Debería considerarse otorgarle un castigo al amar sin remordimientos, no sólo por el mar de ilusiones que uno mismo se imagina, sino por el fin de esperanzas que se destrozan cual glaciares frente a nuestros ojos. Aún cuando tenemos un vago conocimiento del dolor que nos invadirá si las cosas no salen a nuestro favor, aún así nos reusamos a abandonar. No salimos por la primera puerta de escape, tampoco lanzamos nuestros sentimientos al aire, para que la brisa se encargue de dispersarlos. Nos manteemos firmes sobre la marcha, con una mirada altiva, siempre esperando lo mejor, esperando pacientes aquella sonrisa que nos anuncie una respuesta positiva acompañada de un «Yo también te amo»
Su cuerpo aquella tarde se encontraba invadido por un escalofrío que lo mantenía alerta, a pesar de que sus ojos anunciaban incesantemente lo agotado que se encontraba, todo debido a aquel resfriado que había pescado días atrás. El clima de aquel invierno no ayudaba para nada a su delgado y enfermizo cuerpo, y aunque por órdenes medicas el de ojos chocolate tuviese que encontrarse en cama, aquel día se negó a hacerlo. Vistió su uniforme negro, mismo que le quedaba un poco holgado ya que su cuerpo tras el resfriado había perdido un par de kilos. También peinó sus cabellos y tras tomar una manzana y colgar su mochila al hombro salió corriendo de casa. Parecía llevar prisa por llegar al colegio.
Y ahí se encontraba aquella mirada amenazante que se mantenía fija a Takashi, aquellos ojos avellana lograban intimidarlo y cohibirlo de manera impresionante. Aquel par de orbes lo seguían sin perder detalles de sus gestos, como de su andar. Cuando el más bajo se percataba de aquella mirada sobre su persona prácticamente se congelaba, caminaba cual acusado hasta la aula de clases y una vez ahí no podía sentirse aliviado ya que el pelinegro seguía de cerca sus pasos.
— ¡Sakamoto, Amano, tomen asiento ahora!
Ambos mencionados fueron a sus respectivos lugares. Aquellas butacas no se encontraban distanciadas como el más bajo hubiera deseado. Takashi fue el primero en tomar asiento, posteriormente continuó Shinji, mismo que no tardó en imitar la acción del castaño, yendo detrás suyo, sí, a no más de treinta centímetros era que se encontraba el pelinegro de ojos avellana.
— ¿Puedes moverte un poco? Tengo problemas al ver la pizarra.
Masculló a los minutos, Tora quien supuestamente no podía observar la pizarra por culpa del menor. Dicho susurro lo mencionaba cerca de los cabellos que cubrían la nuca del menor. Saga de inmediato se erizó, su columna vertebral sentía una presión impresionante, realmente parecía temerle aquel chico del piercing labial.
—… Lo siento.
Respondió completamente apenado. Aquella frase parecía ser mencionada más para el mismo, que para aquél que irrumpía de un momento a otro, consiguiendo que la escasa tranquilidad que Saga conservaba se fuera por la borda. Amano sonrió complacido a la respuesta ajena, parecía disfrutar aquella manera tan cohibida y resignada del más bajo.
— Mucho mejor.
Confirmó secamente cuando el chico frente suyo se encorvaba levemente, ofreciéndole así la vista que supuestamente le había robado momentos atrás. ¿Desde cuándo Shinji se concentraba en las clases como para molestarle no observar los trazos en los que el profesor les explicaba aquella mañana?
Una, dos, tres, cuatro, cinco horas transcurrieron sumamente lento, Saga tenía que salir inmediatamente de aquella aula sino deseaba quedarse dormido sobre el pupitre. Unos segundos, simplemente unos segundos demoró en ponerse de pie y tomar su mochila. Posteriormente fue directamente a los sanitarios que se encontraban en el segundo piso de la institución; cualquiera que le hubiese visto correr de aquella manera podía afirmar que al castaño algo le había caído mal al estomago, como para salir disparado a los baños, pero no, no era nada de ello, solamente fue a lavar su rostro adormilado. Tenía que espabilar de alguna manera y la fría agua que salía del grifo sin duda alguna le fue de ayuda.
—Me haces pensar que te gusta estar cerca de mí.
Anunció aquella voz que le hacía temblar.