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La libreta de los deseos por AylaMckee

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Notas del capitulo:

¡FELIZ AÑO NUEVO! 

Siento no publicar antes, navidad, año nuevo y falta de inspiración son los motivos. A partir de hoy, publicaré el siguiente capítulo cada dos semanas. 

¡Espero que este año os vaya genial! ;)

Sin más, os dejo con el capítulo.

Como siempre se ha dicho, las cosas buenas duran poco. Digamos adiós al verano y saludemos al otoño…

Llega el frío, los dedos se congelan y la piel se eriza. La lluvia arrasa cada dos por tres y las calles se llenan de las pobres hojas de los árboles, dejándolos pelados. Es mi segunda época más odiada del año… ¿Cuál es la que más odio en los trescientos setenta y cinco días? Pues son esos días de primeros de septiembre donde empieza a refrescar y a echar anuncios sobre cuadernos maravillosos y tijeras para zurdos… sí, amigos… hablo de: LA VUELTA AL COLE

Dejando de lado mi postura respecto a ese horrible nombre y entrando ya a lo que nos interesa, yo sabía que ese año la vuelta al cole no sería como las demás:

 

Érase que se era, en una pequeña ciudad de nombre desconocido, un muchacho rubio con dos ojos que podrías confundir con zafiros. Este muchacho era conocido por el nombre de Mello. Una mañana como otra cualquiera, Mello caminó hasta la habitación de su hermosa ¡¿Qué digo?! Hermosísima amiga para despertarla de su sueño.  Alzando la voz hasta lo imposible, la llamó sin conseguir ninguna respuesta. Así que, irrumpió en la habitación. La puerta giró sobre las bisagras golpeándose contra la pared y volviendo a su posición normal lentamente. Mello dio un paso y tiró de las sábanas. Miró perplejo que sobre la cama no había nadie. Parpadeó dos veces y miró a su alrededor escrutando con la mirada todo posible escondrijo. Miró hacia el armario empotrado de la habitación sopesando la idea. Lo abrió encogiéndose de hombros para encontrarse con perchas llenas de ropa y, sobre una repisa superior, sábanas dobladas y amontonadas una sobre la otra. Entrecerró los ojos. Haciendo un gruñido cerró el armario. Salió cerrando la puerta tras él…

Una sonrisa triunfadora adornó mis labios. Ayla, había vencido a Mello. Se me escapó una pequeña risita y cerré los ojos para poder volver a dormir.

–        ¡Te pillé!– Gritó abriendo el armario y desalojando todas las sábanas de la repisa. Mi gritó debió escucharse por todo el vecindario. – ¡Jamás! ¡Pero jamás podrás burlar a Mihael Keehl!– dijo siguiéndole una risotada.

–        …

–        Bien, ve abajo que ya estamos desayunando–. Bostezó ligeramente y se abrió pasó entre las sábanas tiradas en el suelo. – ¿Vienes ya o qué?

–        No.

–        ¿Cómo que no?– Las cuatro fases del enfado de Mello, 1º: Tic en el párpado derecho.

–        Que no voy a ir…– Moví mi cabeza hacia un lado con un mohín.

–        Ayla, baja de ahí…– 2º: pupilas dilatadas y enronquecimiento de la voz.

–        Que no Mello, me quedo aquí.

–        A la de tres, o bajas o te bajaré yo. uno…– 3º la paciencia de Mello deseándole buen viaje.

–        N-no.

–        ¡Dostrescuatrocincoseissieteochonuevediez!– 4º acto impulsivo.

Me bajó del armario de un tirón. Intenté sujetarme en este y pataleé. Mello me cogió de las piernas y tiró con todas sus fuerzas. Consiguió llegar hasta el pasillo pero yo me aferré con toda mi alma al marco de la puerta.

–        ¡Ayúdame Lawlipop! ¡Sálvame!

–        ¡Es sólo un peluche!

–        ¡No digas eso! ¡Lo ofendes!

–        ¡Qué es un jodido peluche!

Me arrastró por toda la casa mientras que clavaba mis uñas en el suelo. Llegamos a la cocina donde todos nos miraban mientras degustaban un delicioso desayuno.

–        ¡Buenos días Ayla!– dijo Matt sonriente.

–        ¡Matt! ¡Mello es malo! ¡Es hijo de Lucifer! ¡No! ¡Satanás encarnado!

–        ¡En serio! ¡Eso lo explica todo!– me respondió llevándose las manos a la cara con gesto de horror.

–        En ese caso… tendremos que exorcizarlo– Beyond dijo esto observando minuciosamente la mermelada escurriéndose entre sus dedos.

–        No estoy para bromas…– murmuró el rubio posando su cara sobre el plato de Matt.

–        ¡Mello! ¡Mis tortitas! ¡No te las comas!– lloriqueó protegiendo lo que quedaban de sus tortitas. Mello balbuceó con la boca llena. – ¡No entiendo nada de lo que dices!

–        Fuera espíritu maligno…– decía Beyond tirándole a Mello sal. El rubio se llevó las manos a la cara y se hizo un ovillo en el suelo.

–        ¡Beyond! ¡Como se haya quedado ciego verás!

–        Matt… Ayla, Matt a ha sido víctima del demonio– me dijo con una ligera sorpresa.

–        ¿Beyond?– le pregunté un poquitín asustada.

L entró en la cocina con lentitud. Paró en la puerta y nos observó durante un largo minuto rascándose un pie con otro pie. Fijó su mirada en Mello que se frotaba los ojos mientras Matt buscaba en internet qué hacer si te entraba sal en los ojos. Luego miró a Beyond que tenía un cuchillo enorme manchado de roja mermelada y su otra mano sujetaba un bote de sal. Finalmente, me miró a mí con ojos interrogantes. Me encogí de hombros.

–        Espero que eso sea mermelada– dijo señalando la camisa de Beyond.

–        Buenos dí… ¿¡Qué ha pasado aquí!?– mi hermano entró mirando estupefacto lo que habíamos hecho en dos minutos.

–        Mello ¿Por qué siempre estás metido en todos los desastres?– preguntó Near al rubio que se levantaba del suelo.

–        Hoy no está de humor, fantasmita– le dijo Matt.

–        Hoy nadie está de humor…– dije terminando de desayunar. – Oye Gevanni ¿Qué haces levantado? Son las siete y cuarto…– eso último lo dije lamentándome.

–        No sé, tú sabrás…– dijo mirándome entrecerrando los ojos. Oh, ya veo… lo desperté yo con mi grito.

–        Será mejor que os preparéis ya… llegaréis tarde– nos recordó L rascándose detrás de la cabeza.

 

De mala gana, subí a mi cuarto. Abrí el armario y me puse unos vaqueros que acababan sobre mis rodillas y una camiseta blanca con una raya ancha en horizontal de color rosa pálido. Como la mayor parte de mis camisetas, era ancha y cómoda… aunque me estuviera muy ancha. Cogí la enorme mochila de siempre y metí dentro un par de cuadernos y un estuche. Ahora sólo faltaba la libreta mágica… no quería llevármela, pero tampoco quería dejarla aquí. Me rasqué la cabeza. Se me ocurrió un buen escondite. Arranqué un par de hojas de la libreta y las escondí en mi sujetador, la libreta la escondí en ese sitio secreto.

Salí al pasillo donde me encontré con Mello. Él llevaba puesto unos pantalones y el chaleco de cuero. Suspiré mirando al techo y frotándome el puente de la nariz.

–        Mello, quítate eso. Vamos a un instituto, no a un club de…– la mirada de Mello me interrumpió.

–        Entonces ¿Qué quieres que me ponga, Mamá?

–        Matt tiene otros vaqueros, yo te… te puedo prestar… mi camiseta de AC DC…– con lágrimas en los ojos, fui hasta mi habitación y se la entregué. – Protégela con tu vida.

–        ¿Gracias?

–        De nada– lloriqueé.

Matt apareció vestido con unos vaqueros y una camiseta a rayas arremangada hasta los codos ¿Cuánto le costaba ponerse una de manga corta? Y, cómo no, esas gafas de aviador que parecían ya parte de su rostro.

–        Toma Mello…– le dio unos pantalones y Mello desapareció.

 

Salimos de casa hacia el instituto. Matt marcaba el paso arrastrándome del brazo. Dejamos atrás las urbanizaciones y entramos en plena ciudad. A pesar de ser temprano había una infinidad de coches circulando, además de adolescentes y adultos que iban a trabajar… universitarios no había ninguno, porque ellos eran tan suertudos que no empezaban hasta octubre. Cuatro metros antes de la verja del instituto, paré en seco. Miré como hipnotizada un punto en la acera.

–        ¿Qué ocurre Ayla?

–        Aquí fue.

–        ¿Aquí fue qué?– preguntó el pelirrojo.

–        Fue aquí donde encontré la libreta.

–        ¡Woah! Yo creí que la viste caer del cielo…–

–        Eso ya sería mucha casualidad– dijo Mello rodando los ojos.

–        Sí… vayamos a ver las listas– les dije yendo hacia la puerta.

Una gran avalancha de alumnos rodeaba el enorme tablón donde estaban colgadas las listas de clase. Me vi envuelta en grupos de amigos saltando o lamentándose por la clase en la que habían caído. Intenté pasar pero siempre me empujaban y volvía estar en el mismo sitio. Luego llegó Mello y nos abrió paso a base de codazos y empujones.

–        ¡Dejad paso!

–        ¡Au!¹

–        Lo siento…– le dije a una chica bajita y castaña.

–        Es que a veces se vuelve muy bruto– continuó Matt.

–        No pasa nada, al menos avisa…– murmuró– Oye ¿A ti te conozco? Me suena tu cara– le dijo a Matt, frunciendo el ceño.

–        No lo creo, llevo aquí tan sólo unos meses– dijo con una gran sonrisa.

–        Mm… vale. Bueno, seguiré con mis intentos de salir de esta lata de sardinas– dijo mirando una última vez a Mello con el ceño fruncido.

 

 

–        ¡Ayla! ¡No me veo!– Mello me agarró del brazo señalando las listas.

–        Aquí está. Mihael Wammy–

–        Entonces yo soy Mail Wammy ¿No?–

–        Obvio Matt, obvio– dijo Mello poniendo los ojos en blanco.

–        ¡Ey! ¡Caímos en la misma clase!–

–        ¿¡Cómo!? ¡Pero si yo soy de letras! ¿Vosotros no cogisteis ciencias?–

–        Tenía curiosidad por estudiar letras puras, ya le dediqué bastante tiempo a las ciencias– dijo Mello mirando hacia otro lado.

–        Yo me apunté a tecnología e informática… debe haber poca gente y nos habrán puesto con vosotros–

–        ¡Entonces estaremos juntos en la mayoría de las clases!– grité con alegría.

–        ¡Sí!

–        Ya, vayámonos de aquí. Hay gente que no sabe lo que es una ducha.

Después de salir de ahí sanos y salvos, les enseñé la que iba a ser nuestra nueva clase. Mis compañeros de clase ya estaban dentro comentando lo maravilloso que había sido el verano, cómo lo pasaron en sus vacaciones… lo normal. Y entonces, como suponía, todo el mundo se fijó en Matt y Mello. Los rodearon y empezaron a presentarse. Yo seguí hacia delante y me senté al lado del calefactor y de la ventana, el mejor sitio del mundo. Una de mis compañeras se me acercó con una sonrisa hipócrita.

–        ¡Hola Ayla! ¿Qué has hecho este verano?– preguntó con malas intenciones.

–        Buenos días ¿Que qué he hecho este verano? Es una historia muy larga– dije con la misma sonrisa que ella.

–        Tenemos aún mucho tiempo… a no ser que no hayas hecho nada interesante.

–        Estás bien, abre bien las oídos que no lo pienso repetir… El día en que salimos de clases me tropecé con una libreta mágica que concede cualquier deseo. Para probarla pedí conocer a mis personajes favoritos y ahora vivo con ellos, dos de los cuales son esos chicos de ahí, y con la amenaza de que un psicópata estúpido me la robe y domine el mundo– ¿Qué? Fui totalmente sincera.

–        Ya, claro… es decir ¿Tú conoces a esos chicos?– me preguntó después del minuto que tardó en procesar lo que le había dicho. Obviamente no era tan tonta como para creérselo, tampoco creía que conocía a Mello y a Matt… lo sentía en los huesos.

–        ¡Ayla! ¿Me dejas ponerme al lado de la pared? ¡Por fa!– llegó Matt apartando a la chica.

–        Bueno… esto… Ayla… es decir… nos vemos luego– murmuró caminando hacia atrás confundida y sorprendida.

–        ¿Era amiga tuya?

–        Qué va, sólo vino a saludarme.

–        Joder… yo quería sentarme al lado de la ventana– dijo Mello molesto.

–        Podemos turnarnos. Somos tres, cada clase rotamos. Así estaremos dos horas cada día– propuso Matt sentándose en medio.

–        Es buena idea.

 

Iba a decirle a Matt que la idea era estupenda pero me interrumpió el timbre. Demasiado puntual, entró en clase nuestro nuevo profesor. Era de mediana edad, canoso pero con abundante pelo. Parecía más un pirata que un profesor, sólo le faltaba un loro y el parche porque la pata de palo la tenía. Tras unas gafas de lectura, unos ojillos nos observaban curiosos. Cogió el sillón del profesor y arrastrando su pierna derecha se sentó en mitad de la clase.

–        Buenos días, chicos y chicas. Soy vuestro tutor y profesor de ciencias para el mundo contemporáneo, o como prefiero decir yo: “Biología para tontos”. Pero no os ofendáis eh… echadle la culpa a delegación por ponéroslo tan fácil.

–        ¿Este tío quién es?–. murmuró Matt en mi oído. Yo me encogí de hombros…

–        Prosigamos… ¿Alguien tiene alguna pregunta?

–        ¿Cómo se llama usted?– preguntó un chico levantando la mano.

–        ¡Mierda! ¡Se me olvidó!– “¿Ein?”– Me llamo Antonio Dueñas… aunque es una pérdida de tiempo porque se os olvidará el nombre y me acabaréis llamando ‘profesor’ o ‘maestro’…

Antonio Dueñas…

Antonio Dueñas… me sonaba muchísimo ese nombre ¿Pero de qué? Perdí mi mirada sobre un mapa de la Unión Europea con la intención de concentrarme para recordar de qué me sonaba. De fondo escuchaba la voz del profesor respondiendo preguntas. Más tarde escuché que hablaba sobre la educación.

–        … y por eso digo, que la educación es como un tanga, enseña mucho pero tapa lo esencial– concluyó satisfecho de su discurso. La clase fue poseída por el silencio… si excluimos las carcajadas de Matt– ¿Qué os pasa? ¿No lo habéis pillado? ¿Sabéis que es un tanga?– Matt estaba rojo reprimiendo sus carcajadas ¿¡De dónde había salido este tío!?

 

Después de seis largas y aburridas horas que contarlas sólo nos entorpecerían, salimos de las clases. Igual que por la mañana, en las calles abundaban los coches. Mello hacía una lista con todo lo que íbamos a necesitar, Matt se preguntaba por qué un videojuego era más barato que un libro de texto y yo intentaba cuadrar las cuentas del dinero que íbamos a necesitar ¡Bah! Para que molestarme en eso, ya lo haría Mello… y el doble de rápido que yo.

Iba pensando en eso cuando mi mirada se clavó instintivamente en una tienda. La fachada pintada de color verde claro y negro, con un enorme escaparate y un cartel en la puerta que ponía: “Abierto”. Sonreí y paré.

–        ¡Venid chicos! ¡Os quiero presentar a alguien!– los conduje dentro de la tienda.

–        Esto… es… el… paraíso…– murmuró Matt girando sobre sí mismo.

–        ¿Dónde me habéis metido? ¿En una tienda de frikis? ¡Ey! ¿¡Ese soy yo!?– dijo corriendo hacia una estantería que exhibía tazas… había miles, miles… y encontró su cara. Aún no me lo explico.

–        Es la única tienda de estas características que no pertenece a una cadena. Es el único establecimiento que hay en el mundo… también tiene una página web por donde comprar online– le expliqué a Matt orgullosa.

–        Videojuegos… videojuegos...– parece que no me escuchó.

–        ¿Puedo ayudaros en algo?– dijo una voz desde la trastienda.

–        ¡Soy yo, Miguel! ¡Ayla!

Se escuchó caer unas cajas y unos pasos apresurados. Detrás del mostrador, un enorme hombre salió con una gran sonrisa.

–        ¡Ayla! ¡Cuánto tiempo! ¿Has pasado bien el verano?– dijo agachándose para igualar la altura.

–        ¡Ya ves! ¡Este verano ha sido genial! Gracias a la gorra pokemon que me regalaste pude sobrellevarlo mejor ¿Y vosotros?

–        Ya te dije yo que no subestimaras el poder de la gorra pokemon…Genial, María tiene la panza que le va estallar, pero muy bien– dijo riéndose.

Matt y Mello se habían situado a mi lado y observaban asombrados la altura de Miguel.

–        ¡Bonitas gafas!– dijo extendiendo su mano a Matt.

–        ¡Gracias! Me llamo Matt.

–        Yo, Mello ¿Has estado en la Marina?– dijo este estrechándole la mano él.

–        ¡Oh! ¿¡Cómo lo has sabido!?

–        Fácil. Tienes el pelo rapado al estilo militar, tienes los brazos de un boxeador profesional, un tatuaje de un ancla…

–        Sí qué eres listo…– murmuró.

–        Y sobre el mostrador tienes una foto vestido de uniforme y con tus compañeros…

–        Eso no lo vi venir… Entonces, Ayla, me alegro volver a verte en “Winchester”– dijo riéndose.

–        ¿Winchester? ¿Esta tienda se llama así?

–        Sí, mi amigo pelirrojo. Tras casarme con mi mujer María y tras el accidente que me hizo abandonar la Marina, fundamos esta pequeña empresa.

–        Os salió bastante bien. Hay que echarle valor para montar una empresa de la nada– dijo Mello impresionado.

–        ¡No es para tanto, chicos! ¡Sólo no hay que rendirse!

–        Será mejor que nos vayamos ya, nos van a dar las cuatro… ¡Volveremos pronto, Miguel!

–        ¡Eso espero, Ayla! ¡Estás puertas siempre estarán abiertas para nuestra clienta especial!

 

 

–        ¿Qué es eso de “clienta especial”?

–        No es nada Matt, sólo fui la primera clienta de la tienda… y la más asidua. La gente prefiere comprar por internet. Aunque en la tienda alquilan los animes y los videojuegos. Sale más barato que comprarlos… y los mangas… me encanta el olor del papel…

–        Ey, esta tarde tenemos que ir a comprar lo que necesitamos y, Ayla…

–        Dime.

–        Las cuentas no cuadran.

–        Me cago en tus cojines…– no me sorprendió en absoluto.

–        Es normal. Tus padres mandan el dinero justo para los gastos de dos personas, no de siete.

–        Tengo una idea, como en las clases estamos juntos no hace falta comprar libros para cada uno. Sólo tenemos un problema con los libros de Matt, ya que hay asignaturas que no está con nosotros.

–        ¡Buena idea! De eso no te preocupes, en informática dan fotocopias, en tecnología puedo tomar fotos de las páginas de otro compañero y en matemáticas… bueno, ¡Son sólo cuentas!

–        ¡Perfecto! Ya nos hemos quitado unos cientos de euros… la crisis abre la imaginación– comentó Mello haciendo más cuentas en un papel.

–        Un momento… ¿Por qué no utilizamos…?

–        No, rotundamente no. Ni hablar. Ni en tus mejores sueños…– dije alterada.

–        ¿¡Por qué no!?

–        Sería como robar… yo al menos lo siento así. Si no nos llega dinero para comprar alguna otra cosa indispensable no tendré más remedio. Pero en un principio no.

–        ¡Pero qué moral tienes mujer! Demos las gracias que has sido tú la que se la ha encontrado– Mello me revolvió el pelo.

 

Después de comer, me tumbé en mi cama agotada. Cerré mis ojos con la intención de descansar un poco. Al minuto, me revolví algo incómoda y cambié de posición. Volví a hacer lo mismo un par de veces sin encontrar la postura más cómoda. Pronto, me di cuenta que la cama no era la culpable de que estuviera incómoda. Era una extraña sensación, como un sexto sentido que me helaba la piel. Sentía que me estaban observando. Abrí los ojos y escudriñé toda la habitación. Era como si hubieran colocado cámaras en mi habitación. Me levanté y registré cada palmo del dormitorio sin encontrar nada.

–        ¿Qué haces?– preguntó Matt viéndome mirando por encima de la lámpara.

–        ¡Ah nada!... creo que me estoy volviendo paranoica ¿Quería decirme algo?

–        Sí, aprovechando que Mello está en el baño. Quería contarte mi plan.

–        ¿Plan para qué?– pregunté. Las comisuras de Matt se alzaron lo máximo posible.

–        Pues para eso que quiero decirle a Mello– dijo sentándose al mi lado sobre la cama.

–        Ahh… pero no veo que eso sea tan complicado para tener que hacer un plan de acción.

–        Lo sé, pero es que Mello siempre ha sido muy complicado…– dijo entre suspiros– por eso tengo que hacer que primero se mentalice para eso.

–        Matt– coloqué una mano sobre su hombro.

–        ¿Sí?

–        No lo entiendo.

–        A ver Ayla…– dijo rodando los ojos. – voy a seducirle, si podemos decirlo así. Pero que no sea muy obvio, Mello sospechará un poco y entonces ya no habrá ningún problema– dijo satisfecho.

–        Pero no creo que… ¡Es una excelente idea! – por un momento me olvidé de lo que me dijo Mello aquella noche en la feria de Orbajosa… era una idea excelente. A ver si Mello se espabilaba un poco…

–        ¡Lo sé! ¡Soy un genio!

–        ¿Cómo lo vas hacer?

–        Querida Ayla… ¿Has leído libros de romance?

–        Sí, pero no muy pastelosos. Más bien comedia romántica.

–        Perfecto ¿Qué tienen en común esos libros?

–        Yo que sé Matt, hay muchas co-cosas…– me interrumpí por la sonrisa pícara de Matt.

–        ¡¿Vas violar a Mello!?

–        ¿¡Qué dices!? ¿¡Qué libros has leído tú!? ¡Tensión sexual, Ayla! ¡Eso es a lo que me refería!– el pelirrojo se ruborizó hasta las orejas.

–        Ah vale, vale… es que yo no soy una experta en eso… Pues tú ya me dices si necesitas mi ayuda. Vayamos ahora a comprar lo que necesitamos, que se nos hace tarde.

 

­­Unos minutos antes en otro lugar que no debe ser spolieado…

Light Yagami introdujo la oxidada llave en la cerradura. Dando un ligero tirón hacia arriba, logró abrir la puerta del apartamento. Dejó las llaves sobre una pequeña mesa y se quitó el chubasquero. Aún no se acostumbraba a ese clima. En todo el tiempo que llevaba allí sólo había vivido doce días de sol, los demás o llovían o el cielo estaba nublado. Se llevó las manos a la nariz, apartando unas cuantas gotas escurridizas. Dirigió sus pasos hacia el sofá. Apoyó los codos sobre el respaldar del mismo. Sobre el mencionado sofá, dormía plácidamente un muchacho de no más dieciséis años. Light pudo asegurar que estaba dormido sólo con ver su respiración. Se le hacía raro verlo así, tan tranquilo. Ojalá pudiera ser siempre así. Cómo había cambiado su vida, en serio. Desde que cogió esa libreta. Qué estúpido había sido creyendo que él podría cambiar el mundo con una estúpida libreta. Mira cómo acabó, siendo el niñero de una rubia estúpida y de un niño sociópata con poca paciencia. Si ya os digo que esa rubia no era nada más ni nada menos que Misa… no lo dejaban ni muerto. La televisión estaba encendida. Se quedó dormido viendo uno de esos documentales de animales casi extintos. Alcanzó el mando a distancia y la apagó con un crujido sordo.

–        ¡¿Quién anda ahí?!–. el durmiente abrió los ojos y apuntó a un desconcertado Light con un bolígrafo mientras que con la otra sacó una libreta de cuero desgastado. – Joder, Light. Avisa cuando entres–. Murmuró arrojando el bolígrafo hacia algún lugar de la habitación.

–        Sí te hubiera despertado te habrías asustado igualmente–. El castaño ocupó un lugar en el sofá. Alzó una pierna y la colocó sobre la otra mientras cogía una lata de refresco y la agitaba comprobando si estaba vacía–. Eres un desastre, podrías tener esto un poco más ordenado ¿No crees?–.

–        No fui yo, fue Misa. Pero “Misa-Misa” no puede limpiar, se rompería una uña–. Dijo haciendo una cómica imitación de Misa acompañada de una pose femenina.

–        Estupenda actuación ¿Por qué no estudiar interpretación? Se te da bien–. Light soltó una carcajada.

–        Deja el sarcasmo. Lo bueno de ser buen actor, es que nadie lo sepa. Si diera a conocer mi talento la gente no se fiaría tanto de mí...–. empezó a quitar toda la basura que Misa había dejado por toda la habitación. – Podrías ayudarme, Light. Tú también vives aquí–.

–         Pero el apartamento está a tu nombre y el que cocina soy yo–.

–        Cierto, nunca pensé que el Dios del nuevo mundo me prepararía el desayuno–. Un silencio incómodo inundó la habitación, pero ninguno de los dos se molestó en romperlo.

El muchacho siguió recogiendo todos los desperdicios mientras que Light sólo miraba a la nada pensando algo. A estas alturas os preguntaréis ¿Dónde está Misa?  

–        ¡Light!–. ahí está. Abrió la puerta y se abalanzó sobre el pobre castaño que intentaba no resbalarse con el charco que se había formado bajo los pies de la chica. – ¡Misa-Misa estaba preocupada! ¡¿Por qué te fuiste!? ¡Light Malo! ¡Eres muy malo!–. adiós tranquilidad.

–        ¡Misa cállate! –. Gritó el otro chico tirándole una lata vacía en la cabeza.

–        ¡Hola Otōto- chan²! ¡Mira lo que compré!–. la rubia soltó a Light y alzó unas bolsas hacia el chico que ahora la miraba con una dulce sonrisa y que si Misa fuera algo más lista, se habría dado cuenta de lo hipócrita que era.

El hermanito postizo de Misa, abrió las bolsas comprobando su interior. Comenzó a sacar todos  los adornos hogareños que había comprado en su visita al centro. Los colocó en fila sobre la mesa con el ceño fruncido y observado por una Misa sonriente y emocionada. Light se levantó de su puesto y se alejó disimuladamente hacía la pequeña cocina.

–        Misa… –. El tono molesto de voz con el que habló hizo que la nombrada cambiara esa sonrisa por un gesto de confusión–. ¿¡Por qué lo has comprado!?–.

–        Pensé que te gustarían… –. Dijo haciendo pucheros–. ¡Misa-Misa sólo quería pasar un buen rato con su Light y su Otōto- chan!–. se defendió cruzándose de brazos. Aunque Misa mostrara sus movimientos cómicos como si no le importara mucho el enfado del contrario, Light notó el temblor que empezó a adueñarse de ella.

–        ¡Si querías eso haberlo dicho! ¡Hubiera escrito en la libreta adornos igual o incluso más bonitos que esos! Ya da igual Misa, no pongas esa cara y ayúdame a ponerlos en su sitio–. Light y Misa expulsaron el aire que habían estado reteniendo todo ese tiempo. Este chico era impredecible.

Sentado en el suelo empezó a desempaquetar las cajas de los adornos y a admirarlos como un niño pequeño, al igual que Misa. Light miró su reloj y entró en la cocina comprobando el contenido del frigorífico. Preparar en la estrecha cocina se había convertido en todo un reto para Light Yagami, pero ¿Qué más podía esperar? Era un apartamento de una residencia de estudiantes. No era un secreto lo ricos que eran los padres del infantil sociópata… al menos podían haberle comprado a su hijo un apartamento algo más grande, aunque sea la cocina. Cortó unas fresas para hacer el pastel que tanto le gustaba a ese chico… aún no comprendía por qué no se había marchado aún y seguía cuidando de esos dos. Nada lo ataba, simplemente podría irse y arreglárselas él mismo por su cuenta en otro sitio, aprovechando esa oportunidad de volver a vivir.

–        Light, dame una fresa–. Gritó el chico desde la puerta de la cocina.

–        Cógela tú–.

–        Amargado…–. Murmuró el otro cogiendo una de las apetitosas fresas. – ¿Por qué me miras tanto Light?–.

–        Nada, sólo me acordé de alguien…–.

–        Ya veo… Oye Light. Pensé que sería buena idea mandar un regalito a nuestros amigos–.

–        ¿Amigos? ¿Te refieres a la chica que tiene la otra libreta?–.

–        Sí… ya debe de empezar el nuevo curso. Es una ocasión especial–. Dijo con una sonrisa retorcida.

–        ¡¿Otra vez!? Van a pensar que eres un pesado… ¿o es que estás enamorado de esa chica? No dejas de pensar en cómo hacerle la vida imposible ¿Es que quieres llamar su atención? El amor siempre llega tarde o temprano–. Entró Misa en la conversación sonriendo pícara y dándole codazos al chico que  había formado una mueca de horror.

–        ¿Amor? El amor Misa, es sólo una ilusión para gente débil que cree que el afecto lo es todo. Una simple excusa para justificar las necesidades humanas… puro marketing–.

–         ¡Otōto- chan! ¿No crees en el amor? Pobrecito… normal que estés así–. Dijo Misa limpiándose una lágrima imaginaria.

–        ¿Ves? Eso es lo que diría una mente débil que no puede vivir sin el afecto…–.

–        Me gustaría ver el día en que te enamores–. Intervino Light riendo disimuladamente. Si las miradas mataran, Light estaría bien muerto.

–        ¡Misa también quiere verlo! ¡Ya lo estoy viendo! ¡Podremos tener citas dobles! ¡Y podremos ir de compras juntos…!–.

El chico dejó a Light y a Misa hablando y se sentó sobre el alféizar de la ventana. Miró al cielo a través del cristal. Las gruesas gotas de lluvia golpeaban la ventana volviendo borrosas las siluetas de la ciudad. Entre sus manos sopesó esa extraña libreta que tanto había cambiado su vida en esos meses. La abrió y escribió algo en ella antes de volver a mirar al cielo encapotado. Pero en lugar de ver las negras nubes, la imagen de una chica cerrando los ojos se adueñó de la ventana. Después de removerse incómoda, abrió los ojos. Miró a su alrededor con el ceño fruncido y se levantó de un salto. Comenzó a buscar por todos lados. El chico fisgón soltó una carcajada y justo cuando la chica iba a mirar encima de la lámpara…

–        ¡Lo sabía! ¡Otōto- chan está enamorado! ¿¡Quién es quién es!?

–        ¡Misa! ¡Déjame en paz!– gritó el chico bajando la persiana ocultando la escena.

–        Vamos… soy tu hermanita mayor. Puedes confiar en mí.

–        Sólo me parece alguien interesante.

–        ¿Por qué?

–        Pues porque sí…– dijo no muy seguro.

–        Mm… eso me suena a que no tienes respuesta– dijo Light colocando unas tazas de té sobre la mesa ratona.

–        Eso es que nos oculta algo…

–        ¡Vosotros ganáis! La conocí en la feria… sólo me pregunté qué estaría haciendo ¡Nada más!

Misa alzó la ceja con una sonrisa cómplice, el chico abrió los ojos alarmado. Light tomó una taza y sorbió el té ajeno al duelo de miradas.

–        Oh Dios… oh no…

–        Oh sí.

–        Mierda… mierda…

–        ¿Qué ocurre?

–        ¡A otōto- chan le gusta una chica! ¡A otōto- chan le gusta una chica!...– canturreó Misa.

–        Eso no es una novedad, cada día sale con una chica diferente…– dijo Light mirando al techo.

–        Pero esta es diferente, Light. Incluso soñó con ella– dijo Misa tirando del brazo al castaño.

–        ¿Y eso cómo lo sabes?

–        Intuición femenina– la rubia giñó un ojo.

–        Me cago en tu intuición femenina, Misa– dijo el chico confirmando las sospechas de los otros dos.

–        Bueno, al menos no creo que la vuelvas a ver. Ya que lo único que sabes es su nombre y que según te dijo no era de allí.

–        Pobrecito, si pudiera volver a…– una leve risa interrumpió a Misa. El castaño y la rubia miraron al chico que reía como un desquiciado mientras escribía en la libreta.

–        No me digas… vas a ir a donde vive ¿No crees que le daría un infarto?

–        Por eso es que voy a ir disfrazada.

–        ¿Disfrazada?– preguntó Misa confundida.

“Te deseo suerte, Ayla”, pensó Light mientras acababa la taza de té.

Notas finales:

1. Según Zaena, suena más sotisficado XD

2. Significa hermano pequeño... esta Misa, cada día más tonta.

¿Qué tramará este idiota spicópata? ¿El plan de Matt resultará? ¿Mello podrá cuadrar los gastos? ¿A quién le recuerda Light el idiota psicópata?

¡NOS VEMOS PRONTO CACHORRITOS!


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