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Su voz por AoISuwabeStark

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No tenía claro dónde estaba, ni sabía cómo había llegado hasta allí. El entorno se difuminaba alrededor de su figura. No reconocía la habitación, ni el rostro que veía, que parecía cambiar cada vez que se fijaba en él. Sólo llegaba a sus oídos el sonido de la fricción de las sábanas, el murmullo ahogado de sus propios gemidos, el susurro de las pieles al entrechocar y deslizarse con suavidad la una contra la otra, empapadas de sudor.

De repente, oyó una risa suave que, lentamente y a medida que sus cuerpos se estrechaban más el uno contra el otro, se transformó en un sonoro gemido. ¿Cómo no reconocer aquella voz, si llevaba tres años obsesionado con ella? Era la voz que le había dado sentido a su existencia, todo lo que siempre había deseado.

Los labios contrarios acariciaron con medida dulzura su oreja, deteniéndose durante un ínfimo momento en su lóbulo para arañarlo con los dientes, con cuidado de no herirle. Un cristalino repiqueteo, que descubrió que era aquella risa con un tono mucho más íntimo y cálido, reverberó por su tímpano, recorriéndole de pies a cabeza.

—Aún no puedes tenerme, ni siquiera en tus sueños.

Lo próximo que supo es que se despertó de golpe, empapado en sudor, en la soledad de su cuarto. La misma cama estrecha que no tenía nada que ver con el aparentemente enorme colchón en el que había estado durante su sueño, los mismos pósteres de grupos de música americanos, la misma estantería llena de libros y el mismo escritorio viejo de siempre. Suspiró, pues no necesitaba levantar la fina funda nórdica que le cubría para darse cuenta de la erección que anidaba en sus calzoncillos.

Sorprendido, a la vez, porque hacía tiempo que no sentía tal necesidad, dejó que su mano se deslizara hasta perderse en su ropa interior, acariciando su miembro en toda su extensión hasta que, en unos minutos, se alivió sobre uno de los pañuelos que tenía en su mesilla de noche para cuando pasaban cosas así.

Aquello era absurdo. Llevaba tres años enamorado de una persona a la que no había visto nunca, de la que sólo conocía su voz. Aun así, nunca se había despertado tras un sueño húmedo como el que acababa de sufrir y había sentido tanta urgencia por descargarse. Claro que se masturbaba cuando lo necesitaba, pero siempre era más para estar bien consigo mismo que porque algo le excitara.

Lo peor de todo era que, ahora que se había serenado, recordaba que, al no tener una referencia visual específica de él, había visto una especie de amalgama de características faciales y físicas que a él le parecían atractivas, pero que seguro que no se ajustaban en absoluto a la realidad. ¿Cuán patético podía llegar a ser?

Sacudió la cabeza para despejarse, y cogió lo primero que encontró en el armario con tal de poder ducharse y empezar el día más o menos con buen pie. Al acercarse al único baño que había en la vivienda, llegó a sus oídos la peculiar voz de Alex Gaskarth entonando Stella junto a todos los componentes de All Time Low, y coreados, cómo no, por la princesa de la casa. Suerte que su madre ya se había marchado hacía un par de horas. No soportaba que hicieran ruido por la mañana y que pudieran molestar a sus vecinos.

Llamó con calma a la puerta, y en unos segundos apareció su hermana envuelta con una toalla blanca a juego con la palidez de su piel, y con el cabello pelirrojo, oscurecido por el agua que resbalaba por él, extendido por sus hombros.

—Buenos días, hermanito.

—Buenos días, ¿te queda mucho? Tengo que ir a clase.

—Yo también, así que te aguantas. —Y le cerró la puerta en los morros, pero no sin antes sacarle la lengua.

A pesar de ello, en unos diez minutos, salió completamente vestida y peinada, pero sin nada de maquillaje. Su hermana era de las que prefería mantenerse natural, y no “estropear su piel llenándola de potingues”, como solía decir. Además, tal y como era, estaba preciosa, y ella lo sabía mejor que nadie. Cuando por fin pudo entrar en el baño, tuvo que correr para ducharse y vestirse, pues con todo se le había hecho tarde. Agarró cualquier chorrada en la cocina para desayunar por el camino y, tras plantarle un beso en el cogote a su hermana y desearle suerte en el instituto, se apresuró hasta la parada de metro más cercana.

Aunque tratara de disimularlo, se sentía emocionado. Más que el hecho en sí de ir al lugar que, tarde o temprano, propiciaría un encuentro con el hombre del que estaba enamorado, le hacía ilusión saber que se encontraría con sus dos nuevos amigos. Apenas había pasado un día desde que los conociera, pero eran tan simpáticos y divertidos que les estaba cogiendo cariño, por mucho que se metieran con él.

Llegó con tiempo de sobra, por lo que, manteniendo la calma, se dirigió hasta una de las aulas de prácticas con las que contaba la escuela. Una vez allí, tras comprobar que no había nadie, pudo trastear por el lugar tanto como quiso.

Le sorprendió que fuera mucho más pequeña de lo que esperaba.

El espacio se dividía en dos partes, separadas por una pared cubierta de material de aislamiento acústico excepto por el cristal en el centro, a modo de ventana, que intercomunicaba ambos sitios. El resto de las paredes también estaban aisladas en el espacio en el que él se encontraba. La habitación contaba sólo con un televisor, una mesa para apoyar los guiones, y un micro negro y gris que brillaba bajo la luz de las bombillas que iluminaban la sala. Por lo que veía a través del cristal, la otra estancia, recubierta de paneles de madera, se encontraba plagada de mesas con diversos botones, rueditas y demás, así que supuso que era el lugar que ocupaba el técnico. Eric estaba en el que sería su futuro puesto de trabajo por muchos años, si es que tenía suerte.

 —Eres tan pringado que llegas antes que nadie.

—Déjalo en paz. Buenos días.

No le hizo falta girarse, ni siquiera reconocer sus voces para saber que sus amigos habían llegado. Carles exhibía su sonrisa de toques traviesos, mientras Pau estaba tan imponente y atractivo como siempre.

—Si no hubiera llegado yo antes, el pringado serías tú. Así que piensa en mí como el tío que hace que parezcas guay —bromeó antes de chocar las manos que ambos le ofrecían.

—Cierto, pararé de llamarte así sólo por eso —contestó su amigo, antes de silbar con aprobación—. Nunca me imaginé este sitio así, pero mola, es como un sueño hecho realidad.

—Sí, me moría de ganas de entrar en un estudio, aunque sea sólo para practicar —añadió Pau, observando de cerca el micrófono.

—Hablando de sueños hechos realidad, quiero comentarte una cosa desde ayer, Eric.

—Dime. —El tono repentinamente serio de Carles le asustó.

—Tú te has dado cuenta de que Anna está por ti, ¿verdad?

—Sí, hace tiempo —giró la cabeza, avergonzado—. ¿También lo habéis notado?

—Se le nota un huevo y medio, no paraba de mirarte ayer.

—Yo soy algo denso para estas cosas, y también me di cuenta.

«Si eres tan denso, seguro que no te diste cuenta de los repasos que te metía a ti», pensó para sí mismo ante las palabras de Pau.

—¿Y qué piensas hacer? —le apremió Carles.

—Nada. Si ella me dice algo, la tendré que rechazar —se encogió de hombros.

—No me jodas tío. Es un puto milagro, es perfecta. ¿No te gusta?

—No es mi tipo… —Bajó la mirada al suelo al ver que empezaba a sonrojarse, para variar, asustado por si veían la realidad que se escondía tras sus palabras.

—Le gustarán más las morenas, déjalo.

—Joder, es que ella es el tipo de cualquiera. Está buenísima…. Se parece a mi preciosa Himiko-chan.

—¿A quién?

—A la protagonista de BTOOOM!. ¿No la has visto tío? Uah, mola mucho. Va de unos pavos locos que mandan peña a una isla para que se maten entre ellos como un videojuego del que…

Dejó que se perdieran en su conversación sobre series japonesas, y luego sobre si era aceptable considerar atractivas a mujeres en 2D que ni siquiera existían fuera del plano de la animación y los cómics nipones. Estaba demasiado absorto en sus pensamientos sobre una realidad que le había abofeteado repentinamente en la cara. Si quería ser amigo de verdad de Carles y Pau, no podía seguir escondiéndoles una parte tan importante de su vida como el mero hecho de que se sentía atraído por hombres. Y lo que era aún peor, su enamoramiento con una simple voz sin conocer a su poseedor.

La sala se fue llenando hasta el completo cuando un hombre entró. Era bastante joven, debía tener unos treinta años, y venía seguido por otro hombre algo mayor que él, que los miraba a todos con una sonrisa tranquilizadora en el rostro. Se hizo el silencio en menos de un segundo.

—Buenos días a todos, chicos. Soy Raúl, vuestro profesor y supervisor para todas las prácticas que se hagan en esta sala. Me acompaña Pedro, que será el técnico de sonido que nos asista desde su cabina en todo momento, al otro lado de la sala.

La expectación iba aumentando, y se notaba en la masa de chicos y chicas, quienes paseaban la mirada a un ritmo vertiginoso entre los hombres, el micro, y la cabina de sonido. Él mismo se sentía ansioso, pues aquello era el principio de su carrera profesional, podía presentirlo en ese mismo momento.

—No sé hasta qué punto conocéis cómo se dobla una serie o una película —continuó el profesor, reclamando su atención—, pero puede ser que al principio os cueste bastante acostumbraros al proceso. Prácticamente es una improvisación, pues lo que se suele hacer es que el actor de doblaje llega aquí, mira por encima el texto y el fragmento que debe doblar, y se pone manos a la obra. Para hacer las cosas aún más difíciles, o eso pensaréis, dobláis con las voces originales de fondo. Tendréis que aprender a separar lo que decís y oís a la vez que a aprovechar lo segundo para adecuar vuestro tono a cada momento con aquello que se espera que suene al final del montaje. A la larga, una vez estéis acostumbrados, os daréis cuenta de que es toda una ayuda tener el diálogo original para guiaros.

Les dio un momento para que pudieran digerir toda aquella información. A Eric se le cayó el mundo encima. Parecía muy complicado, y en aquel momento no sabía si sería capaz de convertir al doblaje en su profesión tal y como siempre había imaginado. Las miradas aterradas que le dirigieron sus amigos le ayudaron a confirmar que no era el único que se sentía así.

—No obstante, tengo buenas noticias para vosotros —el profesor les sonrió dulcemente—. La primera es que si os equivocáis, puede repetirse, hasta a los profesionales les pasa. La segunda es que vais a tener tantas prácticas que, para cuando os graduéis a principios del verano que viene, estaréis más que acostumbrados al proceso. La tercera: normalmente los dobladores acuden solos o en parejas, como mucho, a doblar, así que no os debe dar tanto apuro equivocaros. Y la última, y más importante, creo, para vosotros. Todo lo que hacemos aquí queda grabado. Si una empresa nos solicita un tipo de voz o voces para un casting, les entregamos también vuestras cintas. Con una llamada y un sí por respuesta, estáis dentro. Es muy probable que, antes de graduaros, ya estéis trabajando de forma profesional como actores de doblaje, y ganando un sueldo por ello.

Tras la última noticia, a Eric se le abrieron las puertas del cielo.


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