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Estrella Roja por BloomyLee

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes de Magi: The Labyrinth of Magi no me pertenecen, son de su autor respectivo.

Pareja Principal: Sinbad x Alibaba (SINALI)

Pareja Secundaria: Judal x Aladdin (JUDALA) 

Weeeee, otro capítulo.

Capítulo 2

Una estrella roja

Su rostro es un abismo de incertidumbre, con el miedo reflejado en sus ojos. Parece haberse sorprendido cuando le di mi nombre, pero no estoy seguro si sabe realmente quién soy. No tengo palabras para describir lo que veo. Esa mirada me aturde y me congela. Él es simplemente un muchacho, por el amor de dios. ¿Por qué alguien como él tenía que llegar a este tipo de sitio? Por su postura, puedo deducir que está alerta a mis movimientos. Tan pronto me acerco, él se aleja; quizá solo unos centímetros, pero es suficiente como para saber su estado. Eso es normal… ¿Qué otra cosa puedo esperar? Hace menos de un mes que él llegó aquí, y no puedo pedir que de la noche a la mañana haya logrado convertirse en todo un anfitrión. Tampoco es que yo haya venido acá con esa clase de intenciones. Mi objetivo es otro. Aunque sé que él no lo sabe y aún cree que yo soy sencillamente un cliente más al que debe atender.

Observo cuidadosamente a mis alrededores y creo comprender su evidente estado con los nervios de punta. Es oscuro, y solo una pequeña rejilla disponible tiene para ver una pizca de mundo exterior. No es que el espacio en el que me encuentro sea algo tétrico, pues en verdad, es bastante acogedor. Por algo pertenece a una de las habitaciones más costosas del prostíbulo. Pero aun así, es igual de escalofriante pensar en las condiciones por las cuales debe prestarse para sobrevivir. Opto por preguntar —y confirmar—, su nombre. Paso por paso debemos comenzar. Para mi suerte, es el muchacho que busco, pero con algo de desconcierto cuestiona mi identidad.

—¿Qué es lo que exactamente quiere de mí? —Sus ojos están colmados de apatía. Intento mantener la postura, pues no quiero espantarlo.

De alguna u otra forma me siento responsable por este lamentable suceso en su vida, puesto que, debido a mis descuidos es que este chico le tocó arrimar a este lugar sin haberlo querido. Y es que él pertenecía a la tripulación que zarpó desde el puerto de Balbadd hasta Sindria, llevando consigo una mercancía valiosa para mi reino. Jamás pensé que un barco pirata, traficante de esclavos, se aparecería para secuestrar a personas inocentes. No conozco los detalles sobre lo sucedido esa noche en altamar, por esa razón, he estado investigando junto a un equipo especializado para poder encontrar a las personas retenidas y saber, a la vez, sobre lo que pasó con el tesoro robado. Por algo en este instante requiero su urgente ayuda, debo hallar pistas para poder llegar al paradero de esos ladrones.

—Necesito que me des una información respecto a algo que estoy buscando, ¿Estarías dispuesto a colaborar conmigo?

—No es como si pueda negarme —aclara—. Usted es libre de hacer conmigo lo que le plazca.

Su mirada se vuelve parca y plana, sufriendo un cambio radical en su actitud. No existe un ápice de brillo en sus retinas. Sólo es un vacío, como el de un pozo seco y profundo. Ese semblante adormece mi espina y siento un escalofrío. ¿Cómo es posible que en tan pocos días ese muchacho se haya convertido en una verdadera máquina sin vida? Es como si le hubiesen lavado el cerebro, soportando cosas inimaginables. Aun así, tengo que mantenerme firme, por más que me duela mirarlo a los ojos.

—No me malinterpretes —respondo—. No he venido aquí para…

—Si usted no ha venido a eso —Me interrumpe—, entonces es mejor ni haber puesto un pie en este sitio.

Me sorprendo ante esa frialdad en sus palabras.

—¿Qué quieres decir?

—Mi trabajo no consiste principalmente en charlar con un cliente. Si le soy honesto… —Traga sonoramente antes de seguir— mi responsabilidad es hacer mi trabajo como corresponde. Si no lo hago, créame que ninguno de los dos saldrá ganando. Yo seré castigado, y usted quedará como sospechoso. Aunque no lo crea, los guardias son unas verdaderas ratas que se encargan de vigilar que yo esté cumpliendo con mi deber.

Se acerca a mí con el sigilo de una pluma. Sus piernas danzan sobre el suelo alfombrado como las hojas de otoño. Me mira con lujuria y atrae mi rostro con sus manos, usurpando lo poco y nada de espacio personal que hay entre nuestras bocas, susurrándome:

—¿Se irá o se queda?

Oh, no. Esto es malo. Definitivamente las cosas están saliendo de cualquier forma, menos como las planeé. Ni siquiera se me había pasado por la mente una posibilidad como esta, y sin embargo, el muchacho continúa su acto de seducción soplando su aire tibio contra mis labios, casi rozándolos, mientras aproxima su cuerpo cada vez más hacia el mío. A pesar de que sus manos están heladas y congelan mis mejillas, el calor de su boca contrasta ese frío en un juego de provocación difícil de zafarse, dejándome atrapado entre la espada y la pared. Si me voy, perderé información valiosa por uno de los sobrevivientes secuestrados de la tripulación que se dirigía a Sindria, y no sabré si podré encontrar a otro de los desafortunados, actuales esclavos, para tener algún hallazgo de los piratas. Si me quedo, deberé de hacerme partícipe de las evidentes y forzosas intenciones de este muchacho, teniendo que convertirme en un cliente más de su desgracia. Por algún motivo me produce escalofríos mirarlo a los ojos. No hallo ni una pizca de vida en ellos, como si la luz en sus pupilas estuviese ausente, y solo hubiese oscuridad.

Se cuelga a mi cuello, sin nada que pueda hacer. Este chico de nombre Alibaba ha inundado el último rincón de espacio privado que existe entre su cuerpo y el mío. Intento alejarme un poco, haciendo mi rostro hacia atrás. Sin embargo, al instante me percato que he dejado un flanco abierto a su favor, mi torso. No pierde el tiempo, se aproxima a mí como una ráfaga y mordisquea mi piel,sabiendo más que nadie que finge gustarle.

¿Por qué permito que lo haga?

—No tienes por qué hacer esto —Le digo con seriedad, sujetándolo de los hombros para apartarlo unos centímetros que me sofocaban—. Si hablas conmigo ahora mientras los guardias aun no vienen, más rápido pasará todo y no tendrás que forzarte a nada. No debes preocuparte por lo demás, compré la noche entera para que nadie tenga que venir por ti en lo que queda.

Me observa con detenimiento y veo desconcierto en su mirada. No sé qué sentimiento puede ser, pero he de suponer el increíble debate mental que ahora mismo debe tener en su cabeza. El resplandor en sus ojos ha regresado, pero no como el sol radiante de un amanecer, sino que con un ápice de amargura. Le tiemblan los labios, ese chiquillo está asustado por algo. Dirige su mirada hacia el suelo, quizás derrotado por fallar en su intento por conquistarme, o tal vez, con ese alivio delirante de no tener que obligarse a vender su cuerpo una vez más. Sin embargo, el precio por eso creo que le hace perder un poco la compostura.

—Usted no lo entiende —Me dice de pronto. Puedo oír la alteración y la angustia en su tono de voz —. Todo ese esfuerzo por darme un intento de noche de tranquilidad no será suficiente para detener a esos canallas —Respira hondo, tratando de contener su rabia interna—. Ellos son unas bestias imparables, sedientas de poder y dinero. ¿Usted cree que una vez logre su objetivo y se vaya, esos dementes me dejarán en paz? —susurra, con odio y reproche, escupiendo con ganas su incertidumbre reprimida —No, ellos vendrán por mí otra vez y me harán trabajar hasta la muerte. Así funciona este sitio, sin descanso ni vacilación. Jugando con nuestras vidas a su antojo.

Quedo perplejo, perdido en sus palabras desoladas. De alguna manera, siento algo de culpa por haber sido tan ingenuo al creer que él estaría bien. ¿Cómo pude haber pensado que sólo dándole unas palabras de consuelo y una noche libre, lograría curar todos los males quesu vida ha tenido que soportar? ¿Borrón y cuenta nueva? ¿En serio? Puedo observar, en su llanto oprimido y sus ojos al borde de las lágrimas, que su jaula es mucho más dura, lóbrega y espeluznante de lo que imaginaba. Aun si yo vine aquí con las mejores intenciones que podía tener, él jamás podrá librarse de esta prisión tormentosa que acabó con lo último de dignidad que le restaba, encadenándolo a un futuro triste y sorprendo a mí mismo por tal cerebro tan ridículo y humillante que poseo. Si tengo que prácticamente violar a un muchacho para tener información sobre una simple mercancía, pues prefiero buscar en otro lugarmenos abrumador. Sin embargo, antes de que pueda siquiera voltearme, el muchacho me sostiene del brazo con rapidez.

—¿Planea irse? —Me pregunta, extenuado.

—Te lo había dicho, no vine aquí con motivos de acostarme contigo. Sólo necesito saber algunas cosas, y tus palabras serían una ayuda clave para eso. Sin embargo —suspiro—, no quiero obligarte a nada. Ni tampoco quiero ser uno más en tu lista de…

—¿Tampoco puede sacarme de aquí verdad? —Su mirada es intensa como un rayo. Hay preocupación en sus ojos, una chispa de duda y abatimiento. No soy capaz de negarme a ese brillo trastornado que me induce a sentir un dolor en el pecho.

—Haré lo que esté a mi alcance —respondo, sabiendo que mis palabras carecen de seguridad—, pero no prometo nada.

—Entonces, ¿Se va a ir? —Su mano se aferra más a mi extremidad.

—Lo siento, pero hacer este tipo de cosas va en contra de mis principios. Forzarte a algo que no quieres, definitivamente, es algo que me resulta caer bajo. —Giro mi cuerpo en dirección a la salida. No puedo perder más tiempo. Aun cuando sienta esa amargura erizarme la piel al tener que retirarme de esa manera y sin poder hacer nada por él, poner el deber que tengo por proteger a mi reino al lado del peligro infortunado de un pobre niño, es algo que, por más duro que sea, no podrá mover a la balanza ni un solo milímetro. Pero el chiquillo es persistente, y se agarra a mi ropa por la espalda, estrujando la tela con sus manos. Hasta siento su cabeza apoyarse contra mí, suavemente.

—Por favor —implora—, no se vaya.

La garganta se me aprieta al no ser posible cumplir su petición. Sencillamente no puedo.

—Perdóname.

Estoy tenso y consternado, mucho más al sentir el suplicante tacto del pequeño abrazándome desde atrás, amarrando sus brazos por mi cuerpo para no dejarme ir.

¿Por qué hace las cosas tan difíciles?

—Si usted se va ahora… tal vez mañana ni siquiera amanezca con vida —La voz le tiembla y murmura casi en llanto. Esto es peor de lo que creí —. Quédese…

—Debo irme.

—¡Quédese por favor!

—No puedo.

—¿Por qué? ¿Acaso no soy lo suficiente para usted? ¿Es eso? ¿O es que no le agrado? ¡Por favor, dígamelo! —Sus palabras salen atormentadas y llenas de desesperación. —Se lo ruego… no se vaya… no quiero… yo…

—No tengo opción.

—No, sí la tiene —corrige, tirando fuertemente del género de mi prenda—. Es sólo que usted quiere quedar bien consigo mismo al hacer caso omiso a una cosa "inmoral". ¿Es eso?

—¿Qué quieres decir? —cuestiono, insólito.

—Que simplemente prefiere seguir el camino del "bien" para no sentir remordimiento alguno al acostarse conmigo. A usted no le importa lo que sea de mí. Es sólo un egoísta que piensa en el sentido del deber —¿Qué es lo que acaba de decir? Su respiración está algo agitada y su cuerpo tirita como un papel, ¿Pero qué le pasa? Es como si estuviera delirando.

—Tú estás… —Pero antes de que siquiera alcance a terminar la frase, oigo unas pisadas al otro lado de la puerta de la habitación.

Y como si fuese un déja vú, recuerdo las palabras de Alibaba repentinamente.

"Yo seré castigado, y usted quedará como sospechoso. Aunque no lo crea, los guardias son unas verdaderas ratas que se encargan de vigilar que yo esté cumpliendo con mi deber."

Un castigado y un sospechoso…

Demonios.

No es la mejor idea que estoy teniendo justamente ahora. Pero creo que ahora sí que no tengo opción. Atraigo su cuerpo hacia el mío y rompo inmediatamente la distancia de nuestras bocas en un beso apresurado. No está bien hacerlo, no está bien siquiera pensarlo. Pero ya es demasiado tarde. Sus labios son como saborear el agua hirviendo, me queman y me envuelven por completo con el calor su vapor. Es húmedo y electrizante. Su respiración es igual de intensa que todo el resto de su cuerpo que arde en calor, pudiendo sentirlo incluso a través de la tela su ropa. Sé muy bien que esto se debe a que alguna clase de droga le han de haber inyectado. Y eso me hace lamentar todavía más aquello que no debería estar haciendo, no obstante, sé que ellos aún nos tienen en la mira, observando que este niño cumpla con el deber de estar ensuciándose en un camino indecoroso.

Mi mente es un remolino de confusión, rehusándose a aceptar lo que mi cuerpo ciegamente hace. Sin embargo, todavía continúo. La saliva pasa duramente por mi garganta seca, y mi cuerpo se hunde en la piel caliente de mi acompañante. Tal vez no sea un cuerpo frágil como porcelana pronta a romperse, pero sí es uno completamente joven y lleno de energía, que ahora yo, se la estoy arrebatando de las manos. Estoy tragándome su espacio vital, corrompiéndola y mancillándola cuando su voluntad es solo a base de una obligación odiosamente retorcida. ¿Pero acaso eso me detiene? No. Sólo me estoy retrasando a mí mismo para cumplir, de una vez por todas, lo que él quiere que, muy en el fondo, no suceda.

Mis manos pasan por debajo de la tela ligera de su ropa a la altura de su espalda, sintiendo una humedad escurridiza trazar mi piel ¿Qué es esto? ¿Sudor? Él suelta un gruñido por lo bajo a mi tacto. Probablemente el efecto de la droga haya hecho que su cuerpo sea el doble de sensible al más mínimo toque. Y eso, extrañamente, me incita a querer sentir su calor mucho más. Maldición… ya no puedo detenerme. Negarse a su aroma, su piel perlada, su respiración agitada y su calor hechizante es algo que me resulta imposible. Al contrario, me hace querer poseerlo cada minuto más. ¿Qué clase de droga maldita es la que le habrán dado que ha hecho que hasta a mí me haga desear esto? No me detengo y sigo sin hacerlo. Esto está mal, muy mal. Pero su cuerpo es tan inmensamente avasallador, que me nubla la mente. No puedo pensar en nada. Antes de siquiera lograr darme cuenta, las estocadas ya están enroscándose entre sus piernas en una danza sin retorno, yendo y viniendo.

Me siento en un paraíso infernal. La voz del muchacho fluye como la corriente de un mar violento, su espalda se curva como las olas y su aliento se evapora contra el viento. Siento la frialdad de la soberana tormenta llevarme hacia la marea, la cual, a la vez e inexplicablemente, quema como el mismo fuego. Es algo que me ahoga por completo y apenas me deja respirar. Y el remordimiento junto al placer continúan acechando mi cabeza. Regreso a la realidad tan pronto acabo. Un calor intenso me electrocuta la espina y mis jadeos están pronto a desencajarme el corazón de mi pecho. El aliento del muchacho choca agitado contra mi lóbulo, y su cuerpo, aparentemente agotado, yace inerte debajo del mío. Ya no hay vuelta atrás por lo que he hecho, ni siquiera tengo intenciones de cuestionarlo.

"Es algo que tenía que pasar" Me digo a mí mismo.

No pierdo más el tiempo y me levanto de inmediato, acomodándome la ropa a sus espaldas. Una vez terminado, me dirijo a la salida sin siquiera voltearme a mirarlo. Porque definitivamente no puedo.

—Adiós —Le digo.

—Gracias… —susurra. Su voz es quebradiza. Aun cuando no pueda verle el rostro, de igual forma sé que está llorando.

Ahora solo una puerta cerrada me separa de su alma destrozada, mientras pienso que esta visita fue completamente en vano. Haber venido hasta acá con motivos políticos fue sólo una excusa, pues al final terminé haciendo algo que no debía. Sólo utilizar el cuerpo de un niño con las alas cortadas y libertad arrancada.

¿Cómo pude haberlo hecho?

Siento mis manos sucias y decido ir a lavármelas. Hace rato que algo pegajoso me molesta. Sin embargo, antes de que lo haga, la observo con detenimiento y creo saber la razón.

Sangre.

¿Pero qué…?

Busco alguna clase de herida que me haya provocado en el cuerpo, pero no logro encontrar nada y eso me deja abatido. Inmediatamente recuerdo cuando toqué la espalda del muchacho e ingreso nuevamente a la habitación. Debido a la demasiado tenue luz del lugar fue que seguramente no me percaté de lo que realmente era.

El chico yace inmóvil sobre la cama, respirando con dificultad.

—Oye, ¿estás bien? —Le pregunto sacudiéndolo un poco. Pero su cuerpo está hirviendo, tiene mucha fiebre.

Lo volteo dejándolo boca abajo y me percato de la gravedad de su herida. Lo supuse, son marcas de latigazos. No se ve bien, la herida parece ser que no ha logrado cicatrizar lo suficiente durante días, además de tener una que otra marca reciente. Noto la profundidad de los cortes, y es abrumador. La carne sobresale por la hinchazón y la piel casi ni se le ve.

¿Pero qué es lo que le han hecho? ¿Cómo es posible que este chico haya logrado soportar tanto?

Sin dudar un segundo, lo tomo en brazos y me voy en dirección a la recepción del local, donde están los encargados de recibir los pagos.

—Este chico está mal, se está desangrando —Les digo mientras les muestro las heridas—. Necesita un médico inmediatamente o puede ponerse peor. Tiene mucha fiebre y la herida está aparentemente infectada.

Los sujetos me miran fijo, restándole importancia al muchacho malherido como era de esperarse. Nadie se preocuparía por un esclavo enfermo. Pero no es lo que yo busco primordialmente. Entre ellos, se levanta un hombre robusto, de mejillas infladas y ojos pequeños, señalando:

—Oh, lamentamos mucho este suceso infortunado, Señor —Muestra la peor sonrisa maquiavélica que he visto, y sus cachetes se arrugan por el gesto. Es desagradable—. Pero los esclavos no pueden salir del recinto, es una regla infaltable. Si gusta, podemos hacerle un cambio a este "objeto defectuoso" y lo llevamos a una habitación mucho más acogedora en recompensa por nuestra falta, con los mejores anfitriones del local. Usted es libre de elegir a quien guste. Mientras, nosotros nos encargaremos de este chico y…

—¿Qué le van a hacer? —cuestiono, ignorando las palabras frías de ese hombre.

—Eso no es un asunto que a usted le incumba.

—¿Qué pasa si lo compro entonces? —No puedo creer lo que yo mismo estoy diciendo, pero no tengo otra opción.

El hombre pone una mueca de asombro y observa a sus compañeros, sacando una risa ladina.

—No, eso no será posible. Este local sólo permite el arriendo temporal de los esclavos, pero no se venden.

—Pero se van a deshacer de él, ¿no? —El sujeto me mira, enmudecido —¿Qué tal si llegamos a un acuerdo?

—Si usted intenta comprarlo, le informo que aun así no podrá…

—Oh, vamos. Ambos sabemos que él ya no será de utilidad nunca más en este sitio. Una vez muera, deberán buscar la forma de deshacerse del cuerpo. Tal vez la tengan, pero se están perdiendo una oportunidad única para ganar por entregármelo.

—¿A qué se refiere? —pregunta incrédulo, alzando una ceja. —Señor, insisto en que…

—Digamos que rechazo la oferta de recompensa por este "objeto defectuoso". Si bien puedo ir y exigir una devolución sin ningún problema, finalmente son ustedes los que terminarán perdiendo. Yo pagué una gran suma de dinero para tener un buen servicio con este muchacho, pero lamentablemente no fue satisfactorio. No me divirtió ni en lo más mínimo al estar en estas condiciones, ¿Qué demonios se creen con venderme basura como esta? Me iría mejor buscando prostitutas en los barrios bajos —Mis palabras salen vacías, como si me quejara de un producto en mal estado. No me agrada en lo absoluto tener que actuar así, pero no tengo otra manera de sacarlo de aquí. Y al parecer está resultando, su rostro palidece unos instantes—. Si aceptan el trato, estaré dispuesto a dejar pasar esta falta y además, pagaré para poder llevarme al chico sin problema. Será un doble pago por llevarme un esclavo del cual no tendrán que perder el tiempo en deshacerse. Por lo menos en lo último que le reste de vida, que corrija su error siéndome útil mientras siga respirando.

Su cara parece convencida, debo aprovechar la oportunidad. Solo queda una única cosa por hacer. Mientras el sujeto conversa con los otros encargados del recinto, yo no pierdo el tiempo y rápidamente retiro de mis muñecas un par de brazaletes de oro puro junto a un collar del mismo material con incrustaciones de diamantes. Suerte que siempre llevara conmigo estos objetos de valor, ya que el resto de mi riqueza se encontraba en el carruaje y no tenía tiempo de ir a buscar monedas de oro.

El trato duró menos que un suspiro. Masrur, uno de mis subordinados, se encontraba custodiando la entrada, a las afueras del prostíbulo. Me miró tan pronto salí y sus ojos se asentaron en la figura del muchacho que cargaba en mis brazos.

—No preguntes —Le advertí.

—No iba a preguntar nada —respondió, tan distante como siempre lo era.

—Debemos apresurarnos y llevarlo con algún médico lo más pronto posible —aclaro—, Sindria está a dos días de aquí y es evidente que no alcanzaremos a llegar para ser atendido por el médico del palacio.

—Yo sé de un médico de esta zona que puede ser de ayuda, su alteza —Me dice uno de los conductores del carruaje.

—Entonces vamos —ordeno.

No voy a permitir que este chico muera. No ahora, cuando el destino le dio la oportunidad de ser nuevamente libre. Cuidaré de él a toda costa, y haré que recupere las alas que le fueron arrebatadas desde que fue encarcelado.

No temas, Alibaba Saluja, pronto volverás a sonreírle a la vida.

Notas finales:

Gracias a todos por tomarse el tiempo de leerla. Cualquier comentario será bienvenido.

Saludos. 


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