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Susurros En El Silencio por Darko Princess

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Notas del capitulo:

Perdón por la demora y favor de leer las notas finales de su "querida" autora nwnUU

XIII

Sólo La Nieve Sabe

 

 

Sentado sobre el barandal de su balcón, con una pierna balanceándose lentamente hacia el vacío y la otra contra su pecho, sirviendo de apoyo  para uno de sus brazos, bajo la apenas existente nevada; así es como Yeidher encuentra a Elliot.

Su hermano menor luce tan silencioso, podría decirse incluso pensativo, con la mirada fija en el horizonte, casi como si estuviese calculando su siguiente movimiento, igual que un felino acechando a su presa…

Mirarlo así consigue aturdir a sus sentidos, porque una vez más su hermano luce como una suerte de mística aparición, el cabello pelirrojo apenas se agita con la brisa mientras entre los labios rosados y carnosos sostiene aquello que rompe el encanto.

–“Creí que eso siempre sería nuestro secreto”– una sonrisa ladina, ligera, y la mirada aun al frente. Más ante el suave reclamo Yeidher no puede evitar el suspirar, situándose a su lado, apoyando ambas manos contra el barandal tan sólo para poder mirarlo de frente.

–“Debí suponer que lo escucharías”– si siente arrepentimiento, se esfuerza en no demostrarlo, tan sólo se siente cada vez más tentado a arrebatarle de entre los labios aquello que Elliot lleva –“Es sólo que… algo me impulsó a hacerlo”– tal vez fue el ver lo débil y frágil que Ossiris lucía o tal vez fuese por la expresión de Yoru, en ese momento realmente ya no importa.

–“Luce igual a mí ¿No? Como un gatito abandonado a su suerte”– esta vez ambos suspiran, en realidad no es como si Elliot estuviese esperando algún tipo de disculpa, no, porque eso sería igual a negar una verdad con la que ambos han cargado durante años.

El tiempo parece haberse detenido puesto que ambos hermanos tan sólo se miran en silencio, casi conteniendo la respiración, no hace falta decirse más nada, o no al menos sobre ese tema en particular.

–“Por cierto… ¿Desde cuándo fumas?”– y aun cuando tratase de acallar la pregunta en su mente, no puede evitar el hacerla, no mirando la forma casi cínica en que su hermano menor sostiene entre los labios el odioso cilindro blanco.

–“So idiota… es de chocolate”– la mirada de incredulidad y odio que Elliot le dedica consigue hacerlo parpadear un par de veces antes de soltar una muy leve risita, sintiéndose un tanto patético por la equivocación –“El chiquillo te tiene mareado ¿Eh?”– hasta suena complacido y divertido cuando lanza la pregunta, obligándolo a apartar la mirada un tanto apenado.

Asiente apenas y luego suspira hondo, notando el momento en que su hermano menor extiende una cajetilla abierta hacia él. Encogiéndose de hombros termina por jalar uno de los pequeños cilindros blancos, llevándoselo a los labios e imitando al menor. Esta vez ambos suspiran, con la mirada clavada en el cielo.

–“En realidad no te odio, lo sabes ¿verdad?”– parpadea un par de veces antes de que su mirada se tope con la de Elliot, quien al notarlo la aparta aprisa. Esta vez quien esta apenado es justamente el menor, porque en lo que a Yeidher concierne, él simplemente no puede dejar de sonreír ampliamente.

–“¡Tan lindo!”­– se le cuelga del cuello y esta vez ambos se tambalean sobre el barandal antes de que Elliot gruña enfurruñado, intentando soltarse sin mucho éxito.

–“¡Retiro lo dicho! ¡Te odio, te odio mucho!”– masculla, de nuevo tratando de soltarse de la especie de costal o cosa en que su hermano colgado de él, se ha convertido, porque no existe otra manera para describir el peso que se aferra a su espalda y se ríe, haciendo escándalo, para variar.

­–“Suelta a mi esposo, pareces loca sobre él”– el tonito nada contento de Natsuhi hace que ambos se vuelvan hacia el interior de la habitación.

Elliot se sonríe con culpa, extrañamente aferrado a los brazos de Yeidher que rodean su cuello mientras le dedica una sonrisita un tanto arrepentida a un Natsuhi en pijama cruzado de brazos y con las felinas orejas lavandas con puntas blancas, bien paradas sobre su cabello, demostrando que no está en lo absoluto feliz al encontrarlos así.

–“Oh vamos Natsuhi, no te pongas así, sólo estoy disfrutando de tener así a mi lindo hermanito”– la sonrisita que Yeidher le dedica a su cuñado consigue hacer erizar un tanto a Elliot, pensando en lo idiota que es su hermano al provocar a su lindo esposito de semejante forma.

–“¡Natsuhi!”– esta vez ambos hermanos protestan, porque tal y como Elliot esperaba, su adorable esposo ha usado una vez más su calzado en contra de ambos, arrojando sin piedad y con una más que precisa puntería, su par de pantuflas justo contra las cabezas de cada uno de los hermanos.

–“Eres una criatura muy cruel”– reclama Yeidher, haciéndose al ofendido mientras Natsuhi sólo arquea una de sus finas cejas, moviendo apenas una de sus felinas orejitas antes de entornar la mirada en clara amenaza hacia ambos.

–“¡Quita! Si me castiga de nuevo, voy a matarte”– y en un rápido movimiento, es Elliot quien da por terminada la para él, incómoda situación, zafándose aprisa del agarre de su hermano mayor y manteniendo una muy prudente distancia.

Basta una mirada más como para que la distancia entre ambos hermanos se amplíe en el momento en que el menor de ellos se apresura para alcanzar a su esposo. Natsuhi suspira lo más calmado que puede, una vez más sintiéndose ligeramente incómodo por haber hallado a ambos hermanos tan juntos. No es como sino confiase en Elliot, es más bien su cuñado quien consigue disparar sus alarmas aun cuando sienta los brazos de Elliot aferrarse a su cintura mientras lo guía hacia la pequeña mesa redonda en la estancia, sentándose para dejarlo a él justo sobre sus piernas antes de apoyar el mentón en su hombro.

–“Sobre lo que dijiste hace un rato…”– murmura Yeidher una vez los alcanza, sentándose justo frente a ambos –“La verdad es que sí”– de nuevo hace una pausa antes de suspirar –“Ese niño no tiene control alguno sobre sus poderes y sino ha afectado a nadie hasta ahora probablemente sea porque no se había topado con otro como él antes”– Elliot apenas asiente, esta vez pareciendo más entretenido con tocar levemente a Natsuhi, haciéndolo rodar la mirada –“Su mente es… demasiado compleja, como un laberinto, pero al mismo tiempo parece demasiado oscura y fría, igual que si quisiera dar la impresión de estar vacía”– había estado pensando en ello desde la primera vez que se vieran, notando la mirada opaca en el rostro del chiquillo, sus movimientos lentos, casi imperceptibles, y sobre todo, la ausencia de su voz.

Tan roto, igual que una pequeña figurilla de porcelana a la que alguien hubiese dejado caer, sin reparación alguna, o al menos eso había pensado, hasta que notó la forma en que Yoru lo miraba, los ojos de alguien que no iba a rendirse, desesperado, tanto como el mismo Yeidher se había sentido mil y un veces ante la fragilidad de Elliot, y ahora, viendo a su hermano menor sentado frente a él, una parte de sí comenzó a tener esperanzas, no sólo de verlo sobrevivir, sino más bien, de mirarlo vivir, vivir de verdad, tal y como su hermano lo estaba haciendo.

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Afuera pequeños copos blancos caen sin cesar, distrayéndolo tan sólo un poco de sus pensamientos, de sus recuerdos convertidos en pesadillas, esas que durante tantos años se esforzó por olvidar, pero han vuelto y se hacen cada vez más frecuentes, al grado de no dejarlo dormir, de mantenerlo inquieto y alerta, como si algo estuviese advirtiéndole que su aparente felicidad estaba por terminarse.

Intentaba una y otra vez calmar ese malestar, decirse que aquello no era más que una consecuencia más del cambio, sobre todo en noches como esas, cuando podía contemplar a su lado a la criatura más bella jamás antes imaginada por él, durmiendo en paz, tan tranquila y tan ajena al mundo, tan hermosa, como sólo ella podía ser.

Y casi sin querer, desliza los dedos entre ese cabello rojizo largo y ondulado, consiguiendo hacerla suspirar. No es como si se arrepintiese de su decisión, no, desde luego que no, sino más bien, en noches como esa, cuando las pesadillas volvían a acosarlo y su garganta comenzaba a arder recordándole el paso dado, es que comenzaba inevitablemente a preguntarse por la reacción de su hermano.

Ren notaría el cambio de inmediato, estaba seguro, tanto como del hecho de que no lo tomaría bien. Suspirando desanimado y cada vez más inquieto, finalmente abandona el refugio brindado por las suaves sábanas de su cama, arropando con cuidado a su princesa, porque es suya, le pertenece enteramente, tanto como él a ella, siendo las máximas pruebas, su cambio y el bebé que ella lleva ahora en su vientre.

Y es justamente pensando en ese bebé, que una vez más se recuerda cuánto ha valido la pena, incluso si su garganta arde como en esos momentos. Se muerde ligeramente los labios apartándose de la cama, procurando ser lo más silencioso posible, tomando con cuidado la camisa del pijama que dejara olvidada sobre el piso, el mismo frío piso que sus pies recorren en calma, extrañamente el frío ahora se siente tan bien.

Sus pasos lo guían lentamente hasta la cocina, y procurando hacer la menor cantidad de ruido, abre despacio la nevera, recorriendo con la mirada las repisas hasta dar con aquello que tanto parece necesitar. La jarra se siente fría entre sus manos, pero extrañamente para él y para el resto de los Darko, es mejor así, fría al igual que su rojo y líquido contenido.

La deja unos momentos sobre el mesón, justo junto a la tarja mientras consigue un vaso. Una parte de él ha comenzado a añorar más y más ese líquido, pero se recuerda que todo consiste en mantener el control, sobre todo en su caso.

Por eso en movimientos pausados se sirve un vaso, dejando la mirada puesta en la nieve que cae en el exterior, en los blancos copos, apartando de su mente la sensación de paz, alivio y confort que deja el rojo líquido mientras bebe lo más calmado que puede.

Tomándose su tiempo, saborea cada gota, porque está más que consciente de cuánto tendrá que esperar antes de poder beber una vez más, pero aun así, cuando el vaso se termina lo mira casi desilusionado, sin poder resistir llenarlo una vez más, pero sólo a medias, sólo un poco más, o de lo contrario su control flaqueará y eso es algo que no puede permitirse, ni ahora ni nunca.

Aspira lentamente el aroma, casi a nada de beber una vez más, pero es justo en ese momento que nota una presencia tras él. Después de un rápido análisis descarta el peligro, Yoru no lo ha visto beber, recién llega pero no por ello lo mira con menos curiosidad, sobre todo al topárselo de madruga en la cocina, sin camisa y con aquello entre las manos.

Deja el vaso sobre el mesón mientras devuelve la jarra a su lugar, todo en aparente calma, sabe que Yoru lo observa, pero sólo es cuestión de segundos para que su mirada curiosa deje de prestar atención al líquido rojo y quede puesta sólo en él, o más bien, probablemente en el sin fin de marcas en su espalda, e incluso sobre la delgada y fina línea que va desde su muñeca derecha hasta casi alcanzar el codo, las huellas de ese pasado que tanto ha intentado olvidar.

–“¿Cómo…?”– ni siquiera consigue terminar la pregunta pero sabe bastante más que bien a qué se refiere, por eso se sonríe ligeramente, sopesando un poco el tipo de respuesta que le dará.

–“Tenía casi 10 años cuando los Eljan Avalon me adoptaron, la calle no es precisamente un parque de diversiones, no para un niño”– sabe que su respuesta ha perturbado un tanto más a Yoru pero no se arrepiente de ello. Tal vez pueda servirle incluso de lección, una lección de vida más.

–“Lo siento”– otra vez se sonríe, más al escucharlo simplemente murmurar.

–“¿Por qué? Ni tu ni nadie podría haberme ayudado”– esa es la realidad y no tiene por qué ocultarla ni de Yoru ni de nadie, y si tuviese que culpar a alguien por lo sucedido, sería únicamente a esos viejos locos del Concilio, aunque incluso eso había perdido sentido, sobre todo teniendo en cuenta que él mismo había colaborado para acabar con ellos.

Los viejos estaban muertos mientras que él se encontraba más vivo que nunca, teniendo todo aquello con lo que jamás podría haber soñado, y si de algo debía arrepentirse, era únicamente de no haber estado cuando sus padres adoptivos más lo necesitaron.

–“Damon y Jyrian fueron buenos conmigo, incluso Trent”– y aun así los había abandonado, tal vez eso era de lo único de lo que siempre se arrepentiría.

–“Pero no eran tus padres”– tal vez Yoru no fuese tan ingenuo después de todo, sonriéndose una vez más, decidió llevarse con él el vaso lleno a medias, mirando de reojo una vez más a Yoru, otra vez observándolo fijamente.

–“No, no lo eran, y aun así lo intentaron”– y eso para él había sido más que suficiente, aun si no lo había agradecido en su momento, aun cuando no hubiese hecho más que apartarlos y salir corriendo en cuanto tuvo la oportunidad, dejándolos solos, dejándolos morir igual que a sus verdaderos padres…

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El insistente sonido de un teléfono móvil sumado a los rayos del sol posándose sobre su rostro, consiguieron hacerle primero apretar los parpados, abriendo lentamente sus ojos, intentando recordar el lugar en el que se encontraba.

Bostezando apenas, Lucian miró a su alrededor, la vacía sala de estar de la Mansión Avalon le dio en cierta forma la bienvenida, eso mientras se ocupaba en buscar el lugar desde el cual el timbre de su móvil se dejaba escuchar, encontrándolo finalmente en el suelo, perdido entre toda una maraña de mantas, las que probablemente se le habían caído al levantarse.

Parpadeo un par de veces al mirar en la pantalla el remitente del par de mensajes en su teléfono: “Alain Saluja”, incluso se lo pensó por unos instantes más antes de decidirse a abrirlos.

“¿Dónde estás tonto?”

“¿Te moriste ya?”

Sonrío casi con pesar, así sería por el resto de su tiempo, no, empeoraría una vez que Alain descubriera la verdad sobre la existencia y muerte de Ossiris. Y al pensar en él, una vez más deseó tanto haber tomado su lugar.

Suspirando mientras se ponía de pie, pensando en buscar a Yoru o incluso a la Señora de la casa, sus orbes se toparon con una curiosa cabellera albina adornada por un par de orejitas felinas. No recordaba haber visto a nadie así la noche anterior, o tal vez era que no le había prestado demasiada atención.

Como fuera, dejando a su curiosidad gobernar la situación, a pasos lentos se acercó hacia donde aquella persona se encontraba, de espaldas a él, quien ya estiraba una de sus manos con tal de tocar aunque fuese un poco, tan peculiares “adornos”. Sólo que jamás previó el momento en que ese par de orejitas se movieran primero hacia abajo un par de veces antes de girar hacia atrás, casi al mismo tiempo que su dueño.

Lo primero que Lucian pudo ver, fueron unos impresionantes orbes grisáceos, y en ellos, una apenas perceptible coloración azul, maravillosos, o al menos lo habrían sido de no mostrar tanto terror.

–“¿Suzu?”– el chiquillo, porque eso había resultado ser, apartó la mirada de él de inmediato antes de casi correr en otra dirección, lejos de él, inconscientemente lo siguió, encontrándolo aferrado al 2do Príncipe Nocturno, ocultando el rostro contra su pecho con la pequeñas y felinas orejas hacia abajo.

–“Me quiero ir ya”– apenas es un susurro pero no por ello deja de notar el temor en su voz. El Príncipe apenas sonríe, deslizando lenta y tiernamente los dedos entre los albinos cabellos, acunando después el pequeño cuerpecillo del chiquillo contra él.

–“Lo sé, nos iremos pronto, así que solo resiste un poco más y sé paciente ¿Si?”– el niño, Suzu, apenas asintió con la cabeza, dejándose mimar mientras el Príncipe se inclinaba apenas para levantarlo en brazos y llevárselo con él, dedicándole una única mirada de advertencia, igual que si quisiese mantenerlo lejos, muy lejos de ellos.

Suspirando hondo y tratando de recuperar el aliento tras enfrentar por vez primera una mirada tan intensa como esa, Lucian reemprendió la marcha, de nuevo buscando por Yoru o por la inesperadamente agradable Lady Cecile.

Tal vez el que se lo tomara como algo inesperado más bien tenía que ver con el hecho de haber tratado durante tantos años con la frialdad de su madre, tal vez por eso se sentía tan diferente, o quizás sólo fuesen imaginaciones suyas; sacudiendo apenas la cabeza se encontró en el pasillo principal, casi de frente a la salida.

Por un momento se quedó ahí, mirando la puerta, dudando, luego sus pasos lo llevaron de regreso a la sala de estar, tal vez lo mejor era esperar porque alguien más apareciera y así pedir indicaciones.

Un suspiro más y casi sin querer levantó la mirada, topándose de inmediato con la inconfundible y pequeña figura de ese niño, el de los ojos azules, tan azules como los de su padre, más este no lo miraba, sus orbes parecían por demás concentrados en guiar sus pasos inseguros escalón tras escalón, hasta llegar al último, y entonces aunque ligeramente, sonrió, casi celebrando su muy peculiar logro, o eso hasta que intentó dar un par de pasos lejos de la seguridad del barandal, porque ese fue el justo instante en que perdió el equilibrio.

Sin saber el cómo, Lucian sólo fue consciente del momento en que lo sostenía ya entre sus brazos, sujetándolo suave pero firme, volviéndose a topar con esa mirada, tan azul, tan familiar y a la vez tan extraña, porque aunque fuese el mismo azul, en sus ojos no había calidez, sólo vacío, tristeza y dolor, uno que extrañamente casi sintió.

Los orbes del chiquillo seguían fijos en él, mientras comenzaba a morderse el labio inferior, como queriendo trasmitirle algo, algo que tardó en procesar, quería que lo soltara, se dio cuenta apenas notó la forma en la que estaban, con el niño pegado a su pecho y él sosteniéndolo por uno de sus brazos y una de sus muñecas, con cuidado lo fue soltando, primero el brazo y después la muñeca. Parpadeando e incluso con el aliento cortándosele al notar el pequeño lunar con forma de caracol, adornando la cara interna de su delgada y pálida muñeca, un lunar que Lucian ya había visto antes, justo en el mismo sitio en… en su padre…

­–“¿Yoru…?”– otra vez tuvo que parpadear, con tal de apartar la mirada y volver a la realidad, tardándose en captar que aquello recién escuchado, era la voz del chiquillo preguntando por su Líder.

–“¿Eh? No… no lo sé, también estoy buscándolo”– esos ojos azules lo observaron más fijamente antes de apartarse del todo y mirar en todas direcciones, buscando seguramente por Yoru, sin encontrar a nadie a la vista.

Y entonces de nuevo lo miró, casi como si estuviese analizándolo antes de alejarse con pasos lentos y medidos hacia uno de los sofás de la sala, encogiéndose un poco probablemente al darse cuenta de que aún lo miraba, y desapareciendo más tarde tras el respaldo del gran sillón individual.

Sin saber realmente porqué, sus pasos lo guiaron de regreso al mismo sofá en el que había despertado, inconscientemente recogiendo las mantas revueltas y doblándolas con cuidado, sintiendo ese par de orbes azules observándolo, o más bien, concentrados en todos y cada uno de sus movimientos.

–“¿Lucian?”– levantó la mirada casi de inmediato, reconociendo finalmente la voz de Yoru, aunque desde luego no fue el único, puesto que su peculiar acompañante apenas notar la presencia de su Líder dirigió su mirada hacia él.

–“¡Yoru!”– había no sólo alivio en su voz sino algo que casi pudo haber pasado por alegría, tan sólo por verlo, por escucharlo, por tenerlo cerca.

–“Aquí estas, estaba buscándote para desayunar, recuerda que necesitas comer muy bien”– eran los mismos sentimientos que Yoru mostraba al estar inclinado frente a él, revolviendo con cuidado los negros rizos del chiquillo antes de ofrecerle su mano y ayudarlo a ponerse de pie, ambos olvidándose de su presencia.

–“Esto… me voy ya, gracias por todo y disculpa si causé alguna molestia”– aclarándose un poco la voz, tuvo que hacerse notar, dispuesto ya a emprender la huida y volver a su muy solitario apartamento.

–“Lucian, quédate y desayuna con nosotros”– esta vez ambos si se miraron, Yoru mostrándose extrañamente calmado mientras que él, sin saber realmente la razón, estaba levemente emocionado –“Mi madre seguro me matará si se entera que te dejé ir así sin más, además… somos amigos ¿No?”– ¿Lo eran? Llevaban un par de meses apenas de conocerse y trabajar juntos y realmente nunca habían tenido una conversación más allá de lo laboral, pero incluso en sus momentos de silencio juntos, siempre había calma, calma, tranquilidad y comodidad.

–“C-claro”– sin querer sonrió, apresurándose en alcanzar tanto a Yoru como al extraño chiquillo. Sintiendo todo un tanto más ligero, olvidándose incluso de Alain y su odio, de la frialdad de su madre, e incluso, sólo por ese momento, del recuerdo de su Padre.

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Notas finales:

Hola a todos, primero que nada quiero ofreceros una disculpa por la demora, sé que no debería ofreceros justificaciones ni excusas pero aun así lo haré, se los debo, así que ahí voy.


Primero que nada, debo decir que tengo algo llamado la "maldición del décimo capítulo" o sea, después de escribir el capítulo 10 mi mente misteriosamente se bloquea -maldita sea- y bueno, sólo había avanzado un par de páginas, cuando la tragedia tocó mi puerta.


Perdí a la persona que me crío, cuidó y educó desde el momento en que nací, mi abuelita, la mujer más valiente y entregada que he conocido, y desde ese momento sentí como si alguien me hubiese arrancado una parte mí, recaí en mi depresión y eso no me ayudó en nada a escribir, pero recordé algo que ella me enseñó, a no rendirme nunca, así que decidí intentar escribir...


Y entonces la tragedia volvió a tocar a mi puerta, porque justo cuando comenzaba a sentirme mejor, me dieron otra mala noticia, y es que esa criatura linda y adorable a la que yo considero un hijo, mi mejor amigo, y la luz de mi vida, esta por ver el final de su ciclo de vida, la veterinaria me anunció que mi perro, mi bebé, mi Brandy bonito, está desahuciado por su vejez, él ya tiene 13 años, y todos los que lo ven creen que es un chiquillo, pero la realidad es cruel y por dentro él es una bomba de tiempo, así que me deprimí otra vez y me fue muy difícil escribir, pero de nuevo pensé en lo que me enseñaron, a no rendirme, así que en este momento estoy no sólo esforzándome por escribir sino también por pasar la mayor cantidad de tiempo posible con mi bebé, por eso me demoro un poco más en todo lo que hago.


En fin, esas son mis excusas, espero no haberlos aburrido, y también, quiero agradeceros a todos por su paciencia, por todos y cada uno de sus reviews, y por haberme ayudado a llegar hasta aquí, porque gracias a ustedes hoy está novela ha superado ya las 6000 entradas mientras que sus hermana mayores ya han superado las 72,000 y 83,000 respectivamente. Gracias por todo y esperaré ansiosa por leer más de sus reviews, le doy la bievenida a mis nuevos reviewers y les anuncio a todos que pronto actualizaré las galerías de imágenes, disculpen mis horrores gramaticales pero estoy apurada con actualizar y de nuevo los ruego, mínimo 6 reviews para motivar a su autora.


¡Gracias por todo y espero nos leamos dentro de dos semanas, éxito para todos!


Au Revoir~~~


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