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Enredos de oficina por RedGlassesGirl

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Enredos de oficina – Capítulo 20

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¿Cómo es qué terminé en esta situación?

Me froto el cuello nervioso pero también levemente tenso, aun siento el dolor fantasma de una contractura que pensé había eliminado. Fugazmente recuerdo la causa ya algo lejana relacionada a un amateur bondage, si es que siquiera se le puede llamar así. Por costumbre miro con disimulo el borde de mi manga, no hay ninguna marca a la vista en mis muñecas, además, la mayoría ya se ha desvanecido del todo.

Estoy comenzando a notar que se vuelve una costumbre que me suceden cosas fuera de lo común en lo que siempre consideré una normal pero algo aburrida vida.

A ambos lados de la mesa, Wolfram se encuentra sentado enfrentando a la mujer que es su mánager, y por alguna razón yo he terminado envuelto en esto. Levanto mi pocillo de café sin llamar demasiado la atención de nadie y voy dando lentos sorbos a la amarga bebida caliente mientras los observo a ambos con timidez.

Esto luce exactamente como una cancha de tenis conmigo como referí apostado en el centro. Wolfram ha intentado marcar un tanto y rehusarse ya tres veces.

Las primera ha sido directa, de una manera que intimidaría a cualquier persona japonesa, y las otras dos han sido más sutiles pero igual de evidentes. Para el estándar de negocios, algunos podrían haber i incluso considerar las indirectas como ofensivas si es que se toman a pecho el ser subestimados al leer entre lineas.

Pero esta señorita llamada Mari no se parece a lo que uno imaginaria al escuchar esa conocida canción para niños. La menuda figura de ojos brillantes tiene una expresión encendida, me recuerda muchísimo a la personalidad que tenía mi primera novia. Aunque demuestra calma, nunca da el brazo a torcer y continua intentando realizar sus planes de manera testaruda.

—¿Por qué supone un problema? —cuestiona ella con energía por vaya a saber cuánta vez.

Usualmente alguien no pediría tantas explicaciones de manera tan insistente, lo dejarías pasar ya que la persona te ha dicho que no reiteradas veces y no presionarías más al respecto. Pero ella quiere saber todos los detalles y sigo en la duda de si su perseverancia es una excepción ante este extranjero o si ella es así todo el tiempo con todo el mundo. No sé quien la haya apuntado para este trabajo, y tampoco sé si debería felicitarlo por su decisión acertada o cuestionar que se arriesgara tanto a que esta relación laboral salga muy mal.

Ignoro completamente las vibras negativas de Wolfram a las cuales soy ajeno y levanto la mano para pedir una nueva bebida. Mi intercambio con la señorita de la cafetería que me atiende vestida con un delantal marrón pareciera hasta inexistente ante ellos.

Mari ya no tiene otra cosa de que hablar, ha quedado claro cuales son los entregables de diseño, cuales son las fechas de entrega, y Wolfram ha accedido a todo el resto de sus peticiones. Si ella aceptara lo único que él no quiere hacer, entonces nos iríamos todos a casa contentos.

¿Y cual es mi rol en todo esto? Sinceramente no lo sé porque es ella quien me ha pedido venir aquí y hasta ahora solo he intermediado con un vago "tal vez algo de publicidad ayude con las ventas". Si cree que puedo darle una mano en convencer a Wolf de algo que no quiere hacer, está bastante equivocada en pensar que soy de alguna ayuda.

La cuarta vez que Wolf se niega es como la primera, y parece que volvemos a comenzar todo de cero. No estoy seguro de decir que se ha comenzado a negar solo por encaprichamiento.

—No voy a hacer la sesión de fotos. De todos modos no tengo tiempo para pensar en eso.

Comienza a llamarme la atención el hecho que está buscando cualquier excusa vaga, pero a su vez puedo entenderlo. Si todas las otras maneras no han funcionado con ella, entonces probablemente ha decidido intentar de un modo diferente.

—No hay problema, hay varios fotógrafos en la compañía, puedo arreglar la hora y el lugar a conveniencia. Solo dime cuando y tomaré nota.

La mánager voltea varias páginas de su agenda para acceder al calendario mientras siento que la irritación de Wolfram me quema el lado derecho del cuerpo. Tengo un mal presentimiento acerca de esto.

—¿No le parece, Shibuya? Es realmente conveniente.

—¿...Eh? —No solo me toma por sorpresa, sino que no tengo respuesta para esta mujer sonriente—. No lo sé.

A ella no le importa mi estúpida honestidad y comienzo a preguntarme si realmente no se da cuenta del ambiente. Está muy en su mundo, actuando así no se parece tanto a la mujer que conocí en la muestra. Las apariencias engañan.

—No se trata de los horarios —dice Wolfram.

—¿Entonces es el lugar? Siempre contemplamos que tienes un trabajo regular y esto es solo un freelance. Trabajan en el mismo lugar —dice ella observándome, yo no lo he mencionado, puede que haya sido Wolf en otro momento—. Si es una zona como mucho movimiento puede que haya manera de conseguir un estudio fotográfico cerca. Sería bastante cómodo, ¿no le parece, Shibuya?

Me la quedo mirando por segunda vez, creo comprender que busca la manera de darme pie porque necesita que la ayude. He aceptado venir así que decido opinar brevemente por cortesía.

—Si es algo rápido, ¿...no debería haber problema? —digo mirando a Wolfram no muy seguro.

Estoy tanteando cual es su respuesta si decido intervenir. Para mi no parece la gran cosa lo que le están pidiendo, pero supone un esfuerzo extra que no todos querrían hacer. Personalmente, yo hubiera intentado rehusarme por vergüenza a hacer una sesión profesional como esa, pero estoy bastante seguro que no hubiera superado este nivel de insistencia. Aunque estoy convencido de que en el caso de Wolf hay algo más detrás de esto.

Él no reacciona ni bien ni mal ante mi comentario, es bastante neutral. Me alegra que no se enojara conmigo pero a su vez me hubiera gustado tener una pista de que hacer luego. Decido rápidamente no intervenir mucho más que esto, no soy quien para decidir por nadie.

Lo que nunca hubiera podido esperar es que todo escalara tan rápido desde el momento en que él abre la boca de nuevo.

—No es el horario o el lugar —se niega Wolfram y el tono de su voz se enardece impaciente, sonando una octava más agudo como pasa siempre que se pone algo histérico—. No voy a hacerlo. No quiero hacer la sesión de fotos, y no me interesa si se pierde publicidad en el proceso. Ya tiene las fotos que les he enviado antes, pueden arreglarse con eso.

—Aquellas fotos están bien para las redes sociales y para lo poco editorial que se ha hecho, pero necesitamos mejor calidad para una nota completa. Los diseñadores han pedido un paquete fotográfico de estudio para una doble página.

—Entonces está decidido. No lo hacemos —dice Wolfram tajante cruzándose de brazos.

—¡Pero la publicidad extra sería el mejor curso de acción para la campaña! Obtuviste muy buenas ventas en la muestra, y el número de la revista está vendiendo bien también. Si ahora se puede incluir una nota más completa en la publicación mensual a gran escala no hay que dejar pasar la oportunidad. ¿No les parece? ¿Shibuya? ¿Eres un mánager también, cierto? ¿Qué piensa?

Ella no está desesperada, pero también se enardece, la noto convencida de que sus planes son lo correcto. No tiene malas intenciones, pero se ve que ha tomado personal no aceptar un no por respuesta.

Antes de que yo pueda negar que no he tenido un ascenso en el trabajo a un puesto de mánager ni nada parecido, Wolfram continúa. Puedo ver su ceja enarcada palpitar, no se si es mi imaginación que lo hace cada vez que ella busca mi apoyo.

—No me interesa venderme a mi mismo, ¡estoy tratando de vender mi trabajo! —dice de manera directa y sin rodeos lo que yo he estado pensando desde hace un tiempo.

—¡¿Y por qué no ambas cosas?! Eres el artista detrás de esto. Al principio se estaba buscando un diseñador estable, pero ahora están interesados en tu trabajo como ilustrador, por eso es que creo que deberíamos seguir reforzando tu imagen de artista. Una sesión de fotos —dice ella levantando el dedo frente a su rostro como en una suplica—. Una sola sesión para la nota y veremos que sucede luego.

Es en el momento en que Mari voltea sonriente y completamente emocionada hacia mi cuando lo siento avecinarse, pero no me da tiempo a reaccionar. Lo he estado viendo en lo profundo de su mirada y también lo he sentido con el temblar de su pie que golpetea el piso insistente cerca del mio. Es como un pequeño terremoto que va creciendo.

—¿Que piensa, Shibuya?

—¡Shibuya no piensa nada!

La mano que golpea la mesa hace resonar la madera y tintinear las tazas, así como voltear las cabezas del resto del café que termina por un segundo en silencio.

—¡¿Y cuantas veces quieres un no por respuesta?! ¡Ya acabamos con esta charla! Obtendrás de mi el trabajo gráfico que me pediste, nada más ni nada menos, y luego veremos que pasa con este contrato si no están conformes. Siéntete libre de que tu compañía se busque otro modelo al que comercializar de manera barata si eso es lo que quieren. ¡Yuuri, andando!

Apenas tengo tiempo de tomar mi maletín que está colgado en el respaldo de mi silla y de lanzar una fugaz mirada a la perturbada mujer con los ojos muy abiertos. Lo siento, no puedo compadecerte. Solo hago una rápida reverencia con la cabeza y me doy la vuelta.

Sigo a Wolfram de cerca observándolo caminar apresurado hacia algún lugar que no me ha dicho. Su exabrupto ha sido algo raro, pero como lo veo demasiado enojado le sigo la corriente. El destino final está cerca, es una panadería a dos calles de distancia luego de haber doblado un pequeño trecho, hemos pasado por esta calle antes del encuentro.

Los paquetes triangulares de sándwiches de fruta con crema van a parar uno tras otro a su cesto, literalmente ha tomado uno de cada variedad que había en la refrigeradora. A pesar de su humor, no trata mal a la cajera pero es seco, y sigue sin siquiera mirarme aunque reconoce que lo estoy siguiendo.

Él no me ofrece nada cuando nos sentamos a la salida de un edificio de oficinas muy similar al nuestro. El parquisado es amplio y hay sectores con bancos de cemento alrededor del árbol principal en el centro. Es un día soleado y caluroso, siento la transpiración caer por mis lumbares dentro de mi camisa y es inevitable quitarme la chaqueta del traje de negocios que llevo puesto.

El flequillo de Wolfram que usualmente se ve pulcro está algo descontrolado y se pega a sus sienes, la transpiración cae por una de sus patillas y su cuello. Aun se le ve enojado y tiene las cejas muy arrugadas en el medio, así que no me atrevo a preguntarle si se siente bien o si preferiría ir a algún lugar con aire acondicionado. Por ahora parece que la sombra sin viento que provee la naturaleza es suficiente.

De la misma manera algo violenta en que fueron comprados, los paquetes se van abriendo uno a uno y los sándwiches frescos desaparecen. Lo observo hacer su truco de magia con los dos primeros, y es al tercero donde intervengo metiendo la mano en el medio.

—Bueno, creo que ya es suficiente.

—¿Qué pasa, te gusta el mango?

—Mm, no me apasiona pero tampoco me disgusta. Igualmente no se trata de eso, si sigues comiendo así te va a dar un atracón de comida. Y tienes como diez paquetes ahí, ¿te los piensas comer todos?

—Por supuesto.

Su respuesta decidida me hace revolear los ojos.

—Son todos míos, y me los voy a comer todos —dice de una manera terriblemente infantil pero con un tono de voz sumamente enojado, incluso los acumula más dentro de la bolsa que tiene en su regazo como protegiéndolos—. Te daré solo uno. —Me ofrece extendiéndome lo que saca del paquete, ni siquiera es una porción entera.

"Y mejor no pidas más", o eso es lo que estoy imaginando que dice en su mente. Ahí termina su muestra de amabilidad y sus ganas de compartir, las cuales parecen los modales que te ha inculcado tu madre insistentemente y entonces das el brazo a torcer con tu compañero de grado aunque no te guste.

—¿Te sientes bien? ¿No quieres algo de beber con eso? —Aunque he preguntado, decido por mi cuenta que eso es lo que necesita y dejo mi maletín en el asiento—. Espera aquí, voy a conseguir algo frío.

Cuando regreso con dos botellas deportivas me convenzo de que ha sido lo correcto. El sudor de Wolfram no ha amainado al estar a la sombra, comienzo a notar los detalles que antes he dejado pasar. El cuello de su camisa está empapado y hasta su pose para sentarse no es buena. De todos los sándwiches dulces quedan tres increíblemente. Pasa por su garganta forzosamente el que está en su mano entre tragos gigantes que agotan su bebida enseguida, está claro que no come porque lo disfruta.

Así que es de los que combaten la ansiedad y el estrés con atracones de comida. Pero nunca lo había visto hacerlo, así que no estoy seguro de si es una costumbre o algo reciente. No puedo decir nada al respecto, yo hago compras por ansiedad y siempre termino con un par de hermosos botines de béisbol que no tengo donde usar luego. Podría armar una colección si expusiera en una pared de la casa todo eso que está en el fondo del armario.

—¿No te quieres quitar la chaqueta? —le pregunto. Aun está usando su traje gris plomo completo, no ha hecho como yo que he descartado con apuro la mía negra hasta hace un rato.

—No, está bien —se niega al instante.

Entonces pasa un tiempo en el que me vuelvo a sentar y le ofrezco también la que era mi bebida. Está claro que solo se ha negado porque sí, porque es terco. Pero ya no puede más. Es entonces cuando explota de nuevo.

—¡¿Por qué hace tanto calor en este país?! ¿Qué demonios pasa? ¡Y es tan húmedo! —se queja de un tirón marcando demasiado su acento y arrastrando las palabras entre dientes, ahí van los últimos dos sándwiches—. En Alemania hasta hay nieve cuando comienza la primavera de vez en cuando, ¡y al menos corre una brisa fresca bastante seguido!

Hay un par más de frases en alemán que pasan demasiado rápido para que comprenda más que unos extraños gruñidos.

—Estamos por entrar en el verano, si ya tienes calor, no sabes lo que se viene.

—¡Ya lo sé! Lo viví el año pasado y es horrible, lo detesto. Odio el verano, quiero que llueva para que pase este calor.

—Si llueve va a ser peor —le digo mientras lo veo tomarse toda la botella.

—Voy a quitarme esto —refunfuña y me hace caso, descartando rápidamente la chaqueta para dejar a la vista la camisa azul celeste que le he regalado hace poco.

Hay manchas de sudor aquí y allá en ella, pero nada puede arruinar realmente su imagen. Cuando se tira el cabello hacia atrás y despeja su frente se vuelven más evidentes sus ojos verdes. Sus cejas aun fruncidas son de un rubio oscuro y están dibujadas de una bonita manera que termina en un quiebre recto. Me quedo un momento mirándolo.

—¿Estás mejor? —pregunto tras mi largo silencio en el que solo esperaba que se calme.

—No.

No se si es su honestidad o que tiene el no fácil comparado a los japoneses lo que me hace reírme. A esta altura del partido ya estoy acostumbrado.

—¿Quieres otra bebida fría?

—No, ya no puedo comer o beber más nada —me responde echándose hacia atrás con las manos sobre el banco, voltea la cabeza hacia mi de manera que cuelga desprolija de lado—. ¿Quieres una?

—Puede que luego, aun tengo sed pero prefiero estar a la sombra un rato.

Ahora mira hacia el otro lado. Lo que dije es verdad, pero él sabe que estoy esperando. Le cuesta un buen rato dar el brazo a torcer y relajarse.

—Te dije que tengo una mala personalidad.

—Ya veo —respondo sin mucha emoción pero a Wolf no le importa.

A diferencia de algunas personas que toman en cuenta todos los pequeños detalles, el parece saber de manera innata cuando pasa algo malo con mi tono de voz. Y de no haber nada especial, no se toma a pecho la forma en que digo mis comentarios, incluso si son faltos de emociones a veces.

—Estoy de mal humor hoy —se justifica de manera diferente.

—¿Es el calor lo que te tiene mal?

—Hump.

Hay algo que no quiere largar fácilmente. Pero ya que no tiene que disculparse conmigo, no se preocupa de hacerme esperar y se toma su tiempo. Cuando habla de nuevo es otra catarata de quejas.

—No tuve el mejor de los días en el trabajo, parece que nadie puede hacer nada bien por su cuenta. ¿Qué no hay nadie que sea capaz de ser autónomo? ¿Y por qué no hacen las cosas bien a la primera y rápido en vez de una y otra vez a medias y quedarse después de hora? ¿Por qué le tengo que estar recordando todo a todo el mundo? ¡¿Y por qué tengo que cubrirles si luego no llegan a completar sus tareas?! ¡Y lo peor es que me critican a mi porque me voy a horario cuando yo si termino bien mi trabajo y a tiempo! ¡El mio, y el de los demás también!

—Ya hablamos de eso una vez Wolf, es algo cultural. Obviamente los jefes halagarán a quienes se quedan de más por el esfuerzo. No significa que tengan derecho a reclamar algo si no les debes nada, supongo.

—¡Por supuesto que no hay nada que reclamar, si he entregado todo como siempre! Incluso cuando piden cosas para ayer que son imposibles lo he logrado siempre a horario.

Él es demasiado Alemán y nosotros demasiado Japoneses. Ese es el único problema.

—¡Y este calor! —comienza de nuevo y su voz suena graciosa, el enemigo número uno del hombre apuesto parece ser el sol y el pavimento que lo refleja—. ¡Me estoy muriendo! Que asco de humedad. Si quisiera este clima me hubiera ido a la selva.

Me río un poco de su comentario mientras bajo la vista y me alegra ver que ha largado todo y se ha relajado. Pero cuando agrega algo más pasado un momento en silencio me doy cuenta que había algo sobre mi que le estaba molestando.

—¿Por qué tuviste que venir hoy? No me gusta que tenga tu número personal.

Enarco las cejas y lo miro directo, pero él me está evitando y continua con la vista fija en el piso con los codos sobre las rodillas ahora que ha terminado su aspaviento.

—Le di mi número en la muestra porque era tu mánager, tu le contaste que un amigo había sacado tus fotos así que no sé que es lo que imagina de mi. Además malinterpretó que también soy un mánager.

Yo no tengo la culpa y él lo sabe, por eso aleja los ojos.

—Aun así no me gusta —dice secamente mientras toma otro sorbo de la bebida con la barbilla demasiado en alto.

Está evitando mirarme cada vez más y no puedo evitar formar una leve sonrisa. Le creo cuando dice que le afecta el clima ya que está acostumbrado a ambientes más fríos, y también le creo sobre su mal día, pero sigo noventa y nueve por ciento seguro de que hay algo más detrás de esto y que ya he descubierto que es.

Por fin da el brazo a torcer del todo cuando se lleva la mano al cabello para acomodarlo de nuevo y se apoya hacia atrás mirando al cielo. De un momento a otro deja salir un largo suspiro y me ahora hacer la pregunta que tengo en la punta de la lengua.

—Los celos y yo no somos realmente compatibles.

¿Estás celoso? La respuesta a mi pregunta definitivamente es si. Me río de él con un poquito de culpa. Aunque me corre la cara ofendido se que está mucho más relajado.

—Es una mujer casada, ¿sabes? No hay ni siquiera una chance. Por varias razones.

—No me importa —se cierra por completo—. Déjame solo, ya se me va a pasar.

Soy yo el que suspira ahora al verlo completamente obstinado, no tiene remedio. Le dejo su espacio y termino tomando el último sorbo que ha quedado en el fondo de la botella, ya casi no está frío pero al menos moja mi garganta. No se si lo ha dejado a propósito.

—¿Quieres contarle? —digo de repente en tono más serio mientras me concentro en cerrar la tapa. Veo que Wolfram voltea por el rabillo del ojo y lo miro sin titubear—. ¿Quieres contarle que estamos saliendo?

Sus cejas se arquean hasta casi el nacimiento de su cabello y cualquier clase de sentimiento de enojo decae varios niveles de golpe.

—No, no es necesario —se niega enseguida evadiendo el tema—. Sé que no pasa nada, y que tampoco pasará por muchas razones, pero me he enojado y tengo un humor de mierda, y un día de mierda. No me gusta sentirme así, no quiero sentirme así, pero a veces no puedo controlarlo.

Wolfram se lleva las manos al rostro echado hacia adelante y se quita el sudor de la frente, se lo ve bastante estresado. De repente se levanta y toma sin cuidado su bolso.

—Me voy a casa.

Simplemente no puedo verlo así.

—Oye, no te vayas —le ordeno.

Él me hace caso de cierto modo, pero se lo ve indeciso. Cabizbajo, desganado y como si hubiera sido regañado aunque no le he dicho nada puntual arrastra el borde del zapato en el piso con insistencia.

—No tengo ganas de hacer nada hoy.

—No tenemos que hacer nada, pero prefiero que vengas a casa a que estés solo. Puedes tomar un baño y descansar. Incluso creo que tengo un par de antiácidos para todo eso que te comiste.

Lo veo dudar sin que le cause gracia mi chiste. A fin de cuentas decide seguirme ya que me pongo firme en lograr que venga y le insisto durante un rato.

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El viaje a casa se hace sin charla de por medio disfrutando del aire acondicionado del tren en silencio, hay bastante gente pero ya ha pasado la hora pico.

Al llegar, Wolfram se acuesta a dormir luego de un baño y tomar mi ropa prestada de verano de entrecasa. Me ha dicho que tanto para la enfermedad como para otros problemas se cura durmiendo. Como ya lo conozco y se que es firme con sus costumbres, he decidido no molestarlo. Incluso si pasa todas las horas que nos quedan libres luego del trabajo en la cama voy a dejarlo tranquilo.

Mientras tanto me encargo de su traje de la misma manera que el mio y una vez terminado eso quedo libre para también darme un baño. Me siento fresco al salir para hacer una que otra tontería como acomodar parte de la compra que he dejado en la mesa de la cocina. Al quedarme sin tareas del hogar, ya que tengo una rutina simple pero efectiva, me dedico a jugar un video juego como a veces termino haciendo por las tardes para relajarme mientras pierdo el tiempo. Es allí sentado en el sillón frente al televisor donde me encuentra mi soñoliento compañero.

Wolfram, no tan descansando como hubiera esperado, se para desalineado en medio del living. He escuchado sus pasos y volteo. La vista que encuentro frente a mi es deplorable pero graciosa. Con una camiseta holgada y desteñida, shorts deportivos, pantuflas y el cabello todo revuelto se ve bastante simpático. No puedo evitar notar que tiene los ojos hundidos, pero antes de poder decirle que puede volver a acostarse si lo desea, si es que no ha venido a buscarme por algo en particular, él habla por su cuenta.

—No puedo dormir —dice mientras se sienta en el sillón cuando me muevo a un lado.

A pesar del tiempo que hemos pasado juntos y que cada día lo conozco un poco más en profundidad, hay un prejuicio que no puedo desaparecer del fondo de mi mente. No debería endulzarlo con palabras bonitas ya que probablemente eso solo es alimentar al niño mimado dentro de él. Esta impresión que no se si está errada se debe al aura de principito que suelo imaginar cuando pienso en una versión mucho más joven de él.

Continuo jugando sin tocarlo ni realmente voltear demasiado. A pesar de mi evidente frialdad no se muestra incomodo, y se podría decir que está bastante acostumbrado a mi forma de actuar. Probablemente esto se debe a que sabe convivir con mi yo japonés sin ofenderse. A él no suele molestarle cuando no me muestro cariñoso. Tampoco sufro ese problema que he vivido varias veces en el pasado en esta relación, ya que nadie me reclama que debo actual de tal o cual forma mi papel de novio o amante.

Dicho esto, Wolfram no solo convive conmigo de este modo apacible a veces, sino que también le importan un bledo los detalles como si yo respondo a sus demostraciones de cariño. No pasan demasiados minutos hasta que se reclina y se pegotea contra mi hombro, enroscando una por delante hasta mi flanco derecho. Pasado un rato siento la necesidad de hablar.

—¿Te duele el estómago? —le pregunto volteando la cabeza para verlo.

—No —me responde genuinamente y me mira con una expresión tranquila a los ojos.

Me impresiona que no tengan repercusiones todos esos sándwiches con crema. ¿Cuantos se comió? ¿Compró como siete? ¿Venían dos en cada paquete? ¿Dónde han ido a parar? La intriga me ataca mientras él se dedica a acariciarme suavemente con el pulgar y yo continuo con la vista pegada en el televisor.

—Son las ocho, ¿quieres cenar algo? —le pregunto confiando en que de vedad no tiene una inminente gastritis.

—No tengo hambre ahora. Y no me molesta cenar tarde o trasnoche.

No cuestiono sus malas decisiones de horarios para las comidas y me dejo llevar por una idea un poco salida de mi rutina esta vez.

—¿Ya estás mejor? —Decido ser directo.

—El clima aquí está mucho mejor, y aunque no he dormido recostarme me ha ayudado. Aunque puede que necesite intentar relajarme un poco más.

—Es normal tener malos días. No puedo criticarte, a veces también me dan esos ataques de ma humor y hasta el tener hambre puede hacer que le quiera comer un brazo a cualquiera.

Wolf resopla una risa y presiona más su agarre contra mi cuerpo.

Probablemente yo he cambiado también. Es decir, así como Wolfram se ha japonizado un poco, yo debo de haberme occidentalizado mucho porque eventualmente me rindo ante sus muestras de afecto. Acepto su besuqueo un poco reticente al principio, pero no tardo en dejarme llevar. Es como si él demandara una atención de mi parte para mejorar su humor por completo.

Me comprendo bien a mi mismo y a la vez no. Creo entender por qué he entrado en una nueva etapa donde me inclino por ser más distante, y a su vez me siento al borde de un abismo sentimental mientras nos quedamos viéndonos a los ojos. Al parecer ese destape emocional que he tenido hace poco me ha pegado más duro de lo que parece. Si no me resisto lo suficiente caeré de cabeza a un pozo sin fondo sin saber lo que me espera debajo.

Necesito cortar con la dulzura haciéndome el desentendido.

La manera más simple es tornando las cosas sexuales aunque Wolf no haya dado realmente pie a eso. Bajo del sillón entre sus piernas, tratando de no pensar cuanto extraño la caricia del roce de su rostro contra el mio mientras nos besábamos suave y cariñosamente. Probablemente pronto pueda volver a sentir sus dedos masajeando mi nuca entre el cabello, aunque será en circunstancias más acaloradas y completamente diferentes.

Tironeo del elástico de los pantalones mientras le doy un mordisco al bulto suave entre sus piernas sin pudor alguno.

—¿Qué estás haciendo? —me pregunta entre sorprendido y divertido.

—¿Qué te parece que estoy haciendo?

Mi inusual tono sarcástico, y puede que algo pretencioso, hace que me gane una penetrante mirada de ojos verdes. Por alguna razón desde que estamos en casa me he puesto de un humor complicado de manejar, y estoy siendo muchísimo más directo que de costumbre. Wolfram lo nota, pero se mantiene en silencio. Puede que haya cierto paralelismo en mis actitudes rebeldes respecto a las suyas durante el día.

Desde que se levantó ha estado más callado. Dudo que sea porque tiene algún remordimiento, ni tampoco creo que se haya sentido reprendido por mi en ningún momento. Lo que parece es que simplemente ha consumido su fuego interno. Me encargaré de encender de nuevo la llama. De una forma muy diferente.

Mi plan era empezar con artillería pesada, pero me veo tentando a dispersarme comenzando por su estómago. Muerdo cerca de su ombligo de manera tentadora y rodeo la zona, besando caminos de ida y vuelta sobre su vientre. Me aseguro de ser suave por momentos, jugando con las sensaciones de los roces apenas perceptibles.

Sé que esto no le pone tanto. Si fuera yo, estaría temblando y babeando como un loco totalmente entregado pasado tanto tiempo. Es mientras pienso en que quiero verlo actuar de ese modo en el mundo real y no el de mis fantasías que subo hacia su pecho. Repito la misma clase de menesteres sobre una de sus tetillas, reduciendo a Wolf en poco tiempo al estado de un flan que se desliza por el sillón con los huesos flojos. Antes de que se deje caer más le quito la remera holgada rápidamente para poder trabajar tranquilo.

Ahora que su piel está libre y expuesta puedo dedicarme a lamerlo entero. Literalmente. La presión y humedad de mi lengua en ciertos lugares incrementan el volumen de sus suspiros y siseos. Wolfram se inclina de lado y aprovecho para recostarlo a medias, subiendo por su hombro hasta el cuello y presionando con fuerza con la lengua sobre los tirantes tendones. Hasta debajo de la mandíbula, delineando ese hueco ensañado y luego volviendo sobre los mismos pasos.

Muerdo con algo de fuerza la juntura de su cuello con el hombro y chupo sin contenerme. No lo dejo ir como suelo hacer siempre, volviendo a repetir la succión luego de algunos lameteos.

—No dejes marcas en lugares visibles —se queja Wolf.

Me emociona escuchar que le falta el aliento y su calma es un acto demasiado evidente. Me niego a hacer caso de inmediato y solo tras unos mordiscos más le suelto. Me traslado sobre un pectoral y me aseguro de que mis labios le produzcan cosquillas al hablar pegado contra su piel.

—¿Entonces en un lugar poco visible está permitido?

No espero su permiso, simplemente comienzo a succionar mientras lo sostengo por el hombro y con mi otra mano rodeo su espalda baja. Esa mano no tarda en entrometerse entre el sillón y su trasero.

Nunca he tenido una fascinación por marcar a mis parejas como la tiene otra gente, apenas tengo recuerdos de haberlo hecho alguna que otra vez por curiosidad en el pasado. Puede que hoy si me vea tentado de dejar un pequeño rastro en un cuerpo ajeno para mi satisfacción personal.

Observo a Wolfram de reojo mientras trabajo en eso, él no cuestiona y hasta termina por acariciar mi cabello. Si me trata así es difícil contenerme, una marca se convierte en dos o tres, y decido parar antes de que estos pectorales pálidos y cuadrados terminen como piezas de dominó.

Ignorando por completo las marcas que no quiero ver en detalle como han quedado para no sentir culpas de haberlo lastimado, decido concentrarme en lo importante. Me gusta encontrarme con Wolfram justo como lo quería, erecto y excitado, pene rosa en sangre y el liquido preseminal suave en la punta de mis dedos. Realmente no puedo pensar en otra cosa que quiera tanto como introducirlo en mi boca, apenas bajando la ropa interior húmeda lo suficiente para acariciar la blanca piel de sus caderas con mis dedos calientes.

No puedo concentrarme demasiado en intentar escuchar la clase de sonidos que escapan de su boca, perdiendo la concentración al enfocarme en su erección contra mi lengua. Por primera vez me siento orgulloso de mi destreza, usando la boca con énfasis, al lengua, e incluso las mejillas. Este espectáculo es lo bastante subido de tono y explicito como para hacer a Wolf mascullar comentarios por lo bajo que no entiendo. ¿Qué estás diciendo? Comienzo a intrigarme y levanto la vista, su expresión es todo lo que me gusta verle hacer durante el sexo y me embelesa. Pero él no puede sostenerme la mirada.

—No es justo —se queja. En respuesta osadamente chupo más fuerte—. Me estás matando —resopla y solo puedo reír interiormente manteniendo mi semblante sexy en este momento.

Me sorprende poder mantener mi cara de poker mientras lo torturo manteniéndolo al limite sin entregar el premio. Es una dulce tortura. Si ahora mismo no puedo cogerlo, entonces voy a estirar esto todo lo que pueda y convertirlo en el mejor sexo oral de su vida. Aunque quien sabe, puede que haya algún recuerdo de algo mejor de parte de una mujer que le sea imposible de olvidar, pero será mejor que no me lo diga o me pondré de muy mal humor. Sin pensar en cosas que puedan llegar a enojarme en vano, ya que nada puedo hacer sobre aquellas etapas de su vida que han quedado en el pasado, me concentro de lleno en esto.

Wolfram se retuerce en el sillón entre sensaciones deliciosas y yo me retuerzo solo dentro de mis pantalones sintiéndome tentado de tocarme. Pero no voy a hacerlo, esperaré un poco más incluso si supone un castigo para mi mente.

Llegamos a la recta final de nuevo tras lo que probablemente fue una buena media hora, pero se ha sentido como una eternidad. Los minutos pasan lentos cuando uno fuerza así el cuello y la mandíbula, pero no tengo nada de que quejarme. Estoy tan o más excitado que él mismo esperando por esto. Él acaba lo suficientemente fuerte como para sentir el temblor de su cuerpo hasta mis codos, gimiendo y apretando mi cabello en un puño tras mi nuca contenidamente. Trago todo mientras Wolf es atacado por las sensaciones de un orgasmo de los buenos, ahora si conteniendo la sonrisa satisfecha con mi ego por las nubes.

Soy un buen amante. El mejor. Me gusta alardear, es mi punto débil.

Continuo lamiendo despacio hasta dejarlo seco y limpio por completo, jugando con el limite donde el extremo placer se convertirá en molestia. Tras una ultima caricia de mi boca algo ruda lo dejo. Wolfram, derretido por completo pero aun medio sentado, posa su palma transpirada en mi mejilla cuando subo hacia él con una rodilla en el sillón. A pesar de estar drenado por completo me hace un ofrecimiento con el aliento entrecortado.

—¡Quieres que devuelva el favor, o...?

Comprendo lo que quiere decir entre lineas, pero no le respondo puntualmente su pregunta.

—No necesito mucho —aclaro sentándome a horcajadas de sus caderas.

Mi posición ha dejado en claro que no voy a intentar abusar de su cuerpo extendiendo esto hasta que fuera posible penetrarlo. A su vez, no hay mucho que el pueda hacer por mi tras lo de recién, poco me interesa su erección ya blanda, aunque es lindo de ver su desnudez igualmente.

Haciendo honor a mis palabras comienzo a tocarme solo tras apenas bajarme los boxers, exponiendo mi pene erecto y sorprendiéndolo. De verdad estoy de un humor particular el día de hoy. Estoy demasiado excitado para pensar en la manera en que me desenvuelvo sin pudor encima suyo, y Wolfram está demasiado enfocado en verme hacerlo. Con sus ojos verdes clavados en mi guío su puño hasta el lugar correcto. Estoy lo suficientemente húmedo tras tanta estimulación previa al darle placer que no necesito pensar en buscar el gel en el dormitorio.

Levanto la barbilla de Wolf interrumpiendo su entretenimiento para degustar su boca mientras embisto hacia adelante. Mi mano sostiene la suya en su lugar con fuerza, penetrando su puño de manera obsesiva mientras lo beso profundo y erótico, igual al oral de hace un momento. Es un beso pasional y húmedo, empujando con la lengua sin pausa hasta que la saliva se espese.

No puedo pensar, solo puedo continuar moviéndome. Wolfram me incita a que continúe este bamboleo sexy y me hace gruñir en su boca al sentir avecinarse el momento. Tengo que alejarme y apoyar la frente contra su clavícula encorvado, forzando mis músculos y jalando de su mano mientras penetro con fuerza varias veces. Me vengo tan fuerte como él lo ha hecho antes, vertiendo todo sobre él y disfrutando que ese sea exactamente el final que me merezco.

Agotado, deslizo un brazo por el borde superior del sillón a un lado de su cuello, apoyando todo mi peso en sus caderas y su pecho.

—Vas a manchar tu remera —me advierte Wolfram mientras tironea de mi ropa, al parecer obviando que la que él lleva puesta también es mía.

—A quien le importa.

El sexo ha sido demasiado bueno para pensar. Pero él parece estar más activo cerebralmente que yo, quien apenas está recuperando la circulación sanguínea desde la parte inferior del cuerpo. Está bastante activo, acariciándome y apretándome mientras descanso, el doble de cariñoso que cuando empezamos con esto. Wolfram me abraza con fuerza y deja escapar un gruñido afectivo sin poder contenerse, está muy contento. Al parecer me adora, y de hecho me lo dice.

—Eres increíble.

No puedo contener mi sonrisa con humos de suficiencia, y me alegro genuinamente que haya mejorado su humor, pero debería parar con mi ego. Es bastante complicado cuando Wolf continua besuqueándome y también sonriendo.

Realmente me pregunto cuales son sus sentimientos. Mi felicidad se mezcla con cierta sensación de inseguridad inevitablemente. Dudo si esto que siente es similar a lo que a mi me oprime el pecho y que he comenzado a sentir con más intensidad hace un tiempo. Esa sensación de no tener nada bajo los pies que tanto miedo me da se hace presente de nuevo. ¿Debería dejarme caer? Me resisto. No puedo dejar de aferrarme al borde del vacío si no estoy seguro de que él caerá conmigo.

Mi momento de contemplación algo deprimente no dura mucho, se ve interrumpido por algo de lo que debo encargarme ahora mismo. Wolfram ha pasado de extremo cariño y felicidad a comenzar a quedarse dormido, aquí mismo en el sillón, medio desnudo.

—¿Quieres ir a la cama? —le pregunto.

—No, estoy bien, no me estoy durmiendo.

No hay quien pueda creerte cuando acabas de cabecear de ese modo. Solo lo dice porque cree que lo dejaré solo.

—Vamos —ordeno al levantarme tirando de su muñeca con la suficiente fuerza para llevarlo conmigo.

No se donde he sacado tanta energía ya que aun siento las piernas flojas, pero agradezco que me siga el juego así como lo ha seguido durante toda esta sesión de sexo. Caigo en mi cama fría de espaldas sin cuidado arrastrándolo conmigo, haciéndolo quedar casi subido encima. A Wolf le gusta dormir pegado a mi, así que esto es simplemente perfecto. Puedo darme el lujo de voltear hacia el otro lado y que él se pegue a mi espalda generando un calor placentero.

Aun está encendido el aire acondicionado ya que aclimaté todo para él desde que llegamos. Sabiendo que estaremos cómodos y que no tengo que volver a moverme, seteo la alarma del reloj dentro de dos horas luego de dudar si sería mucho tiempo. No importa si holgazaneamos de más una vez cada tanto. No tardamos mucho en caer rendidos antes el cansancio y la satisfacción del orgasmo y el buen humor del sexo.

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.

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—¿Como está? No es mucho, y dijiste que tenias calor.

—Está muy sabrosa, me gusta mucho —responde Wolf de inmediato apaciguando mis dudas sobre la ligera cena que hemos improvisado—. Pero estas son geniales.

Es la segunda croqueta que desaparece en un par de bocados, mientras que con su otra mano no suelta la sopa. Hay algo de arroz blanco para acompañar, pero eso es todo. Es tarde por la noche y de hecho no deberíamos ni estar comiendo porque no se considera realmente tan saludable, pero siendo ambos glotones era imposible saltarnos la ultima comida del día.

Wolfram suspira de repente.

—Adoro el ambiente de tu casa con aire acondicionado. No quiero irme de aquí.

Está muy cómodo estirando las piernas por debajo de la mesa baja del living frente a la televisión encendida, hoy hemos decidido asentarnos aquí en vez de la mesa de la cocina. Del sillón inmediatamente pasó al piso cuando notó cuales eran mis costumbres y ahora está completamente instalado.

En nuestra relación que progresa con normalidad, es usual notar como cada día es un poco más abierto. Pero hoy parece haber aumentado varios niveles de confianza de repente, desarmándose en halagos y quejas al mismo tiempo.

—En casa no se está tan bien, hace demasiado calor y llega un punto que no puedo arrancarme la piel para estar mas fresco. Quiero que vuelva el invierno, ahora mismo.

—¿Cómo? ¿No tienes aire acondicionado?

—Hay uno pero no funciona.

—Quien te alquila debería arreglar eso, no se puede estar un verano en japón sin aire. Al menos para la mayoría.

—No me hagas empezar con eso, no quiero hablar sobre por qué no lo arreglan ni sus promesas que siempre viven rompiendo. La única razón por la cual no me voy es porque el alquiler es bastante económico y se ajusta a lo que necesito.

Creo saber por qué, me da la impresión de que es una inmobiliaria o un particular irresponsable.

—No uso mucho el aire —le digo—, de hecho, es la primera vez que lo prendo este año y solo porque tu lo necesitabas.

—¿Qué? ¿Cómo puedes vivir sin aire? ¿Cómo duermes?

—Estoy acostumbrado. Cuando era adolescente me resistía a la idea de abusar del frío en pos de un buen desarrollo deportista.

Wolfram se me queda mirando.

—Estás loco. Si fuera por ahorrar porque no puedes pagar la electricidad sería entendible sufrir así, pero de otro modo no tiene nada de malo.

Wolfram ataca la sopa sin piedad y llena su bowl vacío desde la cacerola en el centro de la mesa cambiando el tema.

—Esto está realmente bueno. Podría comer esta sopa todo el tiempo. La comería siempre que me la hagas, incluso por los próximos cien años.

Largo una pequeña carcajada al escuchar eso.

—No puedes vivir tanto.

Aprovechando el humor altamente mejorado de mi compañero entre comida y favores sexuales, decido arriesgar todo y sacar un tema pendiente a la luz. Incuso si no estoy seguro que repercusiones pueda traer consigo.

—Oye, Wolf.

—¿Mn? —responde vagamente distraído con un programa en la TV.

—Sobre lo de hoy en la cafetería —comienzo a decir y hago una pausa, pero no debo dudar mucho ahora que he dado el primer paso, después de todo tenemos bastante confianza—. Creo que deberías disculparte con tu mánager.

No sé que es lo que estoy esperando como respuesta. Por un segundo imaginé que podría enojarse bastante, golpear la mesa y objetar que nunca presentará una disculpa por su honor cual drama histórico. Pero por supuesto que no es nada como eso, aunque si se niega.

—¿Eh? ¿Pero por que tengo que disculparme? Ella empezó. —Su tono es firme y monótono, casi desinteresado.

—Sé que estaba muy inasistente, pero aun así creo que no está bien como ha terminado. Siempre estás hablando de cuanto te cuesta conseguir maneras de ganar algún dinero extra, y es bueno tener ahorros. ¿Vale realmente la pena perder ese trabajo? Y te ha estado yendo bien. Nunca hemos hablado sobre lo del arte puntualmente, pero a veces opinas o dices cosas que me dan a entender que te gusta. ¿No es esta una oportunidad de hacer algo que te interesa mas allá del diseño en otro ambiente?

Mi profundo entendimiento sobre algunas de sus cuestiones personales hace que me mire un poco asombrado, pero puedo ver un flash de duda en sus ojos. Está debatiendo entre el enojo, la terquedad y otras emociones en el medio.

—No quiero hacer la sesión de fotos —dice luego de un momento, vagamente cambiando el tema.

No se ha negado a la idea del arte y sigo pensando que es algo que le apasiona, se ve que ese no es el problema. Tiene una expresión algo más tranquila que otras veces que se ha negado y me dan ganas de no presionar o intentar convencerlo. Esta vez no percibo enojo, ni tampoco puedo decir a ciencia cierta si está triste, pero no voy a indagar en sus razones ahora mismo. Al final decido que lo que voy a hacer es lo correcto, no lo que alguien me ha pedido.

—¿Seria tan malo aceptar hacer la sesión y continuar intentando mantener la idea del contrato artístico? Siendo sincero, cuando fui a la muestra pensé que estaban comercializándote a ti por tu apariencia, pero terminaron vendiendo todo lo que habías diseñado e incluso las revistas volaron de las mesas. Y no creo que fuera solo porque eran gratis. Si te ayuda a tener éxito, no le veo lo malo a que saques provecho a verte bien como modelo. Después de todo, tú eres tú, tu trabajo o tu cuerpo son solo tuyos, no es que estás mintiendo. Digamos que es parte del mismo combo, no todos pueden tener puntos fuertes en cada aspecto, pero de ser el caso así es simplemente como eres.

En realidad, dudo un poco sobre el punto fuerte en el arte, pero si es algo que le apasiona no está mal que lo incentive, ¿cierto? Voy a confiar en los resultados de las ventas y obviar mis propias apreciaciones personales, está claro que no tengo la sensibilidad para presentar una critica detallada con fundamentos.

Wolfram no me mira y se rehúsa a soltar la sopa dándole sorbos lentamente. Aunque tiene los ojos clavados en la televisión sé que no la está viendo. Dudo mucho que mis palabras sean realmente sabias y por mas que lo intentase no puedo sonar como Murata Ken, así que simplemente he largado lo que tenia en la mente como pude. A pesar de eso, parece que surte un poco efecto, los engranajes de su mente están caminando.

A veces puedo ser muy insistente y hoy me estoy tomando algunas libertades. Me levanto y saco de su bolso sin permiso el celular que está en el bolsillo externo.

—Llámala —le digo extendiéndole el aparato.

Se resiste mirando entre mi mano y mi rostro.

—El momento es ahora, no es bueno dejar pasar mas tiempo. Mañana probablemente no sirva, y luego ya será nunca.

Ese es mi ultimo intento, decido dejarlo si no acepta luego de esto. Más allá de este punto es completamente su decisión. Wolfram es un adulto, no es un niño al cual hay que disciplinar y obligar a hacer algo porque es lo correcto.

Con los ojos encendidos y los labios apretados me saca el teléfono de la mano y se levanta incluso dejando su preciada comida a medias. Me da un beso que no esperaba aun molesto y aprieta la nuca masticando un poco las palabras antes de alejarse.

—Mira lo que me haces hacer.

Me llevo el puño a la boca e intento esconder en vano mi sonrisa, sentándome solo de nuevo en el piso mientras él va a marcar a unos cuantos metros de distancia, caminando entre el living y el pasillo de salida. Parece un animal encerrado en una jaula, yendo y viniendo sin pausa. Es algo que hace muchas veces cuando habla por teléfono.

Vuelvo la vista al bowl de arroz y me dedico a desprender pequeñas porciones con los palillos, mis orejas están puedas en el chisme que pueda obtener de esto. A su vez, no puedo parar de pensar en lo que ha sucedido recién.

He ganado. Puedo hacer quehaga cosas. Esto es una tremenda realización y me pone algo contento, a la vez que me trae ciertas dudas o vergüenzas. Sé que ser el amante que te susurra cosas al oído como tu conciencia tiene mucho que ver con el privilegio de estar desnudos en la cama. Aunque así no fue exactamente como paso, el orden de las cosas no altera el resultado, y me parece que un setenta y cinco por ciento de mis encantos no han sido la sopa ni las croquetas.

Prometo no usar mis poderes para el mal, no soy un manipulador. De verdad deseo que de esto salga algo bueno, o me sentiré culpable de haberle convencido hoy de seguir intentando con esta gente.

De repente el murmullo de la voz de Wolf se acerca y lo tengo parado al lado, teléfono en mano, con cara de no saber que hacer o decir a la persona del otro lado. Me mira fijo como pidiendo ayuda, y yo le devuelvo la misma mirada inquieta intentando adivinar que está pasando.

Me sorprende escucharlo disculparse un par de veces de manera suave y consecutivas, lo está largando no solo con facilidad sino con apuro. Aparta la mirada y antes de que pueda ayudar con algo se despide y cuelga. Hay un silencio y su expresión es culpable.

—¿Qué pasó? —pregunto algo descolocado.

—Estaba llorando.

—¡¿La hiciste llorar?!

Esto ha escalado un poco rápido.

—¡No la hice llorar! ¡No le dije nada! Apenas pude decirle que llamaba por lo de hoy y me interrumpió diciendo que había cancelado la sesión, que estuvo mal presionar y vaya a saber que otras cosas, y entonces ya estaba llorando.

Wolfram se sienta frente a su ultima croqueta en su plato pero no la toca, se lo ve terriblemente arrepentido y culpable.

—Bueno, no sé, al menos te disculpaste. Es decir, no estaba enojada sino que tenía cosas que decir pero si tu no llamabas no iba a hacerlo.

Probablemente por miedo a que Wolf la mordiera a través del teléfono. Si estaba asustada de llamar significa que luego en su relación laboral intentaría también evitarlo, con esto acaba de corregir ese posible futuro desastroso. No se que tan bien estarán las cosas la próxima vez que se vean, pero estoy seguro de que lo de recién no es negativo.

Excepto para Wolfram que le ha pegado duro, como no es un mal hombre no puede soportar ser la causa de que las chicas lloren.

—A todo esto —interrumpo sus pensamientos. Ya he metido las narices en su vida, así que vamos a hacerlo del todo—. ¿Por qué te niegas tanto a hacer esa sesión de fotos?

De verdad quiero saber todo al respecto, así que espero.

—Me trae malos recuerdos.

La croqueta por fin es levantada de su plato para ser apenas sostenida en el aire. Tengo la sensación de que he activado una bandera en este juego de citas. Es algo importante así que me pongo atento.

—A mi madre le encantan esas cosas, desde muy pequeño insistía con hacerme participar tomando trabajos de modelo de ropa para niños y cuando fui más grande también intento convencerme muchas veces de que iniciara una carrera. Siempre lo evité durante la adolescencia, no tenía el más mínimo interés en eso y prefería dedicarme a cualquier otra cosa, pero de más grande consiguió que tomara un trabajo a medio tiempo. No era nada demasiado especial, pero tenia un ingreso de dinero azonable mientras asistía a la universidad y apenas trabajaba unas pocas horas. Quisiera o no, terminé con experiencia laboral suficiente para armar un pequeño currículum, que me sirvió en un momento de necesidad cuando no conseguía un trabajo estable que me convenciera luego de terminar los estudios. Los gusto de mi madre fueron útiles y estaba contento por ello. Me contrataron en una empresa profesional que hacia fotos para una revista local, esta vez a tiempo completo. Terminé trabajando varios años con ellos. Además, este nuevo grupo laboral se convirtió rápidamente en un grupo de amigos ya que todos rondábamos las mismas edades. Pero todo eso no terminó bien ni para mi ni para nadie a mi alrededor.

La pobre croqueta fría vuelve a su plato desechada sin tocarse. La empuja con el dedo levemente hasta que se contiene y la deja porque no se debe jugar con la comida.

—La fotógrafa era mi novia —admite. Me pregunto si se siente reticente a hablarme de sus relaciones con mujeres desde que hice mi confesión tan sorpresiva—. La ultima antes de venir aquí.

A esta altura esto no me supone una sorpresa y ahora todo tiene más sentido. La ultima relación estable que tuvo e incluso llego a convivir un tiempo es esta, y es la cual entiendo lo impulso a dejar su país tras la ruptura. Me pregunto si estaba enamorado. Debía estarlo, eso puede darse por entendido. Creo que la pregunta correcta en mi mente es si aun tiene alguna clase de sentimientos latentes.

—Ya sabes bastante sobre el resto.

No tomo su pie a finalizar la conversación aquí y hago una nueva pregunta.

—¿Te fuiste así sin más luego de romper con ella?

—¿Eh? No. Ya veníamos mal desde hacia un tiempo. La convivencia comenzó bien pero nos desgastamos rápido. Nos veíamos mucho en el trabajo, fuera de él, y también pasábamos mucho tiempo en uno u otro departamento. Por eso pensamos que no iba a ser un gran cambio, pero a fin de cuentas si lo es. Hubo... mm, también hubo varias otras cosas. Algunas que me molestaban a mi, otras a ella, pero el punto es que lo que empezó mal fue escalando hasta niveles que bastante tiempo después fui capaz de entender que no era saludables. Como te he dicho antes, estaba demasiado inmerso en esa vida, solo al salir de ella de golpe me di cuenta de muchas cosas, incluso de todo lo que estaba mal conmigo. Supongo que he cambiado bastante, más de una vez he pensado que de volver a ver a algunas de esas personas nuestra relación sería bastante diferente. Pero no extraño tanto esa vida. Digamos que son más que nada remordimientos. No puedo arreglar lo que ya está hecho.

Mi corazón aun está inquieto aunque ha dicho exactamente lo que quería oír. Hay un eco que aun repite por favor no decidas irte en lo profundo de mi mente, pero lo dejo desvanecerse. Incluso si el día de mañana sucede, no tengo la confianza de decir que pueda detenerlo. Es gracioso porque hasta hace media hora estaba contento de pensar que tengo cierta influencia en sus decisiones, y ahora he perdido toda mi confianza. ¿Que te pasa Shibuya Yuuri?

—Y además, estoy contento con las cosas como están ahora, me gusta lo que tengo.

Wolfram no está tratando de endulzarme conscientemente pero le da paz a mis sentimientos sin quererlo. Otra vez me pregunto que siente exactamente por mi y no puedo evitar compararlo con el revoltijo que tengo dentro, pero puedo ver la chispa en su mirada y su sonrisa.

Cada detalle de lo que ha pasado en su vida lo ha encaminado hasta aquí. A sentarse en mi living comiéndose mis croquetas y halagando una sopa sosa que lo único que lleva es miso y cebollin verde porque no sé cocinar. Si él está contento con eso, quien soy yo para cuestionarlo.

Lo único que puedo pensar es que por él estoy dispuesto a hervir cien años de agua caliente.

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Continuará...

 

Notas finales:

Muchas gracias por continuar leyendo esta historia. Acabo de empezar inmediatamente el borrador del siguiente capítulo, pero es época de exámenes y la vida tambien me apalea un poco, son etapas no tan buenas jaja. Así que voy a ir avanzando como pueda poco a poco, así como lo hice con este capítulo.

Nos vemos en el siguiente, gracias por todos sus comentarios!


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