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BONUS TRACK por AnneJieJie

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Frunció el ceño. Jacob no estaba solo, sino que un hombre lo acompañaba, no podía ver su rostro pues estaba sentado atrás y el hombre le daba la espalda. En cambio, si pudo ver el cabello que caía a la altura de sus hombros, era castaño y llevaba una parte atada en una media cola. Se fijó en la espalda ancha y el tamaño de las manos que agarraban la taza de café, eran grandes. Vestía una chaqueta de cuero negro algo desgastada y también reía animadamente.

Tranquilo, es solo un músico, no está haciendo nada malo”. Pensó regresando la mirada al libro, entonces volvió a escuchar la risa contagiosa de Jacob. Sin poder evitarlo volvió a mirar hacia su mesa tan solo para ver la manera en que su marido se mordía el labio inferior y sonreía con cierta complicidad. “Esto es…¿está coqueteando con el?”.

Quiso ir a la mesa en que los dos estaban y plantarle cara, pero sus rodillas temblaron, su corazón titubeó.

“No, eso lo haría una de esas esposas amargadas que viven celando a sus maridos, no voy a comportarme de esa manera, soy Tae Eunchan, tengo más clase, más decoro y no voy a comportarme de esa manera…”

Siguió mirando usando el libro como cubierta protectora para ocultar su rostro.

Estaba muy lejos para escuchar lo que esos dos hablaban, pero no quería moverse de su lugar para no llamar la atención.

—¿Desea alguno de nuestros postres?

—¿Eh?... Sí…

—¿Alguno en especial?

—Cualquiera que esté recién hecho. –Respondió tajantemente esperando que el mesero se apartara de inmediato para poder seguir espiando al marido.

No se consideró un hombre celoso, pese a la popularidad de un hombre como Jacob, y a las cientos de groupie que se agolpaban a su alrededor esperando algo más que un poco de atención por parte del DJ. No le tenía miedo a esas mocosas que usaban pequeños bikini en las playas durante los festivales de verano, ni a las micro faldas, tampoco a los hombres musculosos y bronceados. De vez en cuando permitía que flirtearan con el DJ, porque estaba seguro que él no les prestaría atención. Conocía casi todos los gustos de Jacob en cuestiones de preferencias sexuales. Le gustaban los hombres altos, delgados, de piel muy blanca y ojos de mirada profunda, a diferencia de su atracción por las mujeres poco inteligentes, prefería la compañía de hombres cultos, con los que pudiera discutir de música, literatura, política y otras cuestiones.

El hombre que lo acompañaba no parecía el tipo de hombre del que debiera preocuparse, pero cuando lo vio conversando animadamente y riendo de esa manera su seguridad se fue por la borda.

Y lo que terminó de hacer añicos su seguridad ocurrió cuando el hombre misterioso alargó la mano para tocar las mejillas de Jacob, y este no hizo nada para detenerlo.

Contacto físico”. Su mente quedó en blanco, no reaccionó, ni siquiera balbuceó una mala palabrota. Tan solo se quedó allí sentado sujetando con debilidad el libro entre sus manos.

De nuevo otra carcajada por parte del desconocido y la sonrisa descarada de Jacob como respuesta. Un suave ladeo de la cabeza para acentuar los hoyuelos de sus mejillas y el pestañeo casi involuntario para atraer la atención a sus ojos verdes. Coquetería. Absoluta y descarada coquetería.

Se levantaron para abandonar la mesa, el de la chaqueta de cuero pagó la cuenta. Jacob lo siguió, no sin antes recoger el estuche de la guitarra.

—Olvidas esto, Hiro…

—¡Cielos! ¡Qué descuidado soy! ¡Gracias, Jay!

Eunchan frunció el ceño. Que se llamaran por sus nombres sin el uso del sufijo “san” daba a entender que los dos habían entablado una relación de confianza y proximidad, lo natural en Japón era llamarse por el apellido usando el sufijo “san”. Así que con enojo también dejó la mesa y se apresuró a pagar la cuenta.

Para cuando salió del café, los dos hombres ya no estaban ahí.

Abrazó el libro como si fuese una colegiala y después de refunfuñar un rato caminando sin rumbo se detuvo y llamó a Johnson.

No, Jay no ha regresado todavía. Le diré que lo has estado buscando”

—No es necesario. –Se apresuró a responder.

Si no fueron a la disquera, entonces, ¿a dónde fueron?...” Cerró sus ojos, no quería pensar en eso, pero ahí estaba la imagen mental de los dos hombres saliendo del café, llamándose por sus nombres de pila y riendo animadamente. “Tienen un romance”.

Se sentó de nuevo en la banca del parque. “¿Desde cuándo?¿Cuántos romances ha tenido durante su matrimonio? ¿Habrá otros hombres? ¿Mujeres?”…

Su cabeza dio vueltas. Sintió que cada pregunta le estrujaba el corazón. El martillar de cada duda lo enloquecería. Buscó el número de Jacob en su móvil y respiró profundamente mientras marcaba. La voz computarizada le dio la bienvenida para decirle que el número no se encontraba disponible.

Para entonces, las primeras gotas de lluvia comenzaron a caerle encima. Tae Eunchan apretó los dientes y buscó refugio bajo la cornisa de una elegante tienda del sector. Sacudió el agua que había caído sobre los hombros y apretó contra su pecho el libro. Sería una pena si su nueva adquisición se mojara. Suspiró y observó a las personas que corrían buscando refugio de la lluvia repentina.

—¡Clima de mierda! –Comenzó a quejarse encontrando una justificación para su mal humor.

Sacó del bolsillo el teléfono y miró la pantalla. No tenía llamada que responder, ni mensajes, ni palabras en el chat. Al menos no de quien esperaba y eso lo hacía sentirse terriblemente angustiado, bueno, lo que más le molestaban eran los mensajes de Suzette preguntando por el avance de la novela. Optó por hacer como todos los protagonistas de los doramas cuando no quieren ser encontrados: Le sacó la batería al teléfono y guardó las partes en el bolsillo de su chaqueta.

Se mordió el labio inferior lamentándose por no tener un paraguas a su alcance.

Un fuerte vendaval provocó que la lluvia se intensificara, el cielo plomizo se hizo un poco más oscuro. Cerca del escritor, una pareja de  adolescentes se abrazaron para darse calor mutuamente, él se quitó la chaqueta del uniforme de instituto para proteger a su novia del aguacero torrencial.

—¡Será mejor apresurarnos, podría ser una tormenta eléctrica! –Dijo él a su chica.

—La parada de autobuses no está muy lejos. Podemos correr dos calles más.

—¿Con esta lluvia? –Él tomó la mano de la chica. –Mi casa está del otro lado del parque, puedes quedarte conmigo hasta que pase la tormenta.

Chico listo, chica pendeja. Irás a refugiarte de la lluvia en la madriguera del lobo”. Pensó sonriendo con sorna al ver la manera en que los dos jóvenes tomados de la mano corrieron en la dirección que el chico señaló. “Una virgen menos, gracias a las tormentas”.

 Suspiró con cansancio. Pensó que esperar allí era una pérdida de tiempo, debería estar en casa escribiendo antes de que Suzette lo sacudiera con histeria. No debió dejar la comodidad de su estudio, en primer lugar. Pero si no hubiera salido de casa nunca habría visto a Jacob con ese hombre… Eso era bueno, o ¿no?

“¿Qué tiene de bueno encontrar casualmente que mi pareja está en un romance con otro?... Nada más que confirmar lo que venía sospechando desde ayer. Y eso ya no tiene importancia, ahora la pregunta real es si debo o no confrontar a Jacob. Sería infantil de mi parte preguntarle si tiene una relación extramarital cuando ambos convinimos manejar el matrimonio de manera abierta, pero en una relación abierta, ¿Cuál es el límite?”.

—Oh, Tae-sensei… ¿Qué hace ahí cuando una tormenta eléctrica se avecina?

La voz de Haruki Takuya lo sacó de sus pensamientos con un golpe nada suave. Se presentó en el momento más inoportuno colocando en su rostro esa sonrisa arranca suspiros. Su mano fuerte de largos dedos sostenía el paraguas, en la otra cargaba un portafolio. Como el día anterior, olía a la misma colonia y su piel se veía radiante y limpia. No llevaba barba ni bigote, así podía apreciarse mejor la forma de la mandíbula cuadrada que acentuaba a la perfección las formas varoniles del rostro.

—Me atrapó.

Fue todo lo que Tae Eunchan pudo responder refiriéndose al aguacero que arreciaba cada vez más. Abrazó el libro y bajó la mirada tratando de ocultar sus ojos tristes. 

—¡Venga conmigo! ¡La tormenta apenas está comenzando!

Y sin esperar una respuesta,  dejó caer el paraguas, lo tomó de la mano y haló de él para llevárselo. Eunchan no pensó, tan solo se dejó arrastrar a toda prisa, corriendo por entre los vehículos que avanzaban lentamente en medio del tráfico pesado y las calles saturadas de transeúntes con paraguas.

La mano de Haruki Takuya, tibia y suave, sujetó lo suya con firmeza llenándolo de confianza y excitación. Corriendo bajo la lluvia como un adolescente. ¿Cuándo fue la última vez que hizo algo así?

No lo había olvidado. Fue diez años atrás, pero los recuerdos en su mente quizá estaban distorsionados. Solo recordaba vívidamente haberse encontrado con Jacob, hablar de tonterías, y terminar dónde siempre terminaban: En la cama.

La carrera de Takuya terminó frente a la puerta de una casa tradicional que servía como residencia para hombres solteros. No era extraño que alguien en la posición de Takuya rentase una habitación en un lugar así teniendo en cuenta la agenda de viajes que tenía programada con la editorial. No tardó en entregar al escritor coreano un par de pantuflas para que se descalzara y sin decir ni una palabra lo llevó a la habitación.

—Debe quitarse esas ropas mojadas, Tae-sensei, sería un desastre para todos si llegara a resfriarse. –Se acercó con una toalla en la mano, soltó su cabellera y comenzó a secarle el cabello. Le entregó además un suéter de lana que parecía bastante cómodo. –Está limpio, vístalo con confianza y entrégueme su abrigo mojado, lo pondré a secar.

Eunchan accedió sin pestañear. El suéter era dos tallas más grande que su ropa habitual, pero le brindaba un calor agradable. Agradeció el suéter y la posibilidad de calentarse después de estar fuera, bajo la lluvia, se sentó en un silloncito y observó la habitación.

—¿Café o té? –Preguntó Takuya saliendo de otro cuartito contiguo con una toalla en la cabeza. El hombre se quitó la ropa mojada, exhibió su torso de abdomen marcadito y piel de terciopelo. Le sonrió mostrándole una taza.

—¿Té?

—Entonces iré a buscar un poco de té en la cocina. Nada como una bebida caliente después de permanecer bajo la lluvia.

Dejó la puerta de la habitación abierta y Eunchan aprovechó para husmear desde su asiento. La casa no tenía nada de extraordinario, era como la mayoría de las casas japonesas que sirven de residencia a universitarios y estudiantes de intercambio. Respiró sintiendo en su nariz el aroma varonil de la colonia de Takuya, embriagante y fresco. Se encogió acomodándose en el sillón, no sin antes revisar que el libro que llevaba consigo estuviera en buen estado.

Haruki Takuya apareció de pronto trayendo consigo dos tazas de té caliente. Colocó la bandejita sobre la mesita y con una sonrisa invitó al escritor. El té estaba delicioso. Apropiado para entrar en calor y calmar un poco sus nervios alterados.

Takuya tomó el libro entre sus manos y echó una ojeada.

—¿Leyendo a Moore?

—Necesitaba leer The Serpent of Venice para ponerme al día. Me gustan sus personajes y las situaciones en las que se meten, un absurdo tras otro sin caer en la mediocridad. Sirve para pasar un rato agradable en compañía de una lectura sin pretensiones. Me chifla llegar a una librería y encontrar los estantes atiborrados con las novelas para adolescentes. Creo que ahora está de moda John Green, aunque yo prefiero la comedia ligera y sensible de Rainbow Rowell en su libro fangirl. Es triste que la gente sólo voltee a mirar un libro gracias a una sosa película.

—Pero se agradece que los malos lectores por lo menos se atrevan a comprar un libro debido a la publicidad de la película, además es curioso que esto lo diga un escritor que adaptó el guión de “Ciudadela de Sueños” para que fuera llevada al cine, hace diez años en Italia.

—No fue la gran cosa, estaba en mi enamoramiento por el “cine arte europeo”; además no es una película que los adolescentes quisieran ver, mi novela habla de las aventuras de una mujer madura que debe enfrentar su viudez en medio del contexto del conflicto pakistaní y unos hijos adolescentes preocupados por la moda americana mientras un amor años más joven le sonríe todos los días. Nada que ver con las cursilerías que se encuentran hoy día.

Takuya sonrió, con esa sonrisa que parecía engullir todo el mundo a su alrededor. Dejó el libro sobre la mesita y miró a Eunchan.

—La literatura siempre ha sido una forma de plasmar el sistema. Supongo que si Italo Calvino leyera lo que escribes diría que es una porquería.

—Gracias. –Respondió con ironía para después soltar una carcajada.

Continuaron hablando de novelas y cuentos, de poesía y relatos, de cine y televisión.

El tiempo pasó volando, la conversación entretenida lo distrajo haciendo que se olvidara de todo a su alrededor. Hace tiempo que no conversaba profundamente con alguien de aquellos temas que tanto le apasionaban, y por eso disfrutó de la compañía de aquel hombre.

—No ha dejado de llover. Acompáñeme a cenar y continuaremos hablando de los costes de llevar un libro a la pantalla chica.

Eunchan levantó los hombros. Escuchó el sonido de la lluvia, aunque ya no estaba tronando. Sonrió y asintió con un movimiento de cabeza.

—Pediré comida a domicilio. Será más agradable si cenamos aquí los dos, el comedor siempre está lleno de bullicio. La casera tiene todas las habitaciones rentadas, así que comparto la casa con otros cuatro hombres ruidosos.

—Eso parece divertido.

—No lo es. A veces cuesta concentrarse cuando ellos están en la casa. El chico que rentó la habitación contigua sólo escucha música metal, el de enfrente toca el violín todas las tardes, lo hace con tanta dedicación, pero tan mal que todos los gatos del vecindario lloran en el tejado sobre mi cabeza. Es una pesadilla.

—Entonces, ¿Por qué no se muda?

—Me mudaré si me promete una de las habitaciones de su Taj Mahal. –Le sonrió con picardía, regalándole el guiño de su ojo izquierdo. Eunchan enmudeció, entonces Takuya rio con suavidad. –Bromeaba, sé que vivir con sensei bajo un mismo techo no es algo posible. Pero, para ser sincero, vivo aquí porque la casera es amiga de mi madre, así que es una persona confiable. Además viajo mucho, la tortura sólo dura dos semanas cada tres meses. –Le miró con esos titilantes ojos negros. –Traeré la cena. Siéntase cómodo. No tardo.

Eunchan se encogió de hombros. La lluvia no tuvo intención de amainar. Suspiró mirando por la ventanilla la manera en que las gotas de agua caían una tras otra rítmicamente, sin descanso, aposándose en el suelo. Se estremeció, entonces se alejó de la ventanita y volvió al sillón, sintió frío pese a que la calefacción de la habitación proporcionaba un clima agradable. La verdad es que no había podido calentarse como hubiera deseado, pero no reparó en ello porque la conversación con el jefe de editores lo distrajo.

Observó el reloj, no pasaban las ocho de la noche. Pensó que estaría bien si solo cenaba con Takuya aprovechando su buena compañía durante el mal tiempo, después podría buscar un taxi e ir a casa, en todo caso Jacob llegaría pasadas las diez, como sucedía desde hace varios días.

Se sintió cansado. Pensar en Jacob y la relación extramarital lo agotaba bastante. Seguía sintiendo frío por eso se encogió en el sillón  abrazándose a sí mismo como si fuera un chiquillo autista. Suspiró y para seguir distrayendo su mente abrió de nuevo el libro. Sus ojos se posaron en los párrafos y después se cerraron pesadamente.

La luz del sol golpeando la piel de su rostro le despertó al día siguiente. Estiró los brazos para desperezarse y después miró la habitación. Un lugar que no pudo reconocer como suyo. Se sentó en la cama sintiéndose todavía cansado.

—Buen día.

Takuya lo sorprendió llevándole el desayuno a la cama. Tostadas, café, huevos… Todo olía delicioso, comida fresca y bien preparada.

—Buen día, Takuya-san. Gracias, pero no tengo apetito.

—Debe comer. Anoche tuvo fiebre. –Tocó la frente de Eunchan y sonrió. –Parece que hoy está mejor. Tal vez se resfrió por permanecer tanto tiempo bajo la lluvia. Ande, coma un poco. Acabo de prepararlo y no es por alardear, pero soy un buen cocinero. Además usted necesita comer algo nutritivo…

—No debió molestarse. –Dijo levantándose de la cama para encontrar que no tenía pantalones puestos. Avergonzado se cubrió con la manta instintivamente y frunció el ceño. -¿Mis pantalones?

—Cuando regresé con la cena lo encontré dormido en el sillón como si fuera un gatito, así que lo llevé en mis brazos a la cama para que estuviera más cómodo. Entonces vi que estaban llenos de salpicaduras de lodo a causa de la tormenta y por eso se los quité para lavarlos. Por favor, no se sienta ofendido, sensei.

—¿Podría devolverme la ropa? Debo ir a casa de inmediato.

—Por supuesto. Pero, insisto en que no esté enojado conmigo, no lo hice con mala intención. Es solo que… Usted es mi invitado y quería cuidar bien de usted.

Eunchan bufó, no supo si sentir enojo por las libertades que Takuya se tomó o si agradecer la hospitalidad que le brindó. Terminó agradeciendo su amabilidad y luego de vestirse se apresuró por regresar a casa. Para entonces pasaban las siete de la mañana.

Observó el portal bien cerrado y con rapidez digitó la clave de acceso. Esperó que la puerta abriera automáticamente y entró corriendo de puntitas atravesando el antejardín. Se descalzó para entrar y caminó sin hacer ruido hacia la habitación.

La cama estaba hecha, como él la dejó el día anterior, supo que Jacob no durmió en la alcoba porque su desconsiderado maridito siempre deja la cama con las mantas regadas por doquier. Además la bata de dormir y otras cosas permanecían intactas.

—¡Mierda! ¿Dónde se ha metido?

Dejó la habitación y continuó corriendo de puntitas por la casa, primero inspeccionó la sala, después el comedor y después frenó al ver la luz que se filtraba por la puerta abierta del estudio del DJ.

—Es verdad… Debí inspeccionar primero ese lugar.

Se encaminó al estudio privado, pero no fue capaz de poner un paso en el interior. Jacob estaba sentado con los brazos cruzados, los audífonos bien puestos, sus ojos cerrados, pero movía la cabeza al ritmo de lo que fuese que estuviera escuchando.

Eunchan suspiró. Jacob lucía tan sereno y concentrado en su música que no tuvo valor para interrumpirlo. Dio la media vuelta con el deseo de ir a ducharse y cambiarse de ropa.

—¿Dónde estuviste?

La voz de Jacob profunda y seria detuvo sus pasos y le obligó a girarse para mirarlo. Los ojos verdes refulgentes como esmeraldas estaban posados en el rostro del escritor.

Con Soo-no. ¿Dónde más?... Un momento… No, no puedo decir que estaba con ese idiota. Es el primer lugar donde sin duda me buscó. Pero tampoco puedo decirle que pasé la noche con el nuevo editor, solos, en su habitación de soltero… Debo inventar alguna excusa”.

—Con Namie. Salimos de compras y nos sorprendió la tormenta, entonces insistió que me quedara con ella. Ya sabes cómo es.

—Hay café fresco y tu editora ha llamado varias veces. –Fue su respuesta enojada antes de volver a cerrar los ojos y concentrarse en su música.

Notas finales:

---CONTINUA---


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