordar el roce del dedo índice en la cavidad entre sus nalgas.
—Ha mejorado bastante del que revisamos hace dos días. Creo que la supresión de los párrafos descriptivos la hace un poco más ligera. Conservó la esencia y sigue manejando el estilo satírico que tanto le gusta al púbico.
Las palabras de Takuya atrajeron de nuevo la atención de Eunchan sobre el sujeto, y sobre sus manos. Cuando Takuya pasó la página e hizo algunas marcaciones con su bolígrafo de color rojo Eunchan no pudo dejar de seguir con la mirada cada movimiento de esas manos. La que sujetaba el borrador impreso, y la que escribía con mesura sujetando el bolígrafo. Eunchan apretó de nuevo las piernas y volvió la mirada hacia una maceta abandonada en el fondo del jardín.
—Si invierte estos párrafos el impacto será mejor. Provoca al lector la expectativa para después estrellarse con la realidad. ¿Qué le parece? –Leyó los párrafos con suavidad y después miró a Eunchan.
—Sí le parece que así está mejor, no hay problema, haré el cambio.
—Sensei es tan gentil. Es diferente de lo que dijo Suzette.
—¿Qué dijo el demonio de pelos rojos?
—Dijo que no siempre es fácil de convencer para que haga cambios, que siempre se rebela y no hace caso de las recomendaciones del editor. Pero nosotros hemos avanzado bastante, pensé que sería más difícil de manejar, pero ha hecho un gran trabajo. Gracias sensei.
—Es que los cambios que Takuya-san ha solicitado no han sido exagerados. Ha hecho que mi trabajo sea más sencillo. Realmente es un buen editor.
—¿Debo interpretar sus palabras como un halago o cómo una queja?
—¿Una queja?
—Porque Suzette-chan no hace más sencillo su trabajo…
—Es un halago. Usted y Suzette-chan tienen un estilo de edición diferente. Pero Suzette-chan no es una mala editora. Digamos que es cuestión de personalidad. –“Y de manos, dedos, uñas”.
—Se siente más a gusto trabajando con hombres que con mujeres. No se sorprenda si lo he tomado por sorpresa, pero fue lo que Jean Marie-san dijo. No se sienta avergonzado, a todos nos sucede, yo por ejemplo, me cuesta más supervisar a los editores hombres que a las mujeres. Cuando trabajo con los escritores me sucede lo contrario, prefiero a los hombres.
Añadió una sonrisa cómplice a la última afirmación. Un guiño en el ojo izquierdo y tras volver a acomodarse los lentes fingió una completa indiferencia a la reacción de Eunchan, prefirió volver a la lectura y las correcciones.
“¿Está coqueteando? Que le gusto es obvio, se nota desde el momento en que nos conocimos, pero no pensé que se atreviera a ser más directo… ¿Qué debo hacer?... Si Jacob se entera… No debería pensar en Jacob, mi marido está enamorado de otro. Entonces, eso quiere decir que puedo salir con otra persona sin remordimientos, además la relación es abierta, una canita al aire en 10 años no va a hacerle daño a nadie. ¿Y quién va a saberlo? Mientras no diga una palabra, todo será un secreto. Será como en los viejos tiempos, cuando dormía con Jean Marie, pero también lo hacía con Phillipe, Emanuelle, Paul, Oliver, pero Jean Marie nunca se enteró. Y ellos, cada uno creía que era único a mis ojos”.
Estaba pensando distraídamente cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caerle encima.
—¡Venga, va a volver a empaparse!
Y de nuevo lo agarró de la mano para llevarlo al interior de la casa. Eso se estaba haciendo una costumbre, pero de cierta forma, Eunchan no rechazó el contacto de esa mano.
—¡Oh! ¡No era mi intención! ¡Fue un reflejo! –Se disculpó soltando su mano. –Espero que Sensei no se sienta ofendido.
—¿Te gusto? ¿Verdad? –Preguntó de frente.
—¿Y a quién no? –Se sonrojó con algo de timidez, se mordió los labios y acercándose a Eunchan le dio un beso en los labios.
—Sabe que tengo una relación con otra persona. –Desvió la mirada para mostrar un poco de rechazo y de paso conocer las intenciones del sujeto.
—Una relación de cuento de hadas. Eso dicen todos. Pero sus ojos me dicen que no es un hombre verdaderamente enamorado.
—¿Ah, sí?
—Sí. Usted tiene en la mirada el ardor de un hombre apasionado, pero confinado a una vida de monotonía con un hombre con el que no quiere estar. Pero por la manera en que habla de su marido siento un toque de nostalgia fruto del desengaño. Lo que dicen de su relación es solo una fachada. Me atreveré a decirle que usted siente que está atrapado en un viejo matrimonio y su alma grita por un poco de libertad.
—Habla demasiado Takuya-san. Mi relación tiene sus momentos de crisis estresante, pero en general está muy bien. Por favor cerremos este capítulo y concentrémonos solo en el trabajo.
Intentó ser un buen hombre. Intentó seguir las enseñanzas de su madre y los consejos de Martin. Retuvo en su mente las palabras de Jacob: “No hagas ninguna estupidez”, peo cuando Takuya lo agarró con esas grandes manos y volvió a besarlo, él no opuso resistencia y su mente se puso en blanco.
Las manos de Haruki Takuya masajearon sus muslos. Tae Eunchan correspondió a las atenciones del hombre aferrándose a la espalda, dura y musculosa. Cerró los ojos y sintió con todo su ser el calor de esos labios juntándose con los suyos, la lengua enredándose y jugando de una boca a la otra.
Fueron caminando torpemente por la habitación de soltero, arrastrado por él, sin dejar de besarse, hasta que Takuya tropezó con la alfombra de la sala y cayó sentado en el suelo, cerca del sillón.
Los ojos brillantes y profundos de Eunchan se posaron en los ojos ardientes de Takuya, la respiración de los dos estaba agitada, igual que los latidos del corazón. Eunchan, de rodillas entre las piernas de Takuya trató de ponerse en pie para alejarse, pero rápidamente el hombre tomó su antebrazo y haló para atraerlo y continuar con el beso.
Sin elegancia, pero con determinación. Takuya tomó ventaja de la posición, abrazando el cuerpo de Eunchan rodó por el piso para ponerse sobre el escritor. Besó sus labios mientras sus manos desabrochaban los botones de la elegante camisa color negro dejando al desnudo la piel del escritor.
—Lindo tatuaje. –Comentó comenzando a besar la piel del cuello, descendiendo con una lamida erótica bajo la manzana de adán para finalizar mordiendo el pezón derecho arrancándole un gemido a Eunchan.
Se quitó la camiseta. Así estuvieron piel a piel, volvieron a los besos apasionados, a las caricias indecentes. Eunchan arqueó la espalda cuando una de las manos de Takuya se coló bajo sus pantalones y acarició sin pudor alguno el excitado miembro del escritor.
La otra mano apretó el cuello, lo suficiente para producirle un espasmo de excitación, pero no para ahogarlo. Eunchan abrió la boca para recibir de nuevo la lengua de Takuya y para gemir placenteramente.
Los párpados se abrieron revelando unos bellos ojos negros, Eunchan arqueó la espalda al sentir el placer de las caricias que Takuya le brindó junto con la mordida en el otro pezón. Sonrió placenteramente y se acomodó para sentarse a horcajadas en el regazo del editor, las manos de escritor agarraron el rostro de ese hombre mientras los labios reclamaban otro beso.
Se sintió bien. Se sintió maravillosamente bien.
Enredó las piernas alrededor de sus caderas. Las manos acariciaron los pectorales, enterró sus uñas solo por el placer de ver la mueca de dolor en el rostro de Takuya. No hubo palabras, solo pasión animal al cien por ciento.
Apretó los ojos y gimió cuando Takuya le mordió en el hombro derecho. Entonces supo que se estaba perdiendo, pero no le importó.
“Solo una vez, solo será una vez”.
Se detuvo por un instante cuando Takuya comenzó a bajarle los pantalones.
—¿Sucede algo?
—¿Qué tan enserio va esto?
—Me gusta, mucho. Eso es todo lo que siento.
—Mi marido, yo…
—Nunca le pediré que deje a su marido.
—Bien, porque no quiero compromisos. Solo disfrutar del momento.
—Sin compromisos entonces. Prometo mantenerlo en secreto. –Levantó su mano derecha para enfatizar el juramento.
Eunchan sonrió con malicia, colocó la mano en el pecho de Takuya y lentamente volvió a inclinarse para lamer el pecho del editor. Lentamente acarició hasta llegar al cinturón, entonces le ayudó a bajar la cremallera del pantalón para bajarlo un poco y acariciar con deleite el miembro turgente.
“Para ser japonés está bien dotado”. –Fue lo único en lo que pensó cuando lo acarició sonriendo con lujuria
Notas finales: La versión Jay de Malice: *0*!!!
https://38.media.tumblr.com/5e42b64e6faaed71c19e4b740634a8b9/tumblr_n9i9pbrreG1rzbgq4o1_1280.jpg

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).