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Enredos de oficina por RedGlassesGirl

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Enredos de oficina – Capítulo 18

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Lo aman.

Las chicas jóvenes a las que parece no importarle que este hombre podría llevarles más de diez años lo adoran y se les nota en el brillo de los ojos. Wolfram sonríe a cada persona que pasa a saludarlo en su mesa y firma una revista, hay dos páginas en el interior con las mismas imágenes expuestas en la pared y una nota que he estado leyendo a un costado mientras le espero.

Las dos mascotas van a ir a parar a una increíble variedad de merchandising, y no me parece tan poca cosa. Él no me había dicho ningún detalle sobre esta clase de planes, aunque le concedo que sí me comentó el hecho de que si iba bien entonces tendría más trabajo asegurado. Por ahora hay unos extraños llaveros de goma que ya han sido fabricados y que todas están comprando en un pequeño puesto aquí al lado. La fila que se desarma en aquel lugar se va rearmando en su mesa.

Simplemente no entiendo a las mujeres, menos a las chicas jovenes, y ni que decir a las adolescentes en uniformes de colegiala que han aparecido. Parece que les gusta mucho Wolfram, lo cual no me resulta raro, ¡sino que lo raro es que amen esas mascotas!

—¿...Qué rayos está pasando?

He murmurado por lo bajo observando el stand de ventas pensativo y alguien me ha escuchado.

—¿Son verdaderamente populares, no es cierto? —dice una voz femenina.

Es la mujer que me hizo una reverencia al verme junto a Wolf cuando empezó la charla, hasta hace un rato estaba sentada junto a él en su mesa.

—¿Por qué? —pregunto sin filtro, se me ha escapado y se me debe notar en la cara.

En vez de enojarse, ella se ríe divertida. —No lo se, incluso yo los encuentro extrañamente encantadores luego de haberme acostumbrado a las primeras impresiones.

Así que es cosa de mujeres... Me doy cuenta de repente que estuve charlando sin siquiera haberme presentado.

—Shibuya Yuuri, un placer.

—Taka Mari, igualmente. ¿Es un amigo de Bielefeld, verdad? Es la única persona que ha invitado pese a que insistí en que traiga conocidos.

—Somos cercanos.

Mi confirmación se ha vuelto por costumbre vaga, omitiendo definir nuestra relación en esa palabra que siento no le hace justicia. Siempre lo hago con naturalidad y luego me entra esa sensación de leve culpa por pretender. No hemos vuelto a hablar al respecto, pero asumo que el mutuo entendimiento silencioso es que sigue siendo un secreto.

La señorita Taka parece una mujer agradable que se toma las cosas en serio. A pesar de estar junto a mi continua vigilando lo que sucede en varios puntos de la sala.

—El evento va bien, fue una buena estrategia mezclar algo popular que le guste a la gente joven con el circulo de arte —comenta retomando la conversación—. Has dicho que son cercanos —dice luego y hace una pausa observándome con más interés que hasta podría definirse calculador—, entonces, ¿podrías ayudarme?

—¿Con qué? —pregunto sin realmente decir si sí ni no.

—¿Puedes ayudarme con él? —Malinterpreto inmediatamente y se hace el silencio—. O no, no es eso. Estoy casada, ¿sabes? Pero Bielefeld es tan terco, no es fácil lidiar con él, ¿sabes?

Ah, eso es típico. Wolfram es el príncipe de las oficinas que no aminora su marcha por nadie, ni siquiera las mujeres.

—Tal vez alguien cercano pueda convencerlo.

—No creo que nadie pueda convencerlo de nada que no quiera.

—No es nada raro como para que tengas dudas, es una simple sesión de fotos y que permita publicar una nota de artista en la revista. Un porfolio también seria conveniente.

—Ya tienen unas fotos para eso del Twitter.

—Oh, fuiste tú el que se las ha sacado, de hecho mencionó a alguien ahora que lo recuerdo. Pero no podemos arreglarnos con eso, tiene que ser una sesión en estudio. Así que, ¿hablarás con él? ¡Por favor! Seria un increíble empujón para continuar vendiendo, si estos diseños se agotan, entonces tendré más trabajo para que continúe diseñando otros.

No estoy seguro de lo que me están pidiendo ni como afecte a Wolf hacerlo, pero claro que quiero que sea exitoso y que continúe trabajando en lo que le gusta. Haciendo un rápido análisis, no veo como podría ser malo esto.

—Está bien —decido aceptar—. Si se da el caso, hablaré con él, pero no puedo prometer resultados.

—¡Ay, que bien! Muchísimas gracias, estaré contando con tu ayuda. Lamento tener que dejarte, pero hay mucho por hacer, ya sabes. Nos vemos.

La sobreexcitada mánager está muy contenta, da las gracias efusivamente y me deja para ir a organizar vaya a saber qué por aquí y por allá con el tripe de energías. Es una mujer bastante inquieta, pero no parece mala.

Estando solo de nuevo, hojeo un poco más la revista que me han entregado gratuitamente. No es de arte como esperaba, es de modas y algunas otras cosas para mujeres, tiene mucho contenido de objetos en venta pero está redactado de manera que parecen notas de contenido general. Al parecer ese es el enganche, y veo que las páginas sobre la exposición en la galería y lo que ha hecho Wolfram son un tanto especiales, como si fuera una sección extra que no siempre está presente.

Las dos carillas están decoradas con esas extrañas criaturas en tamaño gigante y el resto es simplemente un desglose de los objetos en venta lanzados y los siguientes que saldrán. Pequeña pero llamativa, ubicada abajo a la derecha está una de las fotos que tomamos frente a las oficinas en plan avatar de negocios.

Al parecer mi suposición es tanto acertada como errada. Están vendiendo ambas cosas, su arte y a él mismo. No he notado malicia en su mánager y en general veo que las colegialas están genuinamente encantadas con sus llaveros tanto como con el artista en si mismo que les ha sonreído y dado la mano.

Justo cuando se estaba levantando de su asiento frente a la mesa de mantel blanco que aun tiene varias pilas de revistas sobre ella, lo intercepto sin que me vea llegar.

—Señor Bielefeld, ¿no tiene tiempo para un autógrafo más? —pregunto con un fingido tono de modestia.

Apenas se sorprende un segundo hasta que reconoce mi voz y me ve, pero casi lo engaño. Sonríe como lo hace normalmente en casa y no con su semblante rígido que usa para el resto. Me reprocha con los ojos divertido mientras me quita la revista que no iba realmente a darle.

Escribe algo en ella y me la devuelve. Dice: para mi amigo y compañero, con cariño Wolfram. No quiero doblar el papel que ahora voy a guardar en algún lado más prolijamente cuando llegue a casa, tengo un cajón que no uso seguido donde cabría perfecto.

—¿Quieres beber algo más? Aun queda bastante. Al final, el rango de edad de esta reunión no encaja del todo con lo que sirvieron.

—Seguro, por que no.

Nos movemos hacia el apartado de bebidas y bocadillos donde aprovecho a comer una que otra fritura y acepto acompañarle con una copa de vino. Mientras Wolfram mira los carteles y los alrededores me hace una pregunta.

—Entonces, ¿qué te parece?

Desde la ultima vez que he comentado algo sobre su obra me abstuve de decir nada más durante este tiempo. Esta vez no me toma tanto por sorpresa. Dejo que mi comentario fluya como se me ocurre en el momento.

—No recordaba haber visto esos fondos antes, son muy coloridos, pero las figuras siguen resaltando sobre ellos. Supongo que eso está bien porque deben ser los protagonistas, ¿no? Ademas, ambos son muy diferentes pero tienen caras similares de alguna manera, se nota que los ha hecho la misma persona y son parte de alguna clase de extraña familia o algo parecido. Parece que los llaveros son muy populares, y de verdad que son llamativos cuando los ves colgados en las carteras o celulares de las chicas.

—Guau, Yuuri, hasta parece que supieras de que estás hablando con esa crítica, has mejorado algo —me dice entre sorprendido y burlón, pero contento.

Me enojo un poco aunque también estoy apenado. —Aunque no lo creas, si te escucho cuando hablas y algo aprendo.

A veces. Cuando no me distraigo por completo. Está bien, muy pocas veces. Solo se ha dado que hace poco Wolf me dio una de esas charlas explicativas sobre cosas que no entiendo y recordé dos o tres frases que me han salvado. La teoría del color... ugh, ya no sé ni como se llamaba pero una vez me lo confundí con el nombre de un filosofo y me echó la bronca media hora.

Me prometí limitarme a lo simple para no meter la pata, y al parecer da mucho mejor resultado que el esperado. Él no solo no se enoja sino que está contento, tal vez orgulloso, y me mira insistentemente haciéndome voltear la cabeza. Estamos en publico, hombre.

Le doy un sorbo al vino haciéndome el desentendido mientras reviso mi celular. Luego de tres mensajes insistentes que le he mandado a Ken desde esta mañana se ha dignado a contestarme que está preparando la fiesta. ¡Por fin! Yo me he encargado de contactar a Masamune y Ren, además de Yamashita y Kobakawa en el trabajo. Se que Wolf ha hablado con Tetsu y Matsumoto. Nosotros nos encargamos de la gente, pero nos falta lugar, hora y fecha.

Ahí es donde entra mi mejor amigo al que rogué que me diera una mano porque no se me ocurre algo nuevo. No quiero caer en otra vuelta por el bar isakaya, ni tampoco podemos hacer otro mini viaje de vacaciones. Pedirle a Wolf que consiga reservas en el restaurante Alemán para su propio cumpleaños es de mal gusto.

Lo único que me queda es confiar en mi inquieto amigo de secundaria, pero él viene dándome el izquierdazo desde hace bastante porque según se excusa, está atiborrado de trabajo y no tiene tiempo. Ya va a pasar un mes desde que Wolfram ha cumplido años, fui paciente pero he empezado a ponerme inquieto y por eso lo acribillé a mensajes sin sentido para presionarlo.

"¡Pero que molesto, eres un pesado! Conseguiré un lugar, ya te dije que si pero dame tiempo."

Está iracundo y ha mandado unos cuantos emojis, lo cual no es raro pero son más exagerados que de costumbre. Respondo rápido que se apure sin importarme como se ha expresado y guardo el teléfono al mismo tiempo que termino mi bebida. El vino no es mi fuerte, preferiría una cerveza bien fría.

De repente Wolfram se para muy cerca, no llego a voltear porque si lo hago quedaré rozando su nariz con la mía. En voz reservada me habla a mi solo casi al oído.

—Ya casi ha terminado todo, ¿por qué no nos vamos?

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Las luces de las tiendas de noche se convierten en luces de neón mientras sigo a Wolfram por las calles hacia una zona menos céntrica. No estoy seguro de que sepa hacia donde está caminando, pero me pregunto si igualmente es apropósito.

Hace tiempo, cuando lo conocía mucho menos, terminamos en un lugar como este. Él estuvo divirtiéndose con una indecente máquina expendedora durante un buen rato al descubrir lo que contenía. Hoy demuestra cierta confianza que me intriga y me divierte cuando voltea a verme con una sonrisa. Casi desaparece dentro de un hotel y lo pierdo de no haberlo seguido a tiempo.

Actúo calmado como buen cómplice, pero no miento al decir que estoy muy sorprendido. No es la primera vez que vengo a uno de estos, pero si la primera en el centro de Tokyo. Estoy un poco nervioso porque al ser un lugar algo llamativo alguien podría entrar en cualquier momento o incluso venir desde adentro y toparse con nosotros. Aunque estos lugares son terriblemente anónimos y seguros, no me puedo quitar esa sensación mientras aun estamos en la sala principal.

Mi esfuerzo por mantener mi cara de poker es interrumpido por mi compañero.

—¿Cómo usas esto?

—Ah, perdón —me disculpo al darme cuenta que lo deje solo como si supiera que hacer y como—. Las pantallas prendidas son las habitaciones que se pueden elegir, las que están en negro están ocupadas. Una vez eliges, mira de este lado que código toca.

La sumatoria de pantallas una al lado de la otra forman una grilla que ocupa media pared. Más de la mitad están apagadas.

—Tienen diferentes precios.

Efectivamente hay dos precios en cada una, uno encima del otro.

—Eso es estadía o reposo, depende la cantidad de horas que elijas. Además varia dependiendo de la habitación. De todos modos eso lo eliges luego, por ahora mira el código de la que te interesa.

No hay tantas habitaciones libres como uno esperaría siendo un día de semana, pero no me impresiona. De todas ellas hay una que resalta por sus colores rojos. La iluminación, las cortinas e incluso los muebles y decoraciones parecieran estar en llamas. Por supuesto que eso es lo que él termina apuntando con el dedo mientras me mira y se ríe divertido.

—¿De verdad? —digo también riendo, me ha hecho relajar sin quererlo.

—¿Por qué no?

—Está bien, la llamativa será entonces.

Dicen que en la vida hay que probar cosas nuevas. Me encargo de entrar el código correspondiente en la máquina y elijo la estadía más corta.

—Elegí la que dura cuatro horas, trabajamos mañana así que la estadía completa no vale realmente la pena —comento camino al ascensor, una vez dentro, me termino de relajar estando seguro de que es menos probable encontrar gente.

Es jueves y son alrededor de las 9.30, lo lógico seria quedarnos hasta la mañana siguiente pero ninguno tiene sus cosas como para ir a la oficina directamente. Cuando salgamos cada cual irá para su casa.

La habitación está muy bien decorada. Lo que pensé eran cortinas es en realidad el dosel de la cama, es una habitación Real como la que saldría en una película pero con un ambiente atenuado gracias a las variadas luces indirectas del techo y algunas paredes. La cabecera es maciza y está decorada con firuletes calados en la madera y la pared tiene un motivo de flor de liz que recuerda a esos papeles aterciopelados que recubren las mansiones adineradas.

Hay mucho rojo, pero el resto es blanco o símil mármol, y le han agregado aquí y allá algunas replicas de piezas de arte. Ninguna es conocida. Me acerco a una escultura cerca de la puerta de un joven hombre griego desnudo que termina a medio muslo y pongo una mano en su cabeza.

—Mira, tienen una estatua tuya y todo.

—Ese no luce para nada como yo.

—¿Cómo que no? Si el cabello es igual.

Wolfram se acerca mordiéndose el labio de enojo a la vez que sonríe sin poder evitarlo y me toma el rostro apretando sus pulgares en mis mejillas. —Luego no te quejes cuando en las películas escuchas que dicen que los asiáticos son todo iguales. —Es verdad, puede que yo esté aplicando el mismo prejuicio.

Nos divertimos bastante explorando la habitación, ambos estamos completamente relajados y nos hemos puesto un poco tontos.

—¡Mira este! —exclama Wolfram desde un lugar de la habitación que no puedo ver desde aquí, por su cara de sorpresa y la manera que se divierte encontró algo bueno.

La cama está dispuesta con la cabecera contra la pared en el medio de la habitación, hacia un lado hay una pared divisoria no muy alta de color blanco que descubro sostiene una televisión de su otro lado. Esto delimita un pequeño espacio con un sillón doble y una mesilla. Escondido tras esa pared a baja altura hay una enorme pintura clásica japonesa que ilustra el coito de una pareja feudal japonesa. Es bastante obsceno, como la mayoría de esos antiguos dibujos. Los cuerpos retorcidos entre ellos y las ropas coloridas enmarcan mucho los genitales y su bello negro, es el doble de impactante verlo en este tamaño.

—¡Eso ni siquiera pega con el resto de la decoración occidental! —me río mientras lo miro.

—¿Cómo se llamaban esas pinturas?

—Shunga.

—¿Cómo? Estoy seguro de que no lo escuché de esa manera, ¿no era "algo-e"?

—Ahh, si, ukyo-e. Ese es el nombre de toda esa clase de grabados, pero los eróticos se llaman shunga.

—Así que sí sabes de arte cuando se trata de esto —se burla Wolfram mientras enrosca sus brazos sobre mis hombros a mis espaldas. Apoya la barbilla sobre mi y me acaricia un poco mientras yo sostengo su antebrazo de la misma manera afectuosa.

Miramos la pintura porque sí un rato más, solo para disfrutar del abrazo. Estamos tonteando y perdiendo el tiempo, pero está bien porque disfruto mucho que nuestra relación sea de esta manera. De otro modo no hubiera tenido tiempo de explorar tantas cosas.

Vuelvo la vista hacia la puerta por donde entramos. Del otro lado de la cama existe un desnivel de tres escalones que delimita un sector elevado bastante grande, aunque este resulta estrecho gracias el objeto que lo ocupa. En el centro está colocada una gran tina redondeada y blanca puro brillante, es bastante alta como para hundirse hasta los hombros. Alrededor de ese cubículo la luz indirecta es de un color rosado y violeta.

—Eso luce genial, pero no tiene ni puertas —digo.

—¿Que tiene de malo?

—Pues, no tienes privacidad.

—No buscas privacidad si vienes a un lugar como este —me reprocha.

—¿Por que no? Hay gente que quiere bañarse sola primero

—¿Hablas otra vez sobre esa obsesión que tienes de bañarte siempre antes de hacerlo?

—No es obsesión, ¡es cortesía común! Aunque ahora que miro bien, de este lado hay dos puertas, una debe ser el baño, y la otra de seguro es la ducha.

—¿Para qué quieres otra ducha separada si ya tienes esa? —me cuestiona.

Me acerco a la puerta número uno y he acertado a la primera. —Te lo dije.

Wolfram rueda los ojos antes de acercarse a ver. Es un espacio decente con un par de duchadores. El baño en la puerta de al lado resulta bastante más chico.

—Nunca estuve en una habitación tan completa. Aunque no me extraña porque elegimos una bastante cara.

—Está bien, si quieres usar tu ducha privada adelante. Pero yo voy a usar aquella —dice Wolf apuntando hacia la llamativa tina—, y si no quieres mirar, entonces ve entrando ahí y cierra la puerta.

Luego de observarme con una sonrisa torcida, da algunos pasos y me ignora mientras se quita la corbata y la tira en los pies de la cama. A esta le sigue la camisa que va a parar al piso y para cuando sube los escalones lo estoy siguiendo para levantarla.

—Oye, no andes tirando tus cosas por todas partes. —Es raro de él que haga eso, hoy parece más flojo que de costumbre—. ¿Y no te vas a bañar antes de entrar ahí? Vas a ensuciar el agua.

—Oh, déjame en paz, Yuuri. —Al mirar dentro del objeto de cerca exclama sorprendido—. ¡Es un hidromasaje! Olvídalo, voy a disfrutar esto a mi manera, no he visto uno de estos en bastante tiempo.

No le toma mucho a Wolf meter mano a la pantalla con botonera. El agua está llena y se ve clara y limpia porque evidentemente tiene cierto mantenimiento cada vez que el lugar cambia de huéspedes. Mientras él se deshace de sus pantalones y todo lo que le queda puesto excepto su reloj dorado, meto la punta de los dedos desde lejos para testear la temperatura. Está tibia, ¿ya viene precalentada?

Wolfram entra rápido, como un niño que no puede esperar para estrenar un juguete y que piensa que dejar pasar solo un segundo sería una gran perdida.

—¿No te vas a quitar ese reloj?

—Ah, cierto. —Él me lo extiende de inmediato y cuando me estiro para tomarlo desde el segundo escalón agarra mi antebrazo—. Entra aquí también ahora o te arrastraré con ropa —me amenaza sin querer dejar que vaya a bañarme o hacer cualquier otra cosa.

—No bromees con eso, no tengo una muda de ropa extra y no estoy cerca de casa.

—No es problema si viajas mojado, hace calor afuera.

Tenemos aire acondicionado aquí dentro por lo que el ambiente es agradable, pero Mayo ha traído consigo una muestra de lo que será el calor del verano dentro de un tiempo. Las noches son más cálidas y de vez en cuando corre una brisa fresca que resulta más relajante que otra cosa.

—Tsk —chasqueo la lengua—. Príncipe caprichoso.

A pesar de que me quejo, termino quitándome la ropa y entrando con él al hidromasaje.

—Nunca he usado uno de estos.

—¿De verdad? Son geniales.

—Se siente demasiado sofisticado para mi gusto...

—Siempre estás quejándote por cosas que no tienen sentido, solo relájate y apoya la espalda donde corresponde, voy a encender los jets.

El agua ha incrementado la temperatura y eso me está convenciendo, pero Wolf tiene razón y lo que más me convence al instante es la sensación que te da ese masaje de burbujas. Es bastante más fuerte de lo que esperaba y las vibraciones hacen que me cosquillen los músculos de la espalda. En un parpadeo estoy algo más derretido dentro de esta tina con las piernas estiradas para que mis pies lleguen a otro masajeador del otro lado. Cielos, de verdad es relajante.

Somos ambos bastante grandes, pero de algún modo cabemos estando sentados a cada lado. No hay más de dos asientos por supuesto, está específicamente pensado para una pareja y su forma de riñón alargado ayuda a disponer bien dos cuerpos enfrentados.

Wolfram, luego de relajarse un rato, levanta el brazo y lo gira en círculos masajeando su hombro.

—¿Aun te duele?

—No, ya está bien. Es solo que a veces lo siento algo rígido por no moverlo.

—No vuelvas al gimnasio todavía, te queda otro mes de descanso y recuperación. De seguro te excederás si lo haces.

—Deja de sermonearme.

He estado dejándole pasar algunas conductas inapropiadas, pero de vez en cuando le recuerdo que debe cuidar esa lesión. Aunque se queje, se que va a hacerme caso.

Wolfram se da la vuelta en la tina boca abajo hacia el lado contrario y deja de prestarme atención un rato mientras se toma su tiempo en esa pose extraña. Yo cierro los ojos y pienso que no está mal si perdemos una hora completa aquí dentro.

Luego de no mucho, vuelvo a escuchar su voz de nuevo. —Hay un minibar ahí atrás.

Abro los ojos y noto que más allá de su cabellera rubia ondulada no había solo toallas, una planta decorativa y una mesa. Ciertamente es un pequeño refrigerador cuadrado de mas o menos medio metro. Está algo escondido porque ese sector no da a la pequeña escalera y hasta ahora no había indagado mucho sobre este área.

—¿Ya vas a salir? —le pregunto cuando lo veo moverse con esas intenciones.

—No, quiero ver que tiene.

Tomando una de las toallas para enroscarla en su cintura, Wolfram camina hacia un sector tapizado de alfombra roja descalzo y levanta un papel de la mesa. Luego de una ojeada, directamente abre la puerta y se pone en cuclillas, su cuerpo me tapa la vista hacia el interior. Tras revolver y curiosear un rato voltea emocionado con una botella en la mano.

—Mira lo que encontré.

—¿Qué es eso?

—Champagne.

Cada día estoy más convencido de que era alguna clase de niño rico o algo parecido. Está emocionado.

—Demasiado caro.

—Oh vamos. —Él toma la lista y la realidad le golpea en la cara, debe de haber visto demasiados ceros. Ya nos hemos dado el gusto con la habitación y no es que tengamos un sueldo tan malo, pero no es bueno despilfarrar tanto en gastos innecesarios—. A quien le importa, no me he comprado nada para mi cumpleaños de todos modos.

—¿Es en serio...? Oye, si lo abres ya no podremos devolverlo... Ah.

El envoltorio dorado de metal está roto. Rayos. Me obligo a no estresarme dentro de este increíble lugar y los masajes que he podido disfrutar a solas ocupando todo por corto tiempo. Me levanto un poco para tomar las dos copas alargadas que trae en una mano, sostiene la botella en la otra y no quiero que resbale intentando entrar con tantas cosas. Están frías, al parecer estaban guardadas junto con las bebidas.

—No me mires así, soy yo el que decidí comprarlo.

—Pagaré la mitad de todos modos. Lo hecho, hecho está —digo.

—Ya me has dado un regalo. La estadía, la bebida y cualquier otra cosa de esta noche van por mi cuenta. No he estado gastando mucho últimamente así que no te hagas problema. —Según él, esto seria alguna clase de gusto extravagante de una vez en mucho tiempo. Pero no estoy convencido—. Además, me acompañaste hoy a la muestra.

—No tienes que retribuirme por eso.

—Pero quiero hacerlo.

Lo pienso un segundo y me niego de nuevo. —Aun así quiero pagar la mitad.

Wolfram rueda los ojos sosteniendo la copa llena que ha servido mientras discutíamos y da por finalizada la charla sin aclarar más nada. Se ha puesto terco pero yo no he dado el brazo a torcer tampoco, así que por el bien de nuestro buen humor ha preferido el silencio. Ya veremos que sucede cuando realmente llegue la hora de sacar la billetera del bolsillo, pero me he hecho a la idea de que nuestra pequeña salida improvisada será algo más costosa de lo esperado.

El primer sorbo es amargo y seco, además de las burbujas. Recordaba que seria algo así, aunque hace mucho que no lo bebo. Llego a terminar una segunda copa tras un largo rato y para cuando quiere servirme la tercera me niego.

—¿Ya no quieres mas? —me pregunta asombrado—. Apenas has tomado.

—En realidad no me gusta tanto. Lo que más prefiero es la cerveza.

—Hunf.

Ese ha sonado a: "inculto que toma cosas baratas del supermercado". Lamento, Señorito, el tener gustos tan simples.

—Además, no es bueno tomar alcohol en el agua caliente. Voy a salir, y mejor tu también. Puedes terminar la botella en la cama.

Me observa ahora con una expresión picara que cambia de repente. —¿Estás tan apurado?

No le hago caso y al pasar a su lado para tomar la toalla revuelvo rápidamente su cabello de manera ruda. A Wolf no le gusta que haga eso, pero ha entendido y está saliendo.

Caigo tirado boca arriba en esta cama tamaño King que podría albergar a una familia de hermanos quintillizos de secundaria y me relajo mientras él se sienta con su botella. A los pies de la cama en el borde, disfruta su copa de una manera que lo haría lucir bien para una fotografía publicitaria si estuviera usando una bata.

Pasa un largo rato entre que yo estoy tirado aquí sin hacer nada cerrando y abriendo los ojos de nuevo, y él también se toma su tiempo para disfrutar su capricho.

—Es un tanto extraño estar un Love Hotel haciendo esto.

—¿Haciendo qué?

—Nada.

Wolfram voltea con una mano sobre el colchón que se hunde por su peso y me mira sonriendo. —Entonces si estuviste todo el tiempo pensando en eso.

Lo observo sin cambiar mi pose de estrella marina varada en la arena hasta que aflojo la tensión de mi cuello y dejo caer mi cabeza. Mirando al techo decido ser sincero. —Si. Pero no del modo que crees, en realidad la estoy pasando bien de esta manera.

—Voy a guardar esto de nuevo en el refrigerador, ¿seguro que no quieres una copa más?

Niego levantando una mano y agitándola en el aire sin dejar de ver el techo donde la proyección rosada de la luz indirecta forma unas texturas decorativas. Ahh, estoy bastante relajado y no me importaría si se toma más tiempo con eso.

Pero al sentirlo volver a paso descalzo apresurado me levanto. Al subirse a la cama lo veo tomar algo haciendo un bollo sobre las sábanas y arrastrase hasta arriba, obligándome a ir hacia atrás con su mano en mi pecho. Acorralado con la espalda casi contra la cabecera de la cama, observo las dos tiras de tela que hora se extienden entre sus manos con el ruido de una caricia sobre la seda. Son nuestras corbatas.

—¿Qué haces con eso?

Casi sentado a horcajadas de mis muslos con tan solo una toalla que le cubra, Wolfram se pasa la lengua con por los labios y responde con sus ojos verde esmeralda clavados en los míos.

—Como no aceptaste que te invitara nada por haberme acompañado hoy a la muestra, voy a tener que improvisar algo.

Parece que la hora de no hacer nada se ha acabado. Pero... ¿en qué me he metido esta vez?

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Continuará...

 

Notas finales:

This girl is on fireeeee~! (auspicia esta cortina musical Alicia Keys) Hola todos, ¿cómo están? Como ven yo bastante entretenida escribiendo jaja. Este es un capítulo mas corto pero quería cortar antes de la escena picante para dar un descanso. Creo que se sobreentiende como vamos a empezar el siguiente. Me gusta poder avanzar a buen ritmo estas partes porque siento que aportan algunas cosas a la pareja, pero no a la trama general en la que quiero sumergirme de lleno más adelante. Esta historia progresa a través del tiempo mucho más de lo que seguro esperan ^^ Mi plan es como mínimo avanzar a buen ritmo para llegar al primer salto temporal importante, pero aun me quedan unas cuantas cosas por cubrir.

Bueno, dejando los spoilers de lado, no tengo nada cultural o relacionado a referencias que aclarar. ¡Muchas gracias por mantener su interés en mi historia y nos leemos la próxima, o en los comentarios!


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