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Almas en Silencio por Amii

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Notas del fanfic:

Espero realmente sus comentarios y apreciaciones. Muchas gracias por leer.

Notas del capitulo:

Es cortito porque solo pretende ser el prólogo de la historia. Los próximos tendrán la extensión adecuada de un capítulo.

Espero les guste.

“Había escuchado una vez que el peor enemigo que una persona podía tener era su propia mente. Cuando él preguntó por qué, le contestaron que era porque ella conocía todas tus debilidades…”

 

Las hojas revoloteaban con la brisa de aquella tarde de otoño. En el horizonte el cielo se pintaba anaranjado, despidiendo el gris y helado día.

Su cabello danzaba con el viento, al mismo son que el de las hojas. Hace un buen rato que se había rendido en su intento por mantenerlo quieto. Simplemente caminaba despreocupado por las calles de Atenas.

La música en sus oídos llegaba como un cálido recordatorio que aún habían motivos para existir, que la vida era maravillosa y valía la pena seguir luchando. Las melodías le daban sentido a su vida.

Miraba a los autos pasar, y a las personas caminar. Ver gente y escuchar aquel ruido característico de la ciudad, que todo el mundo odiaba, a él le agradaba, porque le hacían sentirse menos solo en aquel sórdido mundo.

Este año lo definía todo. Era su último año en la escuela. El próximo tenía que ir a la Universidad, o al menos así lo dictaminaba su madre. No sabía todavía que quería hacer cuando terminara el año. La verdad es que nunca esperó llegar tan lejos, y aún tenía esperanza de que pronto todo se acabaría.

Movió sus manos en el aire para sentir el viento. Espero el sonido instrumental de su canción e imitó la batería de la canción. Se dejaba llevar con tanta facilidad que a su madre le asustaba cuando lo veía con la mirada perdida. Y así era la mayor parte del tiempo.

Creí que ya había vivido todo lo que debía vivir en aquella vida, y que en adelante su vida no iba a ser más que en cuesta abajo, y si le hubieran dicho que la vida sería muy diferente a lo que él planeaba, no lo hubiese creído, porque la verdad es que ya no esperaba nada más de la vida. Solo estaba a la espera de su final.

Pronto cumpliría 18 años y sería al fin un adulto. Podría decidir qué hacer con su vida, pero por sobre todo, y era lo que más le emocionaba, ya no tendría que ver nunca más a su psiquiatra George, pero antes de despedirse de él, tendría que convencerlo de que estaba listo para continuar su vida sin su ayuda.

Amaba a su familia. Dafne y su hermano pequeño Teo lo eran todo para él. Aun así, deseaba irse lejos. Quería comenzar su vida nuevamente, caminar tan lejos como fuera necesario para que nadie lo conociera ni a él, ni a su pasado. Necesitaba irse hasta donde nadie lo volvería a mirar con pena por lo que le había sucedido y por sobre todo, quería empezar en un lugar donde podría ser él realmente y no quien le pedían que fuera.

Tenía casi 18 años y su mamá ni siquiera tenía la sospecha que él era gay. Jamás se lo había dicho, porque siempre había creído que sería un golpe demasiado duro para ella. Más de alguna vez la escucho hablando cosas horribles de la gente como él, y no quería que lo odiara por algo que no podía evitar. Por lo mismo, nunca le contó sobre su novio. Hace casi dos años había conocido a un chico, su nombre era Ike y pasó los meses más hermosos de su vida. Todo duró alrededor de 8 meses, cuando Ike se fue de viaje a Inglaterra y jamás volvió. Dafne nunca comprendió la depresión de aquella época. George le dijo que era por la edad, y ella se conformó con esa respuesta.

Aquella tarde sería la última sesión, ya casi podía sentir la libertad en el aire, en cada brisa que enrojecía sus mejillas podía sentir plenitud. Nada le había advertido que todo estaba lejos de acabar.

Sintió el sonido de sirenas al acercarse a la calle en que estaba la consulta. Divisó mucha gente en cuanto estuvo cerca, pero no fue hasta que vio a Norma, la secretaría de George hecha un mar de lágrima que comprendió que algo no estaba bien.

Tocó el hombro de la mujer con suma delicadeza. Ella se volteó con las manos en la cara y se apoyó en él sin saber si quiera de quien se trataba — ¡Oh Dios mío! — repetía alterada.

— ¿Qué sucedió, Norma? — preguntó con delicadeza.

Ella al reconocer su voz, se despegó de su pecho y lo miró —Noah, el doctor Harrison está muerto. — le soltó antes de volver a apegarse a él.

Le dio unas palmaditas en la espalda. No cabía en el asombro de lo que acababa de suceder. Su mirada se perdió en la nada. ¿Es que acaso todos le iban abandonar?

Necesitaba huir…

Pero ahora estaba aquí, encerrado en esta ciudad, sin poder irse,

Y está es su historia...

Notas finales:

Hasta pronto!


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