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Libérame - KaiSoo por Lesly

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Notas del fanfic:

C:

Notas del capitulo:

Espero que les guste, ahora que lo pienso, parece que me drogué x.x

Falta un ingrediente en la receta de KyungSoo para lograr una vida plena.

Su vida podría parecer perfecta a la vista de los demás. Tiene un lindo departamento en un bonito barrio, justo en el centro de la ciudad. Se graduó en la carrera de música, y luego estudió literatura. Ahora trabaja como editor en una de las más importantes editoriales del país. Sin embargo, KyungSoo no puede evitar sentir que hay un hueco sin llenar.

 

Piensa en ello mientras hace los últimos arreglos y agenda algunas cosas para el día siguiente. Pega un post it rosa en el pizarrón que cuelga detrás de su escritorio, "Lunes, 3:00pm, revisión del borrador del señor Park".

 

Termina de guardar algunas pertenencias dentro de su portafolio y amablemente se despide de sus compañeros. Sonríe nostálgicamente cuando da el primer paso fuera del edificio. El sereno de la noche tocando la piel expuesta de su rostro y cuello. Sabe que cuando llegue a casa, no habrá ni un perro que mueva su cola alegremente, o un gato que maúlle mientras se acaricia entre sus piernas ronroneando. Está solo.

 

Opta por ir caminando, así que deja su auto en el estacionamiento. Probablemente sea una buena idea para distraerse, solamente quiere retrasar su viaje el mayor tiempo posible. Camina entre calles y banquetas alumbradas por los faroles, a esas horas de la noche no hay mucha gente. KyungSoo tararea una melodía mientras da pasos lentos y cortos. Desde que tiene memoria, la música lo ha estado acompañando. Recuerda que a la joven edad de cinco años ya era perfectamente capaz de tocar el piano y la guitarra. Posteriormente aprendió a usar otros instrumentos, todo con ayuda de sus padres y abuelos, quienes también eran amantes de la música. Pero lo que más amaba, era cantar. Sentía un enorme placer con cada vibración de su cuerpo, saboreaba deliciosamente cada sílaba que sus labios pronunciaban. KyungSoo se sentía pleno cuando lo hacía.

 

Enreda sus pálidos dedos entre las hebras de sus cabellos y los echa a un lado, fuera de su frente. Algo hace que se detenga frente a un lúgubre callejón. Un camino de oscuridad de abre ante sus ojos y es levemente alumbrado por una escasa luz desde el rincón, apenas perceptible.

 

Naturalmente siente curiosidad y sin pensarlo mucho, se adentra en el negruzco espacio, evitando inhalar el desagradable olor a basura podrida. Se detiene frente a una puerta de vidrio opaco, no puede ver más que figuras irreconocibles. Una luz espesa traspasa el cristal. Busca algún timbre o campanilla, al no encontrar nada, se arriesga a empujar la puerta. Sorprendentemente se abre, emitiendo un chirrido agudo. KyungSoo asoma primero su cabeza, esperando encontrarse con alguien, pero no hay nadie. Temeroso, decide entrar, al hacerlo, una ráfaga de calor intenso envuelve su cuerpo y un aroma a canela y polvo entran por sus fosas nasales. Cuidadosamente cierra la puerta y camina más adentro, seducido por la sencillez y elegancia del recinto. Las paredes son vestidas de telas con motivos florales, hay estantes repletos de todo tipo de libros. Cada detalle logra maravillarlo más. A lo largo de la sala se distribuyen mesitas y sillas. Sus dedos se deslizan sobre una estatua de ángel bañada en polvo. Limpia su mano en la tela de su pantalón. Siente la necesidad de buscar y descubrir más, de modo que se dedica a observar. Del techo cuelgan objetos de cristal que chocan entre sí al ritmo del viento.

 

-¿Buscas algo?-. Una aguda voz murmura tras él. KyungSoo, un poco sorprendido, gira su cuerpo, encontrándose con una niña de aspecto joven. Lleva su oscura cabellera trenzada detrás de sus orejas, su cuerpo es cubierto por un largo vestido rosa palo y su blanca piel brilla bajo las luces pálidas de los focos.

 

-No realmente, es simple curiosidad-. Cualquier atisbo de temor desaparece cuando la niña curva sus labios en una sonrisa comprensiva, sus ojos achicándose. -¿Es una tienda de antigüedades?-.

 

-Llamarlo así no sería correcto. Es más bien como un museo de reliquias-. Dice ella, mirando todo lo que los rodea. KyungSoo denota confusión, la sed de saber aumenta. La menor lee la duda en su semblante y comienza a explicarle. -Cada objeto aquí cuenta su propia historia. Cualquiera de ellos debe tener al menos seiscientos años de existencia-.

 

-¿Una historia?-.

 

-Sí, a donde sea que mires, todos ellos ocultan secretos, desde los más interesantes, hasta los más aburridos. Para la mayoría no tienen la mayor relevancia, sin embargo, para otros, resguardan un enorme valor sentimental-. KyungSoo escucha atento.

 

-¿Conoces la historia de todos ellos?-.

 

-Sí-. Sonríe llena de orgullo.

 

KyungSoo le da la espalda otra vez. Se sitúa frente a un carrusel en miniatura. Algunos de los caballos no están completos, a la mayoría les falta una pieza. Su mirada pasa por encima de varios artefactos, hasta detenerse en uno que llama su atención. Es una caja de madera, con figuras en espiral gravadas en ella. Acaricia sobre la tapa, sintiendo la textura en sus palmas. Justo a un costado, resalta una pequeña palanca bañada en oro. KyungSoo mira a la niña, pidiendo permiso verbalmente, cuando ella asiente, él levanta gentilmente la caja y observa desde varios ángulos. Deja la caja en su lugar  y abre la tapa lentamente, anhelando descubrir qué hay en su interior.

 

Sus labios se abren y sus ojos se agradan con asombro. Todo el interior está forrado de terciopelo escarlata, en la parte superior hay un espejo. En el centro se levanta una plataforma que sostiene una figura masculina posando con gracia. Sus morenas manos se alzan majestuosamente hacia atrás, una de sus piernas está suspendida en el aire. Su cuerpo curvado hacia adelante. Lleva un traje semejante al del cascanueces. KyungSoo observa cada detalle cuidadosamente tallado en su rostro. Sus labios separados por una pequeña línea, sus cejas fruncidas siendo cubiertas por algunos mechones de cabello negro. Cada facción grita desesperación. KyungSoo se encuentra a sí mismo hipnotizado por el realismo en sus expresiones, especialmente el brillo de sus ojos chocolates.

 

Sus dedos envuelven la palanca y lentamente la empieza a girar. Inmediatamente el ambiente es envuelto por una hermosa melodía de cristal, acompañando al bailarín que ahora gira pausadamente, reflejándose en el espejo. KyungSoo jamás escuchó canción más bella que esa dulce pieza de piano. Las suaves notas alcanzan sus oídos, y su cuerpo se siente liviano.

Por un instante se olvida de dónde está y cómo llegó ahí. Se siente hechizado por el espectáculo dentro de la cajita.

 

-¿Te gusta?-. La voz de la pequeña lo arrastra de vuelta. Parpadea algunas veces antes de soltar la palanca y entonces la música de se detiene, junto con el movimiento del bailarín.

 

-Me encanta-. Confiesa, mostrando una leve sonrisa. Con decepción plasmada en su rostro, KyungSoo se aleja unos pasos del estante.

 

La menor se posiciona junto a él y con una mueca de complicidad, señala la caja musical. KyungSoo la mira interrogante y una vez más, ella señala el artefacto. Él comprende y la mira incrédulo. Toma de vuelta la caja entre sus manos y vuelve a mirarla inseguro.

 

-Sé que estará en buenas manos-. Formula en respuesta. KyungSoo se siente feliz de poder llevarla. Su mano husmea dentro de sus bolsillos, en busca de su billetera.

 

-¿Cuánto debo pagarte?-. La niña suelta una risilla melodiosa.

 

-Te dije que no es una tienda. Te la estoy obsequiando-.

 

-¿A mí?-. Pregunta KyungSoo señalándose a sí mismo. Ella vuelve a reír y se siente estúpido.

 

-Sólo tengo una condición. Cuida este objeto como lo más valioso, te eligió a ti como su dueño-. KyungSoo desea preguntar y disipar sus dudas, pero entonces ella lo interrumpe. -Es tarde, probablemente debas irte-.

 

-Así es-. Lo guía hasta la salida y KyungSoo se despide de ella, sin olvidarse de agradecer por el regalo.

 

 

 

 

Recorre las calles que le faltan sujetando la caja musical contra su pecho, eso fue demasiado extraño, piensa.

 

Después de algunos minutos por fin llega a su departamento. Abre la puerta con una mano, la otra sujeta la caja, sus pies haciendo eco sobre el piso de madera. Deja descansar su nueva adquisición sobre la mesa, se quita los zapatos y el abrigo, para después dejarlos en el pechero. Toma otra vez su caja y la deja en medio de la mesa de centro, mientras él se sienta en el sofá.

 

No sabe cuánto tiempo ha estado sentado escuchando la melodía y observando la figura del bailarín, pero sabe que es demasiado cuando sus ojos se sienten secos y arenosos y sus piernas hormiguean entumidas. Es tarde para cenar, de modo que decide simplemente ir a dormir. Cepilla sus dientes y lava su cara, y por supuesto, no se olvida de llevar su nueva caja con él a su habitación. Se acuesta bajo sus sábanas azules y sus ojos se cierran con cansancio, mirando por última vez el objeto musical que reposa sobre su buró.

KyungSoo escucha un tarareo lejano que provoca que abra sus ojos con lentitud y pesadez. El tarareo se vuelve cada vez más real y sólido, cuando por fin logra enfocar su mirada, da un salto sorprendido, casi cayendo al piso. A los pies de su cama se encuentra la figura de un hombre observándolo con curiosidad mientras tararea. KyungSoo reconoce esa melodía, es la misma que emite la caja musical. Su asombro es aun más grande cuando reconoce al intruso, es el bailarín de su caja.

 

Cae de golpe sobre su almohada y cierra sus ojos, creyendo que es un sueño y que cuando los abra de nuevo, todo volverá a la normalidad. Pasan unos segundos; temeroso, KyungSoo busca a aquél hombre con la mirada. Su garganta emite un sonido de sorpresa cuando sus ojos hacen contacto con aquellas oscuras pupilas. El hombre le sonríe y KyungSoo no sabe por qué, pero se tranquiliza sólo un poco. Hay tantas cosas que desea preguntar en ese momento, como, quién es, por qué está ahí, cómo es que luce como un humano de carne y hueso, pero lo único que sale de su boca es un sonido similar a un quejido.

 

-Hola-. Saluda el hombre, sorprendiéndolo. Al no obtener respuesta, lo repite. -Hola, soy JongIn, Kim JongIn-.

 

KyungSoo logra mover su cuerpo hasta quedar sentado.

 

-¿Estoy soñando?-. Sus ojos abiertos de par en par. El intruso suelta una carcajada.

 

-No-. Mira a KyungSoo como si estuviera loco.

 

-Pero tú… La caja musical… Girabas y… Ahora estás aquí-. Su boca no deja de parlotear incoherencias. Los ojos del muchacho clavados sobre él. -Eras de madera, yo te vi, estabas dentro de esa caja-. 

 

KyungSoo señala el objeto; ahora está abierto y el bailarín de madera ha desaparecido.

 

JongIn forma una mueca de disgusto, arrugando su nariz. -Ni me lo recuerdes. Ese lugar es horrible, está todo oscuro y lleno de polvo, sentía ganas de estornudar ¡pero no podía!-. El hombre exclama exasperado. KyungSoo no se percata de que a cada segundo, va adquiriendo confianza y su cuerpo deja de estar tenso.

 

-¿En serio eres el mismo bailarín de la caja musical?-. Pregunta KyungSoo incrédulo, aún cree que está soñando y que pronto despertará. JongIn sacude sus cabellos y una pequeña nube de polvo sale de ellos.

 

-Demonios, sí, es el peor lugar en donde he vivido-. Responde acomodándose las ropas. Su mueca de disgusto es remplazada por una sonrisa.-Pensándolo bien, no, sólo es un poco incómodo y pequeño -. Menciona con una carcajada, KyungSoo no está seguro de cómo reaccionar a eso.  -Creí que nunca sería liberado, y cuando comencé a girar, me emocioné demasiado, gracias-. KyungSoo se halla sonriendo de vuelta.

 

Pero entonces otra duda aparece, ¿por qué JongIn vivía atrapado dentro de esa caja?.

 -¿Puedo hacerte una pregunta?-. Se acomoda con la almohada sobre sus piernas.

 

-Las que quieras-.

 

-¿Por qué estabas encerrado ahí? ¿Y cómo te liberé?-. JongIn luce incómodo. -No es necesario explicarme nada si no te sientes a gusto-. KyungSoo se apresura a aclarar. El muchacho parece estar contento con eso.

 

-Gracias por entenderme. Cuando me sienta listo te lo diré todo, lo prometo-.

 

-No es necesario, pero si quieres hacerlo está bien-. Sus miradas se sincronizan y KyungSoo no se siente capaz de romper el contacto. Pero entonces observa sus ropas, corrugadas y tiesas, parecen estar sucias. JongIn se percata de la atención que sus ropas están adquiriendo y baja la mirada apenado.

 

 -¿Quieres tomar un baño? Puedo prestarte ropa limpia también-. Ofrece cortésmente. JongIn lo mira con una enorme sonrisa.

 

-Eres como un ángel-. Comenta, enrojeciendo las pálidas mejillas de KyungSoo. -Me has ayudado bastante en tan poco tiempo, no sé cómo agradecerte, pero prometo recompensarte-.

 

KyungSoo niega con su cabeza, dedicándole una ligera sonrisa. -No tienes que hacerlo, no lo hago esperando algo a cambio-. JongIn abre sus ojos y suelta un grito ahogado, logrando espantar a KyungSoo.

 

-¡Aún no sé tu nombre!-. Exclama hacia a KyungSoo, quien ríe divertido.

 

-Me llamo Do KyungSoo-.

 

-Genial, no lo olvidaré-. JongIn parece demasiado hiperactivo, KyungSoo piensa que es el hecho de haber estado inmóvil en tanto tiempo. Incluso pensarlo le resulta tan extraño.

 

-Puedes ducharte ahora-. KyungSoo señala fuera de su habitación. –El cuarto de baño está en el pasillo, es el de la puerta blanca. Adentro hay toallas limpias y todo lo que necesitas, tómate tu tiempo, yo aprovecharé para buscar algo que te quede-. KyungSoo piensa que la sonrisa de JongIn es bonita y no necesita palabras para saber lo agradecido que se siente.

 

Lo único que encuentra es un viejo pijama color azul, aun si le queda grande, sigue pareciendo pequeño para JongIn. Golpea la puerta del baño y espera una respuesta. JongIn dice un “puedes entrar” y KyungSoo lo hace. No se esperaba ver al muchacho completamente desnudo, pues podría haber dejado las puertas de la dicha cerradas, pero a JongIn no parece importarle y a él, tampoco, después de todo, ambos son hombres.

 

-Sólo encontré esto, es cómodo y no te quedará muy apretado-. Coloca las prendas dobladas sobre la tapa del retrete.

 

-Gracias-. JongIn continúa esparciendo shampoo en sus cabellos, sonriendo porque le agrada el aroma a vainilla.

 

-¿Necesitas otra cosa?-. JongIn niega y KyungSoo vuelve a su habitación a dormir.

 

 

 

 

KyungSoo despierta esperando encontrarse con JongIn, pero no está en la habitación. Se pone las pantuflas y sale a buscarlo; revisa el baño, la sala, la cocina, pero no hay indicios de él. Supone que no fue más que un sueño, y aunque duela, sabe que en algún momento tendría que despertar. Lo acepta, pero esa sensación incómoda sigue causándole nauseas por alguna razón.

 

Juega con una pluma, trazando líneas con fuerza sobre el papel. Recuerda el sueño que tuvo el día anterior. Todo pasó tan rápido que ya no importa. Cree que se ve patético lamentándose a cada segundo, reclamando a Dios por no poder ser feliz, cuando tiene la vida que cualquier persona desearía.

 

“No necesito a nadie para ser feliz, algunos simplemente nacimos para estar solos, ¿no?”

 

A partir de ese día sería diferente. Las cosas no cambiarían por sí mismas, pero él podría hacerlas mejorar; no es como si estuviera esperando un milagro o algo.

 

Esa tarde regresa a su casa en auto. Antes de llegar, hace una parada en el super mercado. Echa algunas cosas que necesitará para la comida y después de mucho tiempo, se da el lujo de comprar golosinas y comida chatarra. No quiere convertirse en un viejo amargado y cascarrabias, probablemente le hablaría a LuHan para salir. No se olvida de llevar productos para limpieza, su hogar lo necesita; no es que ensucie mucho, pero hay polvo acumulado en todos los rincones.

 

Entra a su departamento con un par de bolsas colgando en sus brazos. Lo primero que hace es ir a la cocina y preparar carne para cenar mientras mira una película en el televisor. Es una película realmente cómica y cada tanto suelta una risa. Luego de eso, lava los trastes que utilizó y va a su habitación para cambiarse de ropa por algo viejo. Antes de salir, le echa un ojo a la caja musical, piensa que si se queda ahí volverá a deprimirse, no quiere tirar por la borda al optimismo recién adquirido, así que sin más, sale del lugar.

Tiene más tiempo libre del que le toma ordenar y limpiar cada esquina, de modo que, aun si ya todo está completamente limpio y en su lugar, KyungSoo busca polvo invisible, incluso cambia algunos muebles de lugar. Se detiene cuando siente su cuerpo cansado y sus músculos adoloridos. No está acostumbrado al ejercicio físico; sus extremidades engarrotadas son prueba de ello.

 

Antes de acostarse a dormir toma una larga ducha. Le desagrada sumamente sentir esa capa pegajosa sobre su piel. Luego de estar limpio, con pijama puesto y dientes cepillados, se mete dentro de sus sábanas, esperando que el sueño llegue pronto. Muy en el fondo anhela volverse a encontrar con el bailarín. Sabe que cuando despierte será peor, sentirá ese espacio vacío de nuevo; pero no le importa. Entre pensamientos contradictorios e intentos por aclarar sus ideas, KyungSoo siente su vista nublarse, pero no de una forma desagradable o dolorosa. Su cuerpo se relaja y sus ojos se cierran por sí solos, finalmente es arrastrado a un profundo sueño.

 

 

 

Algo hace cosquillas en su nariz, provocando que quiera estornudar, su cuerpo reacciona y sus ojos se abren. Todo está oscuro, pero la liviana luz de la luna que traspasa las cortinas es suficiente para iluminar el par de ojos que lo observan con parsimonia. Tarda sólo unos segundos en reaccionar; gira su cuerpo de manera brusca, ocasionando que JongIn de un brinco y se aleje asustado; es hasta entonces que KyungSoo nota la reciente cercanía de sus rostros. Preocupado, apoya sus brazos en la cama y se impulsa para quedar sentados. JongIn lo está mirando afligido desde su sitio.

 

-JongIn-. Su voz sale como un susurro. El muchacho se encoge sobre su propio cuerpo. –Perdón por asustarte, ¿estás bien?-. Sus cejas se arrugan en preocupación. El ambiente es reinado por un silencio sepulcral, mientras KyungSoo espera una respuesta. –JongIn-. Insiste.

 

El bailarín rodea su propio cuerpo con sus brazos, creando una barrera protectora. Su cuerpo temblando febrilmente, pero KyungSoo no puede verlo.

 

-Jon…-.

 

-La luz-. Murmura JongIn, tan suave que KyungSoo no es capaz de entender.

 

-¿Qué fue lo que dijiste?-. Inquiere KyungSoo una vez más, ladeando la cabeza.

 

-La-la luz. Está oscuro-. JongIn logra pronunciar con la voz rasposa y vibrante. KyungSoo entonces comprende a lo que JongIn se refiere y, apresuradamente, enciende la lamparita de la mesa de centro.

 

Ahora la luz alumbra tenuemente cada rincón de la estancia, pero KyungSoo sólo indaga en la expresión del bailarín. Su entrecejo arrugado y las puntas de sus labios curvadas hacia abajo. Hay lágrimas acumuladas al borde de sus ojos. Su mandíbula tiembla por la fuerza que utiliza para no soltarse a llorar como un niño pequeño. KyungSoo se siente conmovido y la imagen que tiene frente a sus ojos le hace estremecer. JongIn le da la imagen de alguien fuerte e invencible; de una persona varonil y energética, todo lo contrario al JongIn que está frente a él en ese instante; tan indefenso e inofensivo, con la mirada perdida y su cuerpo encorvado.

Se hace a un lado, dejando espacio suficiente bajo sus sábanas para que quepa alguien más y con la mano llama a JongIn. El bailarín no muestra intenciones de querer moverse, así que KyungSoo prueba con las palabras.

 

-¿Quieres venir?-. El moreno abre la boca como si quisiera decir algo, pero la cierra casi de inmediato. –JongIn, ven, te dejé un espacio-. Da golpecitos en el espacio libre, esperando que JongIn por fin accediera. Al ver que JongIn continuaba haciéndose el difícil, KyungSoo piensa en otra manera de convencerlo. Sonriendo, se levanta de su cama, bajo la confusa mirada del más alto. –Bien, entonces puedes quedarte la cama para ti solo-. Señala KyungSoo, colocándose las pantuflas. –Yo dormiré en la habitación de invitados ¿sí?, ponte cómodo, estás en tu casa-. KyungSoo le dedica una última sonrisa antes de abrir la puerta. No obstante, antes de siquiera poner un pie afuera, una mano se aferra a la tela que cubre su hombro y otra rodea su muñeca de forma delicada, sin presionar.

 

-Quédate, es tu cama-. Gira su rostro en busca de la mirada de JongIn, pero éste está mirando hacia sus pies, mientras su labio es apresado por sus dientes.

 

-¿Entonces quieres quedarte tú en la habitación de invitados?-. Cuestiona enarcando una ceja. Sonríe cuando la cabeza del bailarín se mueve de un lado a otro, negando. -¿Por qué?-.

 

-Porque está oscuro y solo…-. Sus palabras se tornan débiles y delgadas conforme habla, hasta acabar en un ligero soplido que es roto por el silencio.

 

-Entonces me iré y tú quédate aquí, hay suficiente luz-. Antes de que KyungSoo pueda seguir argumentando, JongIn se apresura a objetar.

 

-¡Es tu habitación! Allá está solo, pero si te vas también lo estará… No quiero quedarme solo. Sólo quedémonos los dos ¿está bien?-. KyungSoo sonríe feliz, porque en el fondo es lo que quería.

 

Tomando su mano, guía a JongIn hasta su cama. Ambos se acomodan en cada extremo, pero a los pocos minutos KyungSoo deja de preocuparse y se mueve un poco más cerca del bailarín; es un sueño, de todos modos. Piensa decepcionado. Sacude su cabeza, oponiéndose a que sus pensamientos pesimistas sean un obstáculo para disfrutar. JongIn parece ahora más tranquilo. Le sonríe a KyungSoo cuando gira su cuerpo hacia él, quedando frente a frente. KyungSoo se preocupa por el bailarín, pues lleva su incómoda vestimenta, pero ninguno de los dos dice nada, no quieren romper la comodidad que se ha creado entre ellos.

 

Antes de cerrar los ojos por completo, KyungSoo divisa algo sobre el sillón que reposa en una de las esquinas; su vista se nubla finalmente y termina por desconectarse de aquella escena.

 

 

 

 

KyungSoo despierta con el sonido firme del viento y la lluvia golpeando su ventana y no con la alarma de su despertador como debería de ser. Cuando está consciente, siente su cuerpo ser abrazado por una frescura demasiado agradable. Maldice mil veces cuando mira la hora en su reloj; va más de una hora atrasado para trabajar.

 

En sus prisas por comer algo y arreglar su aspecto para verse por lo menos presentable, no se percata de la nota que está escrita en papel sobre la mesita de noche, tampoco de la ropa cuidadosamente doblada sobre el sillón.

 

Sale prácticamente corriendo de su apartamento; llaves en mano derecha y portafolio en mano izquierda. Debe pasarse más de un alto y recibir incontables insultos, pero va retrasado así que nada le importa.

Cuando se estaciona frente al edificio donde trabaja, recuerda que está lloviendo y no lleva un paraguas con él. Se maldice por ser tan distraído cuando está bajo presión y corre hacia la entrada, rogando por no mojarse demasiado mientras cubre su portafolio de la lluvia.

 

JongDae lo está esperando en su oficina, específicamente sentado sobre su escritorio. KyungSoo le lanza una mirada nada amable mientras acomoda sus cosas y sacude algunas gotas de lluvia de su cabello. A JongDae no le importa y sólo se ríe de él, balanceando sus pies de arriba abajo.

 

-Terminé de leer el borrador de SeoHyun-. Comenta el chico mientras KyungSoo se sienta en su silla. Debe mirar hacia atrás para poder verlo.

 

-¿Y qué me dices?-. Cuestiona distraído. JongDae baja del escritorio de un salto.

 

-No está mal, para ser su primer novela, yo diría que está bastante bien-.

 

-Eso no me sirve de nada, dame información más detallada-. Pide KyungSoo, comenzando a sacar sus cosas. Bufa cuando escucha la molesta risa del otro.

 

JongDae era uno de sus únicos amigos; no eran muy cercanos, pero no es que KyungSoo fuera cercano a alguien. Él era dos años mayor y siempre estaba persiguiéndolo. KyungSoo parecía un repelente de personas, y en todas las ocasiones terminaba evadiéndolo. Pero JongDae era un buen hombre, él lo sabía. Si no fuera tan marginal e introvertido, sin duda su relación podría estrecharse.

 

-Creo que deberíamos darle una oportunidad de publicar su libro-.

 

-Entonces hagámoslo-. KyungSoo termina de acomodar una serie de papeles frente a él y comienza a leer.

 

-¿Quieres ir por un café cuando acabemos?-. El menor achica sus ojos, manteniendo la vista en los papeles mientras busca alguna excusa.

 

-Claro, vamos-. JongDae se despide antes de salir de su oficina.

 

 

En cualquier otro momento KyungSoo habría declinado la oferta amablemente, pero pensó que era una genial oportunidad para su nuevo yo optimista. No le vendría mal relajarse junto a su amigo; necesitaba distraerse un poco, le urgía un poco de diversión a sus días.

 

 

 

 

 

Son las 7:13pm cuando KyungSoo termina con su trabajo; el cielo se está pintando de oscuridad y las estrellas tendrían que comenzar a remplazar al sol junto a la luna, de no ser por las espesas y pesadas nubes que adornan el firmamento.

 

JongDae pasa por él hasta su oficina, argumentando que había terminado sus cosas una hora antes y se había aburrido de esperar afuera. Cuando salen del edificio, sus cuerpos son cubiertos por el paraguas del mayor, quien mete la mano libre en el bolsillo del pantalón mientras caminan.

 

Quiere iniciar una conversación, sin embargo no está convencido de que el trabajo sea un tema ameno e interesante. Piensa unos segundos antes de elegir algo prudente qué decir.

 

-¿Qué cuentas?-. Se lamenta mentalmente tras escuchar lo que él mismo acaba de decir. No se le ocurrió otra cosa; no lo conocía lo suficiente como para hacer una pregunta directa o personal.

 

-En realidad, muchas cosas-. JongDae comienza, su cabeza ladeándose un poco. –KyungSoo, hay tantas cosas que quisiera contarte, pero no siento que tengas la confianza en mí para poder hacerlo-. El menor muerde su labio sin saber qué responder a tal confesión, pero JongDae continúa hablando. –Suena raro que lo diga, pero deseo ser tu amigo. Quiero acercarme a ti, pero tú mismo pones una barrera e impides que la gente se acerque. No sé si seas consciente de ello o no¸ pero créeme que no sacarás nada bueno de todo esto. Eres humano, necesitas de otros, necesitas a alguien a tu lado en quien te apoyes cuando estés mal, o alguien a quien le cuentes tus problemas, tus alegrías. Guardándote todo para ti mismo, sólo lograrás dañar a tu cabeza y a tu alma-. Probablemente JongDae tenía razón, él y su miedo impedían cualquier relación interpersonal.

 

Cuando KyungSoo ordena sus ideas y está dispuesto a responder, el mayor lo empieza a arrastrar dentro de la cafetería. El lugar es sencillo y moderno, nada especial. Las paredes son blancas y todo es adornado con muebles en rojo y negro. Eligen una mesa de dos hasta el fondo. Una mesera con uniforme blanco se acerca hasta ellos y con una sonrisa amable les entrega el menú.

 

-Me gusta alguien-. JongDae suelta las palabras sin más. KyungSoo lo mira inexpresivo por unos segundos, antes de procesar la información. –Estoy casi seguro de que le gusto también, el problema es que ambos somos del mismo sexo y sus padres parecen no estar de acuerdo. No es que él lo acepte abiertamente, de todas formas. Creo que tiene miedo, supongo que se siente confundido-. KyungSoo se siente mal. JongDae no ha parado de hablar, contándole cosas, mientras que él no ha pronunciado ni una palabra.

 

-Tal vez esto es nuevo para él y no le es fácil aceptarlo así como así. Probablemente necesite tiempo, sólo eso-. El mayor frunce los labios y asiente con la cabeza.

 

-Pero aún así queda el problema de sus padres-.

 

-Es mayor de edad, ¿no?-. Se tranquiliza cuando JongDae lo confirma. –Entonces lo que piensen o quieran sus padres no debe significar un problema para su relación-.

 

-Puede que tengas razón-. JongDae parece pensativo; luego sonríe. –Hey, no eres tan malo dando consejos como pensaba-. Comenta divertido, sacudiendo la cabeza de un lado a otro. De pronto el ambiente ha cambiado, KyungSoo se siente un poco más cómodo y seguro de sí mismo.

 

JongDae abre la puerta de la entrada dejando a KyungSoo salir primero. El cielo no se ha despejado ni un poco, pero la lluvia se ha calmado. Caminan de vuelta a la editorial mientras retoman la charla que tuvieron antes.

 

-Espero verte fuera del trabajo más seguido-. Expresa JongDae, dirigiéndose a su propio auto. KyungSoo sacude la mano en  dirección y el mayor hace lo mismo.

 

-¡Suerte con MinSeok!-.

 

Ahora no es el aroma a polvo el que entra por su nariz cuando abre la puerta, sino el olor a manzana y canela que llena la estancia. Es agradable para KyungSoo; su apartamento se siente más fresco y confortable. Presiona el interruptor de la pared y las luces se encienden iluminando todo a su paso. Suelta un largo suspiro y después de quitarse los zapatos, camina descalzo hasta su habitación en busca de ropa más cómoda.

 

Abre la ventana de su recámara y deja que la brisa rocíe su rostro. Siempre le gusto el aroma a tierra mojada y aire fresco. Cuando era pequeño solía mirar la lluvia desde la ventana de la sala; se enfermaba con facilidad, por esa razón sus padres no le permitían salir en esos tiempos. Adoraba pegar la cara en el vidrio e imaginarse afuera, en el patio, jugando en medio de la lluvia y las gotas golpeando directo en su piel.

El aire entra libremente por la ventana, invadiendo su habitación. Las cortinas revolotean como alas de ave. La atención de KyungSoo es capturada por un pequeño papel que aletea con el viento. Sentándose en el filo de su cama, toma el papel, dándose cuenta de que hay algo escrito en él.

 

“Perdón por irme sin decirte nada, espérame despierto, te lo explicaré todo”

 

Una extraña mezcla entre nervios y alegría llena su pecho. No sabe cuántas veces vuelve a leer la nota plasmada en papel, quiere asegurarse de haber leído bien. Se siente demasiado confundido. Aun si el recado no tiene una firma, sabe de quién es; no puede ser de otra persona. Y una vez más considera la opción de que se esté volviendo completamente loco.

 

Algo color azul sobre el sillón atrae a su mirada. Conmocionado, se acerca y levanta el objeto desconocido, descubriendo que es el pijama que le prestó a JongIn.

 

No hay duda, es él, no fue un sueño. De repente se siente mareado y demasiado confundido.

Intenta distraerse haciendo cualquier actividad y evadir sus pensamientos, logrando sólo un severo dolor de cabeza. Mientras echa ropa a la lavadora mira la hora, faltan nueve minutos para las diez.

 

Luego de hacer todo lo que podía en casa, se acuesta boca arriba sobre su colchón, con los brazos bajo la cabeza. Después de estar unos minutos en esa posición, se levanta y estira las sábanas, eliminando arrugas casi invisibles. Mira la hora de nuevo, sólo son las once y cuarto. Preso del aburrimiento y la desesperación, va hasta la sala de estar y toma asiento frente a su viejo piano. Recuerda que tiene días sin tocar ni una pieza y sus dedos cosquillean por hacerlo.

 

Da un largo y profundo suspiro, antes de cerrar sus ojos, relajar los párpados y abrirlos de nuevo. A medida que sus dedos presionan de forma experta y casi automática tecla por tecla, va dejando que su mente sea despejada de toda preocupación, y su cuerpo es llenado por el sonido melódico de las notas.

Empieza lento, pero cuando su cuerpo y mente se adaptan al ritmo, aumenta la velocidad y el número de notas. Su corazón bombea fuerte golpeando contra su pecho; KyungSoo siente la emoción burbujeando por todo su cuerpo. Inclina su cabeza hacia atrás, siguiendo la melodía improvisada. No sabe en qué momento sus manos comienzan a tocar una canción familiar, ni siquiera se da cuenta cuando su voz acompaña la pista con palabras y frases fluidas que nunca antes escuchó.

 

“Cuando las flores brotan en primavera, me gusta mirarlas de cerca y deseo ser como ellas, con sus pomposos y coloridos pétalos.

En el cielo nocturno, las estrellas no me dejan solo y deseo ser como ellas, quiero brillar.

Las hojas caen en otoño, frágiles y delicadas. No quiero ser como ellas, no me quiero romper.

En medio de la nevada, atrapo un copo de nieve. Se derrite ante el calor de mis manos; cuando bailo, mi corazón se siente cálido, ¿me derretiré también?

Mis pies danzan sobre el viento, y si de pronto el viento desaparece, ¿caeré? Mis pies se romperán, y junto a ellos mi corazón; se marchitará como las flores, se quebrará como las hojas.”

 

KyungSoo tampoco se percata de la nueva presencia junto a él, sentándose a su lado. Es entonces cuando un par de manos se unen a él. Y sólo cuando sus manos rosan, KyungSoo abre los ojos.

 

No se asusta ni se sorprende, parece tranquilo. Toca por última vez antes de detenerse por completo y JongIn le sonríe encantadoramente.

 

-¿Me esperaste por mucho tiempo?-. El bailarín pregunta despacio; ninguno de los dos se atreve a romper el ambiente que se ha creado.

 

-Sí, ya comenzaba a aburrirme-. KyungSoo responde distraído, deslizando sus dedos por las teclas del piano. Cuando nota que las luces están apagadas y la sala está envuelta en oscuridad, se levanta para encenderlas, pero como si adivinara sus pensamientos, JongIn sostiene su brazo y lo impide.

 

-No tengo miedo-. Explica. –No ahora, me siento bien, ¿sabes?-. Y KyungSoo lo entiende, porque él también se siente cómodo estando al lado del bailarín. No importa si apenas lo conoció, y menos importa si sucedió de la manera más extraña. Por primera vez siente que puede estar conforme con algo, sin prejuicios ni dudas. No necesita encontrar una explicación, JongIn le agrada.

 

Parece que JongIn quiere agregar algo más, pero no se atreve, así que KyungSoo decide darle un empujón. 

 

–Dijiste que me contarías algo-. El bailarín abre la boca pero la cierra otra vez; luce muy inquieto y sus manos juegan entre sí con nerviosismo. KyungSoo sonríe cálidamente, intentando transmitirle un poco de la tranquilidad que él le brinda. –Si no estás seguro sobre decírmelo no importa, no debes mortificarte tanto-.

 

-Pero yo quiero hacerlo-. JongIn repone, haciendo una mueca inconforme. A pesar de no ser fan del contacto corporal, KyungSoo pone una de sus manos sobre el hombro del más alto, demostrándole su apoyo y comprensión.

 

-Puedes tomarte el tiempo que quieras-.

 

-Pero quiero hacerlo ahora-. Dice decidido. Después de exhalar profundamente, JongIn comienza con su relato.

 

 

Ciertamente no recuerdo con exactitud hace cuánto tiempo pasó, probablemente trescientos años o más. Cuando era pequeño quedé huérfano, mi madre falleció, no recuerdo cómo ni por qué, sólo recuerdo que me amaba y yo a ella. Mi padre, a él no lo recuerdo, ni siquiera estoy seguro de haberlo conocido. Desde entonces viví en las calles. La aldea en la que vivía fue mi hogar, y las banquetas se convirtieron en mi cama. Tal vez pienses que es una historia desgarradora sobre un niño, pero yo tenía algo que me hacía feliz, el ballet. Mi madre me enseñó a bailar antes de morir, y desde entonces no dejé de practicarlo. Los niños de la aldea se burlaban de mí; me llamaban ridículo y otros insultos por tener los zapatos rotos y no llevar ropa adecuada. Pero una vez, mientras bailaba fuera del templo como lo hacía siempre, una persona se acercó y dejó caer algunas monedas. Después llegaron más y más personas haciendo lo mismo, yo no lo hacía para recibir limosna, pero de esa forma podía obtener para comer siempre que quisiera y me sentía realmente contento.

Lo hice durante tres cinco o más. Las personas se acercaban a mí y me alagaban, diciendo cuánto me admiraban. Con el tiempo logré ahorrar lo suficiente y renté una pequeña choza; también compré atuendo y zapatos especiales para el ballet. Cada vez ganaba más dinero y admiradores bailando en las calles, sin embargo nunca olvidé la verdadera razón de hacerlo; por diversión, pasión y sobre todo amor a la danza.

En la aldea vivía un viejo hechicero que se ganaba la vida haciendo trucos de magia en las calles. Llegó un momento en el que la gente me prefería a mí, él me acusó de robarle el trabajo. Yo me sentía realmente mal por él, me sentía culpable, pero no podía simplemente dejarlo.

Era un viejo realmente envidioso y soberbio. Una tarde se acercó hasta mí y me acusó delante de toda la gente; me tomó de la camisa mientras me gritaba todos los insultos existentes; su barba blanca mal cuidada se movía junto a sus labios y amortiguaba sus palabras. Estaba asustado, pero después el miedo pasó, y me llené de furia; no le dije nada, mi madre siempre me decía que debía respetar a mis mayores. Después de advertirme y escupirme en la cara, se fue.

Creí que estaría bien seguir bailando si lo hacía lejos de él, así que cambié de lugar. La gente continuaba apreciando el espectáculo que les daba, parecía gustarles demasiado. Pasaron los días, y supuse que todo estaba en orden, hasta que el brujo me encontró una noche.

No tengo recuerdos claros de lo que sucedió después, sólo sé que luego de gritarme, lanzó un hechizo y de ese modo acabé así.

 

JongIn finaliza con una mueca. KyungSoo escucha todo sin interrumpir, probablemente perdiéndose en algún punto del relato. No está seguro de qué decir, ni siquiera está seguro que sea una buena idea hablar en ese momento. Por suerte, JongIn continúa.

 

-Así que, básicamente estoy condenado a vivir toda mi vida en esa caja, a no ser que te cumpla un deseo y me liberes-. KyungSoo parece cada vez más confundido

 

-¿Qué?-.

 

-Mira, ven-. Apresurado, JongIn arrastra a KyungSoo hasta la habitación, en donde está la caja musical. El muchacho mira expectante al bailarín, quien comienza a abrir un compartimiento secreto dentro del instrumento. Con una sonrisa, hace señas a KyungSoo para que se acerque; cuando lo hace, pone la caja frente a sus ojos. –Lee-.

 

-“A quien más lo necesite, un deseo cumplirás, de esa forma, la libertad tú obtendrás”-. KyungSoo cita las palabras que están grabadas en la superficie de la caja, el seño fruncido y los brazos cruzados.

 

-¿Lo ves? Ahora lo único que tengo que hacer es cumplirte un deseo-. JongIn lo mira levantando una ceja se forma sugerente, una sonrisa tiñendo sus labios. –Y bien, ¿qué es lo que deseas?-.

 

Cuando por fin reacciona, baja sus manos, reposando una sobre su cadera. –No sé qué podría desear, no hay algo que quiera en este momento-. Declara por fin. La expresión de JongIn cae, detonando decepción. -¿Puedo pensarlo?-. Unos brazos se ciernen alrededor de su cuerpo con algo de brusquedad. Las ropas de JongIn huelen a viejo, pero no le importa. Está contento de haber logrado lo que deseaba.

 

-Gracias KyungSoo, no tengo palabras para expresar mi agradecimiento-. La voz del bailarín susurra temblorosa sobre su oído. Después de algunos segundos corresponde el abrazo con inseguridad.

 

-Eres tú el que me hará realidad un deseo, se supone que sea yo el que te agradezca ¿no?-.

 

 

 

 

Se siente bien despertarse con la seguridad de que nada fue un sueño. Como todos los días, se prepara para ir a trabajar, pero esta vez se asegura de poner la caja musical dentro de su auto.

 

Al llegar a su oficina, cierra la puerta y pone la caja sobre su escritorio, abriendo la tapa.

 

Su puerta se abre sin aviso alguno, y sin levantar la vista, sabe que se trata de JongDae. Sus reflejos actúan con rapidez, sosteniendo la muñeca de JongDae cuando éste toma la caja, dispuesto a cerrarla.

 

-Lo siento-. KyungSoo nota el semblante de JongDae y relaja su expresión.

 

-No hay problema, sólo no lo hagas-.

 

-Está bien-. No curiosea más sobre el tema. -¿Acabarás pronto?-.

 

-De hecho ya lo hice-. Dice mientras guarda algunas cosas. –Pero hoy me voy temprano-.

 

-No seas amargado, vamos a comer-.

 

-Gracias, pero en serio tengo cosas que hacer-. Rechaza con una sonrisa. Después de despedirse y hacerle prometer que saldría con él después, el mayor se va.

 

 

 

 

Los minutos parecen eternos. Cuando el sueño lo está venciendo, una mano sacude su cuerpo por los hombros. Sus ojos se abren sin ocultar la urgencia y lo primero que ve es la sonrisa del bailarín.

 

-¿No pensabas esperarme?-. Interroga con fingida indignación. KyungSoo ríe, y en lugar de pararse, se acomoda mejor en su cama. –Hey, no seas perezoso, levántate-. JongIn reclama.

 

-Lo haré si me muestras tu baile-. Al no escuchar respuesta, KyungSoo cree que dijo algo indebido. Está a punto de retractarse, pero JongIn se le adelanta, adquiriendo una expresión alegre.

 

-Vamos, te mostraré-. Su cuerpo es arrastrado hasta la sala por JongIn, él solamente se deja llevar. El bailarín lo toma por los hombros y lo posiciona de espalda a la puerta de entrada, indicándole que no se mueva de aquél lugar y después de encender una de las lámparas, se pone en posición.

Está a punto de comenzar; KyungSoo mantiene su mirada fija en él, anticipando cualquier movimiento, pero JongIn se detiene.

 

-Espera, no hay música-. Formula dándose cuenta del problema, cuando KyungSoo va a decir algo, JongIn vuelve a su posición inicial. –Olvídalo, lo haré así-. KyungSoo hubiera reído, de no ser porque los movimientos lentos y precisos logran hipnotizarlo desde el segundo en el que empieza el baile.

 

JongIn se mueve mejor que cualquier persona que haya visto. Solamente había presenciado a los bailarines de ballet a través del televisor, pero está seguro de que ninguno de ellos iguala a JongIn. Sus pasos son pausados y marcados algunas veces, rápidos y suaves en otras. Cada vuelta, cada salto, cada expresión denotan su pasión por lo que hace. Sus ropas se ciñen a su cuerpo en cada ondulación, luciendo su figura bien definida.

 

Al final JongIn da un salto demasiado alto, extendiendo sus brazos, luciendo majestuoso. Algunas gotas de caliente sudor resbalan por su frente y recorren su rostro. Su respiración es pausada y honda. KyungSoo reacciona poco después, aplaudiendo con una sonrisa impregnada en su rostro.

 

-¿Qué tal lo hice?-. De la boca de KyungSoo no salen más que sonidos y frases a medias, logrando sacar una carcajada del más alto.

 

 

 

 

Las noches posteriores a esa transcurren de manera similar. Ellos dos divirtiéndose sin pegar ojo en toda la madrugada, hasta la salida del sol. En ese tiempo KyungSoo aprende muchas cosas sobre JongIn, como por ejemplo, que es dos años menor que él, sin contar el tiempo que estuvo dentro de la caja. También descubrió que su color favorito era el rojo, porque le gustaban las rosas rojas. Descubrió que JongIn era un chico sensible, bondadoso y fiable. En ocasiones solía mostrarse divertido y bromista, a KyungSoo le gustaba porque aligeraba el ambiente incómodo que se creaba y los sonrojos en su rostro.

 

JongIn también conoció aspectos sobre el mayor que parecía no mostrar con intención. Creía que KyungSoo era una persona noble, pero usualmente actuaba huraño y reservado. A veces era bastante callado, pero él se las arreglaba para hacerle hablar y sonreír. Su color favorito era el azul, simplemente porque le parecía bonito.

 

KyungSoo le habló sobre JongDae; trató de convencerlo para que aceptara conocerlo, pero fue en vano; JongIn no lo deseaba. KyungSoo bromeó con él, diciendo que actuaba como un novio celoso, y la situación acabó en un JongIn serio y un KyungSoo avergonzado de sus propias palabras.

 

 

 

 

Aproximadamente tres semanas después, JongIn aparece durante la noche, como siempre; parece estar más serio de lo habitual, logrando preocupar al mayor.

 

-¿Ya tienes una respuesta?-.

 

KyungSoo lo mira confundido, y luego recuerda el trato. En realidad, en todo el tiempo que pasó no pensó mucho en ello; no deseaba nada, creía que ahora tenía todo lo que necesitaba. Pero no quiere ser egoísta; desea salvar a JongIn.

 

-¿Me podrías dar más tiempo?-. Se muerde el labio nerviosamente. No hay rastro de la sonrisa del moreno, en su lugar, sus labios reflejan preocupación, al igual que sus pupilas y sus ojos caídos.

 

-No te dije esto antes, pero sólo tengo un mes. KyungSoo, el tiempo se acaba-.  

 

-¿Y qué pasa si no pido un deseo antes de que se cumpla el mes?-.

 

-Estaré condenado, esta vez será para siempre-. El mayor se estremece ante el pensamiento de no volverlo a ver.

 

Podría admitirlo abiertamente, se enamoró de JongIn; de sus gestos, de su actitud, de su pasión. En tan poco tiempo aprendió a quererlo tanto. Sabe que debe pedir un deseo, cualquiera, pero debe ser rápido.

Pensando en todo lo que sucedió, pensando en la posibilidad de que sus sentimientos no sean correspondidos y JongIn lo rechace, KyungSoo toma una decisión.

 

-JongIn, yo tengo un deseo-. Sus ojos lo miran anhelantes, KyungSoo traga saliva y toma una de sus manos. –Deseo que nunca más vuelvas a estar solo y yo tampoco, quiero estar contigo-. Prácticamente ruega, acercando su cuerpo al menor hasta que sus pechos quedan levemente pegados y su cabeza oculta en el hueco de su cuello. JongIn huele a jabón, y recordando el aroma a polvo de sus antiguas ropas, desea que jamás vuelva a ese espantoso lugar.

 

Una mano serpentea desde su hombro hasta llegar a su cadera, y otra se planta tiernamente en su mejilla. La mirada que JongIn le da es más brillante y emotiva que en cualquier otro momento; KyungSoo mira sus labios por inercia. La distancia va desapareciendo, sin ninguna prisa, y cuando sus labios por fin se conectan, el corazón de KyungSoo salta de alegría en sintonía con el menor.

 

 

 

 

 

 

Bajo capas y capas de polvo se oculta una caja de madera. Una mujer la toma y la levanta de su lugar, la tierra adentrándose en su nariz, provocando que estornude. Sacude un poco de suciedad con un trapo y sonríe al ver que está en buenas condiciones.

 

-Disculpe-. Llama a la anciana sentada al fondo del lugar. Ella deja su bufanda a medio tejer para mirar a la más joven con una sonrisa, labios sumidos. Cuando la anciana ve el objeto que la mujer le muestra, simplemente niega con la cabeza.

 

-No está a la venta-. Apunta con voz pausada y ronca.

 

-¿Por qué no?-. Luce decepcionada; la anciana se levanta de su lugar y camina a paso lento hasta detenerse frente a ella. Retira la caja de sus manos gentilmente.

 

-Cada objeto en este lugar cuenta una historia, prefiero que la historia de esta caja musical no sea narrada a nadie-.

 

-¿Puedo abrirla por una vez?-. Asintiendo, la anciana deposita la caja en sus manos.

 

Ojos curiosos recorren el exterior, asombrada por la belleza de la antigüedad, la mujer levanta la tapa. Gira la palanca que sobre sale y una melodía alegre es bailada por un pequeño muñeco de madera, vestido con saco rojo y pantalón negro. La figura de otro hombre lo acompaña con una dulce voz, cantando en armonía con la danza del bailarín.

Notas finales:

Sería bellísimo que dejen reviews *w*

mi ask


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