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Llegado el amanecer por heebumkim

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Notas del capitulo:

Espero que me perdonen por haber tardado tando :c

Ahora que por fin estoy de vacaciones espero terminar el fic, solamente quedan uno o como mucho dos capítulos. En realidad no lo tengo pensando.

Bueno, espero que les guste. No está muy bien porque no me acordaba muy bien de la historia, y quería subir el capítulo cuanto antes para no hacerlas esperar más.

En fin, espero que no lo hayan dejado de lado y que no sigan leyendo.

Disfruten<3

 

-¡Jongup! –gritó Yongguk, desgarrándose la voz.

                Observó el cuerpo de su mejor amigo en el suelo, ensangrentado, con una navaja clavada en el pectoral derecho. Taesung alternaba la mirada entre todos los que yacían en esa habitación. Seohyun miraba con tristeza el cuerpo de su amante, agachándose y zarandeándolo, intentando tener alguna reacción por su parte. Los invitados estaban inmóviles, observando la situación detenidamente. Y Himchan, su dulce Himchan seguía inconsciente por el golpe que Taesung le había propiciado.

                Con cuidado y a la vez rapidez, depositó el cuerpo de su amado castaño sobre el sillón, y corrió hacia su mejor amigo para intentar salvarlo. No se podía creer que, después de haber arriesgado su propia vida para salvar la de Jongup, y a causa de eso meterse en un gran lío con Taesung, ahora esté cerca de la muerte, esperando su final.

                Yongguk apartó a Seohyun, agachándose al lado del desfallecido cuerpo. Afortunadamente no había sido en el pectoral izquierdo, donde se encontraba el corazón. Pero por la dificultad que Jongup tenía por respirar dedujo que le había dañado el pulmón.

-Tráeme gasas, agua y un botiquín, por favor –le ordenó con voz grave a Seohyun, mientras con sumo cuidado sacaba la navaja clavada del cuerpo que yacía en el suelo.

                La joven, obediente, hizo lo que Yongguk le había pedido y le llevó lo que dijo. A la vez que Yongguk intentaba detener la hemorrágea, los tres invitados salían disparados para no meterse en problemas, y Taesung, inquieto, pensaba un plan para acabar con todos esos obstáculos que se habían metido en su camino.

                Jongup estaba perdiendo mucha sangre, y cada vez respiraba más pausado. El moreno se estaba alterando. Sus nervios estaban al borde del abismo. Vivir tantas emociones a la vez y por muchas cosas no era absolutamente sano.

                Cuando abrió a la boca para decirle a Seohyun que llamara a una ambulancia ara llevar a su mejor amigo al hospital, escuchó un portazo proveniente de la entrada. Se levantó, alertado, y al no ver el cuerpo de Himchan en donde lo había dejado, ni a Taesung, sus nervios explotaron hasta el punto de que su cabeza comenzó a dar vueltas y su vista a nublarse.

-¡Seohyun! –gritó, desesperado y desorientado- Lla… Llama a una ambulancia y…y-y…y que lo atiendan.

                Bajo la atenta y preocupada mirada de la hermosa joven, Yongguk salió tambaleándose de la mansión, aún desorientado. Atravesó todo el jardín principal hasta llegar a la salida de la propiedad, intentando buscar con la mirada el coche de Taesung. Se sentía mal. Los nervios lo estaban matando. Mareos, ganas de vomitar, dolor intenso de barriga, vista nublada. Sentía que desfallecía.

                El sonido del motor de un coche a toda caña lo alertó. Al serle reconocido ese rugido del motor, supuso que era l coche de Taesung, aquel en el que hacía unas semanas había subido con Himchan y donde le había pedido la primera cita.

                A pesar de no ver nada y caminar con dificultad, Yongguk se dirigió hacia donde el coche se encontraba, gracias a su excelente oído. Pero, desgraciadamente, acabó caminando en medio de la carretera sin darse cuenta. Sin embargo, no le importaba nada que no fuese encontrar a Himchan y  llevárselo lejos de Taesung, lejos del mal.

                Lo tenía claro, desde que volviera a estar con él, se lo llevaría lejos, a un lugar mejor, un lugar donde pudiera rehacer su vida. Era demasiado joven como para vivir todas esas desgracias en tan pocos años, y no podía permitir que siguiera viviendo de esa manera hasta la muerte de Taesung, o la suya propia.

                El sonido del motor se oía cada vez más cerca, y Yongguk alertó a todos, o al menos a la mayoría, de sus sentidos. De repente, sintió como el automóvil impactaba contra él, cayendo sobre el suelo y golpeándose la cabeza con el golpe de la acera. Inmediatamente, sus ojos se cerraron, desfalleciendo.

 

                Nada más despertar, observó, en una silla cerca de la camilla donde se hallaba, a Zelo con la mirada perdida.  Yongguk notó que esta triste, deprimido, y en seguida se hizo una idea de lo que había pasado. Al lado de la puerta, estaba Youngjae, quien lo miraba fijamente. Ambos mantuvieron una mirada fija, profunda, extraña.

                El moreno recordó la conversación que había tenido con Youngjae en la mansión, sus consejos sobre de que desapareciera, que no confiara en nadie. Yongguk se sentía confundido, mucho, y no sabía qué hacer. Sentía que se había metido en un laberinto sin salida, sentía que se había perdido en un túnel infinito y oscuro que se iba comprimiendo poco a poco. Él sabía, cuando empezó a verse con Himchan, que nada iba a ser fácil, sobre todo con lo cabrón que Taesung era. Pero, lo que no sabía, era que iba a ser tan extremo hasta el punto de causar accidentes y muertes.

-¿Yonggukkie? –escuchó la voz de Zelo, un poco apagada, y lo miró. Gruesas lágrimas comenzaron a caer por sus bellos ojos, y Yongguk sintió como su interior se rompía en mil trocitos incapaces de recomponerse- Yonggukkie hyung…

                El mayor no podía hablar, se sentía incapaz de decir algo sin romper a llorar o a dar puñetazos a todo lo que se le apareciera por delante. Simplemente extendió los brazos, y después de que Zelo se tirara sobre él, lo abrazó con fuerza.

                Zelo nunca solía estar tan triste y asustado como en ese momento, y eso solo podía significar que Jongup ya no estaba con ellos, que se había ido. Los ojos de Yongguk se aguaron, pero luchó por no llorar.

-J-Jongup… J-Jo-Jongup… -el menor tartamudeó, con la voz triste, y sollozos escapando de su garganta.

                Yongguk apretó con más fuera a Zelo, y miró a Youngjae interrogativo, quien, como si le hubiera leído la mente, asintió.

                Jongup había muerto.

                Se mordió el labio con fuerza hasta hacerse sangre y miró el techo, aún luchando por no romperse ahí mismo. Mientras, con sus musculosos brazos estrujaba el menudo cuerpo de Zelo, quien solo lloraba y sollozaba sin fin, lleno de dolor y angustia. Yongguk se sentía acabado. Se había metido en un juego peligroso en el que todo iba a acabar mal. Y lo peor era, que a pesar de la muerte de Jongup, aún no había acabado. Todavía quedaba por saber donde estaba Himchan, su Himchan.

                De repente, un par de lágrimas salieron de sus ojos resbalando por sus mejillas, y apretó los ojos inmediatamente para impedir que más salieran. Su mejor amigo de toda la vida había muerto por su culpa. Porque era así, él era el culpable de todo, de todas las desgracias. Tal vez si no hubiera arañado el valioso coche de Taesung no estaría viviendo esa angustia por Jonup y Himchan en ese momento. Tal vez si solo se hubiera dedicado a hacer su trabajo en la mansión de Taesung sin hablar con nadie y obedeciendo al viejo, habría terminado cuanto antes y no se habría metido en líos que no perjudicaran a los que estaban a su alrededor.

                Pero entonces, no habría conocido a la persona a la que amaba con toda su alma.

                La angustia y la melancolía fueron sustituidas repentinamente por la ira y por la furia. Se prometió a sí mismo que encontraría a Taesung, que vengaría la muerte de Jongup, y que recuperaría a Himchan para darle una vida mejor. Se prometió a sí mismo que cuidaría de Zelo como si fuera su propio hermano pequeño, y que lo haría lo más feliz posible. Se prometió a sí mismo, que intentaría volver a su vida de mierda de antes, aunque fuera casi imposible.

 

 

                Apretó la fría mano de Zelo con fuerza, a la vez que tiraba de ella para pegar su menudo cuerpo al suyo. Inmediatamente abrazó su cintura con fuerza, y besó su cabeza con delicadeza. Miró alrededor. Aproximadamente unas cincuenta personas se hallaban de pie, vestidas absolutamente todas de negro, rodeando algo. Ese algo era la tumba de Jongup, donde recién había sido enterrado. Después de unos cuantos discursos de amigos, todos se fueron, dejando atrás, en el pasado, el recuerdo de Jongup.

                Yongguk, aún con el pequeño e inofensivo Zelo en brazos, se acercó a gran agujero y observó el oscuro ataúd en el que se encontraba el cuerpo de su mejor amigo. Cogió, otra vez, la mano de Zelo, y ambos tiraron, sobre el ataúd, una rosa pintada de negro. Abrazó con fuera a Zelo, quien comenzó a llorar desconsoladamente.

-Siempre fuiste un gran amigo, el mejor amigo que pude haber tenido –comenzó a hablar Yongguk, mirando fijamente al ataúd- Y siempre lo seguirás siendo. Porque aunque ya no sigas físicamente con nosotros, siempre estarás en nuestras mentes y corazones. Nunca te olvidaremos, ni te convertirás en un simple recuerdo. Hasta siempre Jongup.

-T-Te quiero Jonguppie –habló el menor entre lágrimas y sollozos.

                Yongguk cogió en brazos al menor, que se agarró a él con fuerza, y tras observar como la tierra caía sobre su amigo, se fue.

 

 

                Había dado de cenar a Zelo, lo había bañado, le había puesto el pijama, lo había acostado, y le había cantado hasta que cayera en los dulces brazos de Morfeo. El menor estaba destrozado, tanto que a cada minuto lloraba, sollozaba, y gritaba al cielo que le devolviera a su hermano mayor. Por eso, Yongguk, prácticamente, había tomado el papel de mamá en esa casa.

                Bajó a la cocina y se sentó en una silla. Fumó mientras bebía. Eso era lo que últimamente hacía, cuando Zelo no estaba, o dormía; se colocaba y se emborrachaba. Se sentía vacío por dentro, y los únicos sentimientos que su corazón experimentaba era la desolación y la furia. Hacía meses que Jongup había muerto, hacía meses que no sabía nada de Himchan.

                Las primeras semanas no había parado de buscar, de interrogar a personas cercanas de Taesung. Se había obsesionado, se le había ido la cabeza por completo. Estaba tan preocupado de lo que ese desgraciado podía hacerle a su precioso ángel, que incluso empezó a tomar pastillas para relajarse y alejar malos pensamientos de su cabeza.

                Últimamente, solo salía una vez por semana, en la noche, rondando por las calles, ansioso de conseguir alguna pista, algo que lo llevara hasta Himchan. A veces no perdía la esperanza, se animaba a sí mismo para seguir buscando. Pero otras, pensaba que ya debía estar muerto, que Taesung ya se había enterado del romance entre Himchan y Yongguk y que había matado al primero a base de golpes.

                Yongguk se había encargado de que Seohyun viviera feliz a partir de ese momento. Le había conseguido un pequeño apartamento en el centro de Seúl, le había ayudado a entrar en la universidad y a conseguir un trabajo para mantenerse. Incluso había contratado a un amigo para que se encargara de su vigilancia disimuladamente, por si acaso que Taesung o alguno de los suyos volviera a ella y la atacara.

                Por otro lado, no había vuelto a ver a Youngjae. La última vez había sido después del entierro, donde le había dicho que no buscara a Himchan si no quería seguir viviendo desgracias. Seguramente, como el buen perrito faldero que era, había vuelto con Taesung, o tal vez se había ido con el chico al que tanto estaba pegado en la mansión.

                Ahora Yongguk se había convertido en una persona diferente. Solo mostraba su lado tierno, cariñoso y protector cuando estaba con Zelo, pero de resto, se había convertido en una persona fría, calculadora, prácticamente sin sentimientos. Le había arrebatado casi todo lo que amaba. Si seguía viviendo, era porque le había prometido a Jongup que cuidaría a Zelo pasara lo que pasara, y él no era un hombre que rompiera promesas.

                De repente, sus pensamientos fueron invadidos por Himchan. Pensó en su brillante pelo castaño, en sus finos y tiernos labios, en sus felinos y profundos ojos. Pensó en su delgado y delicado cuerpo debajo del suyo, ambos cubiertos de sudor mientras Yongguk se movía sobre el contrario, ambos disfrutando del momento. Pensó en los preciosos labios de Himchan recorriendo cada parte de su piel con húmedos besos que lo volvían loco. Pensó en sus te quiero y sus te amo que siempre le regalaba. Pensó en su hermosa sonrisa que siempre lo iluminaba por completo.

                En esos momentos, no le gusta el amor, lo odiaba. Si el amor implicaba dolor y angustia, entonces lo rechazaba, no lo quería así. Pero el amor implicaba felicidad y dolor, y si quería lo primero, tenía que aceptar lo segundo.

                Deseaba que todo fuera diferente, que Himchan no hubiera estado con Taesung, que se hubieran conocido de otra forma, que se hubieran enamorado rápidamente y que hubieran vivido felices sin ningún tipo de problemas. Pero, era simplemente eso, un deseo, un sueño.

                Ahora estaba solo, sin él. Lo necesitaba tanto, era una horrible necesidad con la que llevaba conviviendo desde que lo conoció. Antes lo veía y esas necesidades desaparecían, porque lo abrazaba, lo besaba, le hacía el amor y hablaba con él. Sin embargo, ahora que no estaba, esas necesidades iban aumentando cada vez más hasta volverlo loco y una persona diferente a Yongguk.

                Sentía que no podía seguir viviendo así por mucho tiempo. Tanta angustia lo estaba consumiendo por dentro, y así, moría poco a poco.

                De repente, el timbre de la puerta sonó. Yongguk se extrañó, puesto que, aparte de que no esperaba a nadie, eran demasiada altas las horas de la noche como para que alguien estuviera tocando. Cogió una pistola de debajo de la mesa de la cocina y se acercó lentamente a la puerta. El timbre sonó más fuerte, y se empezaron a escuchar golpes en la madera.

                Yongguk quitó el seguro del arma para después agarrar la manilla, y sin dejar de apuntar al frente, abrió con calma. Una vez abierta del todo la puerta se separó un par de metros para apuntar a la persona que tenía delante.

-¿Youngjae? –el moreno frunció el ceño.

                Youngjae estaba frente a él, con una expresión seria en la cara, totalmente inmóvil. Aún así, Yongukk no bajó el arma. Él mismo le había dicho que no confiara en nadie, y eso mismo era lo que estaba haciendo, desconfiar. Detrás de él aparecieron más personas. Reconoció al chico que siempre acompañaba a Youngjae, y a aquellos tres que estuvieron presentes en la cena en la que Jongup resultó herido. Aquellos tres que no se inmutaron y que salieron despavoridos, y de loa que Yongguk pensaba vengarse.

                Su ceño se frunció más, y sus profundos ojos ardieron de la ira al recordar cada momento vivido en el que todos ellos estaban presentes. Soltó un gruñido de furia, haciendo que los cinco retrocedieran dos pasos, algo asustados pero intentando disimularlo.

                Entonces, a un lado de Youngjae, apareció una persona totalmente inesperada. Una persona de la que hacía años que Yongguk no sabía. Una persona misteriosa, que, físicamente, era idéntica a él.

-Yongnam… -dijo el moreno, asombrado y retrocediendo a su vez un paso, tensándose.

-Sabemos dónde está, Yongguk.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado, de verdad que no me salió muy bien, prometo esforzarme en el próximo.

Dejen sus rw, por favor, así estaré más inspirada y emocionada al escribir.

Hasta dentro de poco<3


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