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Cruzando Universos por Reira Verzeihen Danke

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Notas del capitulo:

Los derechos de autor van a sus respectivos dueños.

Nos leemos abajo. 

Capítulo 4: Encuentro Inesperado.

Edward P.O.V.

—Oh, pero miren nada más, ya faltan cuatro minutos para la medianoche.

Una vez dicho esto, Elena se acercó a una alacena que estaba pegada a la pared, sobre el fregadero. De él sacó ocho copas de cristal. Con una de las copas en mano, se acercó al caldero y lo removió con un cucharon metálico que hasta ahora estuvo oculto por el humo, vertió un poco del contenido en la copa. Medio llena, colocó la copa enfrente de Ronald, con el humo regándose del borde, cayendo a la mesa y al suelo. La castaña repitió el proceso con todos, menos con Sebastián, debido a que este estaba de pie, se la dio en la mano, y se dejó la suya propia entre sus finos dedos.

Un reloj de caoba —que podía jurar que antes no estaba ahí— resonó en toda la sala marcando la medianoche.

—Salud—dijo el Undertaker, levantando levemente su copa.

—Por las cosas antiguas—secundó al brindis Elena, con expresión solemne.

—Por las cosas antiguas—respondimos todos mientras enarbolábamos nuestras copas—. ¡Salud!

Y así, después de una larga jornada, de caminar por horas, de muchas interrupciones y sorpresas, tomamos un sorbo al contenido. Describir el sabor es algo muy difícil, como otoño e invierno, pinos, el rocío, uvas, moras, frutas dulces, sabía nostálgico, antiguo, como la vida misma pero tenía un dejo amargo, que contrastaba con los demás, pero no por eso, su sabor se arruinaba.

Antes de que las campanadas dejaran de sonar, todos nosotros nos habíamos terminado el contenido. Me empecé a sentir somnoliento y lo último que recuerdo, fue dejar caer mi cabeza sobre la mesa, al igual que la copa en mi mano, escuché el sonido del cristal al romperse. Asumí que eran las copas de los demás, y la mía propia. Los colores brillantes empezaron a ser manchas difusas y el humo parecía consumir todo lo que tocase, incluyendo la luz de las velas.

Normal P.O.V. (Narrador Omnisciente).

Profundamente dentro del bosque, el humo violáceo que durante todo el día había estado saliendo en cantidades exageradas por la chimenea, consumió momentáneamente la cabaña, para luego desaparecer sin dejar vestigios de haber estado alguna vez allí. Las luces de colores se fueron apagando y las voces dentro se acallaron con el sonido del cristal al romperse. La luna de plata brillaba en el cielo estrellado, había sido un día muy calmo en verdad. Nadie nunca refutaría eso, al menos no hasta unos días después, cuando las personas de la cabaña, fueran reportadas desaparecidas. Tanto humanos, como dioses de la muerte, como el demonio y la hermosa bruja morena manchada de negro y púrpura, desaparecieron esa noche.

Matt P.O.V.

Estaba jugando con mi consola portátil. Todos estábamos en la biblioteca. Near jugaba con dados y cartas, construyendo complicadas y delicadas estructuras. BB, Ryuuzaki y A leían un libro, los dos primeros en esa extraña posición que solían adoptar: con los pies sobre la silla y las rodillas pegadas al pecho. Linda dibujaba y hacía una que otra pulsera de vez en cuando. Y Mello, estaba sentado viendo el cielo, mientras que Kira escribía algo en uno de sus cuadernos de carátula negra, a veces me pregunto qué tanto escribe.

Era una tarde apacible, tranquila, como si hubiese algo en el aire ese día que nos mantenía en calma. Mello no le gritaba a Near. Linda no insistía en nada. BB no mencionaba cosas relacionadas con sangre y muerte. Ryuuzaki no comía tantos dulces, como es su costumbre. A no intentaba camuflarse o esconderse de la vista de los demás. Y yo, no jugaba una partida seguida. El patio, al igual que la habitación de la biblioteca y todo lo demás a la vista, se llenaba de luz rojiza y naranja, anunciándonos a todos, la ida del sol a dormir. Ninguno se percató de la hora de comer y nadie nos buscó, así que esa noche, ninguno de los chicos que nos encontrábamos en la biblioteca comió nada más que dulce. El cielo mostró sus primeras estrellas, y la luna, llena y blanca, comenzó a elevarse.

De vez en cuando me levantaba para caminar y estirar mis piernas, poniendo pausa al juego que estuviese jugando. En una de esas pausas, me fijé en un reloj colocado en la pared, podría jurar que no estaba ahí antes, pero ahí estaba, marcando las doce menos un minuto. Al dar exactamente las doce, resonó en toda la biblioteca, marcando las ruidosas campanadas, sobresaltando a todos. A través de la ventana, vi una columna de humo violáceo levantándose.

Mello P.O.V.

Matt se levantó a caminar como por décima vez esa tarde. Usualmente le hubiera dicho algo a la quinta vez que se levantó, pero el ambiente no ameritaba una interrupción así. Ni siquiera le había gritado a esa bola de nieve, no se lo iba a hacer a mi mejor amigo. Estaba absorto mirando el cielo, resultaba relajante para mí, podría pasar horas, días incluso, solo viendo el cielo y comiendo una que otra barra de chocolate. Ya había oscurecido hacía bastante tiempo, pero no me pareció mucho. De pronto, escuché un reloj resonar en toda la sala. Pero me sorprendió más el ver una extraña columna de humo, fuera de la ventana, tapando parcialmente de mi vista el cielo.

—Hey, ¿qué es eso?—preguntó Matt.

—¿Qué es qué?—cuestionaron BB y Ryuuzaki, al mismo tiempo.

Near, Linda, Kira y A solo levantaron sus cabezas con curiosidad, dejando de lado lo que estaban haciendo en esos momentos.

—Es humo, parece que hay alguien cubierto por él—comenté.

—¿Humo?—preguntó Near.

BB se levantó de donde estaba, y se acercó a la ventana, a unos pasos detrás de mí.

—Tienes razón, sólo que hay más de una persona allí—dijo con su dedo índice sobre sus labios.

—¿Deberíamos ir a ver?—preguntó Kira, quien ahora estaba junto a BB, viendo hacia afuera.

—Sí, vamos a ver—respondió Matt.

—De acuerdo—ordenó Ryuuzaki, ya cruzando el umbral de la puerta. Se giró hacia nosotros y dijo—: Vamos.

Y todos le seguimos hasta afuera. Tuvimos que dar casi toda la vuelta al orfanato, y salir por una ventana. Cuando llegamos ahí, el humo se había disipado y la luz proveniente de la biblioteca permitía observar la escena. Siete chicos y una chica estaban tirados e inconscientes en el suelo. Todos vestían ropas similares. Dos de ellos, vestían un abrigo, camisa, pantalones, zapatos y guantes negros, menos el segundo, que usaba guantes blancos. Uno con pelo corto azabache peinado hacia atrás y el otro con un mechón insistente cayendo en su rostro. El tercero, vestía de rojo, con un cabello relativamente largo a juego. El cuarto y el quinto eran rubios y vestían verde oscuro, solo uno tenía la parte posterior de su cabeza con cabellos negros, y usaba abrigo, guantes y zapatos negros. Otro, tenía cabellos grises, que tapaban sus ojos, y era un poco largo, vestía de negro completamente, no usaba guantes, pero si un anillo grisáceo con una piedra verde, tenía unas botas negras, se podían ver un par de cicatrices, en su cara, su cuello y su dedo meñique. La chica usaba un vestido vaporoso, con vuelos, a la altura de las rodillas, ceñido en el pecho, y suelto en la cintura, de color negro con bordados morados, tenía el cabello largo, ondulado y castaño oscuro, usaba un abrigo negro. El último que vi, vestía de azul oscuro, guantes negros, con dos anillos, uno dorado y otro plateado con una piedra azul, botas azul oscuro con negro, y cabellos no muy largos con destellos azul grisáceo. Su rostro apacible me resultaba vagamente familiar.

—Voy a llamar a Roger—dijo Linda mientras corría de regreso al orfanato.

—Te acompaño—se ofreció Near, dándole alcance.

Kira P.O.V.

Linda y Near se fueron. Me resultó extraño el hecho de que todos vestían muy parecido, a excepción de los colores.

—Oigan—llamó Ryuuzaki—, ¿no creen que es extraño?

—¿Qué es extraño?—preguntó BB, con la vista fija en el chico de carmín.

—¿Te refieres a que no estaban aquí hace unos momentos?—dijo Mello con sarcasmo.

—Sí—afirmó Ryuuzaki, ignorando el tono del rubio.

—¿Cómo llegaron aquí inconscientes?—preguntó A.

—¿Y sin hacer ruido? Porque si alguien los hubiese dejado aquí, debió ser más de una persona—razonó Matt.

—Es un misterio—apunté mientras miraba a los recién llegados—, lo averiguaremos cuando despierten.

Pasaron unos minutos de silencio, en los que observamos a esos chicos. Near y Linda volvieron con un somnoliento Roger tras ellos.

—¿Qué pasa?—preguntó el anciano mientras bostezaba.

—Estos chicos están inconscientes—explicó BB.

—¿Quiénes son?—Ahora estaba más despabilado.

—No lo sabemos, un momento no estaban y al otro aparecieron de la nada—dijo A, quedamente.

—¿Aparecieron de la nada dices?

—Sí, señor—respondimos todos al unísono.

—Bueno. Entonces, llévenlos a la enfermería—decidió el hombre canoso mientras se volvía al orfanato—. Me iré a la cama de nuevo, ya veremos qué hacer mañana.

—Está bien—dijo Linda con una leve sonrisa.

El hombre mayor se fue, dejando a ocho niños con la tarea de llevar a otros ocho niños inconscientes hasta la enfermería.

—Bueno—comenzó Matt mientras ponía sus brazos en jarra. Miró al grupo y cuestionó—: ¿Cómo se supone que haremos esto?

—Pues, todos podrían llevar a uno de ellos en brazos, lo ideal sería alguien grande con alguien grande, así los más débiles, como yo, tenemos más fácil el llevar a uno que sea relativamente pequeño—propuso Linda.

Todos estuvimos de acuerdo. Así que Near tomó al chico de azul, Linda tomó a la chica de negro, BB tomó al chico de escarlata. Ryuuzaki a uno de negro con guantes blancos, Matt al de cabellos rubios y negros. Mello al de cabellos grises, A tomó al de verde, y yo, al otro chico de negro. Con todos nosotros cargando a uno de ellos llegamos a la enfermería, con dificultad, pero llegamos.

—Ahora, ¿quién va a abrir la puerta?—preguntó Near.

—Umm, ¿lo decidimos con piedra papel o tijeras?—ofreció Ryuuzaki, recibiendo todas nuestras miradas de enojo.

—¿Cómo haremos eso si todos tenemos las manos ocupadas?—cuestionó A.

—A ver, Mello, tú juega conmigo, a la cuenta de tres, decimos si es piedra, papel o tijera—dijo Ryuuzaki.

—Bueno—accedió el rubio, después de meditarlo un segundo.

—Uno, dos y tres—contó BB.

—Piedra—dijo Ryuuzaki.

—Papel—contraatacó Mello.

Pude escuchar como el hombre de cabello negro gruñó casi imperceptiblemente.

—Parece que Ryuuzaki perdió, así que Mello esta absuelto de abrir la puerta—comenté— ¿Qué te parece si sigo yo contra ti, Ryuuzaki?

—De acuerdo.

—Uno, dos y tres—Esta vez fue Linda la que contó.

—Tijeras—dije.

—Piedra—dijo Ryuuzaki.

—Whoah, ganaste con el mismo con el que perdiste—comentó Matt—, mi turno. Uno, dos y tres: ¡piedra!

—Papel.

—Kira gana, sigo yo—dijo el albino, mientras equilibraba como podía el cuerpo en sus brazos.

—Uno, dos y tres—contó A.

—Tijeras.

—¡Papel!—exclamó Matt—. Están de broma, ¿no? ¿Perdí dos veces seguidas?

—Esto no es muy productivo—se quejó BB—, gracioso sí, pero no productivo.

Todos suspiramos y nos miramos. Esperando que alguien se decidiera a abrir la condenada puerta. Me dolían mis brazos, ¿cuánto pesaba este tipo?

—Bueno ya va—dijo Linda mientras dejaba a la chica de lacado negro delicadamente en el suelo—. Yo abro.

Todos entramos, dejamos a cuatro en una fila de camillas, y a los otros cuatro en las camillas frente a ésas.

—Mejor nos vamos a dormir ahora, la falta de sueño no es muy productiva tampoco—comentó Near.

—Estoy de acuerdo con la bola de algodón—coincidió Mello. Creo que pude escuchar un poco de sarcasmo en sus palabras.

—¡Mello! Trátale con más respeto—regañó Linda.

—No es que me importe realmente, Linda—comentó desinteresadamente el albino.

—¿Ves? A él no le importa—dijo mientras señalaba a Near con la mano.

Linda sólo suspiró, esos dos no tenían remedio. Aunque en realidad ninguno de nosotros tenía remedio en nuestras propias áreas de hábitos personales, yo, por ejemplo, seguía con la manía de escribir cómo matar a la gente. Al igual que BB y Ryuuzaki tenían algo con los dulces, BB más específicamente con la jalea de fresa. Matt tenía sus videojuegos, Mello su chocolate y Linda sus dibujos. Near sus rompecabezas y juguetes. Y A, pues A… A es A y ya, tiene manía por esconderse de la gente y… No sé qué más. Dejémoslo así.

Todos nos fuimos a nuestros respectivos cuartos después de recoger nuestras cosas de la biblioteca y de dejar la luz apagada, al igual que nos devolvimos a cerrar la puerta principal. Como entramos por ahí para dejar a los chicos en la enfermería, lo correcto era dejarla perfectamente cerrada.

Elena P.O.V.

Desperté con los rayos del sol dándome de lleno en mi rostro. Supe de inmediato que no estaba en casa, ni en ningún lugar familiar. Me encontraba recostada en una cama de metal, con sábanas y fundas blancas como la nieve, ubicada junto a una ventana con persianas del mismo color, de hecho, todo ahí era blanco. A mi lado, había tres camillas más y enfrente de las nuestras, había cuatro más. Esas otras, estaban ocupadas por los chicos que habían llegado a mi cabaña, pero vestían extraño y eran niños, bueno, menos el conde Phantomhive, él estaba igual. Me palpé y noté que yo también lo era. Aunque mi vestido era una versión más pequeña del que usaba y tenía una especie de abrigo encima, todo estaba igual; mi pelo, mi género, el cual estoy segura que es femenino pero llevaba zapatos, eran negros y lisos, no llevaba calcetines puestos. La habitación era completamente blanca, olía como a esterilizante y era algo fría. Tenía uno que otro mueble metálico y estanterías con frasquitos de color naranja, o blanco.

Undertaker, bueno: Jack, que estaba a mi lado empezó a despertarse.

—¿Mmm? ¿Dónde estoy?—cuestionó en voz alta.

—En algún lugar—contesté.

—Oh, Elena, ¿por qué estamos en un cuarto tan blanco?

—No tengo ni idea, Jack.

—Undertaker—corrigió y preguntó—: ¿Alguna teoría?

—Bueno, podría ser que en algún universo paralelo al nuestro, la fecha coincidiera, haciéndonos venir hasta aquí por error. Pasó una vez durante el solsticio de verano, hace unos años. Unas aprendices de bruja y unos demonios caminaban por ahí y terminaron en otro universo, más atrasado. Les tomó treinta años para que la fecha volviera a coincidir con ese y nuestro universo para volver.

—No, Elena—y río, con esa risa característica de él. Me hablaba como si fuese una niña pequeña, o como si él fuese un loco de verdad, me miró y agregó riéndose—: Aparte de eso, lo que quise decir fue: ¿por qué este cuarto es tan blanco?

Síp. Un loco total.

—Oh, eso, no sé.

Nos miramos por un rato, en el cual los demás comenzaron a despertarse paulatinamente. El chico de color granate se estiró como si fuese un gato, rodando por la cama y cayéndose de esta.

—¡Auch!—se quejó al tocar el suelo.

—Buenos días—saludó Undertaker.

El joven Ciel bostezaba y estiraba la espalda.

—¿Dónde estamos?—preguntó el chico rubio, Edward, si mi memoria no me falla.

—No lo sabemos—contesté.

—¿Alguna idea, señorita Search, de dónde podría ser?—preguntó amablemente el demonio, Sebastián Michaelis.

—Un universo paralelo, posiblemente, la fecha y lugar, coincidieron con una ruptura del tiempo, el beber el brebaje fue probablemente el catalizador que nos trajo aquí, magia del tiempo o del espacio, podría ser un mundo muy diferente, uno antiguo, lo cual dudo, o uno avanzado. —expliqué calmadamente—. No podría decirlo a ciencia cierta.

—¿Universo para…qué?—cuestionó Ronald.

—Paralelo—dijo Ciel.

—Oh, ya veo—susurró el rubio pelinegro, asintiendo levemente con la cabeza.

—Espera, déjame entender, ¿estás diciendo que estamos en otro universo?—preguntó Grell, sentándose en el borde de la cama.

—Sí.

—Pero… —comenzó Edward, vacilante—…podemos volver, ¿cierto?

—Es posible. Sería como si nunca nos hubiésemos ido, sin importar cuanto tiempo estemos aquí, tendríamos el mismo aspecto que teníamos cuando nos fuimos—mencioné mientras me retorcía un mechón de cabello ausentemente.

—Ahora mismo, lo principal que tenemos que hacer es averiguar dónde estamos—dijo William acomodándose sus lentes.

—Oigan—llamó Ciel mientras miraba con calma la habitación, inspeccionándola—, esto parece un hospital, o tal vez, un manicomio. Aunque es más probable que sea la primera opción, en un manicomio las camas tendrían correas

—No, una enfermería quizás—se aventuró a decir Undertaker.

—Entonces, averiguamos dónde estamos y cómo volver—recapituló.

Sebastián asintió con la cabeza, estando de acuerdo con lo que Ciel decía.

—Sí—afirmé.

En ese momento la puerta se abrió, dejando ver a un hombre mayor vistiendo un traje de color beige, muy monótono, cabe decir.

—Oh, veo que están despiertos—saludó cortésmente.

—Disculpe, ¿podría decirnos dónde estamos?—se aventuró a preguntar Edward.

—Están en Wammy´s House, es un orfanato—contestó suavemente, parecía amable—. Mi nombre es Roger Ruvie, soy el director de este lugar. Si no les molesta, ¿podrían decirme, cómo quedaron inconscientes en el patio?

—Me temo que no lo sabemos, señor Ruvie—contestó William.

—¿No saben?, bueno supongo que está bien. ¿Recuerdan al menos sus nombres, dirección de sus casas, si tienen padres, o un encargado que los estén buscando?—cuestionó el anciano.

—Nuestros nombres, sí, los recordamos, pero me temo que nadie nos está buscando, y no tenemos casa tampoco—contesté amablemente.

—En ese caso, ¿por qué no me dicen sus nombres y se quedan aquí?

—Me parece una buena idea, yo soy Jack Blackwood pero todos me llaman Undertaker—accedió Undertaker por nosotros.

—Jack Blackwood—repitió mientras escribía el nombre en una hoja de papel que sacó de un escritorio de la habitación.

—Ciel Phantomhive.

—Sebastián Michaelis.

—William T. Spears.

—Grell Sutcliff.

—Edward Middleford.

—Ronald Knox.

—Elena Search.

—Bien, esto parecerá raro para ustedes pero aquí los niños no usan sus verdaderos nombres sino un apodo escogido por ellos mismos — explicó Roger, mientras terminaba de escribir todos los nombres.

—¿Un apodo?—cuestionó Edward.

—Sí, lo recomendable sería que lo escojan ahora—recomendó el canoso hombre.

—Entonces, yo sería Case—dijo Ciel después de pensarlo un rato.

—Yo seré Lena—dije—, es sencillo para mí recordar ese nombre.

—Dennis—mencionó Jack.

—Crimson—escogió Grell.

—Dämon—comentó Sebastián.

—Tod—dijo William.

—Präze—decidió Ronald.

—Mmm, entonces Eric—dijo, por último, Edward.

—Muy bien, entonces: Case, Lena, Dennis, Crimson, Dämon, Tod, Präze, y Eric—recapituló Roger—. Por hoy pueden quedarse aquí, mañana alguien les mostrara las instalaciones y a explicarles cómo funcionan las cosas aquí. Enviaré a unos chicos para que les traigan las comidas, empezando por el desayuno. ¿Les parece?

—Sí, está bien—dije yo.

—De acuerdo, voy a atender unos asuntos importantes, si me disculpan—se excusó y se marchó, llevándose la hoja donde escribió nuestros nombres.

Al irse el hombre mayor, hubo un silencio de unos minutos en lo que dejábamos que se alejara lo suficiente para poder hablar con seguridad.

—Así que estamos en un orfanato ahora, ¿no deberíamos preocuparnos de que nos adopten y nos separen del resto?—preguntó Edward.

—Es una posibilidad pero con suerte, no estaremos aquí por mucho tiempo—dije.

—Entonces, ¿alguien recuerda el apodo de los demás?—cuestionó Ciel.

—No—negó Grell.

—No realmente—secundó Ronald.

—Tenemos problemas que resolver rápido—suspiró Sebastián.

Notas finales:

Gracias por leer. Si tienen alguna duda o un comentario dejen un review, acepto de todo.

Crimson: carmesí en inglés. Dämon: Demonio en alemán. Tod: Muerte en alemán. Präze: Derivado de la palabra alemana precisión: Präzision. Dennis: Forma francesa de Dionisio; de origen griego, consagrado a Dyonisius, dios del vino. Eric: El que reina por siempre. Príncipe honorable. Variante de Erik. Lena: La magnífica, la que vive sola en el torreón. Forma reducida de Magdalena. Case: Variante de Casey, observador, alerta, vencedor


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