Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Estrella Roja por BloomyLee

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes de Magi: The Labyrinth of Magi no me pertenecen, son de su autor respectivo.

Pareja Principal: Sinbad x Alibaba (SINALI)

Pareja Secundaria: Judal x Aladdin (JUDALA)

Sinali FTW! (?)

 

Capítulo 1

Primer día: Aquí.

Estoy haciendo el intento de recordarlo. Ah…qué dolor de cabeza. Tratar de repasar esta clase de memorias, honestamente, me son una completa tortura. Apenas me acuerdo de lo que hice hace unos quince minutos atrás, y yo me las hago de gran narrador cuando ni siquiera soy capaz de discernir el día de la noche. ¿De qué demonios te hablé minutos atrás? Porque yo ya lo olvidé. Qué personaje más patético soy, ¿no? Así que no esperes mucho de mí, será obvio que no podré relatarte todo con lujo y detalle sobre lo que exactamente hice durante el día. En este preciso instante no me encuentro con todas las cabalidades disponibles como para contarte cosas muy profundas. Sólo cosas concretas, y quizás alguno que otro pensamiento extravagante sobre las cosas de la vida. Nada fuera de lo normal, simplemente reflexiones. Pero si lo prefieres tomar en cuenta de otra forma, podemos decir que todo esto es culpa de mis delirios.

¿Estás de acuerdo con eso? Aunque, te aviso desde ya: esto sólo lo hago para que seas testigo del infierno en el que a mí, Alibaba Saluja, me ha tocado vivir. Así que, presta atención a lo que te diré. No tengo muchas ganas de volver a repetirlo. Me resulta algo difícil, ¿sabes? Hasta creo que las lágrimas se me van a escapar de los ojos en cualquier momento. Pero pienso que sería injusto para ti ponerme a llorar ahora cuando ni siquiera te sabes la historia. Por lo que… será mejor que comencemos, mientras yo hago el intento de contener mis lágrimas.

Era sólo cuestión de abrir tus ojos y enterarte de lo que pasaba a tu alrededor. En mi lugar, fue un total error —no sé qué tan grande pudo haber sido, pero creo que lo suficiente para arrepentirme—. Tan pronto lo hice, inmediatamente comencé a sentirme raro. Mis cuerdas vocales parecían haber sido sofocadas. No podía tragar por más que lo intentase, pues mi garganta parecía un desierto. Y mi cuerpo estaba paralizado.

La única cosa que más recuerdo era el calor. Un calor asfixiante y abrasador como los mil infiernos. ¡Creí que me iba a derretir ahí mismo! Condenado calor, cuánto lo odiaba en ese momento. Por alguna razón más allá de mi humano entendimiento, me sentía tan débil como una hoja de papel. Y el calor no me ayudaba para nada. Mi pulso lo tenía en las nubes y mi visión estaba muy borrosa.

Sólo podía distinguir dos cosas: Voces y personas.

¿Qué estaba haciendo yo ahí?

—Su apariencia habla por sí misma —Oí decir de pronto—. Es un muchacho joven, que bordea los diecisiete y pico —Aquella voz ronca retumbaba potente en frente de una aparente audiencia que miraba hacia a mí. No me importaba averiguar la edad de la persona que hablaba, pues sabía que era un viejo —. Comenzamos con la subasta, ¡Quinientos mil!

Subasta…

—¡Quinientos cincuenta mil! —resonó otra voz desde el fondo.

—¡Seiscientos mil! —ofreció otro desde los asientos delanteros.

No podía ver casi nada. Pero las voces seguían gritando a todo pulmón por cantidades cada vez más altas e inimaginables, y eran tan molestas como el repiqueteo de mil pajarracos. Maldita sea, estaba tan desorientado que esos constantes ruidos no me permitían estabilizarme por más que intentase.

Prontamente caí en cuenta sobre una mano que me sostenía el rostro desde la mandíbula. Los dedos me apretaban tan fuerte que me dolía, dirigiendo forzosamente mi vista hacia el público.

Un momento…

¿Subasta? ¿Público? ¿Dinero? ¿Por qué me encontraba oyendo esa clase de cosas?

Acaso el que estaba siendo vendido… ¿Era yo?

Se me revolvió el estómago como si tuviese un huracán en mi interior. Y como si el instinto de la supervivencia se hubiese hecho presente en milisegundos, mi cuerpo se movió con desesperación, con el objetivo de tratar de escapar. Sin embargo, era inútil. Mi fuerza se comparaba a la de un bebé. Alguna maldita droga podrían haber usado para dejarme en ese estado, pues también eso podía explicar el horrendo calor que me hacía hervir la sangre hasta en la cabeza. Pero eso no fue lo peor para torturarme. Todavía quedaba un truco bajo la manga por parte de esos vejetes para jugar con mi cuerpo a su antojo, y esa quizás pudo haber sido la peor humillación de mi vida.

Me abrieron las piernas frente a todos, la asquerosa audiencia quedó maravillada como era de esperarse. El sujeto que me sostenía decía cosas con una alta entonación, algo acerca de mi virginidad o lo que fuere, no quería saber. Quise llorar en ese momento. A decir verdad, creo que lo hice. No lo recuerdo bien. Estaba indefenso, apenas consciente. Pero esa poca consciencia fue suficiente como para recordarlo a la perfección hasta el día de hoy. Comencé a gimotear, sabiendo que la gente me escuchaba expectante. No quería hacerlo, pero mi voz salía por sí sola. Me sentía como una prostituta en un museo, todos mirando mientras me tocaban. Era algo escalofriante. Mientras oía las risas siniestras lamerme la nuca, mi cuerpo delator reaccionaba por esa droga del demonio. Me estaban manoseando para encender a todo ese montón de hombres arrugados y yo nada podía hacer, más que sentir un nudo en la garganta de rabia y pena. Qué repugnante era eso, sumando los números y los ceros que continuaban aumentando por los aires como si yo fuese alguna clase de atracción turística. Todos se habían vuelto locos. Parecía nunca acabar.

Hasta que un último número le dio paso al silencio.

—Veinte millones —sentenció un último hombre —. Pagado hoy mismo y en efectivo.

Se me heló el alma en un suspiro. Mis extremidades empezaron a temblar erráticamente sin que yo pudiese evitarlo. No pude divisar bien al hombre que me compró, pero aun a la distancia, podía sentir sus oscuras intenciones. Y eso era lo que más me aterraba.

Sabía lo que vendría, y yo definitivamente no quería. El terror creció rápidamente dentro de mí.

Por un momento deseé, desde el fondo de mi corazón, que algún héroe protagonista sacado de un libro de acción llegase a mi rescate… pero no, yo sabía que eso era algo que solo pasaría en mis fantasías, pues ese tan esperado personaje nunca llegó.

Quizás sí lo hizo, pero muy, demasiado tarde.

La audiencia siguió permaneciendo en silencio, hasta que el viejo vendedor; uno enano, feo y regordete según yo recuerdo, cerró la subasta con un claro y certero "Vendido". ¿Qué mierda creían que era? ¿Un juguete? Después de eso, mis ojos fueron vendados y fui rápidamente trasladado a quien sabe dónde.

Toda una jornada en una subasta había bastado para darme cuenta que durante ese tiempo mis manos habían estado atadas, traía puesta una vestimenta un tanto ajustada y que probablemente me dejaba más "expuesto" de lo que debería. Por supuesto, ya debes saber el motivo. Los hombres que me llevaron me dejaron en claro permanecer quieto. No era necesario que me lo dijeran a estas alturas, ya no tenía la voluntad como para siquiera poder moverme.

Los efectos de la droga insistían en cegarme la visión casi por completo. El aire salía caliente de mi boca y todo mi cuerpo lo sentía quemarse en las llamas de un fuego mordaz. Chirreaba mis dientes y me estremecí por esos vaivenes electrizantes que básicamente me harían enloquecer. Definitivamente quería irme de ahí o que por lo menos, todo eso horrendo que me pasaba, fuese obra de una pesadilla.

Pero sabía que todo esto era real y que el querer huir era sólo era un sueño imposible de llevar a cabo. Sólo me restaba hundirme en la angustia, pues lo último de esperanza que me quedaba para creer que todavía lograría salvarme por alguna razón, fue contrarrestado por el sonido de la puerta ser abierta repentinamente.

Ya estaba ahí.

Su ingreso a mi habitación fue silencioso. Sinceramente, yo en ese entonces ya estaba muerto del susto, mucho más que cuando desperté. La incertidumbre me hizo aguzar mis sentidos el doble de lo que normalmente hacía, pero eso aún no pudo ser suficiente, pues casi ni me percaté cuando su presencia se posicionó frente a mí en cuestión de segundos. Mi cuerpo estaba completamente paralizado, apenas podía mover un solo dedo, sobre todo por la droga que me hacía sentirme ahogado en un río de lava ardiente, quemando mi cuerpo lentamente. El sujeto acercó su mano a mi rostro y lo sujetó con algo de firmeza, rozando la yema de su dedo pulgar contra mi labio inferior. Pude darme cuenta de su media sonrisa en ese momento, era siniestra; junto a sus ojos, desbordantemente filosos como sables perfectamente forjados, enterrándose en mis retinas. Yo reaccioné tardíamente a su tacto, con sorpresa y terror. Olía el peligro inminente que acechaba cada célula de mi cuerpo y por reflejo natural, me alejaba de su cara en lo que podía. Pero el tipo era fuerte y dominante, tanto así, que era como tener un tigre posando sus colmillos sobre ti.

No podía moverme, más bien, ese hombre no me dejaba hacerlo por más que tratase. Su cuerpo, el cual no sé en qué minuto se cargó sobre mí, me tenía acorralado contra la cama. Mi corazón palpitaba hasta en las sienes. Respiraba tan fuerte que quizás podía tragarme todo el oxígeno que había allí. Y mi miedo continuaba torturándome sin piedad.

Mi horrible terror creció cuando su sonrisa vino acompañada de sus dientes feroces. Y fue ahí cuando distinguí su silueta. Era un hombre aparentemente joven, de alta estatura, cabello largo y semblante frívolo. Se notaba era una persona de la alta sociedad, debido que su atuendo, el cual consistía en una simple bata de costuras refinadas y diseños orientales, indicaba probablemente una posición importante en su rango social. Ahora que lo pienso, todavía no puedo creer que me fijara en esa clase de detalles, aun sabiendo lo que me sucedería en ese minuto. Qué extraña puede ser nuestra mente, guardando cosas impensables en la memoria —otras veces innecesarias— de manera involuntaria, y luego no somos capaces de olvidarlo, por más que lo intentemos. Como también esas sensaciones que experimenté… y su voz.

—Tienes unas reacciones bastante interesantes —dijo de pronto el sujeto, su tono de voz era plana, pero profunda—, no me equivoqué al pensar que sería atrayente experimentar con un hombre, por una vez aunque sea.

No me importó lo que me dijo en ese momento. Me estremecí del miedo cuando sentí su tacto entre mis piernas. Se sentía repulsivo y hasta doloroso. Por instinto las cerré como pude, no me podía quitar lo poco y nada de dignidad que me quedaba así tan fácil, aun cuando supiera que ganar la batalla sería imposible. Sin embargo, los efectos de la droga nunca abandonaron su papel de producirme espasmos al más ínfimo roce. Mi voz me traicionó y me hizo liberar un gemido involuntario.

—¿Por qué te resistes cuando tu cuerpo habla por sí mismo? —cuestionó el hombre, aplastándome las muñecas con una de sus manos con tanta fuerza que podía llegar a romperlas. —Sabes que de nada servirá que lo hagas.

Entré en pánico. Ese sujeto me iba a violar y no podía ni siquiera defenderme. La escasez de fuerza en todo mi cuerpo me lo impedía. Su mano seguía palpándome la entrepierna y una sensación de rechazo y placer me taladró la mente en confusión, haciéndome arquear la espalda. Estaba temblando, con suerte tragaba saliva mientras mi aliento se aceleraba cada vez más.

¿Qué podía hacer?

Sin pensarlo dos veces, venciendo el temor por unos instantes, la furia y a valentía me prestaron la fuerza necesaria para estrellar mi cabeza contra el rostro del sujeto, quizás para romperle unos cuantos dientes. Pero solo la sangre emanando de sus labios se vio venir, recorriendo su mentón. Por un momento me sentí victorioso, sin embargo, mi alma luchadora se esfumó en un santiamén tan pronto observé el rostro enfurecido de ese hombre como si me fuese a devorar con su sola mirada. Fue entonces cuando entendí mi posición, y que yo no era más que una hormiga indefensa frente a ese tigre feroz de peligrosas garras.

Una bofetada me hizo aterrizar en la realidad en donde estaba. El ruido de la misma me descolocó unos instantes, dejándome aparentemente sordo. Quedé inmóvil, con la vista dando vueltas. De no ser por su voz avasalladora entonarse severamente otra vez, creo habría caído en la inconsciencia.

—Eres muy atrevido para ser una lacra en una posición como la tuya —sentenció molesto. Sus ojos oscuros y nefastos, repasaron mi vista como si me fuese a matar—. ¿Acaso no te das cuenta de la posición en la que estás ahora? Date cuenta, tú no eres nadie. —Me lo dijo con la peor frialdad que podía sentir, como el duro invierno arrasando contra mi piel. —Solo eres un esclavo —Clavó su déspota mirada en la mía, comenzando a acercarse a mi cuello para mordisquearlo con ímpetu, dándome escalofríos—. Yo te lo haré saber ahora, para que te quede bien marcado de por vida.

Creo que no tardé en arrepentirme de lo que hice, mucho más al cerciorarme de que sus palabras eran tan ciertas como lo que vivía en ese instante. De pronto, un vacío se apoderó de mí. Era una maldita sensación de soledad y desamparo, inseguridad y desprecio. Y una millonada de sensaciones más revueltas en un solo sitio, pero todas apuntando a un mismo destino: mi condena.

Y fue ahí cuando llegó la hora de demostrármelo.

No fue una, ni dos, ni tres. Sino que varias. Quizás cientos de miles, no lo sé. Todas las estocadas que podían existir, cada una de ellas gobernando mis entrañas. Cada una, fundiéndose como el hierro en mi memoria. Era como sentir una cuchilla desgarrarme los órganos, partirme en pedazos por dentro hasta creer que me rompería por fuera. Sufría, me retorcía. Por un momento pensé que se me saldría todo por la boca. El tiempo se detuvo. Y aún en medio de un vacío, quise desvanecerme, desaparecer del mapa, enterrarme vivo hasta podrirme bajo tierra. Quería que la muerte viniera y se llevara mi alma lejos, muy lejos, para nunca más regresar. Nunca más sentir este dolor punzante que socavaba mis huesos y me hiciera explotar las arterias. Sólo quería morir, y no volver a abrir los ojos para vivir otro día más en este tormento ¿Era mucho pedir? Pero incluso hasta ese momento más brutal en mi vida, la muerte me había abandonado, así como todo el mundo me había arrinconado en la miseria. Sólo esas cuatro paredes, mis gritos y el dolor fueron mis eternos compañeros en el infierno que se había convertido esa oscura habitación. Mi garganta no soportaba todo el llanto que liberaba de mi pecho oprimido, llegué a quedar mudo de mi martirio como si mi voz la hubiesen degollado. Mi cuerpo parecía un recipiente que solo recibía dolor, sumado de un maldito placer que por nada del mundo me quería dejar ir.

Los mensajes que ese sujeto me transmitía no eran para nada alentadores. Cosas como "Este es tu lugar" "Para esto fuiste hecho" o "No hay nada más excitante que ver el rostro de un virgen ser sometido en lágrimas", resonaban en mis oídos, una y otra vez.

"Eso, llora y grita mucho más".

Me sentí tan sucio y asqueado, como la peor basura existente. En ese momento pensé que viviría antes de poder volverme viejo. Y sólo la miseria y la humillación serían el ramo de mi lecho de muerte.

En aquel entonces me pregunté… ¿Qué hice mal para ser torturado de esta forma? ¿Por qué fui yo a quién le tuvo que pasar esto? ¿Es así cómo voy a vivir a partir de ahora? ¿De esta manera? ¡No quiero hacer esto! ¡Si ya no soy nadie pues mátenme ahora!

Me duele.

Me duele.

Me duele.

Quiero morir.

Quiero morir.

Quiero morir.

No sé qué pudo haber sido más tortuoso… si mis pensamientos suicidas, o el estar siendo violado hasta hacerme desangrar.

¿Cuál crees tú que pudo haber sido peor?

Quedé a la deriva con un cuerpo frágil. O por lo menos así lo sentía en ese momento. Era una especie de estado de vigilia, inerte como un muñeco de trapo, pero consciente de cada detalle. El lugar parecía estar cubierto por una niebla oscura, como un pantano. Seguramente debido a mi visión borrosa era que imaginaba ver cosas, también gracias a todas las lágrimas que abundaban por mis ojos; aun cuando ya nada invadía mi cuerpo, mi mente seguía atormentada.

Es difícil quitarse el trauma momentáneo cuando alguien te ha manchado por completo, hundiéndose en tu piel como si fueras un simple trozo de tela. Las sensaciones quedan, y el calor otorgado se vuelve también hielo. Un hielo imaginario que te escala por la piel. Se impregna y se amarra a ti como una cuerda de espinas, y prontamente te congela cada rincón del cuerpo hasta dejarte sin habla ni movimiento alguno. En ese momento… sientes todo y a la vez nada. Te pierdes. No encuentras el camino para retomar a quien alguna vez fuiste. Simplemente dejas de ser alguien

¿Pero crees que la tortura llegó hasta ahí? Te equivocas…

Si piensas que hay cosas malas que te pasan en esta vida, tienes razón, son malas. Pero siempre puede haber otras muchas peores. Este es un ejemplo perfecto para ello. Todo eso estaba recién comenzando.

Haber osado a partirle el labio al gran General Ren Kouen, fue el atrevimiento más estúpido que pude haber hecho en mi vida. Por algo pasaba lo que pasaba. Al retirarse, seguro con esa evidente herida estampada en su boca, él simplemente les dijo a los encargados:

—Deberían adiestrar a estos perros, de lo contrario les saldrá caro —Más tarde desapareció de mi vista.

El castigo fue leve, pero intenso. El suficiente como para hacerme entender mi rol en ese sitio. Mis muñecas eran sostenidas por unos grilletes colgados del techo —ya en ese entonces estaban completamente ennegrecías por tanto estar atadas—, y mi espalda afrontaba las consecuencias de mis actos. El trozo de cuero me rasgaba la piel hasta en los huesos. En ese momento el sentido de la humillación la tenía perdida en algún lugar recóndito de mi cabeza. Estaba más despierto que nunca, pero rendido ante la perdición.

Era peor que un animal en un matadero. Mi espalda ardía del dolor y sangraba a borbotones, como un metal quemante derritiéndome la piel. Las cadenas chirreaban por los golpes. Pero aun así no tenía ni siquiera voz para chillar algo, mi garganta estaba hecha añicos por las anteriores arremetidas que me hicieron sudar helado y gritar hasta desgarrarme.

¿Algún basta? ¿Un por favor detente? No, esos tipos no se detendrían por más que suplicara misericordia. Ya lo había comprendido momentos atrás. Por supuesto quería que todo terminara pronto, a pesar de que no quería averiguarlo… ¿Pero para qué seguiría desgastando mis cuerdas vocales en vano? Sólo me vería más patético de lo que ya era en ese momento. Dejé que el martirio continuara, y que en algún momento mi sangre se derramara tanto, que mis arterias quedaran vacías, perdiera el conocimiento y muriera sin remedio. Parte de mi deseo se cumplió de todas maneras… la vista comenzó a tornarse como la noche y lentamente comencé a decaer por el cansancio. Mi cuerpo ya estaba agotado… así como mi mente, la cual insistía en querer dormir para siempre. Caí en la inconsciencia, finalmente mis energías se habían dado por vencido. A partir de ese momento, nada sería como antes. Sería forzado a trabajar como un perro hasta desgastarme.

Vaya vida, ¿no?

Ah, pero bueno, ya hemos regresado al presente. Fue un relato algo duro de contarte, ¿sabes? De hecho, me estoy secando estas lágrimas atrevidas que se me están saliendo de los ojos. El solo hecho de relatar estas cosas me ha agotado emocionalmente. No me culpes por llorar de esta manera tan patética. Mis acontecimientos han sido algo recientes, apenas los asimilo como parte de mi vida; además, te había dicho ya que no me encontraba en perfectas condiciones como para darte una historia cuerda. Probablemente lo que te haya contado ni siquiera haya sido tan así. Puede que haya inventado o cambiado algunas partes, quién sabe. Sólo sabemos que ahora lo que vivo es completamente real, y solo me dedico a marcar en la muralla el día 11 de este mes, como he acostumbrado desde entonces.

Ahora que me doy cuenta, el tiempo pasó volando mientras te contaba mis experiencias. Ya casi es hora. Tan pronto me entero, la ansiedad ha comenzado a surcar efecto en mis venas. Me siento helado como un trozo de hielo y mi cuerpo tiembla con la piel erizada. He de admitirte que el terror ha disminuido considerablemente durante estos días y se hace cada vez menos frecuente. Ha de ser la costumbre. El hecho de estar forzado a estar haciendo algo día tras día, hace que tu miedo sea suprimido de tus sentidos hasta casi llegar a desaparecer en su totalidad. Pero esa es otra amenaza que presiento en este momento. Un miedo a perderme. Un miedo a volverme un objeto y terminar aceptándolo. Un miedo a dejar de tener miedo…

Estoy hecho un desastre, lo sé. Es por ello que todavía, aunque sea a duras penas, me sigo aferrando a la idea de recuperar mi anhelada libertad, sea vivo o muerto, y dejar de sufrir, pensando en que alguien más me hará daño sin que pueda hacer algo para evitarlo.

¿Pero cuánto tiempo debo esperar para que eso suceda?

Escucho unos pasos acercarse a mí. Alguien entró en mi habitación y no me doy cuenta. Volteo a mirar y distingo a un hombre de una contextura física peculiar. Sí… tiene una similitud con otra persona que me provoca escalofríos. Por un momento creo que es Ren Kouen de visita en mi alcoba, y me siento aturdido. Pero a pesar de saber que no es él en verdad, no sé por qué estoy sintiendo un pavor anormal helarme la espina. Su cabello es corto por delante, pero largo a sus espaldas. Me quedo inmóvil observándolo. Se ve serio, con una mirada intensa. Retrocedo instintivamente, sabiendo que eso es inútil y un acto insensato. El sujeto deja de caminar, y se queda de pie en medio del lugar. Al parecer, se da cuenta de mi estado de alerta. Mi corazón lo siento como si se me fuese a salir del pecho y me exalto cuando veo que abre la boca para hablar.

—¿Eres Alibaba Saluja? —Me pregunta repentinamente. Su voz es suave, pero a la vez profunda.

—¿Q-quién es usted? —cuestiono un tanto asustado. No es como si nadie supiera mi nombre, pero es poco usual que me lo pregunten cuando no hay motivo alguno para hacerlo. A fin de cuentas, nadie se da el tiempo de conocerme.

—Oh, lo siento. Mi nombre es Sinbad, y he venido a aquí para hablar contigo —asegura, torciendo una sonrisa bastante honesta que me deja boquiabierto.

¿Sinbad?

No puede ser…

¿Qué hace aquí y qué es lo que está pensando este sujeto?

Notas finales:

Amo este fandom(? 

Espero haya sido de su agrado. Saludos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).