Decimocuarto día del octavo mes lunar. Reino de Registana.
La oscuridad teñía el cielo, no se vislumbraba una sola estrella en todo el firmamento esa noche, más podían distinguirse unas nubes acercándose con rapidez y que aseguraban abundante lluvia durante al menos toda la noche y puede que parte de la mañana. Sin embargo había una persona a la que eso no le importaba para nada. Ya podría caer el mayor diluvio hasta la fecha, y a pesar de eso no pararía su camino. Y esa persona no era nada más y nada menos que el rey de Registana, Charles.
Os preguntaréis qué diablos hacia una persona de tanta importancia como un rey marchando solo por un bosque en medio de la noche, muy sencillo. La respuesta era su esposa, su querida y embarazada esposa.
Estando de visita de cortesía a un reino vecino un cuervo del suyo había llegado con una nota para avisar al monarca de que su heredero estaba por nacer así que sin casi si quiera despedirse formalmente tomó su caballo y comenzó a cabalgar con velocidad. Fue todo tan repentino que para cuando su guardia personal se dio cuenta de su escape él ya llevaba medio camino recorrido. Charles deseaba con toda su alma poder llegar a tiempo de ver nacer al que sería su primer hijo varón.
Cabalgó durante al menos cuarenta y cinco minutos más cuando a lo lejos puso empezar a vislumbrar la silueta de su hogar. Así que con la vista fija en el camino siguió haciendo que el caballo aumentara su velocidad y en un abrir y cerrar de ojos se encontró frente al gran portón.
Desmontó al corcel acariciando su lomo y dejándolo en manos de un guardia no sin antes decirle que le diesen agua y alimento para reponerle las fuerzas y enseguida corrió adentro del lugar, ignorando los saludos del personal que se iba encontrando, en estos momentos solo deseaba estar junto a su familia.
Charles llego al tercer piso y camino hasta el ala oeste, donde se encontraban sus grandes aposentos y cuando se disponía a abrir las puertas estas fueron empujadas desde dentro y el rey pudo reconocer a una anciana mujer que había cuidado de su esposa durante toda su gestación la cual le miro sonriente y le dio la enhorabuena para luego marchar escaleras abajo hasta desaparecer de la vista del rey el cual enseguida se dispuso a entrar en la habitación cerrando la puerta tras él.
La imagen que se encontró tras darse la vuelta fue la más hermosa que había visto en toda su vida. Su esposa tenía un aspecto que agotaba solo con mirarla sin embargo una gran sonrisa iluminaba su rostro y entre sus brazos sujetaba un bebe envuelto en preciosas mantas, Charles se acerco a ella y se sentó en el borde de la cama rozando suavemente su mejilla.
-Siento no haber podido llegar a tiempo María –Susurró el hombre triste por haberse perdido el nacimiento de su hijo sin dejar de acariciar la mejilla de su esposa con amor.-
-No tiene importancia querido –Le dijo su bella mujer- Estoy totalmente segura de que hiciste lo posible por intentar llegar, y lo que importa es que estas aquí con nosotros.
-Me conoces muy bien mi amor –Charles sonrió a su esposa y se acerco a besar con cariño la frente de la misma- Y ahora déjame conocer al pequeño –Le pidió sonriente extendiendo los brazos para coger al bebe con sumo cuidado-.
-Aun no he escogido un nombre, te esperaba para poder elegirlo juntos –Explico su mujer volviendo a recostarse entre los suaves almohadones de la cama- Pero tengo uno en mente desde que supe que iba a ser un varón.
-¿En qué nombre habías pensando para el María? –Preguntó su esposo con curiosidad sin dejar de arrullar suavemente al bebe que dormía ajeno a todo-.
-Samuel –Habló decidida María mirando a su esposo a los ojos-.
-El príncipe Samuel de Registana –Susurro el rey levantando suavemente a su dormido hijo- Me gusta como suena, es perfecto –Dijo sonriendo a su mujer mientras dejaba s u hijo en la cuna que habían dispuesto para él las sirvientas para luego dirigirse a la puerta –Volveré en un rato, debo escribir a los reinos amigos avisando de esta gran noticia –Abrió la puerta y antes de salir volvió a mirar a su esposa la cual se había dejado llevar por los brazos de Morfeo ante su cansancio y sin hacer ruido volvió a cerrar la puerta.
Charles puso marcha hacia su despacho personal el cual estaba en el ala este del mismo pasillo donde se encontraban sus aposentos por lo que no demoró en llegar al mismo y entro en el con tranquilidad. Una vez dentro fue hasta el pequeño armario repleto de bebidas que guardaba para una ocasión especial y abrió una botella de vino para servirse un poco en una copa sin embargo al volver al mueblecito para colocar la botella en su sitio de nuevo sintió un gran dolor en su abdomen y al bajar la cabeza pudo ver como una gran cantidad de sangre salía de una herida del mismo.
El rey cayó al suelo de rodillas y una vez así sintió una patada en su espalda que le hizo tumbarse en el suelo, había perdido ya bastante sangre y su vista comenzaba a nublarse pero a pesar de eso consiguió distinguir una figura encapuchada huyendo por la ventana de su despacho. Desgraciadamente su vista se fue ennegreciendo poco a poco para finalmente apagarse para siempre. Justo en ese momento se desato una tormenta.
Esa noche todo el castillo festejaba la llegada del nuevo miembro de la familia, pero el cielo lloraba la pérdida de un hombre noble.
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