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Almas en Silencio por Amii

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Notas del capitulo:

He vuelto de la vacaciones!!!! Y para compensarles les traigo un capítulo MEGA largoooo! Espero que los disfruten :D!

 

OJO! Para quien no logre darse cuenta a tiempo, el capítulo entero es un flash-back así que no quieran asesinar a Misha bonito :)!

 

 

“El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados”

 

Una lluvia ligera caía en las calles atenienses aquella noche. No había sido el mejor día para Misha, por lo que prefirió caminar hasta su casa para apaciguar aquella ira que lo recorría. El silencio de la noche solía calmarlo y las precipitaciones hacían lo suyo. Amaba la lluvia, le gustaba mucho el frío y aborrecía el calor por sobre todas las cosas, así que el clima sosegaba un poco su ánimo. Había sido una jornada terrible, no podía quitarse de su cabeza aquella discusión que había tenido con Evan, odiaba cuando tenía razón. Sacó un cigarro de su chaqueta en su intento por quitarse de su cabeza  al tipo que le estaba causando tantas molestias hace un par de semanas.

Cuando ya llevaba más de la mitad del camino a casa, la ciudad comenzaba a cambiar a su alrededor. Se alejaba del centro y se adentraba a barrios no muy seguros; ni de noche, ni de día, pero era lo que menos le importaba realmente. Él seguía fumando tranquilamente mientras atravesaba la ciudad. No le tenía miedo a los tipos malos de esas calles y si alguno se quisiera pasar de listo con él solo le ayudaría a terminar el suplicio de aquella vida.

—Ya les dije que no tengo nada. — pudo escuchar a través de un pasaje. Aquellas palabras lo sacaron de su meditación y la curiosidad le gano como era costumbre en él.

—Tienes la facha de ser un niñato rico. — habló otro hombre amenazadoramente.

— ¡Están locos! — gritó el primero nuevamente. Misha dio con el lugar de donde provenía el ruido. Era un callejón oscuro; típico de principiantes, fue lo único que pudo pensar. Acabó su cigarro mientras decidía si intervenía o no.

—Vamos o te irá peor. — una tercera voz habló. Él sonrió ante el intento fallido de intimidación de aquellos tipos. Eran tres sujetos intentando robarle a otro. No parecía muy justa la lucha.

— ¿Ustedes nunca se aburren de molestar a la gente? — caminó unos cuantos pasos para hacerse notar. Su voz sonaba más rezongona de lo normal. Después de todo lo habían interrumpido en su momento de meditación y eso le hacía enojar.

Los tres sujetos se mantuvieron alertas pero no se movieron ni un solo centímetro. Cuando Misha estuvo lo suficientemente cerca para que lo vieran uno de ellos retrocedió, pero éste ni siquiera los miró. Su vista estaba fija en el pálido chico al que intentaban robarle. Luego de unos escasos segundos, frunció el ceño mirándolos con irritación.

—No te metas, vete de aquí. — dijo el que parecía ser el mayor y el líder de los otros dos, pero Misha ni siquiera le tomo importancia a sus palabras.

—Los que se van ahora de aquí son ustedes. — habló golpeado intentando hacer notar su autoridad. Uno de los sujetos se acercó al mandamás para susurrarle algo al oído haciendo que suspirara pesadamente y retrocediera ante la advertencia de Misha —Váyanse y no se vuelvan a cruzar en mi camino. — siseó haciendo que los tres tipos se fueran dejándolos solos.

—Ya verás. — alcanzó a oír a uno murmurar aquellas palabras mientras se iban.

— ¿Estás bien? — le preguntó Misha, quiso acercarse al muchacho, pero éste no lo permitió.

—No me toques. — rugió furioso dando unos cuantos pasos hacia atrás.

Lo que menos quería él en ese momento eran más problemas, había tenido muchos más de los que había planeado para ese día. Hubiese preferido seguir de largo por la calle en cuanto vio a esos tipos molestando al muchacho, pero salvar una vida, después de destruir tantas, era una forma burda de intentar equilibrar las cosas. Además había visto en ese chiquillo mucho de lo que él fue en el pasado y él hubiera querido que alguien lo hubiese ayudado en situaciones como estas.

— ¡Ey! Tranquilo, no voy a lastimarte. — levantó sus manos al nivel de su pecho en gesto de buena fe, borrando así aquella hostilidad que mostro con los ladrones.

—No necesitabas molestarte. — bajó la guardia dejando de mirar cada movimiento de Misha.

— ¿Te robaron algo? — intentó calmarlo.

—Ya no me queda nada que puedan robarme. — rió ante su trágica situación. El ambiente parecía aflojar.

—Con gente como ella siempre será mejor traer algo que robar. — Advirtió seriamente —Además, tu vida es un bien valioso que ellos no dudarían en quitarte si se enojan. — el azabache lo miró descolocado ante tanta sinceridad.

—Gracias por el dato. — Suspiró cansado llevándose sus manos al cabello —Parecían conocerte. — agregó al repasar lo sucedido.

—Tal vez. — Se encogió de hombros —El mundo es más pequeño de lo que crees. —

—Dímelo a mí. — sonrió de lado aún asustado por lo que acababa de vivir.

Se notaba a leguas que el tipo no era de por ahí, por sus rasgos y su acento se podía deducir que era un simple extranjero que estaba en el lugar y en el momento equivocado. Misha a pesar que no era lo que acostumbraba, no tenía corazón para dejarlo ahí solo. Acababa de decirle que no tenía nada que pudiesen robarle, lo que significaba que no tenía dinero y muy probablemente, por su facha, ni siquiera tenía un lugar para quedarse. Dejarlo solo ahí era una invitación para que aquellos sujetos regresaran o quizás apareciera alguien peor que quisiera aprovecharse de él.

—Salgamos de aquí. — lo invitó para que caminara delante de él fuera de aquel callejón mugroso.

—Gracias. — dijo una vez en las iluminadas calles principales.

—No hay de qué. — Le guiñó un ojo y siguió caminando, pero el muchacho se detuvo bajo un alumbrado — ¿Qué ocurre? —

—No tengo donde ir. — respondió apenado bajando la mirada.

—Ya lo había notado. — Lo invitó a seguir caminando pero no lo siguió —Puedes quedarte aquí si quieres, pero va llover toda la noche y no creo que tengas más ropa para pasar el frio. —

— ¿Cómo puedes confiar en mí? — Misha lo miró sintiendo que hacia la pregunta equivocada —Quizás es un plan que tengo con esos tipos para robarte a ti. — se explicó.

Éste saco un cigarro de sus ropas y sonrió cuando lo encendió — ¿De verdad? — El muchacho lo miró impávido —No se veían tan inteligentes esos sujetos. — relajó la postura el azabache —Mejor deberías preocuparte que yo no te vaya hacer nada ti. —

— ¿Y cómo sé entonces que no eres cómplice de esos tipos? — preguntó dudoso. Su tranquilidad se le estaba esfumando nuevamente. Misha solo volvió a reír con el cigarro entre sus labios.

—Son muy idiotas, no sirven para nada. — parecía conocerlos más de lo que admitía.

Pero no lograba convencer al otro sujeto y ya comenzaba a helarse parado ahí en plena calle con solo una chaqueta protegiéndolo del frío. Cada momento parecía menos interesante tratar de salvarle la vida, a veces ser bueno era más difícil que ser malo y eso lo agobiaba.

—No lo sé. — vaciló el tipo aún bajo la iluminaria.

—A veces es más sensato creer en el mal que en el bien porque generalmente creer en el bien te lleva a desilusiones muy grandes. — suspiró —Pero no puedo convencerte que no te haré daño. Aun así, soy tu mejor opción esta noche si no quieres amanecer congelado en algún pórtico y aparecer en la portada del periódico. — Agregó —Vas a tener que confiar en tu buen juicio, es una buena forma de comenzar una vida solitaria. —

Nunca creyó que se iba a poner a dar clases de vida en mitad de la noche, por lo general ni siquiera hablaba tanto, quizás este era el dialogo más largo que había tenido en años; pero simplemente no podía cerrar la boca. Quería convencer al muchacho, quería creer, deseaba ver que aún había confianza en este mundo, él solo necesitaba ver lo que había perdido hace tanto.

Además sabía que no podía dejarlo ahí, si por la mañana se enteraba que había muerto aquel chico sería como un nuevo balde de agua fría para él y no estaba preparado para más cosas malas, quería hacer algo bien aunque fuera una vez en su vida, quería que alguien le diera las gracias no solo por hacer un buen trabajo, sino que lo hicieran porque había hecho algo bueno de corazón.

— ¿Por qué lo haces? — el más joven se quito de la luz y se acercó a Misha rendido, sabía que no tenía elección si es que mañana quería continuar con vida.

—Todos necesitamos ayuda de vez en cuando. — se encogió de hombros despreocupado y comenzó a andar de nuevo.

Caminaron por largo rato en silencio, el más joven creía que jamás iban a llegar y cada cierto rato volvía a desconfiar de Misha, pero continuó a su lado en silencio mientras este lo guiaba a quien sabe donde –Me llamo Damián. — rompió el silencio cuando se detuvieron en una intersección que a pesar de lo tarde iba con bastante afluencia de vehículos.

—Soy Misha. — el azabache lo miró un tanto desconfiado.

— ¿Es tu nombre real? — Éste arqueó una ceja y lo miro indignado —Lo siento, es que nunca había conocido a alguien con tu nombre. —

—No es común. — Asumió —Pero es mi nombre y eso lo hace muy genial. —

—Es lindo. — Misha lo miró de reojo y rió por lo bajo antes de que el semáforo les diera la preferencia.

— ¿De dónde eres Damián? — quiso indagar, aquel acento que tenía no se le hacía conocido y quería averiguar de dónde provenía y si había algo que Misha no toleraba era sentir curiosidad.

— ¿Por qué asumes que no soy de aquí? — frunció el ceño.

—Y además preguntas. — Dijo divertido —Con mucho esfuerzo hablas el idioma. —

—Hace años que llevo aprendiéndolo. — aseguró desilusionado.

—Aunque lo hablaras perfectamente, tu acento te delata. —

—Vivo bastante lejos de aquí en realidad. — respondió calmando la inquietud del otro, aunque vagamente.

— ¿No me dirás de donde? — preguntó.

Damián negó —Tú dijiste que aprendiera a confiar en mi buen juicio, y este me dice que no debo seguir hablando más de la cuenta. —

—Touché. — Misha le concedió aquello como una victoria y no insistió más con el tema.

Llegaron a lo que él conocía como su hogar desde hace bastante tiempo, era un lugar bastante modesto, en una zona no muy segura de la ciudad. Tenía el dinero para vivir mejor, pero no le apetecía, no necesitaba más que aquello. Entraron por un pasaje bastante angosto que tenía varias escaleras en el camino, por lo que imposibilitaba el paso de autos, algo que a Misha le agradaba bastante. Se detuvo frente a una de las casitas que no tenía nada de particular, era igual al resto e incluso estaba bastante más descuidada que las demás y abrió sin ningún problema.

El interior era bastante pequeño, parecía más bien una pieza que una casa en sí. La entrada carecía de un living, solo había una mesa de madera pequeña con dos sillas cerca. Un poco más lejos, en una segunda habitación, conectada por un umbral estaba lo que parecía ser la cocina, estaba bastante limpia pero a la vez bastante descuidada.

—Al menos es mejor que dormir en la calle. — habló Misha poniéndose cómodo en su casa al ver a Damián mirando con cierto desdén el lugar.

—Sí, disculpa. — lo siguió por el lugar cambiando sus facciones por unas más relajadas y agradecida.

—En el cuarto hay un sillón para que duermas. — abrió la puerta de su pieza. Como el resto de la casa, era bastante simple; había una cama de dos plazas en una esquina con un buro a su lado que tenía sobre este una lámpara y al otro lado de la pieza había un sillón de tres cuerpos que se veía bastante apetecible para Damián.

—La verdad es que es lo mejor que he tenido en meses. — se acercó y se sentó para probar el sillón —Que blando. — dijo extasiado.

Misha le entregó unas frazadas para que no fuera a pasar frío por la noche y salió del cuarto en silencio. Damián lo siguió hasta lo que pareciera ser la cocina — ¿Necesitas algo más? — preguntó desde el refrigerador.

—No, lo siento. — respondió apenado por haberlo seguido.

— ¿Quieres comer algo? — inquirió no muy seguro éste. Se llevó una mano a la cabeza para tirar sus cabellos hacia atrás. La verdad es que hace mucho tiempo no tenía a nadie en su casa y se le hacía difícil actuar como un buen anfitrión.

—No, no. — Repitió negando con su cabeza —Tranquilo, es solo que esto es un poco raro para mí. — Se encogió de hombros y se paseó por el lugar —Nadie había sido tan amable conmigo desde hace mucho tiempo. — agregó mirando la única foto que parecía haber por el lugar.

—Tampoco es como si yo acostumbrara a traer vagos a mi casa. — profirió con tono descortés.

—Gracias. — Le sonrió con suficiencia por el encasillamiento — ¿De verdad no te preocupa tener a un extraño en tu casa? —

—No tienes mucho que robar. — admitió mirando el lugar y Damián coincidió en aquellas palabras.

— ¿Y qué te haga daño? —

— ¿Qué me harás? ¿Intentarás matarme mientras duermo? — Él asintió tomándolo como opción —Quisiera verlo. —se mofó.

— ¿Yo debería preocuparme? —

—No, pero si insistes en dudar puedes dormir en la calle, yo no te voy a detener. — se apoyó en uno de los muebles de la cocina y se cruzo de brazos comenzando a interesarse por la conversación.

—Es solo que es muy raro. — insistió.

—Ya te lo dije, así como existe el mal debe existir el bien. — le restó importancia a su acto de buena voluntad.

—Gracias. Prometo irme temprano en la mañana. — sonrió con amabilidad. Misha lo miró con desazón, ojalá el pudiera sonreír de esa forma, pero ya hacía años que no le era posible.

—Nadie te está echando. — bostezó.

—Lo sé, pero no quiero abusar de tu hospitalidad. — Siguió caminando con lentitud por la casa con el objetivo de poder curiosear, pero no había mucho que ver en realidad —No parece el lugar donde viviría alguien como tú. —soltó de pronto para sorpresa de Misha.

— ¿Qué quieres decir? —

—No es muy lujoso. — reconoció.

— ¿Y? ¿Qué te hace pensar que tengo para vivir en un lugar mejor? —arqueó una ceja sin moverse de su lugar.

—Hay ciertas cosas que no perdonas. — se encogió de hombros despreocupado.

—Explícate. — pidió con amabilidad.

—Tu ropa, traías una chaqueta notablemente cara. — miró sobre una de las sillas donde yacía ahora la cazadora de la cual hablaba.

—Quizás se la robe a un ingenuo como tú. — quiso sonar intimidante.

—No, te queda demasiado bien. — Desmintió sus palabras —Hubieras tenido mucha suerte. —

—Aún así no quiere decir que pueda vivir mejor solo porque tengo una buena chaqueta. —

—Es verdad. — concedió —Pero cuando sacaste las frazadas del enser había mucha más ropa como ésta. — la tomó entre sus manos para ver la marca.

—Eres más suspicaz de lo que imagine, creo que no eras el simple chiquillo en la calle. — Habló notablemente conforme — ¿Qué más? —

—Tu cama se ve bastante cómoda, se nota que no te importa mucho vivir en un lugar como este, con pocos lujos, pero hay cosas que simplemente no transas como la ropa o un lugar confortable para descansar. —

Misha no respondió a las palabras de Damián, simplemente se quedó viéndolo, intentando descifrar quien era aquel sujeto. Después de todo no era un simple callejero. Se movió para tomar su cajetilla de cigarros sin quitarle la vista a su huésped. Por unos segundos sintió arrepentimiento por haberlo traído hasta ahí, ya no le daba tan buena espina.

—No necesito nada más. — aceptó su derrota sin mucha importancia. No le gustaba perder, pero le tenía sin cuidado que él hubiera descubierto eso, después de todo, mañana ya no lo volvería a ver.

—Quien como tú que puede elegir vivir así. —

—Si estuvieras en Italia imagino que podrías estar viviendo cómodamente. — soltó de pronto Misha esperando alguna reacción, la cual no tardo en llegar. Damián cambió su postura y se tensó cuando oyó a su anfitrión.

—Creo que te costo un poco. — intentó disimular.

—No eres de ahí. — Admitió Misha —Pero has pasado mucho tiempo en Italia. — Damián lo miró con curiosidad.

—Soy descendiente de italianos. — Confesó —Pero tienes razón, no soy italiano. — ahora que ambos ya sabían una cosa del otro Misha podía irse a dormir en paz, ya había demostrado que así como el azabache pudo deducir algo de él, éste también podía hacerlo si se lo proponía.

—Algún día descubriré de dónde vienes Damián. — apagó el cigarro en un cenicero y se dispuso a irse a la cama.

—Eres muy curioso. — opinó el más joven deteniendo a Misha.

— ¿Eso es algo malo? — éste se encogió de hombros.

—Ya sabes, hay un dicho… —

—Ya me lo sé. — lo silenció al recordar a su padre regañándole por ser tan curioso. Siempre que éste lo reprendía le decía: La curiosidad mato al gato.

—Lo siento. — musitó al incomodarlo.

—Buenas noches. — cortó la conversación y se fue a su cuarto dejando la puerta junta para cuando el otro quisiera irse a dormir también. Ya recordaba porque prefería no tener conversaciones muy extensas con la gente. Era prácticamente una ley que siempre, de alguna u otra forma, sus padres llegaban a su mente cuando hablaba de más.

 

La noche fue bastante ruidosa producto de la tormenta que se desato afuera. Ninguno pudo dormir mucho a pesar de la comodidad que sentía cada uno en su lugar. Cada vez que el sueño comenzaba a llegar a Damián despertaba por una u otra razón, suponía que era el miedo de que algo pudiera pasarle si se dormía, debía estar alerta. Era demasiada maravilla para que él lo hubiera dejado entrar a su casa sin segundas intenciones, creía que podría intentar robarle algo o quizás lastimarlo. La noche se le hizo eterna a éste.

Para Misha en cambio fueron distintos los motivos que no le permitieron dormir. A él no le preocupaba que el chiquillo quisiera pasarse de listo, pero de todas formas dejo encendida la lamparita que estaba junto a su cama, no irradiaba mucha luz así que no molestaba. Lo que produjo su desvelo fueron los recuerdos. Damián había abierto la ventana que lo llevaba a su infancia, un portillo que se esmeraba cada día por olvidar. Ya habían pasado muchos años viviendo de esos recuerdos y ya era momento de seguir su vida en paz, pero le era muy difícil. Además que Damián tenía algo que le traía irremediablemente a su madre a la cabeza. Él tenía unos ojos azules intensos, profundos igual que los de ella. Verlo era ver a su madre.

Por la mañana, el celular de Misha les dio el buenos días a los dos. Éste se levantó y se metió en el baño al ver que Damián se escondía entre las frazadas para intentar seguir durmiendo. Se estiró un poco frente al espejo y movió su cuello haciéndolo sonar. Después de todo había logrado dormirse pero había tenido muchas pesadillas. Se mojó la cara intentando quitarse un poco la pereza. Hizo un repaso mental de las cosas que había hecho ayer y se trataba de explicar cómo había llegado ése a su sillón. No le pareció muy agradable el haber despertado cuando recordó que tenía que ir a trabajar y ver a Evan de nuevo, sabía que hoy se venía una nueva pelea y después de aquella mala noche no estaba de buen humor para eso.

Se aseo y se vistió en silencio para no despertar a su acompañante. Mientras lo hacía se pregunto desde cuando había empezado hacer ese tipo de cosas. A él le importaba un carajo despertar a los demás, nunca se había preocupado en no incomodarlos. Frunció el ceño y se dio la razón por aquel razonamiento. Tomó un abrigo de su mueble y salió dando un portazo a la puerta. Sonrió satisfecho por lo hecho. Se preparó un café y comió un poco de fruta, probablemente iba a ser su única comida hasta la noche. Miró su reloj y vio que estaba bastante atrasado, había olvidado poner su celular a la hora. Se quedó sentado mirando por una de las ventanas que daban al pasaje y como ya estaba atrasado, no se apresuró en irse, de todas formas ya lo iban a regañar. Su celular comenzó a sonar tal y como él había imaginado.

—Bueno días. — saludó con solemnidad una voz masculina al otro lado del teléfono.

—Hola. — contestó secamente entre los sorbos de su café.

—Creo que no mejoro el ánimo durante la noche. — se limitó a decir.

—Muy elemental mi querido Watson. — se burló.

—Al menos sigo siendo tu querido. — sus palabras estremecieron a Misha. Éste se quedó callado y espero que volviera hablar para que dijera al fin lo que quería — ¿Tú eres mi Sherlock? —

— ¿Para qué me llamas, Evan? — Zanjó el tema —Todavía no es hora de trabajar. —

—Solo quería asegurarme que vas a llegar a la hora, Tomas tiene información y ya sabes que solo habla contigo. — miró una vez más el reloj, era imposible que llegara puntual.

—Ya voy de camino, llego en un rato. —

— ¿Ya saliste? —

—Sí. — mintió levantándose de la silla para salir pronto de la casa.

—Se nota. — aquellas palabras hicieron que se quedara quieto y mirara a su alrededor.

— ¿Dónde estás? —

—Afuera. — Rió al ser descubierto.

—Pareces un maldito psicópata. — le gritó. Cortó la llamada para salir de la casa y ver afuera del pasaje a Evan apoyado en su lujoso auto esperándolo aún con el teléfono en su mano.

—Qué lindo es verte por las mañanas. —

Misha se limitó a dirigirle la mirada. Se subió al auto en el asiento de copiloto suspirando a sabiendas que sería un día aún más difícil que el anterior.

Evan se tardó un poco más en hacerlo, algo llamó su atención y se quedó viendo antes de subirse al auto — ¿Vamos directo hablar con Tomas o quieres ir a otro lado primero? — hizo partir el auto sonriéndole con delicadeza para calmar los ánimos.

— ¿Por qué viene a mi casa con tu Maybach? ¿Te das cuenta que arruinas todo? — lo regañó ignorando su pregunta. Si alguien lo viera subirse a ese auto tan lujoso arruinaría todo aquel sentido de vivir en aquella casa, en medio de aquel barrio y rodeado de toda esa gente.

—No lo hice intencional. — Se disculpó acelerando el auto —Pero era necesario, anoche te fuiste bastante molesto. — Le recordó —Solo quería asegurarme que estuvieras bien. —

—No lo hagas más. — pidió calmándose, no tenía sentido seguir reprochándole algo que ya estaba hecho.

—Para la próxima vendré en mi Reliant Regal. — sus palabras lograron sacarle una carcajada a su acompañante haciendo que el ambiente se distendiera.

—Mejor abstente de venir por mí, se llegar solo. — llevó su mirada a la ventana para no tener que ver a Evan, después de que lo había venido pasado hace unas cuantas semanas era casi imposible para él poder volver a la normalidad a pesar que Evan lo pudiera hacer con tanta facilidad.

—No, no. — Movió su cabeza —No dejare de venir, además creo que me estas engañando. —

— ¿De qué demonios hablas? — alzó la voz. Se volteó a verlo una vez más con una mirada sombría por aquella afirmación llena de incoherencia.

—Cuando te subiste al auto un chico se asomó desde tu casa. — reclamó notablemente celoso.

Misha no supo por donde abordar aquellas palabras, sabía que eran un conjunto de tonterías, pero no sabía a que darle preferencia para cerrarle la boca de una buena vez y, así asegurarse de que no volvería hablar de nuevo con respecto al tema de un posible ellos —Para engañarte primero debe haber un nosotros. — Aludió dejando a Evan sin palabras —Y ese muchacho no es nadie que deba interesarte a ti. —

—Me interesa, porque estaba en tu casa. — su tonó de voz se tenso, sabía que se venía una nueva discusión —Yo nunca he estado ahí. — objetó resentido.

—No tendrías porque ir a mi casa, solo somos compañeros. — calmó la irá que se desataba en el piloto del auto.

—Solo compañeros. — repitió en un murmulló queriendo acabar la conversación.

—Evan… — quiso seguir explicando, pero este le cortó el tema encendiendo la radio del vehículo —Vamos, apágala. —

—Ya lo dejaste claro, déjalo así. — se encogió de hombros dolido.

—Tú sabes a lo que me refiero. —

—No, creo que no lo sé. — contestó con indiferencia.

—Terminarían beneficiándose ellos de saberlo. — a Evan se le habían quitado todas las ganas de seguir escuchando a su amigo, pero éste insistía en explicarle.

—Claro, siempre ellos. — farfulló.

—Vamos, no te pongas así. — intentó arreglar las cosas. Él era una persona bastante solitaria, le costaba generar relaciones con la gente, pero Evan había logrado cruzar aquella barrera imaginaria que se había inventado Misha, era por ello, que ahora la cuidaba con vigor.

—Te perdono solo porque te quiero demasiado. — aparcó su vehículo a las afueras de su destino. El castaño se quedó estático unos segundos por aquellas palabras que había pronunciado su amigo —Vamos, ¿También quieres que te abra la puerta? — se mofó golpeando la ventana del asiento de Misha.

—No es necesario. — bajó y se acomodó la corbata de su traje para así mirar el voluptuoso edificio que se erigía frente a ellos. Era muy alto y contaba con una infraestructura novedosa que llamaba la atención de quien pasara; sin embargo, se perdía entre otros cientos de edificios muchos más altos que éste.

Caminaron en un silencio muy incomodo hasta el ascensor, sintiéndose aliviados cuando una mujer de mediana estatura y complexión grácil apareció ante ellos para darles alcance y subir con ellos —Hola. — saludó con encanto.

—Buenos días Elissa. — respondieron al mismo tiempo.

—Hace tiempo que nos los veía por aquí. — miró con bastante interés a Misha cuando pronunció aquellas palabras. Evan frunció el ceño al notar aquel interés por parte de la mujer, pero el otro continuó mirando como el elevador iba cambiando los números hasta llegar al piso catorce sin percibir lo que acababa de ocurrir.

Al salir del ascensor un hombre escuálido los esperaba con una mirada azorada. Traía un traje como el de Misha, pero le quedaba un poco grande debido a su delgadez; su cabello oscuro estaba desordenado dejando ver que no estaba del todo aseado. Los observó a los tres haciendo que Elissa se apresurara a irse a trabajar. Por su parte, los otros dos se quedaron mirándolo, hace bastante tiempo que no veían a Tomas, haciendo que fuera bastante impactante aquel cambio. El muchacho solía tener bastantes kilos más de los que ahora mostraba y siempre se veía bastante alegre y despreocupado, totalmente distante a lo que era hoy.

— ¿Qué te paso? — se aventuró a preguntar Evan.

—Nada. — Se limitó a decir —Vamos, no tengo mucho tiempo. — Le dio la pasada a Misha para que se dirigiera a su estudio, pero lo bloqueó en cuanto Evan quiso hacer lo mismo —No hablo con perritos fieles. — Misha miró su amigo disculpándose por la actitud que estaba teniendo Tomas con él.

—Que te jodan. — se cruzó de brazos visiblemente molesto por el desplante.

El desgarbado dueño del piso entro a su estudio seguido por Misha muy de cerca. Se acercó a su mini bar mientras que el castaño metía sus manos a los bolsillos de sus pantalones a la espera de que el otro dijera lo que tenía para contar.

— ¿Seguro que no te pasó nada? — intentó Misha esta vez.

—Nada en lo que tú o tu amiguito puedan ayudarme. — se empinó un vaso de whisky con simpleza.

—Es algo temprano para que bebas. —

—Siempre es buen tiempo para tomarse un buen whisky. — volvió a darle la espalda a su invitado para llenar nuevamente su vaso.

—Ni siquiera estas en condiciones para estar trabajado. — le advirtió caminando hasta la vidriera que daba una hermosa vista a un horrible edificio ocre que estaba justo enfrente.

—No eres mi jefe como para decirme esas cosas, ¿o es que me irás acusar con tu jefecita? — levantó la copa en un gesto de salud.

—Sabes que no haría algo así. —

—Él sí. — apuntó hacia la puerta refiriéndose a Evan.

—No lo juzgues, tú no sabes que es lo que lo llevo hacer esa monstruosidad. — quiso defenderlo, pero sus palabras no fueron las más acertadas.

— ¿Tú si sabes? — Misha asintió no muy seguro —Entonces cuéntame. —pidió intrigado caminando hasta su silla tras el escritorio.

—No vine a eso. —

— ¿A qué viniste entonces? — levantó sus pies cruzándolos sobre la mesa.

—Creo que debería volver otro día. — suspiró.

—No, no. — Se apresuró a detener los pensamientos del otro —Es una pregunta totalmente seria. — El castaño lo miró confundido —Yo no te mande a llamar. — confesó al fin sin poder aguantar más la presión.

Dichas aquellas palabras la puerta por la que ambos habían entrado hace unos minutos se abrió poniendo en alerta a Misha. El primero en entrar fue Evan, el cual miraba a su amigo con amargura, sin duda que lo había traicionado, ahora ya lo sabía. Justo tras él entro la persona que menos quería ver últimamente, Antonella Venizelos. Esta mujer, embutida en un apretado vestido negro, con su cabello del mismo color que caía por sus hombros y unos ojos de color verde que irradiaban enojo se centró en el ambarino que intentó no mostrarse afectado por su presencia.

—Hasta que tengo el placer de verte. — Ella arqueó una ceja esperando una disculpa por parte de éste, pero solo obtuvo silencio de regreso —No has ido a verme. —

—No he terminado mi trabajo. — se limitó a decir mirando fugazmente a Evan.

—Cuando yo pido verte, tú vas. — Recalcó — ¿O ya lo olvidaste? —

—Ojalá pudiera. — ella sonrió complacida por la rebeldía de éste.

—Mira lo que tengo que llegar hacer para poder verte. — La mujer miró a los otros dos sujetos que observaban la escena desde la distancia —Tus conocidos, traicionándote. —

—No es la gran cosa. — Restó importancia —Después de todo solo me mintieron para traerme ante ti — Antonella borró su sonrisa de su rostro molesta por aquel comentario.

—Soy tu jefa, deberías tenerlo más presente a la hora de dirigirme la palabra. —

—Exacto, eres mi jefa, nada más que eso. — Alzó un poco la voz para poner límites —No eres un ser omnipresente al que le deba respeto o que deba venerar. —

—Misha, tú no quieres que las cosas se den así. — caminó hasta él posando su mano en el hombro de éste y camino alrededor suyo.

—Solo déjame hacer mi trabajo en paz. —

—Yo quiero hacerlo. — dijo con sinceridad —Pero el plazo se cumplió hace una semana y no fuiste a explicarme porque no estaba listo. —

—No lo haré más. — quería acabar con eso y largarse.

—No habrá una próxima, Misha. — Intentó mantener la calma para que ella terminara de explicar aquellas palabras —No me puedo permitir tenerte si no puedo domarte.

— ¿Me estás despidiendo? — su voz sonaba sorprendida.

—Los demás podrían comenzar a actuar como tú y eso no es conveniente para mí. — ignoró la pregunta de éste.

—No soy yo el que perderá más. — desafió recomponiéndose.

— ¡Oh, Misha se preocupa por mí! — Se burló —La verdad es que ambos vamos a perder bastante, pero creo que a larga yo me recuperare y tú no. — se encogió de hombros. Se paro frente a su empleado, levantó la vista para poder verle a los ojos y se miraron desafiantes.

—Si querías despedirme solo tenías que decirlo, no tenías que tomarte la molestia de venir a decírmelo. — Admitió cuando ella lo miró desafiante — ¿A caso te tomas la molestia con todos tus empleados? —

—No he llegado a lo más importante, querido. — Lo acalló con sus palabras —Vine porque aunque ya no trabajaras más para mi, de todas formas tendrás que terminar tu trabajo. —

—Olvídalo. — se rió como si le hubieran contado un chiste muy estúpido.

—Si no lo haces no te pago ni un solo centavo del dinero que te corresponde, y es más… — ésta se deleitó por la mirada de Misha y se dio el tiempo para tomar aire antes de continuar con su amenaza —…perderás todo tu dinero que tienes en el banco. —

—Como si pudieras quitármelo. — chasqueó su lengua molesto.

—Ponme a prueba. — se alejó al fin y se dirigió a Tomas —Está desvinculado con nosotros, no quiero que le vuelvas a dar información, así que pobre de ti que me entere que has estado hablando con él. — Miró a Evan —Va para los dos. —

—No puedes decirme con quien debo o no relacionarme en mi tiempo libre. — se quejó Evan.

— ¿No? — ladeó su cabeza. Su mirada pendenciera estremeció al hombre.

—Ellos no tienen nada que ver con el asunto así que no los involucres. —intervino Misha.

—Bien, bien. — Alzó los brazos en señal de rendición —Pero has tu trabajo y luego no quiero saber más de ti. — Sentenció con un poco de pena —Es una lástima perderte. — suspiró.

Los tres sujetos se quedaron viéndola cuando ésta hizo un ademán de retirarse. No se podía negar que era una mujer bonita y poderosa; donde fuese que estuviera ella iba a hacerse notar. Caminó con bastante gracia hasta la puerta, la abrió sin mucho cuidado y miró una última vez a Misha antes de lanzarle un fortuito beso, pero éste no mostro ningún cambio ante la acción de su jefa.

—Está un poco loca. — respiró aliviado Tomas volviendo a su cómoda posición en su silla cuando la mujer desapareció.

— ¿Un poco? — se mofó Misha.

La puerta volvió abrirse súbitamente haciendo temblar al dueño del lugar —Te oí. — advirtió dejándolo sin aliento —A ti también. — Miró a Misha, pero él tenía una mirada tranquila, ya no lo podía intimidar; después de todo ya le había quitado lo único que podía, su trabajo — ¿Qué esperas? —miró a Evan que se mantenía en silencio.

—Lo siento. — Despabiló moviendo su cabeza y la siguió hasta la salida sin mirar a los otros dos hombres —Vamos, te llevo. — salió tras Antonella.

—Genial, ahora tendré que caminar hasta la casa. — se quejó Misha sentándose en una de las sillas libres al otro lado del escritorio.

—Discúlpame. — se limitó a decir Tomas.

—No tienes que hacerlo. — se encogió de hombros y jugueteó con un lápiz que había sobre la mesa.

—Te acabas de quedar sin trabajo. — le recordó preocupado.

—Pero no fue por culpa tuya o de Evan, fue mía. — suspiró.

—No debí formar parte de esto. — insistió.

—No fue una sorpresa para mí. — intentó calmarlo.

— ¿Evan te lo había dicho? — Misha rió.

—Él me es más fiel a mí que a ella. — Reconoció —Si hoy vine hasta aquí fue porque quise, no porque me emboscaran. — aquellas palabras calmaron al esquelético pelinegro.

—Me siento pésimo, yo si te engañe. — Cubrió su cara con sus manos —Soy un condenado desertor. — Gimió —Para peor trate pésimo a Evan. — Misha soltó una risa contagiosa evitando que Tomas siguiera sintiéndose mal por lo sucedido y comenzara a reír también.

—Se lo tenía merecido. — apoyó su espalda en el respaldó empujando la silla hacia atrás levantando las patas delanteras comenzando a mecerse.

— ¿Qué es lo que tienes que hacer para Antonella? — no obtuvo una respuesta inmediata —Debe ser algo grande para que se tomara la molestia de venir. —

—Algo así, es algo que le preocupa bastante. — contó pensativo.

—Si puedo ayudar en algo, solo debes pedírmelo. —

—Te meterías en problemas. —

—No me importa, quiero ayudarte. — Sonó serio ante su oferta —Además, si sigues aquí es porque realmente me necesitas. —

— ¿Eso crees? — rió haciendo enojar a Tomas.

—Si ya no confías en mi podría entender. — reparó.

—Claro que confió en ti, idiota. — Acalló las dudas de éste —Es solo que no sé si quiero involucrarte en esto. —

— ¿No has tenido listo el asunto porque no has querido preguntarme? —Misha dudó en responder —Podrías tener trabajo aún si no te hubieras preocupado tanto por mi bienestar. —

—Creo que soy el único que se preocupa por ti últimamente. — se fijó en el escuálido cuerpo del otro.

—Gracias por decirlo. —

—Dejaremos esa conversación pendiente, tratare de pasar pronto por aquí. — volvió la silla a su postura para poder levantarse.

— ¿No me vas a decir lo que necesitas? —

—Necesito información de Fedro Waldorff. — Tomas palideció al escuchar aquel nombre pero se limitó apuntarlo en una hoja que tenía cerca para que Misha no se arrepintiera de pedirle ayuda.

— ¿Qué quieres saber de él? — levantó la vista después de haber anotado.

—Necesito el nombre de alguien de confianza de él. —

Él asintió obediente anotando algunas cosas más —Haré lo que pueda. —

—Eres el abogado más corrupto que he conocido en mi jodida vida. — se burló del escuálido Tomas —Gracias, ya me voy. —

—Te llamo cuando sepa algo. — Dijo mientras Misha se encaminaba hasta la puerta —Gracias por el cumplido. — agregó alzando la voz.

—Llama a Evan, él me lo dirá. — salió de allí rumbo a su casa.

No era que realmente le preocupara de momento, pero de todas formas iba a tener que sentarse a pensar algún plan. Quedar sin trabajo no era algo que hubiese imaginado, pero ya estaba hecho y al menos ya no dependía más de esa irritante mujer que le tenía los nervios destruidos.

Al salir del edificio recordó que había sido abandonado por Evan. Ahora tendría que caminar y no tenía el humor suficiente para hacerlo. Suspiró. Se animó para comenzar a caminar. Al principio arrastro sus pies y solo miraba al piso irritado por aquel desplante de su amigo.

Al llegar a una intersección elevó la vista para fijarse en el semáforo, pero su atención se fijo más allá en cuanto lo hizo. Justo frente a él, esperando el cambio de luz estaba Damián, mirándolo inquisitivamente. Cuando la luz les dio la preferencia, Misha se apresuró a cruzar y el azabache aguardó en su esquina por él.

—Hola. — lo saludo jovialmente en cuanto lo tuvo en frente.

— ¿Qué tal? —respondió Misha por cortesía, porque la verdad era que su estado no era el mejor.

—Es una suerte poder encontrarte de nuevo, realmente quería tener la oportunidad de agradecerte lo que hiciste por mí. — el tonó de voz del chico sonaba mucho más relajada que la noche anterior, incluso hablaba con mayor fluidez.

—No tienes que darme las gracias. — se encogió de hombros.

—Salvaste mi vida. — Le recordó —Claro que debo. —

—Si quieres verlo desde ese punto de vista tan dramático. —Damián le sonrió e hizo que Misha se odiara en ese momento.

—Gracias. —

—Si no tienes donde quedarte, mi sillón te estará esperando. —

— ¿De verdad? — su rostro se lleno de felicidad al oír esas palabras.

—Ya sabes, como tú dijiste que tengo tanto dinero, creo que puedo cargar contigo por un tiempo. — éste se apeno al recordar las cosas que le había dicho.

—Realmente no quisiera ser una carga para ti, puedo valerme por mi mismo. — dijo sin ánimos de ofender.

—Se notó anoche en el callejón. —

—Esos sujetos solo me habían tomado por sorpresa. — quiso excusarse, pero Misha ya estaba riendo.

Comenzaron a caminar rumbo a la casa nuevamente. Para Damián era algo nuevo tener a alguien que sin el mínimo interés de por medio fuera tan amable con él y se ofreciera ayudarlo en esos difíciles momentos por los cuales estaba pasando. Sin duda que tener un lugar donde quedarse iba ayudarlo mucho en su afán por querer salir adelante. Teniendo un techo para descansar, el buscar una forma de subsistir iba a ser mucho más fácil, salir a buscar un trabajo iba a ser su única preocupación, o al menos eso era lo que él creía.

— ¿Ya no te asusta que te invite a quedarte en mi casa sin algún motivo? —

—Supongo que me intriga, pero puedo vivir con ello mientras tenga un lugar para dormir. — Explicó —Al menos ya tengo la seguridad de que no vas a violarme o algo así. — sus palabras le sacaron una sonrisa a Misha.

—Si quieres creer eso. — intentó intimidarlo teniendo éxito en su labor.

—Creo que seguiré teniendo cuidado. —

—Buena idea, porque yo no respondo. — Damián rió nervioso. No estaba completamente seguro si era broma o advertencia, después de todo acaba de conocer a ese hombre y aunque le inspiraba confianza, con la gente nunca se sabía, a veces podían llegar a sorprender gratamente u otras de manera dolorosa.

—Tengo que buscarme un trabajo. — Quiso cambiar el tema para poder calmarse —Me ayudas profundamente con eso al ofrecerme un techo. —

—Ahora seremos dos los que tendremos que buscar un trabajo. — Damián lo miró desconcertado —Me acaban de despedir. — explicó por la cara.

—Vaya, lo siento. — enterarse de eso cambiaba todos sus planes. No le parecía justo quedarse con él cuando no estaba en condiciones de tener un huésped, y menos uno que no tuviera como mantenerse solo.

—Sobreviviré. — Quitó importancia a la noticia —Bueno, sobreviviremos. —se corrigió ahora que no estaba solo.

—No, no tienes que preocuparte. —

—No empieces, porque no te voy a rogar. — lo calló con una mirada venenosa.

—Está bien, pero me apresurare en conseguir trabajo. — el entusiasmo que poseía era admirable para Misha.

Por ir inmersos en aquella amena conversación el castaño no notó el Maybach aparcado en el mismo lugar que estaba por la mañana. Cuando Evan se les planto frente a ellos e interrumpió a Damián fue cuando recién noto a su amigo que estaba notablemente serio mirando a Misha.

—Venía a ver qué estuvieras bien, pero al parecer ya te conseguiste buena compañía. —

— ¿En serio? — su mirada denotaba una clara burla por escuchar aquellas palabras de Evan, es que parecía una quinceañera celosa en todo su esplendor.

—A ti todo te parece gracioso. — recriminó aún con Damián en medio de la discusión que comenzaba.

— ¿Quieres que me ponga serio? — la sonrisa en su rostro se borró. Metió la mano en su bolsillo y sacó su juego de llaves —Entra, no tienes que ver esto. — le entregó las llaves al azabache. Aquello causo más desilusión en su amigo.

—Realmente solo quería saber que estabas bien. — intentó calmar el ambiente al ver la mirada severa de Misha.

—Lo estoy, ambos sabíamos a lo que íbamos. —

—No quería dejarte, pero Antonella… — no pudo terminar.

—No importa. — Lo interrumpió —Entiendo, es lógico, ella es tu jefa. — sacó su cajetilla de cigarros.

—Lo siento, no debí actuar así. — siguió de cerca cada acción de Misha.

—Ya hemos hablado de esto. — inhaló el humo de su cigarro y dejo que la nicotina hiciera su trabajo. Su cuerpo no tardo en relajarse —Yo no puedo ser lo que tú quieres. —

—Pero ya no somos compañeros. — quiso creer por un momento que eso sería suficiente.

—Evan, ¿Por qué? — no comprendía porque tenían que volver hablar del tema si ya lo habían hecho tantas veces.

—Porque creía que no dejabas entrar a nadie en tu vida. Me sentí burdamente privilegiado por poder ser tu amigo, pensé que eso sería lo más cerca que tendrías a una persona y que ese lugar seria mío. — Reconoció con dolor —Pero ahora veo que siempre fui yo el problema y no tú como siempre insististe.

— ¿Lo dices por él? — Evan abrió sus ojos como si la pregunta estuviera de más.

—Ni siquiera soy digno de saber quién es él. —

—Porque no es nadie. — continuó fumando, pero no era suficiente, la tensión había regresado.

—Dime como se llama. — pidió, pero Misha se negó.

—Ya te dije que él no es alguien que a ti te importe. — dijo con dolor aquellas palabras. No había forma de explicarle a su amigo que no era porque Damián fuera más importante que él, sino que no quería involucrarlo en el mismo mundo.

—Entiendo. — asintió con calma.

—No, no lo entiendes. — tiró la colilla del cigarro y saco uno nuevo.

—Deja de fumar. — le pidió acercándose para hacer que guardara la cajetilla. Puso su mano sobre la de Misha y presionó para que no continuara.

—Esto provocas en mí. — lo regañó Misha con amargura cediendo ante la petición de Evan. Aquel contacto había producido muchas cosas en ambos.

—Lo siento. — continuó acercándose, acorralando a Misha contra su auto.

—Deja de disculparte. Mañana continuaras siendo el idiota de siempre. —

Permitió aquella cercanía sintiendo como su corazón latía más fuerte.

—Lo siento. — rió al no poder evitar decir aquellas palabras. Cada vez hablaban más bajo, como si las palabras hubieran comenzado a estorbar.

Evan rozó los labios de Misha con mucho miedo a ser rechazado. Sus movimientos fueron con extrema delicadeza por temor a estar cometiendo suicidio, pero Misha no rehusó tal furtivo y fugaz acercamiento. El primero fue un casto beso, pero él quería más, sentía la imperiosa necesidad de saciarse de aquel elixir que despojaba el castaño a cada instante. Lo acorraló con más fuerza contra el vehículo y lo apretó contra su cuerpo. El siguiente fue un beso cargado de muchos sentimientos, tanto anhelo por recorrer aquella curva que cada día le jugaba bromas y se burlaba de él por estar tan lejos, pero tan cerca de él a la vez. Al final, ambos se separaron agitados, contrariados por lo que acababa de suceder. Se suponía que habían prometido no hacerlo nunca más, pero como al destino le gustaba jugar malas pasadas, ahí estaban de nuevo, ambos en silencio, con sus respiraciones agitadas y sus miradas cargadas de deseo.

—Creo que será mejor que te vayas. — logró decir Misha cuando su respiración comenzaba a recomponerse.

—Sí, es lo mejor. — Evan bajó la vista y rodeó su auto hasta la puerta del piloto. Antes de subirse miró una vez más a su amigo, pero éste estaba ocupado buscando un cigarro entre sus ropas negándose a mirarlo.

A pesar de los hechos ocurridos, él camino con fingida tranquilidad hasta su casa donde un mundo completamente diferente aguardaba por él. El nuevo cigarro estaba cumpliendo su promesa de relajar su cuerpo ayudando así a que no regresara a casa con la cara de desconcierto que tenía después de lo que acababa de acontecer. Cuando entro, Damián lo esperaba en la cocina con un pequeño desorden, pero no le molesto, al contrario, con solo verlo su mundo volvió a recomponerse.

— ¿Arreglaste las cosas con tu amigo? — preguntó de pronto sorprendiéndolo, pero se acercó hasta la cocina y se encogió de hombros sin saber que contestar.

—Probablemente no lo vea por algún tiempo. — lanzó la colilla hasta el basurero para enfocarse en lo que hacia Damián.

—Pensé que podrías tener hambre. — explicó el desorden.

—Tengo bastante hambre. — vio la hora, ya era bastante tarde. Así como había sopesado, el  desayuno había sido su único alimento durante largas hora.

Damián continuó cocinando ante la atenta mirada de Misha — ¿Seguro que estás bien? — Soltó cuando ya le daba los últimos toques a la carne que estaba preparando —Te ves algo pálido. —

—Nada grave. — se encogió de hombros. Como era de costumbre suya, le resto importancia.

—Debe ser alguien importante para ti. — se sintió atrapado cuando mencionó a Evan.

—Es un buen amigo. — intentó eludir las imágenes que se vinieron a la cabeza de ellos dos allá afuera.

—Se nota, uno muy preocupado. —

Misha no supo en realidad si lo decía con dobles intenciones pero prefirió pasarlo inadvertido.

—A veces es un poco impulsivo para actuar. — reconoció.

—No parecen del tipo de personas que congenien. — se atrevió a decir.

—Todos nos dicen lo mismo. — una pequeña sonrisa afloro cuando recordó la infinidad de veces que había escuchado eso.

— ¿Cuál es el misterio? — quiso saber.

—Él es el secreto. — Se levantó de la silla para ayudar a Damián a llevar las cosas hasta la pequeña mesa —El siempre ha sido mi apoyo incondicional, por eso no puedo odiarlo. Cada vez que me hace enojar recuerdo eso y me evita cometer alguna locura con él. — intentó explicar de alguna forma su extraña amistad.

—Entonces el crédito se lo lleva él. —

—Algo así. —

Se sentaron en la mesa y continuaron conversando tranquilamente como si se hubieran conocido de toda la vida. Para Damián siempre había sido sencillo conectarse con las personas, tomaba confianza con bastante facilidad, y una vez hecho eso, su encantadora personalidad hacia el resto.

Para Misha en cambio era una experiencia nueva, a ratos se descubría hablando más de la cuenta, e incluso sonriéndole a su visita; sin embargo, ya se había rendido ante el encanto que desbordaba Damián. Hace muchos años que no compartía de esa forma con alguien, nunca  permitía que alguien cruzara la puerta de su casa. Intentaba mantener al margen a todo el mundo, no quería relacionarse con nadie lo suficiente como para extrañarla si algo le llegara a suceder a aquella persona, pero Damián había sido como un tifón que llegó sin avisar, y revolvió todo en su vida en cosa de minutos. Sin importar cuáles eran sus reglas de vida, él llegó y se instaló.

Aún así todo tenía un explicación relativamente lógica, o al menos es lo quería pensar Misha, sobre la actitud inevitable e incorregible que había tenido con el azabache. Misha miró la foto que estaba sobre un buro cerca de la mesa, ahí estaba el único recuerdo que tenía de sus padres, una fotografía,  y su madre parecía observarlo con aquellos profundos ojos azules que se plasmaron perfectamente en la imagen. Damián tenía la misma mirada. En un comienzo le asusto tal semejanza, pero termino por aceptarla como un bello recuerdo de aquel ser que amo con tanto ímpetu a tan corta edad.

Quizás se iba arrepentir el resto de su vida por aquella acción, pero era la primera vez en mucho tiempo que no le importaba el porvenir, solo quería disfrutar su presente y, ahí comiendo con Damián, sentía por momentos que estaba cenando en familia como solía hacerlo de pequeño. Aquel pasado tan aborrecido lo había alcanzado y lo comenzaba a consumir en todo su esplendor.

 

Misha despertó tembloroso en mitad de la noche. Toda su cama estaba empapada en sudor. No podía creer que había logrado volver a sus recuerdos. Aquella fue la última vez que había visto a Evan y era algo que intentaba olvidar constantemente. Ahora con su regreso, iba a ser algo imposible de lograr.

 

Notas finales:

JOJOJOJO! Dudas? Aclaraciones varias? Ya saben donde encontrarme.

Hasta la otra semana :)


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