Otro día común y corriente, caminé por la misma calle de todos los días, donde en la mañana vuelan en el cielo las mismas aves. Las calles estaban repletas de hojas naranjas de los arboles de los alrededores, ese día de otoño, el clima se tornó frio, por lo cual llevaba puestos unos guantes color negro, ya que la sensación de mis manos frías no me agrada en lo absoluto, aparte de eso el clima bajo, no me molesta. Llegando a la escuela se podían notar unos carteles en la entrada anunciando la gran fiesta de graduación, nada que me importase. Faltaban pocos días y se podía ver en todas las partes del colegio parejas regalándose cartas o declarándose, <<tanta cursilería debería ser un delito>> me decía algo incomodo por la situación. Al fin entré a mi salón y tomé asiento en mi banca, todo estaba tranquilo hasta que una chica se acercó a mí, alcé la mirada para ver de quién se trataba y a pesar de que la reconocí porque está en el mismo salón que yo, no recordaba su nombre, <<no me aprendo el nombre de las personas que no me interesan>>, pero inesperadamente puso en mi escritorio un sobre de color rosa y viéndome fijamente me preguntó:
-¿Quieres ir al baile conmigo?
-No
Le contesté sin pensarlo dos veces, ella se molestó y con sus manos golpeo mi pupitre:
-¡¿Por qué no?! ¿Sabes que seré la única que te va a invitar? ¿No soy lo suficiente bonita para ti?
Me reclamó mientras jugaba su largo cabello rubio, no le dije nada y me limité a suspirar, ella siguió:
-¡No hay nadie perfecto!
Las palabras salieron solas de mi boca y le dije:
-Yo conozco a alguien perfecto.
-Eres un mal agradecido.
-Sigue hablando, aun así me rehúso a ir, y menos con alguien tan superficial como tú.
-¿Cómo te atreves? Las cosas no se quedarán así, nunca te perdonaré.
La chica se fue furiosa, <<ella no es nada comparada con Mikami>>.
Las clases dieron inicio, todos estaban sentados en sus lugares escuchando las explicaciones del profesor de literatura, pero Mikami no se encontraba en el salón, seguramente estaba ocupado con el consejo estudiantil, su falta en el aula es absoluta, el salón se siente tan vacio… yo me siento tan vacio. <<No sirve de nada pensar en él>> me dije para convencerme y seguir poniendo atención a la clase.
En la hora del descanso, me fui a la cafetería para comprar chocolate, <<el chocolate me pone de buen humor>>. Lo compré, me senté en una banca y me quité los guantes para disfrutar mi golosina. Podía escuchar a unas chicas que estaban sentadas en una banca cercana a mí, estaban platicando sobre el baile, hablaban de Mikami:
-Él ha rechazado a todas las chicas que lo invitaron a ir al baile.
-Eso es un poco cruel…
-Tal vez ya tiene una acompañante y no quiere decirlo.
-Que envidia, yo quiero ir con él.
-¿Te imaginas bailar con él?
-Waaa, sería estupendo.
Esa platica me incomodó lo suficiente como para que me vaya, <<ninguna de ustedes merece bailar con él>> me dije irritado y lo peor es que el chocolate que tanto estaba disfrutando se acabó en un abrir y cerrar de ojos. Regresé a mi salón y me senté en mi lugar, una pequeña ráfaga de viento inundó el lugar y congeló mis manos, de inmediato me fijé que no tenía puestos mis guantes, <<seguro los olvidé en esa banca>> me dije molesto por lo olvidadizo que había sido. Sin más, fui rumbo a la cafetería pero algo me detuvo, sentí una mano que tomó mi hombro y con brusquedad me volteo, en ese momento vi un chico muy alto y apuesto en frente de mi. Lo observé mejor para descifrar la identidad del muchacho, su cabello era negro y sus ojos eran de un intenso color café. En su brazo había una venda y gracias a eso lo pude reconocer, se trataba ni más ni menos que del presidente del consejo estudiantil. Después de unos segundos él me soltó, dejándome un ligero dolor en la parte donde me había sujetado, sin querer le dije:
-Eres muy brusco sempai.
Él me observó de pies a cabeza con una mirada picara que hizo que me dieran escalofríos, pero luego retomando la compostura, me dijo gentilmente:
-Dejemos el formalismo a un lado, llámame por mi nombre.
No me agradaba mucho la idea de llamarlo por su nombre pero con el fin de irme de allí lo más pronto posible le seguí la corriente:
-¿Qué deseas Murasaki-sempai?
-Veras Yue, tú me conoces porque soy el presidente del consejo pero crees que yo no te conozco y al contrario sé más de ti de lo que te imaginas.
-No entiendo lo que me intentas decir.
Le dije apartando mi rostro de sus ojos ya que sentía que me comería tan solo con la mirada, él siguió hablando tranquilamente:
-Te observo Yue, todo el tiempo.
De pronto se acercó más a mí y para evitar el contacto con él, di unos pasos hacía tras, pero al final solo choqué con la pared, estaba encerrado, el posó su mano en mi cintura haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera y quedé hecho hielo, no podía moverme, Murasaki siguió hablando:
-Llegué a la conclusión de que me atraes y quiero poseerte. Pero sobretodo quería que fueras al baile conmigo.
Dijo con una sonrisa que haría derretir a cualquier chica, pero yo no me sentía así, al contrarió, quería que me quitara las manos de encima y que se alejara lo más pronto posible:
-Es que somos chicos, ir conmigo es raro.
Dije con la voz temblorosa, Murasaki siguió la conversación:
-Yo sé que a ti esas cosas no te interesan, porque tu estas enamorado de un chico ¿cierto? Pero tú vas a ser mío, quieras o no.
Con una mano acercó mi cuerpo al suyo y con la otra tomo mi cabello bruscamente para que mi rostro quedara a unos centímetros del suyo, incapaz de detenerlo cerré los ojos deseando que todo eso fuera una pesadilla, sentí su respiración en mis labios y cuando estaba a punto de robarme un beso, sentí como se alejó repentinamente de mi, abrí mis ojos llorosos y vi que Mikami había empujado a Murasaki para que se separara de mi. Lo vio con unos ojos penetrantes y le dijo con un tono superior:
-Presidente, ¿cómo se atreve a hacer esto?
Murasaki se pasó las manos por el uniforme y retomó la compostura:
-Yo solo quería pedirle si quería ir al baile conmigo.
Mikami bajó la voz pero su mirada seguía siendo fuerte y firme:
-No es la forma de hacer las cosas, aparte…
Me miró y sus ojos se tornaron serenos, me regaló una dulce sonrisa y retomó la tranquilidad para luego decirle a Murasaki:
-Yue ya tiene con quién ir al baile.