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Susurros En El Silencio por Darko Princess

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Notas del capitulo:

¡SORPRESA!

¡FELIZ DÍA DEL HONDO A TODOS!

XVIII

Cuando No Es Como Debería Ser

 

 

Era la segunda vez que pasaba toda una temporada en los peculiarmente cómodos sofás de ese hospital, y hasta se sentía ciertamente irónico el hecho de que fuera por un miembro de la misma familia, y si bien estaba preocupado, de igual forma se sentía ansioso, indeciso sobre lo que pasaría una vez que Lucian reaccionara, sobre todo tomando en cuenta los siniestros antecedentes de los cuales a raíz de eso se había enterado.

El saber que su compañero y amigo había tenido un paro cardiaco como consecuencia de una severa y prolongada anemia, ya en sí era preocupante, más el descubrir que esa anemia no era sino a consecuencia de la depresión que Lucian venía arrastrando desde el fallecimiento de su padre así como de la supuesta muerte de su hermano, era… era demasiado triste como para manejarlo, y si a eso le sumaba el sentirse indirectamente responsable del incidente debido a su tonta idea de confesarse, terminaba por hacerlo sentirse el peor y más miserable de los cretinos.

Ya todos le habían dicho que no era su culpa, sólo que la idea no se iba de su mente, tal vez si él no hubiese dicho nada, entonces aquello no habría pasado de un desmayo, pero no, en su idiotez tuvo que abrir la boca y soltar aquello aun a sabiendas de que Lucian no se encontraba del todo bien.

Suspirando, volvió a hundir la cabeza entre sus rodillas, evitando de esa forma mirar las correas que ataban las manos de Lucian a la cama, una precaución que él no habría querido emplear pero a la que sin duda no pudo rehusarse al saber de lo que era capaz su amigo al reaccionar y darse cuenta que, para su “molestia”, aun estaba vivo.

Afuera de la habitación, Alain Saluja probablemente aun aguardase por noticias, dejándolo un tanto enfadado por semejante actitud, sobre todo ahora que sabía la clase de enredo existente entre ambos Consejeros. ¿Realmente pensaba que cambiar su comportamiento para con Lucian serviría de algo en esos momentos? Desde luego que no, enamorado o no, Alain jamás debió jugar al abusón con Lucian, porque si este ya se sentía mal por propia cuenta, tener a alguien cada día recordándole aquello, no hizo sino terminar de hundirlo, hasta llegar a esas alturas en las que casi rozaban el punto sin retorno.

La verdad es que si Yuury no hubiese llegado, Lucian seguramente ya estaría muerto, más fue una suerte que justo en ese momento, su sobrino se apareciese por ahí buscándolo, la razón, en esos momentos había pasado a un segundo plano, todo cuanto le importaba eran Lucian y, para qué negarlo, Ossiris; aun quería verlo, o por lo menos saber cómo estaba, pero el par de “secuestradores”, calificativo que inconscientemente le había colocado a ambos Príncipes Nocturnos, seguía sin soltar palabra alguna, excusándose con cualquier cosa que se les pasara por el frente con tal de prácticamente huir y dejarlo ahí parado aun esperando.

Suspirando de nuevo, intentó moverse tan sólo un poco con tal de no quedarse dormido, sólo que estaba tan cansado de todo, de no saber nada sobre el paradero y las condiciones en las que Ossiris estaba, de no encontrar una forma para hablar con Lucian, para explicarle la verdad al completo, y aún peor, de lidiar con el manejo del Concilio ahora que todos estaban ahí afuera seguramente aguardando por instrucciones.

—“¡Eres un pendejo!”— el grito y la consecuente grosería, habían logrado despertarlo al completo, y si eso no lo conseguía, entonces el sonido del golpe que le siguió a eso, seguramente lo habría hecho.

Reconociendo el peculiar acento, no le quedó de otra más que levantarse suspirando hondamente antes de abrir la puerta y toparse con una escena un tanto singular pero no por ello extraña, no tratándose de uno de los involucrados.

—“Para con eso Yunuen”— pensó en llamarle la atención sólo que Kazuto se le adelantó, incluso intentando sacarle de encima al pequeño y menudo chiquillo a un Alain que parecía tratar de reaccionar ante la impresión de la que seguramente había sido una muy buena bofetada.

—“¡No! Y mejor me sueltas antes de que tú seas el siguiente, chino tonto”— esta vez tanto él como Kazuto suspiraron ante la casi despectiva forma que su compañero había usado para referirse al obviamente japonés, Kazuto Tsuchimikado.

Los demás, mientras tanto, intentaron jalar a Alain aprovechando la distracción del otro Consejero, aunque mucho no duró pues al mínimo movimiento, Yunuen volvió la atención hacia ellos, reiniciando su ataque.

—“¡Pendejo! deja de llorar ¿No querías matarlo acaso? ¡Te faltó poco, pues!”— con tanto grito seguro iban a terminar despertando a Lucian, así que incluso le tocó unirse a la casi imposible lucha por separar a ambos Consejeros aún cuando quien más problemas estaba causando, era justamente el más pequeño de los presentes.

¿De dónde sacaba tanta fuerza? Seguramente no debía medir más de un metro con sesenta, y era tan menudito que parecía imposible el que fuese capaz de lidiar con todos ellos y aún así seguir dándole de bofetadas a un Alain que insistía no sólo en protegerse sino también en escapar de él.

Lo peor es que haber pasado la noche en el hospital parecía estarles pasando factura a todos, menos a Yunuen, ¿Cuándo iba a parar? De pronto sintió una rara presión en su brazo y al levantar la mirada casi pega un grito al notar que Yunuen incluso se había atrevido a morderlo con tal de que lo soltara para seguir con sus asuntos.

Retrocedió instintivamente, tratando esta vez de jalar a Alain aunque mucho no estaba funcionando y hasta comenzaba a preguntarse de dónde era que había sacado Yunuen la habilidad de poder incluso patearlos estando así encima de Alain, con tal de seguir pegándole.

—“¡¿Qué te pasa? ¿Te gusta? ¿Por eso te molesta tanto?!”— ante el grito desesperado y cortado de Alain, Yunuen finalmente se detuvo, mirándolo no sólo furioso, sino también asqueado.

—“¡No me confundas contigo, puyul* pendejo!”— una nueva bofetada y los demás no sabían ni a qué rayos se refería, ni si podían seguirle el ritmo.

En serio, debía ser un insulto para todos ellos el que ese chiquillo tuviese tanta fuerza siendo no sólo pequeño sino con esa complexión y peor, con la cara de niño inocente que mostraba todo el tiempo aún cuando quisiera verse serio.

Pero tal vez había sido la insinuación de Alain o alguna otra cosa, porque finalmente, aun cuando terminaran casi todos en el piso, Kazuto había logrado apartar a Yunuen, cargándolo por la cintura mientras este seguía gritándole groserías a Alain.

Y estuvo a punto de respirar en paz y dar las gracias a su compañero, sólo que al volverse hacia él, jamás se esperó ver el momento exacto en que Yunuen lo mordía con tal de que Kazuto lo dejara libre, eso antes de volver a saltar sobre Alain. Estuvo seguro de haber escuchado un quejido por parte de Alois al estar casi en medio de esos dos, pero pronto Ryan consiguió apartarlo de las manos del pequeño chico de origen latino que más parecía una fierecilla rabiosa y no un Consejero.

—“Etto…”— reconoció el par de voces y sólo por eso, se volvió en esa dirección, deseando que la tierra se lo tragase al toparse con las miradas perplejas y confusas que Elliot y Yeidher Darko, les dedicaban a todos.

De pronto todo quedó en silencio, e incluso Yunuen se detuvo, parpadeando un par de veces, aun con una de sus pequeñas y blancas manitas en alto, pero se detuvo, en ese extraño y vergonzoso momento de calma, un instante que duró demasiado poco porque al siguiente y sin importarle más nada, se volvió hacia Alain dándole una bofetada más, la última antes de levantarse, sacudiendo un poco su ropa e incluso acomodando su oscuro flequillo para después pasar por el lado de Kazuto, quien apenas había conseguido ponerse de pie.

—“Idiota…”— otro poco y no conseguía escuchar el insulto que el menudo latino le dedicó al Consejero Tsuchimikado justo antes de sacarle la lengua y dejarle casi como recuerdo, un buen pisotón que hasta al propio Yoru le dolió, para que después lo perdieran de vista al alejarse a pasos apresurados y dar la vuelta en el primer pasillo que tuvo a su alcance.

Y como si eso no fuese suficiente, a Yoru le tocó apartar la mirada completamente avergonzado, en el momento en que el par de malditos Príncipes comenzaron a reírse. ¡Cielos! ¡Se sentía tan estúpido! ¿Qué clase de Líder era sino conseguía ni siquiera controlar a un chiquillo como ese?

——

——

Con lo recién sucedido, y a pesar de que no quería lucir como un cobarde, al igual que los demás, huyó dejando a Yoru sólo con el par de Príncipes. Suspirando hondamente, Kazuto pensó en que tal vez una buena taza de café ayudara a calmar el molesto dolor de cabeza que comenzaba a tener.

Aunque claro, jamás se imaginó al entrar a la cafetería del hospital, que justo se encontraría con el causante de su más reciente problema, devorando una casi insana cantidad de comida. Tal vez se sentía un tanto curioso al verlo, porque no todos los días uno se topaba con alguien así pero, Yunuen era tan extraño.

No sólo era bajito y menudito, sino también, su tez tan clara contrastaba con el cabello tan negro y oscuro como una noche sin luna, además estaban sus ojos, en un principio había pensado que eran negros, pero bajo la influencia de la luz se mostraban de un café tan oscuro como el chocolate, con pequeñas motas de color pardo.

Después estaban sus gestos: arrugaba la nariz como una ardilla, cuando algo le molestaba o desagradaba, y gesticulaba mucho con las manos, tenía la rara manía de soplarse el flequillo si algo le parecía tonto y bueno, reaccionaba de una forma demasiado volátil ante cosas que probablemente no debían de inquietarlo más de lo necesario.

Y si todo eso no era suficiente, entonces estaba su vocabulario, siempre tendía a emplear palabras que ninguno de ellos entendía, haciéndole pensar en de qué clase de lugar los Emperadores lo habrían sacado.

Para empezar sabía que era de ascendencia latina, aun cuando fuera tan paliducho, sólo que no conseguía determinar de qué parte exactamente, porque su nombre, aunque bonito, también era raro, y para cerrar, estaban los apellidos: “Akbal Imox”, no sólo nunca antes los había escuchado, sino tampoco recordaba entre La Sociedad, a alguna familia de ese nombre, o que alguien antes los hubiese mencionado, en resumen, su compañero era un total y muy peculiar misterio.

Y sin saber porqué, terminó yendo a sentarse justo frente a él aun cuando todavía tenía muy presentes no sólo las mordidas que le había dado, sino también el pisotón y los insultos que salían sobrando.

—“A mí no me gusta Lucian, yo no soy ningún puyul*”— ahí estaba otra vez esa palabra, enarcando sin querer una ceja, se le quedó mirando mientras Yunuen se metía apresuradamente un par de bocados más —“Ya, que yo no soy gay, a eso me refiero”— masculló, justamente soplando su oscuro flequillo.

—“Entonces no veo una razón lo suficientemente buena como para haberle saltado así a Alain”— casi se arrepintió de haber dicho eso al notar la forma tan fiera en que Yunuen había vuelto la mirada hacía él, casi, porque todo el peligro que el chiquillo pudiese hacerle sentir, se vio disminuido al notar la pequeña mancha de crema batida en una de sus mejillas.

Inconscientemente una de sus manos se movió sólo lo suficiente como para tomar una servilleta y limpiar con ella la mejilla de Yunuen, sintiendo a través del papel, la tersura de esa piel nívea.

—“¿No? Se supone que estamos trabajando, es una estupidez mezclar el trabajo con… algo como eso”— tenía razón, sólo que lastimosamente para ellos, aquello había resultado inevitable —“Yo… durante años mi Familia se ha esforzado mucho por salir adelante, por sobrevivir, y justo ahora los Emperadores me dieron esta oportunidad, así que no pienso permitirle a otros arruinar lo que tanto nos ha costado”— se notaba tan serio al decir aquello, y lo más probable es que fuera cierto, después de todo, los Akbal habían sido unos completos desconocidos hasta el momento en que Yunuen fue elegido como parte del Concilio.

Quiso preguntar, saciar su curiosidad, más Yunuen no se lo permitió, bastó otra mirada de esas que él sabía hacer muy bien, de fierecilla rabiosa, como para que se mantuviera callado en su lugar, tan sólo observándolo marcharse.

——

——

Haber vivido en el olvido, tan sólo abandonado a sus instintos igual que un animalito perdido y sacado de su habitad natural, había sido mucho mejor que todo cuanto ahora tenía. La primera vez que abrió los ojos, consciente de su realidad, gritó hasta quedarse sin voz, horrorizado por lo que ahora sabía, no era ninguna pesadilla, sino su realidad, su maldita realidad dándole una dolorosa bofetada y dejándolo sin oportunidad de defenderse.

Entender era como una maldición, y quería tan desesperadamente volver a su mundo de ignorancia y olvido, para no tener que ser consciente de lo que en realidad significaba para él el estar vivo.

Pero no podía, no podía simplemente olvidar, las imágenes lo perseguían tan fervientemente incluso cuando dormía, que a momentos perdía la noción entre si se encontraba dormido o despierto.

No quería vivir así, sintiéndose sucio y roto, sintiendo culpa por el destino de sus padres, y por… por su hermano, ese al que nunca había conocido pero a quien con su existencia le había arrebatado todo, su vida, sus sueños, a su padre.

Su nombre era Lucian, ahora podía recordarlo, su padre siempre le hablaba de él y de lo felices que serían si pudiesen estar todos juntos, su madre, su padre, Lucian y él. Más eso nunca pasaría, y para Ossiris, ser tan consciente de esa realidad se volvía una carga más. Sus padres… ¿Qué habría pasado con ellos? ¿Y Lucian? Pero más importante… ¿Dónde… dónde estaría él… Yoru?

Apretando ambas manos en puños, sintió tanta rabia, contra sí mismo y contra quienes tanto daño le habían hecho, porque sin importar cuán sucio y roto estuviera, aún anhelaba desesperadamente estar con Yoru, entre sus brazos, ahí donde sólo había calor y seguridad.

Más no podía ni debía, su sola existencia se le figuraba ahora como no más que una mancha en la vida de Yoru, una que muy pronto desaparecería, por eso era mejor si se mantenía alejado, sólo que aún era lo suficientemente egoísta como para quererlo a su lado pese a su realidad.

Sí, iba a morir, por más que las personas en su entorno intentaran ocultárselo, era más que consciente de ello, podía sentirlo, tras cada simple suspiro una parte de su vida se iba, y porque sabía que iba a morir, era que tan egoístamente deseaba que fuera entre sus brazos, a sabiendas de cuanto dañaría eso a Yoru, no podía dejar de anhelarlo; sólo entre sus brazos se sentía a salvo, más Yoru se encontraba tan lejos de su alcance en todo sentido.

Y aun así planeaba al menos hacer que la distancia física desapareciera, se contentaba con poder morir en un lugar en donde pudiese verlo. ¿Era eso amor? No estaba del todo seguro, y aún si lo fuese, era un amor manchado por la desgracia, un amor egoísta y hasta inútil, sólo que quería tan desesperadamente verlo.

 —“Me han dicho que deseas hablar conmigo ¿Puedo saber la razón?”— la voz del Príncipe Yeidher consiguió sacarlo de la tormentosa ola de pensamientos y sentimientos que no lo dejaban en paz. Suspirando se halló pensando una vez más que Yeidher sería el único capaz de  ayudarle a cumplir su egoísta anhelo.

—“Quiero regresar a Gea, no puedo quedarme aquí hasta que todo termine”— se sentía extraño poder hablar, no sólo eso, hablar en un idioma supuestamente desconocido para él, pero le habían explicado que era su sangre la que le permitía esa libertad.

—“Tan predecible”— ¿Lo era? Tal vez, pero eso tampoco importaba, no si con ello conseguía aquello que tanto deseaba —“Pero no creo que mi familia me permita fácilmente sacarte de aquí”— viéndolo bajar la mirada, Ossiris se preguntó si acaso el Príncipe pretendía hacerlo rogar, aún cuando era consciente de que en efecto, las personas de ese lugar no lo dejarían partir, no sin oponerse antes.

—“Lo sé, ellos no desean darme mi libertad, por eso no me enseñan ningún idioma de Gea, para mantenerme aislado pero… también sé que tú puedes oponerte a ellos”— entre el miedo y el anhelo, sus deseos al menos esta vez estaban ganando la partida, después de todo, si iba a morir, al menos quería que fuese en un ambiente conocido, un lugar en el que se sintiera a salvo.

—“Puedo, desde luego, sólo que tus razones hasta el momento no me parecen lo suficientemente buenas como para arriesgarme”— ¿Era por eso? ¿Quería escucharlo desahogar todo cuanto sentía? ¿Mirar en primera fila el cómo se desmoronaba al no ser capaz de comprender sus sentimientos del todo?

—“¿Qué es lo que quieres escuchar? ¿Qué debo decir?”— comenzaba a perder la calma, pero no importaba, si el Príncipe ansiaba mirarlo desesperado para así cumplir su muy egoísta anhelo, que lo hiciera, no importaba, no si le permitía verlo una vez más.

—“Será tan sencillo cómo decir lo que realmente quieres”— ¡Lo sabía! ¿Acaso era tan obvio? Tampoco eso le importaba, si Yeidher quería mirarlo arrastrándose y rogando, entonces que así fuera.

—“Yo quiero… quiero verlo, estar con él, quiero que sea él quien esté conmigo cuando el momento llegue”— desesperado, aún con las palabras atorándose entre sus labios y la respiración acelerada, finalmente confesó lo que con tanto recelo guardaba en su interior; después, todo cuanto pudo hacer fue enterrar el rostro entre sus rodillas, huyendo de la expresión burlona que seguramente el Príncipe estaría mostrando.

—“Así que después de todo, le deseas tanto como él a ti”— se movió tan rápido que el marearse fue inevitable, pero aún así, luchó por mantenerse en pie, mirando sorprendido la expresión tranquila en el rostro de Yeidher, aun tratando de comprender sus palabras ¿Yoru… Yoru lo deseaba, a él… justamente a él?

—“¡Mientes!”— no quería gritarle, más era tan tonto el pensar siquiera que alguien como Yoru pudiese sentir algo así por él, sí, era tonto, y aún así, una parte de Ossiris involuntariamente deseaba que fuera verdad.

—“En realidad no tengo ninguna razón para hacerlo, sólo creí que deberías saberlo, para pensar una vez más si realmente quieres volver”— Entonces era por eso, para hacerlo desistir de dañar a Yoru.

—“Soy demasiado egoísta para cambiar de opinión”— no se arrepentía de reconocerlo, sino por el contrario, después de todo cuanto había tenido que vivir, aquello era quizá lo único que le quedaba —“Pasé 14 años en ese horrible lugar, perdí… perdí a mis padres y… y mi hermano debe odiarme, destruí su vida; Yoru… Yoru es… él es…”— ni siquiera se atrevió a decirlo, sino que más bien, volvió a enterrar la cara entre sus rodillas, no quería que el Príncipe lo viera así, llorando una vez más, sintiéndose patético.

—“Ya lo sé, más antes de buscarme un lío con esta parte de mi Familia, necesitaba confirmar si lo haría por las razones correctas”— involuntariamente se mordió los labios, con sus dedos clavándose en sus antebrazos al sentir la mano de Yeidher deslizándose suavemente entre su cabello.

Sabía que el Príncipe no le haría daño, pero aún así, su cuerpo reaccionaba ante la cercanía de cualquier persona, incluso podía sentir su temperatura descender; lo que esos hombres le habían hecho ya jamás podría olvidarlo, como tampoco podría eliminar el recuerdo de sus manos tocándolo, dañándolo, manchando y ensuciando su piel y su alma.

—“Supongo será mejor irnos de una vez”— el tono en que Yeidher le hablaba, vaciló unos instantes, el tiempo suficiente como para que ambos fueran conscientes de su realidad, y aún así, el Príncipe no insistió en hacerlo cambiar de idea.

No, más bien, sólo se apartó, recorriendo con la mirada la habitación. Era una un lugar tan hermoso, pero para Ossiris, con el pasar de los días, tan sólo se había convertido en una jaula de cristal y oro.

El primer día, al abrir los ojos, inconscientemente buscó por la presencia de Yoru, recordando apenas la forma en que lo apartó antes de que todo se volviera negro. Más en lugar de despertar una vez más cobijado entre sus brazos, se halló solo, en un lugar desconocido, con sus memorias frágilmente ordenadas y la realidad mostrándose cada vez más aterrorizante.

Pero con el pasar de los días, todas esas sensaciones fueron encajando una a una en su interior, chocando unas con otras mientras él intentaba fingir una tranquilidad que no sentía. Y esas personas, rodeándolo, diciendo ser su familia, tratando de hacerlo entender su historia, no ayudaban en nada.

Mucho menos cuando se esforzaban en no dejarlo solo, ni siquiera al caer la noche. Poco a poco fue apartándolos, uno a uno, porque sin importar cuantas atenciones le dedicaran, no se sentía como uno de ellos; ellos no podían reemplazar a sus padres, ni llenar el vacío que le dejara la ausencia de Yoru ¿Dónde estaba? ¿Cuándo volverían a verse?

La primera vez que preguntó por él, sus miradas lo dijeron todo, no le permitirían verlo; entonces pensó en escapar, más al intentar dejar esa habitación, el dolor se había tornado insoportable, no porque quisieran retenerlo, sino porque aquel lugar, aquella habitación, más que una jaula, era su refugio, diseñado para mantenerlo con vida.

Y aun así, no pudo sacarlo de su mente, pensaba en Yoru a cada instante libre en el cual lograba desplazar los horribles recuerdos de su pasado. Pensaba en él incluso cuando la supuesta hermana de su abuelo le pedía relajarse durante cada uno de sus intentos por mantenerlo vivo.

Al cerrar los ojos, sintiéndose hundir en la frialdad del agua, todo cuanto había en su mente era el rostro de Yoru, y su mirada, la forma en que ese par de orbes profundamente azules, parecían llamarlo. Y dolía, por eso sin importar nada, abría los ojos, tratando de perder la mirada en los nenúfares multicolor que lo rodeaban.

Ya ni siquiera el agua conseguía mantenerlo calmado, sólo quería volver a su lado, aún si moría en el intento; los días se volvían grises y lentos, pero ya no importaba, porque todo eso se iría al olvido una vez que consiguiera verlo.

—“Podemos irnos, ellos no están”— regresando a la realidad, no pudo evitar mirar con cierta curiosidad al  Príncipe ¿Por qué parecía tan divertido? No importaba, ya no, apresurándose, rebuscó bajo la cama por el bolso que cuidadosamente había preparado para su siguiente intento de escape.

Más al llegar a la puerta, no se atrevió a abrirla, ¿Dolería igual que la otra vez? ¿Qué tal lejos llegaría en esas condiciones? Tenía miedo, pero quería tanto irse de ese lugar, no sólo por Yoru, sino también, por su hermano, porque intentaría buscarlo y… y disculparse.

—“¿Has cambiado de idea?”— negó apenas con la cabeza; estaba más decidido que nunca sólo que… el dolor; antes de poder abrir la puerta, sintió demasiado cerca la presencia de Yeidher, y sin esperarlo, se encontró justo frente a sus ojos.

Parecía entenderlo tan bien, aunque no le extrañaría, no conociendo el ya innegable lazo de sangre que los unía, y aún así, no pudo sino mirarlo confundido en el momento en que el Príncipe acortó aún más la distancia entre ellos; intentó hablar, más calló cualquier sonido que pudiera escapar de entre sus labios al sentirlo colocando algo entorno a su cuello.

—“Mi madre… tal vez ella ya intuía lo que pasaría, por eso te envío un obsequio, algo que te permitiera no sólo salir de aquí, sino comunicarte… e intuyo, ha sido cosa suya el que el resto de la Familia Cavanhalty esté ausente justo ahora”— apenas se detuvo un momento a observar el pequeño colgante dorado con la forma de una concha adornada con una blanca perla, y al mirar la suave sonrisa en el rostro de Yeidher, le pareció incluso evocar el de Farielle Cavanhalty-Darko, la primera persona en intentar acercársele cuando despertó, la única a quien aún no consiga apartar del todo. Y ahora entendía el porqué.

Ella sí podía comprenderlo, por eso más que agobiarlo, tan sólo se sentaba y lo miraba, nada más, sonriendo a veces, o incluso mirándolo con tristeza otras tantas, no por lástima, sino más bien, porque el tenerlo con ella, siendo ya tan tarde, dolía.

—“Hay algo más… yo… quiero saber qué le sucedió a mis padres… y también… quiero encontrar a mi hermano”— su mano se cerró con fuerza en torno al pomo de la puerta, temblando aún, más no importaba, había tomado una decisión y no la cambiaría.

Pero, cuando sus miradas se encontraron, aun cuando sólo habían sido unos instantes, la sorpresa, incertidumbre e incluso el pánico que se reflejaron en los ojos de Yeidher, tácitamente le otorgaron una respuesta… sus padres… no… su hermano… algo malo le había sucedido a su hermano.

Y si también lo perdía, si también perdía a Lucian antes de poder disculparse con él, entonces… entonces, la nada a la que aún se aferraba, se derrumbaría con él…

Notas finales:

HI!!!!

En realidad no sé qué decir el día de hoy... más que agradecerles por todo su apoyo, gracias a ustedes hoy estoy muy feliz de anunciar que...

¡LUZ EN MI OSCURIDAD HA SUPERADO LAS 100 000 ENTRADAS! ¡MUCHAS GRACIAS POR TODO!

Gracias por su apoyo, por leer la serie y también, por todos sus bellos reviews, espero pronto contar con más hermosas personitas dedicando unas palabras a la historia y también, conservar a aquellas que capítulo a capítulo dedican parte de su tiempo en dejar un review para dar a conocer sus opiniones, gracias a: Irene, CastelJoie, princesa tsunade, y a Artemis (Sigo extrañando a aquellas personitas perdidas Nickyu y Mar-san)

Bien, estaré esperando ansiosamente por sus 6 reviews mínimo al igual que por sus curiosidades para contestarlas vía facebook, así que no olviden pasarse por la página ya que próximamente les tenemos sorpresas además de que presentaremos formalmente a Alois, Ryan, Kazuto y Yunuen >w<

That Place Between Heaven & Hell

https://www.facebook.com/Darko00HeavenandHell/?ref=aymt_homepage_panel

De nuevo gracias por todo y, ¡FELIZ DÍA DEL HONGO!

Au Revoir~~~~


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